βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

230K 21.6K 24.8K

π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π€π‚π‹π€π‘π€π‚πˆπŽππ„π’
β€– ππ„π‘π’πŽππ€π‰π„π’
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈
β€– π†π‘π€Μπ…πˆπ‚πŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π“π‘π€Μπˆπ‹π„π‘π’
━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable

1.7K 198 315
By Lucy_BF

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Prometo que no os arrepentiréis.

✹.✹.✹

──── CAPÍTULO XXXIII ─────

PROMESA INQUEBRANTABLE

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        EIVØR SIEMPRE SE HABÍA CARACTERIZADO por ser una persona sumamente impertérrita, sobre todo en el ámbito emocional. Las adversidades a las que había tenido que hacer frente desde que era una niña habían contribuido a ello, a endurecer su carácter y hermetizar su corazón, al menos con aquellos que no pertenecieran a su círculo de confianza. El abandono de su progenitora siendo ella una infante, la prematura muerte de su padre, el posterior fallecimiento de su abuelo... Aquellos desgarradores sucesos, aderezados con las dificultades del día a día, la habían moldeado de la forma más cruel e injusta, convirtiéndola en lo que era ahora: una mujer que, si bien se desvivía por sus más allegados, no lo dudaba a la hora de aniquilar a todo aquel que se interpusiera en su camino y supusiese un obstáculo para sus intereses. Y lo hacía sin tan siquiera titubear, sin sentir el más mínimo remordimiento.

Sin embargo, en aquellos momentos, con su mejor amiga debatiéndose entre la vida y la muerte, le había resultado imposible mantener firmes las infranqueables murallas que, desde que tenía uso de razón, la habían acompañado. Se había visto incapaz de seguir resguardándose tras esa máscara de frivolidad que ella misma había confeccionado, aquella que siempre empleaba para sepultar su parte más humana y sensible.

En aquella ocasión no había logrado reunir las fuerzas suficientes para mantenerse impasible. Se había hundido, dejándose dominar por esa vorágine de sensaciones que se agitaba en su interior. Entre estas destacaban la furia, la impotencia, la culpa... Pero sobre todo el miedo. Un inconmensurable pavor que, conforme transcurrían los minutos, se iba arraigando más a sus huesos.

Se trataba de un pánico visceral que solo había experimentado tres veces a lo largo de su vida, sin contar los típicos temores característicos de la niñez. Tres ocasiones en las que sintió que el tiempo se congelaba y que todo su mundo se venía abajo.

La primera fue cuando Hrólfr cayó gravemente enfermo. Las expresiones de angustia de sus abuelos en tanto cuidaban de él, haciendo todo lo posible para salvarle de las temibles garras de la muerte, se habían quedado grabadas a fuego en su mente, así como la mueca de placidez que se adueñó de la fisonomía de su progenitor cuando este dejó de respirar. Como si realmente hubiese encontrado la paz tras tantas horas de agónico sufrimiento.

La segunda tuvo lugar varios inviernos después, la mañana en la que Hilda despertó junto al frío cadáver de Lamont, quien había fenecido silenciosamente mientras dormía. Aún recordaba con perturbadora claridad aquella funesta alborada en la que la seiðkona irrumpió en su alcoba y se sentó al borde de su lecho para comunicarle que su abuelo había abandonado Midgard para reunirse con los dioses.

Y la tercera había ocurrido ese mismo día, poco después de que concluyera la batalla contra el príncipe Æthelwulf y sus hombres.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal al rememorar ese momento, el instante en que Aven reapareció en su campo visual, con la cara descompuesta y un bulto bastante voluminoso entre sus musculosos brazos. El alma se le cayó a los pies al reconocer a aquella mole cubierta de barro y sangre.

Un grito la sacó de su ensimismamiento.

En un acto reflejo, Eivør ladeó la cabeza hacia su derecha y miró por encima de su hombro. Sus iris pardos ligeramente enrojecidos siguieron la dirección de la que había provenido aquel espeluznante alarido, topándose a unos metros de distancia con un hombre que estaba siendo atendido por otro. El estómago le dio un vuelco al reparar en la masa deforme y sanguinolenta en la que terminaba su antebrazo izquierdo.

