Kiara y sus Barreras (New Yor...

By RavenLovecraft

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Kiara es una joden modelo que parece estar en la cima del mundo... excepto en el aspecto amoroso. Kia sabe, d... More

Kiara y sus Barreras
Capítulo Uno: Foster Vuelve
Capítulo Dos: Justin Bieber
Capítulo Tres: Di que si, Kia
Capítulo Cuatro: Cosas Correctas

Capítulo Cinco: La Voz de la Razón

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By RavenLovecraft


— Creo que iré por uno corto – sentenció mi morena amiga mirándose en el espejo en donde un hermoso vestido de novia largo y ajustado decoraba su cuerpo.

—¿En serio? – cuestioné dando un trago a la copa de champagne que nos habían dado las vendedoras -- ¿la princesa latina quiere verse menos princesa? – me burlé y me rodó los ojos.

—No, quiero verme como una princesa ardiente – declaró y una de las asistentas le dio una sonrisa para ayudarla a bajar del podio y llevarla de nuevo al vestidor.

Yo tomé aire y me miré en uno de los espejos fugazmente. Aunque su boda fuera en apenas dos meses, Candelaria aún no se decidía por un vestido de boda, lo que realmente tenía a todo el mundo con los pelos de punta, menos a ella misma.
Candy me había hecho madrina de su boda, lo que realmente me había gustado un montón, y más aún cuando Aiden aseguró que si pudiera también me haría su padrino de boda. Entre sus damas de honor también estaban sus dos hermanas menores, aunque estas seguían en Venezuela y no vendrían hasta una semana antes de la ceremonia. De igual manera Chez figuraba como una de sus damas de honor, pero esta se encontraba bastante atareada y no había podido asistir.

—Estoy exhausta, vamos a comer algo – escuché casi enseguida y alcé una ceja al ver a mi amiga en sus sencillos jeans. – no me veas así, el vestido llegará cuando tenga que hacerlo.

Suspiré y sacudí mi cabeza, dejando a un lado la copa de champagne y poniéndome de pie, tomando mi bolso.

—Se que no es mi boda, pero...
— No voy a decidirme por un vestido que no me encante – aseguró y suspiré de nuevo.

Vi a mi morena amiga despedirse de las encargadas de la tienda y dirigirse de nuevo hacia mí.

— No es como si esperara conseguir el vestido hoy, en verdad sólo quería salir y relajarme un poco antes de volver al trabajo.

Reí y sacudí mi cabeza a la vez que salíamos del establecimiento y subíamos a mi auto. Le pedí a Gunther que nos llevara al bar de Aiden y Candy echó un rápido vistazo a las bolsas que llevábamos como si se asegurara de que no faltara ninguna.

—Bien, ahora cuéntame.

Tomé aire y sentí el aire volverse un poco más tenso. Jesús, ¿hasta cuándo estaría todo el mundo obsesionado conmigo y Foster?

—No te estoy preguntando sobre Foster – aclaró mi amiga cruzándose de brazos y mirando mi rostro como si intentara analizar mi expresión.

Oh, esto era peor de lo que pensaba. Ciertamente el aire se había vuelto jodidamente espeso.


— Ehm, ¿estás segura de que no quieres hablar sobre Foster? – intenté y la vi intentar ocultar una sonrisa.

— No, ya se lo que sucede con Ozz, tengo ojos y un prometido chismoso.

Solté una risa verdaderamente divertida ante su comentario.

— Vamos, tonta, termina de contarme que sucede con tú-sabes-quien.

Suspiré y sonreí de lado ante el tonto apodo que había decidido darle a Andrew porque, seamos sinceros; hubo una época en la que con sólo escuchar su nombre ya quería ponerme a llorar. Si, fue ese tipo de ruptura dolorosa y yo fui esa chica destrozada.

— Bueno, nos encontramos por accidente y de alguna forma eso pareció recordarle que no había terminado de arruinar mi vida – aseguré y ella bufó. – me llamó, me escribió diciéndome alguna estupidez sobre comportarme como adulta...

Candy soltó una grosería en español que no supe descifrar pero que sonaba realmente sincera, lo que me hizo sonreír de nuevo.

— Oh, y recuerdas que mi madre lo adoraba totalmente – recordé y ella bufó de nuevo – bueno, pues ella parece estar de acuerdo con lo que sea que diga Andrew.

— Dios, eso no tiene sentido.

— No tiene mucha importancia tampoco, espero poder evitar a Andrew lo más posible y...

— Oh, Kia, si Andrew fuera a rendirse tan fácil ya lo hubiese hecho, ha pasado casi un año. Tendrás que tomar medidas.

Rodé los ojos y miré por la ventana.

— ¿Medidas? ¿Algo como que mi manager hablé con el suyo? – me burlé y sacudí la cabeza.

Si, toda mi situación parecía no ser más que una encrucijada y sólo podía esperar que el idiota se cansara.

—Pues tendrás que contarle a tu madre.

Miré a Candy esperando que ella realmente hubiese enloquecido antes de sugerir tal cosa, pero sus ojos cafés estaban serios y sus cejas estaban algo hundidas.

— Ni siquiera discutiré eso.

—Tu mamá no es un enorme monstruo al cual debas temer, Kia.

Y yo odiaba que ella tuviera razón en eso, pero que mi cerebro no pareciera creérselo, porque yo sencillamente no parecía tener la capacidad de parármele en frente y reclamar cosas sencillas de mi vida que ella parecía controlar. Mi vida amorosa, mi aspecto muchas veces, el lugar donde vivía...

—Yo tengo 15 años – me lamenté llevando mis manos a mi cabello y Candy se río. – mi mamá controla mi vida, estoy completamente hormonal y...

Candy soltó una carcajada y echó su cabeza hacia atrás, dándose un golpe con la ventana del auto y haciéndome reír como una tonta.

—Hablando de hormonas...

— ¿Ves que si querías hablar de Foster?

Ella rodó los ojos y sobó si cabeza en donde había impactado con el vidrio.

—No quiero chismear...

—Lo se, sólo quieres jugar al psicólogo como siempre.

La mano de mi amiga impactó contra mi brazo y me reí a su costa.

— ¿Qué pasa por esa bonita cabeza tuya? Cuéntale a la futura señora Cox.

Rodé los ojos y me contuve de darle la respuesta más sincera; ni idea.

— Estoy segura de que lo sabes mejor que yo.

—Tengo mis teorías.

—Ilumíname – rogué cruzándome de brazos y mirándola, escéptica.

—Bien, señorita Scott – comenzó fingiendo que se ajustaba las gafas que no llevaba y le rodé los ojos de nuevo. – no me ruedes los ojos, se te quedaran así y no será muy bonito.

—Eso es tonto.

— Silencio – ordenó gesticulando exageradamente y contuve mi risa. – como decía, Kiara; yo teorizo que estas asustada. Conociste a un hombre que despertó lo que hay entre tus piernas y que masajeo un poco tu cerebro también, pero esa mentecita traumatizada tuya fue rápida en encontrar algo que te pareciera mínimamente malo.

— ¿Te parece mínimamente malo que haya usado un montón de palabras bonitas sólo por unas fotos? Podrás tener razón en que me atrajo, Candy, y tal vez estuve un poco deslumbrada, pero eso no implica que vaya a dejarme utilizar.

Me crucé de brazos y ella bufó como si no aprobara mi argumento.

— No sabes eso a ciencia cierta, bebé, crees que es así porque fue lo que hizo Andrew, pero no todos los hombres son así. Foster no es así.

Le alcé una ceja y no dude en entrecerrarle mis ojos, sintiendo mis mejillas sonrojarse.

— ¿Así que esta es una campaña de Foster?

— ¿Qué? ¡Kia! ¡Me conoces! – me chilló y yo me abrace a mi misma, acentuando mis brazos cruzados. – no intento convencerte de nada, sólo resalto hechos. Conoces a Marianne, sabes que no fue una mala madre, conoces a Aiden, Dios, son hermanos.

Suspiré y sacudí mi cabeza, sabiendo que Candy, para varias, tenía razón, y que sinceramente quería ayudarme, darme su opinión.

— De todas formas acepté, un poco bajo presión pero dije que si – admití, siendo Candy la única persona a quien le había contado.

Esta vez fue su turno de alzar una ceja y pareció pensárselo antes de comentar;

—Baja la guardia un poco, Kia, será un desastre si no lo intentas – recomendó y suspiré.

— ¿No es agotador tener la razón siempre? – bromeé abriendo la puerta del auto al notar que acabábamos de llegar.


***

Tomé aire, agotada por mi recién terminada rutina de ejercicios luego de pasar un rato con Candy, Aiden y también Jess, que se encontraba trabajando al momento en que llegamos al bar-restaurant.
Agradecí al personal del gimnasio y salí en dirección a mi auto, en donde Gunther me esperaba para llevarme a casa, para cambiarme de ropa y volver a salir rumbo al estilista, que recortaría un poco mi cabello y depilaría mis cejas. Si, un día bastante interesante.

⎯ Todo en orden – aseguré a Gunther y me subí al auto.

Y al estar dentro del auto mi mente viajo a mi conversación con Candy y casi se me escapa una sonrisa al reconocer que ella siempre sería la mejor consejera que podía existir, ella sencillamente parecía tener todo siempre bajo control, incluso si no luciera así, como por ejemplo con su vestido de novia. A pesar de no tenerlo aún, ella parecía calmada, como si supiera indudablemente que todo se resolvería sólo y como si eso fuera lo correcto.
Inmediatamente también pensé en sus consejos, en mi vida y como parecía estar en manos de mi madre, como yo parecía no asumir mi independencia ante ella y ante mi trabajo. Oh, demonios. Tomé aire y saqué mi celular para escribirle un mensaje a mi madre.

Esta semana estaré viendo departamentos en Manhattan

Suspiré y dudé antes de asumir que muy probablemente debía mandar otro mensaje para hacerle honor a los buenos consejos de mi amiga.

Entonces, ¿cuándo nos veremos?

Solté mi teléfono enseguida sintiendo como mis mejillas se sonrojaban y suspiré sin poder evitar sentirme nerviosa. No volví a encender la pantalla de mi teléfono, pero no dejaba de pensar en lo soso que de pronto me resultaba el mensaje y la cara que pondría Foster al leerlo. Oh, demonios.


***


Me miré en el espejo escuchando las tijeras cortar mi cabello y suspiré, notando que haber dejado mi celular en casa debido a los nervios realmente, y no tener nada que hacer mientras mi estilista recortaba mi cabello. Además, yo nunca parecía haberle agradado a Julie, la dueña del salón aliado a la agencia de mi madre, por lo que no me apetecía siquiera intentar mantener una conversación con ella.
Miré mis uñas por décima vez en aquel espacio de tiempo e intenté apartar mi cabeza de los mensajes que había enviado, pensando en el gesto duro de mi madre al enterarse de mis planes o el gesto burlón de Foster al leer mi tonto mensaje. Y me estaba mintiendo, la verdad es que no podía imaginarme un gesto burlón en el rostro de Foster, al menos no uno realmente burlón. De hecho, pensar en gestos burlones y malas intenciones lo único que venía a mi cabeza era el atractivo, pero endemoniado rostro de Andrew, en quien realmente no quería pensar, porque parecía aparecer cada vez que se le mencionaba.

⎯ Listo – escuché a mi lado y no tuve oportunidad de contestar cuando la mujer se alejó de mi lado.

Resoplé y me puse de pie, quitándome la pequeña bata del salón y dejándola en la silla, para luego mirarme en el espejo para comprobar lo que ya sabía; mi cabello estaba recortado rozando mi mandíbula y mi flequillo había sido recortado un poco por encima de mis cejas. Lo usual, mi corte de cabello había sido retocado.
Tomé mi bolso y me dirigí hacia mi auto a las afueras del salón, subiendo inmediatamente y recostando mi cabeza en la ventana sin decir nada, sólo intentando apartar todo de mi cabeza.


***


Mordí mi labio encendiendo la pantalla de mi teléfono y fruncí un poco el ceño al notar que el único mensaje que tenía era de mi madre.


Bien, mon cherie. Tuve que salir de la ciudad, volveré en un par de días, ¿quieres que te acompañe entonces?


Y si, definitivamente me sentía una tonta exagerada. Mi madre no parecía extrañada ni mucho menos alterada por mi mensaje. Suspiré y quise revisar si Foster había leído mi mensaje, pero siguiendo mi cobarde estrategia nerviosa decidí dejarlo pasar y usar una bandana para apartar el cabello de mi rostro, darle una corta respuesta a mi madre diciéndole que probablemente iría con Chez y que tuviera un buen viaje, para luego acostarme a dormir.


