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Tú también me importas (Parte II)

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Las manos de Fiorella no dejaban de frotar el borde de la camiseta roja de Wonder Woman que traía puesta

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Las manos de Fiorella no dejaban de frotar el borde de la camiseta roja de Wonder Woman que traía puesta. Paseaba los dedos de un lado a otro sin parar, como si pretendiera borrarse las huellas digitales. Sus piernas daban pasos lentos y vacilantes sobre los pocos peldaños que la conducirían hasta el undécimo piso del edificio. El inquieto corazón insistía en martillearle el pecho para recordarle que estaba por llegar al apartamento de Mauricio. De no haber sido por la presencia de Tatiana, ella de seguro continuaría paralizada por los nervios en algún rincón de su habitación, bajo la atenta mirada de Salem.

—A ver, Fiore, ¿qué onda contigo? ¡Pareces un flan con tanta tembladera! Esta ni siquiera es la primera vez que sales con ese güey. ¡Ni que te fuera a comer! O bueno... —Hizo un gesto facial pensativo—. Tal vez sí te comería la...

—¡Tatiana Marcela Morales Reyes! —chilló la aludida, abochornada.

La joven mexicana se echó a reír a todo pulmón. Pronto se dobló sobre sí misma, al tiempo que daba manotazos sobre el pasamano. Ni siquiera pudo continuar ascendiendo porque comenzó a faltarle el aire. Al presenciar tan divertida escena, la otra muchacha no tardó en sucumbir también al poder de las carcajadas. Era imposible permanecer indiferente cuando se trataba de las ruidosas risas de Tatiana. Una vez que las risotadas fueron menguando, Fiorella respiró hondo varias veces antes de confesar el motivo detrás de su desasosiego.

—¡Ay, Tati! ¿Qué hago si me mando un moco? Ya sabés que yo soy un desastre andante, pero me pongo peor cuando estoy cerca de él.

—¡No seas mensa! Va a estar bien chido, ya lo verás. Y por si no te diste cuenta todavía, ¡Mauricio anda clavadísimo contigo! Si hicieras alguna pendejada, él rapidito se olvidaría de todo. —Apoyó la barbilla sobre la mano derecha—. Vamos a almorzar, a platicar y a ver una película nomás. ¿Qué podría salir mal?

—Conmigo nunca se sabe. Acabo de hacer un papelón poniéndome la ropa al revés. —Colocó dos dedos en el puente de su nariz—. ¡Qué gila, por Dios!

—Pero lo hiciste reír, eso siempre es bueno. —La chica levantó los brazos para colocar las palmas abiertas a los lados de su propio escote—. Además, le presentaste un muy buen par de virtudes que él supo apreciar. ¡Lo dejaste encantado de conocerlas!

—¡Callate! ¡Casi me muero de la vergüenza cuando me acordé de que andaba sin sostén! —exclamó Fiorella, cubriéndose el rostro con las dos manos.

—Seguro lo dejaste con el corazón bien erguido...

Acto seguido, la muchacha flexionó el codo izquierdo hasta que su puño cerrado alcanzó la altura del hombro.

—¡Taaaatiiii! ¡No pongás esas imágenes en mi mente!

—Pero si él mismo dijo que te quería ayudar a...

—¡Cortala con eso! —La joven Portela le dio un golpe amistoso al brazo de su amiga para hacerla callar—. ¡Sos una pesada!

—¡Ay, no manches! ¿A poco no te gustó la oferta? —La chica la señaló con ambos dedos índices, al tiempo que movía las cejas—. ¡Yo sé que sí! ¡No me lo niegues, condenadota!

Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora