La chica de la bicicleta

Od JanePrince394

555K 26.6K 12.4K

HISTORIA GANADORA DE LOS WATTYS 2019. La vida de Lucas es un desastre. Después de la muerte de su padre, su... Více

Sinopsis
Aviso importante
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 23(Parte 2)
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 25(Parte 2)
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 30 (Parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
1994
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo Extra #1
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo final
El chico que no olvidé

Capítulo 19

2.7K 229 94
Od JanePrince394

El albergue se ubicaba en una escuela a veinte calles de casa. Cuando llegamos ya había un buen grupo de personas por lo que nos costó un poco hacernos un espacio en el fondo mientras nos sacábamos las chanclas para secarnos los pies.

El pelo de Susana se la había pegado a la cara como si se tratara de una goma de mascar. Hice un esfuerzo por reír para que ella hiciera lo mismo, la única manera de mantenerla tranquila era ver que otros rieran y no era momento adecuado para andar lanzando bromas. Mamá se dedicó a desenredarle y peinarle el cabello, tratando de mantener su mente ocupada.

Me sentí como un miserable pedazo de madera a la deriva en medio de una marea de extraños. La lluvia no había parado, de hecho se había dejado caer como si las manos que la estuvieran reteniendo la dejaran en libertad, y aunque dentro de mí sabía que ir ahí había sido la decisión correcta no se sentía así.

Me pasé el resto de la tarde intentando encontrar a algún conocido entre la multitud de cabezas que se paseaban de un lado a otro, pero nada.

Cuando volví le entregué la cena a mamá que susurró algo que no logré descifrar y me perdí en el calor de la bebida y su mirada vaga.

Me pregunté si estaría rememorando hechos pasados.

Sabía que no serviría de nada soltarle alguna de esas frases huecas sobre que después de la tormenta venía la calma o que todo mejoraría, porque no tenía seguridad de que sucediera. Preferí concentrarme en la idea de que al volver todo estaría más o menos rescatable.

Tampoco es que el ambiente fuera esperanzador, era un verdadero reto ignorar el llanto de la mujer o la oración del hombre a mi costado que me advertían que algo muy malo pasaba afuera, porque cuando se llora o reza algo terrible está a tus pies o sobre ellos. El ser humano desborda emociones cuando ya no puede guardar más, cuando el balde se llena y se tira hacia los lados.

Mirar a mamá así, casi abatida era un puño de tierra más a mi propia torre que amenazaba con ser tumba.

Me costaba reconocer a la mujer que estaba conmigo, era otra, no la que estaba llena de luz, de vida, la que tenía unos ojos capaces de iluminar cualquier penumbra, no quedaban rastros de su sonora risa, de ese don de hacerte sentir protegido aunque la avalancha estuviera a unos centímetros de ti.

No me cabía en la cabeza cómo la vida te puede ir consumiendo, estar más muerto que vivo encerrado en un molde con el interior vacío. Eso era lo que hacía mamá, arrastrar un caparazón por nosotros, porque no soportaba la idea de dejarnos completamente solos. Papá sabía que el día que él se marchara podía irse en paz, mamá estaba ahí para ayudarnos a dar nuestros últimos pasos, ella sabía que detrás de ella no había nadie. Susana era tan pequeña que apenas sabía cómo abrocharse la blusa, y yo para ella era más problemas que soluciones.

Jamás sería su consuelo, todo lo contrario, era una especie de viacrucis.

No hay algo que duela más para un hijo que ver a su madre hecha pedazos.

No me lo decía, ese nivel de crueldad no iba con ella, pero hubiera preferido que lo hubiera hecho, así tal vez se hubiera librado de todos esos demonios que la estaban apagando. Porque en el proceso también lo iba haciendo yo. Por más que intentara seguirle el paso a la vida sentía que me estaba arrollando.

Cuando los pensamientos negativos se repetían una y otra vez sin piedad y mis ganas de seguir sonriendo se agotaban, cerraba los ojos e imaginaba que todo cambiaría, que solo era cuestión de tiempo. Tenía que aguantar.

