La Guerra Solar - 1. El Maest...

By carlosjimenezduarte

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La Guerra Solar es una historia que acontece tras un holocausto nuclear que ha dejado al mundo desolado. Ahor... More

DEDICATORIA Y EPÍGRAFE
CAPÍTULO 1: EL MISTERIOSO PROYECTO Z50.1
CAPÍTULO 2: UN ALIADO INESPERADO
CAPÍTULO 3: UN ROMANCE EN PARÍS
CAPÍTULO 4: NUBOFF Y SU CENTRO DE MANDO
CAPÍTULO 5: EL INICIO DE UNA TENSA CONVERSACIÓN
CAPÍTULO 6: EGIPTO
CAPÍTULO 7: LA DAGA DE CRISTO
CAPÍTULO 8: EN LA PIRÁMIDE DE KEFRÉN
CAPÍTULO 9: LA HORA DE LA ENTREGA
CAPÍTULO 10: EN LA MENTE DE NUBOFF
CAPÍTULO 11: COLOMBIA
CAPÍTULO 13: EL MISTERIOSO LIBRO DE SAINT MARTIN
CAPÍTULO 14: CONTRAATAQUE
CAPÍTULO 15: ADIÓS
CAPÍTULO 16: LOS ATAQUES DE NUBOFF
CAPÍTULO 17: REGRESO A COLOMBIA
CAPÍTULO 18: EL VUELO DE LA COMETA
CAPÍTULO 19: EXHUMACIÓN A MEDIANOCHE
CAPÍTULO 20: ATAQUE A LA BURGUER-N-SOFT
CAPÍTULO 21: UN COMBATE DE TITANES
CAPÍTULO 22: DÍAS DE REPOSO
CAPÍTULO 23: ADIÓS GENERAL O'DONNELL
CAPÍTULO 24: MÉXICO
CAPÍTULO 25: EL POZO DEL TIEMPO
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO 12: EL SUEÑO DE RASEC

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By carlosjimenezduarte

A través de la ventana del ataúd era posible observar el rostro Rasec. Su rostro parecía dormir, pero en realidad descansaba en paz bajo la misericordia ofrecida por los poderes de la muerte, que le había ofrecido aquel féretro con paredes acolchadas como último santuario para despedirse del mundo de los mortales.

A través de una vista más cercana al cristal se pudo percibir que el joven se hallaba vestido con el overol azul de tirantes y la camiseta blanca de mangas largas. La sección de overol azul del pecho, donde tomaba protagonismo un único bolsillo, le otorgaba al difunto una inocencia infantil.

Luego un flash luminoso obligó a todos a ser conscientes de que el ataúd se hallaba en la mitad de una iglesia, acompañado a cada lado por una larga hilera de bancos en la que diversas personas permanecían invadidas por la tristeza, el llanto y el desconsuelo.

—¿En qué momento falleció Rasec?—preguntó la voz de Luna—. Cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que lo vimos.

—No puedo recordarlo con exactitud—respondió Marshall.

—Siento que ha pasado mucho tiempo—intervino Monique—, pero no puedo determinar cuánto.

Ningún miembro de la brigada era consciente de que lo que estaban viviendo era simplemente la ilusión de una visión. Una visión que ni siquiera les permitía reflejar su cuerpo en aquel plano, tanto así que si alguno inclinaba su rostro hacía al suelo no habría podido identificar sus zapatos.

En lo que sí acertaba la intuición de todos era que estaban siendo testigos de un momento ocurrido en algún punto de la historia de la humanidad. De pronto, el universo de la iglesia en la que hallaban fue desvanecido por un flash luminoso que instauró un blanco total en la realidad.

Cuando dicho blanco empezó a perder su brillo, se escuchó en el aire el piar de los pájaros y el susurro de los árboles en un vecindario. Un lugar en el que niños y jóvenes jugaban en medio de la calle, ubicada en medio de las casas.

Luego, la visión saltó en un instante de lucidez, a una vista satelital, que permitió contemplar el relieve de diversos países de Centroamérica. Entonces surgió un aproximamiento fugaz, rápido e instantáneo, que impulsó a la visión a infiltrarse en una de dichas naciones, hasta detenerse a una determinada altura en el cielo, desde donde se apreciaba la totalidad del vecindario.

—Estamos en México—indicó la voz de Troy—. Este barrio está lleno de nostalgia.

—Sí, puedo sentir la intensa alegría de esos niños.

La hermosa calle en la que jugaban los niños, pasó a convertirse en un escenario donde el tiempo se presentaba de manera aleatoria. A veces la lluvia caía en una tarde de agosto y en otra se vivía la magia de una madrugada en la que titilaban las estrellas.

