Ojos grises © (Completa)

Bởi NSColmenares

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Valentin Vasíliev ocupa en la actualidad el puesto como uno de los más importantes líderes de la mafia rusa... Xem Thêm

Agradecimientos y aclaraciones
Introducción
Capítulo I Juguete
Capítulo II Una mirada inesperadamente desafiante
Capítulo III Humillación
Capítulo IV Roto
Capítulo V Bruma de placer I Parte
Capítulo V Bruma de placer II Parte
Capítulo VI Culpas del Pasado
Capítulo VII Utilidad
Capítulo VIII Falsas esperanzas
Capítulo IX Destruido
Capítulo X Un hombre complaciente
Capítulo XI Decisiones
Capítulo XII Doble Identidad
Capítulo XIII Hombre Muerto
Capítulo XIV Atentado
Capítulo XV Cambios
Capítulo XVI Amargas noticias
Capítulo XVII Dilemas y decisiones
Capítulo XVIII Exigiendo respuestas
Capítulo XIX Deseo y egoísmo
Capítulo XX La última barrera
Capítulo XXI Intrigas y ruptura
Capítulo XXII Certezas y respuestas
Capítulo XXIII Culpas y traición
Capítulo XXIV Peligros y traiciones
Capítulo XXV Punto crítico
Capítulo XXVI Sin vuelta atrás
Capítulo XXVII Violenta pasión
Capítulo XXVIII Acorralado
Capítulo XXIX Cruda realidad
Capítulo XXX Caos y muerte
Capítulo XXXI Punto de apoyo
Capítulo XXXII Deudas por saldar
Capítulo XXXIII Alianzas e intereses
Capítulo XXXIV Sobrevivir
Capítulo XXXV Sin marcha atrás
Capítulo XXXVI Fatalidad I Parte
Capítulo XXXVII Comenzar de nuevo
Epílogo
Notas finales
Extra: Perros callejeros
Extra: Denis
Extra: Larissa
Extra: Reuven
Retorcido complemento (Reuven X Konstantin)

Capítulo XXXVI Fatalidad II Parte

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Bởi NSColmenares

El estruendo de la explosión conmocionó a Konstantin. Su rostro se llenó de incredulidad ante la primera explosión para luego transformarse en una máscara de furia ante las dos explosiones que le siguieron, casi de manera consecutiva.

Dejando caer el trago de su mano en brusco movimiento que causó que cristales y licor se derramaran sobre el alfombrado suelo, Konstantin rebuscó el arma bajo su abrigo, escuchando numerosos disparos y a hombres gritando órdenes y maldiciones en el exterior. Su mirada se cruzó con la de Reuven, cuyo semblante se había ensombrecido. Asimismo, se percató de cómo este asía de igual manera su arma, pero en especial, del cabreo que refulgía en los ojos del ucraniano.

Un sentir similar a lo que se agitaba dentro de él.

El que algo así estuviese ocurriendo en su propiedad era impensable. Que alguien hubiese osado atacarle le parecía casi imposible. ¿Quién podía haber cometido semejante estupidez?

No iba a permitir que nadie le arrebatase lo que había logrado. Quien quiera que fuese, él le destruiría de inmediato.

—¡Señor, Konstantin! —irrumpió en el estudio con agitación uno de sus hombres.

—¿Qué está sucediendo? —inquirió Konstantin con gélida furia.

—Alguien... Alguien hizo estallar las zonas cercanas a las bodegas del piso inferior, les han disparado a algunos de nuestros hombres...

—¿Quién? —En sus ojos el anhelo de venganza se reflejó.

—Aún no lo sabemos. Estamos...

—¿Aún no lo saben? —cuestionó amenazante—. ¡¿Acaso todos son unos inútiles?! ¿Y para qué mierda están las cámaras?

—Las cámaras fueron desactivadas, señor... El guardia de controles estaba inconsciente. Desde hace un par de horas todos los sistemas de seguridad han estado desactivados. Y... —Su tono se volvió vacilante, pareciendo temeroso de la reacción de su jefe— la seguridad del túnel de emergencia también fue violada. Parece que usaron el túnel como entrada

—¿Parece? —Konstantin entrecerró los ojos con furia—. ¡¿Cómo no se dieron cuenta?! ¡Bastardos inútiles!

No podía creer que algo así estuviese sucediendo. Para que los sistemas fueran desactivados alguien de los suyos debía estar involucrado.

—Al parecer no soy al único al que mis hombres traicionan —se burló Reuven repentinamente, aunque más allá de cualquier burla, en su mirar profunda ira se denotaba—. Este es tu territorio. Así que más te vale resolver esto si no quieres morir —amenazó yendo hacia una esquina en donde Denis había yacido aterrorizado desde que comenzó aquello—. Tú vienes conmigo. Quién sabe. Podrías ser de alguna utilidad.

Reuven asió a Denis por el brazo, quien se mostró aterrorizado. Mas nada pudo hacer cuando fue arrastrado hacia el exterior a pesar de su temor.

Konstantin olvidó a Reuven al mirar a través de la puerta entreabierta a sus hombres correr, sin dejar de escuchar los disparos.

Debía encontrar al culpable de aquello y eliminarlo. Sólo cuando lo hubiese hecho podría salir de allí. Pero antes aún tenía una última cosa por hacer que ya no podía posponer.

Desde el instante en el cual las explosiones rompieron la aparente calma de la propiedad Vasíliev, el paso de Lyov se dificultó. A cada instante, numerosos hombres iban y venían. Los gritos de agitación y maldiciones se mezclaban con disparos que él tenía la certeza de que no iban dirigidos a nadie en particular, sino que eran producto de la reacción de hombres agitados que disparaban como advertencia ante cualquier sombra que pudiese parecer sospechosa. Y justo aquella agitación hacía que su paso por el lugar se viese limitado.

Debido a la situación, prácticamente no podía dar un paso sin esconderse o tener que alejarse con premura debido al constante fluir de hombres. Quería evitar cualquier confrontación directa mientras pudiese. Si dejaba conocer su presencia esto dificultaría su misión. Sólo quería cumplir con rapidez el objetivo por el cual había venido allí.

