El Lobo Y El Zorro (Omegavers...

By MilMoonAn

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"Prometo hacer hasta lo imposible para volver a verte en nuestra próxima vida. Ser lo suficientemente pacien... More

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-1- Una verdadera amistad
-2- El principio.
-3- El mito que se hizo verdad
-5- Pareja
-6- Se puede romper
-7- Más vale un humano que un Gamma
-8- Otra clase de amor
-9- Felicidad
-10- Uno más
-11- Negación
-12- Dena
-13- Salvación
-14- Una amistad
-15- El lobo y el zorro
Epílogo

-4- El destino suele ser doloroso

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By MilMoonAn


¿Qué pretendía hacer?

Dena tenía el pequeño libro en sus manos. Lágrimas brotaban de sus ojos verdes y sus suaves cabellos blancos danzaban ante el movimiento de cada sollozo suyo.

Su corazón estaba roto. La esperanza que se encargó de regar cada día se había marchitado aquella noche.

Es mío.

Sí ¿Qué importaba llorar en ese instante? Podía hacerlo, y quería. Dena tenía el alma tan suave y pura que ante el primer signo de dolor él simplemente colapsaba en miedo. Eso no le impedía seguir adelante. Dena podía llorar durante horas, pero no sé dejaría derrotar por el miedo y el llanto. Él superaría cualquier adversidad.

Abrió el libro una vez más. En la última página. Aquella que siempre le encantó desde que tenía la capacidad de leer.

Se la sabía de memoria.

Prometo hacer hasta lo imposible para volver a verte en nuestra próxima vida.
Ser lo suficientemente paciente para tu llegada una vez más a mi vida.
Y no volver a dejarte ir.
Sin lágrimas esta vez
Sin ser el villano esta vez

Podía repetir aquel verso millones de veces. Dena tenía esperanzas en aquel pasado. No iba a dejar que interfiriera en su presente.

Karim tenía el cuerpo de su madre entre sus temblorosas manos, la mujer delta tenía la mirada fija en el cielo y la respiración nula. Su semblante que siempre permanecía tranquilo lucía de una forma grotesca, como si en su último minuto de vida el dolor fuese insoportable. Las lágrimas que resbalaban por sus mejillas caían en el suave cuello marcado de la mujer. Había muerto por ir a buscarle.

A unos pasos estaba la pequeña cabaña que había construido con sudor y sangre, aquella que iba a ser especial para Mika. La cabaña que hizo para ambos ahora estaba destrozada. El fuego escapando de su propio infierno por las ventanas y aquella camisa blanca que el Gamma había utilizado tan solo esa mañana  colgaba de un cristal roto. Una tela arapienta que en la mañana bañó de más belleza el cuerpo de Mika, de su Gamma.

Los pasos tras él lo alertaron, su cuerpo estaba a punto de cambiar, pero el fétido aroma a musgo hizo que volteara.

—Proteger la aldea. ¿Este es el mejor trabajo que pudieron hacer? —Los culpaba, porque era trabajo de aquellos delta el proteger la aldea— Su debilidad mató a miles.

—Hijo... —El hombre hacía todo lo posible para aguantar la ira— alguien nos delató. Capturaron a uno de nosotros y...

—Madre murió —Karim se levantó dejando que el cuerpo sin vida de su madre sea visto por aquella persona que debía protegerlos. Su padre—, ella luchó por proteger a los que la rodeaban...

—¿Mika?

En aquel punto Karim dejó el semblante frío. Porque su corazón de hierro se volvía blando cuando mencionaban al Gamma. Por eso él retrocedió con cuidado y se apoyó en la rama de un árbol que estaba casi completamente consumido por el fuego.

—Se lo llevaron —No iba a llorar. Las lágrimas no le devolverían a Mika—, en cuanto la luz de luna bañé la montaña iré a buscarlo.

—Es peligroso.

—El alfa —Karim recordaba a aquel lobo negro, aquellos ojos bañados de maldad. Recuerda la mirada que el alfa le dirigió a Mika. No, su Gamma no estaba seguro— tenía un interés singular hacia Mika, no voy a permitir que esté a su lado por mucho tiempo.

Quizá no lo sabía. El odio lo estaba cegando. Pero aquello era peligroso, un delta enojado nunca dejaba algo bueno.

—Solo quedan tres Gamma, en toda nuestra región solo quedan tres. Si ellos se extinguen por completo entonces nuestra existencia dejará su rumbo y volveremos a nuestro pasado salvaje.

Varios pensaban que los Gamma no servían de mucho, que su paso por la tierra era momentáneo y destinado a su muerte. Sin embargo, los Gamma eran la calma de los Delta. Eran tan frágiles y delicados que un simple toque los mataría. Por eso los Delta empezaron a cuidarlos. Desde la unión de Abad y Kay ambas regiones se unieron.

