La creación de lo prohibido

By CCdreams

75.7K 1.3K 228

Un roce de las manos, una leve caricia con los dedos. Según el fresco de Miguel Ángel, así comenzó la humanid... More

AMOR PROHIBIDO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
🍎
PUBLICACIÓN Y RETIRADA DE WATTPAD
YA A LA VENTA

CAPÍTULO 2

4.1K 219 37
By CCdreams

JULIA


El sonido de la alarma del móvil interrumpe mi idílico sueño. La desactivo y enciendo la pequeña lamparita de sal para evitar quedarme dormida. Estiro los brazos por encima de mi cabeza desperezándome, y al moverme noto algo sobre mis piernas. Es Champón, mi gato. Está durmiendo plácidamente enroscado sobre sí mismo como una bola de pelos atigrada y de diferentes colores. Al acariciar su suave y largo pelaje, abre los ojos con lentitud, se estira y se acerca a olerme la cara. La primera sonrisa del día asoma en mis labios cuando lo escucho ronronear.

Los gatos son tan libres, carismáticos y elegantes, que tengo la convicción de que nos deberíamos parecer más a ellos, tomarnos la vida con su filosofía y ser más tranquilos, independientes y confiados. Como escribió Mark Twain una vez: «Si se pudiera cruzar al hombre con el gato, sería una mejora para el hombre y una degradación para el gato».

Champón lleva en mi vida desde que tengo uso de razón, y siempre me ha acompañado. Me enseñó el amor por los felinos, y los animales en general. Porque son criaturas extraordinarias, llenas de belleza, y, sobre todo, de libertad.

En el baño empiezo a delinear mis párpados con pintura negra. Me gusta maquillarme y experimentar con los colores, aunque a veces no me dé tiempo o no tenga ganas. Me encanta cómo el delineado resalta mis ojos marrones evocando una mirada felina.El maquillaje es como crear arte sobre uno mismo.

Cuando termino de peinarme el pelo castaño y ondulado que ya casi me llega hasta la cadera, le sonrío al espejo porque me siento bien. Desenchufo el móvil del cargador y voy hasta la cocina aprepararme el desayuno, pero entonces la pantalla se enciende y me doy cuenta de que no es la hora que yo pensaba. Y el corazón me da un vuelco. Son las ocho de la mañana, llego diez minutos tarde a clase.

Al entrar en la aplicación de la alarma me doy cuenta de que la había retrasado para dormir más. ¿Por qué me gustará tanto dormir?

No me da tiempo a desayunar. Cojo unas galletas y voy deprisaa por mi mochila y la carpeta de dibujo. Antes de salir por la puerta, le lanzó un beso a Champón.

Por fortuna, de mi casa al instituto tan solo hay diez minutos andando, así que al ritmo que voy, llegaré en cinco.

Al alcanzar la calle del colegio siento que puedo respirar de nuevo. Me estaba quedando sin aliento, y a pesar de ser otoño, me estoy asando. Miro a través de la puerta cristalina intentando divisar quién de los tres conserjes está en recepción, pero no puedo ver nada. Rezo porque no me toque el gruñón, pero... Tres conserjes, y por supuesto, me toca el peor.

Abre la puerta apretando el botón del mando a distancia de mal humor. Cojo aire antes de entrar, y empiezo a caminar decidida a llegar al aula que me toca, pero su voz pastosa me detiene.

—Llegas tarde. No puedes entrar —me espeta.

—Ya, es que tengo una clase de...

—Me da igual. Llegas tarde —refunfuña interrumpiendo mi intento por exculparme.

Y sé que no voy a llegar a ningún lado.

Blasfemo para mis adentros y suspiro sacando el enfado que hierve en mi sangre. Entonces me doy cuenta de que hay otros chicos mirándome, seguro porque tampoco les ha debido dejar entrar.

