Fiorella a cappella [De claro...

By ClaudetteBezarius

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Fiorella canta a cappella cada mañana. Mauricio, su vecino, la escucha embelesado. El azar los une, los secre... More

Sinopsis
Nota de autora
Playlist de 'Fiorella a cappella'
Aquí hay gato encerrado
Entre convergencias y reminiscencias
Primeras pistas del enigma
Entre miradas brotan ilusiones
Entre el tango y la milanesa
Vaivén de recuerdos
Pasión en las venas
Extraño presentimiento
El inicio de la metamorfosis
De confesiones y hallazgos insospechados
En las puntas de la estrella
Sombras revestidas de dulzura
Tú también me importas (Parte I)
Tú también me importas (Parte II)
Tú también me importas (Parte III)
La luz en sus grandes ojos
Corazón valiente
¡Qué sentimiento! (Parte I)
¡Qué sentimiento! (Parte II)
¡Qué sentimiento! (Parte III)
Claroscuros en el alma
Contá conmigo
Las huellas del ayer
Retrato familiar
Conexiones inesperadas
Insomnio compartido
Un presagio
Cuenta regresiva
De miedos y enigmas
Decisiones precipitadas
Turbulentos pensamientos
Entre la espada y la pared
Con pies de plomo
Lacerantes temores
Asombrosas noticias
Fantasiosa realidad
De causas y efectos (Parte I)
De causas y efectos (Parte II)
De causas y efectos (Parte III)
El violín del amor
Siempre unidas
Un paso más hacia la libertad
Entre chocolates y revelaciones (Parte I)
Entre chocolates y revelaciones (Parte II)
Entre chocolates y revelaciones (Parte III)
Entre chocolates y revelaciones (Parte IV)
De corazones elásticos y almas sincronizadas (Parte I)
De corazones elásticos y almas sincronizadas (Parte II)
De corazones elásticos y almas sincronizadas (Parte III)
Papá, ¿estás ahí afuera?
Una visita no prevista (Parte I)
Una visita no prevista (Parte II)
Una visita no prevista (Parte III)
Una visita no prevista (Parte IV)
Una visita no prevista (Parte V)
De miradas tristes y pesadillas derrotadas
Entre confidencias y promesas
Pasado y presente entrelazados (Parte I)
Pasado y presente entrelazados (Parte II)
Pasado y presente entrelazados (Parte III)
De encuentros y desencuentros (Parte I)
De encuentros y desencuentros (Parte II)
De encuentros y desencuentros (Parte III)
De encuentros y desencuentros (Parte IV)
De encuentros y desencuentros (Parte V)
De encuentros y desencuentros (Parte VI)
De encuentros y desencuentros (Parte VII)
Su némesis (Parte I)
Su némesis (Parte II)
Manzanas para el corazón (Parte I)
Manzanas para el corazón (Parte II)
Manzanas para el corazón (Parte III)
Los Portela (Parte I)
Los Portela (Parte II)
Los Portela (Parte III)
Extraño reencuentro
Un rayo de luz
Una promesa (Parte I)
Una promesa (Parte II)
Tras el deshielo, los campos florecen (Parte I)
Tras el deshielo, los campos florecen (Parte II)
Epílogo
Extra I: Sinfonía de sabores

Inquietantes secretos

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By ClaudetteBezarius

Varios turistas comenzaron a aproximarse al sitio en donde se hallaba Fiorella en cuanto la escucharon cantar. Su voz era potente y clara, poseía una tesitura muy agradable a los oídos tanto de aficionados como de expertos. Aunado a ello, los delicados gestos con los que solía acompañar el canto atraían las miradas enseguida. Su cuerpo entero expresaba las poderosas emociones que la música le transmitía con los gráciles y elegantes movimientos propios de una bailarina de ballet experimentada. Los sonrientes rostros de casi todos los espectadores destilaban entusiasmo y admiración, excepto uno. A medida que la dulce canción entonada avanzaba, el semblante de Mauricio se iba desencajando.

