Las alas de la libertad [1] ✔

By solnikiforov

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❝ 𝓛𝓪𝓼 𝓪𝓵𝓪𝓼 𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓵𝓲𝓫𝓮𝓻𝓽𝓪𝓭 ❞ 𝓛𝓲𝓫𝓻𝓸 1 Lyanna Smith siempre ha tenido una vida relativam... More

Aclaraciones importantes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35 - Final
Epílogo
Anuncio sobre la parte dos.
¡Parte dos por fin publicada!

Capítulo 8

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By solnikiforov

[Foto en multimedia: Mallory Tomoko]

                                                  ➹➷

  Todos los soldados que elegimos la Legión de Reconocimiento tenemos que desplazarnos hasta el interior de la Muralla Sina, y me enorgullece de una manera inexplicable que por fin sea uno de ellos.

  Para mí estar dentro de esa Muralla me parece un sueño: los caminos de gravilla son de colores, las casas que se alzan son de ladrillo, piedra y madera de roble, ostentosas y enormes. La gente está vestida con trajes y vestidos que jamás había podido imaginar, aunque lo que más me gustaba era la cantidad de negocios que hay. Ropa, alimentos, telas, especias... aquí podías encontrar cualquier cosa, aunque el hecho de valer una parte de mi sueldo me decepcionada bastante.

  Cuando llegamos, me di cuenta de que la Sede es más grande de lo que imaginaba: cuenta con tres edificios de madera y un gran establo, además de las múltiples cabañas que supongo, son habitaciones. Miro el patio y sonrío.

<<Aquí voy a entrenar todos los días por el resto de mi vida.>>

— No puedo creer que ya estemos aquí —dice Tris, sonriendo—. Realmente... realmente lo conseguimos.

Tuve que levantar el brazo para golpearle el hombro. Sinceramente no recuerdo el momento en el que cambió tanto: sus facciones son más angulosas y definidas. Supongo que tres años en la Sede eran capaces de cambiar hasta el más débil y ella no era la excepción, por más que siga manteniendo esos ojos tan inocentes y su cabello ahora se mantenga atado en una trenza, seguía siendo ella, pero más hermosa. A veces, mirarla mucho me hace sentir como si mi cuerpo fuese el de una niña pequeña.

— Voy a extrañar a ese calvo malhumorado —comenta Marco, con una gran sonrisa.

— Yo no —respondo—. Se la pasaba gritando todas las mañanas. Y ya sabes como odio que me despierten.

Tris juega con sus manos, como dudando si decir lo que se le pasa por la mente. Al final, nos mira y dice:

— A mí me daba mucho miedo.

Marco comienza a hacerle cosquillas y yo busco entre los soldados, un poco para darles espacio y otro poco porque me siento incómoda. Mis ojos se topan con Grisha, que está saliendo de uno de los edificios pegando un portazo.

De a poco comienzan a llegar los soldados y todo el patio se queda en silencio en cuanto los superiores salen de lo que ahora sé que es el Edificio Principal. Esta vez hago el saludo militar con un orgullo distinto, uno que me hace sentir completa.

Es Erwin el que está en el medio, y distinto como Hanji se balancea de un lado a otro como si le aburriesen este tipo de eventos.

<<Y a pesar de que han pasado tres años, sigue siendo Hanji.>>

Al lado de ella se encuentra un hombre de edad avanzada y me sorprendo. Por último, hay un hombre que desentona por su altura comparado con el resto, y que a pesar de estar a varios metros de distancia, distingo la manera en que sus ojos parecen querer asesinar a cualquiera que abre la boca.

— ¡Soy Erwin Smith, comandante de la Legión de Reconocimiento y uno de sus superiores! —grita, con las manos detrás de la espalda y una mirada cálida que me hace sonreír. — Si hoy están aquí es porque han elegido la Legión de Reconocimiento. Todos sabemos lo que pasó hace unos años: cómo reinó el caos y lo terrorífico que pueden llegar a ser los titanes. ¡Sin embargo, todos nosotros estamos aquí para evitar que lo que pasó hace unos años, no vuelva a suceder! ¡Todos estamos aquí para luchar contra ellos y hacer que de una vez por todas, la humanidad triunfe!