***


Dos días enteros y aún no recibía ningún tipo de contestación por parte de Foster, y aunque no quisiera admitirlo, la verdad es que eso si estaba logrando desconcentrarme un poco. Pensé que era él quien quería hacer esto. Cerré los ojos, tomé aire y me ordené dejarlo ir, enfocarme en mi trabajo y en mi búsqueda de apartamento en lugar de estar dejando mi cerebro ir a lugares totalmente irrelevantes.
Metí mi teléfono en el bolsillo de mi jean y entré a lo que estaba anunciado como mi camerino, bostezando. Podía ver un forro de vestuario en el que reposaba un vestido de novia, que era la razón por la que me encontraba en este set hoy; una sesión de fotos para publicitar una futura exposición de vestidos de novia de diseñadores de todos lados del mundo. Sin embargo, debía esperar a la asistenta de vestuario para ayudarme con él, e incluso antes de eso necesitaba ser maquillada y peinada, por lo que sencillamente me dispuse a buscar ofertas de apartamento en Manhattan y capturar las pantallas de las que me habían llamado la atención para así recordarlas más tarde, pero la estilista y Sebastien no tardaron en llegar para alistarme, por lo que en poco tiempo me encontraba en el set lista para hacer mi trabajo.


—Mademoiselle – escuché a mi lado y sacudí un poco mi cabeza antes de girarme para descubrir a quien sea que acabara de saludarme.


A mi lado se encontraba una muchacha alta y esbelta con un bonito cabello pelirrojo recogido en un moño adornado, Camille Williams, una joven y bonita modelo con la que había coincidido un par de veces; una chica encantadora y talentosa que parecía sólo estarme saludando, totalmente inocente de lo odioso que encontraba aquel apodo que la prensa rosa me había otorgado.

—Camille – saludé de igual forma al verla posicionarse junto a mi, llevando un ramo en sus manos.

Pero lo que realmente me llamó la atención al verla fue el vestido que llevaba puesto. Era un vestido de novia que era ajustado y corto, pero que tenía una cola de tul ligeramente rosa con pequeños destellos dorados que lucía como una genial cascada brillante. Pude ver también que el escote era en forma de corazón y tenía un fino borde de un color metálico entre rosa y dorado.

—¿Pasa algo?

— Oye, esto puede sonar raro – advertí y ella alzó una ceja, aún sin quitar su dulce y cortés sonrisa -- ¿sabes quién diseñó el vestido que llevas?

—Si, Dios, ella es genial, es una joven diseñadora argentina que...

—¿Podrías darme su número? – rogué y sentí mi corazón acelerarse un poco de emoción.

La pelirroja intentaba ocultar una sonrisa divertida, pero obvie el hecho de que probablemente sonaba algo loca.

—Te lo daré al terminar – aseguró ella señalando al fotógrafo que se acercaba con su cámara en mano, lo que nos indicaba que era hora de comenzar con la sesión.

***

Fui rápida en contactar a la diseñadora, quien, como dijo Camille, acabó siendo una genial chica argentina llamada Alexandra Rosa, quien se emocionó ante mi llamada, tanto que logré convencerla de confeccionar a velocidad increíble un vestido igual según las medidas de Candy.
Alexandra había aceptado como una forma de publicitar su trabajo antes de la exposición que debía realizarse en casi 5 meses, y yo sencillamente deseaba que Candy lo amara.
Y es por toda esta historia que luego de dos semanas y media y una pequeña fortuna que Alexandra no me había pedido, pero que sentí la necesidad de darle, me encontraba tocando el timbre del apartamento de mis amigos, con una gran bolsa que dentro de sí tenía una profunda caja en la que reposaba el fabuloso vestido con el que pretendía sorprender gratamente a mi mejor amiga, que según sus recientes reportajes, no había conseguido aún ningún vestido que le encantara.
Toqué el timbre de nuevo y escuché a mi amiga gritar algo que no entendí antes de abrirme la puerta, con el cabello húmedo y en sólo unos jeans y un sujetador.

