Canguros y cangureras || HunH...

By HunHanTuPatron

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🍼 Muchas cosas pueden pasar cuando Luhan hace de niñero para la hija de Sehun y la atracción entre ambos des... More

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🍼 «Más parecido a una familia» 🍼

Kangta lo llamaba el arte de prepararse para lo impreparable, los estudiantes la vida si pudiera evaluarme. De cualquier modo, todos se referían a lo mismo: técnicas de improvisación. Luhan nunca pensó que aprobar el curso resultaría tan sencillo como plantarse en el escenario e inventar un montón de chorradas que se ajustaban según la atmósfera de la obra, pero alguna utilidad debía tener lo de ir por ahí tomando decisiones apresuradas.

Al final, la vida y la actuación son justamente eso. Una ejecución interminable de actos impensados, diálogos espontáneos y emociones inesperadas que pueden sacarte de apuros o meterte en otros nuevos. El problema de improvisar fuera del aula y con un bebé de nueve meses como compañera de reparto, es que sin importar cuánto creas dominar la técnica, sus cartas siempre serán las más imprevistas.

¿Cómo se las había ingeniado para devolverlos a ese caótico primer día?

Hacía un par de semanas desde que se volviera canguro, diez días desde que su relación con Seulgi comenzara. El asunto no era tan complicado como antes lo había pensado, aunque gran parte de sus avances se debían al talento para improvisar que Luhan poseía y a la buena disposición de la niña para perdonarlo cuando cometía algún error. «Ya estoy acostumbrada» debía pensar, cuando eso ocurría.

Lo más difícil de cuidar un bebé era la facilidad con que el ambiente podía cambiar, como esas veces en que su niñero tardaba más de lo debido en preparar los biberones y saciar su ruidosa pancita o cuando Luhan notaba medio minuto tarde que el pañal estaba sucio. Seulgi tenía tres formas para denotar su molestia: quejándose, removiéndose y la más típica (pero nada agradable) estallando en llanto.

Buscar tutoriales en internet, leerse las guias para padres novatos que Sehun tenía o recurrir a lo primero que se le ocurriera para confortar a la niña como métodos para sobrevivir a esos instantes de caos, habían demostrado su eficacia sólo porque Luhan se ceñía a las tres reglas de la improvisación que su profesor le hubiera inculcado: escucha y conecta, respira profundo, no te des por vencido.

— Supongo que me lo merezco por hacer trampa — se lamentó el castaño.

Osita se removía entre sus brazos, llorando a todo lo que daban sus cuerdas vocales. Luhan no entendía la molestia pues el pañal estaba limpio, hacía poco que le diera el biberón y tampoco tenía gases. Creyó que si la arrullaba conseguiría tranquilizarla, pero Seulgi no parecía estar buscando que le hiciera dormir. «Debe extrañar a su papá» se le ocurrió.

No lo pensó dos veces y dejando a la niña en la cuna, buscó la sudadera gris que Sehun le hubiera dejado en caso de emergencia. El rubio le había dicho que si la prenda dejaba de funcionar, podía buscar alguna otra en su gaveta o volver a recurrir al cojín de su cama, pues las telas llevaban impregnada la fragancia que Luhan mismo encontraba alucinante.

La primera vez que se puso el hoodie, el castaño agradeció que Sehun no estuviera cerca para advertir el sonrojo en sus mejillas. La sudadera era dos veces su talla, pero sin importar que tuviera que doblar los puños para liberar sus manos, a Luhan le gustó sentir como si el rubio se encontrara a su lado, envolviéndolo en un cálido abrazo con aroma a colonia, menta y jabón. «Tarado» se riño él mismo.

Justo ahora, haber intentado engañar a la hija y fantasear en secreto con las atenciones del padre, le pasaban factura. Seulgi no creía más que su persona favorita en el mundo se encontrara a su lado y Luhan comenzaba a sucumbir ante la desesperación. «Venga, se me tiene que ocurrir algo. No puedo sólo dejar que se deshaga en lágrimas hasta que Sehun vuelva y me despida por torturarla» se dijo.

No se dio cuenta de lo que hacía, hasta que el llanto cesó y los preciosos ojos marrones que Seulgi poseía se fijaron en él. La dulce melodía brotando de sus labios era lo único que se atrevía a llenar el silencio, haciendo vibrar su garganta y calentando el pecho de la niña en sus brazos. No era la primera vez que le cantaba, lo hizo el día que Sehun presentó su proyecto, así que el sonido de su voz era el primer recuerdo que osita tenía de él.

