Lo que dure nuestro amor | ✓

By MarieJenn

989K 76.8K 18.5K

Andrew Koltov es enigmático, silencioso y oculta un terrible secreto, Jeane hará todo por ayudarlo. ☽ ☽ ☼ ☾... More

Sinopsis
Epígrafe
Personajes
Escucha la playlist en Spotify
Lo que dure nuestro amor
Capítulo 01 - El comienzo de todo
Capítulo 02 - Primer día de clases
Capítulo 03 - Al diablo las matemáticas
Capítulo 04 - ¿Quién dijo fiesta?
Capítulo 05 - Confesiones en silencio
Capítulo 06 - Humillación pública
Capítulo 07 - Descubriendo algo peludo
Capítulo 08 - Si tu amiga no está loca, lo estás tú
Capítulo 09 - El rompecabezas de Andrew Koltov
Capítulo 10 - ¿Amor o deseo?
Capítulo 11 - Nuestro nuevo juego
Capítulo 12 - Tontos y absurdos apodos sobrevalorados
Capítulo 13 - Preguntas sin respuestas
Capítulo 14 - Mensajes a corta distancia
Capítulo 15 - Dichos inciertos
Capítulo 16 - Verdades escritas
Capítulo 17 - Adquisiciones no tan favorables
Capítulo 18 - Enojados universitarios
Capítulo 19 - Doble confusión
Capítulo 20 - Sonrojos contínuos
Capítulo 21 - Desastroso desastre
Capítulo 22 - Hablemos de besos
Capítulo 24 - Familias disfuncionales
Capítulo 25 - Noche de confesiones
Capítulo 26 - Di lo que tengas que decir
Capítulo 27 - Tu dolor es mi dolor
Capítulo 28 - ¿Es tan difícil de creer?
Capítulo 29 - Estrellas en el cielo
Capítulo 30 - Tormenta de verano
Capítulo 31 - Sucesos imprevistos
Capítulo 32 - Locas proposiciones
Capítulo 33 - Cambio de idea
Capítulo 34 - Pensamientos profundos
Capítulo 35 - Lo que realmente pasó
Capítulo 36 - Confortablemente entumecido
Capítulo 37 - Luz en medio de la oscuridad
Capítulo 38 - La verdad siempre sale a la luz
Capítulo 39 - A escondidas
Capítulo 40 - Miradas retadoras
Capítulo 41 - Confidencias a medianoche
Capítulo 42 - Día de sorpresas
Capítulo 43 - Factor sorpresa
Capítulo 44 - No puede ser
Capítulo 45 - Hablar con la verdad
Capítulo 46 - Pensar las cosas
Capítulo 47 - Largas conversaciones
Capítulo 48 - Adiós
Capítulo 49 - Compañera de piso malhumorada
Capítulo 50 - El pasado nunca queda atrás
Capítulo 51 - Conociendo al enemigo
Capítulo 52 - Recorriendo la ciudad del amor
Capítulo 53 - Mapa de estrellas (+18)
Capítulo 54 - Largas promesas
Capítulo 55 - El final de nuestra historia
Epílogo
Capítulo Extra #1
Capítulo Extra #2
Capítulo Extra #3

Capítulo 23 - La culpa es del alcohol

14.1K 1.2K 323
By MarieJenn

Lo primero que noté al despertar fue que mis párpados se sentían pesados, mi boca seca y mi cuerpo adolorido. Como pude me levanté de la cama y al instante que toqué el piso varios recuerdo de anoche me vinieron a la cabeza. De inmediato me toqué la sien sintiendo un dolor intenso en cuanto mis ojos se abrieron y no pudieron acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana.

—¿Por qué tomé tanto? —susurré porque si hablaba en tono normal mi cabeza estallaría. Seguía con la ropa de anoche y estaba sudando del calor que hacía. Me tambaleé hasta el baño y abrí el grifo, de inmediato me despojé de mi ropa y entré a la ducha, sintiéndome peor cuando el chorro de agua cayó por mi cuerpo. Era como si mil balas se colaran en mi cuerpo, me dolía tanto la cabeza que apenas conseguí enjuagar mi cabello del champú que parecía no querer dejar mi cuero cabelludo.