Cada una de sus palabras resuenan por todo el patio y provoca que los soldados comiencen a gritar palabras de alientos. Miro fascinada cómo Erwin parece querer comerse el mundo hasta que una voz amarga y asqueada rompe el ambiente.

— Yo no elegí estar aquí —dice Grisha, con una voz tan potente como la de Erwin.

Mi tío se queda observándola durante unos segundos debido a lo repentino y fuera de lugar de sus palabras.

— ¿Ah? Escoria, la próxima vez que interrumpas el discurso de un superior, te mando a limpiar los baños con tu puta lengua —dice aquel superior, el que desentonaba con todo el resto—. ¿Me entendiste?

Grisha le mantiene la mirada desafiante, pero no objeta nada.

— Te he preguntado si me entendiste, mocosa de mierda —insiste y esta vez se descruza de brazos.

Ella asiente con enojo y Erwin retoma el discurso.

— ¡Les doy la bienvenida a todos, soldados! —dice con una media sonrisa. — Ahora les presentaré a el resto de sus superiores: Hanji Zoe, líder del Escuadrón de Investigaciones, Alistair Krumm, líder del Escuadrón de Soldados Principiantes y Levi Ackerman, líder del Escuadrón de Operaciones Especiales. Para no darles más información por hoy, los invito a seguir a Alistair para recoger las llaves de sus habitaciones y el talle de sus uniformes.

Seguimos a Alistair hasta uno de los otros edificios y allí pasamos quince minutos para organizar todo. Las habitaciones podían compartirse —con gente del mismo sexo—, así que elijo a Tris como compañera y nos dirigimos al patio para encontrar la nuestra.

Cuando entro, no me sorprende lo que veo: es una habitación casi idéntica a la que tuvimos estos tres años. Consta de una litera, una cama individual, un armario de madera que sólo puede guardar cinco prendas y un escritorio. La única luz que entra lo hace por medio de una ventana que tiene un vidrio roto y que, para darle más mediocridad al asunto, lo adorna una cortinas tan sucias que no consigo distinguir ni el estampado.

Cierro la puerta y un fuerte olor a humedad y suciedad me inunda las fosas nasales. Es tan fuerte que siento náuseas y siento la necesidad de llevarme la mano a la boca para no vomitar.

— La de la sede era definitivamente más limpia —comento, asqueada.

— Sí... —afirma Tris, mientras trata de reprimir una mueca de asco. Luego, apunta a donde está la ventana. — Pero no teníamos escritorio, ¿no?

— Sí, bueno... —me acerco hasta allí y con la mano libre toco la superficie de madera y comienza a tambalearse. — Si no se cae a pedazos.

No quiero dormir entre inmundicia, así que me dirijo hasta el Edificio Principal —que consta de la cocina, el comedor y un depósito—. Busco entre las cosas y tomo todo lo que necesito hasta que un escalofríos me recorren el cuerpo entero y siento cómo unas manos envuelven mis hombros con violencia. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me doy cuenta y suelto todo lo que tengo por el susto.

— ¿¡Eres imbécil!? —le digo a Marco mientras siento cómo el pecho me palpita. — ¡Joder, me asustaste!

— Perdona, no era mi intención asustar a la mejor tercer recluta —contesta burlón.

— Cállate, idiota.

Por alguna extraña razón, no puedo evitar sentir un poco de vergüenza cuando me recuerdan que había entrado dentro de los mejores diez. Sé de sobra el esfuerzo que di y que merezco estarlo, pero una parte de mí odia que la gente sólo lo menciona para recordar que soy la sobrina de Erwin. Al final parece que terminé creyéndolo.

— ¿Ya encontraron su habitación? —pregunto mientras tomo los productos.

— Sí, está hecha una completa mierda —responde, con una mueca de asco.

— La nuestra huele a humedad, así que al parecer todas están iguales —hago una seña con la cabeza para que me siga.

— No, no lo entiendes... —Marco medita durante unos segundos y después me mira más serio. — La nuestra literalmente está llena de mierda.

Lo miro de reojo y me encojo de hombros para que entienda que no sé a lo que se refiere.

— Hay un agujero en la pared de la bendita cabaña y se ve que por allí entraron ratas y... defecaron toda la habitación. Camas incluidas.

La imagen de una cabaña llena de mierda mientras él y Jean intentan limpiarla me viene a la mente y comienzo a reírme a carcajadas.