— Qǐng bié chuō pò cáng qǐ de cuì ruò...

Aplicar a la carrera en música nunca fue parte de sus planes, Yi Fan lo obligó a inscribirse porque le gustaba su voz y quería que aprovechara la oportunidad para pulirla y sacarle brillo. La noche del recital de Navidad, en el que Luhan participaba con un solo por recomendación de la profesora, su hermano arrastró a un posible socio de su firma al auditorio, porque de llevarlo a cenar no habría alcanzado a llegar a tiempo para su presentación.

Esa noche, el castaño ganó una nueva fanática, alguien que al igual de su gege quedó prendada de su voz y amenazó con volver a chillar si Luhan no la consentía con más.

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La quietud que reinaba en el apartamento lo hizo pensar que su canguro se había quedado dormido de nuevo, cuando no bien recorrer el sitio sin advertir rastros de sus personas favoritas, Sehun ingresó en la pieza de su hija y fue a encontrarse con la escena que hizo derretir su corazón. Había hecho remodelar el estudio luego de convertirse en papá, pues hasta el nacimiento de Seulgi no se suponía que la niña fuera a vivir con él.

Soo-young estuvo a cargo de la decoración, a su hermano no le hizo gracia que ignorara sus ideas e hiciera caso a la otra sólo porque era mujer y sabía lo que una niña necesitaba, pero al final tampoco quedó inconforme con el resultado. La pieza que antes de su intervención lucía fría y hasta aburrida, se convirtió en la más acogedora de las habitaciones, con el papel tapiz de un suave lila y todos esos juguetes decorando las repisas.

Había un mueble, un solo elemento que Sehun se aferró en incluir y es que siempre creyó que el día en que tuviera hijos habría un sitio especial en la habitación, un rinconcito exclusivo donde tumbarse y disfrutar de la dicha de ser papá. Descubrir a Luhan en la mecedora, Seulgi siendo un capullo entre sus brazos, no era lo que imaginaba de una vida como padre... realmente, aquella era la escena de una familia y por alguna razón, parecía perfecta.

— Hola — saludó Luhan, en un quedo murmullo.

La sonrisa en sus labios resplandecía a pesar de la escasa iluminación y es que el castaño habría acondicionado la pieza para que osita disfrutara del mejor de los sueños. Sehun, quien siempre pedía por su hija no bien volver del trabajo, se contuvo de extender los brazos y arrebatarla del pecho de Luhan, donde su pequeña había ido a apoyar la cabecita tan cómoda como si se tratara del regazo de su padre.

— Hola — repuso el rubio.

— ¿Qué tal el trabajo?

— Aburrido — susurró, apoyándose contra el marco de la puerta — Las visitas al sitio de la obra empezaran la semana que viene, así que hasta entonces no habrá mucho que hacer. ¿Qué hay de ustedes, lo pasaron bomba hoy también?

— Si supieras... — espetó Luhan — Tu hija es demasiado lista, descubrió el engaño y no me puso fácil obtener su perdón. El lado bueno es que ya no tendré que echar mano a tu armario.

— Así que lo lograste, te hiciste un huequito en su vida.

La pequeña se removió entre los brazos del canguro, permitiendo a su padre distinguir los puños aferrados a la ropa de Luhan. Otra muestra de lo mucho que el castaño estaba ganando.

— ¿Cenas conmigo, ciervo?

— Te alcanzo en un minuto — aseguró el chino, sin mirarlo.

Intentaba encontrar la forma de recostar a Seulgi en su cuna, pero no veía como escaparía a su férreo agarre y tenía sus dudas respecto a si sería capaz de mover los brazos una vez recuperara las extremidades. Llevaba un rato con la niña durmiendo ahí y aunque se tratara de un bebé, no podía negarse que osita pesara lo suficiente como para engarrotarle los músculos.

Mientras el castaño resolvía su dilema, Sehun fue a la cocina para encargarse de la cena, el corazón bombeando agitado dentro de su pecho porque la conversación que antes había tenido con el niñero le había hecho recordar su niñez, esas veces que sus padres se detenían a charlar en la oscuridad de la habitación, ella acurrucada en la cama del menor y él acompañando a un ruidoso Baekhyun.

«Contrólate, idiota. No puedes estar fantaseando así con él» se regañó. Hacía una semana que hubiera hablado del tema con su cuñado, días desde que se hubiera propuesto no cruzar los límites entre empleado-empleador porque aunque el castaño hiciera de niñero para su hija, la verdad era que Luhan jamás sería un chico cualquiera. Siempre sería el hermano de su jefe, la princesa en la torre del dragón.