Se vio obligada a apartar la mirada cuando una peligrosa arcada subió por su garganta, amenazando con hacerla vomitar lo poco que había ingerido esa mañana. Cerró los ojos y respiró hondo, en un intento por recuperar la compostura.

Tras el enfrentamiento contra los sajones —del que gracias a los dioses habían salido victoriosos—, el Gran Ejército se había guarecido en el bosque. Allí, al cobijo de los frondosos árboles, habían levantado un improvisado campamento para poder atender a los heridos, que no eran pocos. A los soldados ingleses, por el contrario, les habían abandonado en la explanada para que sus cadáveres fueran devorados por las alimañas.

En mayor o menor medida, todos habían contribuido en la ardua tarea de buscar supervivientes y conducirlos a la espesura, donde podrían pasar desapercibidos, lejos de miradas y oídos indiscretos. Aunque la mayoría no pasaría de aquella noche. Como el hombre con aquel horripilante boquete en la cabeza, la skjaldmö a la que habían desfigurado salvajemente el rostro o el sujeto del brazo amputado.

Ninguno de ellos llegaría a ver el siguiente amanecer.

Pero eso a ella poco le importaba.

De manera inconsciente sus orbes oscuros descendieron hacia la silueta que se hallaba tendida a su lado, sobre una improvisada colcha de hojas y mantas. Un nudo se aglutinó en su garganta, constriñéndole las cuerdas vocales, al contemplar el pálido semblante de Drasil, que continuaba sumida en un estado de inconsciencia.

Eivør extendió una de sus temblorosas manos y la posó en la frente de su compañera. Su alta temperatura corporal hizo que se mordiera el labio inferior, a fin de reprimir un sollozo. Apartó un mechón que se había deslizado serpenteante entre la nariz y el ojo derecho de Drasil y acarició su mejilla con ternura.

Centró toda su atención en la hendidura que podía advertirse en su peto de cuero endurecido, en el flanco izquierdo de su abdomen. Sus ojos se cristalizaron ante aquella horripilante visión, por lo que pestañeó varias veces para tratar de ahuyentar las lágrimas.

—¿Cómo está? —Aquella voz indudablemente masculina la sobresaltó.

Eivør desvió la mirada hacia su izquierda, encontrándose con la inconfundible figura de Ubbe, que lucía una expresión mortalmente seria.

El joven permanecía de pie a un par de metros de distancia, con los hombros caídos y las manos cerradas en dos puños apretados. En su vestimenta podía vislumbrarse alguna que otra mancha de lodo y sangre, al igual que en la piel expuesta. Sus ojos permanecían bordeados por unas prominentes ojeras que le hacían parecer más pálido de lo que en realidad era y la línea de su mandíbula estaba tensa.

La morena lo observó con desagrado.

—¿Acaso te importa? —le espetó de malas maneras.

Debía reconocer que le había sorprendido verlo allí, interesándose por su mejor amiga, pero en esos momentos estaba tan ofuscada con su propio dolor que apenas le dio relevancia. En su lugar, le enseñó los dientes al Ragnarsson en una mueca feroz. No quería su caridad, y mucho menos su compasión.

—Solo quiero saber cómo se encuentra —se defendió Ubbe sin alzar el tono de voz. A pesar de lo amenazante que se veía Eivør en aquellos instantes, no se dejó amilanar. No le tenía miedo a Lagertha y no se lo iba a tener a ella—. Por favor —suplicó, dando un paso al frente.

Sin romper el contacto visual con él, la escudera arqueó una ceja. Entrecerró los ojos y sometió al muchacho a un riguroso escrutinio. Su mirada, así como el rictus amargo que contraía sus facciones, parecía avalar la veracidad de sus palabras.

Luego de unos segundos más de fluctuación, Eivør se dispuso a hablar:

—Hemos conseguido detener la hemorragia, pero ha perdido mucha sangre —explicó con frialdad. Volvió a clavar la vista en Drasil, cuya piel había adquirido un inusual brillo debido a la capa de sudor que la cubría, y estrechó sus manos con suavidad—. Björn ha ido a buscar a un sanador y Aven a por un poco de agua para intentar bajarle la fiebre.

Ubbe asintió, justo antes de posar la mirada en el cuerpo de la skjaldmö. Algo dentro de él se resquebrajó al verla en ese estado, con la armadura horadada, la tela de su camisa rasgada y la trenza de cuatro cabos desecha.

