FELIZ NAVIDAD
El castillo ese año estaba más impresionante de lo común.
Las barandillas de la escalinata de mármol les habían añadido carámbanos perennes; los acostumbrados doce árboles de Navidad del Gran Comedor estaban adornados con todo lo imaginable, desde luminosas bayas de acebo hasta búhos auténticos, dorados, que ululaban; y habían embrujado las armaduras para que entonaran villancicos cada vez que alguien pasaba por su lado. Era impresionante oír Adeste, fideles... cantado por un yelmo vacío que no sabía más que la mitad de la letra. En varias ocasiones, Filch, el conserje, tuvo que sacar a Peeves de dentro de las armaduras, donde se ocultaba para llenar los huecos de los villancicos con versos de su invención, siempre bastante groseros.
La torre de Gryffindor seguía casi tan llena como durante el trimestre, y parecía más pequeña, porque sus ocupantes armaban mucho más jaleo aquellos días. Fred y George habían cosechado un gran éxito con sus galletas de canarios, y durante los dos primeros días de vacaciones la gente iba dejando plumas por todas partes
En aquel momento nevaba copiosamente en el castillo y sus alrededores. El carruaje de Beauxbatons, de color azul claro, parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha, junto a la cabaña de Hagrid, que a su lado era como una casita de chocolate con azúcar glasé por encima, en tanto que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha. Abajo, en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos. La única que encontraba algo de lo cual quejarse era Fleur Delacour.
—Toda esta comida de «Hogwag» es demasiado pesada —la oyeron decir una noche en que salían tras ella del Gran Comedor—. ¡No voy a «podeg lusig» la túnica!
—¡Ah, qué tragedia! —se burló Hermione cuando Fleur salía al vestíbulo—. Vaya ínfulas, ¿eh?
—¿Irás al baile con Theo? —preguntó Harry.
—Sí. Me lo pidió hace unos días —dijo Hermione observando a Daphne acercarse.
—¡No me dirás que ha conseguido pareja para el baile! ¿La sangre sucia de los dientes largos? —se escuchó la arrastrada voz de Malfoy tras ellos.
Harry y Ron se dieron la vuelta bruscamente, pero Hermione saludó a alguien detrás de Malfoy:
—¡Hola, profesor Moody!
Malfoy palideció y retrocedió de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody estaba todavía sentado a la mesa de los profesores, terminándose el guiso.
—Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? —dijo Hermione mordazmente ella, Harry, Annie y Ron reían con ganas.
—Hermione —exclamó de repente Ron, sorprendido—, tus dientes...
—¿Qué les pasa?
—Bueno, que son diferentes... Lo acabo de notar.
—Claro que lo son. ¿Esperabas que siguiera con los colmillos que me puso Malfoy?
—No, lo que quiero decir es que son diferentes de como eran antes de la maldición de Malfoy. Están rectos y... de tamaño normal.
Hermione les dirigió de repente una sonrisa maliciosa. Annie negó con una sonrisa.
—Bueno... cuando fui a que me los encogiera la señora Pomfrey, me puso delante un espejo y me pidió que dijera «ya» cuando hubieran vuelto a su tamaño anterior —explicó—, y simplemente la dejé que siguiera un poco. —Sonrió más aún—. A mis padres no les va a gustar. Llevo años intentando convencerlos de que me dejaran disminuirlos, pero se empeñaban en que siguiera con el aparato. ¡Hola Daphne! ¡Hola Issa!
La Slytherin y Hufflepuff iban en su dirección.
—Hola chicos —saludó Daphne sonriente.
—¡Hola! —exclamó Issa. Annie la abrazó y Harry revolvió su cabello.
—¿De qué se reían? —preguntó Daphne curiosa.
—Malfoy —contestó Annie.
—Quisiera poder ir al baile —dijo Issa desanimada.
—En unos años tal vez haya otro y puedas ir —la animó Annie.
Todos se sentaron en una parte del corredor.
—¿Dónde está mi gryffindor favorita? —una voz se escuchó a sus espaldas.
Theo venía llegando y se sentó al lado de Hermione dándole un beso en la mejilla.