Si Sehun se atreviera a cortejarlo, no sería capaz de ofrecerle más que una relación a medias, un romance dividido entre la pasión de un hombre libre y un padre primerizo.

— Huele bien, ¿qué cenaremos? — preguntó Luhan, apareciendo en la cocina justo cuando los pasteles de arroz alcanzaban su punto.

Acostumbraba disfrutar del tteokbokki con un buen trago de soju, pero la semana apenas iniciaba y tampoco estaba seguro de que alcoholizarse con Sehun fuera buena idea. Siendo el borracho ridículo que era, Luhan terminaría abalanzándose sobre su jefe para robarle un beso, o dos, o tres... mejor no tentarse y poner en riesgo su empleo.

Disfrutaron la cena, charlaron sobre los avances de Seulgi que ya se sujetaba de los barrotes de la cuna para ponerse de pie y lo adorables que resultaban sus imitaciones, esas series de balbuceos sin sentido que de alguna forma se asemejaban a las palabras fluyendo en una plática. No parecía que pudieran hablar de otra cosa, aunque extrañamente, conversar sobre la niña en ningún momento se tornaba aburrido.

— He visto un montón de videos, pero no creo que alguna vez sea capaz de bañarla. Es tan pequeña y tan frágil... — suspiró Luhan.

— También me asusté al principio, mamá venía a diario para ayudarme — Sehun admitió — No es tan difícil como parece, lo único es que debes hacerte a la idea de que no saldrás seco del baño.

— Añadiré un traje de baño al equipo para ser niñero.

Se echaron a reír, disfrutando de la compañía más de lo que ninguno querría admitir. Sehun estaba a punto de decir algo cuando los llantos de su hija inundaron el apartamento, antes de que el niñero pudiera reaccionar, el rubio ya había cruzado la mitad del camino entre el comedor y la pieza de osita. No fue hasta que se inclinó sobre la cuna que comprendió que Seulgi no había llorado porque pidiera por su papá.

— ¿No soy el ángel que esperabas? — se mofó Sehun, tomándola en brazo — Aigoo~ tienes suerte de que tu canguro siga aquí.

Dejaron la pieza, Luhan estaba en la cocina remojando los platos sucios. Comenzaba a oscurecer y debía ir a casa, pero no solía marcharse hasta después de dejar limpia la cocina, una especie de pago hacia Sehun por tener la amabilidad de alimentarlo. Esa noche, cedió a dejar el fregadero lleno y entretener a osita mientras su padre le preparaba la cena.

Seulgi no se desprendió del canguro ni siquiera cuando la comida estuvo lista y su padre extendió los brazos para que fuera con él. Aprovechando un pequeño descuido de la niña, cuando resultó obvio que debía marcharse, Luhan se escabulló confiando en que Sehun sabría contentar a osita en el dado caso de que advirtiera su ausencia. «Me olvidara apenas su papá la entretenga» se dijo.

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— ¿Alguna vez me perdonarás? — suspiró Luhan, limpiando el desastre verdoso en su ropa.

Había creído que Seulgi olvidaría el desplante de la noche anterior, ni bien su increíble padre acapara su atención y es que parecía obvio desentenderse del canguro cuando Sehun la mimaba como a la princesita que era. Ninguno de los dos podría haber previsto la noche de llanto que osita hizo pasar a su padre o la mañana de gruñidos y miraditas enfadadas que dedicaría a Luhan ni bien el niñero apareciera en su casa.

— No debí marcharme sin despedirme. Fue desconsiderado de mi parte, sobretodo porque era la primera vez que realmente querías estar conmigo — siguió diciendo — Tampoco creas que adoré irme, cada día me encariño más y cada noche me cuesta más separarme.

Seulgi ladeó el rostro, como si intentara descifrar las cosas que decía. Era una pequeña hermosa y adorable, berrinchuda y también un tanto caprichosa, pero eso sólo porque tenía de mimada lo mismo que de inteligente. Luhan no dudaba que la niña fuera capaz de leer en su rostro lo que sentía e intentaba expresarle, confirmando las sospechas al verla extender la mano y tomar la cucharita.

El castaño la observó sin atreverse a intervenir cuando Seulgi acababa de decidir alimentarse a ella misma. Quizás fue una mala idea, porque osita terminó ensuciando su bonito traje rosado, pero las guias para padres decían que interrumpir los instantes de autonomía en los niños tendía a desmotivarlos. Luhan no era papá ni tenía derechos sobre la crianza de la nena, pero le gustaba creer que como su niñero, él también ponía aportar su granito de arena.