Y está excusa, el proteger a los Gamma dejaba que la mente Delta se concentre, que tenga un objetivo y aquello evitaba que su ira se propagara como una enfermedad. Quizá no eran mansos por completo, pero su temperamento se calmaba ante la debilidad y soledad que cualquier Gamma mostraba. Los Delta necesitaban a los Gamma porque no querían volver a la época en el que su único objetivo era pelear.

Ahora solo quedaban tres Gamma, una mujer herida, una anciana y Mika. Los Delta debían proteger a aquellos tres últimos de su región con su vida.

—Nosotros te ayudaremos a recuperarlo. Pero debes esperar una noche más. Debemos estudiar la zona de los Alfa.

Karim levantó la vista al cielo. El atardecer dejaba un hilo rojo en el cielo y el amarillo lo rodeaba con elegancia. Estaba a punto de anochecer. Pronto volvería con Mika.

Jhoana. Piel morena, ojos negros y cabello negro. Edad avanzada y cuerpo pasado de peso, una beta que se encargaba de cuidar a Kato desde pequeño, una segunda madre que hacía su trabajo a una distancia considerable.

Ella vio al pequeño Gamma en el suelo de la habitación de su señor. El chico estaba desnudo y con llanto en los ojos, su cuerpo presentaba moretones y su posición fetal no lograba darle un poco de calor entre aquellos temblores de todo su cuerpo delgado.

La primera vez que veía a un Gamma y no pudo más que sentir pena. Porque en cuanto estaba a punto de ayudarle la puerta se abrió y Kato entró a la habitación, su semblante era serio, pero Jhoana podía ver dolor en aquella mirada. Una decepción que no pudo ignorar.

Se alejó con cuidado hasta llegar a un estante donde fingió estar ordenando los libros que siempre leía. Mientras su mirada seguía pegada en el pequeño Gamma que temblaba por el frío y miedo.

—¿Vas a dejar de llorar? —La voz de Kato sonaba diferente, la ira disfrazaba aquel dolor.

—Por favor —Mika susurró ya sin energías, su mirada estaba pegada en la alfombra bajo su cuerpo, y sus dedos jugaban con una pelusa que había atrapado. Ya no tenía energía para seguir rogando—, por favor —Pero incluso sin la fuerza necesaria, susurraba su anhelo de volver a casa, con Karim.

—Levántate —Kato no esperó obediencia, él se aseguró de ella. Tomó a Mika del brazo y lo alzó para arrastrarlo hasta la enorme cama en medio de la habitación. Ahí lo arrojó.

El Alfa no esperó mucho para subirse sobre el Gamma, de pronto el aroma empalagoso de Mika le resultó inigualable, perfecto.

Sorprendentemente el Gamma no peleó, él se arrodilló en aquella cama, como si aceptara la derrota. Mika simplemente se quedó quieto, lágrimas en sus mejillas y silencio entre sus sollozos. En su mente el rostro de Karim le acusaba de una infidelidad que su mente no sabía explicar.

En cuanto sintió las manos de Kato en su cuerpo, Mika cerró los ojos con fuerza y se desconectó. No iba a ganar, así el tiempo y cualquier dios esté ayudándole, su fuerza era nada a lado del Alfa. Él se daba por vencido antes de luchar porque en su corazón quería mantener la esperanza de que Karim estaba al otro lado de la puerta, a punto de salvarlo, a punto de llevárselo una vez más.

Los besos que sintió en el cuello le resultaban desagradables y aquel aliento cálido le recordaba su debilidad física y mental. ¿De esa forma quería ser pareja de un Delta? Mika empezó a tomar consciencia de sus deseos. Era mejor centrarse en ellos que en lo que ocurría en ese instante.

Sus lágrimas seguían fluyendo sin descanso, pero se detuvo. Mika abrió los ojos, cuando sintió al alfa detenerse, entonces él abrió los ojos. Y nunca esperó encontrar aquello.

Porque Kato parecía estar descansando en su hombro, parecía que aquel imponente Alfa había quedado desarmado en su hombro, completamente desconsolado y con una culpa tan pesada como una montaña entera. Mika sintió algo en su pecho hacer presión, la imagen lastimera de aquel ser lleno de orgullo era increíble.

—A veces la amabilidad puede salvarte de una idiotez —repitió aquellas palabras que su madre solía decirle cuando era un adolescente en busca de problemas. Kato recordó la imagen de su madre tan amable, eso evitó que alguna locura ocurriese— lo lamento —Tal vez no era suficiente disculparse, pero el Alfa lo hizo como si su vida dependiera de ello. 

