Rewrite [Nathaniel, Corazón d...

By Ningyolita

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No a todo el mundo le gustan los cambios. Algunas personas prefieren quedarse donde estaban, respetando una r... More

I. Venus de Milo
II. El grito
III. Sátira del suicidio romántico.
[EXTRA] El sueño de la razón produce monstruos.
IV. La Autómata
V. Two ladies
VI. El despertar de la conciencia
VII. Después del baile
VIII. Ceci n'est pas une pipe o La traición de las imágenes
IX. Duelo a garrotazos
[EXTRA] San Sebastián
X. Boreas
XI. Los amantes
XII. Narciso
XIII. El caminante sobre el mar de nubes
XIV. American Gothic
[EXTRA] Flaming June
XV. La noche estrellada
XVI. La gran ola de Kanagawa
XVII. The soul of the rose
XVIII. Naufragio en el claro de luna
XIX. La Goulue
[EXTRA] The Cursed Woman
XX. Composición 8
XXI. The artist is present
XXII. Ophelia
XXIV. Circe
XXV. El acróbata
XXVI. Pigmalión y Galatea
XXVII. Kintsugi
XXVIII. Hilas y las náyades
XXIX. Snow Storm
XXX. La muerte de Marat
XXXI. Orfeo y Eurídice
XXXII. El ángel caído
Epílogo. Romeo y Julieta
Gracias

XXIII. The Rose Bower

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By Ningyolita

Entramos en mi habitación cogidos de la mano, como si esa unión fuera un ancla que nos detiene antes de irnos a la deriva.

Su tacto es frío.

Se sienta en mi cama y yo lo suelto por un momento para coger la silla y colocarme frente a él, es un instante terrible en el que pienso que va a salir corriendo sin darme tiempo a tomar asiento, pero cuando me doy la vuelta sigue ahí.

Entrelazamos los dedos y espero, necesito que sea él quien me lo cuente todo.

 Y no sé porqué, pero pienso que todavía no está preparado.

Él toma una bocanada de aire y empieza a hablar.

- Todo comenzó a mediados de primero, más o menos. 

Casi tres años.

Los mismos que sin vernos, sin hablar.

Un desenlace que ocurrió hace poco más de tres años.

- Había salido a celebrar el fin de exámenes cuando unos tipos de arrinconaron en un callejón. Después me enteré que ese era uno de los lugares que frecuentaban para hacer sus negocios. Iban armados con navajas, se abalanzaron sobre mí sin preguntar, claro.

Se lleva la mano a la marca del labio.

- No era mi mejor momento, todo sea dicho. ¿Recuerdas lo que pasó en el instituto con mi padre? - Como para olvidarlo.- Bueno, desde aquel momento hemos perdido completamente el contacto, salvo por mi madre. Ella estaba realmente volcada en la carrera de Ámber, en su trabajo como modelo, no sus estudios, y a mí no me gustaba demasiado el matiz que estaban tomando las cosas... Necesitaba dinero si quería seguir independizado y estudiando.

Tengo miedo de abrir la boca. Quizá si le interrumpo se romperá el hechizo y volveremos a ser dos desconocidos jugando a ser los protagonistas de la mayor tragedia literaria que se haya contado jamás. Las doce campanadas en persona convirtiendo este nexo en una calabaza y un zapato de cristal.

Me limito a estar ahí, sosteniendo una mano que ahora me aferra como la garra de un animal salvaje.

El terror está por llegar. 

- Les dije que podía ayudarlos, que trabajaría para ellos, lo que hiciera falta para que me dejaran en paz y además me dieran una oportunidad de ganar dinero fácil. Al principio desconfiaron, pero no tardaron en llevarme hasta el responsable de la zona. - Una pausa. - Me jode decir esto, pero lo cierto es que con mi ayuda el negocio prosperó bastante, reorganicé las zonas de entrega, los grupos de camellos e incluso busqué proveedores mejores. Todo iba bien hasta que llegó mi turno, el momento de hacer una venta real, darle droga a una persona, MC, ver su cara, su aspecto y ser perfectamente consciente de que no le estás haciendo ningún bien.

Con mi mano libre, le retiro el pelo de sus ojos, sus pupilas se quiebran.

Pero continúa adelante.

- No pude. Cogí la mercancía y di el cambiazo por una mezcla inofensiva de plantas y especias. Me pareció una idea brillante pero, evidentemente, no eran tontos y se dieron cuenta del truco. Quizá fue cosa de los clientes o bien del consumo propio, pero me pillaron. A partir de este momento llegaron los problemas: me obligaron a involucrarme totalmente en las ventas, tenía un gorila siempre a mi lado por si intentaba algo y... la gente empezó a verme, a hablar y a sacar sus propias conclusiones. Después de un tiempo, el año pasado, las cosas empezaron a relajarse, hasta ahora. Sospechan que estoy haciendo algo a sus espaldas y han vuelto a las andadas.

- ¿Y lo estás haciendo?

El espacio parece espesarse, el aire se hace más denso cuando vuelve a mirarme.

