Cuervo (fantasía urbana)

By AvaDraw

1.8M 275K 211K

Alexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que... More

Nota
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47 (I)
Parte 47 (II)
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52 (I)
Parte 52 (II)
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 60
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 65

Parte 8

29K 4.6K 3.6K
By AvaDraw

El ataque de la noche del viernes fue aún peor que los anteriores. Se me resecó tanto la piel que mis brazos acabaron cubiertos de escamas desde el dorso de la mano hasta el codo, y las rodillas empezaron a cuartearse también. En algunas zonas de los brazos las escamas se volvieron duras y oscuras.

Me apliqué la crema hidratante con diligencia. Empecé extendiéndola con los dedos, pero acabé echándome el bote entero sin mucha ceremonia, para aliviarme. A media noche las escamas desaparecieron por completo y la piel me quedó bastante suavecita.

No podía seguir pensando que aquella dermatitis loca estaba relacionada con el amor. Había tenido amigas enamoradísimas y a ninguna le habían salido escamas. ¿Y si estaba relacionado con la telekinesis? Me había empezado a pasar cuando empecé a usar mi poder y a mover cosas, así que decidí dejar de usarlo por precaución. Además, iría el lunes sin falta al médico.

El sábado por la mañana mi tía me vio tirar el bote de un litro de crema hidratante que había comprado el día anterior. No sé qué pensó porque no me dijo nada, pero abrió mucho los ojos.

Habíamos llegado al sábado, el día que Tatiana y Elena me habían recomendado ir a ver a Mario. Apenas comí por los nervios. Me peiné, algo que me había propuesto hacer cada día sin éxito, metí en mi mochila algo para llevarle de regalo y salí hacia su casa. Estaba convencida de que iba a cagarla de un modo u otro, pero no estaba tan nerviosa como cabría esperar: No tenía nada que perder, Mario no podía odiarme más ni mi vida social podía empeorar.

Tardé cuarenta minutos en llegar a su casa andando. En metro eran menos de diez minutos, pero me negaba a cogerlo por si acaso volvía a perderme.

Llegué a su calle y vi a lo lejos a Mario y a Héctor de espaldas, caminando hacia su portal. Me detuve a observarles. Por muchas ganas que tuviera de hablar con Héctor juntar ambos encuentros era una idea horrible. Debían haber aprovechado que no hacía mal tiempo para ir a dar una vuelta. Héctor iba un poco mejor vestido que de costumbre y llevaba un gorro para protegerse del frío. Mario en cambio iba con un chándal que bien podría haber sido usado de pijama. No se manejaba mal con las muletas y no apoyaba el pie en ningún momento. Afortunadamente no se veían clavos y hierros saliendo de su pierna, al menos desde donde yo estaba. Eso me daba esperanzas de que no necesitara una segunda operación.

Cuando llegaron al portal, Mario se dio la vuelta para despedirse antes de entrar a su casa. Pude ver que tenía bastante mejor cara que la última vez que le vi. Dobló la pierna mala y la apoyó en la empuñadura de una de las muletas. Supuse que así se cansaría menos.

Vi que Héctor daba un paso hacia él, le pasaba un brazo por los hombros y le daba un delicado pero intenso beso. Fue breve, pero fue muy tierno. Una sonrisa iluminó la cara de Mario cuando se separaron. Alargó la mano, cogió a Héctor por el jersey y tiró para atraerlo hacia él de nuevo.

Volvieron a besarse, esta vez durante más tiempo. Con calma, como si sucediera a cámara lenta. Solo dejaban de besarse para juntar las frentes, mirarse y sonreír. Sus manos libres se rozaron y entrelazaron los dedos. Parecía la escena de una película.

Mario estaba realmente embobado, parecía que no existía nada más a su alrededor.

Emanaban toneladas de ternura y cariño. Entendí por qué tanta gente, porqué mis compañeros de instituto, querían proteger algo tan puro, algo tan real, algo tan perfecto.

Aquello era distinto a lo que estaba acostumbrada a ver. Era amor, sin duda. No era como cuando mis amigos se liaban en las fiestas del pueblo, que se chupaban las caras y se magreaban sin ningún pudor. No era sucio. No era algo de lo que avergonzarse. No era Héctor.

No era...

¿¡No era Héctor!?

Casi me atraganto. Tenía su estatura, su complexión, y le asomaba pelo de su mismo color debajo del gorro, pero Mario se lo quitó al cogerle de la nuca para acercarle, y vi un corte de pelo que no se parecía para nada a una cresta. Me quedé de piedra y él se giró hacia mí un par de segundos quedándome totalmente claro que no era él.

Sin pensarlo ni un segundo me di la vuelta y salí corriendo.

Con el corazón en un puño, corrí un par de manzanas antes de detenerme.

¿Por qué estaba huyendo yo? Era Mario el que le estaba siendo infiel a Héctor, era él quien estaba metiendo la lengua en una boca que no era la de su novio.

Alguien me tocó el hombro. Me llevé las manos a los bolsillos para comprobar que no se me hubiera caído nada en la carrera. Con mi suerte sería lo más probable.

