Annie y el Cรกliz de Fuego

By -luxtomlinson

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El inicio de una guerra, acontecimientos descubiertos y un baile, ยฟalguna vez podrรก tener un aรฑo normal? [HER... More

C A S T
1. Funny Vacations
2. I love you more
3. Time at the burrow
4. Nice dinner with family
5. Traslator
6. The camping
7. People from the ministry
8. Winky
9. Veelas and leprechauns
10. Scared
11. Tenebrous Mark
12. Back to the Burrow
13. King's Cross
14. Soaked
16. Burned by a sneaky
17. Malfoy is a ferret
18. Forgiven curses
19. Imperius
20. Beauxbatons and Durmstrang
21. The goblet of fire
22. Harry Potter
23. Ron is stupid
24. The kiss
25. Theo and Hermione
26. Accio Annie!
27. Winky and Dobby
28. Yule ball
29. Merry Christmas
30. I love you
31. Day after
32. The bath
33. Second task
34. Sirius
35. I could do this all my life
36. Hate mail
37. Harry's Scar
38. Training
39. Cedric is dead
40. Fudge is stupid
41. End fourth year

15. Mad eye Moody

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By -luxtomlinson

OJOLOCO MOODY

──── ❁ ────

—¿Dónde está el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras? —preguntó Hermione. Annie miró a la mesa de los profesores. Efectivamente, no había ningún profesor nuevo.

—¡A lo mejor no han podido encontrar a nadie! —dijo Hermione, preocupada.

—¡Que se den prisa! —gimió Ron, al lado de Harry—. Podría comerme un hipogrifo

No había acabado de pronunciar aquellas palabras cuando se abrieron las puertas del Gran Comedor y se hizo el silencio. La profesora McGonagall marchaba a la cabeza de una larga fila de alumnos de primero, a los que condujo hasta la parte superior del Gran Comedor, donde se encontraba la mesa de los profesores.

Annie ya no se quejaba de estar empapada. Esos pobres niños estaban más que remojados y temblaban. Annie divisó a Annissa, estaba más que empapada pero no quitaba su mirada del techo.

El único que no temblaba era el más pequeño de todos, un muchacho con pelo castaño des-
vaído que iba envuelto en lo que Annie reconoció como el abrigo de piel de topo de Hagrid. El abrigo le venía tan grande que parecía que estuviera envuelto en un toldo de piel negra. Su carita salía del cuello del abrigo con aspecto de estar al borde de la conmoción. Cuando se puso en fila con sus aterrorizados compañeros, vio a Colin Creevey, levantó dos veces el pulgar para darle a entender que todo iba bien y dijo sin hablar, moviendo sólo los labios: «¡Me he caído en el lago!» Parecía completamente encantado por el accidente. 

Entonces la profesora McGonagall colocó un taburete de cuatro patas en el suelo ante los alumnos de primero y, encima de él, un sombrero extremadamente viejo, sucio y remendado

El sombrero cantó una canción distinta al año anterior, felicitado por aplausos de los presentes.

—No es la misma canción de cuando nos seleccionó a nosotros —comentó Harry, aplaudiendo con los demás.  

—Canta una canción diferente cada año —dijo Ron—. Tiene que ser bastante aburrido ser un sombrero, ¿verdad? Supongo que se pasa el año preparando la próxima canción.

La profesora McGonagall desplegaba en aquel momento un rollo grande de pergamino. 

—Cuando pronuncie su nombre, se pondrán el sombrero y se sentarán en el taburete —dijo dirigiéndose a los de primero—. Cuando el sombrero anuncie la casa a la que pertenecen, irán a sentarse en la mesa correspondiente. ¡Ackerley, Stewart!

Un chico se adelantó, temblando claramente de la cabeza a los pies, tomó el Sombrero Seleccionador, se lo puso y se sentó en el taburete.

—¡Ravenclaw! —gritó el sombrero.

Annie miraba a los pequeños avanzar nerviosos hasta el taburete y recordó hace tres años cuando la seleccionaron.

—¡Carter, Annissa!

Issa suspiró y caminó hasta el taburete.

—¡HUFFLEPUFF! —gritó el sombrero después de unos segundos. Annie aplaudió y levantó ambos pulgares en su dirección mientras la niña se dirigía a la mesa de los tejones.