1-Kia, mi vida – me saludó y le sonreí antes de invitarme a mi misma dentro -- ¿teníamos planes? – cuestionó bostezando y sacudí la cabeza.

Eran las 4 de la tarde, por lo que Candy probablemente tenía poco de haber llegado del trabajo.

—No, pero tengo una sorpresa – solté sin más y la vi alzarme una ceja antes de cerrar la puerta tras de sí – ¿estás ocupada?

—No, KiKi, sólo acabo de salir de la ducha, y alguien fue incapaz de levantarse a abrir la puerta – dijo un poco más alto y al adentrarnos en el apartamento descubrí que se trataba de quien aún no se dignaba a contestar mi tonto mensaje de texto.

Foster estaba sentado en el suelo de la sala, concentrado en una laptop que se encontraba entre un mar de papeles sobre la pequeña mesita de café en el centro de la sala. Su cabello estaba hecho un desastre, lucía enormes ojeras y llevaba puestas sus gafas, además de estar en anchos pantalones de pijama y una camiseta blanca con una mancha de lo que lucía como café.
Sí, Foster Cox lucía realmente desaliñado justo ahora, pero de alguna injusta manera él lucía bien. Era un desastre ardiente y eso me molestaba.

—Querida hermana, yo estoy enloqueciendo – aseguró él y alzó sus ojos grises que pronto se posaron en los míos. – Oh mierda, Kiara.

Alcé una ceja ante sus palabras. Su rostro realmente lucía una expresión rara.

—¿Podemos hablar un momento?.

—Realmente vine a ver a Candy.

—Oh, tranquilos, conversen, yo terminaré de vestirme – aseguró Candy y tomé su brazo.

—De hecho creo que es mejor que te desvistas—dije volviendo a emocionarme.

Mi amiga me entrecerró los ojos pero se encogió de hombros.

—Entonces vamos a mi habitación, Aiden no está y me causa estrés sólo ver a Foster.

El castaño soltó una risa antes de verme por un momento y volver a lo que lucía como un montón de trabajo.
Lo ignoré y seguí a Candy hacia la habitación matrimonial que ella y Aiden compartían. Entramos y ella se sentó en la cama e hizo esa expresión que me daba a entender que era mi turno de darle lo que había traído para ella.

—Sabes que te adoro – comencé sacando la caja de la enorme bolsa y ella alzó una ceja – y se que tal vez fue un poco atrevido de mi parte tomarme la libertad de hacerte este regalo, pero no pude evitar verte en él y no tienes que llevarlo si no...

—¿Kia? – cuestionó mi amiga y la vi ponerse de pie, casi arrebatándome la caja de las manos y dejándola sobre la cama para retirar la tapa. – voy a matarte.

Candy cubrió su boca con sus manos enseguida, y por un momento comencé a sentir que comenzaría a gritarme, pero la vi sacar el vestido y extenderlo en la cama. Me acerqué un poco y pude ver que sus ojos estaban muy abiertos.

—Te compré un vestido de novia.

—No, Kia – aseguró y sucedió algo que habí visto un montón de veces; Candy comenzó a llorar.

Me asusté un poco pero la vi comenzar a sacarse los jeans y sonreír.

—¿Qué haces? ¡Ayudame a ponérmelo! – soltó y sonreí, porque supe que le había gustado.

La ayudé a entrar en el vestido que exitosamente quedó perfecto en su cuerpo, pero ella corrió hacia el espejo.

—Kiara, tu acabas de regalarme el vestido – seguró mirándose y sonreí al ver como las lágrimas seguían corriendo, a pesar de que tenía una hermosa sonrisa en el rostro.

Y me sentí algo tonta, pero yo también solté un par de lágrimas al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo. Mi amiga tendría la boda perfecta con el amor de su vida, en un vestido que aparentemente adoraba y rodeada de muchísima gente que los ama a ambos.

—Estoy tan feliz por ustedes.

Candy se volteó hacia mi y me sonrió aún con sus ojos vidriosos, para luego abrazarme. Le devolví el abrazo sorbiendo por mi nariz.

—Te amo, Kiara, yo ni siquiera quiero quitarme este vestido.

Sonreí y tomé aire sabiendo que había cumplido mi cometido.
Poco después Candy me convenció de tomar una taza de té, por lo que me dirigí a la sala mientras ella se vestía.