Pero al darme la vuelta no encontré a ningún señor con algo mío en la mano, sino al chico que se había estado besando con Mario.

—Perdona —jadeó recobrando el aliento—. ¿Podrías venir un momento? Mario, creo que le conoces, te busca.

Mierda.

—Ah. Sí, Mario. Vale —dije como si nada. Por dentro me estaba muriendo de miedo.

Echamos a andar. Yo iba un paso detrás suyo y el silencio me estaba matando.

—¿Está Mario por aquí? —vaya pregunta más absurda. Mi ingenio cada día me decepcionaba más.

—Sí.

No volvió a abrir la boca hasta que llegamos a donde estaba Mario.

—Hola Cuervo —murmuró mi compañero cojo. De cerca vi que tenía bastante menos acné que antes.

Di un paso para darle dos besos, pero él miró al suelo esquivándome. La tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo.

—Que... —gracias a Dios tenía algo de que hablarle—. Estaba por tu calle porque venía a traerte una cosa... y a irme —saqué de mi mochila una botella de aceite de oliva—. Es de mi pueblo. Y ya está... Me tengo que ir ya, que he quedado.

Le acerqué la botella, pero él no hizo ningún amago de cogerla. La miró con aprensión.

—¿Crees que pierdo aceite o algo así?

Toda la sangre de mi cuerpo se reunió en mis mejillas. Mi cara debía estar rojísima. Había aparecido en el peor momento y al parecer con el peor regalo.

—No —un hilillo de voz salió de mi boca.

—¿Os habéis presentado? —Mario cambió de tema señalándonos a mí y al otro chico.

—No.

—Él es Álvaro.

—Ah, encantada —no me atreví a darle dos besos no fuera a rechazarme también.

Nos quedamos en silencio, y de nuevo yo no podía quedarme calladita.

—Es un buen aceite, de primera prensada —volví a ofrecerle la botella.

—Sé que nos has visto —me cortó Mario—. Te he visto salir corriendo.

—¿Ver? ¿el qué? —me dio la impresión de que todos los tics posibles se estaban manifestando en mi cara a la vez—. Yo no veo nada, de lejos veo menos que una polla vendada.

—¿Una polla? —preguntó Mario.

—Una gallina, ya sabes. Con los ojos vendados... la gallinita ciega. No me refería a un pene con heridas y...

—Te he entendido —parecía que Mario podría haber sonreído si no hubiese estado tan nervioso.

—No os he visto juntos... —yo y mi increíble habilidad para cagarla—. Es decir, si hubieseis estado juntos no lo habría visto. O si hubieseis estado separados o...

—Como matona antigay eres infalible —me interrumpió Mario algo molesto, señalándose la pierna escayolada—. Pero mientes fatal.

—¿Es ella la de...? —Álvaro se posicionó a su lado y me miró de arriba a abajo.

—Sí —suspiró Mario.

La mandíbula de Álvaro se tensó, dio un paso hacia Mario y se encaró conmigo.

—Yo no... —me atasqué.

—¿Tú no qué? —Álvaro me desafió y tuve que mirar al suelo.

—Yo no quise... Fue sin querer —sujeté con fuerza la botella de aceite—. En ese momento vi una cucaracha enorme con las tripas por fuera y moviéndose y, de verdad, que yo otra cosa no, pero no puedo con las cucarachas. Ratas, arañas, bichas... lo que sea menos cucarachas. Y la vi, y me dio un asco horrible, y al apartarme te empujé sin querer y dije "qué asco", pero por la cucaracha, no por ti. A mí me gustan los gays. Como amigos. O como no amigos. Bueno no, como conocidos —¿por qué no podía estarme calladita? —. O desconocidos o... —apreté los labios para cerrar por fin mi bocaza. Conté hasta cinco antes de seguir—. Amor es amor.

Álvaro miraba a Mario y este a mí.

—¿Una cucaracha?

—Sí —respondí.

—La verdad es que eso tiene más sentido que empujar por las escaleras a tu primer amigo del instituto el primer día de clase...

Sonreí con amargura.

—No empujo ni a la gente que odio de verdad.

Bueno, al menos no lo hago desde hace años.

Mario y Álvaro se miraron y sonrieron. Parecían más relajados.

—Pues qué putada —Mario ladeó la cabeza—, porque todo el mundo cree que...

—Ya...

—Y no habrán sido muy amables contigo.

Me limité a encogerme de hombros.

—La gente del instituto te quiere mucho.

—Joder —me miró con lástima—. Qué mala pata, chica... te expulsaron y todo.

—La pierna te la rompiste igual, aunque fuese sin querer.

—Ya.

—Lo siento —dije algo nerviosa.

Levantó el brazo que no sujetaba la muleta, indicándome que me acercara y nos abrazamos unos segundos. Fue un abrazo breve, le aparté rápido, hacía semanas que no tocaba a otra persona y me hizo sentir demasiadas cosas. No quería echarme a llorar allí en medio.

Afortunadamente Mario estaba más alterado que yo y no notó nada. Cambiaba constantemente las manos de posición en las muletas.

—Tengo que pedirte una cosa —me puso una mano en el hombro, no supe si para que le prestara atención o para tener un sitio donde apoyarse—. Es importante.

