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28. Juguetito nuevo
IVANNA
Tras dos largas horas de ejercicio, me siento muerta. Lo de anoche debió compensar pero, de todos modos, me sirve para distraerme. Exhausta, salgo del gimnasio y voy a la cocina a llenar otra vez mi botella de agua. Aún debo beber cuatro vasos hoy. Luego necesito otra ducha y mi laptop.
Soy una mujer de rutina, me desorienta que algo no esté correctamente agendado u organizado. No tolero el desorden ni la indisciplina. Mi ropa está debidamente colocada dentro del armario, lo mismo mis zapatos; mi cama está tendida con pulcritud y hasta el último rincón de este apartamento ha sido aspirado al menos tres veces lo que va del mes.
El lunes a las seis de la tarde tengo cita con mi masajista, el miércoles a las tres con mi contadora y el viernes a las dos con mi gastroenteróloga. Todo se encuentra dentro de un plan que facilita mi vida.
En la cocina nada en particular llama mi atención hasta que recuerdo que no había vuelto desde que dejé solo a Luca. Sin embargo, sobre los muebles o el fregadero no hay platos sucios; él los lavó y guardó. En cuanto la estufa, había dejado caer mezcla para Hot Cakes, pero ya no hay nada, Luca también debió limpiarla. Lo único fuera de lugar son dos platos sobre el desayunador, uno encima del otro; por lo que, una vez llena mi botella, levanto uno y dentro miro el Hot Cake con forma de flor.
—¿Qué pretende? —me pregunto con un dejo de molestia. No voy a tirar así como así dos de horas de ejercicio.
No solo me esforcé en hacerle desayuno como buena anfitriona que soy y ahora pretende engordarme.
De acuerdo a mi dieta, solo tengo permitido comer harinas los viernes y eso fue ayer.
Cojo el plato, y estoy por lanzar el contenido a la basura cuando recuerdo que tampoco es correcto tirar comida; por lo que, volviendo a colocar un plato sobre otro, guardo todo dentro de la nevera.
Paso el resto del día sentada en mi cama con la laptop sobre mi regazo, no soy de dejar cosas a última hora; de modo que, seguidamente de ponerme cómoda, tipeo el contrato final de Becker Steak House. Si todo sale como lo planeo lo llevaré firmado el lunes.
No me vuelvo a poner de pie hasta que llega el momento de imprimir el borrador, y no es hasta entonces que, agotada, finalmente siento hambre. No como nada desde el desayuno y esta es una de las razones por las que esta semana debo ver a mi gastroenteróloga.
¿Pido comida o me preparo algo? La gran decisión del día que, desde luego se ve interrumpida cuando abro otra vez la nevera y veo el Hot Cake.
Retiro el plato que lo cubre y lo confronto durante unos segundos.
—Solo porque no quiero preparar nada —digo, tomándolo.
Después busco un tenedor y lo divido en seis partes.
«Ahora tendré que cenar algo ligero»
Regreso a mi habitación con el plato, reviso de nuevo el contrato ya impreso, hago anotaciones importantes, le tomo fotos y se lo envío a mi abogada para ver si tiene alguna observación.
Y eso es todo en cuanto a pendientes. Por lo demás, son apenas las cinco de la tarde, es sábado y no tengo nada planeado para hoy.
Me meto en la cama, prendo la televisión y veo programas sobre mujeres que asesinan a sus maridos. Le hubiera dicho a Luca que ese es otro de mis pasatiempos además de ver concursos de pastelería: ver toda la programación de Investigation Discovery, pero suena creepy y, por el momento, es mejor no espantarlo.
—Tu error fue no llorar en el funeral —reclamo a la viuda y, molesta porque lo que sigue es repetición, vuelvo a apagar el televisor.
Agarro el plato vacío y salgo de la cama para llevarlo al fregadero. No obstante, en el camino paso por la habitación que le presto a Luca y, como puede más mi curiosidad y no tengo nada más con que entretener la cabeza, abro la puerta.
