Era una noche fría cuando Natasha Romanoff caminaba por las calles de Queens y escuchó las sirenas de las ambulancias y la policía.
Guiada por su curiosidad se puso la capucha de su sudadera al no querer ser reconocida y siguió a las brillantes sirenas hasta que llegó a una tienda en la que afuera habían personas murmurando entre sí, una ambulancia y varias patrullas de policías.
Haciéndose paso entre las personas miró algo que la dejó sorprendida: dos cadáveres en el suelo, un hombre y una mujer, ambos con sangrantes heridas de balas. Tuvo que alejarse un poco cuando un oficial le pidió a la multitud que se alejara, pero pudo ver como los cadáveres eran metidos en bolsas especiales.
Se escuchó un llanto. Natasha buscó con la mirada la fuente de ese llanto y pudo lograr a divisar una niña llorando fuertemente, sentada en una de las ambulancias, con una manta cubriendo sus hombros y siendo consolada por los paramédicos.
Natasha no pudo evitar sentir un apretón en el pecho. No podía imaginarse lo que aquella niña castaña habría de haber presenciado, supuso que estuvo cerca de los cadáveres de quienes eran probablemente sus padres, ya que tenía algo de sangre en su pequeño vestido rosa, pero no parecía tener herida alguna.
—Disculpa, oficial...—Dijo ella al acercarse a uno de los oficiales.—¿qué pasó?
—Lo único que puedo decirle es que la pareja fue asaltada y el asaltante les disparó a ambos.
—¿Qué hay de la niña?
—¿La niña?—El oficial se dio vuelta y vio a la pequeña llorando en la ambulancia.—¡ah, ella! Al parecer ellos eran sus tíos. No estaba con ellos al momento del asalto, pero dijo que vive en el edificio de en frente y pudo verlo todo desde su ventana. ¿Por qué pregunta? ¿Es usted familiar de los difuntos o de la joven?
—No...
—Bueno, en ese caso, sin un familiar o guardián legal que la cuide, tendrá que ir a un orfanato.
Natasha apretó los puños mientras que se alejaba de la escena, sin poder sacar de su cabeza los sollozos de La Niña que lloraba por sus tíos. Se preguntó si pudo haber hecho algo, después de todo, ella era una vengadora, pero... de todos modos, no le gustaba ser vista en público, ella era una agente, y los asaltos y robos no eran asunto suyo.
•••
Natasha le dio un sorbo a su café y siguió leyendo su libro cuando de repente por su mente pasó el recuerdo de aquella oscura noche en Queens, cuando vio a dos personas muertas y a una niña llorando por la muerte de sus familiares. Soltó un bufido. Habían pasado tres años desde esa noche y por alguna razón habían veces en las que de repente recordaba los sollozos de aquella niña y la sangre en su vestido rosa, era una escena estremecedora, pero ella había visto peor.
Terminó de beber su café, lo tiró a un bote de basura al lado de la banca en la que estaba sentada y guardó su libro en su bolso antes de levantarse y empezar a caminar por el parque, pero de repente sintió que alguien jalaba fuertemente de su bolso, se dio vuelta rápidamente y vio a una persona encapuchada intentando robarle su bolso sin éxito. Gruñó, tomó la muñeca del ladrón y la torció. La persona soltó un grito de dolor y al bajarle la capucha Natasha se sorprendió de que fuera un niño de no más de diez años.
Soltó un bufido, dejó la muñeca del niño y él retrocedió, frotándose la muñeca, pero luego su mirada se llenó de miedo al ver a Natasha.
—E-Eres... eres Black Widow.
Se sorprendió de que su voz sonara aguda y femenina.
—Y tú un pequeño ladronzuelo.
Los ojos del niño brillaron por un momento, pero luego apartó la mirada, con las mejillas sonrojadas.
—Ahora, ¿me vas a decir donde vives o harás que te lleve a la policía por intentar robarle su bolso a una vengadora?
Natasha no esperó que se mostrara tan asustado. Lo había dicho como una broma, y ella creía ser buena con los niños, las veces en las que Clint había confiado en ella lo suficiente como para dejar que cuidara de sus hijos era prueba.
—¡N-No, por favor!—Lloriqueó.—¡Lo siento, lo siento! ¡No le diga a nadie, no quiero que los Avengers piensen mal de mí!
Natasha rió ligeramente.
—En ese caso si me dices donde vives tal vez te perdone, y pueda hablar con tus padres para que puedas recibir un buen castigo.
El niño se mostró dolido, apartó la mirada y se puso la capucha de su sudadera.
