Golden Prison

By Thifranehe

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Ariadna, princesa bastarda de Corona, tiene una vida complicada viviendo con su padrastro y alejada de sus pa... More

Introducción
I
II
III
IV
V
VI (Primera Parte)
VI (Segunda Parte)
VII
VIII
IX
X
XI (Primera Parte)
XI (Segunda Parte)
XI (Tercera Parte)
XII
XIII
XIV
XV
Epílogo

VI (Tercera Parte)

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By Thifranehe

- ¿¡Eh!? ¿Cómo que prueba? - Cassandra se colocó frente a la mujer para verla a la cara. - ¿Eso fue una prueba?

- Si. - Lilith bajó la cabeza. - Era una prueba para ambos, especialmente para el joven. Para evaluar la fuerza de su alma.

- ¿La fuerza de mi alma?- Inquirió Varian. 

- Así es. Era una prueba para saber si eras lo suficientemente fuerte para enfrentar todo ese dolor dentro tuyo y no caer preso dentro de la oscuridad de tu alma... Realmente creí que no podrías hacerlo, veo que me equivoque. Felicidades...  Ahora. - La mujer se detuvo y entrelazo sus manos, colocándolas sobre su pecho. -Ahora es el turno de la princesa - Un par de lágrimas se asomaron en los ojos dorados de Lilith. Varian reaccionó a las palabras de la mujer. Tomó a Ariadna y la puso detrás de él.

- A ella déjala en paz.

- Me temo que no puedo hacer eso. La princesa es la llave para sacarlos de este recinto - Lilith bajó la cabeza.

- Varian – Lo llamó suavemente la princesa. -Está bien. Ella tiene prohibido matarme ¿Cierto, Lilith?

- Así es – Asintió la dama.

Varian dudó unos segundos y miró a la niña a los ojos. Ella estaba asustada, pero ciertamente no flaqueó. El joven suspiró y se apartó.

- Que no tengas permitido matarla no significa que no puedas hacerla sufrir - Dijo mirando a la mujer. -Más te vale no hacerlo.

Sus ojos brillaban con fiereza. Esa niña había sido la única que se había interesado genuinamente por su dolor durante todo ese tiempo. No iba a permitirle hacerle daño. Ante tal acto de valor, los ojos de la bella mujer se llenaron de lágrimas, con actitud de suplicante se postró a los pies de Ariadna.

- Princesa, por favor no lo haga... -Le rogó. 

La princesita se puso a su altura.

- Maestra Lilith- Le dijo con voz suave. - Por favor, no se preocupe por mí.

Lilith se incorporó lentamente. -La llave de la puerta de entrada es de sangre. La llave de la puerta de salida es de recuerdos. -Recito con amargura.

Cassandra abrió los ojos como platos y no pudo evitar ponerse en medio de ambas. No las iba a dejar hacer nada mientras no entendiera. La palabra sangre ya era demasiado como para incluir el meterse con recuerdos. 

- ¡Woh, woh, woh! ¿Hacer qué? ¿De qué diablos están hablando?

- ¿Recuerdos? – Repitió el joven.

- Exacto. Al igual que con mi esfera, podremos ver sus recuerdos. La puerta será creada a medida que vayan surgiendo.-Explicó la maestra de la princesa. 

- ¿Y por qué no debería hacerlo? – Preguntó Varian a la dama.

- Mientras más doloroso sea el recuerdo, más sufrirá la princesa –Le respondió la mujer. -Su cuerpo sentirá el dolor de su pasado; Y temo que sea mucho para ella...

- ¿Y tiene que ser ella? – Preguntó Cassandra consternada. - ¿No podría tomar yo su lugar?

- Me temo que no – Lilith suspiró. - ¿Alguno de ustedes conoce la historia de Teseo y el Minotauro?

- La terrible criatura que habitaba en un laberinto y devoraba jóvenes atenienses. Sí, la conozco. Pero no veo la conexión a menos que tenga que ver con asesinarte para poder salir.

- Joven, la princesa es el hilo de oro y mi maestro es el Minotauro... -Le explico Lilith con amargura.