Me quedé más tiempo del debido debajo del agua sintiendo mis piernas adormecidas cuando ya no pude soportar más tiempo estar parada. Era sábado y mi único plan era dormir todo el fin de semana hasta el lunes. Así que cogí mis toallas y me coloqué una en el cabello y la otra en el cuerpo. Miré mi reflejo en el espejo lleno de vapor que limpié con mi mano observando que mis ojos estaban decaídos; tenía bolsas negras debajo de mis ojos verdes y mi piel usualmente radiante estaba seca. Parecía un zombie. Y así salí del baño, arrastrando mis pies por el suelo como si fuera una obligación dar un paso más. Pasé por el pasillo hasta la cocina y grité. Grité del susto al ver a Koltov en mi cocina. Mi chillido hizo mi cabeza terminara por estallar. Sentí como si alguien me abriera el cerebro para luego darme cuchilladas. Cerré los ojos un momento cuando el mareo vino a mí, dejándome desestabilizada por un instante.

—¿Qué haces aquí? —intenté susurrar de nuevo cuando me sentí en condiciones de hablar. Estaba sin salir de mi estupefacción cuando lo observé tomar una taza y dejarla en la isla frente a mí. Me incliné, la taza estaba llena de café. Ni siquiera eso ayudó a salir de mi atontamiento. ¿Qué hacía Koltov en mi departamento?

—¿Recuerdas algo de anoche? —Fue lo único que respondió cruzándose de brazos como si fuera una madre molesta con su hijo. Por supuesto; yo era el irresponsable hijo y él la madre molesta.

Mi corazón latió deprisa por aquella pregunta. Negué con la cabeza cuando en realidad sí recordaba gran parte de anoche. Solo no quería pasar vergüenza de nuevo. Estaba tan abochornada que de un momento otro mis mejillas pasaron de ser pálidas a rojas. Mi rostro ardía mientras miraba a cualquier lugar menos a él. Imágenes de lo que había dicho y hecho llegaron a mi mente como ráfagas. Recordaba cada segundo de anoche, había estado tan melosa con él que no sabía cómo podía mantenerme en pie frente suyo. De solo pensar en lo que había hecho bajo los efectos del alcohol las ganas de arrastrarme por el piso y esconderme bajo la mesa del comedor eran enormes. Si no fuera por la pequeña sonrisita de su parte ya hubiera estado bajo la mesa en dos segundos. Decidí ser valiente y avancé hasta la isla de la cocina, tomé mi taza de café con ambas manos bajo su atenta mirada y olí el contenido, sintiéndome un poquito mejor que hace unos segundos. Pero solo un poquito.

—¿Me ibas a preparar algo? —pregunté bajando la mirada hacia la sartén que yacía en la estufa, queriendo concentrarme en otra cosa que no fuera en lo de anoche. Koltov aprovechó para agacharse y abrir las compuertas de mis muebles de cocina como si fuera su casa. Tuve que girar para comprobar que era mi casa y no la suya al ver lo cómodo que estaba aquí. No era normal lo relajado que se le veía. Siempre estaba tenso y con tanta incomodidad que siempre me miraba mal o gruñía, realmente no me asustaba eso. Ahora lo que me asustaba era lo cómodo que estaba a mi alrededor. Dios mío, ¿habría pasado algo más que mi mente se negaba a recordar? Porque si era así el momento de recordarlo era ahora, estaba a tiempo de correr fuera de esta casa lista para montarme en un avión e irme lejos de aquí. Como a miles de kilómetros si eso significaba que hice algo de lo que me arrepentiría algún día—. Uh, ¿hay alguna razón en específico por la cual estás aquí casi sonriéndome y preparándome el desayuno mientras te paseas en mi cocina como si fuera la tuya?

Cuando lo miré otro atisbo de sonrisa se asomó a un inusual rostro relajado.

—Sí —contestó—. Quería prepararte el desayuno, es lo menos que puedo hacer para que me hagas este inmenso favor que necesito de ti ahora.

—¿Qué favor? —Mi voz salió en un chillido.

Se dio la vuelta y siguió preparando las cosas como si fuera su departamento.

—Voy a ir de vuelta a casa y necesito que cuides de Peludo —dijo como si no fuera gran cosa. No me atraganté con mi café porque no lo había tomado aún, pero sí con mi saliva. Él no me vio tratar de tragar mi propia saliva que casi me mata de asfixia—. Estaré todo el día afuera y hasta es probable que regrese mañana por la tarde así que pensaba que tú podrías cuidar de mi gata mientras estoy ausente.

