El Lobo Y El Zorro (Omegavers...

By MilMoonAn

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"Prometo hacer hasta lo imposible para volver a verte en nuestra próxima vida. Ser lo suficientemente pacien... More

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-1- Una verdadera amistad
-3- El mito que se hizo verdad
-4- El destino suele ser doloroso
-5- Pareja
-6- Se puede romper
-7- Más vale un humano que un Gamma
-8- Otra clase de amor
-9- Felicidad
-10- Uno más
-11- Negación
-12- Dena
-13- Salvación
-14- Una amistad
-15- El lobo y el zorro
Epílogo

-2- El principio.

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By MilMoonAn

—Encontramos a un delta, señor, es un oso.

—Debió costarte atraparlo.

Kato veía a su padre con cierta incomodidad. El hombre le había pedido patrullar los alrededores y lo hizo. Simplemente el dolor era tan insoportable que no podía sonreír como siempre lo hacía.

—Sí.

¿Qué más podía decir? En realidad pelear en su forma animal con un oso le había resultado agotador y casi fatídico. Los delta siempre fueron mucho más fuerte que los Alfa, pero incluso de esa manera Kato encontraba la manera de ganar. Porque él sabía que los Delta no razonaban, que atacaban sin pensar y por eso él buscaba un momento para obtener la victoria, mientras que el oso aprovechaba para intentar  destruirlo.

En ese momento Dena entró a la sala, viendo a su prometido agonizante mientras sus ojos imploraban a su padre que le deje ir por ese momento.

Dena, al igual que Kato, había crecido de la manera más majestuosa que se pudiese pensar. Sus cabellos rubios, casi rozando el plata, caían por su frente con delicadeza, sus ojos verdes tan suaves como la misma naturaleza, en ellos seguía habitando la nobleza y la bondad. Su figura se había desarrollado de una forma prolija. Tan delgado como la mayoría de los Omega eran y tan hermoso como amable.

Muy diferente a Kato. El alfa mantenía sus ojos rojos, parecían guardar el mismo infierno, pero su alma algo bondadosa era notoria ante su sonrisa. Su piel morena brillaba ante el sol y sus cabellos negros lo hacían ante el fulgor de la luna. Su cuerpo había crecido en tamaño y músculo, era fuerte, tan fuerte que podía hacerle frente a un Delta. Y lo acababa de demostrar, cuando capturó a aquel oso.

—Creo que es mejor ir a almorzar ahora —dijo Dena, con su habitual y pura sonrisa mientras sus largos dedos sostenían los hombros de su prometido—. Ya luego habrá tiempo de hablar.

—Dena es toda una joya. Está bien, vayan a comer, ya luego hablamos del problema.

El Omega, con amabilidad, sonrió y tomó la mano de su prometido, caminando despacio para que este pueda seguirle el paso. Dena seguía siendo alguien extremadamente amable y la inocencia brillaba en sus ojos verdes. Él era realmente una joya que Kato llegó a apreciar.

Kato por su parte, podía ser amable, pero junto a su padre se volvía alguien sumamente agresivo. Simplemente su personalidad todavía no estaba definida al cien por ciento. Por eso se mantenía a lado de Dena. El Omega era el único en el que confiaba para descansar y mostrar una bondad que el Omega merecía.

Quizá no era amor, pero era muy cercano a ello. Su unión sería algo relativamente bueno.

Llegaron a la sala donde la madre del Alfa les sonreía con gran cariño. La beta había sido elegida como pareja por su belleza inigualable y la bondad que desbarataba el semblante frío del actual Alfa.

—Tabahi —Dena era educado. Él corrió hasta la madre de su prometido y le ayudó a poner la mesa—, debió haberme esperado, yo puedo hacer esto.

—Solo estoy enferma, no inválida, Dena —La mujer se apoyó en la mesa y con la cabeza señaló la comida recién hecha—. Vamos a comer ahora.

Tabahi, la madre de Kato, había enfermado hace dos años. La mujer tenía tuberculosis y su malestar parecía notarse cada día más en aquellas mejillas hundidas y la palidez de su piel.

Kato solo decidía ignorarla. Él no creía soportar el dolor de su madre. La mujer, a pesar de intentar ser fuerte, era consumida poco a poco y sin darse cuenta ella también llevaba a Kato a su desdicha. Porque el dolor los consumiría en un instante, por eso el alfa decidió alejarse de ella.

Dena vio en los ojos de su prometido la tristeza y decidió acercarse a él. Con su aroma intentó transmitir un solo mensaje "todo estará bien" y supo que funcionó porque las facciones del alfa dejaron de estar tensas y le sonrió en agradecimiento.

—Después de comer ve a descansar —dijo Tabahi, preocupada por el estado de su único hijo—. Dena, por favor cuida de Kato, parece realmente agotado.

—Lo haré.

