Amor Secreto

By Anmisan

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Unos años después de la última Guerra Mágica, Draco Malfoy se encuentra huyendo del Ministerio de Magia para... More

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Te lo prometo
Juicio
Cuatro años después

Navidad

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By Anmisan

- Buenos días, Jer.- Saludó la castaña cuando el chico entró en su consulta.

- Buenos días, preciosa.- Correspondió él, besándola.- ¿Cómo estás hoy?

- Bien.- Respondió con una sonrisa.- He estado pensando en qué podríamos hacer estas Navidades juntos, y tengo un montón de planes que proponerte.- Anunció ilusionada.

- Vaya, Herms. ¿No te lo he dicho?- Mencionó el medimago con voz apagada.

- ¿Decirme qué?

- No puedo pasar las navidades contigo.- Anunció triste.

- Oh... ya veo.- Dijo la chica decepcionada.

- Lo siento mucho, preciosa.

- No pasa nada. No te preocupes.- Mencionó negando con la cabeza, tratando de restarle importancia.

- Pero te compensaré, te lo prometo.

- Está bien.- Aceptó con sonrisa triste.

- ¿Comemos luego juntos?- Preguntó él recuperando su tono jovial, como si la conversación que acababan de mantener no hubiera tenido lugar.

- Claro. Nos vemos luego.

- Adiós, preciosa.- Concluyó dándole un pequeño beso, antes de marcharse.

***

- Ya estoy en casa.- Anunció, Hermione como siempre.

- ¿Qué te sucede?- Preguntó el rubio desde el sofá, al verla entrar con esa cara. Últimamente esa se estaba convirtiendo en la conversación habitual entre ellos.

- Nada.- Respondió la chica apartando la mirada. Cada vez tenía más la sensación de que el Slytherin podía leer su mente solo con verle la cara.

- ¿Y por nada estás así?- Interrogó, molesto porque no confiara en él, levantándose del sofá para acercarse a ella.

- Es una tontería, de verdad.- Mintió la castaña sin poder evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.

- ¿Cómo puede ser una tontería si estás llorando?- Preguntó levantando la voz, mientras le alzaba el rostro para poder mirarla cara a cara. Ante este hecho la chica sollozó sin poder retener las lágrimas por más tiempo.- Granger.- La nombró el rubio, sobrecogido por el estado de la castaña, secándole las mejillas con ternura.- Cuéntame qué te pasa.

- Se trata de Jeremy.- Dijo la leona entre suspiros.

- ¿Qué te ha hecho ese impresentable?- Interrogó con voz gélida.

- Nada.- Se apresuró a responder.- Ha sido culpa mía. Es decir... Yo pensaba que pasaríamos las navidades juntos. Había planeado muchas cosas para estos días, pero él me ha dicho que no podemos vernos.

- ¿Por qué no?- Quiso saber molesto.

- No lo sé. - Respondió ella secándose el rostro con las mangas de su jersey.

- ¿No se lo has preguntado?

- No quería que pensara que soy una pesada.- Dijo la chica apurada.

- Granger, si ese imbécil piensa que eres una pesada solo por preguntarle eso, es que no te ama.- Razonó alterado.

- ¿Y tú qué sabes, Malfoy?- Preguntó molesta por el comentario.

- No hace falta ser muy inteligente para eso, Granger. Además, hay algo que no he querido decirte antes por no hacerte sufrir, pero ¿no te parece raro que nunca quedéis fuera de la clínica?

- ¿Qué quieres decir?

- Vamos, Granger, se supone que eres lista.- Mencionó el chico con sarcasmo.- Nunca salís a pasear, no te ha llevado nunca a cenar a un restaurante ni a tomar un simple helado... ¿Ese detalle no te hace pensar en que hay algo raro en todo esto?

- ¡Cállate, Malfoy!- Ordenó la castaña con un grito.- En primer lugar, deja de insultar a Jer de una vez. Y en segundo lugar, tú no tienes ni idea de cuál es su situación. Tal vez tenga motivos para hacer lo que hace. Y seguro que no son los que tú estás pensando.