—¿Así? —Mi voz de nuevo salió en un chillido. Ocurría siempre que recibía una noticia para nada agradable. ¿Yo, cuidar de un animal? Sí, eso no era probable. La última vez que lo hice maté al hámster de mi hermana porque lo había bañado y luego puesto en el sol para que se seque. Por supuesto, estaba en su jaula y murió disecado. Tuve que mentirle a mi hermanita y decirle que su mascota había escapado porque no soportaba estar encerrado, eso la hizo entender que los animales no deben estar encerrados, y a mí; que no deben tomar sol largas horas porque se achicharran—. No sé si deba...

—Claro que sí. —Koltov se dio la vuelta para abrir mi refrigerador. Sacó huevos y jamón. En ningún momento me miró, no podía notar el pánico en mi voz así que traté de tomar el control de esto.

—Verás, los gatitos son lindos y bellos pero no me veo siendo niñera de Peludo por más de dos horas. Probablemente cuando regreses yo lo habré perdido o alguna cosa así y no quiero morir joven siendo tú mi verdugo. ¿Por qué no lo llevas a tu casa mientras pasas el rato con tu familia? Así todos disfrutan de ella.

—Mi padre es alérgico a los gatos y mamá... no le gustaría que llevara a Peludo allí.

Eso llamó mi atención.

—Entonces, ¿cómo hicieron para convivir con Peludo mientras aún vivías con ellos? —La mirada mortal que me lanzó realmente me asustó. Supongo que toqué un nervio, o miles, cuando se dio la vuelta y con una sorprendente agilidad colocó los huevos en un plato y lo puso en la encimera.

—Para ti. —Ni siquiera registré el olor a huevo frito hasta ese instante. Nunca me había arrepintiendo tanto de inspirar por la nariz hasta ese momento, porque ni bien el olor se registró en mis pulmones, corrí hacia el baño y como pude boté por la boca todo aquello que ayer había consumido como si fuera agua.

Escuché pasos pero ignoré a Koltov mientras aún vaciaba mi estómago. Una vez que las arcadas terminaron y jalé el escusado me apoyé en la pared y cerré los ojos, sintiéndome un poquito mejor al arrojar mi vida en el inodoro.

—Toma, bebe agua. —Se agachó a mi altura y me tendió un vaso con agua que tomé tan rápido que por obra y gracia divina no me atoré.

Con la poca fuerza que me quedaba me apoyé en las paredes con mis manos para levantarme. Koltov tomó mi mano para ayudarme pero eso solo me hizo sentir peor, recordaba que anoche lo había olido, como si fuera alguna chica fetichista y eso provocó otra oleada de nauseas de solo recordar mi tonto comportamiento como una chica desesperada. Supongo que eso pasaba cuando tomas mucho y tu crush está cerca.

—No debí tomar tanto —me lamenté al borde de las lágrimas. Mis ojos estaban llorosos debido a la fuerza con la que había vomitado. Me acerqué con ayuda de Koltov al lavabo y me apoyé, echándome agua del grifo en la cara. Tomé mi cepillo de dientes y la pasta dental, siendo consciente que Koltov no se había movido. Seguía detrás de mí y podía observarlo a través del espejo en el que me miraba. Tenía una pinta horrorosa, a pesar del baño que me había dado, pero él no parecía alterado por ello.

Cuando terminé de lavarme la boca, cogí la botella de enjuague bucal e hice gárgaras varias veces, sólo por si acaso.

—No sé di deba dejar a Peludo contigo, no con la pinta que tienes.

—¡Oye! —dije palpándome la cara al sentirla caliente—. No estoy tan mal...

Alzó sus cejas.

—¿No?

—Bueno, sí, pero n-no —tartamudeé—, no estoy mal mal. Solo mal.

Lo vi rodar los ojos.

—Supongo que llamaré a Joel para que lo cuide. Es mejor que tú descanses, Miller.

Y volvíamos a los apellidos.

—¿Irás a casa? —pregunté a sabiendas que la respuesta era afirmativa, aún así esperé a que asintiera para continuar: —Yo también pensé en volver a casa para visitar a mi familia antes que los exámenes comiencen.

Los exámenes parciales comenzaban en una semana, no veía a mi familia desde que me mudé aquí y ahora había encontrado la excusa perfecta para volver a verlos en una improvisada visita. No quería dejar pasar esta oportunidad.

—¿Quieres ir hoy a visitarlos? —preguntó incrédulo. Sí, estaba totalmente loca.

Asentí reuniendo toda la energía que aún me quedaba.

—Sí, estaba pensando en lo mucho que los extraño. Especialmente a Alie, mi hermanita. Hace mucho que no los veo y ya que pasarás por ahí, tal vez podrías llevarme.

Su rostro se mostró lívido, como si no se creyera mis palabras y al mismo tiempo sí y no pudiera creer su mala suerte.