La mujer cerró los ojos un momento, mostrando una sonrisa que de verdadera no tenía nada. Entonces se levantó y agradeció los alimentos. Ella simplemente se marchó, agotada y con un dolor de cabeza que no quería mostrar. Sin embargo, su malestar fue percibido por los dos jóvenes quienes la veían, preocupados, por aquel estado casi moribundo en la mujer.

—Ella estará bien —Dena intentaba tranquilizar el ambiente. Él no quería que tantas preocupaciones estén en la cabeza de su prometido a la hora de unirse en la próxima luna llena. Dena no quería que Kato volviera a preocuparse, él haría lo posible por hacerle feliz—. Debes ir a descansar.

—Prefiero comer —Kato tomó la mano de Dena y decidió mantenerlo a su lado, porque el Omega era su punto de quiebre—, quédate un ratito más conmigo.

—¿A dónde iría? No voy a irme.

Su unidad no tenía un tipo de amor especial, pero aquel cariño, aquella amistad podía confundir hasta al más astuto. Dena lo sabía, pero él decidía aferrarse a aquella ilusión, porque Kato era la persona que más amaba y él lucharía por estar a su lado.

Su tranquilidad no duró ni dos minutos más, porque el padre de Kato entró. Azotó la puerta y posó su furiosa mirada en su hijo. Su respiración delataba el estado de preocupación que tenía.

Kato se levantó de inmediato y soltó la mano de Dena. El Omega sintió algo romperse en su interior; cuando sus dedos se separaron del de su prometido entonces él sintió como algo parecía haberse quebrado. Dena sintió la más pura agonía en su corazón, un mal presentimiento que decidió ignorar.

—El Delta habló —Raku volvió a guardar la compostura y arregló su postura, para así tener una vez más aquella imagen altiva—. Lo conseguimos. Esta misma noche tomarás a los mejores guerreros e irán a la guarida de los Delta y Gamma para acabar con todos ellos.

Karim veía con total cariño a su amigo quien era cubierto únicamente con las sábanas de aquella cama y con una tranquilidad plasmada en su rostro. Él quería tenerlo por siempre a su lado. Quería tener a Mika para siempre, pero no podía marcarlo porque sería demasiado peligroso para el Gamma. Karim no quería atar a Mika a su lado, no cuando su estado Delta lo hacía inestable, lo amaba tanto que temía lastimarlo de alguna manera.

Cuando, los padres de Karim decidieron el futuro de Mika, acordaron que se quedaría con ellos. Que su padre y madre también se volverían los padres de Mika y que aquella manada también sería la suya.  Aunque nunca supieron la verdad de su milagrosa salvación, Karim agradecía cada noche a la luna por permitir que Mika se quedara a su lado.

—Si me sigues mirando pensaré que te gusto —Mika empezó a hablar un poco más a partir de los doce años. Cuando se perdió entre la espesura del bosque. El pequeño Gamma gritó para ser escuchado, y solo Karim llegó a él.

—Me gustas —Karim levantó el delgado cuerpo de Mika y lo acomodó sobre su pecho.

Mika había crecido de una forma delicada, su estado Gamma permitió que sus rasgos infantiles hagan una fusión con los de la madurez, dejándolo con un rostro cincelado y una nariz de botón. Sus ojos amatista seguían siendo tan profundos como siempre y su cabello rubio lo hacía ver pálido. Tenía una figura delgada, parecía poderse romper con un solo toque y aquella sonrisa impedía que aquello sucediera. Porque sus felicidad brillaba incluso más que la luna.

Karim creció de igual manera, pero él, él se prometió ser lo suficientemente fuerte para proteger a Mika, por eso el ejercicio había forjado un cuerpo musculoso y una fuerza inigualable. Sus ojos azules mantenían una promesa en ellos, el de proteger a Mika. Sus cabellos negros y brillantes delataban su animal glorioso.

Mientras Karim podía transformarse en el más grande e imponente puma negro. La forma de Mika era mediocre, era hermoso, pero pequeño. Un zorro del desierto. Sus largas orejas adorables y los pequeños colmillos no servían de mucho, aunque igual era hermoso.

—¿Es cierto que empezarás a salir a patrullar desde la próxima luna llena?

Mika había escuchado aquello por los labios de un buen amigo suyo. Si acaso era verdad entonces significaba que Karim se perdería tres meses y los días que lo vería serían cortos. Él no quería aquello, deseaba permanecer junto al Delta.

Pero aquello era un problema más, una razón más de no poder marcar al Gamma. Karim sabía que un Gamma no podría soportar un día sin su pareja, si es que este decidiera marcarlo, la debilidad de su jerarquía no era ningún juego. Si decidía morder a Mika habían muchas probabilidades de que este no soportara el dolor. E incluso si aquello funcionara, si llegasen a enlazarse, entonces no podría dejarlo solo por mucho tiempo, eso sería letal para Mika.