—Se pondrá bien —sentenció, acaparando nuevamente la atención de Eivør—. Drasil es fuerte —apostilló, como queriendo convencerse a sí mismo de ello.

Porque tenía que recuperarse, debía hacerlo. De lo contrario... Prefería no pensarlo. No quería ponerse en lo peor, dado que no serviría de nada, más que para comerse innecesariamente la cabeza. No quería adelantarse a los acontecimientos porque la sola idea de que no sobreviviera le ponía el vello de punta.

Sus diferencias ya no importaban, ni siquiera lo mucho que le hirieron sus palabras durante su última discusión. Tampoco importaba quiénes fueran o a quiénes debiesen su lealtad. Todo lo que Ubbe quería era que Drasil viviera.

—Necesito ayuda para incorporarla —manifestó Eivør, rompiendo el aciago silencio que se había instaurado entre ambos. El Ragnarsson la miró con expectación—. Voy a quitarle el peto y quiero que sufra lo menos posible. Si lo hago yo sola, acabaré haciéndole daño —puntualizó.

No confiaba en él, puesto que no había olvidado lo que había sucedido en Kattegat, después de que Lagertha asesinara a Aslaug y se hiciese con el trono, pero Björn no estaba y Aven tampoco. Sabía que su compañera se sentiría mucho mejor sin la presión que ejercía la armadura, de modo que si quería ayudarla no le quedaba más remedio que recurrir a Ubbe.

Este realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, para luego acuclillarse junto a Drasil. Era cierto que el flujo había cesado, lo que supuso un enorme alivio para él, pero podía percibir la roja humedad sobre el material del que estaba fabricado el peto.

Entre los dos la incorporaron, provocando que un quejido brotase de los agrietados labios de la castaña. Acto seguido, en tanto Ubbe la sujetaba aferrándola por los brazos, Eivør procedió a desabrocharle la rudimentaria armadura. Drasil empezó a removerse y a farfullar cosas ininteligibles, lo que solo sirvió para crispar los ya alterados nervios de la mayor, que estaba teniendo serios problemas a la hora de deshacer los nudos laterales.

Fue entonces cuando la hija de La Imbatible abrió los ojos.

—¿Ubbe...? —articuló con voz ronca.

Estaba desorientada, era más que evidente. Las últimas brumas de la inconsciencia todavía se aferraban a ella, aturdiéndola. Sus iris verdes estaban apagados, sin brillo, y su respiración era irregular.

Al oírla hablar, Eivør y Ubbe intercambiaron una efímera mirada.

—Estoy aquí, Dras. Estoy aquí —musitó el caudillo vikingo.

La sostuvo entre sus fuertes brazos y la acunó con dulzura, mientras le susurraba palabras reconfortantes al oído y le acariciaba el cabello con la mano. Como si su simple contacto ejerciera un efecto calmante en ella, Drasil se apoyó en la curva de su hombro, dejándose embriagar por su familiar aroma —una mezcla de sudor, bosque y humo—, hasta que finalmente la oscuridad volvió a engullirla.

Pese a saber que no estaba consciente, Ubbe siguió arrullándola. Le frotó la nuca y la espalda, ofreciéndole el refugio de su pecho ancho y cálido, y apoyó el mentón en su coronilla.

Aquello no le pasó inadvertido a Eivør, que observó con sumo desconcierto cómo el primogénito de Ragnar y Aslaug abrazaba a su mejor amiga, envolviéndola como un escudo protector. Tampoco le pasó por alto la chispa de desasosiego que latía en el fondo de sus orbes celestes. Aunque eso no fue lo único que pudo atisbar en ellos.

Había algo más. Algo más fuerte y profundo.

Se vio tentada a preguntarle qué era lo que le unía a Drasil, el tipo de vínculo que existía entre ambos, dado que saltaba a la vista que su relación era mucho más cercana de lo que ella había considerado en un principio, pero se contuvo. No era el momento ni el lugar más adecuados para abordar ese tema.

Terminó de deshacer los nudos y, una vez que le hubo quitado el peto de cuero endurecido a Drasil, instó a Ubbe a que depositara su menudo cuerpo en el suelo.