La bonita curvatura ascendente que lo adornaba se desdibujó de golpe para cederle el paso a una mueca fría. Sin motivo aparente, un aura grisácea comenzó a envolverlo en cuestión de segundos. Al mismo tiempo, un tsunami de preguntas anegaba las neuronas de la joven Portela. "¿Qué le pasará? ¿Estará enfermo? ¡Qué raro! Todo parecía estar bien hasta que empecé a cantar... ¿Habrá sido mi culpa que se pusiera mal? ¿Le molestó que cantara? ¡Ay, no entiendo nada!" El ritmo de sus latidos se disparó hasta el punto de hacerla sentir que tenía dos pequeños corazones en las sienes.

A pesar de sus crecientes deseos por salir corriendo detrás del varón, la chica logró conservar la imagen de calma total. No fue nada sencillo permanecer impasible ante los curiosos ojos de quienes la observaban, pero salió victoriosa. Había unos cuantos teléfonos móviles elevados en su dirección, lo cual solo podía significar que la estaban grabando o que estaban haciendo transmisiones en vivo mediante las redes sociales. No quería mostrarse alterada frente a las cámaras, así que se limitó a sonreír y a continuar con lo que había empezado.

En cuanto terminó de entonar la dulce canción de Darren Pellegrini, las personas a su alrededor prorrumpieron en sonoros aplausos. Para sorpresa suya, algunos de los presentes le pidieron permiso para tomarse una fotografía junto a ella. En un principio, pensó en negarse de manera rotunda, pero no tardó mucho en cambiar de parecer. ¿En qué clase de artista se convertiría si no permitía ni siquiera un poco de contacto con sus admiradores? Necesitaba comenzar a hacerse a la idea de que podría tocarle encarar situaciones similares en el futuro.

Sin embargo, saber todo eso no hacía que estuviese menos asombrada. Desde que notó la presencia de los espectadores, una abrumadora sensación de satisfacción mezclada con nerviosismo se había alojado en su vientre. Al comenzar a cantar, nunca pensó en hacerlo para llamar la atención de ningún desconocido. La habían impulsado las ganas de hacer algo bonito para alegrarle el rato a Mauricio. Por desgracia, el plan original había conseguido un efecto diametralmente opuesto al que ella esperaba.

En cuanto terminó con la breve sesión fotográfica improvisada, la muchacha se dirigió hacia el interior del barco a paso rápido. La expresión facial de serenidad que presentara unos instantes atrás ante los extraños fue reemplazada de inmediato por una mueca de absoluta preocupación. Quizás no estuviese sucediendo nada serio y ella solo se estaba ahogando en un vaso de agua. Su imaginación solía llevarla a escenarios fatalistas con pasmosa facilidad. Sin embargo, no estaba en condiciones de esperar como si nada pasara. Si ella había tenido algo que ver con el abrupto cambio en el estado de ánimo del varón, anhelaba hacer algo para remediarlo tan pronto como fuera posible.

En cuanto llegó a la puerta que daba acceso a los baños de hombres, la chica colocó la mano sobre el pomo metálico. Estuvo a punto de girarlo y entrar al recinto en busca de Mauricio, pero una bofetada de raciocinio desbarató su arranque de impulsividad justo antes de que cometiera una tontería. "¡Por Dios! ¡De verdad parezco una acosadora! ¿¡Qué mierda sucede conmigo!?" Retiró el brazo derecho del tirador de la puerta y se dio un golpe en la frente con la palma abierta. En algunas ocasiones, ni siquiera ella misma podía entender los disparates que pasaban por su mente.

Después de liberar un largo suspiro apesadumbrado, dio marcha atrás y se dispuso a localizar un asiento vacío. Poco tiempo después, avistó un mullido taburete que se encontraba a pocos metros de allí. Con un puñado de incertidumbre estrujándole las entrañas, la jovencita se sentó, tomó el teléfono y empezó a digitar un mensaje de texto para el muchacho. Al estar concentrada en la pantalla del aparato mientras hacía el envío, no se percató del momento en que una figura masculina se detuvo justo en frente de ella.