- Algo así.

Tomo aire y me echó hacia atrás en mi asiento, él parece asustarse. 

- Esta es toda la justificación que puedo darte de los rumores, la actitud de la gente del Sweet Amoris, mis desapariciones y... otras cosas.

Otras cosas es una forma poética de llamar a nuestra supuesta ruptura, sus dosis de cal, sus secretos, comentarios, posibles mentiras y huidas, peleas, heridas... todo.

Es como si me hubieran quitado un peso de encima, puede que todavía no sea consciente de que se viene algo aún mayor. 

Mi cabeza da vueltas pensando en todas las implicaciones que trae consigo esta confesión improvisada. La experta en derecho el Priya, pero quizá se puede hacer algo para acabar con esto sin que nadie salga excesivamente herido. 

Entre ellos me cuento a mí misma.

- Desde que volví a verte yo... 

- ¿Quién más lo sabe? 

Lo interrumpo porque no quiero que siga, porque realmente no sé si estoy preparada para escuchar lo que viene a continuación. Y porque me encantaría ser capaz de encontrar una solución, uno de esos planes maestros, como la casa de ladrillo de los tres cerditos cuando han de enfrentarse al lobo feroz.

- Ámber... No la tomes con ella, MC, no puede hacer nada. Si abriera la boca la acusarían de cómplice y ahora mismo es lo que menos le conviene, no quiero arrastrar a nadie más a este pozo de mierda. No quiero que ella me vea entre rejas... Y tú tampoco.

- Yo... 

Ese gran plan, esa idea definitiva no llega.

- Siento no habértelo explicado antes, pero es justo. Creo que será mejor que me vaya. 

Se levanta tan rápido que tengo miedo de no poder seguirle el ritmo, mi cuerpo está paralizado, atado a esa silla, mi mente vacía y exhausta.

- Espera, espera, espera... ¿Qué ibas a decir antes? Desde que volviste a verme... ¿Qué más?

Tiene una mano en la puerta, apoya la frente contra su superficie de madera. 

- Desde que volví a verte recuperé las ganas de salir de todo esto, de recuperar mi vida y no tener que volver a pagar por mis decisiones. 

Seguro que conocéis el cuento del flautista de Hamelín, me siento igual que los ratones atraídos por el sonido de la flauta, en mi caso son palabras que saben a esperanza. 

- Desde que volví a verte mi corazón vuelve a acelerarse por motivos que van más allá del sonido de las sirenas de policía, pienso en planes e ideas disparatadas. 

Un pie delante de otro.

- Desde que volví a verte me doy cuenta de lo tonto que fue hace casi cuatro años por rendirme sin apenas mover un dedo.

Creo que no es consciente de mi cercanía, porque cuando lo rodeo con mis brazos su cuerpo se tensa.

Mi mejilla contra su espalda. Sin ideas, sólo oportunidades que coger por sus escurridizas melenas.

Hay otros muchos cuentos que podría servirme para definir este momento, en muchos de ellos se repite ese momento: el beso de amor verdadero. La princesa se despierta y, junto con su príncipe, viven felices comiendo perdices. 

Esto no es un beso, al menos, no de momento. 

Es una caricia que me despierta, me habla de algo que ha estado siempre ahí, agazapado en la oscuridad, temible, imprevisible. Un sentimiento.

Dos palabras.

Ocho letras y un espacio en medio.

Pero... ¿vale la pena dejarlo escapar? Nuestro final con banquetes de perdices está todavía muy lejos, en vez de eso tengo drogas y matones en chándal.

Y cero rutas de escape.

- Desde que volví a verte me di cuenta de que te quiero, y lo siento, lo siento mucho.

Se me ha adelantado.

Lo único que puedo hacer es abrazarlo aún más fuerte y susurrar todo lo que quiero decir a la tela de su abrigo, que sirve como un pañuelo para unas lágrimas que empiezan a inundarme.

- ¿Qué quieres de mí, MC?

- Todo lo que tú quieras darme.

- ¿No tienes miedo?

- ¿Acaso tienen miedo los príncipes cuando se enfrentan a un dragón y un castillo rodeado de espinos?

- Esto no es un cuento de hadas.

Se da la vuelta entre mis brazos

- Siempre que exista un nosotros, será el relato más maravilloso del mundo. - Lo tomo de la barbilla y lo atraigo hacia mí. - Nosotros contra el mundo.

Lo beso despacio, a la par que noto como sus dedos se enredan en mi pelo. 

- Haré lo que sea para protegernos, Nath. 

- Esa debería ser mi línea, Julieta.

Me devuelve una sonrisa triste que yo bebo directamente de sus labios.

Cada roce que me regala es diferente del anterior, ya no es una sorpresa, como en el gimnasio, no es pasión como la primera noche que pasó conmigo.

Es todo. Y miedo. Ira. Tristeza. Y alegría. Esperanza.

Esta vez sí, es un futuro. 

Una promesa abrazados entre las sábanas, con párpados perezosos que quieren cerrarse, arrullados por el calor de la piel ajena.


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