- Varian, Cassandra. Antes de entrar les dije que este sitio era el Infierno y que se preparasen para lo peor – Suspiró la niña. -Soy consciente del riesgo, pero puede que esta sea mi última chance de frenar a Luzbel. Es demasiado tarde para ir hacia atrás, no volveré a tener otra oportunidad.

- ¿¡Y esperas que me quede viendo, así como así!? – Exclamó Cassandra con desconcierto. Ariadna cerró los ojos y apretó los puños.

- ¡No hay otra forma! -Le soltó a la soldado. 

Lilith las contemplaba entre preocupada y asombrada, era la primera vez que veía a su princesa cuestionar a un mayor. Cassandra soltó un fuerte y pesado suspiro y alejó la mirada. Varian, sin embargo, seguía mirando de forma retadora, no estaba de acuerdo y era notorio, incluso parecía bufar por la forma en que respiraba. Pero no dijo palabra.

- Lilith, por favor. Empecemos de una vez - Pidió, mejor dicho. Ordenó la princesa.

- Como ordene, Su Alteza - Suspiró la dama.

Lilith le pidió a Ariadna que se recostase en su diván y le entregó un frasco que contenía un líquido plateado. Ariadna lo bebió sin chistar y al instante cayó inconsciente sobre el diván. De pronto, frente a ellos, comenzó a materializarse la base de una puerta

La  ojidorada cerró los ojos y recitó una suerte de conjuro. Ante sus ojos comenzaron a reproducirse las memorias de Ariadna. Varian no separaba sus ojos de la pequeña, Cassandra en cambio miraba al lugar donde se mostraban las memorias de la princesita.

La imagen mostraba a una Ariadna que no debía de tener más de cuatro años, caminando a pasos apresurados por los pasillos del palacio, sostenía una corona de flores entre sus manitas. La princesita iba a la habitación de su madre, sus ojitos brillaban de alegría, pues su mamá había estado enferma por varios días y no había podido verla.

Ya estaba frente a la puerta, cuando esta se abrió de golpe y su abuelo salió del cuarto, se veía muy molesto. Frederick caminaba con pasos pesados mientras apretaba los puños. El porte del hombre causó terror en la pequeña.

- ¡¡Maldita seas Rapunzel!! ¡¡Lo único que haces es pisotear el honor de la familia!! -Grito y se detuvo viendo a la niña frente a él. -Y tú...- Le dijo de manera amenazante; Causando un paso atrás en la princesita. -Tú no eres más que un error. Una mancha. ¡¡La primogénita de mi hija tenía que ser una bastarda con sangre corriente!!

Ariadna no sabía qué quería decir "Bastarda"; Pero por el tono de voz de su abuelo, suponía que debía ser algo muy, muy malo... ¿Acaso se habría portado mal? Con voz temblorosa le habló al mayor.

- Lo siento... -Se disculpo la princesita, mientras que con sus manitos sujetaba fuertemente el regalo para su madre.

- ¡¿Lo sientes?! -Le gritó el rey. - ¡Tu mera existencia me da asco! -. El hombre le arrancó la corona de flores y la empujó con fuerza, haciéndola caer de espaldas al suelo. - ¡Jamás deberías haber nacido, maldita bastarda! ¡Tú eres un recordatorio andante de la traición de la estúpida de tu madre y del canalla de tu padre! ¡Deberías haber muerto como le pasó al fenómeno de tu hermano! ¡Así ya no tendría que ver tu rostro! ¡No tendría que soportar la vergüenza de tener a alguien como tú en mi linaje familiar!

El hombre lleno de rabia, despedazó la corona de flores en trozos tan pequeños que no quedó nada. Los ojitos de Ariadna se llenaron de lágrimas.

- ¡NO! ¿¡Por qué hizo eso!? ¡Era un obsequio para mi mamá! - Ariadna le gritó a su abuelo, a pesar de saber que no se debe alzar la voz a los mayores.