Era el barrio en el que había crecido Rasec, quien aparecía y reaparecía en la calle mientras se perseguía con sus amigos. A veces los niños se transformaban en jóvenes y los jóvenes, jugando a la pelota, volvían a convertirse en niños.

Ya desde esa época la presencia de Rasec contaba con su carisma magnético y su admirable personalidad. Luego, cuando el niño se sintió observado, la visión se aproximó en línea recta hasta él y siguió avanzando hasta entrar por la puerta de su casa.

—Qué sensaciones tan interesantes me producen estos recuerdos—indicó la voz de Nathan—. Si el Universo fuese la sola vida de este niño, con sus tristezas y sus alegrías, sería suficiente para evocarla una y otra vez, sin llegar a aburrirme nunca.

—Sí—agregó Monique—, supongo que algún día podré repasar la historia de mi vida con la misma nitidez.

Tras el ingreso a la casa, la brigada fue testigo de un Rasec que ahora se encontraba en una edad mucho más juvenil. Era un hombre con un rostro maduro que ya había alcanzado su máxima estatura. En ese instante permanecía sentado en una mecedora, igual que otros amigos de su misma edad.

Junto a él, en medio de una sala, un televisor se encontraba rodeado por varios niños sentados en el suelo. En la pantalla de televisor se podía contemplar que los niños se divertían con el videojuego de Mario Bros. El hermano menor de Rasec tenía en ese momento el mando en sus manos, cuyo cable se conectaba a una consola Nintendo Entertainment System.

—Debemos estar a finales de la década de los ochenta—dijo Marshall—. Esa es una videoconsola NES.

Un sentimiento de aprobación se deslizó en la visión, dando crédito a las palabras de Marshall. Pero entonces el sentimiento fue desplazado por una discusión entre los niños que se disputaban el mando para continuar jugando, hasta que Rasec fulminó el asunto al indicar con voz autoritaria que era el turno del más niño de todos: el único al que no habían dejado jugar hasta entonces.

Un nuevo y repentino flash centelleó la realidad, para dar paso a una imagen donde Rasec dormía en su cama en medio de la oscuridad de la noche. El rostro de aquel joven luchaba contra algo que ocurría en su mente. Y cuando la curiosidad asaltó a los miembros de la brigada, la visión se infiltró con rapidez en la frente del durmiente.

Lo que atormentaba al joven era una visión de un mundo apocalíptico. La visión que se estaba presentando en ese instante develaba a una ciudad que era bombardeada aquí y allá, dejando a la vista enormes hongos de humo. Los gritos de desesperación y el llanto de los niños terminaban de aterrorizar aquella pesadilla.

—¡Qué horror!—intervino la voz de Luna—. Esto es más espeluznante que la realidad que nos tocó vivir.

Entonces, el caos llegó a su fin y los testigos contemplaron cómo Rasec, aún dormido, se llevaba la mano al centro de su pecho, agarrando con su puño algo que se encontraba bajo su camiseta. La respuesta ante el deseo de averiguar qué era lo que estaba sujetando se respondió a sí misma, cuando se fijaron que en su cuello existía una cadena plateada.

La cadena, al percibirse observada, transformó el escenario al de un recuerdo ocurrido años atrás, cuando aquel joven, que ostentaba una edad cercana a los catorce años, se hallaba vestido con una elegante camisa blanca en cuyo cuello aparecía un corbatín de color azul.

El padre de Rasec le hacía entrega de la cadena de plata, ubicándola encima de la camisa. De la cadena pendía un crucifijo plateado en el que era posible reconocer la figura de Jesucristo con sus brazos abiertos. El niño sonrió de felicidad ante los ojos brillantes y emocionados de su padre.

Un parpadeo después fue posible observar al niño en medio de una misa donde recibió en su boca una hostia consagrada. Era la mañana de la Primera Comunión de Rasec, quien después abandonaba la iglesia mientras sostenía un cirio en su mano. Junto a él, muchos niños más acababan de vivir aquel rito religioso.

—Rasec es un hombre de confesión católica—indicó Sofía—. Qué emocionado se le ve en este episodio de su vida.

—Sí, que hermoso se ve con ese atuendo—agregó Luna.

—Su ser inspira mucha pureza y bondad—dijo Troy.

Pero la paz y gloria del momento fue de nuevo arrasada por otra visión horrorosa donde la miseria y la destrucción volvían a tomar forma a través de un grupo de soldados batallando. Una calavera enorme se materializó en medio de un cielo oscuro, para segundos después darle participación a una risa diabólica que se escuchaba de fondo.