- ¡Por favor, Hermione!- Exclamó el rubio, atónito ante la testarudez de la Gryffindor.- No puedo creer que todavía lo defiendas. ¿Tan enamorada estás que te has vuelto ciega?- Preguntó dolido por ver a la chica tan colgada de ese doctor de pacotilla.

- ¿Y qué si así fuera?- Preguntó desafiante.- No es asunto tuyo.- Agregó cabreada. A pesar de la discusión que estaba teniendo con el chico, no había pasado por alto el hecho de que él la había llamado por su nombre y no por su apellido, como siempre había hecho hasta ahora.

- Tienes razón, Granger.- Dijo entonces con voz apagada.- No es asunto mío.- Concluyó sentándose de nuevo en el sofá, reanudando la lectura que tenía a medias, y dando por finalizada la acalorada conversación que había tenido lugar.

Por un momento, Hermione se sintió culpable de haberle hablado así a Draco. Después de todo, él solo estaba preocupado por ella. Pero en ese momento no tenía ganas de sentirse mal por nada ni por nadie. Ya era bastante malo que Jeremy la hubiera dejado plantada en Navidad, como para tener que pensar en los sentimientos de Malfoy.

Por otro lado, había otra cosa que la tenía desconcertada, y era que el rubio la había llamado Hermione. En el momento en que su nombre salió de los labios del Slyhterin, sintió como si un escalofrío recorriera su cuerpo. Se le había hecho realmente extraño escucharlo, pero al mismo tiempo le había encantado oírlo. Aunque estaba convencida de que él ni siquiera se había percatado de haberlo dicho, seguro que tan solo lo había pronunciado a causa de los nervios provocados por la pelea.

¡Qué estúpida!- Se reclamó con un pensamiento. ¿Cómo podía pensar en algo así en un momento como ese?

- Voy a dormir.- Anunció, marchándose a su cuarto.

No era que tuviera sueño, de hecho dudaba que pudiera conciliarlo tras la discusión que había tenido con Malfoy, pero tras lo ocurrido no le apetecía en absoluto permanecer con él en el salón, de modo que le pareció la mejor opción.

Apenas habían trascurrido un par de minutos desde que la chica anunciara que se iba a dormir, cuando una lechuza -que Malfoy reconoció como la de Potter-, empezó a picotear la ventana.

El rubio se levantó del sofá, dejó entrar al animal y cogió la carta que llevaba entre sus patas.

- ¿No piensas irte?- Preguntó de muy mal humor, viendo que el ave no parecía dispuesto a marcharse. Parecía que culpara al bicho de la discusión que había tenido con la joven.- Ella no puede contestarte ahora, estúpido pajarraco, así que lárgate.- Concluyó empujándolo fuera y cerrándole la ventana en las narices. Ante este gesto el animal pareció comprender que no obtendría una respuesta inminente y se marchó.

Sabía que no debía hacerlo, pero sentía tal curiosidad por lo que el moreno le había escrito a la castaña, que no pudo evitar abrir la nota y leerla.

"Hola, Hermione, ¿qué tal estás? Espero que bien. Ya sabes que mañana es Navidad, y te escribo porque a Ginny y a mí nos encantaría que vinieras a cenar a casa. También están invitados Ron, Monique, Luna y Neville. Ojalá aceptes y podamos vernos todos, ya que no podemos reunirnos desde hace meses. Si tienes otros planes no te preocupes, haz lo que tengas que hacer sin compromiso. Esperamos tu respuesta. Un abrazo enorme de parte de los dos.

Harry Potter"

Ese pergamino fue como una sentencia para Malfoy. Si había albergado alguna esperanza de pasar el día de Navidad con Hermione tras el plantón que le había dado el medimago inútil con el que salía, ahora con la llegada de esa carta su oportunidad se había esfumado.