—Vivo en un orfanato en Queens, pero no sé la dirección.—Dijo, y Natasha se arrepintió de haber mencionado a los padres del niño.—... Eh... señorita Widow... ¿podría por favor no llevarme de vuelta?
Natasha suspiró, extendió su mano y acarició la cabeza casi afeitada del niño. Tenía el cabello muy corto, y viéndolo de cerca pudo notar varias facciones femeninas.
—¿Cual es tu nombre?
El menor pareció pensarlo durante unos momentos, como si no supiera su propio nombre.
—Peter, señorita. Peter Parker.
—De acuerdo, Peter Parker. Dime: ¿por qué no quieres volver al orfanato? Se supone que las monjas tienen que cuidarte.
—Pero no lo hacen... le dije a una de las hermanas que no me gusta tener el pelo largo, o usar vestidos, y ella se enojó y me dijo que me iría al infierno, y luego me cortó el cabello con una rasuradora, y cuando los demás niños no me dejan jugar con ellos porque dicen que no soy un niño de verdad, o cuando me molestan o me pegan, ninguna de las hermanas hace algo.
Natasha se tapó la boca con la mano, no se imaginó que esa fuera la situación. Se agachó hasta estar a la altura de Peter.
—Lo siento tanto, Peter. Es terrible lo que te están haciendo en ese orfanato. Desearía poder hacer algo.
—Podría adoptarme.
Natasha rió mientras que le acariciaba la cabeza.
—Si tan solo fuera tan fácil...
—Las señoras del orfanato dicen que nadie va a querer adoptarme porque prefiero ser tratado como Niño.
La pelirroja suspiró.
—Yo voy a tratarte como Niño.
Los ojos de Peter se iluminaron.
—¿De... de verdad?
—Sí.—Natasha sonrió de manera dulce.—por ahora, voy a tener que llevarte de vuelta al orfanato.
Natasha sintió un apretón en el pecho cuando Peter se mostró asustado.
—¡Pero las personas en el orfanato son malas! ¡Usted es una vengadora, se supone que los Avengers tienen que detener a los malos!
Natasha tomó aire. Él tenía razón.
—Lo siento, Peter, pero por ahora las cosas van a tener que ser así. Te prometo que voy a hablar con mis amigos Ironman y El Capitan America para ver qué puedo hacer.
Peter suspiró.
—Está bien.
•••
—Perrie.
Peter se estremeció al escuchar la voz de la monja que le había cortado el cabello a la fuerza el mes pasado. Volteó a ver a la mujer, sentando en la cama baja de la litera que tenía que compartir con otros niños del orfanato. A pesar de que le dolió la forma en la que la hermana le había cortado el cabello, por lo menos, ahora ya no se veía tanto como una niña.
—Toma tus cosas, alguien va a cuidar de ti por un tiempo.
Sintió cómo si una pequeña luz de esperanza se prendiera mientras que la mujer lo miraba como si estuviera aliviada de ya no tener que cuidar de un fenómeno, como ella lo llamaba.
Rápidamente tomó su pequeña maleta y se puso a ver las pocas ropas que tenía, decidió no llevar sus vestidos, esperando que la persona que lo había adoptado le comprara ropa de niño. Tomó su mochila, y metió varios cómics y figuras de acción que había escondido debajo de la cama por miedo a que uno de los niños del orfanato que lo molestaban se burlara de él.
Tomó la única sudadera que tenía y se la puso para luego tomar sus cosas y alegremente bajar las escaleras. Si todo salía bien y esa persona terminaba adoptándolo legalmente, adiós orfanato, adiós a ser molestado por niños ignorantes...
Entró a la oficina de la jefa del orfanato y vio a una mujer rubia sentada en una silla. A Peter le tomó un momento para reconocerla, pero no había podido dejar de pensar en la Señorita Black Widow después de ese acto de bondad el mes pasado.
—Ah, aquí está, señora Rogers. La joven Perrie Parker.
Peter había leído en sus cómics que se supieran las identidades de un superhéroe, supuso que por eso Black Widow tenía el pelo rubio.
—Perrie, saluda a la señora Natalia Rogers, ella cuidará de ti y luego veremos si decide adoptarte.
Nat se levantó de la silla en la que estaba sentada y se agachó a la altura de Peter, le acarició la cabeza, como había hecho ese día en el parque. Peter sonrió.
—Hola, señorita Rogers.—dijo, sonriendo.—disculpe, ¿la he visto en algún otro lado?
Nat rió.
—Puede que sí, Peter Parker.