Entonces, con mucha brusquedad y casi asfixiado por lo que acababa de contemplar, Rasec despertó a medianoche sintiendo que su cabeza iba a estallar de dolor. El joven empezó a rezar en medio de la oscuridad, mientras los miembros de la brigada fueron iluminados por la certeza de que él luchaba contra un don que en realidad representa una carga que lo atormentaba desde hacía años.

Con su frente sudorosa y respirando con dificultad, el hombre susurró: "Apiádate, Dios mío, de mi alma. No quiero seguir sufriendo de esta manera". Aquel instante fue difuminado por una oscuridad total, que a su vez le concedió a Rasec una serenidad muy sublime. La brigada sintió cuando el joven tiró su cuerpo hacía atrás para exhalar un suspiro de alivio.

—Que cruel—se atrevió a decir Marshall—. Nunca en mi vida desearía tener un don así, capaz de torturarte con visiones tan fuertes.

—Está claro que a esa edad—dijo Troy—, Rasec era ya un vidente que estaba siendo informado sobre los acontecimientos futuros que viviría la humanidad.

Igual que había ocurrido cuando Marshall adivinó la época a la que pertenecían los recuerdos de la visión de la que eran testigos, un sentimiento de total verdad dio respaldo a las palabras de Troy. La paz se mantuvo durante toda esa noche, en la que la respiración del joven se sintió vibrar. Una calma fascinante que despejó la mente del Rasec y le permitió sumergirse en un sueño profundo.

Esa tranquilidad deliciosa fue reflejada a su vez a través de la alegre soledad nocturna que vivía aquel barrio mexicano. Un silencio hermoso se había apoderado de la noche y los arboles mecían sus hojas gracias a un viento tierno y relajante. Por un instante la luz de las estrellas le recordó al vecindario que contaba con su protección y la benevolencia de su inmensidad.

—Cuanto desearía—confesó la voz de Monique—haber tenido la oportunidad de dormir con la paz que inspira ese barrio.

—Qué privilegio tan enorme el que tuvieron las familias que vivieron allí—agregó Marshall.

—Una armonía que apenas era desequilibrada por el tormento que afrontaba Rasec—puntualizó Nathan.

Entonces, la acertada verdad indicada por Nathan, tan severa como para hacerse respetar por sí misma y exigir no ser olvidada, volvió a ejercer eco en la realidad de esa visión. De la nada surgió una ola de lamentos y susurros, gritos desgarradores y gemidos de dolor. Luego la puerta de la habitación de Rasec fue presentada.

Cuando la puerta se abrió por sí sola, en la cama fue posible reconocer la silueta sentada del joven; una silueta casi negra en su totalidad, de no ser por el efecto de la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Rasec respiraba con dificultad en ese momento, tras lograr escapar de otra visión sobre el futuro.

En ese momento el joven sentía que su cabeza iba a estallar, mientras su mente era atravesada por diversas imágenes, como si fueran dardos que aprovechaban el momento más oportuno para perforar su pensamiento. Imágenes que seguían reflejando la era de devastación nuclear que afrontaría la humanidad, dejando a miles de ciudades castigadas por el fuego.

Una vez más, aquel hombre aparecía sujetando su cadena con su puño cerrado, como si aquella joya tuviese un poder universal capaz de purgarlo del sufrimiento derivado de las visiones. Levantando su mirada al techo, el hombre suplicaba ser liberado de aquel don que aplastaba su cabeza y su razonamiento.

—Dios santo—dijo Sofía—, libéralo ya de este tormento.

Y como si los dioses hubieran escuchando la petición de Sofía, el universo de pesadilla que golpeaba la mente de Rasec intensificó su perversidad. Ahora, el joven era testigo de momentos más mórbidos y desquiciados: escenas donde los soldados lloraban antes de morir, donde se veían calaveras perforadas por las balas y donde las familias iniciaban un éxodo hacía ninguna Tierra Prometida.

Agonizando por el infierno que lo asediaba, Rasec tiró su cuerpo hacia atrás. Pero no encontró el alivio que esperaba y permaneció despierto durante el resto de la noche, hasta que en el reloj, ubicado sobre el escritorio de la habitación, las manecillas indicaron que eran las tres de la mañana.

En ese instante, como si su ser acabara de iniciar una batalla contra el demonio, cerró sus ojos para soportar las terroríficas imágenes que lo asediaban. Su resistencia lo condenó a experimentar una fuerte sensación que nunca antes había vivido: un ardor intenso empezó a apoderarse de su cuerpo. Un calor insoportable que amenazaba con estallarse, arrasando con toda su materia.

—Por favor, apiádate de su alma—suplicó la voz de Sofía.

Entonces, Rasec, acudiendo a su fe católica, extendió sus brazos y cruzó sus piernas igual que un crucificado. Luego permitió que su cuerpo sufriera la combustión de energía que intentaba retener con su espíritu. La posición que representaba Rasec en ese instante estaba siendo vista desde arriba, a escasos centímetros del techo.

