CAPÍTULO 38:
Madrid, 26 de abril de 2019
-Gracias por dejarme dormir hoy en tu casa, María- le digo en el desayuno a esta.
-Nada, mujer. Ya sabes que cuando quieras, esta es tu casa- añade mi hermana, aunque no sin antes, dar un pero- Aunque me resultó raro. Hacía ya un montón de tiempo que no me pedías dormir en casa sin darme explicación.
Literalmente, la última vez que había pasado eso, había sido a lo primero de venirse María y yo tomar mi primera super borrachera de fin de curso de la universidad. Y la verdad es que había pasado ya tiempo de aquello.
Sí, debía de haberle contado que le había contado finalmente las cosas. Después de todo, María sabía que lo iba a hacer. Asique, o se estaba haciendo la tonta para que yo confesara, o realmente no caía en el hecho de que le iba a confesar lo mío con Amelia a mamá. De una manera u otra, me sentía fatal en aquel momento.
-Ya, bueno...- murmuro tomando otro churra para comer.- ¿Ya se fue Ignacio?
Intento cambiar de tema de conversación.
Sin embargo, cuando vuelvo a posar la mirada en María, se ve que oficialmente, está cansada de mis tonterías. Quiere la verdad.
-Luisita- murmura.
Resoplo, quería la verdad.
-La jodí al contarle a mamá lo mío con Amelia.
Espero que María haga su papel de hermana mayor y me grite, me reproche por que incluso ella me lo había dicho más de una vez, aunque después terminara apoyándome. Espero muchas cosas de María en aquel momento.
En cambio, lo que no me espero que pase es lo que pasa a continuación.
María se acerca a mí y rodeándome con sus brazos, me toma en un abrazo, cosa que odio. ¿Por qué? Porque en el momento que siento sus brazos sobre mí, vuelvo a derrumbarme y las lágrimas se me saltan. Creía que lo había conseguido superar, que el primer golpe de todo el asunto había sido por fin superado. Sin embargo, cuando noto a María de aquella manera, empezó a llorar.
-Lo siento, cariño- me dice esta cuando nota mi derrumbe.
-No, debí de haberte escuchado. Debí de haberte hecho caso. Todos me lo decíais, ¿o no es verdad?- María no dice nada, suspira.
-¿Qué pasó?
La garganta se me queda seca, asique, tomo un poco de zumo que a penas consigo beber con la ansiedad que se apodera de mi. Me tomo mi tiempo para responderle, intentando no romperme cuando las palabras salgan de mi boca.
-Estábamos desayunando cuando se lo dije.
-¿Desayunando? Dios, Luisita, tenías que haberlo dicho más a la noche.
-Le preparé el desayuno, María- le corro a aclarar- Como cuando era pequeña. Quería que viera que seguía siendo su hija, que nada había cambiado. Por eso decidí decírselo de aquella manera...- María entonces se queda callada- Ni siquiera con Ana y Teresa... Dios, si mamá no me acepta, ¿quién lo va a hacer?
-Luisita, por Dios.
-No, es verdad- la corto rápidamente a María- María, sabes que mamá ha sido desde pequeña la que siempre más nos ayudaba. La que siempre nos salvaba de papá en más de una ocasión. Si no me acepta mamá, ¿papá qué? Me mata...
-Está bien, tranquilízate, Luisita que estás temblando.
No es hasta que María me lo dice que me doy cuenta.
Miro mis manos el zumo de naranja que tengo en el vaso no para de moverse dentro de él. Lo dejo en la mesa y aferrándome una mano con la otra, intento en vano tranquilizarme.
No digo nada. Observo a María que parece que tampoco sabe lo que decir.
-Mamá me envió un mensaje hace un rato- ahora me explicaba por qué había preguntado- Preguntándome por ti...
-¿Y le dijiste que estaba aquí?- el silencio de María me responder- Joder, María.
-Luisita, es tu madre, ¿qué quieres que le dijera?
-Mentirle- le reprocho.
-Estaba preocupada. ¿Qué querías que hiciera?
-Lo que sea, menos decirle que estaba contigo.