— No te rías, estúpida —contesta, revolviéndome el cabello—. Jean y Mallory todavía deben estar limpiando.

— ¿Y tú que haces aquí? Deberías ayudarlos, maldito vago.

Marco se detiene de inmediato y me mira sorprendido, como si lo que acabara de decir ahora tuviese sentido. Me da un rápido saludo y sale corriendo en dirección al depósito mientras niego con la cabeza y pongo los ojos en blanco.

Al llegar a la puerta, la abro de una patada y Tris se sobresalta tanto que todas las prendas que tenía dobladas se caen al suelo.

— ¡Qué bruta eres, Lyanna! —dice, y sé que debe enojarle bastante porque dice mi nombre.

— Si, bueno... Era eso o terminar de romper la ventana para entrar.

Agarro la escoba y comienzo a barrer mientras me relata como deberíamos limpiar en base a sus experiencias en el depósito de la taberna en la que trabajaba. Estuvimos trabajando tanto que perdemos la noción del tiempo y cuando la puerta suena, nos miramos extrañadas. Dejo la escoba a un lado y cuando abro, aparece uno de los superiores que nos habían dado la bienvenida.

<<Es el borde que le contestó a Grisha.>> Y, a pesar de que se lo tiene merecido, es el primer pensamiento que se me viene a la cabeza.

De cerca me doy cuenta de que en realidad él es un poco más alto, de que tiene la piel más blanca que haya visto nunca y unos ojos escondidos por marcadas ojeras y un ceño tan fruncido que pareciera que estuviera a punto de golpearme. Aunque, si ignoraba eso y los miraba durante un rato, podía darme cuenta de que en realidad eran azules.

<<¿Y por qué necesitas ver de qué color son sus malditos ojos?>>

— ¡B-Buenas noches, capitán! —digo, haciendo el saludo militar.

Sin embargo, no me responde y encima me esquiva para entrar en la habitación. Sus ojos parecen observar cada rincón con tanto detenimiento que pienso por unos segundos que tal vez se le haya perdido algo aquí, hasta que pasa el dedo por las camas y hago una mueca de desagrado.

<<Por dios, que no sea un pervertido.>>

— La habitación es un asco —dice por fin, ahora mirándonos a las dos.

"Un asco", me repito. Ya era de noche y habíamos estado limpiando por horas esta cabaña de mierda. Además, ¿desde cuándo es la tarea de un superior supervisar la limpieza de las habitaciones?

— Sí, bueno —respondo y me encojo de hombros—. Todavía no terminamos.

— ¿Cómo que "todavía"? —pasa su dedo por el alfeizar de la ventana y camina hasta donde estoy para mostrarme cómo la yema de su dedo índice está lleno de polvo u mugre. — ¿A ti esto te parece limpio? Debería darte vergüenza dormir en estas condiciones.

Me quedo literalmente sin palabras. Intercambio una mirada con Tris y me doy cuenta de que ella está igual de perdida que yo.

— Si la habitación hubiese estado en mejores condiciones... tal vez hubiésemos terminado antes —digo, con cierto recelo.

— ¿Estás tratando de decirme... que soy yo el que tengo que venir a limpiarte tu puta habitación? —responde, acercándose aun mientras sus ojos parecen destellar fuegos azules.

Me quedo en silencio.

— Y encima no contestas —dice, negando con la cabeza—. Bien, mañana te quiero a las cinco de la mañana en mi oficina. Así al menos aprenderás a tener modales, niñata de mierda.

Camina hasta la puerta y sin siquiera mirarnos, chasquea la lengua y cierra de un portazo. Siento que tengo la mente en blanco y que lo único que existe es aquella puerta.

— Exceptuando el momento en el que te ha castigado... parecía... ¿un buen tío? —dice Tris, rompiendo el silencio.

— ¿Es en serio? Desde el primer momento demostró ser un idiota.

— A ver, que sólo te hacía falta desnudarlo con la mirada —replica Tris mientras me mira divertida—. Te quedaste observándolo durante... ¿Dos minutos?

Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos, sintiendo como sus palabras resuenan en mi cabeza y logran enfadarme.

<<Cinco de la mañana. Genial.>>

— No seas ridícula —respondo mientras pateo una de las esponjas en el suelo—. Ya que hablamos de miradas, la tuya es capaz de embrazar a Marco.