La cama está hecha, no hay nada tirado en el piso y en el baño, tal como la última vez que estuvo aquí, tampoco hay regadero. «Muchacho limpio», lo felicito en mi mente. Inclusive la toalla que utilizó para la ducha está colocada sobre el toallero. Dejo el plato a un lado, la alcanzo, con ceremonia la sostengo entre mis manos y la llevo a mi nariz para aspirar su aroma.
Huele a jabón y a él; una mezcla de madera de Cedro, musgo y ámbar. El perfume nuevo que me gustó.
Salgo del baño con la toalla. Me quiero desnudar y estirarla sobre mí; y ahí está en la cama cubierta con las mismas sábanas que compartimos hasta la madrugada.
Construyendo un escenario en mi mente, desde ya dejando volar mi imaginación, comienzo a desabotonar mi blusa; aunque me detengo en el primer segundo de lucidez...
«¿Qué estoy haciendo?».
Me río de mí y coloco la toalla sobre una silla.
—Más noche —le prometo—. Contará como ejercicio por las calorías que consumí con ese Hot Cake.
En la cocina pongo música de los Backtreet Boys y estoy ocupada preparándome una ensalada hasta que me veo interrumpida por el aviso de que tengo visita. El portero pide mi autorización para dejar entrar a alguien.
Son las ocho de la noche de un sábado y desde el umbral de mi puerta ya se escucha el tarareo de New York, New York de Frank Sinatra. ¿Quién más podría ser?
—Start spreadin' the news, tutururu tutururu —canta Pipo moviendo sus piernas como si bailara Can Can—. I'm leavin' today. I want to be a part of it, New York, New York. ¿Crees que me vería bien en un musical? —pregunta sin dejar de moverse.
—Siempre he pensado que tu gran oportunidad será un musical.
Feliz por mi comentario, se acerca a echar más lechuga a la ensalada y un segundo después nos saludamos con un sonoro beso en la mejilla
—Ahora pensarás que me invité solo a cenar.
—Me encanta que te invites a cenar.
Odio comer sola aunque no lo reconozca.
—Y hoy hay mucho que platicar —anticipa, con una sonrisa de pasarela.
—Muchísimo —Le devuelvo la sonrisa.
—Dime, ¿lo conseguiste?
No pierde tiempo en querer saber ya. Hasta entrelaza sus manos sobre el desayunador y apoya la cabeza sobre estas.
Respingo mi nariz.
—Me ofendes.
—Por teléfono te escuchabas desesperada
—No cedía porque temió que estuviera ebria. ¿Puedes creerlo?
—Terroncito de azúcar. ¿Puedo besarle ambas mejillas cuando lo conozca?
—Tuve que hacer una prueba de sobriedad frente a él para que me creyera.
—Maldita ebria. ¿Y después?
—Pues... lo inevitable
Cojo un pedazo de apio y lo saco y meto tres veces dentro de mi boca mientras Pipo se destornilla de la risa.
—Espera, le echaré un poco de aderezo —aviso y luego de lamerlo otra vez por fin lo muerdo y trago.
—Necesito verte hacer eso con un embutido.
—Muchas calorías.
—¿Y cómo fue? —Él mueve sus manos con expectativa—. Dame detalles sucios.
—Se notó su falta de experiencia pero ganas no le faltaron.
Ese es mi veredicto final... para Pipo.
—Mi conejito Energizer. ¿Y cuánto le damos del 1 al 10?
—Eso es subjetivo.
—¿Es sucio como Lobo, desinhibido como Giacomo o acaparador como Marinaro?
—Es... —Miro hacia el frente pensando— diferente.
—¿Diferente? ¡Pero eso no me dice nada!
—Es que fue así —Para mí también es confuso—. Diferente.
Aunque Pipo necesita indagar.
—Entonces no tiene la lascivia de Lobo.
—Lascivia —rio—. Una manera educada de llamarle «cerdo» a ese... perro. Pero no, Luca... no es así.
Y eso es desafiante.
No rebano en pedazos iguales el tomate. Claramente me siento incómoda por la conversación. No me gusta que Pipo guie el tema hacia ahí... Luca... Lobo... Lo diferente que es uno del otro.