—No sé si sea buena idea...

—¿Por qué? —Me hice a la tonta frunciendo el ceño para parecer confundida con sus palabras. Bueno, básicamente Koltov y yo en su camioneta yendo a la ciudad de nuestros padres a visitarlos a una hora de distancia, nosotros totalmente solos en su camioneta mientras esperamos llegar. Sí: era una pésima idea. Y por eso era tan tentadora.

Koltov salió del baño dándome la espalda. Lo seguí como si estuviera ansiosa de empujarlo al límite. Lo estaba. Veía en su rostro una lucha interna que parecía ganar el lado de "definitivamente llevaré a Jeane conmigo". ¿Cómo lo supe? Por la mirada tan mala y venenosa que me dio.

—En cinco minutos partimos. —Y como si hubiera vuelto el Andrew hosco, salió de mi departamento azotando la puerta con tanta fuerza que las ventanas retumbaron. Corrí con un grito de júbilo hacia mi habitación, olvidándome totalmente del vómito y el malestar que hasta hace unos minutos tenía.

Tomé cosas importantes para el viaje; como mi celular, el cargador y dinero, metiéndolo todo en mi bolso negro que siempre llevaba a la universidad. Vacié el contenido sobre mi cama, allí cayeron mis lapiceros, lápices y un par de gomas de mascar de menta. Las metí de vuelta cuando me di cuenta que podría necesitarlas para mi viaje de carretera por una hora con Andrew. No era exactamente un "viaje de carretera", pero para ir allí teníamos que pasar por un par de pueblos tan pequeños que el camino era solo de arbustos y pasto, con casas a cada kilómetro de distancia.

Metí un par de pastillas para el dolor de cabeza, para las náuseas y por si acaso mi cepillo de dientes, por si almorzábamos juntos y no tenía cómo lavarme los dientes luego. Cerré mi bolso y me calcé en unas zapatillas deportivas. No me importaba estar en pantalón de yoga y una camiseta suelta, estaba lista para viajar con Andrew. De solo pensarlo los deditos de mis pies se curvaban de emoción. Cogí mi llave y salí del departamento, asegurándolo por si algún maleante se atrevía a querer robarme.

Koltov me esperaba en la acera de al frente, sentado en su camioneta con las manos sobre el volante. Su mandíbula estaba fuertemente apretada mientras me miraba ascender en su camioneta. Cerré la puerta tras de mí y le sonreí. Procuraba no pensar en la vergüenza que ayer había pasado por culpa del alcohol. Solo pensé en cómo podía eliminar aquella tensión en el ambiente que cada vez se hacía más intensa. Mi piel estaba de gallina solo porque estaba sentada a su lado en la camioneta.

—¿Tienes todo listo?

—Sí. —Un extraño aullido sonó al mismo tiempo que solté mi respuesta, asustándome. Miré detrás y sonreí con alivio al ver la gata negra de Andrew. Maulló de nuevo, rascando su cabeza contra el respaldar donde Andrew estaba sentado. Peludo parecía estar contenta con mi compañía, porque de un momento a otro saltó y aterrizó sobre mis piernas. Llevé mis manos a su pelaje y comencé a acariciarla. Ella maullaba mientras agachaba la cabeza y cerraba su grandes ojos naranjas. Estaba tan absorta con ella que no noté el momento que Koltov arranco su camioneta, solo noté que nos movíamos cuando giró haciendo que nos moviéramos ligeramente ya que no utilizaba el cinturón de seguridad.

Peludo parecía desconcertada con que me hubiera detenido en la caricia; se aburrió de mí y volvió al asiento de atrás saltando y moviendo la cola cuando aterrizó sobre el asiento como si fuera una gimnasta olímpica; con mucha destreza. Me puse el cinturón de seguridad para evitar morir en el camino.

Luego de unos minutos en silencio mientras Koltov me llevaba por unas calles paralelas a la universidad, estacionó el auto en una calle desolada de autos y llena de arbustos secos. Aquí solo se veía edificios antiguos de pocos pisos y las paredes de alrededor llenas de grafitis. Noté que había algunas personas con capuchas sobre sus cabezas, en pleno verano, en un callejón lleno de basura mientras parecían compartir algo. ¿Drogas tal vez?