—Debes creer que soy un idiota.

Miré a Foster sentado aún en el suelo, pero ahora girado hacia mí, aún parada en el umbral de la sala.

—Ya lo pensaba antes. Un poco – admití y una sonrisa surcó sus labios – de todas formas, veo que si viste mi mensaje.
Si.
Y sólo tomaste la decisión de ignorarlo, entonces.

Esta vez fue su turno de suspirar, antes de ponerse de pie y aproximarse a mi. Y lo repetiré, debería ser ilegal lucir así en pijama.

—Lo siento, enserio, lo siento – dijo pasándose una mano por el cabello y despeinándolo. – el trabajo y la mudanza están enloqueciéndome, y se que es una excusa un poco cliché pero...

—No lo es, de hecho.

Incluso yo me impresioné un poco ante mi respuesta, pero ya había decidido dejar de comportarme como una niña berrinchuda con la vida. Y si alguien sabía de trabajos que podían tornarse absorbentes, esa debía ser yo.
Foster dejó de hablar y me dio una sonrisa de lado que lo hizo lucir bastante complacido ante la respuesta que mi nueva postura madura había decidido darle.

—Lo siento, Kiara – repitió y rodé los ojos antes de pasar de él y sentarme en la barra de la cocina, desde donde podía ver la sala de estar y el desastre que Foster tenía en él.

Lo vi quedarse parado en el sitio por un momento y vi a Candy pasar por su lado, alzándole una ceja.

—Voy a preparar té, ¿quieres una taza?

—Eso sería lindo – aceptó él – iré a darme una ducha mientras tanto, necesito aclarar mis ideas.

Candy le puso una mano en el hombro y se adentró a la cocina, para luego darme una pequeña sonrisa pícara que sabía de quien había copiado.

—Amo tener la razón – admitió suspirando y acercándose a la hornilla para poner el agua a hervir.

—No estoy dándote la razón.

—Estás siguiendo mis consejos, lo se.

Suspiré porque no tenía caso negárselo y pronto comenzamos a hablar sobre la boda y lo cerca que parecía estar la fecha, como ninguna de las dos acababa por creérselo y como quería combinar todo con el dorado rosáceo que tenían los detalles del vestido, para luego agradecerme de nuevo hasta que escuchamos la puerta principal abrirse y Candy profirió un chillido que me hizo reír.

—¿Qué hacen dos de mis mujeres preferidas en mi cocina? – preguntó Aiden entrando y Candy se aproximó a él para abrazarlo.

—Hola, Aid.

—Kiara. ¿Vienes a coquetear con Ozz?

Estuve a punto de contestar cuando Candy nos hizo callar y Foster entro a la cocina unos segundos mas tarde, con el cabello húmedo y un par de jeans y una camiseta.

—Así que sólo hacía falta que viniera Kiara para que dejaras atrás tu look de vago. Interesante.

Foster sonrió y Candy sacudió su cabeza, volviendo al té.

—De hecho, decidí tomarme un descanso y compartir la hora del té con Candy y Kia – dijo casualmente y tomó asiento en frente de mi en la barra de la cocina.

—¿La hora del té, querida? – se burló Aiden y exhalé antes de rodarle los ojos.

—Ugh, no invoques al diablo, Aid, hemos tenido suficiente de él últimamente.

Dios, la sola insinuación de Andrew realmente me ponía los pelos de punta.
Aiden rió un poco y luego se estiró.

—Iré a recostarme un poco, mi cabeza duele horrores.

Aiden atrajo a Candy para darle un beso en la sien y me guiñó un ojo antes de adentrarse en el pasillo hacia las habitaciones. Candy sirvió tres tazas de té y se sentó junto a mi.

—¿Y bien? ¿Van a contarme?

Candy soltó la cucharilla con la que revolvía su té y dejó el aire huir de sus pulmones en un gesto de dramatismo.

—Así que el gen chismoso es de familia.

Candy empezó a reírse con ganas y Foster se llevó una mano al pecho con gesto ofendido, a lo que rodé los ojos y llevé la taza a mis labios. Error; el té estaba hirviendo y quemó mi labio superior. Mis ojos se llenaron de lágrimas involuntarias y dejé la taza a un lado, dejando escapar una maldición.

—Oh, mierda.