Tris se sonroja y vuelve a limpiar mientras murmura cosas que no consigo escuchar.

— Voy a ver a mi tío —comento mientras me dirijo a la puerta—. Si quieres puedes descansar. Por más que el... —¿cómo se llamaba? — borde este diga que deberíamos sentirnos "avergonzadas", yo no lo hago.

Atravieso el patio y entro en el Edificio Principal, donde se supone que están las habitaciones de los superiores y sus oficinas. Automáticamente pienso que aquí debe vivir el imbécil que me castigó y me surge la idea de entrar en cada habitación para ver si están tan limpias como él quiere que estén las nuestras. Sin embargo, no lo hago y me limito a buscar la oficina de Erwin.

Golpeo dos veces y espero, ansiosa. Una voz me permite pasar y detrás de la puerta se encuentra una melena rubia que me hace sonreír. Corro hacia él y lo envuelvo con mis brazos lo más fuerte que puedo mientras él me devuelve el abrazo e incluso me levanta unos centímetros del suelo.

— Me alegro de verte —dice sin soltarme.

Las palabras se me atascan en la garganta y solo continúo abrazándolo. Había esperado verlo durante tantos años que se me había olvidado cómo se sentía esa calidez paternal. En la Sede, cuando pensaba que no lo conseguiría, sólo imaginaba qué consejos me diría, pero ahora... Ahora él está aquí.

Nos quedamos así por un rato, porque parece que ambos lo necesitamos, y finalmente me suelta.

— ¿Ya encontraste tu habitación? —me pregunta mientras revuelve mi cabello.

— Sí, y también encontré a uno de tus superiores —respondo, alzando las cejas—. O más bien él me encontró a mí.

— ¿Quién?

— No me acuerdo de su nombre. Tiene el pelo negro y parece un delincuente.

— Ah, Levi —dice con una sonrisa.

— Sí, entró a mi habitación para recordarme que es un asco y que prácticamente limpio como la mierda.

Erwin vuelve a su escritorio y me mira divertido.

— Sí, digamos que el capitán tiene una pequeña obsesión con la limpieza.

Pues tal vez su "pequeña obsesión" en realidad está focalizada en cierto punto de su cuerpo y la limpieza no es realmente el problema.

— Su pequeña obsesión me envió mañana a su oficina —remarco—. A las cinco de la mañana.

— ¿Y qué le dijiste exactamente para que te castigue habiendo llegado hace... ¿cinco horas? —pregunta de manera irónica.

Desvío la mirada sintiéndome un poco avergonzada. Yo no he hecho nada malo, estoy segura de que una persona normal no habría tomado mis palabras —o la falta de ellas— tan... tan a la negativa.

— Sólo... sólo le dije que la habitación estaba muy sucia —murmuro—. Y después... no le respondí.

— Claro, sólo eso.

Erwin siguió mirándome hasta que la puerta se abre de par en par. Hanji corre hacia donde estoy y me abraza tan fuerte que me corta la respiración.

— ¡Pequeñaaa! —dice ella mientras me acaricia el pelo y luego me apreta las mejillas como cuando tenía trece años.

— Ya estoy un poco grande para eso, ¿no?

La sonrisa de Hanji se desdibuja cada vez más y las lágrimas se le acumulan en los ojos.

—¡Tienes razón! —afirma ella mientras me abraza drásticamente y la escucho sobarse la nariz. — ¡Todos estos años... y ni siquiera pude verte! ¡Voy a matar a ese calvo de mierda cuando lo vea! ¡Te lo juro por todos los titanes del mundo!

— Hanji... —advierte Erwin.

Ella me suelta y vuelve a acariciarme el pelo, como si todavía no se creyese que estoy aquí.

— Yo también te extrañé —le digo, palmeándole un poco la espalda debido a que no sé cómo hacer estas cosas.

— Tengo que hablar algo contigo.

Y automáticamente pienso en "la charla", así que mi rostro palidece y ella se ríe, como si adivinase en lo que estoy pensando.

— Se trata de la enfermería —dice y vuelvo a respirar.

La sigo junto a Erwin por el pasillo y entramos allí. Es una habitación pequeña y desgastada, sin contar con el desastre que la decora. No puedo entender como el capitán Levi no se queja de la cantidad de mierda que hay.