La brigada fue testigo entonces de cómo su cuerpo empezó a emitir un resplandor azul radiante. Todos tuvieron la comprensión de que lo que observaban no estaba ocurriendo en el plano material de la habitación, sino que era un suceso que hacía parte de un dimensión superior que solo era perceptible desde una intuición espiritual.

Luego se escuchó que Rasec liberaba un grito poderoso que se prolongó igual que el sufrimiento que padecía en ese instante, mientras su alma era arrancada de su cuerpo. Un grito cuya intensidad era tan infinita como la misma eternidad del Universo: estrellas y planetas, sistemas solares y galaxias, además de la espesa oscuridad del espacio, tomaron presencia en medio de la visión.

Luego, se instauró un momento de paz sublime. El cuerpo del joven, recogió los brazos estirados y descruzó sus pies, antes de acurrucarse en posición fetal con la sabana de dormir. Rasec liberó un suspiro de alivio que le otorgó una profunda serenidad a su cuerpo. El alivió también fue vivido con la misma intensidad por los miembros de la Brigada Púrpura.

—Acaba de morir—dijo Nathan—. Rasec acaba de morir.

—Sí, su alma se ha liberado—indicó Luna—. Su ser ya no pertenece a este mundo.

Pero, como si la afirmación de Luna no fuese del agradado de quien revelaba aquellos sucesos, la secuencia de imágenes se retrocedió hasta el instante en que la cruz formada por Rasec conquistó su máxima radiación azul. En ese momento, la milésima de segundo que no habían alcanzado a percibir, se presentó para develar una verdad fascinante.

Rasec, quien ahora poseía un cuerpo astral de apariencia casi invisible empezó a elevarse con sus brazos aún abiertos, tomando distancia de su cuerpo material. Entonces, dicho espíritu comenzó a viajar a través de un túnel dorado. Un túnel cargado de una energía poderosa y revitalizante.

La visión se simplificó al imparable viaje por dicho túnel; un viaje que aumentaba más y más su velocidad. Los miembros de la Brigada Púrpura experimentaron que el desplazamiento por dicha ruta era tan potente que si dicha fuerza continuaba incrementando, todos saldrían volando hacia la nada infinita.

De pronto, mientras el vuelo mantenía su recorrido incesante, la realidad fue centelleada por diversas imágenes que develaban los distintos momentos del funeral de Rasec, como cuando se encontraba desnudo en la morgue, cuando su féretro era transportado por varios hombres mientras salían de la iglesia y cuando llegó el momento tenaz de ser sepultado en el cementerio.

—Un momento—preguntó la voz de Trinity—, si Rasec fue sepultado, ¿cómo pudo su cuerpo conservarse y viajar hasta nuestro tiempo? ¿Hemos estado todo este tiempo frente a un fantasma?

Ante la duda expresada, el recorrido a través del túnel, que hacía unos segundos había incrementado su potencia, empezó a llenarse de estrías como un cristal que se agrieta por la tensión. Y entonces la visión estalló, inundando la realidad de un brillante y asfixiante color blanco.

Un brillante resplandor que obligó a Trinity a despertarse. Sus ojos se abrieron lentamente, para contemplar cómo el sol se ubicaba encima de la montaña. Eran alrededor de las siete de la mañana. Al ponerse de pie descubrió que los demás dormían plácidamente sobre sus esterillas en medio de la hierba.

Un segundo después, tras sentirse observada, giró su cuerpo. Rasec se hallaba sentado sobre el capó del auto. Sus ojos se conectaron con los de ella. Durante unos segundos, con una silenciosa ternura, él se dedicó a estudiar sus ojos, hasta que Trinity, recordando la duda que la asaltó en la visión, la misma que desbarató el telón de lo que ocurría, se achantó y bajó su mirada hacía el suelo.

—Perdóname por...

—No hay nada que perdonar—la interrumpió Rasec, mientras formaba una sonrisa con sus labios—. Todo a su debido tiempo.

—Pero...

—Olvídate de eso. Ven, acércate y siéntate a mi lado.

Trinity obedeció y se sentó junto a él, para contemplar la mañana radiante. El piar de los pájaros construía una melodía preciosa que cautivó los sentidos de ella, quien por un instante tuvo la sensación de que había sido sorda durante siglos, despreciado aquel himno de la naturaleza. De pronto, Rasec empezó a cantar los versos de un nuevo poema.

Nadando en un mar de rostros,

la marea de la raza humana.

Así que, una respuesta ahora es lo que necesito.

Míralo en el nuevo amanecer

míralo romperse en el horizonte

Oh, vamos, amor, quédate conmigo.