Al final, incluso sin su intervención y sólo con la educación de su maravilloso padre, Seulgi crecería para convertirse en una mujer hecha y derecha.

— Sehun dice que no es difícil bañarte, pero yo no le creo. Dame tiempo, prometo que aprenderé y me aseguraré de mantenerte bien limpia. Hasta entonces, las toallitas húmedas serán nuestras mejores amigas — le dijo, terminando de pasar la servilleta por su rostro cubierto de calabazas.

Cargó a la pequeña en brazos y la llevó a su habitación, donde se aseguró de cambiarle la ropa por un adorable mono de mezclilla. Seulgi había perdonado que le abandonara la noche anterior, así que jugaron al escondite y para la hora de su siesta, Luhan entonó una nueva canción. Pensaba patentar el método de canto como arrullo oficial para la princesita Oh o hacerlo hasta que eso también perdiera efecto y tuviera que improvisar.

Antes de que dieran las seis, Sehun volvió a casa con las manos cargadas de portaplanos que estuvo dispuesto a intercambiar con Luhan para estrechar a su hija, hasta que osita le gruñó y le lanzó la mirada. Había hecho sufrir a su canguro como venganza por dejarla, así que su padre merecía recibir también un castigo y no por desaparecer el día entero conseguiría librarse.

No queriendo merecer otro día de tortura, el castaño se marchó a casa tras dejar un montón de besos en las mejillas de Seulgi y prometerle que iría a temprano a buscarla. Sehun lo vio marcharse sin dedicarle a él ningún beso, sólo esa bonita sonrisa que invitaba a probar sus labios y descubrir a qué sabía el cielo. «Pero es que a ti las cosas te entran por una oreja y te salen por la otra» se regañó.

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El lunes por la mañana, la semana en que la obra Kim arrancaría su construcción, Luhan apareció en casa de los Oh justo cuando las tostadas empezaban a quemarse. Sehun le había facilitado la clave de la puerta para no tener que aguardar hasta que pudiera ir abrir, así que cada día llamaba al timbre para anunciarse y marcaba los cuatro dígitos en el teclado táctil antes de ingresar de lleno en el apartamento.

Llegar a tiempo para evitar que el arquitecto desayunara pan chamuscado, fue la primera de un montón de cosas que Luhan hizo aquel día por el rubio y es que Sehun se hallaba demasiado nervioso por el proyecto como para mantenerse concentrado, razón la cual llevaba chueca la corbata, había abotonado mal el overol de su hija y estuvo a punto de endulzar con sal el café.

— Tranquilo, hombre — le dijo Luhan — ¿O acaso tengo que repetírtelo?

— Quizás deberías, porque no creo saber a qué te refieres.

— Mi hermano jamás contrataría a alguien que no diera la talla, mucho menos le pondría al frente de un proyecto de esta escala. Yi Fan no es el único que cree en ti. Tu compañero, el cliente, Seulgi y también yo, todos lo hacemos.

Aquellas palabras consiguieron hacerlo sonreír y terminar su desayuno sin volcarse encima el café o morderse la lengua en lugar de las tostadas. Antes de que se hiciera tarde, Sehun corrió a lavarse los dientes, se echó encima el saco y cogió el portafolio con que marchaba a trabajar. Estaba a nada de cruzar la puerta, cuando la voz de Luhan le hizo detenerse, traía a su hija en brazos y se la tendió un momento.

— Seulgi quería darte un beso para la buena suerte y yo sólo no podía dejarte marchar sin arreglar esto...

Con toda la simpleza que un gesto como ese poseía, Luhan se acercó lo suficiente como para alcanzar la corbata y asegurarse de enderezarla. Cuidó que el cuello de la camisa estuviera impecable y al apartarse, le sonrió de esa forma en que solía provocar pequeños infartos en el rubio. Pidió a la niña de vuelta para dejarlo marchar, no previendo lo que Sehun haría a continuación.

— Sé una buena osa y cuida de nuestro ángel — le dijo a su hija.

Entonces se inclinó para dejar un último beso en su mejilla y luego volver donde el castaño, que abrió grandes los ojos al sentir los labios de Sehun acariciando su rostro. Se había colorado al grado de parecer un tomate, cuando el rubio torció una sensual sonrisa y agregó: 

— Luces hermoso cuando te sonrojas.

🍼 Continuará... 🍼

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