—¡Creevey, Dennis!

El pequeño Dennis Creevey avanzó tambaleándose y se tropezó en el abrigo de piel de topo de Hagrid al mismo tiempo que éste entraba furtivamente en el Gran Comedor a través de una puerta situada detrás de la mesa de los profesores. Unas dos veces más alto que un hombre normal y al menos tres veces más ancho, Hagrid, con su pelo y barba largos, enmarañados y renegridos, daba un poco de miedo.

—¡Gryffindor! —gritó el sombrero. 

Annie aplaudió con los demás de la mesa de Gryffindor cuando Dennis Creevey, sonriendo de oreja a oreja, se quitó el sombrero, lo volvió a poner en el taburete y se fue a toda prisa junto a su hermano. 

—¡Colin, me caí! —dijo de modo estridente, arrojándose sobre un asiento vacío—. ¡Fue estupendo! ¡Y algo en el agua me agarró y me devolvió a la barca!

—¡Tranqui! —repuso Colin, igual de emocionado—. ¡Seguramente fue el calamar gigante, Dennis!

—¡Vaya! —exclamó Dennis, como si nadie, en sus mejores sueños, pudiera imaginar nada mejor que ser arrojado al agua en un lago de varias brazas de profundidad, por una sacudida en medio de una tormenta, y ser sacado por un monstruo marino gigante. 

—¡Dennis!, ¡Dennis!, ¿has visto a ese chico? ¡El del pelo negro y las gafas!, ¿lo ves? ¿A que no sabes quién es, Dennis?

Annie rió un poco mientras Harry se volteaba a otra dirección.

—¿Y la chica bonita al lado de él?

Annie se sonrojó mientras Harry entrecerraba los ojos en dirección a Colin.

La Selección continuó. Chicos y chicas con diferente grado de nerviosismo en la cara se iban acercando, uno a uno, al taburete de cuatro patas, y la fila se acortaba considerablemente conforme la profesora McGonagall iba llamando a los de la ele.  

—¡Vamos, deprisa! —gimió Ron, frotándose el estómago. 

—¡Por favor, Ron! Recuerden que la Selección es mucho más importante que la comida —le dijo Nick Casi Decapitado, al tiempo que «¡Madley, Laura!» se convertía en miembro de la casa Hufflepuff. 

—Por supuesto que sí, si uno está muerto —replicó Ron. 

—Espero que la remesa de este año en nuestra casa cumpla con los requisitos —comentó Nick Casi Decapitado, aplaudiendo cuando «¡McDonald, Natalie!» llegó a la mesa de Gryffindor—. No queremos romper nuestra racha ganadora, ¿verdad?

—Se acerca el momento —dijo Ron tomando el tenedor y el cuchillo y mirando ansioso su plato de oro. 

El profesor Dumbledore se puso en pie. Sonreía a los alumnos, con los brazos abiertos en señal de bienvenida. 

—Tengo sólo dos palabras que decir —dijo, y su profunda voz resonó en el Gran Comedor—: ¡A comer!

—¡Obedecemos! —dijeron Harry y Ron en voz alta, cuando por arte de magia las fuentes vacías de repente aparecieron llenas ante sus ojos. Nick Casi Decapitado observó con tristeza cómo Harry, Ron, Annie y Hermione llenaban sus platos de comida. 

—¡Ah, «esdo esdá me'or»! —dijo Ron con la boca llena de puré de patata. 

—Tienen suerte de que haya banquete esta noche, ¿saben? —comentó Nick Casi Decapitado—. Antes ha habido problemas en las cocinas. 

—¿«Po' gué»? ¿«Gué ha sudedido»? —dijo Harry, con la boca llena con un buen pedazo de carne.

Annie lo miró mal. El pelinegro masticó lentamente.

—Ya —Annie tomó una servilleta y le limpió las comisuras que habían quedado llenas de comida.

—Listo —y volvió a su plato de comida.

—Peeves, por supuesto —explicó Nick Casi Decapitado, moviendo la cabeza, que se tambaleó peligrosamente. Se subió la gorguera un poco más—. Lo de siempre, ya saben. Quería asistir al banquete. Bueno, eso está completamente fuera de cuestión, porque ya lo conocen: es un salvaje; no puede ver un plato de comida y resistir el impulso de tirárselo a alguien. Celebramos una reunión de fantasmas al respecto. El Fraile Gordo estaba a favor de darle una oportunidad, pero el Barón Sanguinario... más prudentemente, a mí parecer... se mantuvo en sus trece.

