βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

β€– π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈𝐈
β€– π€π‚π‹π€π‘π€π‚πˆπŽππ„π’
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π—π—π—πˆ: Malos presagios

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By Lucy_BF

──── CAPÍTULO XXXI ─────

MALOS PRESAGIOS

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        LOS DIOSES PARECIERON estar de su lado aquel día, dado que, luego de una lucha encarnizada en la que perecieron numerosos hombres y mujeres, tanto de un bando como del otro, los guerreros y skjaldmö que estaban al servicio de Lagertha lograron repeler la invasión y expulsar a los asaltantes, quienes huyeron con el rabo entre las piernas. Aunque la suerte no solo les sonrió en ese aspecto, sino que, además, Lagertha, en compañía de un nutrido grupo de escuderas —entre las que se encontraban Kaia y Astrid—, consiguió frenar el avance de la cuadrilla que había desembarcado en el muelle con claras intenciones de hacerse con el control del Gran Salón. Con lo que no contaron los intrusos, sin embargo, fue que la mismísima soberana les cortaría el paso a base de fuego y sangre.

«—Vienen más del embarcadero —pronunció La Imbatible, una vez que ella y Astrid se hubieron reencontrado con Lagertha en la bocacalle que conducía al muelle. Junto a ellas había unas cuantas skjaldmö que aguardaban órdenes—. Su principal objetivo será tomar el Gran Salón, así que tendrán que pasar por aquí para poder llegar hasta él —adujo. Sus iris grises no se despegaban de la rubia, que la escuchaba con atención—. Podemos aprovechar esa ventaja. Utilizarla a nuestro favor.

Los ojos de Lagertha relucieron al seguir el mismo hilo de pensamientos que su amiga. Sus labios delinearon una sonrisa fugaz, consciente de que si todo salía según lo planeado la victoria estaría asegurada.

—¡Traed aceite de ballena y unas antorchas! —dictaminó.»

Lagertha recibió a aquel grupo de hombres que tan convencidos estaban de que lograrían derrotarla con un incendio abrasador. En cuanto estuvieron lo suficientemente cerca, la reina arrojó la antorcha al suelo, donde previamente sus fieles guerreras habían vertido grasa de ballena para así favorecer la combustión.

Una peligrosa línea de fuego impidió que los beligerantes cruzaran al otro lado. Algunos de ellos no tuvieron los suficientes reflejos para apartarse antes de que las llamas comenzaran a extenderse. Sus gritos agónicos fueron música para los oídos de Lagertha, que no pudo evitar sonreír con satisfacción.

El resto, por el contrario, recibió una muerte mucho más dulce y piadosa. Las flechas no tardaron en abatir a todos aquellos que no habían sido víctimas del fuego. Tan solo uno de ellos quedó con vida. Un único hombre al que la rubia ordenó no matar para así poder sonsacarle información, datos jugosos que les permitirían descubrir quién andaba detrás de aquellos atentados.

Como cabía esperar, al principio el sujeto se negó a hablar. Aunque sus pocas ganas de colaborar no duraron mucho, y es que Lagertha podía ser muy persuasiva cuando se lo proponía. Sus métodos de tortura, aderezados con la captura de la esposa de aquel pobre desgraciado, bastaron para que este, cuyo nombre era Egil El Bastardo, se dispusiera a hablar.

Grande fue la sorpresa que se llevaron todos los presentes al enterarse de que quien había orquestado aquel ataque había sido nada más y nada menos que el rey Harald Cabello Hermoso. Pronto las piezas empezaron a encajar, puesto que alguien como Egil, un simple bastardo, no contaba con el poder ni los recursos suficientes para reclutar a todos aquellos hombres y mujeres. No era conde —sino el hijo ilegítimo de uno—, ni tampoco gobernante, de modo que él no podía haber sido el cabecilla.