El timbre suena y no hace falta ser un cerebrito para saber que esa debía de ser mamá. Asique, miro a María, que no dice nada, solo me mira. Bajo la mirada, el apetito se me ha quitado y ya es demasiado tarde como para salir corriendo por la puerta o esconderme en mi cuarto.
No sin contar que sería de vergüenza hacerlo. Asique, lo único que me queda por hacer es hacerle frente a todo. Pero si le iba a hacer frente, lo haría a lo grande.
Me levanto para abrir.
-¿A dónde vas ahora?- me pregunta María.
La ignoro por completo para ir a abrir.
Intento mantener la compostura, aunque el cabreo que tengo en aquel momento, ayuda, si digo la verdad. Lo primero que me encuentro es la mirada de Manolita, que se sorprende primero de verme. Aunque enseguida cambia a enfadada.
-Luisita, por Dios, he estado buscándote.
No digo nada, entrando al salón, donde finalmente estamos las tres.
-No voy a perdonarte por esto- le digo a María.
-Buenos días a ti también- Manolita contesta, mirándome primero y luego a María, que le niega para que no siga.
-Está enfadada, mamá. Mejor déjalo.
-¿Cómo voy a dejarlo?- replica mamá- Has estado todo el día fuera, ni una llamada, ni un mensaje. Nada.
-¿Y para qué?
Tanto mamá como María se giran en el momento en el que lo digo. El momento de la confesión aun estaba muy claro en mi memoria como para que ahora, Manolita, mi madre; se hiciera la victima.
-¿Cómo que para qué? Soy tu madre, vives en mi casa....
-Soy mayor de edad, puedo hacer lo que me de en ganas...- le reprocho.
-Está bien, tranquilidad.- María, que empieza a notar que el ambiente empieza a ponerse un poco demasiado tenso, corta la conversación- Mira, no sé lo que pasó en la charla del otro día- veo que mamá observa a María, cuando dice esto- Sé que estáis tensas, pero reprochando cosas no vais a ganar nada.- y para colmo, María me reprocha ahora a mí- Luisita, aunque no quieras, deberías...
-Debería, ¿qué...?- no tenía ganas de escuchas más estupideces por parte de mi propia hermana y mi madre- ¿Si no me dejáis ser libre en lo que más quiero...?
-Luisita, no te estoy quitando libertad- Manolita se atreve a decirme.
-¿No?- resoplo con fuerza- ¿Por qué entonces te fuiste de la manera en la que te fuiste de casa?
Y en ese momento, Manolita se queda callada. Me mira fijamente, sin decir nada. Me sorprende que hasta María se queda esperando su respuesta. Aunque lo que más me sorprende, cuando María parece ver mi punto y se pone un poco de mi parte.
-Mamá, por dios- resopla María- Creía que eras más moderna.
-Soy moderna- replica esta- Es solo que con este tema es diferente...
-Es diferente- resoplo con ganas cuando la escucho- Ni me creo lo que estoy escuchando, la verdad.
-Luisita, calla porque no tienes ni idea de lo que hablas.
No puedo más. Cuando dice aquello, la forma en la que me lo reprocha, en la que me mira. ¿De verdad me estaba diciendo que no tenía ni idea de lo que hablaba? Le había abierto mi corazón, le había confesado mi secreto más profundo literalmente hablando. Tenía mucha idea de lo que estaba hablando. Era ella la que no tenía ni puta idea.
No, no podía más.
Asique, tomando mis cosas, me marcho.
-Luisita, por Dios, ¿dónde vas?- María intenta pararme, pero no la dejo.
-Luisita.
Incluso mamá me llama, pero la ignoro por completo. Tomo las llaves y salgo corriendo de la casa también de María, sintiendo como todo mi mundo se derrumbaba a mi alrededor y como todo lo que creía verdad, era ya mentira. Lo que creía real, era una simple ilusión.
¿Por qué todo a mi alrededor se estaba derrumbando?
Comienzo a caminar, sin rumbo fijo. Adentrándome más y más en el centro de Madrid. Camino por las calles, sin prestar atención a mi mundo. No paro hasta que prácticamente, llego al parque del retiro. Los pies me arden del dolor cuando llego a él, asique, tomo el primer banco a la sombra que encuentro. Es en aquel momento, en el que por fin me tomo un momento para volver a la realidad.