—Una chica tan linda como tú no debería andar sola —dijo el hombre, en un tono que pretendía sonar seductor.

Pronunció aquellas palabras con un acento extraño, en un orden incorrecto, lo cual dejaba claro que el inglés no era su lengua nativa. Aparte de eso, lucía alterado por exceso en el consumo de alguna sustancia etílica. Fiorella levantó la vista y lo miró a los ojos, sin parpadear. Todos los músculos de su cara de inmediato se contrajeron. Un marcado mohín que iba acompañado por una ceja arqueada fue la primera parte de la respuesta. La declaración del varón desconocido la molestó, pero mantuvo un tono de voz calmado al hablarle.

—Por favor, retírese.

—¿Por qué tan arisca, preciosa?

—No tengo nada que tratar con usted. Déjeme en paz.

—¿Conque eres rebelde? Así es como más me gustan a mí las mujeres. Yo voy a ser el primero en domarte.

La joven Portela se levantó del asiento para alejarse de aquel desagradable tipo, pues él no parecía entender el claro mensaje sobre la repulsión que su presencia causaba en ella. En cuanto la chica se dio la vuelta, comenzó a caminar en dirección a la cubierta, pero los dedos del hombre atenazaron su muñeca con fuerza. El tirón la obligó a detenerse en seco. El sujeto la atrajo hacia él para hablarle al oído.

—¿Te vas a ir así, sin despedirte de mí? No seas cruel...

El hedor a alcohol que salía de su boca inundó las fosas nasales de la muchacha como una potente ráfaga de pestilencia. Horribles recuerdos la invadieron en un parpadeo. Los efectos del pánico dieron las primeras señales en el cuerpo femenino. Estaba temblando, quería llorar y sentía fuertes ganas de vomitar.

—¡Suélteme! ¡Me está lastimando! —exclamó ella, a voz en cuello.

—¡Shhh! No me grites, nena. ¿No sabes que odio los gritos? —masculló el hombre, con un dejo de fastidio.

Muchas de las personas que los rodeaban reconocieron a Fiorella. Algunos comenzaron a caminar en su dirección tras escuchar el clamor por ayuda. El individuo hizo amago de apretar aún más el brazo de la chica, pero su intento se vio frustrado de manera inesperada. Un puño de hierro se conectó con su quijada. El impacto lo hizo perder el foco de la visión por unos cuantos segundos. Soltó la muñeca de su víctima al instante y se tambaleó. Un gruñido de dolor escapó de su garganta.

—Si se atreve a ponerle un inmundo dedo suyo encima a ella otra vez, no va a quedar ni rastro de su asquerosa cara. ¡Lárguese!

El tono firme en la voz de Mauricio no daba lugar a que el tipo dudara de la seriedad de la advertencia. De haber estado sobrio, quizás se habría marchado sin rechistar, pero el exceso de alcohol en su organismo lo envalentonaba. Con una mueca de indignación, el hombre se irguió y le dirigió una frase que buscaba provocar a quien acababa de golpearlo.

—A mí nadie me dice lo que tengo que hacer, mucho menos un mocoso. ¡No te metas en lo que no te importa!

Fiorella se acercó al muchacho, puso ambas manos sobre el brazo derecho de él y luego le habló en voz baja.

—No le des más bolilla. Mejor dejá que los guardias del crucero se encarguen. Vámonos de acá, por favor...

El varón no habría dudado en atender la razonable petición de la jovencita si sus ojos no hubiesen visto la marca rojiza de los toscos dedos del tipo sobre la piel femenina. En ese instante, una nube de ira apagó el sentido común de Mauricio. En dos grandes zancadas, acortó la distancia que lo separaba del borracho y le propinó un puñetazo en la boca del estómago. El aire abandonó el cuerpo del hombre, quien cayó de rodillas sobre el piso. Después de unos segundos en silencio, comenzó a toser violentamente.

—Fiorella sí me importa, me importa muchísimo. —Hizo una breve pausa para respirar profundo—. Cualquiera que se meta con ella, se mete conmigo también.