Tan solo alguien como Harald habría sido capaz de maquinar algo así. Porque el monarca de Vestfold siempre había tenido puestas sus miras en Kattegat. Desde que Ragnar se había hecho con el trono, transformando aquella humilde aldea en uno de los puestos comerciales más importantes de Escandinavia, lo había ambicionado. No en vano su mayor sueño era convertirse en rey de toda Noruega, tal y como se había encargado de pregonar en incontables ocasiones.

La rabia y la frustración que le generó a Lagertha la confesión de Egil fue motor suficiente para que no tuviera piedad con él. Ordenó su decapitación inmediata, a pesar de los llantos y las súplicas de su dócil esposa, a quien la rubia advirtió de que, como volviera a verla por allí, correría el mismo destino que su amado.

El siguiente mandato de la soberana, tras la ejecución de Egil, fue que retiraran los cuerpos de las calles. Los cadáveres de los asaltantes serían incinerados a la mañana siguiente, sin liturgias ni ceremonias previas, mientras que los cuerpos de aquellos que habían fenecido protegiendo el reino serían entregados a sus respectivas familias para que estas pudieran llorarles en la intimidad de sus hogares.

No fue hasta al caer la noche que Kaia tuvo la oportunidad de reunirse a solas con Lagertha, quien se empeñó en curarle la herida del brazo. La misma que le infligió el hacha de aquel indeseable que había estado a punto de arrebatarle la vida a Astrid.

Debido a la insistencia de la rubia, La Imbatible no pudo negarse, por lo que se dejó hacer. Lagertha la arrastró hacia uno de los sillones con los que contaba la estancia, aquel que quedaba frente a la rudimentaria chimenea, y la instó a que tomara asiento, para después hacer ella lo mismo. Las dos se mantuvieron silentes durante los primeros minutos, observando el vaivén de las llamas, hasta que un esclavo les trajo todo lo necesario para realizar las curas pertinentes.

Sin articular ni una sola palabra, Kaia deslizó hacia abajo la manga izquierda de su camisa, lo justo para dejar al descubierto el enorme corte que abarcaba todo el ancho de su brazo. Un siseo de molestia se escabulló de su garganta cuando los dedos de Lagertha rozaron la piel circundante al tajo, que permanecía enrojecida y ligeramente hinchada.

Hacía horas que la herida había dejado de sangrar, de manera que la reina procedió a limpiarla con un trozo de tela y un poco de agua. No era muy profunda, así que no necesitaría puntos de sutura, lo que supuso un alivio para las dos.

Procurando no hacerle más daño del necesario, Lagertha cogió el paño, lo humedeció y lo pasó suavemente por la cisura. Concentrada en su faena, fue limpiando los restos de sangre en tanto Kaia la contemplaba en el más absoluto mutismo. 

La castaña había decidido centrarse en su compañera para así no pensar en lo mucho que le ardía la llaga. Admiró cada detalle de su hermosa fisonomía, preguntándose si no tendría delante a la mismísima Freyja, dado que estaba segura de que la belleza de la rubia no tenía nada que envidiarle a la de la diosa del amor y la fertilidad.

También se preguntó si se habría tomado las mismas molestias con Astrid y Torvi. Ambas habían resultado heridas durante el asalto: la primera por el fuerte golpe que recibió en la cabeza tras ser arrollada por aquel hombretón y la segunda por un flechazo que recibió en el hombro derecho, allá donde el peto de cuero endurecido no la protegía. 

¿Se habría encargado personalmente de sus heridas, al igual que estaba haciendo con ella? ¿O estaba recibiendo un trato especial de su parte, unas atenciones que ni siquiera su propia amante había tenido el placer de disfrutar?

—No deberías haberte molestado —manifestó Kaia con voz pastosa. No había tenido tiempo de pasarse por su casa para cambiarse de ropa y asearse, dado que, tras el interrogatorio de Egil, lo primero que quiso hacer fue asegurarse de que Hilda se encontraba bien, de modo que aún lucía su atuendo de escudera—. Es una herida superficial.

Lagertha negó con la cabeza.

—Aun así, hay que curarla —contradijo.

