Desprevenida - Warmi

بواسطة loveIymimi

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A Ana le pilla desprevenida tanta vida de repente. Ana no entiende destino, ni pretende hacerlo. Pero llega M... المزيد

Desprevenida
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12

Capítulo 11

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بواسطة loveIymimi

No consigo conciliar el sueño entre las cuatro paredes frías del hospital. Todo aquí me parece muy monótono y vacío y no puedo evitar sentirme mal por querer necesitar una realidad mucho más libre, a lo que estaba acostumbrada antes del siniestro.

El reloj marca las cuatro de la mañana y Nerea y Miriam duermen apretadas en la cama de la habitación con un cuenco de palomitas que no sé de dónde ha salido. Yo, por mi parte llevo horas viendo cómo descansan y sintiendo una envidia absoluta, como si al haber dejado Madrid, aunque fuera por unos días, se hubieran desvanecido todos mis instintos primarios. Apenas comía, apenas dormía y apenas me alegraba de estar ahí... Todo era bastante raro y todo empezaba a agobiarme. Apenas había estado 12 horas y ya sentía que necesitaba volver.

Malditas las madrugadas...

Suspiro fuerte desde el sofá que hay entre la cama y la ventana y me levanto. Busco en mi bolso el paquete de tabaco y el móvil y me dirijo hacia la puerta, procurando no hacer nada de ruido para no molestar a mis amigas. Sin embargo, parece que no funciona, porque Miriam abre los ojos y me susurra:

-Ana, ¿qué haces?

Me sobresalto y finjo normalidad. Me giro hacia ella y señalo la caja de tabaco, buscando en su cara la aprobación de mi decisión. Ella asiente y me giro de nuevo para abrir la puerta.

-Espera, voy contigo... - oigo que dice mientras baja de la cama y se pone torpemente las babuchas de lana que le cosió su abuela. -¿Vamos? – me dice extrañada mientras la miro fijamente cuando ya la tengo al lado, como si no creyera aún que estoy con mis mejores amigas y sintiendo que debería estar en otro lado.

Asiento y abro con cuidado la puerta. Vamos juntas en silencio hasta el patio que hay en la planta, escuchando nada más que el eco de nuestras pisadas por el mármol del suelo. Cuando salimos al exterior nos arrebujamos en los abrigos. El frío helado nos hace esconder las manos en los bolsillos y nos dirigimos hacia una parte más protegida.

-Creo que tienes muchas cosas que contarme. – dice seria mi amiga. Yo asiento con un cigarro entre los labios, intentando hacer torpemente que funcione el mechero. Miriam en frente, apoyada en una pared con su mirada fija en mi cajetilla de tabaco. Odia que fume.

-Tienes razón. Demasiadas...- digo, echando finalmente el humo de la primera calada.

-Ana, no sé muy bien qué te pasa... No pareces tú. – dice después de cinco segundos de silencio tenso. Me mira con los ojos cristalinos y empieza a mover la pierna nerviosa, como siempre hace cuando se enfrenta a algo que le hace estar triste.

-Miriam...

-No, tía. ¿Qué te pasa, de verdad? Solo me llamas cuando tienes algún problema en tu piso con Mimi y aunque no lo parezca porque voy de dura siempre, sabes que esto es de las cosas que más me joden. Y me duele pensar que has encontrado un sitio mejor en otro lugar y que encima me tenga que poner feliz que estés feliz, pero te voy a decir la verdad, te echo de menos. Echo de menos que estés aquí y encima me siento gilipollas por ponerme triste porque es obvio que tú estás feliz allí.

-Pero... - y como siempre, en este deporte Miriam gana. Levanta la mano y me impide continuar.

-No, no quiero excusas. Que lo entiendo, eh. Que yo quiero que estés feliz, coño, de verdad que sí... Pero acuérdate de quién está cuando nadie más lo hizo. Por favor... - veo cómo una lágrima de desliza por su mejilla. – Nerea y yo apenas nos vemos tampoco desde que te has ido... Es que no eres consciente de lo importante que eres aquí.

Miro con el corazón roto a mi mejor amiga, que se agita al hablar y tiene las mejillas coloradas a pesar de hacer menos temperatura de lo que debería y sus rizos rebotando en el aire, como si estuvieran gritando y pudieran sentir también que Miriam tiene el corazón a pedazos. Saco el aire de la boca y tiro el cigarrillo sin terminar al suelo.

Miles de fotogramas con Miriam y Nerea recorren mi cabeza. En la Albufera de Valencia, la vez que Miriam se sacó el práctico y se liaba con las marchas, en las Fallas, el concierto de Crystal Fighters, en la Alhambra, los atardeceres en Santiago, en Pirineos, en nuestras casas, las mil películas, las noches de fiesta, las visitas sorpresa con helado cuando lo dejé con mi ex...

Y le abrazo. Y me pongo a llorar. Me siento súper egoísta y mi corazón se deshace cuando noto a Miriam con su hipo de llorar, que solamente le da cuando está muy triste. Y le rodeo más fuerte.