Estudiaría la universidad, conseguiría un buen empleo y lograría entonces que ella estuviera orgullosa de mí. Llegaría el momento en que me lo diría sin sentir que al hacerlo se traicionaba a ella misma.

La lluvia no cesó, me sorprendió no tenerlo presente en todo el día hasta que nos avisaron que mañana podíamos volver a casa.

Pasé la tarde entre las personas que le contaban historias a una Susana curiosa que andaba de mi mano de un lado a otro. Su actitud despreocupada puso de buenas a mamá que se concentró en ayudar en algunas cosas que se necesitaban.

Incluso Susana logró conquistar a la mujer que servía la comida, supongo que eso fue por maña, que terminó sirviéndonos antes que todos el plato de fideos junto una extensa conversación de la situación que ella tendría que enfrentar. La charla me puso a pensar en cuántas personas estarían destinados a cambiar su vida a partir de mañana, ¿sería yo uno de ellos?

Y si no era yo alguien cercano pasaría por algo similar cambiando su vida de una y otra manera.

Repasé los rostros de todos. Mis tíos, mi primo, Bernardo, Azucena, Don Tito, Manuel, Isabel. ¿Estarían bien?

No había visto a Manuel en el albergue y eso que lo había recorrido entero. Recordé su viejo y pequeño cuarto. ¿Estaría seguro? ¿Algo le había impedido llegar?

También pensé en Isabel. Imaginarla en casa y segura, me hizo sentir más tranquilo. Sonreí inconscientemente al pensar que nos volveríamos a ver, pese a lo tonto que eso resultara. Un poco de paz para dormir a gusto la última noche que pasé en el albergue, antes de enfrentarme a la realidad que me esperaba afuera.

El camino de regreso fue el doble de pesado, culpé al lodo que se añadía a los zapatos y que hacía que los pies lucharan por liberarse. El sol había acabado sus vacaciones, se postraba sobre nosotros secando de a poco la húmeda que se apreciaba en la base de las casas. Estaban las huellas frescas del crimen, el sendero exacto por el que la naturaleza había guiado su cauce.

La mano de mamá tomó con fuerza la de Susana para que saltara un tajo de basura que impedía el paso. Una ironía que me recordó que en la naturaleza no hay una víctima, ni un asesino, te destruirá al igual que tú hiciste con ella.

Las personas abarrotaban las calles, un grupo ya había comenzado a tratar de limpiar la cubierta de lodazal del suelo con escobas y palos. Apenas llegáramos a casa mamá y yo nos pondríamos en ello.

A pesar de todo habíamos tenido suerte, según rumoreaba la gente. La gente que colindaba con el río no podía decir los mismo. Para nuestra suerte nuestra casa se contempló intacta a lo lejos, rodeada de agua pero en pie. Necesitaría tiempo para volver a ser lo que era, muchas horas de limpieza y de sol, pero teníamos donde quedarnos. De seguro podíamos rescatar algunas cosas.

Sorteamos algunos coches que se habían quedado atascados en las ramas que se erguían como montañas. Susana jaló a mamá para acelerar el paso dando pequeños saltos que formaban ondas enormes, ajena a los retos que la rodeaban. Demasiado ocupada siendo feliz como para perder el tiempo en la realidad.

—Llegué primero —festejó ella con alegría cuando el silencio comenzó a calar en los oídos. Mamá la felicitó antes de abrir la casa y comprobar que el agua había logrado filtrarse. Teníamos nuestra propia alberca dentro de la habitación.

Que afortunado.

—Tienes que quedarte aquí, mientras Lucas y yo nos encargamos de arreglar todo —le dijo mamá clavando sus ojos en los de ella y ayudándola a sentarse en una de las sillas de madera. Ser pequeña le ayudaba a que el agua no les llegara a los pies.

Obedecí a mamá en todo lo que pidió. Terminamos acostumbrándonos al olor humedad penetrado hasta en la piel mientras reacomodábamos lo que el agua había arrastrado, comprobé lo fuerte que era mamá para ponerse a trabajar. No se quejaba, libraba su propia batalla en silencio. Ajena al ruido del exterior, ajena al mundo que la rodeaba. Con la obligación de ser el sostén de una familia que hace rato que se había hecho pedazos.