- ¡No te atrevas a levantarme la voz! - Dijo y golpeó con fuerza la mejilla de la pequeña. - ¡No te atrevas, maldita! ¡Eres igual de problemática que tu madre! ¡¡Eres incluso peor que ella!! ¡Yo soy el rey! ¡Yo soy la ley! ¡¿Por qué mierda es tan difícil de entender eso para ustedes dos?!

La niña cerró los ojos y se abrazó a sí misma, realmente no entendía a ese hombre. ¿¡Cómo era capaz de decir todas esas cosas tan horribles!?

- ¡Padre, basta! – Gritó Rapunzel desde su cama. La pequeña notó amargas lágrimas en el rostro de su madre.

- ¡Silencio! ¡Tú jamás debiste darla a luz! ¡Jamás debiste haberla engendrado! ¡Tú destruiste el legado familiar por tus estúpidas ideas y trajiste al mundo a esta...Cosa! -El rey apuntó a la niña y sentenció. -¡Ojala mueras joven! ¡Ojalá jamás toques la corona! ¡Ojalá jamás nadie te llame "Princesa"! ¡No lo mereces! ¡Tu sangre está sucia! ¡No eres más que un error que desearía poder borrar!

El hombre dio una patada en el suelo y avanzó por el pasillo, perdiéndose en la oscuridad.

La princesita corrió al aposento de su madre; Y por poco no se le rompe el corazón, su dulce y amable madre se encontraba apoyada sobre varios almohadones ¡Se veía terrible! Tan pálida y delgada... Y esas lágrimas en sus ojos...

- ¡MAMI! - Chilló la princesita y se arrojó a sus brazos llorando amargamente.

-Lo lamento mi amor... - Lloró la mujer acariciando la cabeza de su hija con la poquísima fuerza que tenía. -Lo lamento mucho... ¡Todo es culpa mía! Lo siento mi vida, lo siento mucho -Se disculpaba la reina mientras que Ariadna negaba enérgicamente con la cabeza.

- No. Es mi culpa... Yo soy la bastarda... Mami, no llores por favor,  ya no llores - Le rogó la niña, abrazándola con todas sus fuerzas.

La mujer no paraba de llorar, no podía. La niña intentaba desesperadamente calmar a su madre, pero le era imposible. La princesita se sentía culpable del llanto de su madre, se sentía culpable del infierno en el que ambas vivían.

En el presente, Ariadna había empezado a derramar gruesas lágrimas, pero aún seguía inconsciente. Lilith la contemplaba con una expresión de dolor en el rostro: -Ese hombre era un canalla. Mi princesa es mil veces más digna de portar la corona de lo que él jamás fue -Pensó.

Varian apretaba los puños y respiraba de forma pesada, soportando ver sufrir a la pequeña. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía ayudarla de la misma forma en que ella le había ayudado sólo unos minutos atrás? Era frustrante solo ver. Ruddiger estaba al lado de la pequeña y tocaba su mejilla con sus patitas tratando de despertarla, lloriqueaba y se tallaba contra ella.

- Basta – Le dijo Varian sin sonar amenazante. -No despertará. No todavía...

De pronto, el recuerdo cambio.

 Ahora se situaba en el Gran Salón. Ese día era una fiesta patria; Era un festejo para todos los niños, nobles y plebeyos, en el que se  les entregaban regalos y  dulces. La princesa, quien se veía mayor, como de unos siete años, corría presurosa hacia el sitio en donde entregaban los presentes.

Al llegar, vio una hermosa muñeca de porcelana, estaba vestida de princesa y tenía ojos verdes y largo cabello rubio como su madre de joven. La pequeña se dispuso a tomarla, pero de la nada, un niño mayor que ella, de tez clara, alborotada cabellera rubia y ojos celestes, vestido elegantemente la apartó de la mesa de regalos. 

- ¡Hey! -Exclamó la princesa.

- Oh, lo siento - Dijo el pequeño noble. - ¿Es que acaso la querías para ti? Dijo acercándola a la pequeña, pero cuando Ariadna estiró sus manos para tomarla, él la alejó y soltó una sonora carcajada. La princesita infló sus mejillas.