Me siento en el otro banquillo, alejada de ellos. No los conozco y no quiero hablar con nadie. Dejo la mochila y la carpeta a mi lado, y me apoyo en el respaldo. Ahora tengo unas perfectas vistas de un señor obeso sentado en una silla, renegando por lo bajo lo que te tiene que soportar, y lo maleducados que son los jóvenes de hoy en día. Pongo los ojos en blanco y saco el móvil para avisar a mis amigas de la situación. Les pido que me informen sobre lo que hay que hacer hoy en clase de Técnicas de Expresión Gráfica, y asípoder empezar, aunque sea aquí, o luego lo tendré pendiente en casa. Mientras espero la respuesta imagino todas las cosas que le tendría que haber respondido al señor gruñón. Como siempre, se quedan en mi cabeza en vez de escupirlas.

Así me han educado. Siempre he sido la chica respetuosa y agradable que se esperaba que fuese. Y me gusta serlo, pero a veces, a causa de eso, reprimo contestaciones que deberían ser dichas. A veces no digo lo que pienso, ni me defiendo de los demás, porque hay algo interno que me lo impide. Luego me acabo arrepintiendo de todas esas palabras no pronunciadas y que se van clavando poco a poco en el corazón. Como las espinas en los dedos.

Un acento argentino difícil de no reconocer me saca de mis pensamientos y de la furia que empezaba a hervir en mi interior. Le veo acercarse hasta quedar frente a mí hablando con Mario, el gruñón. Recupero la compostura y me coloco en una buena posición mientras creo tirabuzones en mi pelo con el dedo.

Los observo atisbando todas esas marcadas diferencias que saltan a la vista. No son tan solo físicas; la amabilidad y la característica sonrisa del argentino contrastan con el mal humor y el característico bigote negro que oculta los fruncidos labios del señor gruñón.

Al fin el cascarrabias se va y deja en su lugar a la amabilidad y la belleza en persona. Sus ojos de un azul celeste se topan con los míos y me brindan una sonrisa que aviva las mariposas en mi estómago.

—Hola —saludo con una sonrisa tímida.

—Buenas, ¿no te ha dejado pasar? 

—No, he llegado tarde —Hago una mueca que le hace sonreír.

—Bueno, no serías la primera que llega tarde y entra.

—Ya, pero no creo que nadie entre cuando está él —enfatizo la última palabra arqueando las cejas, y una risa ronca se escapa de sus labios.

—Eso es verdad —Se sitúa en su puesto detrás de la mesa de recepción.

El sonido de su risa todavía resuena en mi cabeza, es precioso, y el hecho de saber que ha sido gracias a mí, me provoca un cosquilleo. Su amabilidad y su sonrisa me derriten, y agradezco un poco de energía positiva por hoy. Empiezo a notar los latidos desbocados de mi corazón, e inhalo despacio para intentar tranquilizarlo. Lo observo moverse por su puesto de trabajo cogiendo algunas carpetas y papeles. Sus brazos son fuertes y definidos, los lunares de su piel dibujan pequeñas constelaciones.

La vibración de mi móvil me saca de aquella pequeña galaxia para devolverme a la realidad. Miro el mensaje que acabo de recibir.

Paula [09:00]: Tenemos que pintar una serie de tres acuarelas tamaño A5 sobre el tema que queramos. Como son tres no hace faltaentregarlo hoy, así que no te preocupes poreso, se entregará la próxima clase. 

Julia [09:01]: Vale, gracias. ¿Vosotras qué temas habéis elegido?

Paula [09:01]: Yo flores. Blanca frutas y Elena pájaros.

Sin dudarlo, me decanto por los felinos. Miro la hora y cojo mi enorme carpeta de dibujo para ponerme manos a la obra. Saco unas hojas de gramaje alto y las recorto antes de empezar a dibujar la serie de animales.

Entonces el corazón se me vuelve a disparar al escuchar su voz.

—¿Eres de artístico? —pregunta observando mi carpeta llena de papeles, dibujos y un bloc enorme.

—Sí, estoy en segundo. 

—¿Qué clase tenías ahora?

—Técnicas Gráficas.

—Debe ser interesante, divertido.

