I M A G I N E [LIBRO 1] ✅

By camiwharton

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"Eran como la noche y el día, como el agua y el aceite, como el hielo y el fuego, pero aún así se complementa... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Epílogo
¡ANUNCIO IMPORTANTE!
ANUNCIO DE SECUELA

Capítulo 5

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By camiwharton

La noche de antes de ayer había sido un caos, odiaba los hospitales y había la había pasado allí durmiendo en aquellos asientos pegados, con el cuello apoyado en el hombro de la tía Stella, me dolía todo. Lo de mamá solo había sido un susto, no era grave lo que tenía, pero si era para tratarlo en el momento. Apéndice. 

Cuando regresamos a casa le preparé la cena tal cual como lo había indicado el médico, algo bien liviano. Terminé agotada en la cama sin ni siquiera cenar, revisé mi móvil y tenía varias llamadas de los chicos, hasta de Isaak preguntando sobre mi madre y también regañándome porque no les había avisado. Cómo si ellos fueran médicos y solucionaran el problema. Odiaba que la gente me acompañe a este tipo de cosas, sentía que era una pérdida de tiempo o simplemente una molestia. Cuando falleció mi padre las dos únicas personas a las que les permití estar en el velorio fue a Nate e Isaak, de todas formas, Alexa no quería ir, y tampoco la obligué a hacerlo. 

[...]

El sábado por la noche los Salinger me invitaron a una gala de beneficencia, primero consulté a mi madre su estado de salud, y me respondió que ya estaba mejor y que podía manejarse sola. Sin embargo, le advertí que cualquier inconveniente que tuviera no tenga duda en llamarme. 

Las chicas pasaron por mí eso de las tres de la tarde para ir a comprar vestidos, para mi suerte tenía algunos ahorros y podría comprarme algo por mis medios. No me gustaba que gastasen en mí, mucho menos cosas costosas que yo no podía devolver el dinero. Al llegar a las tiendas, Alexa y Madison casi entran corriendo a una en donde habían visto vestidos preciosos que era más que obvio que yo no podía pagar, y como a mí no me ilusionaban esas cosas caminaba con un paso lento y sin ánimo.


—¡Vamos Mía, apúrate! —gritaba Alexa haciéndome una seña con la mano. 


Para ser sincera nunca creí pensar tal cosa, pero me había enamorado de un vestido perdidamente; era de seda rosa pálido con la simulación de un cinturón de estrás blanco y la parte de los hombros un poco caídos para así mostrarlos. Al ver el precio reí irónicamente, ¿quién me hizo pensar que yo, Mía Vogler, ¿podía pagarse un vestido de tal costo con los ahorros de unos tres meses? A veces me preguntaba si era amiga de las chicas para humillarme. Alexa se paró a mi lado y me sonrió. 


—¿Te gusta ese? —dijo tocando la tela del vestido. 

—Sí. Y no, no vas a pagarlo, conozco esa mirada. 

—Vamos Mía, no seas así. Sabes lo mucho que amo hacer esto. —ella sacó su tarjeta de crédito y pagó el vestido como si nada le importase. Se negó a aceptar el efectivo que llevaba, hasta que lo logré.

Alexa se compró un vestido Pnina Tornai rojo pasión con una flor al costado estilo princesa y Madison uno con un escote negro y strass combinado con verde agua en la parte de abajo. 

Salí primera del local, las chicas se metieron a otro local en donde iban a comprar joyería, por lo que deduje, iba a sentarme en uno de los banquitos, pero la figura de alguien a pocos metros de mí me lo impidió; encontré a la persona que menos esperaría por ahí. Luke Reinhard; él comenzó a caminar con sus largas piernas y, en ese momento, lo único que estaba en mis capacidades fue seguirlo con la mirada, se dirigía hacia mí. Se paró frente mío y observó detenidamente como mordía mis labios nerviosa, saco con lentitud las manos de sus bolsillos para sacar su cajetilla de cigarros y encendió uno. Aún con su semblante serio, alzó su mirada conectándola con la mía. No podía estar más nerviosa con la presencia del rubio, las chicas estaban lejos de nosotros, así que no sabía la razón de mi nerviosismo, las manos me sudaban y su mirada me estaba penetrando el alma. Hasta podía decir que me estaba quemando. 


—¡Vogler! —murmuró casi en un susurro con la voz ronca. —¿De compras?


Entre abrí mis labios, pasé la lengua por ellos y mordí el labio superior. 


—Sí, no te puedes imaginar la emoción que me da. —él se unió a mi risa y suspiré. —¿Y tú?