- Viktor. Si no vas a darle la muñeca  a tu hermana, quizás deberías dejarla en la mesa. -Le sugirió otro niño, era un pequeño de cabellos rubios muy claros, pero sin llegar al platinado, de grandes ojos grises y tez muy clara.

- ¿Para qué ? ¿Para que ella la tome? ¡Ha! Aunque mi hermana no la quiera, ella no merece tener una muñeca como esta. Es demasiado valiosa para alguien así... Le respondió el ojiceleste.  

- ¿Qué quieres decir con eso? - Lo cuestiono la princesita, sus ojos despedían chispas.

- Hablo de que una miserable bastarda como tú no merece algo caro y valioso como esto - El rubio rió fuertemente. - ¿Lo entiendes? Déjaselo a quienes sus familiares si los quieren - Soltó como una bomba.

 - Retractate. ¡RETRACTATE! - Le ordenó la niña. Estaba a nada de arrojarse sobre el mozo.

-¡No-o! - Cantó entre risas el ojiceleste. -No tengo por qué retractarme si estoy diciendo la verdad.

-¡No es verdad! ¡Mi madre si me quiere! ¡Y mucho! -Ahora si. Ariadna estaba furiosa.

- ¿La reina loca? - Viktor se carcajeó de nuevo. -¿Cómo podría ella querer a alguien? ¿¡Cómo podría quererte A TI!? No eres más que una deshonra para la familia real.

 -¡Mi mamá no está loca! - Respondió la princesa, llena de coraje. -Y ella... - Se detuvo. Quería gritarle, pero su garganta se cerró evitando que las palabras salieran.

 -Ella si me...-.Por la mente de la pequeña pasaron repentinamente esos segundos mientras su madre la tomaba del cuello. Recordó el miedo que sintió, la falta de aire... Su madre estuvo a punto de matarla. ¿Podía estar segura que Rapunzel sí la quería?: -Sí me quiere. Ella si me quiere... - La niña vaciló, causando una risa de parte del mayor.

 -No. Claro que no te quiere. Nadie aquí te quiere.

 Ariadna lo miró llena de coraje y con unas pequeñas lágrimas asomándose en sus ojos. El pequeño de atrás lo notó. 

 -Viktor...

 -¡Tu cállate!- Le gritó al niño tras él. -Si ella no soporta la verdad... -Se giró para verla y le sonrió de manera burlona. -Jamás servirá para sustituir a la demente de su madre...

Eso fue más que suficiente para la niña. Que ya no pudo soportarlo y se lanzó sobre Viktor. 

Se necesitaron dos guardias para separar a los contendientes pues ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer.  De pronto, el viejo rey irrumpió en la estancia, su voz resonó como un trueno. 

— ¡Ariadna!  ¿¡Qué significa este escándalo!? — La princesita escuchó la voz de su abuelo llamándole la atención.

-¡El empezó! -La niña le explicó lo sucedido a su abuelo, quien bufo, visiblemente molesto.  

— Ariadna, ¿Cuándo dejarás de causar problemas? — El rey la miró fijamente, los ojos del anciano la veían con odio. -Es de pésima educación contradecir a los demás cuando tienen razón. Las facultades mentales de tu madre no son las mejores. Ya lo sabes.

—Discúlpela joven.-Se disculpó Frederick, poniendo una mano en el hombro de Viktor.- Al parecer la conducta violenta de su madre es hereditaria.

Ariadna ya no pudo soportar más la humillación y, entre las risas de los invitados. Salió corriendo de allí, con el rostro empapado en lágrimas. Llegó hasta su cuarto, desde su ventana pudo ver un montón de niños jugando y riendo junto a sus familias en los jardines del palacio. La princesa se desplomó sobre el suelo y rompió en un llanto desgarrador.

Ante tal visión, Lilith estaba que lanzaba fuego por los ojos. -¡Malditos! -Pensó. Mientras tanto, la maldita puerta iba irguiéndose, lenta pero segura. Varian miraba la puerta impaciente, Cassandra soltó un grito de molestia y desesperación.