—¿Crees que podría ir a ver a mis tíos solo para decirles que me quedaré aquí? —le pregunté a mamá después de un par de horas mientras me limpiaba el sudor de la cara con mi brazo. En realidad solo quería saber si estaban bien, era evidente que no atenderían.

Mamá anudó la última bolsa negra y la arrastró junto a las que yo había colocado. Se lo pensó unos segundos, pero después de contarlas asintió, supongo que como recompensa por haberme quedado callado. Aunque eso era un talento natural.

El camino a casa de mis tíos, que quedaba cerca, se consumió como un trozo de papel al fuego. Veloz y sin darme tiempo de pensar en posibilidades, estaba tan seguro de que los hallaría en el portal que cuando me hallé con su casa cerrada algo se encendió dentro de mí. La posibilidad de que algo malo les pasara, y que había permanecido dormida, despertó. Los escenarios negativos eran mi especialidad, imaginar un destino fatal se trazaba sin que pudiera frenarlo.

¿Estarían en otro albergue? ¿Se habrían quedado en casa?

Volví a tocar sobre su barandal pero nadie respondió. ¿Y si el agua les había llegado al cuello? ¿O la corriente hubiera roto alguna tubería de gas? ¿Y si la camioneta se les había quedado barrada y los había arrastrado con ellos dentro? Los nudillos ya me ardían cuando uno de sus vecinos gritó en mi dirección:

—¡Están en Bahía Azul! Parece que no les fue muy bien por allá —comentó más entretenido en arrastrar un costal cargado de quién sabe qué.

—¿Cómo que no les fue muy bien? —pregunté enseguida. El hombre me ignoró, pero terminó hablando cuando me acerqué a ayudarlo para agilizar su tarea.

—No sé. Vinieron a avisarles hace un momento, y se fueron como alma que lleva el diablo...

No terminé de escucharlo, mi cuerpo reaccionó antes que mi cabeza. Corrí por el mismo sendero que recorría a diario, pero contrario a todos los días no sentía que iba a mi refugio sino que ingresaba a una pesadilla.

El corazón me golpeó con fiereza mientras la distancia desaparecía, ni siquiera sabía que podía andar tan rápido. El viento alborotó mi cabello y el agua salpicó hasta mojar mi camisa. La playa se deslumbró de a poco, el horizonte permanecía intacto, pero la arena amontonándose como si se tratara de una obra de construcción gritaba que el cielo había bajado a su altura.

La respiración me faltaba, pero no frené, incluso cuando noté un grupo de personas alrededor del local. Un grupo que sorteé para contemplar con mis propios ojos el desastre, los restos que alguna vez fueron Bahía Azul. Incluso un segundo la sorpresa me hizo dudar de mi propio sentido de la orientación, quise aferrarme a la idea de que ese lugar no era el que yo conocía.

Lo único que permaneció después de la tormenta, fue el alma de Bahía Azul. El alma que estaba quebrajándose. Lo descubrí cuando me acerqué a ellos y casi pude jurar, que mi tío lloraba.

Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

23.1K 1.8K 31
Secuela de The Darkness Within Elizabeth intenta adaptarse a su nueva vida sin Voldemort. Pero a veces tu pasado se niega a permanecer en el pasado...
980 114 7
aiko takahashi (tú,) (si no te gusta puedes cambiar el nombre) es una historia de amor, traición, cantante, chicoxchico, fanfic, puede haber falta de...
17.7K 2.2K 28
Eilynn Snape Black || H.G || ⚠️TW⚠️ Lenguaje inapropiado, problemas alimenticios, menciones de abuso, muertes, violencia, depresión, ataques de ansie...
284K 15.3K 40
Ayla Walker pasó de ser una simple fan de la formula 1, que sólo fue a una carrera gracias a un concurso, a ser la nueva novia de Charles Leclerc, pi...