—Solo pasaba por aquí a reírme de la gente que va de compras y pretende ser algo que no es. —guiñó un ojo y relamió sus labios. 


Él chasqueo y el tono en que lo había dicho hizo que un pequeño escalofrío recorriera por todo mi cuerpo causando que por inercia me mantenga quieta en frente suyo. Su tono de voz fue ecuánime. Quería que mi cuerpo reaccionara ante mis intentos fallidos de irme con las chicas y dejar de escuchar al rubio, sin embargo, no lo hizo. 

—¿Tan aburrida es tu vida para pasar el tiempo así? —articulé intentando tener una postura segura. 

—¿Tú crees de verdad que puedo perderlo así? —ironizó dando una risa sin humor. Tiró la colilla del cigarro y miró su móvil para volver a guardarlo en el bolsillo de su campera de cuero. —Te invitaría a tomar algo, pero mi hora libre terminó. Nos vemos, Vogler.

Alzó su dedo índice y lo chocó por su frente dando a significar un saludo y se alejó. 

—Hasta luego...

Murmuré cuando su espalda fue el único objetivo en mi campo de visión. ¿Hora libre? ¿Acaso Luke Reinhard trabajaba aquí? 

Las chicas salieron de los locales a los que entraron con unas diez bolsas más de las que habían entrado. Me buscaron con la mirada y yo les hice un ademán. 


—¿Vamos a tomar algo? Hay una cafetería nueva aquí. 


Accedimos y nos dirigimos al patio de comidas. Al llegar a la nueva cafetería mi boca se extendió hasta el piso, mordí mis labios y los relamí, rasqué mi nuca mirando disimuladamente, —según yo. —y por el rabillo del ojo pude ver la complexión grande del chico, mis manos comenzaron a sudar e, inútilmente, intenté desvanecer el nerviosismo que me provocaba al estar en frente del rubio con mis amigas a mi izquierda.

—Hola, buenos días. Bienvenido a CoffeeGia, ¿qué desea pedir? —preguntó él con su mirada fija en la mía con un semblante serio. 

Tallé mis manos por encima de mi pantalón para quitar el sudor de ellas y tragué saliva para poder pedir la orden. 

—Buenos días. —sonreí a pensar que estaba nerviosa mordiendo mis mejillas. Miré la tabla de especias y volví a fijar la mirada en la suya. —Cappuccino con crema y caramelo. 

Luke anotó mi pedido en la computadora que tenía en el mostrador, dio un suspiro profundo y exhaló con lentitud.

—¿Algo más, señora? —indagó y negué varias veces con mi cabeza. La máquina sacó el ticket y me lo entregó en mano haciendo que estas se rozaran. Su mano estaba tibia y suave. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. —Gracias. La llamarán por el lado derecho por su nombre. 

Alexa se acercó al mostrador agrandando aún más su sonrisa despampanante y mordió sus labios sin despegar aquella sonrisa de su rostro. Luke la miraba serio, muchísimo más serio que cuando me atendió a mí. 


—¿No vas a decirme buenos días, mal educado? Dios, que mal servicio. —el ojiazul reboleó sus ojos y volvíó a soltar un suspiro profundo. Esta vez, tratando de hacer aparecer a su paciencia. 

—¡Buenos días! —dijo con sarcasmo y una sonrisa falsa. —¿Qué desea pedir, señorita? —preguntó volviendo a su semblante serio. 


Una vez hecho los pedidos y estos entregados nos sentamos en una mesa un poco, bastante, diría yo, cerca del mostrador. Si no conociera tan bien a Alexa diría que era para molestar a Luke. La castaña se estaba comportando como si tuviera unos cuatro años de edad, llamó a mantenimiento que limpie como diez veces o hacía comentarios sobre el rubio a quién de vez en cuando lo miraba por rabillo de mi ojo. Su expresión era neutra, insípida a cualquier comentario de mi amiga. 


—Apuesto que algún amigo suyo lo ayudó a entrar aquí. Es imposible que con los antecedentes que tiene lo acepten en algún trabajo. 

—Deberían pedirle un examen anti dope. —dijo Madison riéndose y Alexa le siguió la risa.

—¡Ya basta! ¿Qué no se dan cuenta? —ellas se miraron y fruncieron el ceño. —No conocen al chico y no tienen el más mínimo derecho de hablar así de alguien. Más grotescas quedan ustedes por tratar así a alguien que está trabajando para su propio beneficio porque no todos tenemos la oportunidad que sus padres sean grandes empresarios como los suyos. 

—¿Por qué siempre defiendes al drogadicto, Mía? —atacó la morena mirándome fijamente.