— Por dios... —digo. — Hasta el depósito parece un lujo comparado con esto.

— Es porque el depósito se encuentra a cargo del enano —contesta Hanji, como si fuese lo más obvio del mundo.

— ¿El... el enano? —pregunto. — ¿Qué enano? ¿Tienen un enano?

— El capitán Levi Ackerman —remarca Erwin, con un tono que parece una amenaza.

Ella lo ignora y se encoje de hombros.

— Como podrás suponer, la Legión de Reconocimiento no tiene muchos ingresos —dice—. Somos la rama militar que menos presupuesto tiene y como consecuencia, a veces la situación nos obliga a utilizar las expediciones para cazar animales y abastecernos cuando la Corona no nos brinda los suficientes alimentos.

Sé muy bien que la Legión está abandonada. Cuando era pequeña ya notaba el descenso de popularidad y la desesperanza de la gente, pero realmente no esperaba... esta situación. Que arriesguemos nuestras vidas para conseguir alimentos me indignaba.

— Así que ni hablar de una enfermería en condiciones —dice Hanji, con un poco de pena. — Por suerte, contamos con un cirujano que ante casos graves puede tomar las riendas de la situación. Pero con las cosas mundanas... no hay nadie aquí más que yo. Sabes que tengo algunos conocimientos, pero el Escuadrón de Investigaciones me tiene muy ocupada, así que quería pedirte que seas tú quien se encargue de este lugar cuando yo o el médico no estemos.

— No interferirá con tus obligaciones —remarca Erwin—. Si estás ocupada encontraremos otra solución, no te sientas obligada a hacerlo.

— Ahora pertenezco aquí. Es mi obligación ayudar si está en mis manos, así que... cuenten conmigo.

Los dos sonríen y por unos segundos pienso que van a abrazarse.

— ¡Mírala, toda una mujer! —dice Hanji mientras las lágrimas vuelven a sus ojos.

— Sigue siendo una niña —responde mi tío.

— No, Erwin. Cada vez estamos más viejos —Hanji le pone una mano en el hombro—. En fin, es hora de cenar.

— Adelántate, Lys —dice Erwin y luego mira de reojo a Hanji—. Tenemos que terminar unas coas.

Asiento y salgo del edificio para dirigirme al comedor. Allí el tema de la comida es muy distinto: tres días por semana algunos reclutas cocinan para todos y el resto de los días nos tenemos que acomodar con pan, papa hervida, barra de nutrientes y té.

Agradezco que hoy es toca comida casera y me siento en la mesa en cuanto veo a mis amigos. El olor a pollo que siento me hace rugir el estómago.

— Por dios... necesito comer algo pronto —dice Christa.

— Ten —Ymir le tiende un turrón y a Christa se le ilumina la mirada.

— ¿De dónde sacaste eso, maldita? —pregunta Jean mientras golpea la mesa. — Todos tenemos hambre, ¿sabes?

Ymir le muestra el dedo en el medio y yo pienso que va a armarse una pelea, pero todos se quedan en silencio en cuanto Christa reparte pequeños pedacitos de turrón. En cuanto me ofrece uno, niego con la cabeza.

— Ni que hubieran pasado años desde la última vez que comieron algo —dice Annie, aburrida.

La incómoda sensación de aun estar hambrientos nos mantenía en silencio. Habíamos pasado horas limpiando y ni siquiera había guardado la ropa.

— ¿Cómo no voy a tener hambre cuando me pasé horas limpiando mierda de rata? — replica Jean.

— Hablas como si de verdad la hubieses tenido que levantar tú —responde Mallory mientras pone los ojos en blanco.

— Eso es lo de menos. A saber cuánto tiempo estuve oliéndola.

Las puertas de madera se abren y todos nos quedamos viendo a Erwin, Hanji y Alistair.

<<Así que eran las cosas que tenían que hacer. Qué lástima.>>

Después de una media hora, Erwin y Hanji comienzan a servir los platos.

— Estoy impresionado de que sea el mismísimo comandante quien cocine —dice Marco, con un gesto despreocupado.

— No hay nada que ese hombre no sepa hacer —agrega Mallory sin quitarle la vista de encima.

El comentario me resulta extraño y hago una mueca.