—Mauricio, por favor...

El chico pretendía continuar con la repartición de golpes, pero el sonido de la angustiada voz de la muchacha aplacó su furia y lo devolvió a la realidad. Gruesas lágrimas descendían ya por las mejillas de la muchacha. El dolor que destilaban los grandes ojos de ella revivió el recuerdo de la violinista una vez más. Había temor, tristeza y súplica contenidos en aquellos iris de chocolate. Al percatarse de ello, el hielo en las pupilas del varón se deshizo enseguida. Tragó con dificultad y apartó la vista de manera veloz. Acababa de contemplar la viva imagen del sufrimiento de Maia en la mirada de la joven Portela.

—Perdoname, Fiore, yo no quise...

La frase de disculpa quedó inconclusa en cuanto los brazos femeninos rodearon el torso del varón. Las pequeñas manos de ella lo asieron como si de eso dependiese su propia vida. Con la mitad del rostro pegada al pecho de Mauricio, la chica se permitió liberar el miedo que desgarraba su interior en forma de discretos sollozos. El muchacho no sabía qué palabras dedicarle para consolarla, pues carecía de experiencia en eso. El único llanto que alguna vez intentó aplacar fue el de su madre. Por lo tanto, se limitó a colocar el brazo izquierdo en la espalda baja de ella, mientras le acariciaba la cabeza con la mano derecha.

Poco tiempo después, los agentes de seguridad de la embarcación se hicieron presentes en el lugar del altercado. Tanto los testigos oculares como los implicados directos en el incidente dieron fe de que el sujeto alcoholizado había acosado de forma verbal a Fiorella para luego lastimarla físicamente. Varios de ellos hablaron a favor del muchacho que la defendió. Una vez que el asunto se esclareció, los guardias tomaron al hombre ebrio y se lo llevaron consigo. La muchacha no volvió a respirar con verdadera tranquilidad hasta que vio la figura del desconocido alejándose.

—Si no me hubiera ido, nada de esto hubiera pasado. Hice que te preocuparas y luego llegó este imbécil. —El chico deslizó una mano por en medio de su cabello, abatido—. Perdoname... ¡Lo arruiné todo!

—No tenés que disculparte conmigo por algo que no fue tu culpa. ¿Cómo podías saber que el tipo ese iba a venir a molestarme?

—¡No estuve con vos, como tendría que haber sido! Si yo hubiera estado aquí, él no se te habría acercado.

—No soy una niña pequeña, así que no tenés la obligación de cuidarme. Además, no te sentías bien en ese momento. ¿Cómo podría enojarme con vos solo porque necesitabas ir al baño?

—Pero...

Los dedos índice y corazón de la mano derecha de la chica acariciaron los labios masculinos. Al percibir aquel delicado contacto sobre la boca, sintió un agradable escalofrío en la nuca. La sonrisa de ella pronto se reflejó en el rostro de él.

—Pero nada, Mau. Quedate tranquilo, en serio te lo digo. Lo más importante es que ya se arregló el quilombo. ¡Olvidémonos de esto ya! ¿Puede ser? Todavía podemos lograr que esta noche mejore, ¿no te parece?

—Tenés razón. Vinimos aquí para pasarla bien, ¡hagámoslo, entonces!

La pena que el semblante de la joven Portela exhibía unos minutos atrás parecía haberse desvanecido por completo. El muchacho se preguntaba qué cosas terribles se habrían cruzado por la mente de la chica en aquellos momentos de angustia. Su mirada había reflejado un dolor antiguo que parecía estar vinculado de alguna manera con lo sucedido en el presente.

¿Qué clase de sufrimientos residían en el alma de Fiorella? ¿Se atrevería él a acercarse lo suficiente para descubrir los inquietantes secretos que ella guardaba? ¿Estaría dispuesto a abrirle su propio corazón algún día? Mauricio aún no se atrevía a dar respuesta a ninguna de esas preguntas, pero el simple hecho de habérselas planteado era un paso muy importante para él.

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