- ¡Agh! ¡¿Cuánto más tenemos que esperar para que aparezca toda la maldita puerta?! - Gritó. - ¡Tú! - Apuntó a Lilith- ¡Haz algo, mierda!

Varian deseaba poder decir -Cassie, silencio. Ten paciencia y espera. -Pero él se sentía igual que ella, sólo que había mordido su labio para no estallar. Lo mordió tan fuerte que un pequeño hilo de sangre se escapó de la mirada de las mujeres que no lo notaron. La dama bajó la cabeza.

Otro recuerdo empezó a hacerse visible.

 Era una noche estrellada en el pueblo y una Ariadna de ocho años, se encontraba frente al cuerpo inerte de una quimera de tamaño colosal. La niña tenía heridas profundas, apenas podía tenerse en pie. Con dificultad, avanzaba entre las calles desiertas, pidiendo ayuda a gritos. 

-¡Auxilio!

- ¡Por Favor!

- Ayúdenme... 

Rogó la princesita, con los ojos llenos de lágrimas.

Pero nadie vino.

Las puertas se cerraban, las luces se apagaban, los susurros que lograba escuchar se acallaban  cuando ella estaba cerca. La niña lo entendió. Nadie iba a ayudarla. A nadie le importaba.

A Lilith, contemplar la imagen de su princesa abandonada a su suerte, le hizo sentir un gran dolor en el pecho. Nunca podría entender a esos humanos. La niña se la pasaba salvándolos de la muerte. ¡Ellos deberían postrarse ante ella y tratarla como la heroína que era

Un sollozo de parte de Ariadna la devolvió a la realidad. El recuerdo final se presentaba ante ellos.

Ese día era el cumpleaños número cinco de Ariadna, el día en que la separaron de su madre.

Ambas se encontraban en la torre que le servía de habitación a Rapunzel, la mujer se encontraba pintando; Mientras lo hacía, tarareaba una suave melodía.

Afuera. El viento y la nieve rugían inclementes, azotando la ventana de la torre.  

- ¿Qué estás pintando, Mamá? - Le preguntó la pequeña, con los ojos brillantes por la curiosidad.

- Oh, es sólo un pequeño dibujo sobre algunas personas que siempre están en mi corazón - Dijo la mujer apartándose de la pintura para que la pequeña la observara. - ¿Los ves?

- ¡Si! – Ariadna  sonrió y se sentó junto a su madre. Cerrando los ojos, disfrutando de aquel momento junto a ella.  Mientras trazaba las figuras en el lienzo la reina le contaba a su hija acerca de cada uno. Todo iba bien. Hasta que la reina posó su mirada en el joven alquimista.

- Él. - Dijo la mujer. -Él es Varian, es un brillante alquimista, pero su alquimia es diferente a la de Luzbel. Él era un niño feliz, sonriente y con muchos deseos de ayudar... Pero, cosas malas pasaron...  Él me necesitaba y yo no lo ayude... No pude ayudarlo... Toda su desesperación, toda su desdicha... Es culpa mía... 

La reina clavó de nuevo sus tristes ojos verdes en los brillantes ojos celestes del niño en el lienzo...

Su memoria la llevo de nuevo a aquella maldita noche de tormenta; Rapunzel recordó con espantosa claridad las súplicas del niño mientras los guardias lo sujetaban para echarlo del castillo, sus gritos exigiéndole que cumpliera con lo prometido y sus ojos desesperados, rogando por su ayuda...

La horrible escena se repetía una y otra vez en su cabeza, sin cesar.

La culpabilidad la hizo temblar de pies a cabeza. Ahora miraba su creación con asco. ¿Por qué se había quedado perpleja en el corredor cuándo frente a sus ojos ocurría tal injusticia? ¿Por que no había sido capaz de enfrentarse a su padre cuando le prohibió ir a ver al pequeño alquimista? ¿Por que no había sido más fuerte?

Sus pensamientos la estaban carcomiendo.

Mientras tanto, Ariadna había notado el creciente malestar de su madre. Y temiendo que destrozase su obra (Cosa que la reina había hecho antes), tomó el dibujo para evitar que Rapunzel lo rompiese.  