—Sí, ya nos pareció que Peeves estaba enfadado por algo —dijo Ron en tono enigmático—. ¿Qué hizo en las cocinas? 

—¡Oh, lo normal! —respondió Nick Casi Decapitado, encogiéndose de hombros—. Alborotó y rompió cosas. Tiró cazuelas y sartenes. Lo encontraron nadando en la sopa. A los elfos domésticos los sacó de sus casillas... 

¡Paf! 

Hermione acababa de golpear su copa de oro. El zumo de calabaza se extendió rápidamente por el mantel, manchando de color naranja una amplia superficie de tela blanca, pero Hermione no se inmutó por ello.

—¿Aquí hay elfos domésticos? —preguntó, clavando los ojos en Nick Casi Decapitado, con expresión horrorizada—. ¿Aquí, en Hogwarts? 

—Claro que sí —respondió Nick Casi Decapitado, sorprendido de la reacción de Hermione—. Más que en ninguna otra morada de Gran Bretaña, según creo. Más de un centenar.  

—¡Si nunca he visto a ninguno! —objetó Hermione. 

—Bueno, apenas abandonan las cocinas durante el día —explicó Nick Casi Decapitado—. Salen de noche para hacer un poco de limpieza... atender los fuegos y esas cosas... Se supone que no hay que verlos. Eso es lo que distingue a un buen elfo doméstico, que nadie sabe que está ahí. 

Hermione lo miró fijamente. 

—Pero ¿les pagan? —preguntó—. Tendrán vacaciones, ¿no? Y... y baja por enfermedad, pensiones y todo eso...

—Hermione... —la castaña mayor la vio con el entrecejo fruncido y Annie decidió callarse. Aunque a la castaña no le gustara el trato que le daban a los elfos domésticos, prefería mantenerse al margen, aunque si hubiera una oportunidad de cambiar aquello, lo haría.

Nick Casi Decapitado se rió con tantas ganas que la gorguera se le bajó y la cabeza se le cayó y quedó colgando del fantasmal trocito de piel y músculo que todavía la mantenía unida al cuello.  

—¿Baja por enfermedad y pensiones? —repitió—. ¡Los elfos domésticos no quieren bajas por enfermedad ni pensiones! 

Hermione miró su plato, que estaba casi intacto, puso encima el tenedor y el cuchillo y lo apartó de ella. 

—«Vabos, He'mione» —dijo Ron, rociando sin querer a Harry con trocitos de budín de Yorkshire—. «Va'a», lo siento, «Adry». —Tragó—. ¡Porque te mueras de hambre no vas a conseguir que tengan bajas por enfermedad! 

—Esclavitud —dijo Hermione, respirando con dificultad—. Así es como se hizo esta cena: mediante la esclavitud. 

Y se negó a probar otro bocado.

Annie suspiró pero siguió comiendo. Ella si se moría de hambre.

Cuando los postres aparecieron, Annie tuvo que hacer un pequeño espacio, ya que se veían deliciosos. 

—¡Tarta de melaza, Hermione! —dijo Ron, dándosela a oler—. ¡Bollo de pasas, mira! ¡Y pastel de chocolate! 

Pero la mirada que le dirigió Hermione le recordó hasta tal punto la de la profesora McGonagall que prefirió desistir.

Annie comió un poco de todo hasta que le fue imposible comer más. Se sentía soñolienta.

—¡Bien! —dijo Dumbledore, sonriéndoles a todos—. Ahora que todos estamos bien comidos —Hermione lanzó un gruñido—, debo una vez más rogar su atención mientras comunico algunas noticias: 

»El señor Filch, el conserje, me ha pedido que les comunique que la lista de objetos prohibidos en el castillo se ha visto incrementada este año con la inclusión de los yoyós gritadores, los discos voladores con colmillos y los bumeranes-porrazo. La lista completa comprende ya cuatrocientos treinta y siete artículos, según creo, y puede consultarse en la conserjería del señor Filch. 