Por ello, continuó moviéndose con rápido sigilo por el lugar, intentando pasar desapercibido hasta que al momento de ir hacia los pisos superiores, le fue imposible.

Las escaleras eran el único punto de acceso. Era un punto totalmente expuesto, pero era su única opción.

Escondido tras una columna, observó cómo a pesar del caos sólo un par de hombres parecían hallarse a simple vista en el nivel superior. La mayoría había corrido a concentrarse en las zonas cercanas a las explosiones ocurridas en el nivel inferior.

Lyov corrió hacia la escalera y los hombres que custodiaban se percataron de su presencia, abriendo fuego un par de veces de forma infructuosa en su contra. Lyov reaccionó disparando con una rapidez y precisión hacia los hombres al final de la escalera, cuyos cuerpos se desplomaron inertes. Y uno de estos cayó de forma estrepitosa por el barandal de la escalera hasta el piso inferior.

Sin mirar atrás, avanzó manteniéndose alerta. A cada paso que daba sentía cada músculo de su cuerpo inundado por la adrenalina, así como cierta frustración que se acrecentaba en su interior al no hallar indicios de Denis.

Según la información que le había proporcionado Lucien, Denis solía mantenerse cerca de Reuven en los pisos superiores. Así que si quería hallar a Denis, debía encontrar al maldito ucraniano.

Furia y repulsión se agitaron en él a medida que avanzaba por aquel piso y se adentraba en estancias vacías. Su mente era inundada por la imagen de un hombre cuya crueldad y perversión eran de sobra conocidas, haciéndole preguntarse qué clase de cosas habría sufrido Denis durante este tiempo.

Lyov recordaba el jovencito desconfiado, aterrorizado y tembloroso que conoció la primera vez. ¿Denis volvería a convertirse en eso?

Aquel pensamiento hizo que un agrio sentir le inundase.

Apresuró su paso hasta que unos quejidos provenientes de una voz muy bien conocida le detuvieron. Escuchó leves quejidos amortiguados que se acercaban, provocados por una ronca voz que amenazaba e insultaba sin cesar.

La mirada de Lyov se tornó pétrea y afianzó el agarre en su arma. Había hallado a Reuven y Denis. Y esto lo comprobó cuando a través del pasillo emergió la alta y fornida figura de Reuven quien arrastraba a Denis.

En aquel momento, Lyov no dudó. Disparó contra Reuven cuyos ojos se abrieron alarmados al ver a Lyov.

Reuven se movió con inesperada rapidez, usando a Denis como una especie de escudo, pareciendo como si sólo traía a Denis consigo como una «medida de protección».

Un grito de dolor brotó de Denis y Lyov contempló con cierto horror cómo del hombro izquierdo de Denis la sangre brotaba de una herida causada por él.

—Qué cruel. Hiriendo a este pobre chiquillo —se burló Reuven reconociendo a Lyov y apretando el cuerpo de Denis contra sí, que pugnaba por contener un sollozo—. ¿No te alegra saber que tu cuerpo puede servir para otras cosas más que follar? —alabó a Denis con falso afecto besando su mejilla.

Repulsión inundó a Lyov ante aquel gesto. Observó cómo Denis le veía expectante y suplicante por ayuda, pero sobre todo, lleno de preocupación.

Incluso en semejante situación Denis se preocupaba por él. ¿Por qué mierda Denis tenía que ser así?

—Suéltalo —exigió Lyov de forma amenazante, apuntando a Reuven.

—¿Para que puedas dispararme? Por supuesto —replicó Reuven con una carcajada—. ¿No estás feliz, mocoso? Este hombre ha traicionado a todos, incluso a la policía para llegar hasta aquí y todo por ti —comentó en voz alta contra el oído de Denis, pareciendo disfrutar del temblor del joven y del odio que se reflejaba en el rostro de Lyov—. Pero no tienes de qué preocuparte —dijo dirigiéndose a Lyov—. Ya que has llegado hasta aquí quizá podría pensar en devolvértelo en unos años... Si es que el mocoso puede soportarlo. —Paseó la mano izquierda con la cual sostenía a Denis por el pecho de este a la vez que depositaba un beso en los rizos del joven.

Denis cerró los ojos asqueado y se removió de forma infructuosa ante la fuerza de Reuven.

—Bastardo —escupió Lyov con una mirada llena de furia.

—¿Qué sucede? ¿Te molesta esto? —cuestionó con sorna besando nuevamente el cabello de Denis y mordisqueando uno de aquellos rizos castaños rojizos—. Pero si él está acostumbrado. Después de todo, putas como esta sólo sirven para una cosa.

Lyov apretó los dientes con rabia, intentando pensar con claridad. Reuven estaba usando a Denis como escudo humano. Si intentaba disparar quizá podría herir a Denis nuevamente. Debía encontrar la manera de alejar a Denis de Reuven. Aunque no sería tan sencillo. Pero al fijar sus ojos en los de Denis un pensamiento le golpeó.

Había una ínfima posibilidad de lograrlo, mas dependía de Denis. Sin embargo, ¿Denis podría comprenderle?

Lyov sopesó otra vez sus opciones y tomó una decisión. Sus ojos se mantuvieron fijos en los de Denis; llenos de severidad y de un significado oculto. Y la mirada de Denis brilló en comprensión y sus labios trémulos se entreabrieron en una respuesta no pronunciada.

De forma repentina, Denis empujó con todo su peso hacia atrás contra Reuven, descargando su codo con suma fuerza contra la entrepierna del ucraniano quien aulló de dolor. Denis aprovechó aquel ínfimo momento de inestabilidad de su captor para golpear con su pierna tras la rodilla izquierda de Reuven, haciéndole trastabillar y que le soltase.

Y Denis usó aquel justo instante para alejarse unos centímetros de Reuven, el cual, profiriendo maldiciones y con el rostro colérico, intentó recuperarle. Mas bastaron aquellos segundos de separación para que Lyov lograra tener un rango adecuado para disparar y lo hizo sin dudarlo.