Entonces, como si estuviesen escuchando el canto de un ermitaño que rinde homenaje al día que empieza, los demás miembros de la Brigada Púrpura empezaron a despertarse. Uno a uno fue colocándose de pie para observar la montaña que tenían enfrente, hasta que igual que había ocurrido con Trinity, se giraron al sentirse observados.

En ese instante, Marshall fue invadido por la pregunta de cómo habían resistido durante toda la noche al frio de esa montaña. Y la respuesta se presentó de inmediato, cuando sintió que su cuerpo estaba saturado con un calor bastante intenso que no tenía nada que ver con la carga de energía que le había brindado el sol hasta esa hora de la mañana.

Luego, la velocidad de un mismo pensamiento chocó en la mente de cada uno, quienes no pudieron evitar desprender sus ojos del rostro en silencio de Rasec, quien sonreía con mucho carisma. Incluyendo a Trinity, que seguía sentada a su lado, todos sabían que él sabía cuál era la mayor inquietud que los carcomía en ese instante.

—Este es el cuerpo de Rasec de toda la vida—dijo Rasec—. Soy un hombre de carne y hueso.

—Como tú digas—respondió Trinity—. Todo a su debido tiempo. Creo que es hora de irnos. ¡Ya tengo hambre!

Tras retornar a las instalaciones subterráneas y desayunar, cada uno se marchó a su habitación para darse un baño. Dos horas más tarde volvieron a reunirse en uno de los pisos superiores de la entidad bancaria, desde el cuál era posible observar una de las estaciones del sistema de metro que atravesaba a la ciudad. Allí estuvieron jugando varias horas al póker.

Aquel banco en el que se encontraban se había ido a la bancarrota en menos de un año. Era irónico que justo debajo de dicha edificación, operara lo que quedaba de la compañía más famosa del planeta. La base subterránea había sido construida de manera paralela a las nuevas sedes del banco, pero su existencia se mantuvo siempre en secreto.

Para ello, White Shadows había pagado una cifra astronómicamente millonaria, tanto a los arquitectos y líderes a cargo del proyecto, como a la misma empresa constructora y su personal de trabajo. Fue un proyecto considerado como ultrasecreto, para construir una base dotada de la mayor sofisticación.

Por esa razón, la base contaba con un piso entero que funcionaba como huerta subterránea en la que se cosechaban alimentos en condiciones artificiales, pero con la máxima tecnología para garantizar que fuesen lo más naturales y orgánicos. Aparte de un hospital y un gimnasio, poseía comodidades como salones de juego, piscina con calefacción y máquinas automáticas de café, entre otros.

—La verdad es que esta base—apuntó Sofía mientras colocaba un As de trébol en la mesa—, debe ser más segura que las mismas Ciudades Pérdidas.

—¿Y si nos quedamos aquí por el resto de nuestras vidas?—preguntó Marshall con notable humor—. Nos reproducimos aquí abajo... al cabo de unos cien años ya Nuboff habrá muerto y podremos volver tranquilamente a la superficie.

La idea fue expresada con tanta ridiculez que todos no pudieron evitar reírse.

—No es mala idea—respondió Monique regalándole a Marshall una mirada sensual—. Yo me casaría contigo. Pero como dijo nuestro querido y fallecido Reik, no podemos dejar que el mundo quede en manos de un payaso.

—Es cierto—intervino Troy—. Hay que derrotarlo, por respeto y dignidad a la humanidad. Aún siento fastidio y despreció por él cuando recuerdo el famoso día del Ascenso del Rey, cómo él lo denominó.

El Ascenso del Rey al que se refería Troy ocurrió un 6 de julio: la misma fecha que coincidía con el inicio de La Guerra Solar, cuando la Casa Blanca fue bombardeada tres años atrás. Igual que había acontecido con la intervención del líder del supuesto grupo terrorista Tercera Sangre, los smartphones y pantallas de todo el planeta fueron intervenidos.

El rostro maquillado de blanco, con sus desgarradas líneas rojas en diagonal, sonreía de manera arrogante. Su solo semblante produjo a nivel internacional una sensación de terror y repudio, que inmovilizó por un segundo el corazón de la población mundial.

Aunque el mensaje que estaba por anunciarse estaba siendo trasmitido a los habitantes de todo el mundo, Nuboff se encontraba observando a las personas que se encontraban en ese momento en el Times Square, en Manhattan. El terrorista los saludó desde la pantalla más grande de aquella intersección de calles.

—Buenos días, señoras y señores—dijo—, lamento interrumpirlos. Me llamo... o mejor, pueden llamarme como Nuboff. Nuboff es un nombre muy bonito... si juegan con sus letras descubrirán que puedes formar la palabra Buffon. Bufón significa en español: payaso del rey.

