Annie y el Cรกliz de Fuego

By -luxtomlinson

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El inicio de una guerra, acontecimientos descubiertos y un baile, ยฟalguna vez podrรก tener un aรฑo normal? [HER... More

C A S T
1. Funny Vacations
2. I love you more
3. Time at the burrow
4. Nice dinner with family
5. Traslator
6. The camping
7. People from the ministry
8. Winky
9. Veelas and leprechauns
10. Scared
11. Tenebrous Mark
12. Back to the Burrow
13. King's Cross
14. Soaked
15. Mad eye Moody
16. Burned by a sneaky
17. Malfoy is a ferret
18. Forgiven curses
19. Imperius
20. Beauxbatons and Durmstrang
21. The goblet of fire
22. Harry Potter
23. Ron is stupid
24. The kiss
25. Theo and Hermione
26. Accio Annie!
27. Winky and Dobby
28. Yule ball
29. Merry Christmas
30. I love you
31. Day after
32. The bath
33. Second task
35. I could do this all my life
36. Hate mail
37. Harry's Scar
38. Training
39. Cedric is dead
40. Fudge is stupid
41. End fourth year

34. Sirius

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By -luxtomlinson

SIRIUS

Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarles manos y cara cada vez que salían del castillo.

Había retrasos en el correo porque el viento desviaba a las lechuzas del camino.

Harry recibió una lechuza de Sirius aquella ventosa mañana.

Vayan al paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale de Hogsmeade (más allá de Dervish y Banges) el sábado a las dos en punto de la tarde. Lleven toda la comida que pueden.

—¡No habrá vuelto a Hogsmeade! —exclamó Ron, sorprendido.

—Eso parece —observó Hermione.

—No puedo creerlo —dijo Harry muy preocupado—. Si lo atrapan...

—Hasta ahora no lo han conseguido —le recordó Ron—. Y el lugar ya no está lleno de dementores.

Harry dobló la carta, pensando. Ese día era su segundo aniversario con Annie, pero a la vez, quería ver a Sirius.

Annie lo observó y dedujo lo que el pelinegro estaba pensando.

—Vayamos con él, ya podremos celebrarlo otro día —lo tranquilizó.

Harry asintió.

Iban de camino a la última clase de la tarde, que desafortunadamente era pociones. Malfoy, Crabbe y Goyle habían formado un corrillo a la puerta de la clase con la pandilla de chicas de Slytherin a la que pertenecía Pansy Parkinson.

Todos miraban algo que Annie no alcanzó a distinguir, y se reían por lo bajo con muchas ganas. La cara de Pansy asomó por detrás de la ancha espalda de Goyle y los vio acercarse.

—¡Ahí están, ahí están! —anunció con una risa tonta, y el corro se rompió. Pansy tenía en las manos un ejemplar de la revista Corazón de bruja. La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.

—¡A lo mejor encuentras aquí algo de tu interés, Roberts! —dijo Pansy en voz alta, y le tiró la revista a Annie, que la atrapó algo sobresaltada.

En aquel momento se abrió la puerta de la mazmorra, y Snape les hizo señas de que entraran. Los cuatro se encaminaron hasta sus pupitres al final de la mazmorra.

En cuanto Snape volvió la espalda para escribir en la pizarra los ingredientes de la poción de aquel día, Annie se apresuró a hojear la revista bajo el pupitre. Al fin, en las páginas centrales, encontró lo que buscaba.

Harry y Ron se inclinaron un poco para ver mejor. Una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:

Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Annette Roberts, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.

La señorita Roberts, al parecer no es suficiente para Harry Potter, pues desde la llegada a Hogwarts, éste se ha visto algún tiempo con la compañía de Hermione Granger, otra muchacha hija de muggles. Al parecer, la señorita Roberts debería andarse con cuidado, pues en cualquier momento podría ser dejada y su fama acabada.

Según fuentes externas, está puesto en duda si aquella es una relación real o nuestro querido participante está bajo una poción de amor.

-Es fea con ganas -nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso-, pero es perfectamente capaz depreparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.» 

Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesadoen investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él o en la busca de un filtro amoroso que podría estarlo afectando.