Al oírlo, Kaia sonrió con picardía. Adoraba esa faceta de Lagertha, tan humana y sensible. Puede que muchos la vieran como una gobernante a la que debían temer y respetar, como una valerosa guerrera que no le tenía miedo a nada ni a nadie, ni siquiera a la muerte, pero no podía decirse lo mismo de La Imbatible. Ella la conocía plenamente. 

Había pasado muchos años a su lado, compartiendo con ella numerosas experiencias, por lo que había tenido la oportunidad de ver todas sus caras, incluso las más ocultas. Conocía a la reina, a la condesa y a la guerrera, pero también a la madre, a la amiga y a la compañera.

Retornó a una expresión neutral, borrando aquella sonrisilla de sus agrietados labios. Los recuerdos de la batalla que había tenido lugar hacía apenas unas horas acudieron a su mente como un puñal recién afilado. Las imágenes de todas las personas que habían caído defendiendo su hogar hicieron que el estómago se le encogiera, dejando un gran vacío en su interior, y la confesión de Egil sobre quién estaba al mando de la milicia que les había atacado seguía resonando en su cabeza. Una y otra vez, sin descanso.

—Harald no se detendrá hasta hacerse con el control de Kattegat —volvió a hablar Kaia, ocasionando que Lagertha alzara el rostro hacia ella—. No parará hasta derrocarte. —El énfasis en esa última locución fue más que notorio.

La rubia se encogió de hombros, justo antes de volver a centrar toda su atención en el corte. Por mucho que se empeñase en aparentar lo contrario, era evidente que la había pillado desprevenida aquella traición por parte del caudillo vikingo. No por la alevosía en sí, sino por el hecho de que se hubiese aventurado a actuar estando él en tierras sajonas.

—En ese caso, tendrá que ponerle más empeño —farfulló Lagertha—. Buscar más bastardos que le hagan el trabajo sucio. —Frunció el ceño, poblando su frente de arrugas, y comprimió la mandíbula con fuerza. La ira aún burbujeaba en su interior.

Kaia exhaló un suspiro.

—¿Qué pasará cuando regrese de Inglaterra? —quiso saber.

—No lo sé. —La soberana también suspiró—. Pero no saldrá impune de esto. Pagará por lo que ha hecho —sentenció con la convicción grabada a fuego en sus titilantes pupilas.

De nuevo, se hizo el silencio.

Las falanges de La Imbatible comenzaron a juguetear con el dobladillo de su camisa, mientras Lagertha proseguía con su labor de curarle el brazo. Una vez que la rubia terminó de limpiarle la herida —que ya no lucía tan mal aspecto como al principio—, la cubrió con otro trozo de tela para así evitar posibles infecciones. Kaia compuso una mueca de dolor cuando su amiga apretó el nudo del vendaje para que este no se moviera.

—Lo siento —se disculpó Lagertha.

—Tranquila. —La castaña hizo un gesto con la mano, como queriendo restarle importancia al asunto—. Sobreviviré —añadió a la par que se recolocaba la manga. Rotó el hombro varias veces hasta que se acostumbró a la presión que ejercía la venda—. Es tu turno ahora. —Ante ese último comentario, su interlocutora arqueó una ceja, desconcertada—. El corte de tu pómulo —esclareció, señalando con un suave cabeceo la magulladura que podía advertirse en su mejilla izquierda.

En un acto reflejo, Lagertha se pasó las yemas de los dedos por aquella zona, donde los restos de sangre que se habían quedado adheridos a su piel habían formado una pequeña costra. Se mordisqueó el interior del carrillo ante el escozor que le produjo aquel simple roce.

—Supongo que no puedo negarme —tanteó con diversión.

—Supones bien —contestó Kaia en el mismo tono.

Lagertha carcajeó al escucharlo.

Tal y como había hecho la rubia antes que ella, Kaia aferró el paño y lo introdujo en el cuenco de agua que les había traído el esclavo, mojándolo de nuevo. Con suma delicadeza apresó el mentón de su compañera, exhortándola para que irguiera la cabeza. Algo dentro de ella se removió cuando los orbes celestes de Lagertha se posaron en los suyos, que eran tan grises como la plata líquida. Tomó aire y empezó a limpiarle la llaga.