—¿Y Blaise? —preguntó Annie.
—Comiendo aún —se encogió de hombros.
—¿Me acompañas? —fue lo único que Annie escuchó decir a Ron cuando él y Daphne desaparecieron por otro pasillo.
—Quisiera saber que se traen esos dos.. —murmuró Annie pensativa.
—¿Ustedes irán juntos al baile, no? —preguntó la pequeña.
—Así es pelirrojita —respondió Harry. Annie sentía que el pelinegro veía a Issa como una hermana pequeña que de algún modo lo comprendía; no conoció a sus padres y su infancia no fue la mejor.
—¿Te quedarás en navidad? —preguntó Annie.
—Sí. No tengo ganas de volver al orfanato —se encogió de hombros.
—Te entiendo —asintió Harry. Annie desvió el tema para que ninguno de los dos se pusiera triste en aquellas bonitas fechas que Annie tanto adoraba.
Ron y Daphne volvieron con pastelillos diversos para todos y en compañía de Blaise.
—¡Ya llegó por quien lloraban! —exclamó arrojando los muffins a cada uno.
—¿Perdona, quién? —bromeó Annie. El Slytherin se llevó una mano al pecho, luciendo ofendido.
—Me hieres, amiga.
Annie le guiñó un ojo y mordió su muffin.
—¿Tienes vestido, Annie?
La castaña asintió.
—¿Ah, si? —inquirió Harry curioso.
—¿Con qué pensabas que iría? ¿Un saco? —bromeó.
—Con lo que sea que te pongas te verás bien —se encogió de hombros.
Annie puso los ojos en blanco pero sonrió.
(...)
Cuando los cuatro volvían a la sala común, Pigwidgeon había aparecido frente a ellos con una carta.
Los cuatro de adentraron a la torre y, con cuidado que nadie los escuchara, Harry leyó:
Querido Harry:
Mi enhorabuena por haber superado la prueba del dragón. ¡El que metió tu nombre en el cáliz, quienquiera que fuera, no debe de estar nada satisfecho! Yo te iba a sugerir una maldición de conjuntivitis, ya que el punto más débil de los dragones son los ojos...
—Eso es lo que hizo Krum —susurró Hermione.
... pero lo que hiciste es todavía mejor: estoy impresionado. Aun así, no te confíes, Harry. Sólo has superado una prueba. El que te hizo entrar en el Torneo tiene muchas más posibilidades de hacerte daño, si eso es lo que pretende. Ten los ojos abiertos (especialmente si está cerca ese del que hemos hablado), y procura no meterte en problemas. Escríbeme. Sigo queriendo que me informes de cualquier cosa extraordinaria que ocurra.
Sirius
—Lo mismo que Moody —comentó Harry en voz baja, volviendo a meterse la carta dentro de la túnica—. «¡Alerta permanente!» Cualquiera pensaría que camino con los ojos cerrados, pegándome contra las paredes.
(...)
—We wish you a merry christmas... we wish you a merry christmas —cantó Annie para despertar a Hermione.
Hermione rió y se sentó en su cama.
—Feliz navidad, Annie —dijo observando sus regalos.
—Feliz navidad, Herms —respondió Annie alegre.
—¿Irás con Harry? —preguntó Hermione bostezando.
La castaña asintió y salió del cuarto. Llegó al dormitorio de los chicos y tocó. Abrió la puerta y entró.
—Feliz navidad, Annie —dijeron Neville, Seamus y Dean.
—Feliz navidad, chicos —su mirada viajó hasta donde estaba Harry junto a.. ¿Dobby?
—¡Ann! —exclamó Harry sonriente.
—Hola —saludó sonriente. Harry se hizo a un lado en su cama para que Annie se sentara ahí.
—Feliz navidad —murmuró.
—Feliz navidad, James —Harry la acercó y la besó suavemente.
Las burlas de sus compañeros no se hicieron esperar.
—Hola Dobby —saludó Annie.
—Señorita —hizo una inclinación— ¡Harry Potter le ha regalado calcetines a Dobby!
—¿Ah, si? —preguntó con una sonrisa.