—Luke, Alexa, ya te dije anteriormente que se llama Luke. —afirmé con mi mentón en alto, me levanté de la mesa llevando mi café y la bolsa con el vestido. —Nos vemos a la noche. 



[...]


Me probé el vestido como veinte veces antes de bañarme y otras veinte veces más cuando salí. Peiné mi cabello con una media cola y trenzas y un maquillaje dorado bien suave apenas notable; Nate vendría por mí en menos de una hora y yo no me decidía si usar zapatillas o zapatos, —¿qué clase de persona va a una gala en zapatillas, Mía? No seas tan ridícula, chiquilla. —Me ataqué a mi misma en el interior. —El timbre sonó y comencé a correr para todos lados buscando los zapatos crema que mamá me había prestado, iba a volverme loca. 


—¡Mía, Nate está aquí! —gritó mi madre desde la planta baja. Me calcé casi bajando las escaleras procurando no hacer el ridículo. 


Él me esperaba en el último escalón con una mano extendida hacia mí, le sonreí insípidamente y dejó un corto beso en mis labios. 


—Estás preciosa, Mía. —murmuró Nate con una sonrisa despampanante. Sus ojos bien azules escaneaban cada parte de mi vestido. Y por un segundo, recordé el azul del rubio. Nos despedimos de mi madre y hasta me atrevo a decir que ella estaba más emocionada que yo.   


Mis piernas se movieron detrás de Nate, nos dirigíamos a su automóvil. Mi mente estaba en blanco, captando muchas preguntas, como poniéndome a prueba de algo; mis manos comenzaron a sudar, esa manía se me estaba haciendo costumbre, y no me agrada en lo absoluto. Es disgustoso. 

El chico se detuvo enfrente de su auto negro deslumbrando las luces haciendo que el seguro sonara. Me abrió la puerta indicándome que entrara, me sonrió e hice lo mismo con él adentrándome al auto. Él rodeo la parte delantera, y entrando encendió el motor emprendiendo camino, apreté mis labios intentando desvanecer el nerviosismo que cada vez aumentaba. Nunca había asistido a una gala con los Salinger, y no tenía idea de qué personas iba a encontrar, qué tenía que decir, y que no. Me estaba comiendo las uñas esculpidas que me había hecho hace unas horas con mamá. Cavilé en mi pensamiento si esto había sido una buena decisión. 

El salón era inconmensurable; estaba decorado con luces tenue color violeta y blanco y los sillones hacían juego con éstas, las mesas y sillas estaban cubiertas por un mantel también blanco y en cada esquina del lugar había un candelabro gigante. Me asombré por tanta elegancia, no estaba acostumbrada a tal cosa a pesar de que en varias ocasiones he asistido a lugares así con mis amigos, este lugar no era para nada comparado con los demás. 

Las chicas vinieron corriendo hacia mí y alagaron como me veía e hice lo mismo con ellas. Nos dirigimos a las mesas y en seguida nos trajeron una botella de champagne y aperitivos para degustar. La música de fondo era meliflua, las chicas hablaban de los vestuarios de los demás allí, yo juagaba con mis manos como si fuese lo más entretenido del mundo. Alguien tocó mi hombro y giré mi cabeza para encontrarme a Nate sonriéndome. 


—Ven. Quiero presentarte a algunas personas. —murmuró cerca de mi oído. 


Me levanté de la silla y caminé detrás de él tomada de su mano. Nos acercamos a un grupo de personas que cuando lo vieron a él junto a mí sonrieron todos, mis mejillas se pusieron de un color carmesí y no, no era el rubor. 

—Ella es Mía, mi novia. 

Sonreí como mejor pude porque realmente estaba muy nerviosa, saludé a cada una de personas que estaban ahí. Todos eran familiares de Nate. Ellos se pusieron a hablar de cosas que no entendía, y que tampoco eran de mi interés. Alcé mi vista, y quedé atónita; tuve contacto con su semblante serio y sus ojos azules combinados por la iluminación de la luz tenue, relamió su labio inferior haciendo tropezar la punta de su lengua con este. Estaba sentado en una de las mesas del fondo fumando un cigarro, le dio una calada sin quitar su penetrante mirada y mentiría si dijera que estaba en mi mejor estado, era mucho para dirigir; Nate me presenta ante sus familiares y encuentro a Luke en la gala. Y vestido de traje. 

Un hombre canoso se acercó a él, el rubio levantó la vista y lo miró de una forma pavorosa que hasta a mí me aterró. El hombre le dijo algo que no logré escuchar, Luke de mala gana apagó el cigarro en un cenicero y se levantó de la silla haciendo un estruendoso ruido y se fue de mi campo visual.