—Ya vengo. —Fue todo lo que dijo Koltov antes de coger a Peludo entre sus brazos y bajar con ella. Vi que desaparecieron detrás del edificio a nuestras espaldas. Había dejado la llave en el contacto de su camioneta, por lo que me incliné hacia la consola para prender la radio. Me tomó un minuto reconocer la canción que sonaba a un volumen muy bajo saliendo de los parlantes. Era "The sound of Silence" de Simon & Garfunkel. Recordaba haber escuchado esta canción de la casa de Koltov, cuando coincidimos por primera vez en nuestro complejo de departamentos. De solo oírla una desolación invadió mi corazón, sentí tristeza de solo sentir la melodía envolverme. Y estaba a un volumen lo suficientemente bajo como si las palabras fueran susurradas en mis oídos, envolviéndome con ese ritmo lento.

Estaba tan absorta que no oí cuando la puerta del lado del conductor se abrió, asustándome.

Koltov entró sin decir nada, oyó la canción y en vez de subirle el volumen o cambiarla, la apagó. Llevándonos a los dos a un silencio tan incómodo que me encogí en mi asiento y miré por la ventana. No estaba del todo arrepintiéndome de venir, solo una tercera parte de mí, y eso no era justo porque la incomodidad solo era de mi parte. Por lo menos no lo sentía de él.

—¿Andrew? —Decidí tomar al toro por los cuernos y dejar de esconderme.

—¿Sí, Jeane?

—¿Jugamos a nuestro juego? —Su risa se extendió como eco en el auto.

—¿Nuestro juego, eh? —Su voz había adoptado un tono juguetón, exactamente el lado que más me gustaba de él.

—No sé cómo lo podríamos llamar. —Me encogí de hombros—. ¿"Verdades"? ¿"Escritos hechos"? ¿"Di lo primero que se te cruza por la mente"? No lo sé.

—Tal vez podría llamarse "nuestro juego". Es un nombre original y discreto. —Miré las calles que poco a poco dejábamos atrás. No estábamos ni de cerca de salir de Western, pero aún así no quería que este viaje terminara.

—Bien, entonces. ¿Quieres jugarlo? —pregunté. Y sin darle tiempo a responder, me agaché para coger mi bolso del suelo y lo abrí, agradecida por haber traído conmigo un papel y bolígrafo por si acaso. Noté que ya estaba más relajado, no del todo pero sí más tranquilo. Se le notaba en su expresión relajada.

—Yo empiezo —dijo ni bien bajé la cabeza para comenzar. Lo miré desde mi posición esperando algún pensamiento secreto suyo—. "No sabía que los gatos pudieran necesitar niñera"

Lo anoté, justo debajo anoté mi pensamiento.

—"Eso me recuerda a lo pésima niñera que fui del hámster de mi hermana. Lo maté, literalmente, así que por eso no quería cuidar de tu gata". —Él no me respondió, continúo mirando la carretera, para nada alterado con mi confesión—. Es tu turno. —Lo vi entrecerrar sus ojos—. No se vale pensar, solo tienes que decir lo primero que se te ocurre.

—Ya, ya. —Rodó los ojos pero me hizo caso, hablando con rapidez como si el pensamiento se le fuera de la mente—. "Pensé que este viaje sería incómodo contigo a mi lado pero sorprendentemente me estoy divirtiendo".

Anoté aquello tan rápido que no me importó que mi letra fuera ininteligible. Lo importante era ganar tiempo.

—"Estoy con dolor de cabeza pero no me importa, porque a pesar que a veces tienes cara de aburrido, me divierto contigo. Pero juro no volver a tomar, odio el sentimiento vacío que ahora tengo" —Anotaba al mismo tiempo que lo decía, demorándome en la última parte cuando mi mano no cooperó al cansarse de tanto escribir.

—"Necesito ir al baño" —dijo. Lo anoté—. No, no anotes eso, Miller. En serio quiero ir al baño.

Por supuesto, anoté eso también.

—"Tal vez debas estacionarte en la próxima gasolinera" —escribí. Él río.

—"Tal vez debas parar de escribir todo lo que oyes". —Lo anoté—. Jeane, lo digo en serio.

—Creí que estábamos jugando. —Levanté mi cabeza un poco desconcertada. Me había perdido en el momento que él dijo que quería ir al baño y que no anotara aquello. ¿Ya no estábamos jugando? ¿Tan poco duró?

Koltov señaló adelante, sin dejar una mano en el volante.

—Iré literalmente al baño y no necesitas anotar eso. —Estacionó su camioneta junto a la tienda que siempre había en las estaciones de gasolina y me dejó allí, mientras él entraba por la puerta automática de vidrio. No quise volver a tocar su radio por lo que jugué con mi celular. Diez minutos después me preocupé que no saliera, pero la preocupación se convirtió en sueño debido a la pastilla que había tomado para calmar las náuseas. Recosté mi cabeza en la ventana y empecé a dibujar en la hoja donde había escritos nuestros pensamientos. No sé cómo me quedé dormida.

