Annie y el Cáliz de Fuego

By -luxtomlinson

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El inicio de una guerra, acontecimientos descubiertos y un baile, ¿alguna vez podrá tener un año normal? [HER... More

C A S T
1. Funny Vacations
2. I love you more
3. Time at the burrow
4. Nice dinner with family
5. Traslator
6. The camping
7. People from the ministry
8. Winky
9. Veelas and leprechauns
10. Scared
12. Back to the Burrow
13. King's Cross
14. Soaked
15. Mad eye Moody
16. Burned by a sneaky
17. Malfoy is a ferret
18. Forgiven curses
19. Imperius
20. Beauxbatons and Durmstrang
21. The goblet of fire
22. Harry Potter
23. Ron is stupid
24. The kiss
25. Theo and Hermione
26. Accio Annie!
27. Winky and Dobby
28. Yule ball
29. Merry Christmas
30. I love you
31. Day after
32. The bath
33. Second task
34. Sirius
35. I could do this all my life
36. Hate mail
37. Harry's Scar
38. Training
39. Cedric is dead
40. Fudge is stupid
41. End fourth year

11. Tenebrous Mark

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By -luxtomlinson

 
 
LA MARCA TENEBROSA

──── ❁ ────

—¿Qué...? —exclamó Ron, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.

Se trataba de una calavera de tamaño colosal, compuesta de lo que parecían estrellas de color esmeralda y con una lengua en forma de serpiente que le salía de la boca. Mientras miraban, la imagen se alzaba más y más, resplandeciendo en una bruma de humo verdoso, estampada en el cielo negro como si se tratara de una nueva constelación. De pronto, el bosque se llenó de gritos.

Annie ahogó un grito.

—¡Hay que irnos! —exclamó desesperadamente tirando de Harry.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry, sobresaltándose al ver la cara de ella tan pálida y aterrorizada.

—¡Es la Marca Tenebrosa, Harry! —gimió Hermione, tirando de él con toda su fuerza—. ¡El signo de Quien-tú-sabes!

—¿El de Voldemort?

—¡Vamos, Harry!

—Harry, porfavor —gimió Annie envuelta en pánico. El azabache se desesperó al ver la expresión de Annie.

Harry se volvió, mientras Ron recogía a toda prisa su miniatura de Krum, y los tres se dispusieron a cruzar el claro. Pero tan sólo habían dado unos pocos pasos, cuando una serie de ruiditos anunció la repentina aparición, de la nada, de una veintena de magos que los rodearon.

Todos habían sacado las varitas y estaban apuntándolos.

—¡AGÁCHENSE! —gritó Annie tirando de Ron hasta el suelo, mientras Harry hacía lo mismo con Hermione.

—¡Desmaius! —gritaron las veinte voces. Hubo una serie de destellos cegadores, y Annie sintió que el pelo se le agitaba como si un viento formidable acabara de barrer el claro.

Al levantar la cabeza un centímetro, vio unos chorros de luz roja que salían de las varitas de los magos, pasaban por encima de ellos, cruzándose, rebotaban en los troncos de los árboles y se perdían luego en la oscuridad.

—¡Alto! —gritó una voz familiar—. ¡ALTO! ¡Es mi hijo!

Annie levantó la vista para ver al señor Weasley caminar hasta ellos, horrorizado.

—Ron... Harry... —Su voz sonaba temblorosa—. Hermione... Annie... ¿Están bien?

—Apártate, Arthur —dijo una voz fría y cortante. Era el señor Crouch. Él y los otros magos del Ministerio estaban acercándose. Annie se puso de pie agarrando firmemente su varita.

Crouch tenía el rostro crispado de rabia.

—¿Quién de ustedes lo ha hecho? —dijo bruscamente, fulminándolos con la mirada—. ¿Quién de ustedes ha invocado la Marca Tenebrosa?

—¡Nosotros no hemos invocado eso! —exclamó Harry, señalando la calavera.

—¡No hemos hecho nada! —añadió Ron, frotándose el codo y mirando a su padre con expresión indignada—. ¿Por qué nos atacan?

—¡No mienta, señor Potter! —gritó el señor Crouch. Seguía apuntando a Ron con la varita, y los ojos casi se le salían de las órbitas: parecía enloquecido—. ¡Lo hemos descubierto en el lugar del crimen!

—¡Nosotros no hemos hecho nada! —exclamó Annie, molesta.

—Barty... —susurró una bruja vestida con una bata larga de lana—. Son niños, Barty. Nunca podrían haberlo hecho...

—Díganme, ¿de dónde ha salido la Marca Tenebrosa? —preguntó apresuradamente el señor Weasley.

—De allí —respondió Hermione temblorosa, señalando el lugar del que había partido la voz—. Estaban detrás de los árboles. Gritaron unas palabras... un conjuro.

—¿Con que estaban allí? —dijo el señor Crouch, volviendo sus desorbitados ojos hacia Hermione, con la desconfianza impresa en cada rasgó del rostro—. ¿Con que pronunciaron un conjuro? Usted parece muy bien informada de la manera en que se invoca la Marca Tenebrosa, señorita.