¿De todas formas qué esperabas que ocurriera?- Se preguntó con un pensamiento mientras depositaba el pergamino encima de la mesa.- ¿Acaso creías que ibais a tener una cena romántica y que podrías confesarle tus sentimientos?- Agregó con amargura, burlándose de sí mismo.- Eso jamás pasará y lo sabes.- Concluyó recostándose en el sofá, esperando que un sueño profundo y sin pesadillas se apoderara de su cuerpo y le hiciera olvidar lo que había ocurrido hacía un rato con la Gryffindor.

***

Al día siguiente, Hermione, se levantó temprano, a pesar de no haber pegado ojo en casi toda la noche. Ese día no trabajaba de modo que se aseó y desayunó. Al pasar con cuidado por el salón para no despertar al rubio que dormía plácidamente en el sofá, vio un trozo de pergamino plegado sobre la pequeña mesa de centro, por lo que se acercó, lo leyó y respondió.

"Hola, Harry. Muchísimas gracias por vuestra invitación. Lamentablemente no puedo ir porque ya tengo planes para esta noche. Si os parece bien iré a visitaros mañana. Un abrazo grande para los dos.

Hermione Granger"

Para su sorpresa la lechuza estaba en la ventana esperando el pergamino para llevarlo de vuelta.

- ¡Por Merlín! - Susurró la castaña para no despertar al Slytherin.- Espero que no hayas pasado toda la noche aquí fuera con el frío que hace.- Pero al posar la mano sobre el plumaje del ave comprobó que estaba caliente, por lo que supuso que, tal vez, había vuelto hacía poco a por su respuesta.

Le colgó la carta en la pata y esta salió volando a cumplir su cometido. Entonces Hermione cogió su bolso y su abrigo, y se marchó a comprar regalos para sus seres queridos.

***

Pasó gran parte del día fuera. Estuvo en el Londres muggle comprando los regalos para sus padres. Una elegante corbata para su padre, y para su madre un precioso pañuelo para el cuello.

Después fue al Londres mágico donde compró un trajecito, para el bebé que esperaban Harry y Ginny, compuesto de babi, peucos, babero y gorrito, de color blanco con una inscripción en el pecho que decía: "Para mis papis valgo más que todo el oro de Gringotts".

A Neville le compró un libro de herbología: "Las plantas más extravagantes y exóticas del mundo". Y a Luna una guía titulada: "Conviértete en el experto cazador de insectos extraños que siempre soñaste". A Ron le compró una fiambrera que podía conectar mágicamente a la despensa de casa, haciendo que pudieras disponer en cualquier momento y lugar de toda la comida que quisieras. Y a Monique le regaló un broche sencillo pero elegante que conjuntaba con los ojos de la muchacha. También compró algo para Victor Krum, un libro que recopilaba a los mejores jugadores de las ligas de Quidditch de todo el mundo, dónde se explicaba sus mejores habilidades, sus logros y sus técnicas especiales, en cuyas páginas también aparecía dicho jugador búlgaro.

Se le había hecho tarde para volver a casa a comer, y todavía tenía que ver un regalo para Jeremy, por lo que decidió ir a comer y continuar con las compras después.

Cuando terminó se dirigió al callejón Diagon para ver si se le ocurría algo que comprarle al medimago. Entró en una tienda donde vendían todo tipo de prendas y complementos para hombre, desde túnicas de gala, hasta zapatos, pasando por equipamientos para quidditch, piezas de ajedrez mágico, o incluso, según dictaba textualmente el cartel que colgaba sobre la estantería: "Excepcionales y varoniles varitas mágicas para magos hechos y derechos."

Estaba bastante indecisa mirando qué podría gustarle a Jeremy, cuando escuchó a dos chicas hablando de forma escandalosa entre ellas, le sonaban de algo pero no recordaba de qué.

- ¿Has visto, Margaret?- Preguntó una de ellas dándole un codazo a la otra.

- ¿Qué pasa, Lizzey?

- ¿Recuerdas este tarro de perfume?- Interrogó con sonrisilla cómplice.

- Ahora mismo no me suena.

- ¿Y qué tal ahora?- Volvió a insistir, abriendo el recipiente y colocándoselo a su amiga justo debajo de la nariz.

