Cuentos de Delonna I

By mbelenmcabello

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«Una sombra amenaza con corromper el mundo tal y como lo conocemos; extrañas criaturas emergen de las profund... More

Bienvenid@
Capítulo 1: La Gema Misteriosa
Capítulo 2: El Despertar del Dragón Helado
Capítulo 3: La señora de la llama
Capítulo 4: Guardiana
Capítulo 5: Partida
Capítulo 6: Brodain
Capítulo 7: Monstruo
Capítulo 9: Xiafang
Capítulo 10: El Templo de la Luz
Capítulo 11: La ofrenda
Capítulo 12: Revelaciones
Capítulo 13: El ejército de Iluminación
Capítulo 14: El Santuario de Huoyan
Capítulo 15: Lutthellbard
Capítulo 16: La maldición de Icla
Capítulo 17: Testamento
Capítulo 18: La Puerta de Delonna

Capítulo 8: La búsqueda del guardián despierto

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By mbelenmcabello

Aún me tiemblan las manos, el frío aún perdura cortante jugueteando con mis doloridos huesos. Esta mañana ha sido la primera vez que he vuelto a ver el sol desde que me sumí en el sueño blanco, el terrible sueño blanco que me sobrevino cuando la tormenta de nieve arrastró conmigo y con Felfalas. No me encuentro con las fuerzas suficientes para caminar, el elfo encontró un carro de mercancía a las afueras de Brodain donde me lleva sin rechistar, no ha abierto la boca durante todo el viaje. Me envolvió en su capa de piel de zorro y continua estoico el camino cargando con mi peso que de seguro es superior al suyo...¿Cómo es posible que se mantenga aún con vitalidad?

—Felfalas...— Me decidí a entablar  conversación, a fin de cuentas le debía mucho a aquel extraño que en su día apareció salvándome la vida en el cementerio.

Sus cabellos castaños lucían ahora blancos cubiertos por la nieve. Sus labios algo purpúreos denotaban el frío que sufría el guerrero, parecía ocultar sus temblores, lo sé porque Bernoz solía hacerlo en mi presencia.

—Ahorra tus energías para cuando lleguemos a Zharan-Ilah—dijo el elfo volviendo su rostro inmediatamente.

 Proseguimos sin pausa nuestra  marcha. La soledad me sacudió con su doloroso látigo, la calidez no parecía ser uno de los fuertes de aquel elfo solitario. Me pregunto qué habrá sido de Ber. Debo reconocer que fue algo insólito, el modo con el que acabó con aquel ejército negro se había quedado grabado en mi mente a fuego. Se había convertido en algo tan intrigante como poderoso, y tan poderoso como peligroso...Un escalofrío volvió a recorrerme la piel cuando recordé su semblante cadavérico y su voz cavernosa.

—Haremos una pausa ahora que has despertado.— Fefalas dejó los asideros del carro en el suelo para acercarse a mí.

Asentí con la cabeza y traté de incorporarme. Un dolor lacerante me alertó enseguida que el impacto con las rocas durante la tormenta casi me habían costado la vida. Era lo último que recordé además de quedar sepultada bajo el hielo.

—No te esfuerces, puede ser peor.— Felfalas tomo asiento a mi lado—. Conforme vayas entrando el calor el dolor será aún más insoportable.

Cuánta razón tenía...El dolor de las horas y días posteriores a mi despertar fueron un tormento que decidí guardar solo para mí, como siempre he hecho.

—Necesito una pinta...

—No queda mucho para que lleguemos a nuestro destino, aunque me temo que no encontrarás lo que buscas en el lugar hacia donde nos dirigimos...— Una media sonrisa me devolvió automáticamente la mía.

Yo era bastante más alta que él sin duda, aún así, sus ojos hablaban de siglos y siglos de vivencias, de una sabiduría ancestral que perduraba en sus ojos almendrados. De uno de los saquillos de su cinturón extrajo unos frutos disecados y me los ofreció mientras él comenzó a masticar lo que parecían bayas silvestres.

—Tienes que recobrar fuerzas— dijo mientras masticaba—. No puedo estar ocupándome eternamente de este carro...

Tome los frutos y me los llevé a la boca. Eran muy dulces pero tenían poca sustancia, comencé a añorar las piernas de cordero al horno de fuego que hacían en las tabernas de Henderlborg. Sin darme cuenta había comenzado a salivar.