Annie estaba completamente aturdida.

—¡Te lo advertí! —le dijo Ron a Anniere dientes, mientras ella seguía con la vista fija en el artículo—. ¡Te advertí que no debías picarla! ¡Te ha presentado como una especie de... de mujer fatal

—¿Enserio, Ron? —dijo Annie conteniendo una risa.

—Es como las llama mi madre —murmuró Ron, ruborizándose.

—Esperaba más de parte de ella —dijo Annie encogiéndose de hombros y lanzando la revista a una silla cerca. Al levantar la vista observó a los Slytherin que la miraban detenidamente en busca de alguna reacción.

Annie los saludó con un gesto de mano y una sonrisa sarcástica.

Sacaron sus ingredientes para pociones mientras Annie y Hermione comentaban acerca de el supuesto triángulo amoroso entre ellas y Harry.

—Por fascinante que sea su vida social, señorita Roberts —dijo una voz fría detrás de ellos—, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.

Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban. En aquel momento, toda la clase los observaba. Malfoy aprovechó para lucir ante Harry la inscripción «POTTER APESTA» de su insignia.— ¡Ah...! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? —añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja—. Otros diez puntos menos para Gryffindor... Ah, claro... —Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter—. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa...

Las carcajadas de los de Slytherin resonaron en el aula, y una desagradable sonrisa dibujó una mueca en los delgados labios de Snape que comenzó a leer el artículo en voz baja.

—«La pena secreta de Harry Potter...» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así...»

Annie se estaba conteniendo de mandar a freír espárragos a Snape.

—Mientras tanto, las admiradoras deHarry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él o en la busca de un filtro amoroso que podría estarlo afectando. ¡Qué conmovedor! —dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin—. Bueno, creo que lo
mejor será que los separe a los tres para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley y Granger quédense donde están. Roberts, enseguida de Parkinson; Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.

Annie bufó y  guardó sus ingredientes con enojo para ir al lugar enseguida de Parkinson.

—Muy buen artículo, ¿no crees, Roberts? —murmuró Parkinson con una sonrisa cruel.

—Vete a la mierda, Parkinson —masculló volviendo a su poción.

(...)

—Hoy es tu aniversario con Harry, ¿no? —preguntó Hermione mientras se arreglaban en la habitación.

—Sí, pero decidimos mejor ir con Sirius, ya podríamos celebrarlo algún otro día —explicó Annie.

Minutos después bajaron y estaban Harry y Ron esperándolas. Aún era temprano y la sala común estaba vacía.

—Hola chicos —saludó Annie. Harry la vio y sonrió.

—¿Quieres ir a desayunar, Ron? —preguntó Hermione tomándolo del brazo y jalándolo fuera de la sala.

—Hermione no disimula nada —negó Annie con una sonrisa.

Harry se levantó del sofá y la abrazó por la cintura.

—¿Cómo amaneció mi vida hoy? —preguntó Harry con una sonrisa.

—Con hambre —ladeó su cabeza mientras reía y lo abrazó por el cuello.

—Felices dos años, mi amor —murmuró Harry.

—Felices dos años —Harry la atrajo y la besó.

Annie se sentía demasiado feliz por seguir al lado de Harry durante tanto tiempo y esperaba que así fuera durante muchísimo más.

Una vez que se separaron, Harry buscó algo en el sofá y tomó su suéter de quidditch.

Se lo colocó a Annie y sonrió. Tenía el número 7 y Potter con letras doradas.

—¿Feliz? —preguntó Annie con una sonrisa.

Él nuevamente la besó.

(...)

A las doce del día siguiente salieron del castillo bajo un débil sol plateado que brillaba sobre los campos. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año. En la mochila de Harry llevaban la comida que Sirius les había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que les habían servido en la comida.

Fueron a Tiros largos Moda a comprar un regalo para Dobby, y se divirtieron eligiendo los calcetines más estrambóticos que vieron, incluido un par con un dibujo de refulgentes estrellas doradas y plateadas y otro que chillaba mucho cuando empezaba a oler demasiado. A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.

Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida. Annie sonrió.