La proximidad entre sus respectivos semblantes consiguió agitarla hasta límites insospechados, provocando que su corazón arrancara a latir desenfrenadamente. Podía sentir su cálido aliento chocar contra sus labios, que le pedían a gritos que acortara los escasos centímetros que las separaban y la besase como llevaba tiempo anhelando.

Por todos los dioses, era tan hermosa...

De manera inconsciente fue bajando la mano en la que sostenía el paño hasta que esta cayó contra su costado. La otra, en cambio, continuaba aprisionando la barbilla de la reina, con quien no había roto el contacto visual. Como si gozaran de libre albedrío, sus falanges se deslizaron sinuosamente por la línea de su mandíbula. Su piel era cálida y muy suave al tacto, un auténtico deleite para los sentidos.

Contra todo pronóstico, Lagertha no se apartó.

Aquello le brindó a Kaia el aplomo necesario para dejar que su mano ascendiera hacia la mejilla contraria a la de la cisura. La acarició con ternura, trazando pequeños círculos con el pulgar. Su gélida mirada no dejaba de alternar entre los ojos y la boca de la rubia. Y, por un momento, le pareció ver que ella hacía lo mismo. Durante unos breves instantes creyó discernir en sus iris azules el deseo que a ella misma la espoleaba cada vez que la tenía cerca.

Solo necesitaba inclinarse un poco más...

—¿Interrumpo algo? —La voz de Astrid las sobresaltó a ambas.

Kaia fue la primera en separarse. Con aparente tranquilidad se echó hacia atrás y dejó el trapo en el cuenco, para posteriormente clavar la vista en la puerta, desde donde la morena las observaba con una mueca inescrutable contrayendo sus facciones. Segundos después fue Lagertha la que giró sobre su cintura para poder encarar a su amante.

—¿Ocurre algo, Astrid? —inquirió la soberana, evadiendo por completo su pregunta.

La susodicha cruzó los brazos sobre su pecho, contrariada. Tenía una venda alrededor de la frente en la que podía apreciarse una pequeña mancha de color carmesí. Estaba más pálida de lo habitual y sus ojos permanecían bordeados por unas oscuras ojeras que destacaban contra su nuevo tono de piel.

—Un tal Trygve pregunta por ti —anunció Astrid, dirigiéndose a Kaia.

En cuanto aquel nombre salió a colación, La Imbatible sintió cómo, una vez más, la atención de Lagertha se focalizaba en ella. Sin variar lo más mínimo la expresión de su rostro, Kaia le devolvió la mirada, pudiendo distinguir una chispa de curiosidad latiendo en el fondo de sus orbes celestes.

Llevaba varios meses viéndose con Trygve, cuya plácida compañía la estaba ayudando a sobrellevar mejor la ausencia de Drasil, pero aún no le había contado nada a la rubia sobre sus encuentros furtivos con él. 

Era cierto que entre ambas no había secretos —nunca los había habido—, pero con aquel tema en particular había preferido guardar silencio. No porque no confiara en ella, ni mucho menos, sino porque no le resultaba cómodo. No teniendo en cuenta lo que sentía por ella.

—Gracias, Astrid —dijo luego de aclararse la garganta. Sin más preámbulos, se puso en pie, asió el talabarte del que colgaban su espada y su hacha y lo amarró a su cintura—. Nos vemos mañana —se despidió, regalándole una efímera sonrisa a Lagertha, que no demoró en corresponder al gesto—. Buenas noches.

El aposento permanecía sumido en la más absoluta penumbra. Tan solo algunos recovecos estaban parcialmente iluminados por la tenue luz de la luna, que se colaba a través de las rendijas de las ventanas. Las sombras fluctuaban en aquellos lúgubres rincones, bosquejando tétricas formas que se proyectaban en las paredes y que aumentaban de tamaño conforme Máni* recorría el cielo estrellado, en un intento desesperado por escapar de las temibles garras de Hati*.