Eivør observó con desconfianza a la mujer que se había arrodillado junto a Drasil, ocupando el lugar de Ubbe, para poder examinar la herida de su costado. Se trataba de una fémina joven, de más o menos la edad de Torvi. Su cabello era largo y oscuro, al igual que sus ojos, que permanecían delineados en negro, y su piel sumamente pálida, tanto que casi parecía traslúcida. La tinta de los tatuajes que exhibía a plena vista destacaba contra su tez lechosa.

Luego de tomarle la temperatura y comprobar el ritmo de sus latidos, la læknir* apartó la camisa empapada en sudor y sangre, dejando el tajo al descubierto. A sus oídos llegaron los gemidos y balbuceos de los que velaban por aquella desventurada chiquilla, aunque no dejó que sus voces la distrajeran.

Palpó el abdomen con una mano.

No estaba rígido, lo que era buena señal.

Apenas un instante después, volvió a focalizar toda su atención en el corte. La piel circundante estaba roja y ligeramente hinchada. Los bordes salientes lucían un color amoratado, pero no había pus ni cualquier otro síntoma de infección.

—Tienes que salvarla —pronunció Eivør.

La sanadora alzó el rostro hacia ella.

—Lo intentaré —contestó al tiempo que abría el zurrón que llevaba cruzado al pecho. Sacó varias bolsitas de tela y las depositó en su regazo—. Necesito agua —anunció sin dirigirse a nadie en particular.

—Eso no me sirve —masculló la skjaldmö entre dientes. Se inclinó hacia delante y aferró a la curandera por la muñeca, provocando que esta irguiera el mentón con altivez—. No quiero que lo intentes, sino que lo hagas. —Sus dedos se cerraron con fuerza en torno a la articulación, a modo de silenciosa advertencia.

La læknir entornó sus pequeños ojillos. Sus labios no tardaron en fruncirse en una mueca desdeñosa en tanto Eivør la desafiaba con la mirada, poniéndole sobre aviso de que, como cometiera el más mínimo error, lo pagaría muy caro. Enseguida supuso que la chica convaleciente debía ser alguien muy importante para ella y que el miedo a perderla era lo que la impulsaba a actuar de esa forma tan volátil e inestable.

—Eivør. —La atronadora voz de Björn hizo que la mencionada aflojara inconscientemente su agarre. Sin embargo, sus iris pardos continuaron fulminando a la mujer que tenía delante—. Deja que haga su trabajo —dictaminó.

La morena chistó de mala gana, pero acabó cediendo. Soltó a la sanadora y se levantó para así brindarle más espacio. Con los brazos cruzados sobre su pecho, avanzó hacia donde Björn y Ubbe se encontraban apostados. Ambos lucían expresiones similares: la cara desencajada, los labios apretados en una fina línea y los ojos reluciendo a causa de la preocupación que los atenazaba.

En cuanto se detuvo a su vera, el rubio posó una mano en su hombro, en un vano intento por consolarla, por hacerla sentir mejor. Pero Eivør enseguida se apartó, repeliendo su mero contacto.

Björn no dijo nada al respecto.

Se limitó a suspirar y a volver la vista al frente.

Una vez que Aven regresó con un odre repleto de agua, la curandera procedió a preparar un emplasto a base de corteza de fresno, salvia y ajo. Mientras lo machaba todo en un mortero de madera, le pidió a la escudera que fuera limpiando los restos de sangre que se habían quedado adheridos a la piel adyacente a la cisura.

Todos se mantuvieron en el más absoluto mutismo mientras la læknir aplicaba la cataplasma sobre la herida ya límpida. Ninguno de los allí presentes perdió detalle del proceso, de cómo las manos de aquella mujer se movían con agilidad y precisión.

Fue Björn quien se aventuró a hablar:

—¿Se recuperará? —quiso saber sin poder disimular un timbre nervioso en la voz.

El pavor que lo había embargado cuando se enteró de que Drasil había resultado herida durante la trifulca seguía ahí, mordisqueándole las entrañas. Casi podía escucharse a sí mismo prometiéndole a Kaia que la protegería, que no permitiría que nada malo le ocurriese. Aquel juramento ahora le sabía a hiel, puesto que era obvio que no había podido cumplirlo.

La sanadora inspiró por la nariz.

