Por Amor ❤️

Par BluecuoreGirl

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Una historia que comienza con un encuentro fortuito. ¿Es casualidad o es cosa del destino? En cualquier caso... Plus

Introducción
Parte 1.
Parte 2.
Parte 3.
Parte 4.
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Nota Especial
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Final
Epílogo.
Escala
The Grace
Grey Enterprise Holdings
La Boda
La Niña de Papá

Theodore Raymond Grey

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Par BluecuoreGirl

— ¿Por qué no?

— Por qué no.

— ¿Pero por qué? Tiene que haber una razón, Christian.

— Porque yo lo digo.

— ¡Esa no es una razón válida!

— ¡Porque no quiero que vayas! Si fueras una empleada como cualquier otra ya estarías de incapacidad.

— ¡Pero no soy como las otras!

— Lo sé, pero estás en tu último trimestre, apenas puedes andar y la doctora Greene dijo que no puedes estar bajo estrés.

— Agh, que estupidez.

Golpeo la superficie del agua de la bañera, dónde llevo sentada los últimos 45 minutos mientras mi esposo está sentado en la cama, leyendo un libro de maternidad.

— ¿Crees que el parto en el agua sea tan relajante como esto? – le grito.

— No tendrás un parto en el agua – gruñe fastidiado – Irás a un hospital, con doctores, áreas esterilizadas y anestesia.

Vuelvo a golpear el agua con mis manos. Si mi madre estuviera aquí, ella me apoyaría con la idea del parto en el agua sin dolor.

— Sal de la tina ahora, seguro pareces una pasa.

— Claro que no – levanto mis manos para verlas – Rayos.

Apoyo los brazos a los lados de la tina pero no puedo impulsarme. Intento girar para apoyarme en mis manos y rodillas, pero solo logro quedar a gatas.

— ¿Christian?

— ¿Si? – escucho que ríe.

— ¡Ayudame! ¡No puedo salir de la tina!

Vuelve a reír mientras se acerca con una gran toalla para envolverme. Me sostiene por debajo de las axilas para ayudarme a levantar, empapándose en el proceso.

— ¿Lo ves? Imagina que alguien te empuja en la empresa y caes, no estaré ahí para ayudarte.

— Pero estará Isaac, y José, incluso Marla. Alguien ahí podría ayudarme.

Christian rueda los ojos mientras me ayuda a secarme y ponerme el camisón para ir a la cama. Desde que mi vientre es tan notorio, mi esposo se niega a tener sexo.

— ¿Christian?

— Humm.

— ¿Estás despierto? – él me abraza pegado a mi espalda – ¿Christian?

— Duerme, Ana.

Bufo molesta por ser ignorada. Tonto. La doctora Greene dijo que era perfectamente normal y beneficioso para el embarazo tener algo de actividad.

— ¿Christian? – su respiración suave me dice que se quedó dormido.

Me levanto de la cama para ponerme encima la bata e ir a la cocina. Tengo un poco de hambre y seguro podría tener un snack.

— ¿Ana? ¿Qué haces?

— Tengo antojo – hago un puchero – ¿Tenemos fresas?

— ¿Tienes antojo de fresas? – camina hacia mi, sonriendo.

— De fresas con crema batida, ¿Eso es extraño? ¡Mataría por fresas!

— No creo que tengamos, pero mañana le pediré a la señora Jones que las compre.

— ¿Mañana? ¡Pero Christian! Quiero fresas ahora.

— ¿Ahora? – hace una mueca. Si, otro antojo a altas horas de la noche — No creo que...

— Llamaré a José, le diré que las traiga, ese chico sabe dónde hay comida a cualquier hora.

— ¡No! ¡Bien! Yo iré a traer las fresas, vuelve a la cama – se acerca para besar mi cabeza – Llamaré a Taylor para que vaya conmigo.

— Gracias mi amor.

Le lanzo un beso mientras voy de vuelta a la cama a esperarlo. Enciendo la lámpara de la mesita para leer uno de mis libros favoritos, pero un dolor punzante me toma desprevenida.

— ¡Ay! ¡Ay! ¡Duele!

Chillo lanzando el libro al piso. Me acomodo en la cama esperando que el dolor pase, pero vuelve con fuerza.

— ¡Ay! – chillo de nuevo.

Me levanto a paso lento para ir a buscar mi móvil, que dejé sobre la barra de la cocina.

— ¿Señora Grey?

— ¡Gail! ¡Me duele!

Ella viene corriendo hasta mi, para ayudarme a ir a la sala a sentarme.

— Voy a llamar al señor... – se detiene cuando el ascensor timbra.

Christian y Taylor salen de él cargando mi vaso de fresas con crema batida y una bolsa de papel con más comida.

— Ana, ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

— ¡Me duele!

Todos vienen hacia mi para ayudarme a levantar, al parecer vamos a la sala de urgencias del hospital.

— Gail trae la maleta por favor, Taylor, el auto.

Christian pone sobre mis hombros el abrigo y gruñe algo sobre ser demasiado terca, pero estoy tan adolorida que no se me ocurre algo ingenioso para contestarle.

Taylor conduce a toda prisa por la ciudad hasta la clínica especializada de la doctora Greene, dónde rápidamente las enfermeras me llevan hasta una sala de revisión.

— No hay ruptura de fuente, ni dilatación. Es una falsa alarma – dice la ginecóloga de guardia.

— ¿Falsa alarma? ¡Pero duele mucho!

— Lo sé, cariño – ella palmea mi mano – Se llaman Braxton Hicks, es la preparación para el parto.

— ¿Entonces el bebé no nacerá hoy? – pregunta Christian.

— Me temo que no, señor Grey. ¿Cuánto tiempo de gestación tienes?