En cuestión de segundos, el cuerpo del ucraniano se desplomó hacia delante. Denis con el rostro contraído por el dolor y movimientos tambaleantes, observó a Reuven e inquirió en el arma que yacía a unos centímetros de él. Y de inmediato, arrojó el arma hacia el pasillo como si temiera que el hombre se incorporase y le apuntase de nuevo. Pero en el momento siguiente, tras arrojar el arma, una mano apresó su tobillo con fuerza.

Denis vio horrorizado cómo Reuven le agarraba con firmeza, intentando incorporarse. Del cuello del ucraniano la sangre emanaba. La bala había traspasado el músculo sin tocar por desgracia de forma mortal las arterias. Aunque, aun así, el daño era claro.

La expresión de Reuven era lívida, reflejando un intenso dolor. Pero en su mirar la rabia se sobreponía, como un moribundo animal salvaje que se negaba a perecer. En aquellos ojos castaños el rencor de un demonio ardía.

Denis sofocó un grito al ver al ucraniano comenzar a erguirse. La mano que le sostenía ascendió por su cuerpo en forma de apoyo, haciéndole permanecer congelado de terror. Mas antes de que Reuven lograse incorporarse por completo con claras intenciones asesinas, Lyov embistió contra el ucraniano con toda su fuerza.

Lyov y Reuven rodaron en un lío de brazos y piernas que se debatían con violencia. Lyov escuchó a Denis gritar «Nikolay» con preocupación, sin que Lyov pudiese prestar atención al jovencito en medio de aquella situación. Él había querido disparar, pero debido a la cercanía de Reuven con Denis, tuvo que reaccionar con rapidez, optando por la lucha física.

Ahora sus manos pugnaban por dominar a un oponente que, a pesar de estar herido y de la debilidad que debería causarle la pérdida de sangre, se negaba a dejarse vencer, como si la furia fuese lo único que alimentara su fuerza. Una rodilla se estrelló contra su estómago y, seguidamente, el fornido cuerpo del ucraniano le inmovilizó contra el piso.

Una mano le asió por el cabello golpeando su cabeza contra el suelo, con tanta fuerza que percibió el crujir de su cráneo y la calidez de la sangre filtrarse. Su mundo se tambaleó por un segundo en figuras difusas, para luego abrir los ojos intentando recuperarse. Sin embargo, las manos de Reuven apretando su cuello cortaron su flujo de aire.

Lyov intentó deshacerse de aquel mortal agarre, escuchando a Denis seguir gritando su nombre. En medio de todo aquello, vio la figura de Denis a punto de correr hacia él en pos de ayudarle. Pero la mirada de gélida advertencia que Lyov le dirigió al jovencito le mantuvo en su lugar. Y Denis permaneció quieto; lleno de impotencia y pareciendo estar a punto de en cualquier momento ignorar la negativa del hombre a recibir su ayuda.

Lyov gruñó intentando deshacerse del agarre del ucraniano, presionado por terminar con aquello. En su rostro la tensión era clara debido a la asfixia y a la lucha. En sus brazos las venas sobresalían con suma tensión, sintiendo la presión por parte de Reuven aumentar haciéndole jadear sin éxito, imposibilitado de respirar. Si seguía así aquel ucraniano iba a matarle.

En un rápido movimiento, inclinó su cuerpo ligeramente hacia el frente golpeando su cabeza contra la de Reuven y presionando la herida de este. Ante esto la sangre brotó todavía más, bañando el cuello y ropa de Reuven mientras la mano de Lyov se hundía con profundidad en la herida, sintiendo ceder la carne y el músculo bajo sus dedos.

Reuven gritó de dolor, retorciéndose e intentando liberarse, mas la debilidad empezaba a hacerse presente a pesar de su resistencia. Reuven lanzó un puñetazo contra el rostro de Lyov quien lo esquivó. El ucraniano buscó enredar sus piernas con la parte posterior de las rodillas de Lyov, queriendo cambiar posiciones y dominar al ruso de nuevo, pero que un agarre en su brazo izquierdo, siendo doblado hasta que los huesos crujieron se lo impidieron.

Reuven soltó un sonido mezcla de grito y gruñido cuando su brazo fue roto. Pero el filo de un cuchillo clavándose en su garganta le acalló, siendo reducido a una patética forma gorgojeante, con la sangre inundando su boca y brotaba de su cuello en medio de estertores.

Y lo último que pudo contemplar Reuven fue la figura de Denis abalanzándose sobre Lyov. Y al ver al joven que tanto despreció ser libre, sus ojos castaños que se iban apagando refulgieron por última vez con rabia. Pero también con el dejo de una amargura que pareció transformarse en el profundo rencor de algo repulsivo que no podía ser aceptado; el desprecio ante el hecho de que una basura débil pudiese sobrevivir y ser salvada. Aunque no pudo haber más odio ni más rencor cuando finalmente, su vida se extinguió.

Lyov observó con inexpresividad el cuerpo sin vida del ucraniano. Sintió un brazo rodearle cuando Denis le abrazó de forma dificultosa con su brazo derecho, mientras apenas hacía un movimiento con el izquierdo. Aquel cuerpo se estremecía con sollozos que intentaba contener y ante esto, Lyov no pudo evitar un suspiro casi imperceptible.

Denis parecía seguir siendo el mismo jovencito que había empezado a recuperarse cuando estuvo junto a él. Sin importar lo que pensase Denis, este era mucho más fuerte de lo que el propio chiquillo pudiese creer.

De forma lenta, se irguió con el agarre de Denis aún alrededor de sí. Dio un par de caricias calmantes sobre la cabeza de Denis, quien alzó su rostro hacia él. Y Lyov contempló el rastro de lágrimas que empañaban aquella expresión; el dolor que se mostraba en aquella mirada y, en especial, la emoción y el claro alivio ante su presencia.

Un ápice de calidez se reflejó en su semblante casi siempre inexpresivo. A diferencia de aquellos por los cuales jamás actuó, por Denis había podido hacer algo. Denis podría tener un futuro, podría tener una vida. Y cuando Lyov recordase a este jovencito no podría dejar de sentirse satisfecho por la decisión que había tomado.