* * *

—¿Jeane? —susurró una voz demasiado conocida para mí. No quise abrir los ojos porque Andrew desaparecía de mi sueño y quería estar aquí por siempre. Su olor característico me embriagó llevándome más cerca a él. El sueño parecía tan vívido cuando enterré mi nariz en su cuello, recordando aquella sensación real que había experimentado cuando estaba despierta, y borracha, en la fiesta. No quise despegarme de él aún cuando sabía que era hora de partir. Si no despertaba en unos minutos la alarma sonaría y aquello sería peor; arruinaría mi sueño. Por lo que hice lo que siempre había querido hacer, lo rodeé con mis brazos para empujarlo más cerca de mí—. ¿Uh, Jeane?

Sentí un leve pinchazo en mi hombro como si alguien hubiera presionado su dedo allí. Me sacudí para alejarlo de mi sueño pero volvió, más fastidioso que nunca. Abrí los ojos ante la insistencia de mi cuerpo a reaccionar, era obvio que no estaba sola en mi habitación y eso me alertó. Ni bien abrí los ojos Koltov estaba frente a mí. Me los tallé pero eso no funcionó, él seguía cernido sobre mí pero sin tocarme. Yo era la loca que lo apretaba contra mi cuerpo. Lo solté con tantas ganas que tuvo que retroceder porque estaba tan cerca a mí que ya nada nos unía.

Mi mente se desperezó cuando miré a todos lados notando que estábamos en su camioneta, aún estacionados en la gasolinera. Koltov no dijo nada cuando bajó la cabeza y me tendió una bolsa con el logotipo de la tienda en el frente.

—Te compré unos dulces. —Tomé la bolsa sin decir algo, estaba tan abochornada que solo la abrí observando dulces, caramelos, chicles y algunas galletas. Hurgué más al notar que al fondo de la bolsa había una botella de agua y un blíster de pastillas—. Es aspirina por si te duele la cabeza o te sientes mal.

—Gracias —susurré tratando de dejar la vergüenza detrás, lo cual era imposible. La tensión que antes había mencionado, ahora era más fuerte.

Koltov no dijo más, arrancó su camioneta y partimos de allí. Conocía este camino solo porque me había transportado por aquí cuando me mudé de casa a la universidad, así que sabía de memoria los treinta minutos que aún nos quedaban. Decidí cerrar los ojos pero no dormir porque eso haría que el episodio anterior se repitiera y no quería volver a hacer el ridículo frente a Andrew por tercera vez en la vida. Bajé la ventana de mi lado para que el aire entrara y me refrescara, no me importó que el aire acondicionado estuviera encendido, necesitaba que el aire fresco me diera en la cara para borrar cualquier rastro de bochorno. Algo que seguramente no se borraba por solo tomar aire, pero esa era una excusa perfecta para mirar por la ventana el camino de árboles y pocas casas que se encontraban a cada lado de la calle en doble sentido.

Por suerte Koltov estaba en su mundo, no habló en todo el camino hacia Beaufort, nuestra ciudad. Como los semáforos eran escasos, no tuvimos el problema de interactuar en alguno rojo, hasta que entramos a la ciudad y nos topamos con uno. El silencio se sentía ensordecedor, tanto él como yo estábamos absortos en nuestros pensamientos. Aunque yo lo miraba por el rabillo del ojo, esperando alguna señal para comenzar a hablar, pero él solo apretaba el volante con fuerza y tenía la mandíbula un poco apretada. Se había mantenido así cuando recién comenzamos el viaje, luego, se había relajado conmigo. ¿Ahora? Parecía más tenso que cuando partimos hacia aquí.

—¿Estás bien? —pregunté, tratando que la voz no me temblara.

Luego de un momento demasiado largo respondió:

—Sí. —Lo cual era un gran NO, pero no dije más—. ¿Te parece si primero vamos a la casa de mis padres? No demoraré mucho, luego puedo dejarte en tu casa...

—No hay problema —contesté.

Cuando el semáforo se puso en verde continuamos con el recorrido hacia su casa. Nunca conocí la suya; en las fiestas infantiles en la escuela jamás había sido invitada a su cumpleaños, básicamente porque nunca fuimos amigos. De su familia solo conocía a su padre que a veces lo recogía en el colegio. Sus padres parecían trabajar mucho porque nunca los había visto en alguna presentación escolar por el día del padre o de la madre. Pero a él nunca le importó porque siempre parecía divertirse con sus amigos sin pensar en por qué sus padres nunca iban a alguna reunión familiar.