Mika quedó mudo, completamente asombrado de aquel acto, aquel Alfa estaba pidiéndole perdón. Una vez más su muerte y dolor fue pospuesto. El Gamma sin siquiera tener en cuenta su acción elevó una mano y la apoyó en la cabeza de Kato, intentando darle un consuelo que quizá no merecía. Con una confianza que no debería tener, pero que estaba presente. Mika dejó que el moreno se aferre a su cuerpo y del mismo modo él correspondió. El dolor de aquel Alfa estaba latente en un odio en su propio pecho.

Cuando sus ojos se encontraron entonces el Gamma perdió la respiración. Los ojos del Alfa le quitaron el aliento. Aquel sentimiento lo conocía a la perfección. ¿Quién había tenido el atrevimiento de confundir a aquel imponente Alfa?

—Mañana te daré tu libertad —Porque era lo mejor. Porque por más que intentó tomarlo a la fuerza su Alfa no se lo permitía. No dañaría aquello que la luna preparó para él. No era lo suficientemente idiota para hacerlo—, pero por hoy, solo por hoy... Solo por esta noche ¿puedes dormir a mi lado?

Un alfa estaba casi suplicando su compañía. Mika ladeó la cabeza, confundido y temeroso de aquel lado de su mente que quería abrazar al alfa hasta perderse y ser uno solo.

—Bien —La voz se le secó cuando respondió. Mika sentía que estaba traicionado a Karim aquella noche, pero su lado animal estaba tan contento que no le tomó mucha importancia.

Estaba tan indeciso, la mente de Kato era un completo caos. Nunca en su vida sus pensamientos estaban en una bruma de tal espesor.

Sabía que Mika le pertenecía, su lobo se lo gritaba con tanta fuerza que la cabeza le dolía. El Gamma era suyo y quería que este lo sepa, pero no podía actuar de una manera cuidadosa. Cuando su lobo tomaba el control entonces arruinaba todo, sus instintos eran tan bárbaros que Kato debía hacer lo posible para salvar a su pareja de ellos. E incluso de esa manera, él no encontraba una manera para tener lo que era suyo por naturaleza.

Aquella noche abrazó a Mika con tanta fuerza que los brazos en algún punto de la noche se le entumecieron. No durmió hasta el amanecer. Se quedó quieto viendo aquel suave rostro. Detalló sus pestañas largas, sus cabellos rubio castaños y sus labios que a la vista parecían suaves.

Incluso notó aquel pequeño lunar en medio de su clavícula, justo en la mitad de aquel pozo que se formaba entre sus huesos. Mika era realmente hermoso, pero ahí, cerca a su cuello, justo donde él debía marcarlo. En aquel lugar sagrado había una cicatriz, una pequeña que parecía antigua. No se notaba a simple vista, pero aquella notable marca Kato la conocía a la perfección. Alguien había intentado morder a su Gamma.

Kato se levantó de golpe, como si aquello lo hubiese botado. Su golpe en el suelo causó un ruido que despertó a Mika. Y esos ojos volvieron a ser su destrucción. Aquel amatista suave que bailaba entre el brillo del sol, le miraba con duda, curiosidad y Kato no supo más que desarmarse y volver a lado de su pareja. A su sitio.

Su mano se elevó hasta aquella diminuta cicatriz en la piel suave. Con un roce prometió que él sería quien borré el error. Kato se prometió marcarlo para así eliminar el rastro de cualquier otro que quisiera tomar lo que le pertenece.

Pero Mika tenía algo diferente en mente, cuando sintió el roce en aquella cicatriz entonces su mano velozmente golpeó la ajena. Aquella marca que no se había dado por completo era su única esperanza. La cicatriz era el único recuerdo palpable de Karim

Y aquello no fue tomado bien por Kato. Una vez más aquel alfa orgulloso e incapaz de dejar que tomen a su Gamma, aquel ser sin consciencia completa tomó el control, tomando a Mika de la cintura y presionándolo en el colchón. Kato no iba a permitir que se lo llevarán. Debía marcarlo como suyo en aquel mismo instante.

Sin embargo, su final no era ese. Mika lo supo cuando vio la habitación teñirse de rosa y entonces sintió al Alfa caer en su espalda. Sí, todavía no iba a morir.

—Hey —conocía aquella voz— soy Dena. Una vez más vengo a salvarte, no te preocupes.

—Dena —Mika sonrió lo más alegre que pudo. Estaba aliviado—, gracias.

—Ya luego me darás las gracias, ahora una persona que quieres mucho está esperándote en el patio para sacarte de acá.

¿Podría ser?

Mika se levantó con rapidez y corrió hasta la ventana. Entonces su corazón se llenó de alegría. Abajo, en medio de todos los árboles estaba aquella persona que nunca se iría de sus pensamientos. El Delta que tanto amaba había ido a rescatarle. Karim.

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