Por primera vez en muchos años, había hecho aquello que sentía que debía hacer y que sabía que era lo correcto.

—Nikolay —musitó Denis deshaciendo su agarre de Lyov.

Lyov pareció querer replicar sobre aquel nombre falso que usó durante tanto, para al final decidir que después tendría tiempo para ello. Luego tendría tiempo para muchas otras cosas como ocuparse del destino de Denis.

—Nikolay... Creí que habías muerto. Intenté ser fuerte, pero... —Denis tragó saliva angustiado.

—Está bien. Lo hiciste bien. Lo hiciste muy bien —calmó dando un par de palmadas en la espalda de Denis con suavidad—. Después hablaremos. Ahora debemos salir de aquí —dijo con seriedad, escuchando hombres gritar órdenes a lo lejos y viendo rastros de humo que empezaban a llegar hasta ellos

Las explosiones habían causado incendios. Pronto aquel sitio ardería. Lucien y los demás tenían sus propios intereses. Mas su objetivo ya había sido cumplido.

Denis asintió débilmente y se dejó guiar por Lyov quien recuperó su arma. Su brazo rodeó a Denis mientras avanzaba con premura y en total alerta, en busca del pasaje por el cual había llegado, sintiendo la satisfacción de haber logrado su objetivo.

Denis estaría bien. Lyov encontraría un buen lugar para Denis y desaparecería, rehaciendo su vida. Aquella sería una nueva oportunidad en la cual más nunca habría de ignorar lo que era correcto.

Una gélida furia inundaba a Konstantin al avanzar por los pasillos del piso inferior en dirección al lugar en donde solían mantenerse prisioneros. Una maldición escapó de sus labios ante el ensordecedor y exasperante sonido de las alarmas antiincendios y de las voces de sus hombres; tres de los cuales le acompañaban en aquel momento como medida de protección.

¡No podía creer ni aceptar que aquello estuviese sucediendo!

Quería saber quién había sido tan estúpido como para atentar contra él. Pero más estúpidos habían sido sus propios hombres.

¡Aquellos inútiles no pudieron percatarse a tiempo de lo que ocurría! Y, además, entre sus hombres había un traidor.

Alguien había desactivado las alarmas. Uno de sus propios hombres le había traicionado. Alguno de aquellos miserables había firmado su sentencia de muerte.

Sólo algunos de sus hombres conocían acerca de ese pasaje y de las claves del sistema de seguridad: los que se encargaban de las cámaras y el monitoreo de seguridad y estos hombres que en esos momentos le resguardaban.

¿Quién de ellos le había traicionado? Cuando lo descubriera le haría pagar. Pero primero necesitaba controlar aquella maldita situación.

Por más que sus hombres le aconsejaran que lo mejor era abandonar la propiedad, no iba a hacerlo. Él no iba a abandonar lo que ahora era suyo. Si daba un paso atrás y dudaba todo caería, y su poder y su imagen de estabilidad se vería afectada. Y como consecuencia, aquellos que aún osaban pensar ir en su contra podrían tomar provecho de la situación.

Así que no retrocedería. Si quería sobrevivir y perdurar en la cima no podía hacerlo. Menos cuando el juego que había estado desarrollando durante años finalmente daba sus frutos. Konstantin no cedería ante aquel ataque y eliminaría cualquier inconveniente. Tal y como haría con Valentin.

Había postergado demasiado la muerte de este. La necesidad de información y el capricho de verle reducido a algo tan miserable habían hecho que le mantuviese con vida. Mas ya era suficiente. Debilitado o no, Valentin podría convertirse de nuevo en un obstáculo por parte de aquellos que aún le apoyaban. Y aunque todavía no tenía la certeza sobre si el ataque que estaba ocurriendo se relacionaba o no con Valentin, lo mejor era acabar con este de inmediato. No podía permitirse riesgos.

Por fin eliminaría al hombre que mató a sus padres. Konstantin acabaría con el hombre que se encargó de él durante años y que también en el fondo, le repudió. Asesinaría a Valentin al igual que a Anton. Desde hacía mucho había aprendido que cosas como los lazos de sangre eran irrelevantes.

Nunca necesitó de una familia. Sólo se tenía a sí mismo para sobrevivir y alcanzar sus objetivos.

Y con esta certeza, Konstantin por fin llegó hasta el lugar donde se encontraba Valentin. Sin embargo, lo que halló fue totalmente inesperado: Valentin no estaba. El hombre había escapado.

—¡¿Dónde está Valentin?! —gritó con furia a sus hombres quienes se veían totalmente estupefactos e incapaces de responder.

—H... Hasta hace un par de horas seguía aquí —intentó explicar uno de los sujetos.

Konstantin maldijo entre dientes. Si Valentin no estaba ello quería decir que lo que estaba ocurriendo tenía relación con este.

¡Maldito Valentin! ¡Él realmente fue un estúpido por no matarle antes!

Furioso, salió del lugar seguido de sus hombres, yendo en dirección al centro del caos: el lugar del cual provenían las explosiones.

Pero mientras lo hacía, se cruzó con un nuevo inesperado: Fillip. Este se movía con paso presuroso y nervioso mientras observaba a su alrededor y se dirigía a la salida como si temiese ser descubierto. Y al verle, los ojos de Konstantin se endurecieron.

Ahora todo tenía sentido.

—Fillip —llamó Konstantin con voz carente de emoción.

Al escuchar su nombre, Fillip se congeló. Cada fibra de su cuerpo denotó tensión al girarse hacia Konstantin, fijando su aterrorizada mirada en este.

—S-señor Konstantin —balbuceó Fillip con creciente nerviosismo mientras Konstantin se acercaba a él.

A cada paso de Konstantin, el hombre parecía encogerse en su lugar como un ratón acorralado.

—¿A dónde vas, Fillip?

—Y... Yo... estaba intentando ayudar a detener el fuego.

—¿De verdad? ¡¿O en realidad no estarías ayudando a esos bastardos a entrar?! ¡Maldita rata traidora! —recriminó con furioso desdén golpeando el rostro de Fillip con la culata del arma.