Dobby se los enseñó mientras asentía—. Dobby le trajo un regalo a Harry Potter.
Le extendió pequeño paquete a Harry, que resultó ser... un par de calcetines.
—¡Dobby los ha hecho él mismo, señor! —explicó el elfo muy contento—. ¡Ha comprado la lana con su sueldo, señor!
El calcetín izquierdo era rojo brillante con un dibujo de escobas voladoras; el derecho era verde con snitchs.
—Son... son realmente... Bueno, Dobby, muchas gracias —le dijo Harry poniéndoselos, con lo que Dobby estuvo a punto otra vez de derramar lágrimas de felicidad.
—Ahora Dobby tiene que irse, señor. ¡Ya estamos preparando la cena de Navidad! —anunció el elfo, y salió a toda prisa del dormitorio, diciendo adiós a los otros al pasar.
Los demás siguieron abriendo sus regalos mientras Annie observaba los regalos de Harry, se decidió dejarse caer en la cama.
—Iremos abajo, ya saben, privacidad —insinuó Seamus haciéndolos sonrojarse. Los cuatro Gryffindor tomaron sus regalos y salieron de la habitación.
—¿Te gustó mi regalo? —preguntó Harry recostándose a su lado.
—Claro que sí. Gracias —respondió Annie besando su mejilla.
Harry la abrazó y escondió su rostro en el espacio que había entre el cuello y el hombro de Annie.
—¿Puedo ver tu vestido? —murmuró Harry dándole cosquillas a Annie.
—Nop.
—¿Porqué? —se quejó.
—Es sorpresa.
Harry bufó pero no comentó nada más.
—¿Tienes hambre? —preguntó minutos después.
—Un poco.
—¿Quieres bajar a desayunar? —sugirió Harry sin abandonar su posición y con los ojos cerrados.
—Sería lo mejor, si —respondió Annie.
Harry besó su cuello y se separó para poder ir a cambiarse.
Harry y Annie encontraron a Hermione y Ron en la sala común y bajaron a desayunar juntos. Se pasaron casi toda la mañana en la torre de Gryffindor, disfrutando de los regalos, y luego bajaron al Gran Comedor para tomar un magnífico almuerzo que incluyó al menos cien pavos y budines de Navidad, junto con montones de petardos sorpresa.
Por la tarde salieron del castillo: la nieve se hallaba tal cual había caído, salvo por los caminos abiertos por los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons desde sus moradas al castillo. En lugar de participar en la pelea de bolas de nieve entre Harry y los Weasley, Hermione y Annie prefirieron contemplarla, y a las cinco les anunciaron que volvían al castillo para prepararse para el baile.
—¿Tres horas antes? —preguntó Harry confundido. Annie asintió y siguió a Hermione.
—¿Y mi beso? —exclamó Harry observándola partir al castillo. La castaña volteó y lanzó un beso al aire. Desaparecieron tras los muros del castillo.
(...)
—De acuerdo. Espero que funcione —murmuró Annie observándose en el espejo y a todo el maquillaje en la mesa.
Las dos castañas ya se habían dado una ducha y estaban comenzando a alistarse.
Dos horas y media más tarde, Annie ya estaba lista en cuanto a peinado y maquillaje, pero estaba ayudando a Hermione con su maquillaje.
—Bien... creo que esto ya está —Hermione se miró al espejo y sonrió.
—¡Gracias Annie! —la abrazó sonriendo.
—Faltan los vestidos. Vamos —Annie tomó el suyo que estaba protegido por un plástico y entró al baño. Estuvo un buen rato intentando ponérselo bien.
Cuando salió, Hermione tenia puesto un hermoso vestido azul.
Annie fue hasta su mesa de noche y tomó una cajita. Sacó los collares de Harry y su pulsera, colocándoselas. Se colocó los tacones y, estaba lista finalmente.
—¡Estás hermosa, Annie! —chilló Hermione.
—¡Tu también!
—Harry se va a querer morir —bromeó Hermione.
Annie sonrió—. Vamos. Ya es tarde.
Se aseguraron que no faltara nada y bajaron.