Annie se contuvo de decirle unas cuantas cosas más, que no serían del todo lindas.

—Demasiado tarde —dijo sacudiendo la cabeza la bruja vestida con la bata larga de lana—. Se han desaparecido.

—No lo creo —declaró un mago de barba escasa de color castaño. Era Amos Diggory, el padre de Cedric—. Nuestros rayos aturdidores penetraron en aquella dirección, así que hay muchas posibilidades de que los hayamos atrapado...

—¡Ten cuidado, Amos! —le advirtieron algunos de los magos cuando el señor Diggory alzó la varita, fue hacia el borde del claro y desapareció en la oscuridad. Hermione se llevó las manos a la boca cuando lo vio desaparecer. Al cabo de unos segundos lo oyeron gritar:

—¡Sí! ¡Los hemos capturado! ¡Aquí hay alguien! ¡Está inconsciente! Es... Pero... ¡caray!

—¿Has atrapado a alguien? —le gritó el señor Crouch, con tono de incredulidad—. ¿A quién? ¿Quién es?

Oyeron chasquear ramas, crujir hojas y luego unos pasos sonoros hasta que el señor Diggory salió de entre los árboles. Llevaba en los brazos a un ser pequeño, desmayado. Era Winky.

El señor Crouch no se movió ni dijo nada mientras el señor Diggory depositaba a la elfina en el suelo, a sus pies

—Esto... es... imposible —balbuceó—. No...

Rodeó al señor Diggory y se dirigió a zancadas al lugar en que éste había encontrado a Winky.

—¡Es inútil, señor Crouch! —dijo el señor Diggory—. No hay nadie más.

Pero el señor Crouch no parecía dispuesto a creerle. Lo oyeron moverse por allí, rebuscando entre los arbustos.

—Es un poco embarazoso -declaró con gravedad el señor Diggory, bajando la vista hacia la inconsciente Winky—. La elfina doméstica de Barty Crouch... Lo que quiero decir...

—Déjalo, Amos —le dijo el señor Weasley en voz baja—. ¡No creerás de verdad que fue la elfina! La Marca Tenebrosa es una señal de mago. Se necesita una varita.

—Sí —admitió el señor Diggory—. Y ella tenía una varita.

—¿Qué? —exclamó el señor Weasley. 

—Aquí, mira. —El señor Diggory tomó una varita y se la mostró—. La tenía en la mano. De forma que, para empezar, se ha quebrantado la cláusula tercera del Código de Usó de la Varita Mágica: «El uso de la varita mágica no está permitido a ninguna criatura no humana.»

Entonces oyeron otro «¡plin!», y Ludo Bagman se apareció justo al lado del padre de Ron.

—¡La Marca Tenebrosa! —dijo, jadeando, y casi pisa a Winky al volverse hacia sus colegas con expresión interrogante—. ¿Quién ha sido? ¿Los han atrapado? ¡Barty! ¿Qué sucede?

El señor Crouch había vuelto con las manos vacías. Su cara seguía estando espectralmente pálida, y se le había erizado el bigote de cepillo.

—¿Dónde has estado, Barty? —le preguntó Bagman—. ¿Por qué no estuviste en el partido? Tu elfina te estaba guardando una butaca... ¡Gárgolas tragonas! —Bagman acababa de ver a Winky, tendida a sus pies—. ¿Qué le ha pasado?

—He estado ocupado, Ludo —respondió el señor Crouch, hablando aún como a trompicones y sin apenas mover los labios—. Hemos dejado sin sentido a mi elfina.

—¿Sin sentido? ¿Ustedes? ¿Qué quieres decir? Pero ¿por qué...?

De repente, Bagman comprendió lo que sucedía.

—¡No! —dijo—. ¿Winky? ¿Winky invocando la Marca Tenebrosa? ¡Ni siquiera sabría cómo hacerlo! ¡Para empezar, necesitaría una varita mágica!

—Y tenía una —explicó el señor Diggory—. La encontré con una varita en la mano, Ludo. Si le parece bien, señor Crouch, creó que deberíamos oír lo que ella tenga que decir.

Crouch no dio muestra de haber oído al señor Diggory, pero éste interpretó su silencio como conformidad. Levantó la varita, apuntó a Winky con ella y dijo:

—¡Enervate!

Winky se movió lánguidamente. Abrió sus grandes ojos de color castaño y parpadeó varias veces, como aturdida.

Annie sintió demasiada lástima por ella. No creía que ella haya hecho eso.

—¡Elfina! —dijo severamente el señor Diggory—. ¿Sabes quién soy? ¡Soy miembro del Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas!

Winky se balanceó de atrás adelante sobre la hierba, respirando entrecortadamente.

—Como ves, elfina, la Marca Tenebrosa ha sido conjurada en este lugar hace tan sólo un instante —explicó el señor Diggory—. ¡Y a ti te hemos descubierto un poco después, justo debajo! ¡Si eres tan amable de darnos una explicación...!

—¡Yo... yo... yo no lo he hecho, señor! —repuso Winky jadeando—. ¡Ni siquiera hubiera sabido cómo hacerlo, señor!

—¡Te hemos encontrado con una varita en la mano! —gritó el señor Diggory, blandiéndola ante ella.