-Os quiero mucho... De verdad, os quiero mucho. Y lo siento... – le digo contra su pelo.

-Me siento mal queriendo que vuelvas a Madrid, porque sé que eres feliz allí. ¿Lo eres verdad?

Yo susurro un "sí" bastante tímido, temiendo decir la verdad y que le duela, acariciando su cabeza, aún juntas en un abrazo intensísimo.

Ella me aprieta y susurra un "te lo mereces" entre sollozos. Nos separamos y le seco las lágrimas. Miriam me sonríe tímidamente y me coge de la mano.

-Lo siento por eso... - dice señalando mi cigarro a mitad en el suelo. – Sé que te molesta mucho.

Y la risa se nos junta con el llanto y nos convertimos en dos niñas tontas en medio de un patio frío de un hospital, una situación de todo menos habitual. Le aprieto la mano y veo su sonrisa sincera mojada en lágrimas.

-Estás cogiendo frío en los riñones seguro, anda ve dentro. – le digo acercándola a mí para darle un último abrazo. Y eso que nosotras no éramos casi de abrazos. Pero ella lo agradece y lo noto. Su respiración pesada me da ganas de llorar. Miriam es lo mejor que tengo. ¿Verdad?

Madrid me había cambiado mucho y temía no saber diferenciar si tenía las mismas prioridades.

Punzada en el pecho.

Se aleja poco a poco abrazándose a sí misma y dejando un rastro de vaho. En la puerta se detiene y se gira.

- ¿Y Mimi? – me pregunta, con los ojos brillantes. Y no sé qué responder.

Mi corazón se acelera sin querer y sonrío como una idiota. Levanto los hombros y tuerzo la boca y como respuesta obtengo la risa de mi amiga.

Se despide de mí lanzándome un beso y hace carantoñas al otro lado del cristal hasta que desaparece por el pasillo.

Suspiro y me siento en el suelo congelado, aún con ganas de llorar y sin mirar a ningún lado, con la cabeza en mil millones de cosas a la vez. Ni siquiera pienso en el cigarro a mitad que sigue en el suelo reclamando mi atención.

Esto tenía que cambiar, tenía que hacer algo. Tenía la oportunidad perfecta para hacer que mi vida volviera a ser lo que era, recuperar a mis amigas y volver a mi esencia. Aunque eso último estaba en proceso. Madrid había sido una terapia perfecta para mí.

No sé el tiempo que paso divagando, pero el móvil me saca de mis nubes.

Llamada entrante de Ricky

Mi corazón empieza a correr una maratón y pulso el icono verde de manera torpe.

- ¿Ana?

- ¿Qué pasa, Ricky? – el sonido de la música de fondo hace que me tape el oído izquierdo para poder concentrarme en el hilo de voz al otro lado.

-Es Mimi...

Y en cuanto pronuncia con delicadeza esas dos sílabas me levanto de un salto. Él sigue.

-Se ha encontrado con su ex y se ha bloqueado, no sabemos qué le pasa... Ana, te juro que nunca la había visto así... Mira, además voy súper ciego y no soy la mejor ayuda para ella, pero es que no para de llamarte.

-¿A... A mí? - digo con la voz entrecortada. La preocupación empieza a inundar todo mi cuerpo como si se tratara de un virus, me tiemblan las piernas y de repente deseo que exista el teletransporte.

-Sí, lleva llorando media hora. Está temblando y no dice ni mú. ¡Ni mú, Ana! Estamos hablando de la tía más pesada de Madrid. Solamente dice tu nombre.

No sé cómo gestionar que la pesadilla rubia de ojos verdes haya pensado en mí en un momento probablemente muy agobiante y doloroso. No sé cómo gestionarlo con su mejor amigo borracho al otro lado de la línea.

-Vale, a ver... -me muerdo el labio y pongo la mano en la cabeza, intentando sacar mis mejores ideas.- Sacadla de allí.

-Pero hemos pagado el reserv...

-Ricky, sacadla de allí coño. - digo de los nervios. Empiezo a pasearme de un lado al otro con nerviosismo mientras escucho la voz raspada de Ricky de fondo, dando indicaciones y hablando con una dulzura típica de borracho a su mejor amiga.

Los cinco minutos que tardan en volver a decirme una sola palabra se convierten en los más lentos de mi vida. Escucho muchísimo ruido de fondo, pero ni rastro de la voz de Mimi.

-¿Ana? ¿Sigues ahí?

-Sí. Sentadla en algún bordillo. ¿Va muy borracha?

-No, no tanto. Hace media hora lo iba más.

-Vale, pasámela.

El corazón empieza a latirme con fuerza cuando escucho un hilillo de voz triste.

-¿Ana?

-Mimi, soy yo... Tienes que estar tranquila, ¿vale?

-Ana vuelve ya, por favor... -oigo entre sollozos.