—¿Es por...? —señalé a Álvaro con un pequeño gesto.

—Sí —suspiró profundamente antes de continuar—. No le puedes contar a nadie nada de esto. Nada de lo que has visto ni nada. Nadie debe saberlo. Héctor no puede enterarse ¿entiendes?

—Pero... él... —Héctor iba a enterarse de todos modos, si se habían estado dando el palo en medio de la calle.

—Por favor —su mirada de súplica me conmovió—. Te juro que se lo voy a contar —miró al suelo y tragó saliva—. Se lo contaré yo cuando llegue el momento —Álvaro carraspeó—. Pronto. Pero es importante que se entere por mí, no por otros.

Traté de parar a mi subconsciente, pero esas palabras me transportaron unos meses hacia atrás y recordé la imagen de Pablo negando con la cabeza aquella noche de abril. Algo se me clavó en la conciencia.

—Lo entiendo —mi voz sonó voz grave y cansada. Un tono que no usaba desde que había llegado a Madrid—. No te preocupes, no diré nada.

De todos modos, no tenía a quien contárselo.

Le pregunté por su pierna, la operación y sobre cuándo volvía a clase. Me dijo que en una o dos semanas le vería por allí. Me insistió en que viera la serie "Plata de Ley", aunque al parecer Álvaro la odiaba.

Tuve que insistir para que se quedara el aceite de oliva, me dio la impresión de que no le gustó demasiado. Me resultaba raro porque la gente de Madrid siempre se llevaba garrafas de aceite del pueblo.

Regresé a casa caminando. De camino paré por el supermercado para comprar más crema hidratante, y agua mineral.

Cené una tortilla que me preparó mi tía y me metí en mi cuarto a buscar en el móvil los capítulos de "Plata de Ley" mientras esperaba que empezara el ataque.

Esta vez empezó un poco antes de lo habitual. Puse el móvil en la nevera para evitar la tentación de usarlo y volví a mi cuarto a esperar a que pasara y echarme crema.

Me dolía mucho pensar en Héctor. Emocional y físicamente. Sentía un dolor terrible en el vientre y el costado, peor que los otros días. Quizá saber por lo que iba a tener que pasar empeoraba las cosas. Iba a ser terrible enterarse de que su chico estaba con otro, de que estaba enamorado de otro y ya no quería estar con él.
Además no había más gays en todo el curso.

Una punzada de dolor me atravesó todo el cuerpo y me tuve que morder el puño para no gritar. Con la otra mano me aferraba a las sábanas, tratando de quedarme tumbada para no patear nada por el dolor. Nunca me había dolido nada tanto. Encima el puño estaba lleno de crema hidratante y sabía bastante mal.

Intenté centrarme en pensar que a media noche todo habría acabado y podría dormir, pero a ese pensamiento le seguía la idea de que mañana tendría otro ataque aún peor.

Cuando el ataque estaba terminando sentí algo deslizarse junto a mi hombro. Me giré para comprobar qué era y vi una serpiente. De inmediato la identifiqué como una culebra bastarda, era fácil verlas en el pueblo. No son en absoluto peligrosas así que traté atraparla, pero se deslizó por encima de mi cabeza.

Me levanté de un salto para verla mejor, empecé a levantar sábanas, apuntes, montones de ropa y trozos de papel higiénico. Puse mi habitación patas arriba (cambiando el desorden de sitio) sin éxito. No la encontré.

Tomé un sorbo de agua embotellada.

Era muy posible que hubiese sido una alucinación. Que me estuviera volviendo loca como mi tía, y que el agua del supermercado aún no hubiese sacado toda el agua alucinógena de Madrid de mi organismo.

Pero también era posible que la serpiente fuese real. Así que no podía seguir posponiéndolo: había llegado el momento de ordenar mi habitación.

Hola!

Para compensar que la semana pasada no subí capítulo, esta subo dos :D

¿Creéis que Mario hablará con Héctor antes de que Cuervo pueda meter la pata?

Quiero agradeceros vuestro apoyo, votos, comentarios y que sigáis leyendo. Y especialmente a quienes estáis empezando a hablar de esta historia en vuestras redes sociales, por eso este capítulo va dedicado a Mariana, que me ha estado promocionando en Facebook ❤️


Continue Reading

You'll Also Like

111K 25.5K 192
⚠️Solo a partir del capítulo 201, primera parte en mi perfil.⚠️ En un giro del destino, Jun Hao, un despiadado matón callejero conocido por su fuerza...
36.7K 5.8K 17
«Mi futuro marido sabe todo de mí... yo solo sé que cuadruplica mi edad, y que pertenece a una especie que podría matarnos a todos» Libro de la saga...
18.5K 1.6K 49
Twilight al saber que la ex alumna de Celestia le robó la corona decide junto con Spike ir a recuperarla, para eso debe viajar a un mundo diferente a...
50.4K 6.7K 53
˚→ ˚→ ˚→ Ann Taylor una joven mexicana de 22 años, llena de sueños viaja por primera vez a Italia, en medio de su recorrido en las ruinas antigu...