—Sí —Sonrío nerviosa—. Está bien si te gusta dibujar.

—A mí me gustaba, pero era muy malo. 

No me da tiempo a contestar. La bibliotecaria interrumpe nuestra conversación para preguntar por una caja de libros nuevos. Maldigo en mi interior. Era la primera vez que cruzábamos algo más que saludos. Resignada, vuelvo la mirada a mis papeles, y me apoyo en la carpeta para empezar a esbozar el retrato de un gato.

Me sumerjo entre los trazos, procurando hacer el dibujo lo más limpio posible para después añadir unas gotas de color con acuarelas. Cuando termino el primero, empiezo a garabatear un león: más grande y fiero. Los trazos son más sueltos y libres.

—Es hermoso.

Su voz me saca del estado mental en el que me he sumido lejos de todo para concentrarme en dibujar. Al alzar la mirada, me doy cuenta de que sus zapatos grises están frente a mí, y sus ojos clavados en mis láminas.

—Gracias —Aparto el pelo de mi frente un poco incómoda. Los halagos me ponen nerviosa—. Es lo que debería estar haciendo en clase ahora. 

—¿Qué tenés que hacer?

—Una serie de tres acuarelas con temática. He escogido los animales felinos.

—¿Y cuál va a ser el tercero?

—Un tigre. 

—Son preciosos, dibujás muy bien.

—Gracias —La risa nerviosa se me escapa de los labios—. Aunque solo son bocetos, todavía falta pintar con acuarela.

—Ya me enseñarás el resultado final, pero tal como están ahora, ya me gustan —Me dedica una sonrisa radiante como el sol, tanto que estoy a punto de derretirme. Le respondo con una sonrisa tímida—. Si querés...

—Claro.

El sonido de la sirena inunda mis oídos. La siguiente clase está por comenzar, y no me la puedo perder, aunque en este momento no me importaría si así pudiera hablar un rato más con él. Guardo los dibujos y los lápices de una manera un poco torpe debido al estado de nervios que él provoca en mí. Al levantarme rápido, la distancia que nos separa se acorta. Puedo apreciar desde una cercanía prudente, el azul compacto de sus ojos.

—Te los enseñaré cuando termine —aseguro ignorando lo agitado que está mi corazón.

—Genial. Que tengas un buen día.

Grabo en mi cabeza esa última sonrisa de despedida. La podría dibujar de memoria.

Le deseo lo mismo, y comienzo a subir las escaleras de dos en dos hasta llegar a mi aula. Blanca, Paula y Elena me esperan en el mismo sitio de siempre, la última fila

—¿Y esa sonrisa? —pregunta Blanca cuando me siento a su lado.

Me encojo de hombros disimulando mientras saco los libros de la mochila.

—Estoy contenta —Evito mencionar el encuentro fortuito con Fede. Sé que es algo insignificante y tonto, aunque a mí me haya alegrado la mañana. 

Mientras damos clase, le muestro a Blanca los bocetos para que me dé su opinión. Y, como siempre, me anima con sus buenas críticas. A veces es difícil valorar tu propia obra. Muchas veces, o la amas, o la odias. El punto medio es muy difícil de encontrar, y la balanza se inclina con facilidad a un extremo o al otro. En esos momentos es bueno tener a un amigo al lado que te anime, pero que tampoco te mienta.

Dejando el ego del artista a un lado, admito que me están saliendo bastante bien. Dibujar animales es lo que más me gusta, y por eso no me lo estoy tomando como un trabajo más, sino como algo que quiero hacer. 

Cuando termino de esbozar los tres retratos, se los enseño a las chicas. Paula es la que mejor dibuja de las cuatro, y sus consejos son muy útiles. La escucho y retomo los dibujos para centrarme en los detalles antes de ponerme a pintar.

Después de varias horas, al fin llega la última clase: Cultura Audiovisual.