Me pregunta y arqueo las cejas. ¿Eran 7 meses y medio? ¿Ocho? ¿Son nueve meses exactos?

— 36 semanas – dice mi esposo – El parto por cesárea está programado para la semana 39.

— Entonces aún están en tiempo, no deben preocuparse. Y acudan a sus citas restantes.

Asiento, un poco confundida. ¿Esto es solo una muestra de lo que será el verdadero parto? ¡Me muero!

— Christian, olvida lo que dije sobre el parto en el agua. Quiero estar en el hospital, con muchos tranquilizantes y nada de dolor.

Él se ríe mientras abre la puerta para mí. Se acomoda conmigo en el asiento trasero para volver a Escala, y tratar de dormir un poco antes de ir a la oficina.

— Dije que no.

— Pero Christian, escuchaste a la doctora, todo está bien. Puedo ir a la oficina un rato, hacer algunos pendientes y volveré para medio día.

Él exhala con frustración.

— Bien. Pero te quiero aquí de vuelta a la 1. De hecho, iré yo mismo por ti.

— Claro – beso su mejilla – Ya me voy, José me espera en el vestíbulo.

— ¡Ten cuidado!

— Si, si, lo tendré.

Apenas he estado en la oficina cerca de una hora, cuando un pequeño dolorcito punzante me hace sentarme.

— ¿Segura que puedes estar aquí, Banana? Pareces un globo.

— Tu también lucirías así si un pequeño humano estuviera creciendo en tus entrañas.

— Eww – José hace una mueca – ¿Y si podrá salir por ahi?

Se inclina hacia mí como si pudiera ver mi entrepierna.

— ¡José! ¡Eres un grosero! – otro dolor se esparce por mi cadera.

— Ay Banana, ¡Mira lo que hiciste! Te dije que no tomaras toda esa agua.

— ¿Qué? – volteo a ver la mancha de humedad en el piso.

— ¡No es agua! Es la fuente, ¡Se rompió la fuente! – grita Marla.

— ¿Cuál fuente? ¿Quebraste algo? – pregunta mi amigo con las cejas arqueadas.

— Serás idiota – gruño de dolor – ¡Llama a Isaac! ¡A Christian! ¡Llévame al hospital!

— ¡Mierda! – José tropieza cuando intenta levantarse y corre hasta la oficina de mi hermano.

Marla me sujeta del brazo para llevarme al ascensor, lleva mi bolsa pero se la entrega a José cuando vuelve seguido de Isaac.

— ¡Ana! Vamos – ordena mi hermano.

— ¿Y Christian? ¡Debes llamar a Christian!

— Lo haré en el auto, camina.

José conduce hasta la clínica mientras mi hermano hace la llamada a mi esposo.

— ¿Christian? Vamos hacia el hospital, creo que este bebé nacerá hoy.

No escucho la respuesta de mi esposo, pero seguramente está gritando que me advirtió y no sé qué más. José estaciona por la entrada de urgencias y mi hermano me ayuda a salir del auto.

— ¿Señora Grey? – me dice una de las enfermeras – Venga conmigo... ¿Señor Grey?

La enfermera balbucea confundida, porque obviamente conoce a Christian por su madre.

— Es mi hermano – lo señalo.

— ¡Oh! ¿Usted entrará a la sala de partos con ella? – Mi hermano palidece.

Un rechinido de llantas se escucha, luego mi esposo entra corriendo hacia mi.

— ¡Ana! ¿Estás bien?

— Si, pero el bebé quiere nacer ya, ¿Dónde está mi anestesia? ¡Quiero anestesia!

— Señora Grey – la enfermera empuja la silla de ruedas en la que me sentí por el pasillo – No podemos darle mucha anestesia porque debe sentir las contracciones para poder pujar.

— ¿Pujar? No, no, es un error. Tendré cesárea.

— Su bebé quiere otra cosa – Ella se ríe.

— ¡Lo ves! ¡Tenía que ser tu hijo! ¡Testarudo como tú! – señalo a mi marido.

— ¿Pero yo qué hice? – encoge los hombros mientras camina junto a mi.

— ¿Qué hiciste? ¿Y todavía preguntas? – señalo mi vientre – ¡Esto hiciste! ¡Tú y tus ganas de estrenar esa casa en Aspen!

— Pero nena... Fuimos de vacaciones.

— ¡Y mira lo que pasó!

Christian presiona sus labios para no reírse de mi ataque de histeria y ahora soy yo la que presiona sus labios para no reír.

— Señor Grey – la doctora Greene aparece frente a nosotros – ¿Estará presente en el parto?

Christian asiente y una enfermera se acerca a él con unas batas azules para que se cambie.

— ¿Parto? – balbuceo nerviosa.

Luego todo se vuelve un caos. Christian toma mi mano mientras la doctora dice que tengo que pujar pero duele tanto que no me concentro.

En algún momento pregunté por Isaac, por José y por mis padres. Creo que Christian dijo algo sobre que Isaac los llamó, pero no logro centrar mi atención completamente.

Después de unos minutos que me parecieron largos, el llanto de mi bebé se escucha por toda la sala. Me aferro de nuevo a la mano de Christian, quién me miran con los ojos llenos de lágrimas.

— ¿Esta bien? – pregunto – ¿Ted está bien?

— Si.

La sonrisa de mi esposo es única, emoción y mucho orgullo se reflejan en su rostro. La enfermera se acerca para poner al bebé en sus brazos.

Su pelito cobrizo claro, ojos azules como los míos y una carita sonrojada por tanto llorar. Apenas abre sus ojitos hacia su padre, deja de llorar.

— Hola Ted – le susurra. Lágrimas se escurren por sus mejillas.

— Christian, cariño – palmeo su brazo – ¿Estás bien?

— Si. Jamás he estado mejor.

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