El sentimiento patético que inspiraba aquel hombre en pantalla se profundizó como fruto de su comicidad simplona. Al cabo de treinta segundos, nadie entendía que era lo que pretendía, por lo que muchos llegaron a pensar que se trataba de una broma. Luego, Nuboff abrió sus brazos de par en par y gritó con mucha potencia: "Hoy es el día del Ascenso del Rey".

Su proclamación vino acompañada de explosiones de serpentinas, globos y confeti de todos los colores, que tomaron presencia en la pantalla como si fuesen dibujos animados. La expectativa por conocer a que se refería con sus palabras, no tardó en generar una enorme inquietud y el ansioso deseo de saber qué era lo que tenía por decir aquel hombre maquillado.

—¿Qué es lo que pretendes, payaso infeliz?—gritó el chofer de un taxi.

El grito, sacó al payaso de su fascinación personal, cuyo rostro cambió de manera automática de la delirante alegría a una tremenda seriedad. Se aproximó más a la pantalla y anunció con severidad que lo mejor para todos era que creyeran en sus palabras, porque lo que iba a explicar era una total verdad.

—Soy el artífice de La Guerra Solar—dijo—, el genio detrás del caos y la destrucción. El puto amo de este mundo.

Nuboff empezó a realizar todo un recuento de los pormenores de La Guerra Solar. Por cada detalle narrado iba explicando a su vez la verdad que escondía. De ese modo confesó cómo se había hecho cargo de los primeros lanzamientos nucleares entre Estados Unidos y Rusia, antes de que el líder de la organización Tercera Sangre se presentara en pantalla ante todo el mundo.

El terrorista dejó en claro que él, y solo él, estaba detrás cada evento ocurrido a lo largo de la guerra, y cómo durante los últimos tres años se había dedicado a observar a la Alianza Solar Europea, la Coalición del Hemisferio Sur y Potencia-2: todo ello con el fin de reducir el número de militares en el planeta para darle mayor viabilidad a sus planes.

Luego, indicó que había logrado descifrar el código que mantenía inhabilitadas las ojivas nucleares de las bases militares a nivel global. Y cómo prueba de su éxito, agarrándola desde el cabello, Nuboff presentó en pantalla la cabeza decapitada del famoso analista de sistemas Adam Walker.

Un grito de horror se apoderó de todo Times Square, al igual que sucedio en el resto del planeta. Los que no pudieron resistir a la nefasta imagen se vieron obligados a vomitar de inmediato. En el rostro de Nuboff apareció una sonrisa de satisfacción al contemplar lo que había provocado.

—¿Quieren observar una prueba más de que no miento?—preguntó—. Sí, estoy seguro que la quieren. Esto será una prueba de verdad, porque fui yo el que en realidad lanzó el ataque a Zurich y Hong Kong el día en que lo anunció el líder de Tercera Fuerza, tal como lo estoy haciendo yo en pantalla.

Entonces, Nuboff tomó la cámara que realizaba la transmisión en directo y la orientó de tal modo que se le podía observar iluminado por el resplandor de una pantalla. Luego, sonriendo frente a la cámara, digitó un código. La imagen de la transmisión fue cambiada por el escenario nocturno de una ciudad en la que se observaba un majestuoso estadio.

La voz del terrorista indicó entonces que dicho estadio no era otro que el Santiago Bernabéu, ubicado en Madrid, España. Luego declaró que acababa de dar una orden desde una base militar española, por lo que en cuestión de segundos aquel lugar sería arrasado. Y en efecto, casi de inmediato, los habitantes del planeta contemplaron como un sol nuclear estalló, arrasando con todo.

A pesar de que la humanidad ya había sido testigo de bombardeos como ese gracias a los medios de comunicación, un sentimiento de histeria y gritos colectivos se desataron en todo el planeta, por la lógica razón de que ese payaso no mentía. La transmisión en vivo volvió a presentar a un Nuboff que había vuelto a orientar la cámara en una posición en la que solo era observable su rostro.

—A partir de ahora tienen que tratarme como un rey—dijo la voz amenazante de Nuboff—. Soy el nuevo y único gobernador del planeta. Tengo hasta el control de sus cuentas bancarias, lo que ocurre en la pantalla de sus teléfonos y computadoras. ¡Soy el Rey de mundo!

Observando el silencio total que había generado en el Time Square, el payaso confesó que en ese instante estaba contemplando ese mismo lugar. Y entonces saludó a algunas de las personas destacándolos por el vestido que llevaban, hasta que empezó a reventarse de la risa, mientras describía con desprecio al hombre obeso de gorra roja que sostenía en su mano derecha a una hamburguesa.