— ¿Erwin también te cocinaba en casa? —pregunta Tris, mirándome con una sonrisa expectante.

Marco deja caer los cubiertos por la sorpresa.

— ¿¡El comandante Erwin es tu tío!? —pregunta Marco, dejando caer los cubiertos por la sorpresa.

— ¿No lo sabías? —Tris lo mira confundida, como si no terminara de creérselo.

— ¡Claro que no! —asegura Marco. Su rostro se transforma en una mueca de enfado. — Es la clase de cosas que un mejor amigo debería saber, Lyanna.

— Bueno, jamás dije que tu fueses mi mejor amigo —replico con picardía.

Marco se lleva la mano al corazón y finge un dolor insoportable.

— Era medio obvio, ¿sabes? —dice Annie. — Considerando que se apellida "Smith".

— ¡Oh, perdona, diosa de la investigación! —le contesta Marco. — Para mí no era algo tan obvio.

— Yo tampoco lo sabía —comenta Jean mientras mastica pedazos de comida.

— Eso es porque tienes el cerebro de un pony —Ymir toma un pedazo de pollo y se lo arroja en la cara.

— ¡Si quieres pelear salgamos afuera, maldita bastarda! —responde él, limpiándose la mejilla llena de grasa.

— Jean tiene razón, no se parecen en nada —comenta Mallory mientras sus ojos me analizan—. Erwin es altísimo mientras que ella, bueno... Él tiene unos ojos azules increíbles y los de ella... son marrón. El cabello de Erwin es rubio y ella es castaña. Él parece sacado de una pintura mientras que...

Mis cubiertos también caen y mis manos envuelven las solapas de su camisa.

— ¿Mientras que qué, Mallory? —pregunto, acercándolo un poco hacia mí.

— N-nada. Suéltame, p-por favor.

Lo suelto y seguimos charlando por un rato hasta que se me olvida lo ofendida que me siento. El ambiente es agradable y la cantidad que hay en el comedor me hacen sentir como si fuésemos una familia enorme. Grisha y Einer estaban tan alejados que ni siquiera rompían la armonía.

Como tan rápido que siento que el estómago va a explotarme en cualquier momento. Dejo los cubiertos y siento que alguien me observa.

— ¿Por qué siento... que alguien me está mirando? —digo, tratando de no elevar mucho la voz.

— Porque alguien lo está haciendo y con mucha intensidad —responde Marco—. Esa chica de ahí.

Volteo lentamente la cabeza y efectivamente, una chica de cabello castaño tiene sus ojos clavados en mí mientras su boca babea. La saludo tímidamente —por que no sé qué coño hacer— y me sorprendo cuando ella se levanta de golpe y se sienta a mi lado con una enorme sonrisa.

— ¿Te vas a comer eso? —pregunta mientras señala mi plato.

La miro confundida.

— Eh... no.

A la chica se le iluminan sus ojos y me abraza rápidamente. Luego, toma mi plato y se levanta.

— ¡Por cierto, mi nombre es Sasha Blous! —grita y después vuelve a su mesa.

Todos nos quedamos callados, hasta que Marco rompe el silencio:

— Eso fue extraño.

— Sí, muy extraño —dice Jean, mirando a la chica—. Pero es muy linda, ¿no?

El resto de la comida es tranquila y no vuelve ninguna chica a pedir comida. Cuando vuelvo a mi habitación recuerdo las palabras del capitán y maldigo tener que levantarme a las cinco de la mañana.

Agarro la bolsa que tiene mis pocos objetos personales y busco dentro hasta que encuentro un pequeño peluche viejo. Cuando lo miro durante mucho tiempo, puedo recordar como era antes de perder un ojo.

— Nunca me atreví a preguntarte por él en la Sede —dice Tris.

Era pequeña, mi cumpleaños número cuatro si mal no recuerdo.

<<¡Es un oso! ¡Es un ojo con cara graciosa!>>

— No hay mucho que contar —respondo, sin quitarle la mirada al oso—. Es lo único que me queda de mis padres, un estúpido y roto peluche.

<<Lo único que pude conservar de mi antigua vida. Lo único que los titanes no destruyeron.>>

— Es una lástima que este mundo cruel nos arrebate todo —responde Tris, con tanta pena que sé que no se refiere al oso. 

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