- ¡Por Merlín! ¡Es su perfume!- Exclamó emocionada, algo que ocasionó que la castaña pusiera los ojos en blanco. A pesar de aparentar la misma edad que ella, las dos chicas parecían comportarse como colegialas.- ¡Es el perfume de Draco Malfoy!

- Te lo dije.- Mencionó la chica con claro gesto de orgullo en su rostro.- Nunca podría olvidar ese olor tan varonil y especial.

- Tienes razón.- Corroboró su amiga con mirada soñadora.

- Lástima todo lo que le ha pasado. Daría lo que fuera por volver a pasar una noche con él como la que tuvimos en Hogwarts.

- Y yo.

Tras este inciso, las chicas continuaron haciendo sus compras, y Hermione se quedó pensativa.

Con razón le sonaban esas petardas, eran antiguas estudiantes de Hogwarts, tal vez uno o dos cursos inferiores a ella, por eso no las recordaba con claridad. Ni siquiera sabía a qué casa habrían pertenecido, pero, desde luego, le parecían dos cabeza-hueca. Y por otro lado, ¿se lo había parecido a ella o las dos se habían acostado con el Slytherin?

¡Por Merlín bendito! ¿Con cuantas chicas se había acostado esa serpiente pervertida y vanidosa a lo largo de su corta vida? La Gryffindor no daba crédito a lo que acababa de escuchar. Finalmente decidió no darle más importancia y continuar con sus compras, de lo contrario se le haría tarde para llegar a tiempo a la cena de Navidad.

Pensando en esto recibió una llamada al móvil.

- Dimé, mamá.- Saludó la castaña cuando descolgó.- ¿Ir a cenar con papá y contigo? Lo siento mucho, pero ya tengo planes para esta noche.- Anunció algo apurada a su madre.- Sí, he quedado con unos amigos.- Mintió la chica.- Pero mañana iré a veros y os llevaré vuestros regalos. Sí, no te preocupes, tendré cuidado. Un beso grande para los dos.- Concluyó antes de colgar.

Tras la conversación con su madre, Hermione se decidió por comprarle una bufanda y unos guantes a Jer.

Iba a salir de la tienda cuando se detuvo en la puerta y pensó: ¡Qué demonios!

Dio media vuelta y cogió una de las botellas de perfume de las que habían hablado las ex-estudiantes de Hogwarts. Le costó más que casi todos los regalos juntos, pero decidió no darle demasiadas vueltas.

Cuando finalizó las compras decidió comprar algo para cenar, no le apetecía nada cocinar esa noche. Compró dos suculentos muslos de pavo en salsa, acompañados por ensalada, puré de patatas, una botella de vino tinto para beber y de postre una tarta de calabaza, que en apariencia le recordó mucho a la que servían en Hogwarts.

***

- Ya estoy en casa.- Anuncio la leona entrando. Pero no recibió respuesta alguna.- ¿Malfoy?- Preguntó al ver que todo estaba a oscuras y en silencio.

Dejó las bolsas de regalos sobre el sofá y llevó la comida hasta la cocina. No había ni rastro del rubio por ningún sitio. Se dirigió al cuarto de baño, que tenía la puerta cerrada, por lo que golpeó con los nudillos antes de abrir. Aún no había puesto la mano en el pomo pero ya sabía que no había nadie dentro. Y no se equivocó. Estaba completamente vacío. Como última opción decidió mirar en su habitación, pero obtuvo el mismo resultado. Nada. Ni rastro de Draco Malfoy.

- Se ha ido.- Susurró atónita al comprender la situación.

El Slytherin, que siempre la había martirizado e insultado durante todos sus años en la escuela de magia y hechicería, se había marchado. Lo cierto era que en el momento en que lo recogió de aquel callejón, supo que tarde o temprano se iría de allí, pero se había acostumbrado tanto a la presencia del rubio que ahora mismo no se hacía a la idea de no volver a verlo más, de no volver a encontrárselo durmiendo en el sofá, de no volver a observar sus ojos de color mercurio, de no volver a escuchar sus sarcasmos... Pensando esto no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas.