Me acerqué al oído de Nate y musité:


—Voy al baño. —él asintió sonriendo y dejó un beso en mi frente.

No era mentira que quería ir al baño, pero como no lo encontré mi objetivo se fue a buscar al rubio en algún lugar de aquí. Para mi suerte el lugar era tan gigante que no tenía ni idea de a dónde me estaba yendo. Abrí una puerta de hierro que tenía en frente y allí lo encontré; estaba apoyado en la baranda de la terraza del lugar, fumando un cigarrillo mirando hacia la ciudad, relamí mis labios combinando una sonrisa y me acerqué a él para copiar su acción. Una sensación de pánico de apoderó de mí y me alejé un poco de la orilla. Él giró su cabeza hacia mí y conecté su mirada con la mía, en sus ojos se reflejaban las luces de la ciudad y los hacían verse más azules. Sonrió de lado y volvió a exhalar el humo. 


—Vogler, me encontraste.

—¿Querías que te encontrara? —indagué.

—No lo sé con exactitud. —respondió riéndose, meneando la cabeza. —¿Qué estás haciendo aquí? Mírate. —alzó el mentón hacia mí. —Uñas esculpidas, vestido nuevo, y zapatos de tacón. 

—Y tu de traje, jamás te podría haber imaginado de esta manera.—solté una carcajada y él se unió. —La pregunta es, ¿qué es lo que haces tú aquí? 


Reboleó los ojos y tragó saliva para hablar.


—Howard es mi padre es el que organizó toda esta mierda. 

—¿Tu padre es Howard Toussaint? —dije casi en un grito por la sorpresa. Ese hombre era un empresario muy famoso y rico, creador de muchas compañías de comida, todo tipo de comida. De café hasta sushi. Puse mis labios en forma de o. —Eso explica porqué trabajas en la cafetería, ¿verdad? 

—No. Trabajo porque se me canta el culo, Vogler. No porque mi padre me obligue. 

—¿Y por qué no llevas su apellido? —indagué, aunque estaba segura que por curiosa iba a tirarme un insulto. Lo esperé, pero no fue así. 

—Nunca me reconoció como su hijo. —sonrió amargamente y volvió a encender un cigarrillo. —Deberías volver con tus amigos, te han de estar buscando. 


Asentí y giré mis pies para bajar al salón, le di una mirada más al chico esperando a que él también lo hiciera, pero no fue así. Nate al verme corrió hacia mí. 


—¿Dónde estabas? —puso sus manos a los costados de mi rostro. 

—Me perdí, no encontraba el baño.


La noche siguió, algunos presentes allí subían al escenario y contaban chistes que solo los ancianos se reían, en la mesa en la que yo estaba los padres de los chicos hablaban de política, de las universidades costosas a las que irían sus hijos, y yo ni siquiera sabía qué estudiar. Mi vista se alzó al escuchar su voz por el micrófono, sus ojos azules pacífico me miraban vacío. 


—¿Qué es lo que hace este ridículo ahí?

Ni siquiera quería contestarle a Nate, no podía sacar la mirada de aquel chico que me miraba de la misma manera. Podía oler su nerviosismo. Aclaró su garganta y habló: 


—Damas y caballeros, estamos aquí reunidos para beneficiar a todas las instituciones...—miró el papel que tenía en su mano y negó con la cabeza. —que nuestros hijos asisten para bla, bla, bla, falta de higiene en los baños y no sé que más, en fin. Hoy Howard Toussaint, mi padre, —reboleó los ojos. —anuncia su regreso a el barrio con tiendas de café para recaudar fondos y colaborar con la construcción de los institutos. ¿Saben? Es irónico porque jamás se preocupó si a mí me faltó dinero. Con ustedes Howard Toussaint. 


El hombre canoso de hace unos minutos atrás apareció, lo asesinó con la mirada y el rubio le sonrió sarcásticamente alzando sus manos en el aire y se bajó del escenario. La noche continuó con un baile aburrido, mi acompañante había desaparecido junto a Madison por lo visto porque no estaban ninguno de los dos, y Alexa estaba ligando con el hijo de unos de los empresarios de allí. Luke se acercó a mí y tiró un papel desde arriba y siguió de largo. 

En el papel estaba escrito con una letra desordenada el discurso que el rubio tendría que haber dicho, solté una risa. Lo giré y tenía escrito con otra letra, más delicada pero aún así desordenada: "¿Quieres ir a una fiesta de verdad? Te veo en la terraza"

Me levanté de la silla sin dudarlo y me dirigí hacia donde había sido citada.


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