La castaña se percató de esto y clavó su mirada en su hija.

 -Fue en una noche oscura. El reino fue azotado por una terrible tormenta de nieve. Exactamente igual a la noche en la que tu naciste..- La mujer cerró los ojos con horror al recordar ambas noches. La princesita contempló a su madre, la reina se veía muy nerviosa, había abierto los ojos pero su mirada no tenía brillo alguno.

- Mamá...

Ariadna se acercó a su madre e intentó abrazarla, pero Rapunzel la apartó con violencia.  

- ¡NO TE ME ACERQUES! - Le gritó su madre, asustandola. Luego se cubrió el rostro con las manos, murmurando palabras inentendibles.

- Mamá... – Susurró Ariadna. La mujer descubrió su rostro y le dio  una mirada fulminante a su hija, causando que la niña se estremeciera. Rapunzel se enderezó y le habló.

- Cállate. Cállate. - Le decía muy suavemente. La pequeña obedeció, sin dejar de temblar. -Tú... - Dijo la mujer y miró sus temblorosas manos. -Esto...- Miró a la niña. Pero a sus ojos, esa niña era ese pequeño y desesperado alquimista que irrumpió en su castillo en una noche de invierno. -¡ESTO ES TU CULPA! - Gritó y se abalanzó sobre la pequeña, tomándola del cuello. - ¡Todo es tu culpa!

- ¡Ma-Ma!- La princesita rompió en llanto. - ¡L-lo siento!

- ¡¡No importa si lo sientes!! ¡¡No importa!! ¡¡Nada cambia!! ¡¡Nada!! - Gritaba la reina sacudiendo a la pequeña desde lo alto. Parecía haberse dado cuenta que era su hija y no Varian a quien estaba atacando, pero eso no disminuyó su rabia, ni la fuerza de su agarre . El rostro de Rapunzel estaba desfigurado por la cólera. - ¡Te odio!  ¡Todo esto es tu culpa!  -La reina le gritó a la princesita. - ¡¿Por qué tenías que nacer justo este día?! ¡No tienes derecho! ¡¿Me oyes?! ¡No tienes ningún derecho! ¡Nunca debí engendrar a alguien como tú!  ¡Nunca debí haberte dado a luz!! 

El corazón de la niña se despedazó...

- No. Por favor Mamá, no me odies... Por favor... - Le rogó Ariadna, con toda su alma.

- ¡Te odio! ¡Te odio tanto! - Repitió la mujer, sin escuchar la súplica de su hija.

En ese momento Luzbel irrumpió en la estancia y apartó a la madre de su hija, pero la pequeña ya había perdido el conocimiento por la falta de oxígeno.

De pronto, el escenario cambió. Ahora la princesita se hallaba en una amplia y oscura habitación, recostada sobre una pequeña cama. 

Lentamente, la niña despertó. Tenía vendas alrededor del cuello.

- Ariadna... -La niña escuchó la serena voz de Luzbel desde la entrada del aposento. -Ya despertaste. -La princesita levantó la vista, sus ojos estaban vacíos. -Lamento muchísimo que hayas tenido que pasar por algo así. No te angusties, no volverá a ocurrir. Te lo juro.

- ¿Dónde está mi madre? - Su voz sonó rota.

- En una mazmorra. Lejos. En donde no podrá volver a herirte nunca más.

- ¡No! ¿¡Por qué!? Mamá no lo decía en serio, ella sólo está enferma... ¡Ella no me odia!- La pequeña empezó a llorar.

- Lo lamento mucho, tu madre es inestable y peligrosa. Así será mejor para ambas.

El joven rey salió de la habitación dejando a la princesita sola. La pequeña se levantó lentamente de su lecho, sollozando y temblando, intentó dar unos pasos y cayó al suelo de rodillas.

-¡Mamá! -Sollozó, abrazándose a sí misma.

La niña estaba destrozada. Lloraba amargamente cual bebé, pues casi lo era, sólo tenía cinco años y ya tenía que enfrentar cosas horribles. Cosas capaces incluso de devastar a un adulto. Ariadna sólo se quedó allí, llorando en soledad.