—¡Eh... es la mía! —exclamó Harry. Todo el mundo lo miró.

—¿Cómo has dicho? —preguntó el señor Diggory, sin dar crédito a sus oídos.

—¡Que es mi varita! —dijo Harry—. ¡Se me cayó!

—¿Que se te cayó? —repitió el señor Diggory, extrañado—. ¿Es eso una confesión? ¿La tiraste después de haber invocado la Marca?

—¡Amos, recuerda con quién hablas! —intervino el señor Weasley, muy enojado—. ¿Te parece posible que Harry Potter invocara la Marca Tenebrosa?

—Eh... no, por supuesto —farfulló el señor Diggory—. Lo siento... Me he dejado llevar.

—De todas formas, no fue ahí donde se me cayó —añadió Harry, señalando con el pulgar hacia los árboles que había justo debajo de la calavera—. La eché en falta nada más internarnos en el bosque.

—Así que —dijo el señor Diggory, mirando con severidad a Winky, que se había encogido de miedo— la encontraste tú, ¿eh, elfina? Y la tomaste y quisiste divertirte un rato con ella, ¿eh?

—¡Yo no he hecho magia con ella, señor! —chilló Winky, mientras las lágrimas le resbalaban por ambos lados de su nariz, aplastada y bulbosa— .¡Yo... yo... yo sólo la tomé, señor! ¡Yo no he conjurado la Marca Tenebrosa, señor, ni siquiera sabría cómo hacerlo!

—¡No fue ella! -intervino Hermione. Estaba muy nerviosa por tener que hablar delante de todos aquellos magos del Ministerio, pero lo hacía con determinación—. ¡Winky tiene una vocecita chillona, y la voz que oímos pronunciar el conjuro era mucho más grave!

—Si, es muy diferente la voz de Winky —comentó Annie.

—Bueno, pronto lo veremos —gruñó el señor Diggory, sin darles mucho crédito—. Hay una manera muy sencilla de averiguar cuál ha sido el último conjuro efectuado con una varita mágica. ¿Sabías eso, elfina?

Winky temblaba y negaba frenéticamente con la cabeza, batiendo las orejas, —¡Prior Incantato! —dijo con voz potente el señor Diggory.

Annie oyó que Hermione ahogaba un grito, horrorizada, cuando una calavera con lengua en forma de serpiente surgió del punto en que las dos varitas hacían contacto. Era, sin embargo, un simple reflejo de la calavera verde que se alzaba sobre ellos, y parecía hecha de un humo gris espeso: el fantasma de un conjuro.

—¡Deletrius! —gritó el señor Diggory, y la calavera se desvaneció en una voluta de humo—. ¡Bien! -exclamó con una expresión incontenible de triunfo, bajando la vista hacia Winky, que seguía agitándose convulsivamente.

—¡Yo no lo he hecho! —chilló la elfina, moviendo los ojos aterrorizada—. ¡No he sido, no he sido, yo ni siquiera sabría cómo hacerlo! ¡Soy una elfina buena, no uso varita, no sé cómo se hace!

—Winky se ha portado esta noche de una manera que yo nunca hubiera creído posible —dijo despacio Crouch—. Le mandé que permaneciera en la tienda. Le mandé permanecer allí mientras yo solucionaba el problema. Y me ha desobedecido. Esto merece la prenda.

—¡No! —gritó Winky, postrándose a los pies del señor Crouch—. ¡No, amo! ¡La prenda no, la prenda no!

—¡No es su culpa! —exclamó Annie, indignada— ¿qué hubiera hecho usted si empezaban a atacar el campamento? No se quedaría ahí en la tienda esperando a ver qué pasaba, ¿no?

—¡Pero estaba aterrorizada! —saltó Hermione indignada, mirando al señor Crouch—. ¡Su elfina siente terror a las alturas, y los magos enmascarados estaban haciendo levitar a la gente! ¡Usted no le puede reprochar que huyera!

El señor Crouch dio un paso atrás para librarse del contacto de su elfina, a la que miraba como si fuera algo sucio y podrido que le podía echar a perder los lustrosos zapatos.

—Una elfina que me desobedece no me sirve para nada —declaró con frialdad, mirando a Hermione y Annie—. No me sirve para nada un sirviente que olvida lo que le debe a su amo y a la reputación de su amo.

Winky lloraba con tanta energía que sus sollozos resonaban en el claro del bosque.

Se hizo un silencio muy desagradable al que puso fin el señor Weasley diciendo con suavidad:

—Bien, creo que me llevaré a los míos a la tienda, si no hay nada que objetar. Amos, esa varita ya no nos puede decir nada más. Si eres tan amable de devolvérsela a Harry...

El señor Diggory se la devolvió a Harry, y éste se la guardó en el bolsillo.

—Vamos, ustedes cuatro —les dijo en voz baja el señor Weasley. Pero Hermione no quería moverse. No apartaba la vista de la elfina, que seguía sollozando—. ¡Hermione! —la apremió el señor Weasley. Ella se volvió y siguió a Harry, Annie y a Ron, que dejaban el claro para internarse entre los árboles.

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