En el lecho, mientras dormitaba, Hilda no dejaba de retorcerse bajo las gruesas mantas que la cubrían. Tenía la frente perlada en sudor, al igual que el pecho y la parte baja de su espalda, lo que propiciaba que la tela del camisón que llevaba puesto se quedase adherida a su arrugada piel.

Los quejidos y sollozos que brotaban de su garganta eran lo único que rompía la quietud que imperaba en el habitáculo. Sonidos cargados de angustia que hacían que la völva agarrase con fuerza la almohada, hundiendo las uñas en ella.

Fue entonces cuando abrió los ojos.

Al principio, sus cuencas revelaron dos globos oculares completamente blancos, donde el iris y la pupila habían sido engullidos por una pátina nívea y cristalina. Poco a poco estos fueron retornando a la normalidad, al mismo tiempo que la mujer recuperaba el control sobre sí misma.

Hilda se incorporó como una exhalación, justo antes de dejar escapar un alarido. Con el semblante deformado a causa del horror y la turbación, escrutó las inmediaciones de la alcoba, que parecía antojársele ajena, desconocida. Sus pensamientos emergieron de ese pozo sin fondo en el que se habían visto atrapados desde que aquella visión se había entremezclado con sus sueños, desde que aquellas perturbadoras imágenes habían invadido su mente, haciendo saltar todas sus alarmas.

Su respiración se entrecortó hasta el punto de comenzar a hiperventilar, por lo que cerró los ojos y ocultó el rostro tras sus temblorosas manos, tratando de serenarse.

No funcionó.

Por su mente empezaron a desfilar diversas escenas. Acontecimientos de un futuro incierto que provocaron que la bilis le subiera por el esófago y que el vello de la cerviz se le erizase. Una traicionera lágrima descendió por su mejilla, aunque enseguida se la secó con el dorso de la mano.

En la nebulosidad de aquel aposento Hilda tan solo fue capaz de articular una palabra. Un único nombre.

—Drasil...

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· ANOTACIONES ·

—En la mitología nórdica, Máni es la personificación de la Luna. Según la Edda poética, es hijo de Mundilfari y Glaur y hermano de Sól, quien, en contraparte, es la personificación del Sol. Máni es perseguido a través del cielo nocturno por el lobo Hati, quien es hijo de Fenrir. Cada vez que este logra acercarse a su presa se producen los eclipses lunares.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Espero que hayáis disfrutado leyendo el capítulo tanto como yo lo hice al escribirlo. Me resulta muy sencillo narrar desde la perspectiva de Kaia. No sé, estos dos últimos capítulos prácticamente me salieron del tirón (aunque sí es cierto que el anterior me costó más por el tema de la batalla xd). Tal vez influye el hecho de que Kaia es mi OC favorito de Yggdrasil. O que simplemente tenía ganas de salseo con ella y Lagertha, jajaja.

¿Qué os ha parecido la primera escena? ¿Soy la única a la que se le ha caído la baba con esas dos? Porque, no sé a vosotros, pero a mí me parecen cada vez más shippeables. Seguro que alguno me saltará con lo típico de que el único y verdadero amor de Lagertha es Ragnar, y que siempre lo será. No lo niego. De hecho, el de Kaia siempre será Søren. Pero la vida da muchas vueltas, y la gente cambia. Existen varios tipos de amor, ya que se puede querer a más de una persona a la vez, y eso es lo que quiero reflejar con esta pareja. En resumen: no me seáis rancios, por favor x'D

¿Y qué me decís de la última escena? ¿Os la esperabais? Os dije que se avecinaba drama, y los próximos cinco capítulos (porque son los que faltan para terminar el primer acto) van a ser muy intensitos. Tengo muchísimas ganas de empezar la temporada 5A, because tengo muchas cosillas pensadas y no veo el momento de reflejarlas en Word jajaja.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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