Fillip trastabilló por el golpe. El área cerca de su barbilla se enrojeció por el impacto a la vez que sus ojos se humedecían aterrados.

—Yo no...

—No te atrevas a mentirme —amenazó Konstantin fúrico, más que por la traición, por el hecho de que fuese justamente un miserable perro como Fillip el responsable. La lealtad y utilidad de aquel perro se había acabado.

—Lo siento... Por favor yo... —gimió con voz aterrorizada y suplicante, y ante ello, la ira de Konstantin pareció acrecentarse.

Konstantin apuntó a Fillip dispuesto a disparar. Mas antes de que pudiese hacerlo, el sonido de un disparo rasgó el aire.

Vio cómo uno de sus hombres caía herido a su lado. De inmediato, los otros dos restantes respondieron al fuego, disparando hacia el final del pasillo de donde parecían provenir los disparos. No obstante, la visión de un objeto siendo arrojado hacia ellos y una nueva explosión, hizo cesar las detonaciones.

Una onda explosiva le arrojó unos metros y para cuando abrió los ojos, el humo le rodeaba y sus hombres yacían muertos a unos metros de él. Sólo Fillip permanecía con vida, aunque herido quejándose cerca de él.

Cuando intentó incorporarse el dolor le atacó. Y antes de que pudiese lograrlo, un arma fue apuntada a pocos centímetros de su rostro. Alzó la mirada, encontrándose con un rostro con cicatrices de quemaduras y unos ojos oscuros que reflejaban crudo odio.

Una sonrisa irónica se formó en sus labios al reconocer al hombre.

—¿Así que vienes a vengar a tu jefe? Qué hombre tan leal —se burló Konstantin con descaro, como si el hecho de ser apuntado por el exguardaespaldas de Arshad no le importase.

El hombre gruñó frunciendo el ceño y rozó el gatillo dispuesto a disparar. Sin embargo, segundos antes de que lo hiciera, Konstantin se movió hacia Fillip, arrastrándole sobre su cuerpo y haciendo que dos impactos de bala; uno en el estómago y otro cerca del pecho perforaran el cuerpo de este.

Fillip boqueó cual pez moribundo. La sangre comenzó a emanar de su boca y heridas, mientras incredulidad y dolor se reflejaban en su expresión. Aunque Konstantin no prestó atención a ello, sino que usó por segundos el cuerpo de Fillip contra sí como una especie de escudo humano, a la vez que recargaba su propia arma que había permanecida oculta bajo él contra el iraní.

Una de las balas dio en la muñeca derecha de Barham, destrozando parte del tendón y haciendo que este soltase el arma con un gruñido de dolor, mientras que otra penetró en un costado. El iraní contempló con rabia a Konstantin, quien arrojó a Fillip a un lado, para incorporarse y asesinar al hombre, cuando un nuevo disparo proveniente del pasillo, el cual rozó su mejilla, le impidió al más joven de los Vasíliev lograr su objetivo.

Konstantin se encogió ligeramente, buscando evitar ser asesinado. Deseaba matar a aquel iraní, el cual con una mano casi destrozada y otra deteniendo la hemorragia de su herida pugnaba por levantarse. Mas debió desistir de aquella idea ante los nuevos disparos en su contra.

Se vio obligado a huir, dejando atrás a un furioso iraní y al cadáver de un hombre que una vez hubiese dado todo por él, pero que al final su adicción y sus propias decisiones le habían llevado a un fatídico y patético final.

Barham vio con furia y desesperación cómo huía el hombre responsable de la muerte de quien más que su jefe, fue la persona que representó todo para él.

Arshad fue el hombre que le dio un sentido y un objetivo a su vida y, sin embargo, él no había podido pagar su deuda. Barham había fracasado en su venganza. Por sus ansias de vengar a Arshad ni siquiera se había percatado de los movimientos de Konstantin ni del arma que ocultaba.

Era patético. ¡Sumamente patético! ¡No merecía todo lo que Arshad había hecho por él!

Negándose a dejar escapar a Konstantin, decidió ir tras este, sin importarle que la sangre brotase más ante su esfuerzo, ni que no pudiese usar su mano derecha casi destrozada como apoyo.

Inundado por la adrenalina y una rabia vengativa, logró incorporarse, pasando a un lado del hombre que Konstantin había usado como escudo humano y el cual ahora yacía muerto. Pero al dar un par de pasos a través de aquel pasillo con rastros de humo, se sintió desestabilizado debido a la pérdida de sangre que aumentaba. Mas antes de que luchase por seguir adelante un brazo le rodeó y un cuerpo un par de centímetros más bajo que el suyo le brindó apoyó.

Barham observó con confusión cómo Lucien le ayudaba.

—¿Qué estás...?

—Konstantin te ha dejado en un estado terrible. ¿Y aun así decías que tú serías quien le mataría

—Cállate —espetó soltándose del agarre de Lucien, tambaleándose en consecuencia—. Yo seré quien le mate. Es parte de la deuda que debo pagar. Y si esto incluye mi vida, mientras lo logre, que así sea —afirmó con seriedad y vehemencia.

Lucien contempló el rostro del iraní por unos segundos para luego suspirar, retomando su agarre en Barham sin importarle el gruñido de protesta por parte de este.

—Eres un hombre terco, chérie. Eso me gusta —confesó Lucien con una tenue sonrisa felina—. Yo también tengo alguien por quien moriría; alguien a quien le debo todo. Así que, aún tenemos un trabajo que cumplir. Pero por favor, intenta no desangrarte hasta morir. Sería de muy mal gusto que murieses en nuestra primera salida juntos, ¿no lo crees?

Barham observó inexpresivo a Lucien, escrutándole fijamente para luego resoplar ante el absurdo comentario del francés. Aunque esta vez no intentó deshacerse del agarre, sino que con apoyo de Lucien y tras recuperar su arma que ahora portaba en la ensangrentada, pero no herida mano izquierda, se encaminó de nuevo en pos de su objetivo: matar a Konstantin.

Así fuese lo último que hiciera, aquella noche Konstantin Vasíliev moriría por sus manos.