- ¡Maldito hurón albino!- Espetó cabreada.- No puedo creer que se haya marchado sin despedirse siquiera. Y yo como una imbécil voy y le compro un regalo de Navidad, cuando él ni se ha acordado de mí. ¡Estúpida serpiente egocéntrica! ¡¿Te bastó la discusión de anoche para abandonarme?! Y pensar que he rechazado las invitaciones de todos para que no se quedara solo esta noche.- Concluyó sentándose en el sofá, mientras las lágrimas resbalaban por su rostro.

***

El reloj ya casi tocaba las nueve de la noche cuando la puerta de casa se abrió. Una castaña dormía plácidamente en el sofá, pero sus ojos se notaban hinchados y los surcos de las lágrimas todavía podían distinguirse en su piel.

¿Qué le había pasado? Se preguntó el rubio observándola con preocupación. ¿Por qué había llorado? ¿Había sido de nuevo por culpa del ese medimago de pacotilla con el que salía? Esperaba que no, porque de ser así no dudaría en ir a buscarlo para darle su merecido.

- Granger.- La llamó con delicadeza posándole una mano en el hombro para zarandearla.

La chica se despertó alarmada y cuando vio al chico delante de ella se levantó como un resorte empezando a chillarle.

- ¡Malfoy! ¡Estúpida serpiente egoísta!- Comenzó a decir al tiempo que con el dedo índice golpeaba fuertemente de forma acusadora sobre el pecho del rubio.- ¡¿Se puede saber dónde estabas?! ¡¿Por qué te has ido?! ¡¿Por qué no me has avisado?! ¡¿Sabes lo preocupada que estaba?!- Concluyó abrazándolo.

Draco no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. ¿La chica le estaba echando una bronca porque se había marchado sin avisar? ¿Estaba preocupada por él? ¿Y ahora lo estaba estrechando entre sus brazos? No era que estuviera incómodo ante el gesto ni mucho menos, es simplemente que no se imaginaba que algo así pudiera ocurrir.

- ¿Granger?- La nombró con duda, temiendo meter la pata, pues notaba como los hombros de la castaña subían y bajaban convulsionados por el llanto.- ¿Estás bien?

- ¿Cómo voy a estar bien si pensaba que no iba a volver a verte nunca más?- Confesó la chica mirándolo a los ojos.

Ante este gesto el Slytherin se quedó boquiabierto. La tenía frente a él, a escasos centímetros. Podía ver con claridad el líquido salado que inundaba sus pupilas, y como sus ojos estaban enrojecidos por el llanto que él, sin sospecharlo, había causado.

- ¿Dónde has estado? ¿Por qué te has ido? ¿No sabes que tu vida corre peligro? Si te encuentran estás perdido.

- Lo sé.- Dijo el rubio con una triste sonrisa, limpiando con extrema ternura el rostro de la chica.

- ¿Entonces por qué lo has hecho?

- Quería traerte esto.- Informó él sacando tres gruesos libros del interior de su capa.

Hermione los cogió entre sus manos y los observó fascinada. Se notaba que eran viejos tomos, cargados de magia. La chica casi podía sentir como una extraña energía fluía de ellos. Uno era un tomo con tapas de pasta, parecía tan antiguo como si hubiera sido escrito hace miles de años, las letras de su lomo estaban casi borradas. Otro se veía mejor conservado, estaba forrado con terciopelo rojo desgastado por el paso de los años, pero se podía leer su título sin ningún problema. O al menos podía leerlo cualquier experto en runas antiguas como Hermione, pues el libro estaba totalmente escrito en ese dialecto. Y el último también parecía bastante antiguo, estaba forrado con lo que parecía piel negra, y un símbolo brillaba en su portada con un color dorado brillante que parecía no haber sufrido el paso del tiempo. Este último no tenía ningún título, pero Hermione no lo necesitaba para saber lo que contenía su interior: magia oscura.

- ¿De dónde los has sacado?- Preguntó con curiosidad.

- De mi casa.