De pronto, en su rostro apareció una expresión de curiosidad, que lo obligó a poner su cabeza de manera diagonal. Sus ojos se entrecerraron un poco, dejando en claro que estaba enfocando su atención en algo determinado.

—Oye, tú—dijo Nuboff—, sí tú, el joven de la chaqueta azul y camiseta negra. Sí, el rubio que está mirando esta transmisión por su celular y no a través de las grandes pantallas.

El joven levantó su mirada, mientras era invadido por el miedo.

—¿Qué quieres de mí?—se atrevió a preguntar.

—¿Haz soñado alguna vez con ser multimillonario? Imagino que sí, todos ambicionan eso. Vamos, responde con sinceridad, que no voy a matarte.

—Sí, confieso que me gustaría.

—De acuerdo, dame un segundo... ya está. Qué esperas para revisar tu cuenta bancaria. Vamos, hazlo.

Obedeciendo a la petición, y observando que la pantalla de su teléfono acababa de ser habilitada, el joven pulsó sobre el icono de su entidad bancaria. Lo que no sabía aquel hombre, es que mientras se concentraba en digitar la clave de ingreso, las pantallas de todo el planeta estaban trasmitiendo lo que ocurría en su smartphone.

De manera que cuando se validó el ingreso a su cuenta, no solo él sintió una satisfacción enorme al ver la astronómica cifra del dinero que tenía a su favor, sino que se generó en toda la población mundial una reacción en cadena que estaba cargada de envidia, miedo y confusión.

—Soy rico—gritó el joven—. Soy rico. Me dedicaré a la vida buena mientras me sea posible.

—Así es—contestó Nuboff quien había vuelto tomar protagonismo en las pantallas—. Y si la entidad bancaria no te deja retirar tu dinero o intentan cancelar tu cuenta, solo tienes que marcar a mi teléfono. Aunque bueno, yo podré saberlo desde donde estoy. Si no te respetan el saldo a tu favor, con gusto le enviaré una bomba atómica a la sucursal principal del banco. ¿Estás de acuerdo?

—Sí—respondió el joven con cierta timidez.

Entonces, en pantalla Nuboff movió su mano derecha en actitud de despido. Luego, todas las pantallas a nivel global se apagaron, presentando un absoluto color negro. En ese instante, en Times Square, el joven se sintió estremecido por una fuerte sensación de vulnerabilidad, al sentirse observado por las miles de personas que lo rodeaban.

Ahora había pasado más de año y medio desde aquella presentación. Dieciocho meses que representaban el episodio más tenaz y doloroso de la historia de la humanidad. El inicio del reinado de Nuboff resultó tan cruel y pesado, que su efecto pareció ralentizar el tiempo.

Entre tanto bombardeo y operaciones militares en contra de él, se instauró un sentimiento mundial que destruyó la ilusión del tiempo. El tiempo empezó a eternizarse, acompañado por la soledad de las ciudades y la sensación de derrota de que todo el desastre de La Guerra Solar había sido orquestado por ese payaso.

De manera que era del todo honesta la confesión que expresaban muchas personas al coincidir que cada mes que pasaba parecía tener una duración tan larga a la de un año. Sin embargo, menos de cuatro meses después del denominado Ascenso de Rey, Nuboff tuvo que enfrentarse a un nuevo problema: la conformación de las brigadas.

—¿Cuántas brigadas quedarán activas hoy en el mundo?—preguntó Monique que regresaba con una bandeja con capuchinos—. ¡Juntos hasta el final!

—Queda difícil saberlo—dijo Troy colocando una Reina de Corazones en la mesa—. Todavía recuerdo cuando pertenecía a la Brigada Amarilla.

—Y... gané—dijo Marshall develando sus cartas—. Primera vez que les ganó desde que nos conocemos.

Habían pasado cuatro horas desde que habían subido a ese piso de la entidad bancaria. No siempre estuvieron jugando al póker. Tras una hora de juego, descendieron dos niveles y estuvieron disfrutando de las máquinas de videojuegos de la sala de entretenimiento de la entidad bancaria.

Después se fueron a beber capuchinos en la amplia cafetería ubicada en ese mismo nivel, mientras dialogaban sobre diversos temas y anécdotas de sus vidas. Cuando regresaron al nivel superior para recoger los naipes de la baraja inglesa que permanecían en la mesa, decidieron jugar una última partida, la cual se prolongaría a otras siete más.

Y es que la Brigada Púrpura, que por el momento se encontraba liderada por Ana Aguirre, no tenía otra opción más que esperar. La directora de White Shadows tardaría hasta las 10:00 a.m. del día siguiente para descifrar el código en su totalidad. Unos cincuenta minutos más tarde, ella convocó al grupo de jóvenes para una entrevista privada.