—¿Entonces?
—Pues... diferente.
—¡Ivanna!
—Gentil —decido soltar. Aunque es información a medias—. Fue gentil y... considerado. No me trató como a una zorra.
—Pero eres una zorra.
—Y una muy grande —silbo—. Pero él no lo sabe, o... lo olvida.
—Hay que recordárselo. No es justo. Tú tuviste sexo mientras él hizo el amor.
De nuevo tengo que reír pese a que resulta incómodo. No sé cómo llamar a cómo me siento respecto a Luca.
—Mi chocolatito con un Marshmallow derretido. No obstante, con todo y eso, siento que estás demasiado callada —Pipo me conoce—. Nunca antes tuve que sacarte yo mismo la información. Desde el inicio, sin que te empujen eres toda «Ay, me gustó esto y esto, pero esto no... Voy a repetir o ya no voy a repetir».
—Uh. Sin duda voy a repetir —aviso.
—Pero... hoy no das detalles.
Arreglo de más la lechuga con tal de tener mi atención ahí y no en Pipo.
No quiero hablar. Esta vez solo no quiero hablar.
—¿La tiene grande? —pregunta ahora Pipo—. ¿Pequeña? ¿Aún... te duele? —A eso le sigue otra sonrisa.
De ese tema si puedo hablar.
—Lo odio —confieso.
Pipo salta.
—¿Tanto así? ¡Ivanna, tómale foto! ¡Lo exijo!
—Lo subestimé —reconozco.
De inmediato, Pipo, agudizando su mirada, mirando sucesivamente de mi al apartamento, se dispone a «oler» con gracia la cocina, «mide» con su dedo índice hacia dónde va el viento y después analiza las «pisadas». Va y viene de un pasillo a otro.
—Lo trajiste aquí —concluye, con tono acusatorio—. No te gustó, Ivanna; Te encantó.
Bajo mi mirada sintiéndome pillada.
—¿Al menos lo dejaste dormir? —Tiene a bien continuar Pipo. Ahora no se detendrá hasta saberlo todo.
—Desayunó a las 9:30 —Muevo mis hombros con indiferencia—. Por lo demás, es un chico saludable.
—¿Y por qué no está aquí?
Otra cosa que me da vergüenza contestar. Pipo de nuevo se sienta.
—Le dije que iba a dejar su ropa sobre la cama y por alguna razón asumió que lo estaba echando. Lo que es una pena porque tenía planes para hoy... Luego de dejarlo descansar —Me apresuro a añadir para su diversión.
Él me mira con indagación. Sabe que escondo algo. O hablo o no lo dejará pasar.
—En general fue... —¿Cómo empiezo?
—¿Por qué te cuesta reconocer que te gustó?
Froto con las yemas de mis dedos mi frente.
—¿Porque es una tarea?
—Ivanna... Es un melocotón. Algo diferente a lo que tú sola te has impuesto. Es novedad. Disfrútalo sin miedo o... culpa. Es uno más.
Hago a un lado el bol de ensalada y abrazo a Pipo.
—Gracias.
—No eres tú el ratoncito —Me recuerda a manera de mantra.
Nadie volverá a tener ese tipo de poder sobre mí.
—¿Y que ibas a hacer si se quedaba? —Continua bromeando para que me relaje—. ¿Prepararle un batido de piña?
La santa Piña. No puedo contener mi risa una vez más.
—Y un pastel de piña.
—Y una ensalada que lleve piña.
—O solo se la iba a dar en la boca —digo, tomando de la nevera yo misma un pedazo. También se lo echaré a la ensalada.
—No vas a soltar tan fácil a ese chico.
—Es un hallazgo —Es todo cuanto tengo que decir al respecto.
—Complació al gato.
—Me hizo ronronear.
—¿Marinaro lo sabe?
Otra vez la conversación es incómoda.
—Se lo dije el jueves y armó una escena; aunque anoche me ayudó a distraer a Rodwell, de modo que ahora me siento culpable. Ya se lo compensaré.