—Aún es pronto para saberlo —respondió con cautela. Podía sentir la incendiaria mirada de Eivør clavada en ella, atravesándola como el más afilado de los cuchillos—. Ha perdido mucha sangre, y eso la ha debilitado. El emplasto le aliviará el dolor y acelerará el proceso de curación, pero es muy probable que le suba la fiebre de aquí a unas horas —puntualizó. Cubrió la zona afectada con un paño y volvió a colocarle el bajo de la camisa—. Esta noche es decisiva.

Al oírlo, Eivør tragó saliva. Se arrimó nuevamente al cuerpo de Drasil y entrelazó sus manos con las de ella. Con el llanto pugnando por escabullirse de su garganta, la contempló con sumo detenimiento, centrándose en cada detalle, en cada imperfección. En la penumbra su semblante parecía una calavera, con la piel blanca estirada sobre las facciones dulces y aniñadas.

—Se pondrá bien. Eir será clemente con ella. —Fue lo único que alcanzó a decir.

#

El sol ya empezaba a ocultarse en lontananza, tras las firmes e imponentes montañas que se erigían al oeste. El atardecer rayaba el cielo, sumiéndolo en un manto de colores cálidos y reconfortantes. Ya no quedaba ni rastro de las oscuras nubes que, horas atrás, habían envuelto la bóveda celeste. Aunque la temperatura había descendido de forma considerable, trayendo consigo una fría brisa vespertina.

Eivør no se había apartado de Drasil. Desde que la læknir había terminado de curarla, había permanecido a su lado, encomendándose a todos y cada uno de los dioses para que no se la arrebataran, para que no le quitasen a la única persona —aparte de su abuela— que amaba.

Durante los primeros minutos Björn y Ubbe se quedaron con ella, pero estos acabaron marchándose junto al resto de las huestes nórdicas para ir a asaltar la fortaleza del rey Ecbert. Los dos se fueron con la promesa de que, una vez que hubiesen vencido al monarca, regresarían a por los heridos y los llevarían al castillo, donde podrían ser atendidos en condiciones.

Eivør no puso objeción alguna, dado que en aquellos momentos su única preocupación era Drasil. Todo lo demás no importaba, al menos para ella. La venganza por la muerte de Ragnar Lothbrok había quedado relegada a un segundo plano, y lo seguiría estando hasta que su mejor amiga mostrase signos de mejora.

Así pues, tras la partida de los Ragnarsson, fue Aven quien se quedó con ella para hacerla compañía. Y aunque al principio no había estado nada conforme con su presencia, puesto que su humor no había hecho más que caer en picado debido a los últimos acontecimientos, acabó agradeciendo el detalle. El aprendiz de herrero no la había presionado ni forzado a hablar, ni siquiera había intentado distender un poco el ambiente. En su lugar, se había mantenido en silencio, apoyándola de la manera que en aquellos instantes precisaba.

Y así fueron transcurriendo las horas, entre lamentos y plegarias.

Mientras velaba por Drasil, Eivør no pudo evitar pensar en Ubbe y en su inesperada reacción cuando la hija de La Imbatible pronunció entrecortadamente su nombre. Le había desconcertado tanto el modo en que la había abrazado que no sabía qué pensar al respecto.

Siempre había estado al corriente de la fortísima atracción que, desde que se conocían, había existido entre su compañera y el muchacho. De hecho, había sido testigo de algunos de sus coqueteos e insinuaciones. Lo que jamás llegó a imaginar, sin embargo, era que ambos se harían tan cercanos. Que uno de los hijos de Aslaug se preocuparía tanto por una de las hirðkonur de Lagertha.

Porque lo había visto. Había podido apreciar en su mirada que no quería separarse de Drasil, pese a que no lo hubiese manifestado verbalmente. Había notado su reticencia a marcharse cuando Björn le había comunicado que no podían retrasarse más, que debían poner rumbo a la fortaleza para terminar lo que habían empezado en el valle. Él mismo se lo había hecho saber cuando sus orbes azules se posaron en los suyos, cuando sus labios resecos se entreabrieron para negarse, para anunciar que él también se quedaba. Aunque solo se quedó en eso, en un fútil intento. Finalmente Ubbe había hecho lo que se esperaba de él, lo que se le exigía como colíder del Gran Ejército.

Eivør exhaló un tenue suspiro mientras acariciaba la mejilla de Drasil, que no había vuelto a recuperar la consciencia desde que la habían incorporado para quitarle la armadura. Le había pedido a Aven que la dejase un rato a solas con ella, por lo que estaba aprovechando aquellos minutos de soledad para sofocar sus furias y desterrar sus miedos.