El humo proveniente de las llamas causadas por las explosiones empezaba a extenderse por los pasillos, nublando la visibilidad. Leonid tosió cuando aspiró una bocanada de humo. Sintió su garganta y sus ojos arder y parpadeó, intentando orientarse en dirección al pasaje por donde había entrado.

Sabía que las salidas estaban bloqueadas y debido a la cantidad de hombres, intentar llegar a estas sería prácticamente un suicidio. Sólo tenía una opción de escape.

Tornando su paso presuroso, de repente debió ralentizarlo al percibir los esfuerzos que hacía Valentin por seguir su ritmo. Leonid inquirió en Valentin, quien avanzaba apoyándose en él con clara dificultad. Su lamentable estado de desnudez ahora estaba cubierto a medias por un viejo pantalón hallado dentro del lugar donde se hallaba Valentin, propiedad sin lugar a dudas de algún pobre desgraciado recluido allí anteriormente.

La respiración de Valentin era afanosa y el demacrado rostro se veía lívido. Leonid reparó en la destrozada rodilla del hombre que le dificultaba caminar, así como en las laceraciones en sus muñecas producto de su lucha con las esposas.

Sus entrañas se retorcieron ante el estado de Valentin. Un hombre como Valentin reducido de aquella manera era algo que jamás hubiese imaginado. Pero apartó esos pensamientos e intentó centrarse en lo verdaderamente importante: había encontrado a Valentin y ambos seguían vivos y tenían la posibilidad de escapar.

Con aquella determinación, Leonid afianzó su agarre en Valentin, el cual profirió un gruñido ahogado reprimiendo el dolor.

—Tus nuevos amigos han causado más problemas de los que hubiese esperado —dijo Valentin con voz enronquecida y agotada, prestando atención al alboroto de los hombres que se escuchaba un tanto alejado de donde se encontraban.

—Supongo que son buenos en su trabajo.

—No lo dudo. Pero nadie trabaja gratuitamente. ¿Qué pidieron a cambio de esta pequeña ayuda? —inquirió Valentin con el mismo dejo de desconfianza que mostró cuando Leonid le habló de forma vaga y apresurada cómo había llegado hasta allí y quiénes le habían acompañado.

—Eso lo sé... Niko... Lyov está aquí sólo para recuperar a ese chico. Pero Barham y Lucien vinieron por Konstantin. Solamente necesitaban ayuda para una distracción...

—Y tú formas parte de la distracción. Una distracción muy descartable en realidad —interrumpió Valentin con una tenue sonrisa agria, como si hubiese comprendido algo que Leonid no podía—. No debiste venir aquí. Debiste aprovechar tu libertad, encontrar a tu hermana...

—¡Ya cierra la puta boca! —espetó Leonid exasperado, deteniéndose y enfrentando a Valentin, observando en aquellos ojos el cansancio y el dolor, pero sobre todo, una amarga resignación. Y ver aquello fue algo que no le agradó en absoluto—. Yo fui quien decidió regresar. Nadie me obligó. Te estoy devolviendo todo lo que hiciste por mí. Ahora deja de hablar. Vas a salir de aquí, vamos a salir de aquí y..

—¿Cuándo lo hagamos qué? ¿Pagarás por fin tu agradecimiento? ¿Acaso con esto ya no quedaría saldada tu deuda? O quizá no lo consideras así porque ya no se trata sólo de agradecimiento, ¿cierto? —cuestionó Valentin. Sus ojos antes apagados refulgieron con una intensidad que agitó aquellos sentimientos dentro de Leonid

Leonid tragó saliva, encontrándose de forma repentina sin habla. Valentin sabía la verdad. Ambos la sabían desde hacía mucho. Aunque aún quedaban muchas cosas sin aceptar ni resolver entre ellos. Pero mientras pudiesen salir de allí y siguiesen con vida, tendrían la oportunidad de intentarlo.

—No, no es sólo agradecimiento —admitió Leonid finalmente—. Pero primero enfoquémonos en salir de aquí —dijo mientras sus ojos ardían con la fuerza de un sentimiento que ya no podía ser negado.

Valentin esbozó una media sonrisa la cual se tornó débil, mas en su mirada la satisfacción por la respuesta de Leonid era clara. Y además de esto, aquella conversación pareció aliviar el estado de ánimo de Valentin, quien intentó sobreponerse a su condición apoyándose de nuevo en Leonid tornando su paso más rápido. Pero un repentino disparo el cual rebotó contra una de las paredes frente a ellos les congeló

—Pero miren quién ha regresado. La lealtad de un perro es realmente admirable. En verdad debió follarte muy bien para lograr esto —dijo una voz cargada de gélida sorna.

Valentin y Leonid voltearon, encontrándose con Konstantin quien a menos de cuatro metros de ellos permanecía de pie, apuntándoles. Leonid era incapaz de moverse. Sus facciones estaban llenas de una incredulidad que fue suplantada por rabia, aun cuando un dejo de temor revoloteaba en el fondo de sus pupilas ante el hecho de ser acorralado de aquella manera.

Leonid maldijo internamente su estupidez por no reaccionar de inmediato. Toda su determinación y todo lo que se dijo a sí mismo había quedado de lado por un mísero segundo de congelación al escuchar aquella voz

Nunca debió girar. Sólo actuar. Mas parecía ser demasiado tarde para hacerlo.

Las manos de Leonid estaban tensas ante la limitación de movimientos debido a la amenaza del arma; la izquierda alrededor de Valentin y la derecha sostenía el arma. Y odió el hecho de que al reconocer al dueño de aquella voz todo su ser se petrificó y terminó siendo apuntado por Konstantin, mientras que su agarre sobre un muy malherido Valentin dificultaba sus movimientos.

—Konstantin —Valentin pronunció aquel nombre con desdén.

—Tío, veo que te encuentras en un estado lamentable. Cuánto lo siento. Deberías dejar que te sacara de tu miseria —dijo Konstantin con falso pesar.

—En verdad me arrepiento de no haberte matado cuando debí hacerlo —escupió Valentin con amargura.