El camino de grava hacia su casa me parecía muy conocido. A parte de la grava, habían muchos parques y casas alrededor. Conocía ésta zona porque era para gente con mucho dinero, no tanto como para ser millonario pero sí lo suficiente para notar que todas las casas aquí eran dignas de alguien con mucho gusto. La mayoría eran grandes, de tres a cuatro pisos, con jardines delanteros que serían la envidia de mi madre. La calle estaba en silencio, no había niños jugando en los parques ni personas alrededor que disfrutaran del lugar donde vivían. Solo noté un jardinero cuando pasamos a poco velocidad cerca a una casa con un jardín demasiado envidiable. Ahí tenía mi respuesta, por supuesto, los jardineros se encargaban de que el lugar se viera increíble. No podía dejar de pensar en mamá pensando en el horror de aquello. Tener plantas y flores, pero no poder plantarlas tú mismo. Ni siquiera regarlas. Guau.

La camioneta se detuvo delante de una casa blanca de dos pisos. El jardín delantero era el más hermoso que había visto en todo el camino hacia aquí. Definitivamente mamá estaría envidiosa de este. Había flores y plantas por doquier pero de una manera tan ordenada que se veía hermoso.

—¿Vives aquí? —pregunté absorta mirando la gran casa a mi lado. Koltov se había estacionado justo al lado de la casa. Era una tonta pregunta pero quería asegurarme. Él hizo un ruido de afirmación y luego bajó, dejándome sentada en el asiento. La llave en el contacto no estaba, se la había llevado. Miré como caminaba; balanceándose en sus pasos con seguridad hasta subir el porche de su casa. No abrió la puerta con su llave, si es que aún tenía una, sino que tocó el timbre y esperó. Me apoyé en la ventana sin poder despegar mi mirada, estaba hipnotizada.

Contuve el aliento cuando la puerta se abrió y de allí salió su mamá. Lo supe porque tenían mucho parecido. Era una mujer joven, y desde esta pequeña distancia se veía lo feliz que estaba por verlo. Lo abrazó con fuerza a pesar que él era mucho más alto que ella. Koltov parecía complicado con el recibimiento, incluso la abrazó un poco, pero no con tanta fuerza como ella lo abrazaba. Se alejaron e intercambiaron un par de palabras antes que ambos voltearan hacia donde estaba sentada, me sentí un poco incómoda porque notaron que los miraba fijamente, pero no me escondí de ellos. Les devolví la mirada sin saber cómo reaccionaría su madre por conocer a una amiga de su hijo.

Ella giro el cuello y habló con Koltov, como si lo estuviera reprendiendo. Él parecía molesto, fastidiando, pero apretó los labios y asintió. Había notado que su madre llevaba en la cabeza un pañuelo que combinaba con su ropa elegante, su pantalón de vestir blanco se veía impecable, y su blusa azul marino combinaba con el pañuelo del mismo color en su cabeza.

Andrew le dio un sobre que sacó de su pantalón y luego se giró para venir aquí. Su madre se quedó en la puerta, guardándose el sobre sin mirarlo en el bolsillo de su impecable pantalón. Koltov se subió a la camioneta cerrando con fuerza la puerta a sus espaldas.

—¿Qué pasa? —pregunté al notar que algo pasaba. Su madre estaba de brazos cruzada apoyada en el marco de la puerta mirándonos fijamente. Traté de no intimidarme.

—Mamá quiere conocerte. —Sus palabras me impactaron.

—¿Conocerme? —El corazón se me aceleró.

—Sí. —Abrió la puerta de su camioneta y antes de bajar, habló—. Baja antes de que me arrepienta.

No lo pensé dos veces antes de bajar. Pero cuando cerré la puerta a mis espaldas, inspeccioné mi aspecto. ¿Así iba a conocer a la madre de Andrew? Con el cabello alborotado por el aire y la humedad, con media resaca por anoche y con un dolor de trasero por no estirar las piernas y estar sentada por una hora en su camioneta. Por lo menos, mi aliento olía a menta gracias a los caramelos que él me había comprado en la gasolinera. Vestía unos pantalones de yoga y una camiseta ancha para nada favorable, pero aquí estaba, a punto de conocer a su madre. Por el nerviosismo caminé hacia el porche, ella nos esperaba en la puerta. No podía leerla, porque tenía el rostro estoico, sin mostrar alguna emoción. Sus grandes ojos almendrados me observaron mientras subía, tropecé en un escalón todo por estar absorta mirándola. El pañuelo en su cabeza mostraba lo que me temía; no tenía cabello. Nada.