—Cítalo para hoy —Arrugo mi nariz con duda—. No, tú quieres ratoncito.
—Ya quedamos en que no me la pasé mal.
—Cítalo a él.
Niego con la cabeza.
—Le podría enviar el mensaje equivocado.
—Entonces Marinaro —insiste.
—No. En parte la escena la armó porque otra vez le dije que no cuando me propuso dejar a su esposa. Y la semana pasada que nos juntamos a desayunar llevó a su mamá. Quiere formalizar sí o sí.
—Déjalo.
Miro a Pipo con sorpresa.
—Te gusta más de lo que quieres reconocer —deduce—. Ya dos años —No sé qué contestar a eso—. En Navidad incluso consideraste...
—En Navidad estaba sensible —zanjo—. Luca me ayudará a equilibrar la balanza.
—Cosita. Aunque ya lo veo diciéndote que se enamoró.
—Ese es su problema —decido, tomando el bol para llevarlo a la mesa.
—Y de Marinaro por lo que dices de la «escena». Deberían reunirse para darse apoyo mutuo.
—Mientras comen piña —agrego y Pipo vuelve a estallar en carcajadas—. ¿Qué? Por lo menos en algo me debo beneficiar yo. Aunque ya hago mi parte incluyendo ejercicios Kegel en mi rutina.
—¡Zorra!
—Que les habló claro a ambos —señalo.
—¿También a Luca? —Pipo va al bar por vino.
—Sí. Le hice ver que no soy exclusiva de nadie. Y le pregunté si podía con eso y dijo que sí.
—Pues no debería importarle sabiendo que él también puede estar con alguien más.
Entrecierro mis ojos y miro a Pipo con molestia.
—¿Por qué iba a querer estar con alguien más si me tiene a mí?
Él se vuelve sin poder creer lo que he dicho. Yo tampoco pude detenerlo antes de que saliera de mi boca.
—Me refiero a que yo lo tendré lo suficiente ocupado al menos un rato —aclaro, colocando con nerviosismo un mechón detrás de mi oreja.
—A los demás les has recomendado que busquen otras opciones para que no te atosiguen; y Luca, por su inexperiencia, puede necesitar ayuda con eso. ¿Por qué no lo llevas al club y le presentas a alguna de tus amigas?
—No lo voy a poner en manos de ese nido de víboras. Debiste ver el hambre con la que le vio Ingrid cuando se lo presenté en Chevalier. Le tuve que decir que yo me acostaba con él. Lo haría pedazos en cuestión de días y...
Pipo levanta ambas cejas en mi dirección.
—Me refiero a que... —intento continuar pero él me corta otra vez.
—¿Le tuve que decir?
Siento mi cuello enrojecer.
—No voy a compartir al chico por el momento —decido—. Es...
—Tu juguetito nuevo —concluye.
—Mi juguetito nuevo —Estoy de acuerdo.
Y finalmente trae con él el vino. Aunque nos vemos interrumpidos cuando mi móvil vibra. Sin embargo, ni siquiera pienso en contestar hasta que por el rabillo del ojo veo el nombre de quien envió el mensaje.
—¿Luca?
Pipo también se muestra expectante.
—¿Y qué dice?
Desbloqueo el móvil y leo dos veces el mensaje.
No. Puede. Ser.
Pipo me apresura a hablar. Le preocupa cualquiera que sea el gesto en mi cara.
—Siéntate porque me tienes que ayudar con esto —empiezo.
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By Jhasmin B. Quisbert ↓
¿Qué dice el mensaje que Luca le envió a Ivanna que la asustó tanto?😅
A) No me ha bajado😦.
B) Mi mamá me pegó😭.
C) Tiene que ver con Rodwell 👀.
D) *inserte aquí alguna otra opción*
Descúbrelo en la siguiente actualización de tu telenovela El asistente xD
👉Instagram: LucaBonanni93, Ivanna.Rojo y TatianaMAlonzo.
La estrellita ⭐⭐⭐(voto) de hoy se la dejan a Pipo😊, así que ustedes deciden cuántas y de antemano muchas gracias por darme apoyo votando todo ❤