La boca de Dumbledore se crispó un poco en las comisuras. Luego prosiguió: 

—Como cada año, quiero recordarles que el bosque que está dentro de los terrenos del castillo es una zona prohibida a los estudiantes. Otro tanto ocurre con el pueblo de Hogsmeade para todos los alumnos de primero y de segundo. 

»Es también mi doloroso deber informar de que la Copa de quidditch no se celebrará este curso. 

—¿Qué? —dijo Harry sin aliento.

—Esto se debe a un acontecimiento que dará comienzo en octubre y continuará a lo largo de todo el curso, acaparando una gran parte del tiempo y la energía de los profesores... pero estoy seguro de que lo disfrutarán enormemente. Tengo el gran placer de anunciar que este año en Hogwarts... 

Pero en aquel momento se escuchó un trueno ensordecedor, y las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe. 

En la puerta apareció un hombre que se apoyaba en un largo bastón y se cubría con una capa negra de viaje. Todas las cabezas en el Gran Comedor se volvieron para observar al extraño, repentinamente iluminado por el resplandor de un rayo que apareció en el techo. Se bajó la capucha, sacudió una larga melena en parte cana y en parte negra, y caminó hacia la mesa de los profesores. 

Un sordo golpe repitió cada uno de sus pasos por el Gran Comedor. Llegó a un extremo de la mesa de los profesores, se volvió a la derecha y fue cojeando pesadamente hacia Dumbledore. Annie se sorprendió al ver su rostro. Cada centímetro de la piel parecía una cicatriz. La boca era como un tajo en diagonal, y le faltaba un buen trozo de la nariz. Pero lo que lo hacía verdaderamente terrorífico eran los ojos. 

Uno de ellos era pequeño, oscuro y brillante. El otro era grande, redondo como una moneda y de un azul vívido, eléctrico. El ojo azul se movía sin cesar, sin parpadear, girando para arriba y para abajo, a un lado y a otro, completamente independiente del ojo normal... y luego se quedaba en blanco, como si mirara al interior de la cabeza. 

El extraño llegó hasta Dumbledore. Le tendió una mano tan toscamente formada como su cara, y Dumbledore la estrechó El extraño se sentó y sacudió su melena para apartarse el pelo entrecano de la cara; se acercó un plato de salchichas, lo levantó hacia lo que le quedaba de nariz y lo olfateó. A continuación se sacó del bolsillo una pequeña navaja, pinchó una de las salchichas por un extremo y empezó a comérsela. Su ojo normal estaba fijo en la salchicha, pero el azul seguía yendo de un lado para otro sin descanso, moviéndose en su cuenca, fijándose tanto en el Gran Comedor como en los estudiantes. 

—Les presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo animadamente Dumbledore, ante el silencio de la sala—: el profesor Moody.

—¿Moody? —le susurró Harry a Ron—. ¿Ojoloco Moody? ¿Al que tu padre ha ido a ayudar esta mañana? 

—Debe de ser él —dijo Ron, con voz asustada. 

—¿Qué le ha ocurrido? —preguntó Hermione en voz muy baja—. ¿Qué le pasó en la cara? 

—No lo sé —contestó Ron, observando a Moody con fascinación.

Dumbledore les había explicado que ese año se realizaría el Torneo de los tres magos, como unión de los 3 colegios de magia más cercanos, también como sólo los alumnos mayores de diecisiete años podrían participar, lo que alivió a Annie, ya que Dumbledore había hablado acerca del número de muertes, poniéndola muy nerviosa.

Al entrar a la sala común, Annie se sintió en casa de nuevo.

—Buenas noches —dijo a Harry y Ron.

—Que seca —bromeó Harry.

—Ay no. Mejor me voy —dijo Ron corriendo a las escaleras haciendo reír a Annie.

—¿Qué más quieres? —inquirió Annie divertida.

—Humm.. —fingió pensar Harry mientras con sus brazos rodeaba su cintura— ¿que tal mi beso de buenas noches?

Annie se acercó y besó su nariz.

—Ahí no —se quejó Harry besándola en los labios.

—¿Conforme?

—Por ahora sí.

Annie rodó los ojos, pero sonreía.

—Buenas noches —dejó un último beso en sus labios y subió a su dormitorio.

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