Parpadeé un par de veces con la intención de asegurar que estaría bien, pero noté que Foster ya no estaba en frente de mi.

—Oh, lo siento, corazón, creo que calenté demasiado el agua.

—Está bien, debí soplarlo – aseguré limpiando las lágrimas que se habían escapado de mis ojos.
Date la vuelta.

Me giré y sentí los dedos de Foster tomar mi barbilla y una presión fría en mi labio quemado. Noté entonces que Foster presionaba un cubo de hielo contra mi boca.  Quedé un poco embelesada por un momento ante lo que estaba haciendo, pero luego me sobresalté un poco.

—Está bien – aseguré y dirigí mi mano a su muñeca para alejarla de mi rostro.

—No queremos que salga una ampolla en tu rostro – dijo él y volví a mirar su rostro mientras que él sólo miraba a mis labios y el hielo.

—Yo iré a buscar una pomada.

La intervención de Candy me hizo recordar su presencia en la cocina y, aunque no podía verla ya que Foster sostenía mi rostro con firmeza, pude escuchar la diversión en su voz. Ella también notaba que no era una quemada que requiriera tanto tratamiento, pero aparentemente no le molestaba la idea de seguir el juego.

—Ve, yo seguiré vigilando la linda boca de Kiara.

En ese momento pude comprobar la diversión de Candy, ya que ella rió. Ella rio mientras que yo sencillamente seguía mirando a Foster sin decir nada. Si, señor, yo volvía a ser Bambi, o una quinceañera embelesada por un chico guapo.
O más que guapo, tal vez. Foster seguía sosteniendo el hielo que comenzaba a derretirse como mi piel irritada y su expresión lucía concentrada, aunque realmente no había mucho en sostener un hielo contra mi cara.

—Sabes que no es la gran cosa, ¿no?

Foster rodó los ojos y me dio una pequeña sonrisa para luego dejar lo que restaba del cubo de hielo en el fregadero, sacudiendo su mano. Arrastré la manga de mi sweater por mi boca, secando el desastre del hielo e irritando más la quemada, lo que me hizo arrugar el rostro.

—Tu labio esta rojo y el té estaba hirviendo. Creo que es mejor evitar una burbuja en tu rostro.

Fruncí un poco el entrecejo, pero él me dedicó una sonrisa bonita y se sentó en el banco junto a mi, y parecía estar a punto de decirme algo cuando la voz de Candy en nada sutil susurro se escuchó.

—Retiro mi apuesta, ellos totalmente tienen algo

Vi a Foster rodar sus ojos y suspiré, sonrojándome un poco.

—¿Crees que pararán en algún momento?

—No si sigues alentándolos.

Bufó ante mi respuesta y mordió su labio un momento, gesto que capturó mi atención.

—¿Qué es exactamente lo que te molesta, Kiara?

Y me irritó un poco más que no sonaba exigente la forma en la que lo decía, sino más bien indagador e interesado.

—No me molesta, sólo me incomoda un poco que todos piensen que está pasando esta cosa mágica de atracción loca entre nosotros.

—Porque no es así – dijo él como si reafirmara lo que yo acababa de decir, pero realmente sonaba un poco falso.

Si, realmente era algo falso, por lo que no pude afirmar lo que acababa de decir.

—No lo sé, pero me gustaría descubrir lo que sea por mí misma en lugar de tener a todo el mundo sobre mí.

—Bueno, aún tenemos algo pendiente, eso podría ayudarte a descubrir algo.

No pude evitar rodar los ojos y él imitó mi gesto, lo que me hizo dar una pequeña sonrisa.

—Bueno, podrías comenzar por responder mi mensaje, ¿sabes?

—Lo haré – aseguró y me dio una sonrisa discreta. -- a veces el filtro entre lo que pienso y lo que digo no funciona.

—Lo noto.

—Pues no intento alentarlos o lo que sea, realmente pienso lo que digo.

Y me sonrojé sin razón alguna.

—Y es bonito lo mucho que te sonrojas.

—Aquí está la pomada – anunció Candy entrando en la cocina y tendiéndole la pomada a Foster.

Foster suspiró y me la tendió dándome una sonrisa de lado bastante bonita.

Toma, cariño, estoy seguro de que puedes hacerlo sola.

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