—Hola, Sirius —saludó Harry, cuando llegaron hasta él.

El perro olió con avidez la mochila de Harry, meneó la cola y fue hacia Annie. La chica se agachó y abrazó al perro mientras éste lamía su cara. Se separó y el perro comenzó a caminar.

Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol.

Al final Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al verlos.

Los cuatro se inclinaron notoriamente ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras. Sirius llevaba puesta una túnica gris andrajosa, la misma que llevaba al dejar Azkaban, y estaba muy delgado. Tenía el pelo más largo que cuando se había aparecido en la chimenea, y sucio y enmarañado como el curso anterior.

—Cariño —saludó Black con una sonrisa. Annie fue hasta él y lo abrazó, sin importarle lo sucio que estaba.

—¡Pollo! —exclamó con voz ronca, después de separarse de Annie.

Harry sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó.

—Gracias —dijo Sirius, que lo abrió de inmediato, cogió un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva—. Me alimento sobre todo de ratas. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención.

—¿Qué haces aquí, Sirius? —le preguntó Harry.

—Cumplir con mi deber de padrino y padre —respondió Sirius, royendo el hueso de pollo de forma muy parecida a como lo habría hecho un perro—. No te preocupes por mí: me hago pasar por un perro vagabundo de muy buenos modales. Quiero estar cerca. Tu última carta... Bueno, digamos simplemente que cada vez me huele todo más a chamusquina. Voy recogiendo los periódicos que la gente tira, y, a juzgar por las apariencias, no soy el único que empieza a preocuparse.

—¿Y si te descubren? —habló Annie con preocupación.

—No te preocupes, cachorrita. Ustedes cuatro y Dumbledore son los únicos que saben que soy un animago —encogiéndose de hombros y siguió con el pollo.

Hablaron acerca de la desaparición de Barty Crouch, los extraños sucesos que estaban sucediendo, lo que pasó en los mundiales, las dos pruebas y demás.

—¿Conoces a Crouch, entonces? —le preguntó Harry.

La cara de Sirius se ensombreció

—Conozco a Crouch muy bien —dijo en voz baja—. Fue el que ordenó que me llevaran a Azkaban... sin juicio.

—¡¿Qué?! —exclamó Annie.

—¡Bromeas! —dijo Harry.

—No, no bromeo —respondió Sirius, arrancando otro bocado al muslo de pollo—. Crouch era director del Departamento de Seguridad Mágica, ¿no lo sabían? 

Los cuatro negaron.

Se enteraron de que el hijo de Crouch había sido un mortífago y que había muerto en Azkaban hace algunos años. La historia cada vez era más compleja.

—Es tarde —informó Annie observando su pequeño reloj.

—Será mejor que vuelvan al colegio —dijo Sirius, poniéndose en pie—. Ahora escuchen. —Le dirigió a Harry una mirada especialmente dura—. No quiero que se escapen del colegio para venir a verme, ¿de acuerdo? Confórmense con enviarme notas. Sigo queriendo conocer cualquier cosa rara que ocurra. Pero no salgas de Hogwarts sin permiso: resultaría una oportunidad ideal para atacarte.

—Nadie ha intentado atacarme hasta ahora, salvo un dragón y un par de grindylows —contestó Harry.

Pero Sirius lo miró con severidad.

—Me da igual... No respiraré tranquilo hasta que el Torneo haya finalizado, eso no será hasta junio. Y no lo olviden: si hablan de mí entre ustedes llámenme Hocicos, ¿vale?

Le entregó a Harry el frasco y la servilleta vacíos, y se despidió de Buckbeak dándole unas palmadas en el cuello.

—Adiós —se despidió Annie abrazándolo nuevamente.

—Adiós, cariño. Andaré por aquí en estos días —dijo acariciando su cabello. 

—¿Y Remus? —preguntó Annie.

Sirius sonrió tristemente.

—Aún no lo he visto. Tengo muchas ganas de verlo.

—Lo verás pronto, ya verás —animó Annie con una sonrisa.

—Cuídate —susurró Black.

—Tu también —se separaron y Annie le sonrió por última vez para ir al lado de Harry.

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