—Gracias Felfalas— dije mientras me volvía a envolver entre mis pieles y las del elfo—. No sé que habría hecho sin ti—. He de reconocer que en cuanto pronuncié aquellas palabras parecieron poco creíbles debido a mi orgullo, en realidad no podían ser más sinceras.

Felfalas frotó fuertemente sus manos buscando una fuente de calor, el cuero de sus vestiduras había quedado endurecido por el frío. Las congeladas montañas escarpadas de la región de Fjalarr ya eran invisibles, pronto los fríos vientos no volverían a ser un problema.

—Una vez te recuperes, podemos tratar de conseguir un contacto con algún contingente que se dirija a Hendelborg.

Volver a Hendelborg, volver junto a mi padre y a la peletería. No desearía algo más en mi vida después de contemplar el horror de Brodain. Pero estaba Bernoz, no podía dejarle, no podía abandonarle a su suerte y a la soledad de su nueva vida. No le quedaba nadie más.

—¿A dónde irás tú Felfalas?— Un crujido más de mis huesos y conseguí incorporarme.

El elfo se mantuvo en silencio durante unos segundos. Se colocó de nuevo sus saquillos y se acurrucó frente a mí en una de las esquinas del carro de mercancía.

—Vivía aún en la hermosa Bestfilien cuando oí hablar del guardián dormido...

En cuanto apoyó su codo sobre la madera del carcomido carro supe que se disponía a narrar una historia. Sus ancestrales ojos me miraban de hito en hito, buscando en lo más profundo de mi ser un rincón donde sentirse tranquilo, un remanso de paz. Yo me sumergí en sus castaños iris sin dudar, quedando cada vez más ensimismada en el eco de su voz y la sabiduría que encerraban sus palabras.

***

El éxodo de los elfos marcó el final de la era la luz. Una vez la dama del bosque nos reveló la absoluta verdad se retiró a fundirse con Madre. Nosotros, sus hijos, tras asimilar lo que ella nos había confiado la más clara de todas las noches, nos retiramos abandonando la ciudad que nos vio nacer, el orgullo del bosque y la piedra preciosa de la región de Ameridian. Olvidada y en ruinas, ahora está sumergida bajo los siglos y las gruesas raíces de los viejos árboles del bosque de Tailduil. Ahora vivimos en manadas, el mundo es nuestra ciudad y tomamos lo que la madre nos otorga sin ostentar a establecernos nunca en una urbe.

A pesar del tiempo, aún recuerdo las canciones al son de las arpas, de las flautas y las palmas de los danzarines que saltaban y hacían acrobacias junto al fuego. Era un espectáculo del que gustaba de contemplar hasta quedarme dormido, era completamente improvisado por los lugareños, sobre todo cuando la luna era llena y los animales excitados casi parecían unirse a nuestro cántico. Fue entonces, junto al fuego en mi Bestfilien natal donde oí por primera vez el nombre del guardián dormido. Muchos elfos ancianos, grandes maestros y sabedores de las edades más antiguas, gustaban de sentarse junto a los más jóvenes y enriquecerles con su conocimiento, o en algunos casos, facilitar el sueño a las mentes menos inquietas. Fue Daldeln quien se dirigió a nosotros aquella noche con una nueva historia que contarnos, su cabello largo era mecido por la brisa del bosque que desprendía un aroma salvaje.

"En una tierra envuelta por las más frías nieves, se levantan  unas montañas  tan abruptas como nunca nadie ha podido contemplar jamás. Lejos de conformar una cadena montañosa, se erigen cada una individualmente, como si cada una dispusiera de propia alma e identidad. Cubiertas de verde hierba, muchas de ellas gozan de la belleza de cristalinas cascadas que adornan el paraje paradisiaco de  Zharan-Ilah, "La tierra de las mil montañas". Una misteriosa y espesa bruma envuelve las montañas, contribuyendo a su mística naturaleza que se funde ya abajo en las profundidades del mar de Quian. Aún era un lugar desierto y no pisado por ningún alma cuando comenzó a forjarse la leyenda del guardián despierto. Unos dicen que emergió de las profundidades del mar, otros sin embargo afirman que el guardián realmente siempre se encontró allí, desde los principios de los tiempos. De todos los monjes que jamás hayan existido en Zharan-Ilah, el guardián despierto siempre ha sido el maestro, el primero,  y más poderoso de todos ellos. Sin más ayuda que la de un cayado de madera y una raída túnica, dedico su vida mortal a descubrir cada una de las montañas, a respirar el aire puro que ofrecían sus árboles en la búsqueda de un estado de existencia más elevado. La leyenda comenzó a extenderse cuando este maestro descubrió el secreto de Madre, de la energía mediante la cual se mueven todos los seres vivos. Gracias a las habilidades que sus profundos estados de meditación le habían otorgado, aprendió a manipular los elementos, a comunicarse con cada uno de los animales y a prever los fenómenos meteorológicos. Su poder llegó a tal límite que comenzó a fundirse con las mismísimas montañas, con sus criaturas y seres. De hecho, a día de hoy se desconoce el momento en el que el guardián despierto abandonó su forma humana, pero sus aprendices afirman poder sentirlo e incluso comunicarse con él cuando se encuentran en estados superiores de consciencia. De todos los legendarios guardianes que Madre envió al mundo, el guardián despierto, como su nombre indica, es el único de todos ellos que conserva su estado de lucidez gracias a las prácticas de meditación que le impidieron caer presa del sueño de las edades. Sin ninguna duda, se trata del humano con el don más poderoso de todos y aún se encuentra entre nosotros adquiriendo cualquier forma de vida como refugio."