—Mamá, te presento a Jeane Miller —dijo Andrew a su lado, señalándome con el pulgar como si fuera una moquita molesta que revoloteaba su alrededor—. Jeane, te presento a mi mamá.

Esta vez cuando ella me miró de arriba a abajo, lo hizo con análisis, como si viera a través de mí. Traté de relajar la expresión en mi cara mostrando una sonrisa cálida. Detrás, en mi espalda, cruzaba los dedos rogando que le cayera bien a la elegante madre de Koltov.

—Mucho gusto, Jeane, muy bonito tu nombre —halagó con voz monótona. Levantó una mano y me la extendió—. Por si acaso, ¿tus padre te nombraron así por Jeane Manson?

Alcé mis cejas.

—¡Sí! —No pude contener mi emoción—. Mis padres son fans acérrimos de ella. Se conocieron en un concierto de Jeane Manson y se enamoraron, por eso me nombraron como ella.

Andrew rodó los ojos. La mamá de él me mostró una verdadera sonrisa cálida. No estaba segura, pero sentía que había pasado una prueba. Me tomó del brazo y me introdujo a la casa sin soltarme. Koltov pasó por delante nuestro apresurado por subir al segundo piso por las bonitas escaleras del mármol a un lado del recibidor.

—Yo también soy muy fanática de ella. —La casa por dentro era hermosa, y tan grande que miré a todos lados, observando lo ordenada que era. Y olía tan bien que inhalé y exhalé con una ruido que se extendió como eco por todo el vestíbulo. Por suerte, ella no lo notó—. Andrew odiaba que pusiera música de ella los domingos cuando hacíamos una limpieza general a la casa. Pero a mí me divertía, él creció con esa música y ahora cada vez que la escucho me hace recordar a mi pimpollo

—Uh, ¿pimpollo?

Ella me miró con obviedad.

—Andrew. —Casi me reí, literalmente una carcajada estaba subiendo por mi garganta pero la disimulé carraspeando—. Lo llamo así porque siempre utiliza una colonia que huele a incienso de pino combinado con canela.

Así que eso era. A eso olía Koltov; a incienso de pino y a canela. Y a veces cuando masticaba chicle, un olor a menta lo embargaba. Mi nueva combinación de olor favorita.

—Mmm —respondí cuando mis mejillas se pusieron rojas. Ella me miraba fijamente, como si supiera exactamente en qué estaba pensando. Traté de disimular mirando el piso cubierto por una gran alfombra—. Qué bonita es su casa, señora Koltov.

Ella rio con suavidad.

—Gracias, Jeane. Ahora que paso mucho más tiempo en casa trato de yo misma limpiar y organizar todo. No me gusta que otra persona toque mis cosas o adornos, ya sabes, solo soy cuidadosa con lo que tengo. A veces cuando mi esposo se va a trabajar, me pongo a limpiar. Él no deja que haga algo.

—¡Mamá! —La voz exaltada de Andrew me sobresaltó. Lo vi salir de una habitación, pero él solo tenía ojos para su madre. Uh, no lo había oído bajar—. No puedes hacer mucho esfuerzo, ya sabes.

Ella lo miró con tristeza, como si fuera una hija reprendida. Quise reírme de la situación pero no había nada gracioso. Su madre tenía un pañuelo cubierto en su cabeza, Andrew le dijo que no podía hacer mucho esfuerzo... Solo tenía que sumar dos más dos para saber lo que estaba pasando.

La mamá de Andrew tenía cáncer.

Continue Reading

You'll Also Like

379K 63.7K 61
¿No te pasó algo como que de pronto te vuelves un cantante famoso, ganas incontables premios, tienes muchos amigos y luego caes en lo más profundo de...
4M 228K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Damon. Un hombre frío, amante de los retos, calculador... decidido. Se adentra en un mundo desconocido, donde l...
17.2M 1.5M 40
Dakota Monroe no es una chica mala, no es una nerd, no es la chismosa, no es la zorra y no es la maliciosa. Entonces ¿Quién es Dakota? Respuesta fáci...
420K 9.7K 8
Cara Williams y Denis Preston son mejores amigos desde niños a pesar del ferviente odio que hay entre sus familias. Una amistad indestructible o eso...