- ¡¿Qué?!- Preguntó escandalizada.- ¡¿Has ido a tu casa?! ¡¿Estás loco?! ¡¿Y si hubieran estado esperándote allí?!

- No empieces otra vez, Granger.- Pidió el chico con tono de súplica.- No me ha pasado nada.

- Ya, pero podría haberte pasado.

- Sí, pero no ha pasado.- Insistió de nuevo el rubio.

- ¿Por qué has corrido un riesgo tan grande?- Preguntó la chica sin comprender.

- Pues porque quería darte un regalo por Navidad -confesó avergonzado– pero no tengo dinero y tampoco puedo correr el riesgo de que me vean. Así que he ido al único sitio donde pensé que estaría relativamente a salvo y podría conseguirte lo que más amas en este mundo. Libros.

- Por Merlín, Malfoy.- Mencionó la castaña enternecida por lo que acababa de escuchar.- Muchísimas gracias. No sé qué decir.

- No hace falta que digas nada.- Confesó el muchacho observándola con ternura.- Tan solo dime que tienes algo para cenar, porque me muero de hambre.

- Claro que sí.- Dijo la chica riendo ante su comentario.- Lávate las manos y siéntate. He comprado una cena deliciosa.

***

- ¿Y por qué has tardado tanto en volver, si solo has ido a tu casa?- Preguntó la chica mientras estaban ya sentados a la mesa degustando la rica cena.

- La verdad es que pensaba que no volverías esta noche a casa. - Reconoció el rubio, pinchando un trozo de pavo.- Pensaba que pasarías la noche fuera con tus amigos o tu familia, así que me tomé mi tiempo y recorrí la casa en busca de recuerdos perdidos.

- Ya veo.- Mencionó la chica por única respuesta, viendo como el rostro del rubio se había entristecido.

- ¿Y tú?- Preguntó él cambiando súbitamente de tema.

- ¿Yo, qué?

- ¿Qué haces aquí?

- ¿Te molesta que me haya quedado?- Interrogó la leona tratando de no mostrar ningún sentimiento.

- No es eso, mujer.- Se apresuró a negar el chico.- Es que, como ya te he dicho antes, pensaba que preferirías ir a cenar con otra persona en lugar de quedarte aquí conmigo. Ya sabes, con Potter, por ejemplo.

- ¿Cómo sabes que Harry me invitó?- Preguntó ella captando la indirecta al vuelo.

- No te lo tomes a mal, pero leí la carta que te mandó anoche invitándote a cenar. Y, después de la discusión que tuvimos, pensé que no dudarías en irte y dejarme solo.

- ¿Así que ahora te dedicas a leer el correo ajeno?- Preguntó ella con mirada suspicaz.

- No es eso. Es que como ya te habías ido a dormir, no quise despertarte si no era por algo urgente, así que decidí leerla.- Confesó.

Ante esta información la chica se quedó sorprendida. ¿Desde cuándo el rubio se tomaba tantas atenciones con ella? La verdad es que últimamente la actitud del Slytherin hacia su persona había mejorado muchísimo. Incluso había llegado a sentirse especial para ese chico.

- Entonces, ¿me dirás por qué te has quedado aquí esta noche?- Volvió a preguntar el rubio al ver que la chica se había quedado pensativa.

- No quería que te quedaras solo en Navidad.

- ¿Entonces ha sido por lástima?- Preguntó él con lo que a la chica le pareció decepción.

- No ha sido lástima.- Admitió ella con las mejillas un poco sonrosadas. Lo que el chico no supo diferenciar es si, ese precioso rubor que le hacía desearla, era debido al vino o al giro que estaba dando la conversación.

- ¿Y qué ha sido entonces?

- Ha sido que quería estar contigo. - Confesó al fin apartando la vista hasta su plato, como los restos de pavo se hubieran vuelto muy interesantes de repente.

Ante esta respuesta, el rubio no pudo evitar que una sonrisa de satisfacción cruzara su rostro.

¿Se lo había parecido a Hermione o Malfoy parecía contento con su confesión?