—Sí. Quizá debiste hacerlo el mismo día que mataste a mis padres, ¿no lo crees? Pero arrepentirse a estas alturas es inútil y eso lo sabes muy bien, Valentin.

Las palabras de Konstantin afectaron a Valentin. Mientras tanto, Leonid seguía sirviendo como apoyo al inestable equilibrio de Valentin, sintiendo la tensión inundarle.

Las palmas de sus manos y su cuello se humedecían debido al sudor y comenzaba a percibir el peso del arma de forma inestable debido a la tensión. Asimismo, sus ojos comenzaron a arder aún más por el humo y el fuego que se acercaba en dirección a ellos.

Los pensamientos de Leonid se tornaron frenéticos en busca de una salida. Debía actuar, pero cualquier movimiento podría resultar en un disparo por parte de Konstantin antes de que tuviese siquiera tiempo de accionar su arma. Sin contar que a pesar de que supiese disparar un arma, su puntería no era perfecta. Mas tan sólo un disparo correcto era lo que necesitaba.

—Debí sospechar que todo esto tendría que ver contigo —dijo Konstantin con exasperación dirigiéndose hacia Valentin—. Pero tú —acusó fijando su mirada en Leonid—. Nunca esperé que pudieses servir para algo aparte de para ser humillado y follado... Me sorprendes. Casi podría decir que siento pena de que esta reunión deba terminar, pero hay cosas que ya no pueden ser pospuestas —afirmó con dureza y acto seguido, disparó sin vacilar.

Leonid reaccionó por inercia. En su mente ya no había espacio para nada, sino el puro instinto de conservación. Sin otra opción, disparó con un par de segundos de diferencia de forma instintiva contra Konstantin; no una, sino dos veces. Y en el instante en el cual ambas armas fueron accionadas, todo ocurrió en cuestión de segundos.

Leonid se preparó para sentir el impacto de las balas perforando su cuerpo. Sin embargo, sólo una rozó su mejilla, abriendo la carne para luego incrustarse en la pared, mientras que las otras dieron con su objetivo real desde un principio: Valentin.

Por otro lado, una de las balas disparadas contra Konstantin rebotó contra la pared, y la otra penetró en su clavícula izquierda y le hizo gritar de dolor.

Los ojos de Leonid se abrieron desmesuradamente al contemplar cómo Valentin se desplomaba a sus pies. Con manos trémulas y sintiendo la cálida sangre bañar su mejilla, cayó de rodillas al lado de Valentin, aunque no tuvo tiempo de verificar el estado de este puesto que un nuevo disparo fue accionado en su contra.

Konstantin herido y furioso, había disparado contra él. Konstantin se tornó satisfecho por el deceso de Valentin y la bala disparada que se incrustó en el bíceps izquierdo de Leonid.

Llenó de odio y dolor, alzó su arma en contra de Konstantin. Ya no le importaba nada. Si iba a morir al menos Konstantin moriría con él. Mas la muerte para Konstantin no llegó de su parte.

Desde un punto tras ellos, una bala cruzó el camino hasta dar con Konstantin. La bala penetró en la cabeza de este de forma certera y, seguidamente, Konstantin se desplomó hacia atrás, con el arma cayendo de su mano y los ojos abiertos de forma grotesca.

A un par de metros de él y en medio del humo y las llamas que empezaban a acercarse, la figura de Barham se alzaba sosteniendo un arma en su mano izquierda. Los ojos del hombre reflejaban dureza y el dejo de una oscura satisfacción al contemplar al cuerpo de Konstantin a pesar de su lamentable estado herido y que apenas se mantenía en pie apoyándose en Lucien, quien parecía evaluar fríamente lo ocurrido. Aunque Leonid no prestaba atención a nada de aquello.

Su atención ya no se centraba en aquel hombre que le humilló y destruyó su vida y el cual ahora yacía muerto por obra de otra persona y no por la venganza propia que anheló durante tanto. Tampoco estaba en el iraní, ni el francés, ni siquiera en sus propias heridas. En aquellos instantes toda su atención estaba fija en una sola cosa: el cuerpo de Valentin.

Leonid intentó comprobar el estado de Valentin, percatándose de que a pesar de las heridas en su torso este seguía con vida, aunque respirando de forma afanosa. Una de las balas parecía haberse incrustado en una costilla, mientras que la otra en la parte baja de su estómago, y al notarlo horror le recorrió.

Había llegado hasta allí para sacar a Valentin de aquel lugar y pagar lo que consideraba su deuda... Incluso había aceptado aquel maldito sentir con el cual pugnó durante tanto, ¡¿y todo para esto?! ¡Se negaba a que terminase así!

Escuchó el latir de su corazón cual tambor frenético al intentar detener el sangrado, presionando la herida con sus manos e ignorando el dolor en su bíceps herido que tornaba algo torpes sus movimientos. Su preocupación sólo se encontraba en Valentin. Podía percibir el ferroso aroma de la sangre que se tornaba intenso y casi repulsivo.

—Valentin... —pronunció aquel nombre con un nudo en su garganta, contemplando el ahora lívido rostro del hombre en donde una resignada pero también, aliviada sonrisa se mostraba.

Leonid sacudió la cabeza negando con fuerza.

¡¿Alivio de qué?! ¿De qué Konstantin estuviese muerto? ¿De qué él siguiese con vida? Él no podía compartir ese alivio. ¡Ni siquiera podía soportar ver aquella maldita expresión! Las cosas no podían terminar así.

—Debes irte —dijo Valentin con dificultad.

—Nos iremos. Podemos encontrar un doctor —aseguró Leonid, intentando asir a Valentin e incorporarle, pero este negó y se tensó, impidiéndoselo.

—No, tú debes irte —recalcó y la expresión de Leonid se llenó de incredulidad ante aquellas palabras para luego abrir la boca a punto de replicar, pero Valentin continuó—: Aunque esta siempre haya sido una propiedad de los Vasíliev, es inevitable que las autoridades acudan. En cualquier momento, ellos estarán aquí y con la caída de la familia Vasíliev, será imposible ocultar algunas cosas. Aquellos que siempre fueron comprados encontrarán un mejor postor. Y eso es algo que tu amigo sabe muy bien —dijo observando a Lucien—. Imagino que esto tuvo que ver con Larissa, aunque creo que hay detalles que no ella conoce. Está bien así. Agradécele de mi parte y a Yarik también. Y diles que lamento no haber podido conocer a su hijo.