A los pies de la cama de la princesa, Luzbel había colocado el dibujo de su madre, y una caja de música de color blanco, con el sol de Corona grabado en oro. La caja estaba abierta y dejaba salir, como música de fondo para su desgracia, la melodía de los automatons de Varian.

Aquella puerta finalmente se completó. Varian lo notó y se lo hizo saber a Lilith, quien estaba sumergida en las memorias de la pequeña. Cassandra por su parte, no había podido quedarse quieta allí sin hacer nada. Tenía a la pequeña en sus brazos y la arrullaba tratando de consolarla. Lágrimas caían de los ojos de los tres adultos. En verdad, la corta vida de Ariadna no había sido más que un infierno.

La pequeña estaba como desvanecida, se dejaba arrullar por la mayor, pero sus ojos estaban  ensombrecidos. Varian limpio sus propias lágrimas y se acercó a la mujer.

- Ya está, ¿No? ¿Ella finalmente está libre de esa ilusión?

- Si. Apresúrense y salgan de aquí. Y por favor, tengan cuidado con Nausicaa. Ella es un monstruo peor que yo...

Varian soltó una risita burlona, pero de esas llenas de molestia, como si dijera -Hmp, ¿Peor que tú? ¿Se puede? -El joven se acercó a Cassandra, tomó a la niña en sus brazos y caminó a la puerta. La ojigris miró a la mujer de ojos dorados , aún consternada por lo que vieron. Se le acercó lentamente.

- Te encariñaste con ella, ¿Verdad?

- Esa niña no es como nadie de aquí; Es Pura... – Dijo la dama con la voz quebrada.

- Lo sé. Sólo la hemos conocido por un par de días y yo... Deseo protegerla con mi vida -Cassandra se giró y miró a Varian. -Él incluso ya lo demostró.

- La princesa no merecía esto... – La doncella suspiró y bajó nuevamente la cabeza.

- Nadie lo merecía - Dijo Cassandra mirando al suelo. -Pero ella lo merecía aún menos -. Lilith contempló con gran pena al muchacho que llevaba a su princesa en brazos.

- ¡Joven! – Exclamó. - Debo advertirles. Por favor, procuren ser honestos cuando estén frente a Nausicaa. Ella es capaz de usar todo lo que digas en tu contra.

- ¿A qué te refieres? Explícate. -Le ordenó el alquimista.

- Nausicaa, al igual que yo, puede proyectar los recuerdos de las personas. Pero ella puede manipularlos a su antojo. 

Varian inhaló y soltó el aire con preocupación. Lilith lo notó, pero no dijo nada.

- Okay. Gracias por la información- Dijo el mozo y se giró.

 Te lo agradezco. Y no te preocupes, nosotros la protegeremos. Le aseguro Cassandra.

La dama les dio una mirada de agradecimiento, Al tiempo que unas cadenas surgían de las paredes y la aprisionaban en aquella estancia.

- ¿Qué es eso? – Cuestionó Cassandra.

- Yo no puedo abandonar este lugar a menos que mi señor o un superior lo autorice.

- ¿Podrás salir una vez él muera? -Dijo Varian con seriedad.

- No lo sé – La ojidorada suspiró.

- Bueno, entonces cuando lo acabemos, volveremos a averiguarlo - Dijo Cassandra sonriendo.

 – Adiós. Les deseo todo el éxito – Los despidió la dama, haciendo una reverencia. Luego se acercó a Cassandra y susurro en su oído. - Cuando vean a la reina... Por favor, díganle que lo lamento... - Otra vez, lágrimas brotaron de sus ojos dorados. Cassandra se alejó y la miro a los ojos, sonriéndole con tristeza.

- Descuida, se lo diré... Supongo que nuestra reunión estará llena de disculpas...

La mujer dio la vuelta y camino tras Varian atravesando la puerta y dejando finalmente a Lilith sola nuevamente. La doncella se arrodillo frente a la puerta, cerró los ojos y empezó a rezar en su lengua materna...


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