Karim quería cuidar de la manada, debía mantener a todos a salvo, pero si marcaba a Mika entonces no podría hacerlo adecuadamente. Tendría que quedarse junto a su pareja.

—Es verdad —dijo Karim, seco y con la mirada en el techo de aquella cabaña que recién había construido para él y Mika—. Partiré la próxima semana.

—¿Podemos hacerlo?

Mika, por su parte añoraba aquella marca en su cuello. Quería pertenecer a Karim.

—Ya hablamos de esto, si lo hago sería muy peligroso para ti.

—Puedo soportarlo.

Mika podía, pero Karim no. La fuerza interior era diferente. Mika era fuerte en espíritu, su corazón soportaba cualquier golpe mientras que Karim se rompería si algo llegase a pasarle a Mika. Él no creía poder soportar aquello. Mika era débil y fuerte de una forma peligrosa, los golpes que la vida podía darle no lo destrozarían, pero si su pareja decidía abandonarlo, ni su cuerpo ni corazón lo soportarían. Su estado Gamma lo volvía vulnerable. 

—Además —Mika lo observó unos segundos antes de acercarse a repartir pequeños besos en las mejillas del Delta—, iré contigo a patrullar. Quizá no sea fuerte pero tengo buenas habilidades para curar heridas y lo sabes.

Era verdad, Mika tuvo que apañárselas para curar todas las heridas que un Karim de quince años se hacía por trepar árboles o pelear con otros niños.

—Es peligroso, Mika, si por mí fuera te mantendría en esta cabaña por toda la vida.

—Agradezco a la luna que no sea de ese modo.

Mika se levantó con cuidado y tomó una camisa de Karim para ponérsela en su cuerpo. Su delgadez y baja estatura hacían que aquella prenda pareciese un vestido en su diminuto cuerpo. Pero incluso de esa forma era hermoso.

—Me gusta mi estado Gamma —Mika hablaba mientras sus pies recorrían la habitación, buscando algo presentable para usar—. Porque si tú mueres significa que yo también lo haré y eso me agrada. No tendré que soportar la pérdida de mi pareja ni el dolor de perderte por mucho tiempo.

—Mika...

—Además eso significa que no podremos separarnos más, y eso me agrada, me gusta permanecer a tu lado.

El ambiente fue cortado por el grito lejano de alguien en la frontera de su territorio.

Karim fue el primero en levantarse, sus manos rápidamente tomaron a Mika y lo llevaron al armario, estaría seguro en aquel lugar. Cerró con llave y se dispuso a cambiar a su forma animal. Pero en cuanto lo hizo pudo ver al zorro del desierto a su lado. Mika había logrado salir.

—Vuelve, es peligroso —reclamó Karim tomando al pequeño animal y llevándolo una vez más a su escondite.

—Porque es peligroso iré contigo.

—¡Mika! ¡Vas a quedarte acá! —Karim cerró una vez más el armario y cambio a su forma animal.

No pasaron ni dos minutos antes de sentir a su pequeña pareja a su lado. El Gamma parecía ignorarlo mientras corría a su misma altura.

Era algo natural la actitud de Mika, al haber crecido entre puros Delta su alma indomable se forjó de una manera increíble.

Ambos corrieron hasta la frontera de sus tierras donde varios otros Delta se encontraban tirados, con la respiración nula y fríos. Mika chilló ante la imagen y Karim frotó su cabeza con la del pequeño zorro.

Vuelve, es peligroso.

Ambos tenían la habilidad de hablar de esa manera en su forma animal. Ellos habían logrado algo que solo las parejas destinadas lograban y fue gracias a la unidad que tenían desde pequeños.

Karim, ellos...

Están muertos, debes irte, es peligroso.

Lo haré.

Todo hubiese marchado de acuerdo al plan. Pero cuando Mika se disponía a retroceder un lobo negro se puso en su camino.

En aquel instante el tiempo dejó de avanzar.

Kato conocía aquel aroma, no lo recordaba, pero sentía conocerlo. Su corazón dió un salto que hizo que su pecho doliera mientras en sus ojos lágrimas se amontonaban. Lo había encontrado. El aroma no le agradaba, pero a su forma lobuna parecía encantarle. Aquel Gamma era su pareja.

Kato gruñó ante el aroma del Delta, percibía el odioso olor del puma en su pareja.

—Alto —dijo Kato, serio, mirando al Gamma que no parecía percatarse de aquella situación. La orden fue recibida por sus amigos quienes bajaron la guardia y se alejaron del Delta y del Gamma—, a ellos los llevaremos como prisioneros.

Karim luchó, lo hizo con todas sus fuerzas, pero un solo Delta contra tres Alfa era injusto, además que debía proteger a Mika y aquella tarea se le hizo más difícil. Porque parecía que el líder de ese grupo de Alfas estaba atraído por su amigo. Y aquello rompió su alma de alguna manera.

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