El parque está a rebosar, como siempre. Gente por doquier.
Pero en ese momento, en quien me paro en fijarme es en dos chicas que hay sentadas en el césped. Están en medio de un picnic. Todo corriente, hasta que me fijo que las chicas son pareja cuando se besan y, muestran que no están solas. Una pequeña les acompaña. Es para comérsela. La niña corre de un lado a otro, persiguiendo a las palomas mientras que sus madres no paran de reír y grabarla con el móvil.
No puedo evitar sonreír al ver la estampa. ¿Cómo era posible que mamá pensara que poder vivir una vida así iba a ser malo para mí? En aquella imagen solo veía felicidad, alegría. ¿Por qué iba a darme males todo aquello?
El sonido del móvil me saca de la ensoñación: Amelia.
Dudo en si contestar.
-¿Hola?- pero lo hago.
-Luisita, por fin. He estado enviándote millones de mensajes, ¿dónde estás? ¿estás bien?
Entierro el rostro en mi mano cuando la escucho tan desesperada. Debería de haber hablado primero con ella. Literalmente, con ella era la que debería de tener el mayor cuidado.
-Sí, estoy bien, tranquila- intento sonar mejor de lo que me siento.
-¿Segura? Porque acaba de llamarme María y me dijo lo que pasó.
Suspiro con fuerzas.
-Sí, es solo que... necesitaba estar un rato tranquila.
-Pero... ¿estás bien?
-Sí, lo estoy, te lo aseguro, cariño.
Pero sé que Amelia no se va a quedar tranquila.
-Sabes que si quieres...
-Amelia...- la corto- Solo... ¿podemos vernos ahora?
Quería estar con ella en aquel momento. Quería besarla, quería sentir sus brazos a mi alrededor, quería sentirme a salvo.
Odiaba no tener ningún lugar para que pasara.
-Sí, claro... Voy...- pero se queda callada- ¿por qué no vienes al Hotel?
-¿Al Hotel?- que raro que me dijera aquello.
-Sí, al hotel. Si quieres... Mira, ven por la puerta de servicio. Tengo libre, podemos estar en mi habitación, solas, ¿qué te parece?
En aquel momento, era lo que quería y necesitaba. Asique, asiento y acepto la propuesta de Amelia.
Cuando llego, Amelia ya me está esperando en la puerta de servicio. Cuando la veo, enseguida la abrazo. Esta no dice nada y se lo agradece. Solo me toma de la mano y, hasta que no estamos prácticamente en la puerta de su habitación, no me suelta.
-Te diría que estás en tu casa, pero es prácticamente lo que hay...- Amelia intenta bromear cuando llegamos a su habitación.
Niego, intimidad era lo que necesitaba en aquel momento y con ella. El lugar era lo que menos importaba.
-Está bien- le digo acostándome en la cama- ¿Me acompañas?
Y abrazándola con fuerza, nos quedamos un rato así, abrazadas, sin decir nada. Solo ella y yo y, como ya sabía, me dejo ir. Vuelvo a sentirme segura, tranquila y calmada. La mano de Amelia descansa sobre su vientre. Con las yemas de mis dedos empiezo a hacer círculos sobre esta y no es hasta que alzo de nuevo mi mirada, que veo que me está mirando.
-¿Qué?- sonrío un poco cohibido.
-Te ves guapa así.
Aguantando la sonrisilla, me acerco y la beso rápidamente.
-No seas cursi.
-Y yo que creía que era una cualidad que te gustaba de mí.
-Puede- bromeo.
Es Amelia ahora la que se acerca y posando sus labios sobre los míos, me besa con fuerza. Su mano toma mi mejilla y siento el calor que irradia su cuerpo sobre el mío.
-¿Cómo estás?
La miro, no quiero sacar el tema, pero se vé que está preocupada.
-Ni idea- le soy sincera.
-Imagino que será duro.
-Mucho- asiento.
-¿Por qué no hablas con tu madre? Largo y tendido...
-Amelia- no quería interrumpirla, pero aquel argumento ya me lo sabía- Mi madre no es como la tuya. Creía que era como la tuya, pero no lo es. No... le gusta la idea de que esté contigo...