—Estoy muy orgullosa de ustedes—apuntó Ana Aguirre en la pantalla—. Me hubiera gustado haber pertenecido en persona a este grupo de valientes guerreros.

—Hacemos lo que podemos—respondió Trinity en nombre de todos—. El sentimiento de rebelión y el deseo de vengar a las víctimas de esta guerra nos ha mantenido unidos.

—Tal vez los ha mantenido una fuerza más poderosa que esa. Algo que les ha permitido tener más suerte que las demás brigadas. Una fuerza tan común como lo es el amor que sienten entre ustedes.

Aquel mensaje, que distaba enormemente de tener un matiz cursi, fue directo al corazón de cada uno, desatando una energía que se transformó en el rubor de sus rostros y en una sonrisa nerviosa que intentaba negar lo evidente.

—Tranquilos, no los he convocado para que se achanten por sus sentimientos. Quiero pedirles que por favor se queden en esta base de White Shadows durante al menos una semana.

—No tenemos nada por hacer—respondió Troy.

Trinity redactó en pantalla esa respuesta. Ana Aguirre decidió indicarle a Trinity que a partir de ese momento no era necesario continuar la charla a través de la ventana de chat, sino que acababa de abrir un canal que le permitía entender lo que cada uno dijera con su propia voz. Sin embargo, ella continuaría comunicándose a través de las líneas que aparecían en la enorme pantalla.

—Sí, lo sé. Solo quiero que no tomen ninguna decisión apresurada sin tener en cuenta mi punto de vista. Aún tenemos que observar cuál será la reacción de Nuboff en cuanto despierte.

—Hasta ahora—dijo Monique—hemos estado bajo el liderazgo de Rasec. Es él quien nos explicó porque no podemos dar de baja a Nuboff.

—Estoy enterada.

Entonces, Ana Aguirre empezó a describir lo que tenía en mente para darle utilidad al código que tenían del General O'Donnell. Durante la semana que les pedía permanecer en aquella base, ella estaría pendiente de ciertas gestiones, antes de dar inicio a la operación que estaba estudiando.

—Desde ya quiero que se vayan preparando mentalmente porque serán ustedes los que asumirán el riesgo de derrotar al General O'Donnell. Confío en ustedes.

—¿Necesitas algo más de nosotros?—preguntó Trinity.

—No, pueden retirarse. Aunque me gustaría dialogar con Rasec en privado.

Como si fuesen militares profesionales, los miembros de la Brigada Púrpura se fueron retirando ante la orden. Despidiéndose con cariño, Marshall apoyó su mano sobre el hombro de Rasec, quien se quedó observándolos cómo abandonaban la sala mientras la puerta de vidrio de ingreso se cerraba de manera automática.

—Sé muy bien—escribió Ana Aguirre en pantalla—que trabajas para del Maestro de Saint Martin.

—Lo represento en su totalidad—confesó la voz de Rasec.

—¿Y cómo se encuentra entonces el Maestro de Saint Martin?

—Muy bien, mejor que nunca.

—Tengo entendido que Nuboff rinde obediencia al Maestro de Saint Denmark.

Hubo un momento de silencio. Rasec, prestó su concentración en la pantalla negra, donde la última frase de Ana Aguirre ya se había desvanecido. Con su pensamiento, el joven perforó la distancia que existía entre él y la mujer que permanecía en coma; distancia donde la pantalla era una simple muralla.

Ella sintió en ese instante cómo su mente fue invadida por el poder de Rasec, quien sembró un susurro único cargado de fe y serenidad: "En la lucha entre el bien y el mal, se oponen dos fuerzas, dos polos. Si cada extremo jala demasiado se corre el riesgo de que intercambien de roles. Solo se pueden tomar decisiones que otorguen la seguridad del equilibrio".

El joven sintió cómo su pensamiento expresado llenó a la mente de la mujer con una energía poderosa. Energía que repercutió en la actividad de los equipos de monitoreo, llamando la atención de la enfermera a cargo de su salud, quien a su vez solicitó la presencia del médico de turno.

Pero cuando la energía fue despejada y la iluminación concedida por el joven finalizó, Ana Aguirre volvió a su habitual estado. Sus signos vitales continuaban marchando a su ritmo, tal como lo venía haciendo desde hacía veinte años. Ana Aguirre respondió entonces en la enorme pantalla:

—Muchas gracias, Rasec. Me alegra saber que estás con nosotros en medio de este momento tan tenaz que afronta la historia de la humanidad.

—Es con todo gusto—respondió él—. Solo podré liberarme por completo cuando culmine con mi misión aquí. 

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