- Brindemos, entonces, por eso.- Propuso él alzando su copa de vino.

- ¿Por qué brindamos exactamente?- Preguntó ella imitando su gesto con la bebida.

- Por nosotros, Granger.- Aclaró mirándola a los ojos con tal intensidad que la muchacha se sintió sobrecogida ante ese mercurio ardiente que parecía querer derramarse sobre ella hasta devorarla.- Porque esta sea la primera de muchas más veces.

- Por nosotros, Malfoy.- Aceptó la castaña sin tener claro a qué se refería exactamente el chico con aquellas palabras. Lo que sí que tenía claro, era que su corazón había saltado de júbilo ante lo que acababa de escuchar.

- ¡Por cierto, todavía no te he dado tu regalo!- Espetó la chica levantándose de la mesa y dirigiéndose a las bolsas que había depositado en el sofá.

- ¿Yo también tengo regalo?- Preguntó el rubio sorprendido y esperanzado a un tiempo.

- Pues, claro que sí.- Confirmó ella con una sonrisa, dándole un paquete exquisitamente envuelto.

Cuando lo tuvo entre sus manos, Malfoy se sintió emocionado. Era un sentimiento extraño y más aun teniendo en cuenta que lo causaba un simple regalo. A lo largo de su vida, siempre había disfrutado de todo cuanto había deseado. Había recibido más regalos de los que cualquier niño hubiera podido desear, tenía tanta ropa de alta costura que no tenía tiempo de poder estrenarla toda antes de que se le quedara pequeña. Sus fiestas de cumpleaños eran tan multitudinarias que acudía toda la alta sociedad mágica a la celebración. Y gracias a su atractiva apariencia y al apellido Malfoy, solo tenía que elegir a la chica que deseara y esta caía rendida a sus pies sin dudarlo un instante. Por todos estos motivos, jamás había pensado que pudiera llegar a sentirse tan especial y afortunado por recibir un solo regalo. Aquella chica había puesto su mundo y sus sentimientos patas arriba. En tan solo unas semanas había cambiado tanto que le costaba reconocerse.

- ¿No lo vas a abrir?- Preguntó Hermione, viendo que el chico no parecía decidirse.

- Sí, claro. - Anunció rompiendo el envoltorio, y descubriendo lo que ocultaba.- ¿Cómo... ?

- ¿Cómo sabía que era tu colonia?- Preguntó la castaña terminando la frase del chico. Este se limitó a asentir con la cabeza.- Reconozco que he hecho trampa.- Admitió con una sonrisa pícara, que consiguió que el corazón de Draco se saltara un latido.

- ¿Trampa?

- Sí, estaba en la tienda buscando regalos cuando escuché a dos admiradoras tuyas, ex-alumnas de Hogwarts, decir que esta era tu colonia. - Explicó con fastidio recordando a las dos chicas.

- ¿Admiradoras mías?- Rio el chico al escuchar el comentario de la muchacha.- ¿A qué te refieres?

- Bueno, según ellas, te acostaste con las dos cuando todavía íbamos a la escuela.- Especificó, algo avergonzada por entrar en detalles.

- ¿Celosa, Granger?- Preguntó con una sonrisa tan atractiva que la cara de la leona se volvió tan roja como el pelo de los Weasley.

- ¡Por supuesto que no, serpiente pervertida!- Exclamó sintiendo como sus mejillas ardían.

- Solo era una broma, Granger.- Dijo todavía sonriente mientras parecía devorarla con los ojos.- No tienes ningún sentido del humor.

- Para ese tipo de bromas no.- Aclaró la castaña con toda la dignidad que le fue posible.

- Está bien, cambiemos de tema.- Aceptó el muchacho.- Gracias por el regalo.

- ¡Por Morgana! Nunca pensé que viviría lo suficiente como para escuchar a Draco Malfoy dar las gracias de nuevo. - Bromeó con ironía.

- Veo que ahora eres tú la que va de graciosilla.

- Solo era una broma, Malfoy.- Explicó la castaña imitando la voz del chico.