-Si quieres....
Sé lo que me va a decir, asique, la corto.
-No, ni se te ocurra hablar con ella.
-Pero si tiene el problema conmigo...
-Es conmigo- le insisto- Soy...- pero me callo- Creía que era su hija, como ella me había dicho. Ya veo que no me tienen tanto aprecio como creía yo...- miro a Amelia y entonces recuerdo- Manolita y Marcelino no son mis padres verdaderos. Soy sobrina, más bien.
-No lo sabía- no mucha gente fuera del barrio lo sabía, al decir verdad.
-Ya, bueno... es algo de lo que no me gusta hablar, la verdad.
-Bueno, pero Marcelino y Manolita te quieren...
-Eso creía yo, Amelia...- me levanto, sentándome sobre la cama, a lo que Amelia me sigue- A veces creo que solo me tienen cerca de ellos porque mis padres fueron asesinados por ETA, porque les doy pena...
-No digas eso, por Dios...
Amelia me rodea con sus brazos, apoyando su cabeza sobre mi hombro.
-Te quieren. María te tiene como una hermana...
-María sí- en María había encontrado literalmente una hermana mayor más, había encontrado el apoyo que una hermana de sangre me daría- Sin embargo, con todo esto, con Manolita actuando así... No sé que ya pensar....
El silencio se hace en la sala. Ni Amelia ni yo hablamos. Simplemente se queda allí, abrazándome y se lo agradezco. Solo el silencio y sus brazos a mi alrededor. Sí, desde luego, era lo único que necesitaba.
-Luisita...- Amelia rompe el silencio- Quiero que sepas una cosa...- la miro, sus manos sobre mis mejillas antes de besarme- Pase lo que pase, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, ¿sí? Pase lo que pase.
Y acercándome a ella, voy a besarla, cuando mi teléfono vuelve a sonar. Es María.
Amelia me mira.
-Deberías de responderle- me incita.
-No quiero- insisto.
-Luisita...
Voy a colgarle cuando Amelia es más rápida y quitándome el teléfono, le contesta a María.
-Hola, María. Luisita está aquí, te la paso.
Y si hacía unos momentos quería estar sola con ella, abrazándole, ahora quería matar a Amelia.
-Te odio- murmuro antes de contestar- maría.
-Lo siento- susurra Amelia, aunque se nota que no lo es'ta.
-Luisita, por fin. ¿Estás con Amelia, verdad? ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
-Que me dejes tranquila.
Es lo único que digo antes de colgar. Amelia me mira con reprimenda.
-Le he contestado.
-Mal.
-Pero le he contestado- Aquello no me lo podía negar.
-Está bien- resopla está- pero antes o temprano, necesitarás hacerle frente a la situación, ¿no crees?
-Y lo haré- de eso no había duda- Pero ahora, solo me gustaría estar contigo, solas. ¿Es mucho pedir?
Amelia se queda con sus ojos fijos en mí. No responde, pero creo que le tendré que poner esa mirada de perrito porque enseguida acepta.
-Está bien... Si quieres, nos podemos quedar aquí todo el día. Tengo libre y sé perfectamente que aquí no nos molestarán. Solo.... Lo haré con una condición.
Supongo que nada bueno podía ocurrir nunca sin el típico pero.
-Ahí está el pero- resoplo- ¿Qué quieres a cambio?
-Que mañana vayas a hablar con Manolita, ¿sí?- resoplo con fuerzas, la odio- Quieras o no, hablando con ella, haciéndole frente, mostrarás que es una decisión madura, personal, la que estás tomando. Que todo esto es serio- y odiaba más cuando tenía razón- ¿Qué me dices? ¿LO harás?
¿De verdad que me estaba chantajeando de aquella manera?
-¿Sabes? Esto sería mejor si tuviera mi propia casa.- le replico.
-Ya, pero como no la tienes, te tienes que aguantar por ahora- se atreve a burlarse de mí.
No digo nada, me quedo mirándola y sonrío.
-Me tienes demasiado enamorada.
-Tú si que me tienes demasiado enamorada- replica esta antes de lanzarse de nuevo a mis labios y caer en la cama envuelta en el beso.