-En seguida llego, Mimi, de verdad. -mi voz se torna en una voz que nunca había escuchado salir de mí.- Ahora tienes que coger un taxi y volver a casa, ¿sí?

Oigo un susurro y un ruido extraño que debe significar que Ricky le ha quitado el móvil.

-¿Cuándo tenías pensado volver? - escucho que me pregunta.

-Mañana por la noche para llegar a trabajar el lunes.

-¿No cabe la posibilidad de que vuelvas por la mañana? Si no fuera importante no te lo preguntaría, de verdad...

Suspiro. Mimi o mis amigas. Mi nueva vida o mi vieja vida. Todo se convierte en un dilema enorme y puedo ver sus ojos clavados en mi retina a través del cristal del tren. Y su voz cantando Harry Styles por el pasillo.

Y entonces creo que me queda bastante claro.

-Pásamela otra vez.

Ruidos y otra vez sus sollozos.

-Mimi, ¿crees que aguantas cuatro horas y media?

***

A media hora de Madrid ya vuelvo a notar la ilusión y los nervios que la capital me producen. La capital y la rubia de ojos verdes. Apenas marcan las ocho y media de la mañana y yo no puedo parar de pensar en el momento en que llegue.

Antes de salir del hospital les dejé una carta a mis amigas.

No quiero que acaben nunca los momentos con vosotras, me dáis la vida. Me encantaría despedirme, pero se os cae la baba y a mí el alma a los pies. Perdonadme por no haberos cuidado, os quiero y ya os echo de menos. La vida en Madrid me llama y eso no significa que seáis menos que la capital, porque siempre sé a dónde volver. Mi hogar sois vosotras esté donde esté... Hablando de sitios... ¿Tenéis planes en dos semanas? Os he comprado dos billetes para pasar una semana en Guadarrama juntas... Y así conocéis a la otra mitad de mi vida aquí, porque el resto sois vosotras. Os quiero, no me odiéis, pero... ¿Sabéis cuando tenéis tantas ganas de ver a alguien que haríais cualquier cosa? Yo no sé, pero la culpa la tiene la pesadilla rubia de ojos verdes. PD- la peli que visteis ayer era un tremendo coñazo.

Y aun sin haber pasado cinco minutos de haberla escrito, Miriam, que tiene un sueño muy ligero y le habré despertado al cerrar la puerta, me escribía un mensaje.

No te puedo querer más. Cuida de ella (y no te olvides de nosotras). Se lía en dos semanas, Nere se va a poner a llorar cuando se lo cuente.

Y por ese mensaje me paso llorando la mitad del trayecto. Este tipo de locuras, ida y vuelta en menos de veinticuatro horas, solo puede entenderlo mi mejor amiga.

Sonrío hacia mis adentros y escucho la playlist de nostalgia que Miriam hizo en verano. Y cierro los ojos y disfruto de estos nervios tan bonitos recordando los eternos paseos por las playas infinitas de Galicia.

Hasta que el tren para en seco y la voz del piloto recita el discurso metódico de siempre.

Recojo mis cosas y prácticamente me lanzo fuera del tren, saliendo del laberinto de Atocha hasta el lugar donde he quedado con Ricky.

Entonces los veo: el traje de lentejuelas de Ricky que desentona con la luz de la mañana y el abrigo peludo de la rubia, que está sentada en un banco con un vaso de café.

Y Ricky me ve y le toca el hombro a Mimi. Ella gira la cabeza lentamente y en cuanto cruzamos las miradas juro que noto el impacto de su verde esmeralda en mi mente. Y deja lentamente el café en el banco. Se levanta y sin desconectar sus ojos de los míos, empieza a andar hacia esta loca que acaba de tirar la maleta al suelo y sale corriendo también.

Y en cuanto le tengo en a centímetros ambas frenamos. Nos quedamos frente a frente, como si no nos atreviésemos a hacer ningún movimiento. Y puedo ver el reflejo del dolor en sus ojos y su labio temblando. Levanto mi mano hacia su mejilla y ella me coge de la muñeca sin que llegue a acariciarla y me abraza. Me abraza tan fuerte que siento que me rompo en mil pedazos. Y huelo su perfume dulce y noto sus lágrimas en el hombro.

Ricky y Teresa nos miran a unos cuantos metros cogidos por la cintura.

Y una sensación completamente inefable invade todo mi cuerpo. Y es que me siento plenamente feliz cuando estoy con ella al lado. Como si fuera primavera todo el tiempo.

Y es que hay veces que las utopías existen y empiezan a dejar de serlo. Y Madrid había sido testigo de una muy grande.

Porque con Mimi me había llegado la vida de repente, deshaciendo todos y cada uno de mis cajones.

Ella era la coincidencia más bonita y oportuna.

-No te vuelvas a ir.

-Mimi, tranquila, que ya he vuelto a casa... -le susurro al oído.






***
Hola lo siento por este capítulo, me ha salido peor de lo que pensaba :( espero que aún así os haya gustado. Gracias por leer💖

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