- Vale, suficiente, retiro lo dicho. - Dijo él, fingiendo molestia.

- Lo siento, lo siento.- Se apresuró a decir la chica con gesto de niña buena.- Gracias a ti también por tu regalo, Malfoy.

- De nada, Granger. Ha sido un auténtico placer.- Confesó el muchacho posando la palma de su mano sobre la mejilla de la Gryffindor.

Ante este gesto el corazón de la leona se aceleró de forma preocupante. Para su sorpresa, la mano del muchacho era cálida y suave. Sentía como la miraba con intensidad con sus ojos de plata líquida. Estaba completamente perdida en esos orbes brillantes, cuando el rubio comenzó a acercársele lentamente.

¿Me va a besar?- Pensó la castaña con el corazón a punto de explotarle. Para su sorpresa comprobó que lo estaba deseando. Ansiaba probar los labios de ese chico. ¿Pero cómo era posible? ¿No se suponía que ella estaba enamorada de Jeremy? ¿Entonces, por qué tenía esos sentimientos? Deseaba que el chico la devorara y la poseyera en ese instante.- ¡Por Merlín, me estoy volviendo loca!

Por su parte, el Slytherin, se sentía en el paraíso solo con el simple gesto de sentir la piel de la castaña bajo la palma de su mano. ¿Cómo era posible que con algo tan sencillo se sintiera tan excitado? Había estado con tantas chicas a lo largo de su vida que ni siquiera podía recordar el nombre de todas, y sin embargo, ahora, tocar la mejilla de la castaña era la sensación más intensa que recordaba haber sentido. No sabía cómo ni porqué pero esa chica conseguía siempre poner su mundo patas arriba. En ese momento la tenía frente a él. Solo unos centímetros más y podría saborear sus labios carnosos y sonrojados que parecían pedirle a gritos ser devorados. Se acercó poco a poco a ella con la intención de besarla, pero en el último momento la sintió tensarse. Por primera vez en su vida temió ser rechazado, de modo que cambió de opinión, rectificando su decisión inicial y besándola finalmente en la frente.

Fue un beso casto y corto, pero muy intenso para los dos. Aunque la castaña no pudo evitar sentir como si una bola metálica, pesada y cargada de decepción, bajara por su pecho hasta alcanzar las plantas de sus pies. ¿Qué había pasado? Estaba segura de que él iba a besarla, ¿por qué había cambiado de opinión en el último momento? Realmente se sintió dolida.

- ¿Te ha molestado que te besara?- Preguntó el Slytherin, preocupado, al ver la expresión en el rostro de la muchacha.

- No.- Respondió ella con sonrisa tranquilizadora.

- Por tu cara me ha parecido que no te ha hecho mucha gracia.

- No es eso, de verdad.- Se apresuró a aclarar. Temía que se pensara eso cuando justamente le había molestado lo contrario.

- ¿Entonces?

- Simplemente, me has pillado desprevenida. Eso es todo.

- ¿De verdad?

- De verdad.

- Me alegro.- Confesó el rubio, cogiendo entre sus dedos un mechón de pelo rizado que descansaba sobre uno de los hombros de la Gryffindor.

Por más que intentaba resistirse no podía evitar tener cualquier tipo de contacto físico con ella. Le era imposible mantenerse alejado de la chica y eso era algo que lo mortificaba. Cada vez tenía menos control sobre sus sentimientos y a cada momento se hacía más y más evidente su amor por ella. De hecho aún no comprendía cómo era posible que todavía no se hubiera percatado de nada. O era muy despistada o disimulaba realmente bien.

Por su parte, ella volvía a sentir como su pulso se disparaba ante el gesto del chico con su pelo. Podía sentirlo tan cercano. ¿Desde cuándo se habían vuelto tan íntimos? ¿Y desde cuándo a ella le afectaba tanto cualquier gesto del rubio?

- Feliz Navidad, Granger.- Dijo al fin el Slytherin, rompiendo el silencio que se había creado temporalmente entre ambos.

- Feliz Navidad, Malfoy.- Correspondió ella sonriente.

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