—No debí permitir que vinieras —comenzó a decir con voz ahogada—. Tenía que haberte persuadido para que nos quedáramos en Kattegat. —Se echó el pelo hacia atrás y se sorbió la nariz—. Aunque, conociéndote, seguro que te habría dado igual lo que yo dijera. Siempre has sido muy obstinada —añadió a la par que esbozaba una sonrisa desvaída.

Juntó las manos sobre su regazo y tomó una bocanada de aire. Se aclaró la garganta e hizo todo lo posible para reprimir el temor que llevaba aleteando bajo sus costillas desde que la batalla había llegado a su fin.

—Al fin y al cabo, es lo que siempre has querido —continuó diciendo en tanto sus dedos jugueteaban frenéticamente los unos con los otros—. Tu madre siempre dice que has heredado el espíritu aventurero de tu tía Jórunnr, al igual que su alma indomable. Y que contra algo así no se puede luchar, porque es como tratar de hacer que deje de soplar el viento. —Una risotada surgió de lo más profundo de sus entrañas—. ¿Sabes lo que dice mi abuela? Ella siempre suele compararme con la madera, tan arraigada a la tierra como un árbol. Pero de ti dice que eres como el agua. —Realizó una breve pausa, lo justo para recordar las palabras exactas de Hilda—. El agua puede abrirse paso incluso a través de la piedra, y si se ve atrapada siempre busca un nuevo camino.

Alzó el rostro, clavando nuevamente la vista en Drasil. Ante lo pálida y demacrada que estaba, el corazón se le rompió en mil pedazos. Cubrió las manos de la castaña con las suyas propias y se mordió el labio inferior, a fin de contener un sollozo.

—Tienes que resistir, Dras —gimoteó. Su voz se había tornado aguda a causa de la represión de emociones—. No puedes dejarme, no ahora. Aún tenemos que hacer muchas cosas juntas, ¿o es que acaso lo has olvidado? —Las lágrimas no demoraron en rodar por sus bronceadas mejillas—. Hicimos una promesa... Por favor, no te vayas.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

Læknir (en plural, læknar) es, en nórdico antiguo, el término empleado para referirse a una curandera.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Well, pues aquí tenéis la continuación del anterior capítulo. Me ha encantado escribirlo, en serio. Puede que no sea nada del otro mundo y que a algunos os haya parecido aburrido, pero gracias a él se ha profundizado tanto en el personaje de Eivør que he disfrutado como una enana redactándolo. O sea, no me digáis que esta muchacha no nos está ofreciendo unos momentazos de la leche (que no se note que soy una madre orgullosa jajajaja).

¿A vosotros qué os ha parecido? Porque a mí se me han escapado hasta un par de lagrimillas mientras escribía la última escena. He amado tanto a este dúo de amigas que casi me da un paro cardíaco.

Muchos echasteis de menos a Ubbe en el anterior capítulo. En este tan solo ha aparecido un poco, ya que todo el protagonismo se lo ha llevado Eivør, pero ¿qué me decís de su intervención? En la parte en la que abraza a Drasil morí unas cinco veces x'D ¿Os ha gustado ese detalle? ¿Creéis que esta pequeña desgracia habrá servido para que se dé cuenta de ciertas cosas? Quiero leer vuestras opiniones al respecto (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

Continue Reading

You'll Also Like

2.3K 443 10
Atsushi era un niΓ±o muy tranquilo, vivΓ­a una vida totalmente tranquila junto a sus padres, quienes siempre estaban al pendiente de Γ©l y sus necesidad...
706 43 6
Jessica Burkhardt, tiene un secreto. Que ha estado con ella desde niΓ±a pero en realidad pero al contrario de su hermano. Luego de la muerte de sus pa...
514K 40.8K 167
~SINOPSIS DE LA 1Βͺ PARTE~ Anya Forger, la adorable y telepΓ‘tica niΓ±a, se ve envuelta en un enredo de rumores junto con Damian Desmond, el hijo del pr...
241K 11.5K 10
Circe Agnes, la energΓ©tica capitana del equipo de baloncesto de su instituto, nunca imaginΓ³ que su tranquila vida pudiera cambiar drΓ‘sticamente de un...