Lucien asintió con seriedad y, seguidamente, Valentin regresó su atención a Leonid.

—Si permaneces aquí te verás envuelto en todo esto. La cárcel no es un buen lugar cuando no tienes los recursos para comprar tu libertad o al menos, ciertos beneficios para hacer tu estancia algo mejor que el infierno que todos suelen vivir allí. Tú ya tienes tu libertad. No la desperdicies de una forma tan estúpida.

—¡¿De qué mierda estás hablando?! ¿Me estás pidiendo que me largue y te deje aquí? ¡¿Que me largue y te deje muriendo como un perro moribundo después de todo lo que hiciste por mí?!

—Lyonya —dijo Valentin roncamente y en su tono, un cálido afecto se denotó—, sabes tan bien como yo que la distancia entre la propiedad y el exterior a través del pasaje es demasiado larga. Y teniendo en cuenta mi estado, además de que el movimiento acelerará la pérdida de sangre, mi paso se dificultará y no sólo podrían atraparme, sino que nos atraparían a ambos.

»¿Es que acaso vas a desperdiciar todo de esta manera? ¿Vas a ir a la cárcel y abandonar la oportunidad de ser libre y volver a encontrar a tu hermana? ¿Luego de tanto simplemente vas a mandar todo a la mierda? Desde hace mucho tiempo acepté que sólo podría haber un final para mí, aunque hay cosas que nunca esperé —dijo con un dejo de amargura desviando su vista por un fugaz momento hacia el lugar donde yacía el cadáver de Konstantin—. Hice cosas de las que no me arrepiento a pesar que debería, y otras por las cuales jamás dejé de hacerlo. Tarde o temprano todos pagamos por nuestras acciones. Pero tú... Tú aún puedes dejar todo esto atrás y tener otra vida. Pocos hombres tienen otra oportunidad. Y tú ahora la tienes.

Algo dentro de Leonid se quebró ante aquellas palabras. Sus ojos se humedecieron mientras su rostro se contraía en una expresión llena de dolor y amargura, preguntándose una y otra vez por qué las cosas debían ser así.

¿Por qué tenía que tener esta clase de final? Así Valentin hubiese cometido errores y sus manos estuviesen manchadas de sangre, no debería morir así. No debería tener aquel final. Dentro de Valentin había mucho más de lo que podía verse. No era sólo el criminal casi inalcanzable que había sido durante tanto. Era un hombre en cuyo interior el dolor, el vacío y la culpa le habían atormentado durante años. Era un hombre que había seguido un camino que parecía inevitable y por el cual ahora estaba pagando. Y era a este hombre con el que la vida había cruzado su camino y permitido que surgieran sentimientos que nunca debieron ser. Y todo para cortar aquel lazo de una forma tan cruel.

Impotente, dolido, frustrado, pero sobre todo, aceptando lo que no podía ser cambiado, Leonid asintió de forma sombría. Su mano se deslizó por el rostro de Valentin para luego ayudarle a apoyar su espalda contra la pared, contemplando su rostro; la curva de su mandíbula, la cicatriz en su ceja derecha, aquellos ojos de un profundo azul oscuro los cuales siempre le contemplaron con profundidad...

Sin poder soportarlo, besó con fuerza y de manera fugaz a Valentin, sin importarle el ferroso sabor de la sangre que se coló en su boca, observando en medio del beso aquellos ojos que refulgían sólo para él mientras se incorporaba.

—Eso es una buena despedida —dijo Valentin con una media sonrisa haciendo que Leonid riese ligeramente por un instante, aunque su risa fue más como un sonido roto y estrangulado debido a lo que intentaba contener—. Ahora vete e intenta no volver a enredarte en este mundo. Aunque las cosas sean difíciles, puedes buscar otras opciones.

—Lo sé. Hay decisiones que no volveré a tomar. Pero hay otras, que sí volvería a elegir sin dudarlo. Así como también, ahora sé que hay cosas que nunca querré olvidar. No eres el hombre cruel y sin corazón por el cual siempre te torturaste. A pesar de lo que hayas hecho y de todos los errores que hayas cometido, en ti no sólo hay oscuridad sin salvación. Y eso es algo que jamás voy a olvidar, Valentin —dijo con toda la firmeza que pudo reunir en aquellas circunstancias, logrando que una tenue sonrisa complacida surcara los labios de Valentin a la vez que aquellos ojos azul oscuro se mostraban llenos de un intenso sentir.

—Ya vete, Lyonya —ordenó finalmente Valentin con voz cansada.

Leonid tragó saliva escuchando sirenas lejanas. Era el momento de marcharse.

Todo había terminado. Sólo que de una forma que jamás imaginó.

Konstantin estaba muerto, mas no por su propia mano. Había logrado encontrar a Valentin sólo para ahora abandonarle de semejante manera.

Cuando su bábushka más le necesitó no pudo salvarla, al igual que tampoco pudo estar allí para ayudar a su hermana. Y ahora tampoco podría salvar a Valentin. Nada de lo que hiciese podría cambiar este final. Al igual que nada podría cambiar el agrio sentir que ahora corría su interior.

Y por más que la impotencia y la rabia le inundaran; por más que aquel amargo sentimiento se acrecentase dentro de sí, lamentarse no arreglaría nada. Aquella era la cruel realidad. Sólo le quedaba aceptar y seguir adelante con su dolor y con sus propios demonios, tal y como Valentin siguió adelante durante tantos años.

Y mientras se alejaba, cumpliendo así con la petición de Valentin, contempló por última vez a aquel hombre que dejaba atrás, grabando en su memoria aquella profunda expresión de la misma manera que los recuerdos de aquel intenso y tormentoso sentir quedarían grabados para siempre dentro de él.

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