Nos hemos puesto en primera fila para poder coger apuntes. El examen se acerca y no podemos perder el tiempo, pero nuestra voluntad de aprender y apuntar cada palabra se ve truncada por problemas técnicos. El ordenador no funciona, y la profesora no puede arrancarlo. Mientras intenta solucionarlo, nos dedicamos a otras cosas. Blanca continúa con los resúmenes de Historia, y yo termino por dar los últimos detalles a mis tres felinos.

El ruido de unos nudillos chocando contra la puerta nosinterrumpe, y por ella aparece Fernando, uno de los conserjes. 

—Hola, venimos a ver qué le pasa al ordenador.

—Claro, pasad. A ver si se enciende de una vez, que ya lleva unos días fallando —contesta Sara, la profesora. 

Veo unos pies pasar por mi lado, y la mano de Blanca golpea mi brazo. Levanto la cabeza para quejarme por haberme movido, y entonces me encuentro con la mirada de Fede sobre mis dibujos, y a continuación sobre mis ojos. Sonríe. Noto como el calor trepa pormis mejillas. Me quedo mirándole durante unos segundos sin reaccionar, antes de sonreír con timidez a modo de saludo. 

Él se acerca a la mesa de la profesora, que está a escasos centímetros de nuestros pupitres, y se agacha para comprobar la torre del ordenador. Aprovecho para cruzar una mirada rápida con Blanca, y sonreímos cómplices.

Otra vez él.

Trato de seguir con los dibujos, pero mi mirada lo escoge a él, a sus brazos, su piel, su cara... Él. Muerdo la punta del lápiz sin darme cuenta, y siento que el mundo se desvanece. Solo lo veo a él.

Fede, aún arrodillado, se gira para coger una herramienta y nuestras miradas se vuelven a encontrar en la distancia. Pillada.

La cara me arde cuando aparto el lápiz de mis labios. A diferencia de otras veces, él no sonríe. Su mirada continúa clavada en la mía, ahora más intensa que nunca. El mar de sus ojos se torna oscuro. El contacto visual no se rompe. Desobedezco a mi timidez, y sostengo su mirada. Somos una batalla. Somos deseo. Somos nosotros dos. Solos. O eso quiero pensar.

¿De verdad es así? ¿De verdad me mira a mí? Bajo la mirada y pierdo el juego porque mi mente me gana. ¿Por qué me iba a mirar a mí con alguien tan brillante como Blanca a mi lado? No me gusta hacerme de menos, pero mi amiga sobresale, y eso es un hecho. Ella es la de la sonrisa fácil, la que siempre sabe qué decir en cada situación. Yo soy la que no sonríe, la que vive más en su mente que en el mundo real. ¿Entonces es un sueño? Porque si no lo es, roza los límites.

Alzo de nuevo la mirada y vuelvo a encontrarme con sus ojos. Esta vez hay algo distinto en ellos, no es la misma mirada de siempre. Es más vivaz y pasional. Y eso me atrae tanto, que olvido dónde estoy. Sus pupilas son como dos agujeros negros que me invitan a caer en ellos. Y cuando lo hago, el tiempo deja de existir. La respiración se vuelve pesada y no puedo parpadear. No sédistinguir si es un sueño o realidad, pero todo se nubla a mi alrededor, todo menos él. Menos ese océano en el que me pierdo:su mirada. 

 

Continue Reading

You'll Also Like

8.2K 906 8
"Durante tres años, aquel joven había ocupado el lugar central de mis pensamientos, de mi corazón; había sido la causa de más de una ilusión. Jamás c...
564K 72.4K 70
*Fueron los libros los que me hacían sentir que quizá no estaba completamente sola, y tú me enseñaste que el amor solo es una debilidad.* Isis descub...
Cold By sweetener

Teen Fiction

20.2M 1.2M 48
Las personas frías son aquellas que son insensibles, en sus venas la sangre se traslada de un sitio a otro en forma de cubitos de hielo. Son personas...
3.3K 497 45
HISTORIA COMPLETA. Aylia Leigthon, es una chica que cargó desde su nacimiento una leyenda que puede costarle la vida: el que la asesine, obtendrá su...