***

—Así que quieres respuestas...—dije  mientras levantaba mis piernas tratando de despertarlas del estupor.

Felfalas terminó su relato y se reincorporó para reanudar la marcha.

—Quizás el sabe a qué nos estamos enfrentando, no tardará en llegar a Zharan-Ilah después o antes de nosotros—Tomó de nuevo los asideros del carro—.Sea quien sea creo que busca a los guardianes...

—Y él es el único que está despierto — concluí saliendo del carro cojeando un poco—. Necesitarás esto— le tiré las pieles de zorro al elfo para que se calentara—¡No pienso dejar que me lleves en carro otra vez elfo!

Felfalas con los ojos muy abiertos aceptó la piel que le tendí, se la colocó sobre los hombros entre tiritonas. Sin duda tenía buen corazón, tampoco iba a dejarlo solo en esta empresa que a cada paso se tornaba más inverosímil.

—Felfalas...—dije de nuevo mientras tomaba yo los asideros del carro.

—¿Si?

—¿Qué crees que está ocurriendo?— Sentía dolor en cada hueso de mi anatomía.

Felfalas cerró los ojos por un momento y volvió mostrarme su enigmática mirada.

—Aún no lo sé, pero presiento que algo oscuro está carcomiendo las entrañas de todo lo que conocemos...

Sentí miedo. Me asusté al pensar que mi padre pudiera correr algún peligro, a fin de cuentas, si criaturas como aquellas habían emergido en Brodain...¿Qué les impedía no hacerlo en Hendelborg?

—Si aún quieres volver a tu hogar, podemos encontrar un contingente— Me daba miedo cuando parecía averiguar mis pensamientos.

No sé por qué decidí seguirle, mi corazón se encontraba en Hendelborg y con Bernoz donde quiera que se encontrase, sin embargo lo hice y si tuviera que haber elegido de nuevo le hubiera seguido sin reproche. El mundo estaba cambiando y sin quererlo me había tocado tomar parte de ese misterioso cambio.

—Tú necesitarás esto— dijo Felfalas tirando al aire un objeto que casi no logré recoger debido a su inesperado lanzamiento.

Retiré el sucio trapo que los apresaba, unidos y brillantes allí estaban de nuevo en mis manos mis cuchillos de desollar.

—¡Mis cuchillos! ¡Maldito orejas picudas!— dije mientras le arreé una palmada en la espalda.

Felfalas  frunció el ceño tratando de recuperar el equilibrio tras mi sacudida. Sin duda no se esperaba que mi recuperación fuera a ser tan rápida.

—¡Vamos elfo! Tengo ganas de ver esa tal Zhalan-ilan con mis propios ojos.

— Se dice Zharan-ilah.

—¡Como sea!— Me reí a pleno pulmón de la cara del elfo, sabía cómo se pronunciaba pero había que quitarle un poco de hierro al asunto—¡ Más rápidos los he visto!

Continuamos el camino permitiéndonos alguna pausa, armada con mi cabezonería no permití que el dolor que me consumía me hiciera parecer débil. Terminamos por abandonar el pesado carromato una vez Felfalas me examinó detenidamente, aceptando que me encontraba en condiciones para caminar. Creo que los dos sabíamos que no era la verdad y también creo que los dos sabíamos que tampoco podía ocurrir de otra manera...

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