Capítulo 12

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-Gracias por volver… - me dice Ricky cerrando con cuidado la puerta del cuarto de Mimi.

Yo le miro con la cara cansada apoyada en la pared del pasillo frente a su habitación. Mi maleta tirada en la puerta y mi mente en mil cosas a la vez.

-Lo mejor es que hable contigo de esto… Creo que le vendrá bien. No le gusta hacerlo, pero lo va a necesitar. – dice Ricky, dándome un beso en la mejilla. Teresa aparece por el pasillo con su chaqueta y la de su amigo. Este segundo abre la puerta y me sonríe desde el rellano.

-Gracias, guapa. – me dice Teresa, dándome también un beso sonoro en la frente. – La llevas loca.

Y cruza el umbral de la puerta, dejándome perdida en la incertidumbre. Se reúne con su amigo y se despiden de mí con la mano. Me separo de la pared y cierro lentamente la puerta, quedándome apoyada en ella tras escuchar sus voces encerradas en el sonido del ascensor.

La de locuras que estaba haciendo y la de locuras que me quedaban por hacer por la pesadilla rubia. Era todo el tiempo un huracán, como si nunca me cansara de sentir esto, algo así como adicción al instinto… Cómo me lo había pegado ella... Yo que era tan zen y ella tan revolucionaria.

Abro con sigilo su puerta sin saber muy bien por qué hago esto, pero supongo que ya no debería preguntármelo. Es bastante obvio que todo esto se ha convertido en una necesidad bastante exigente. La luz se cuela con timidez en su cuarto oscuro con olor a hogar y veo su silueta bajo el edredón. Cierro la puerta tras de mí y sin despegar la mirada de su cuerpo, que me da la espalda, consigo hacerme un hueco a los pies de su cama.

Y ahí me quedo, incapaz de hacer otra cosa que mirarla. Era como ver un desastre natural dormir, cogiendo fuerzas para dejarlo todo patas arriba. Salvo que en este caso se había quedado ella destrozada, como si hubiera sido un Armagedón contra su propia naturaleza.

Acaricio con cuidado el edredón, con un poco de miedo. Desde mi posición veo cómo duerme, su expresión relajada me tranquiliza… Los terremotos también dan tregua.

Sonrío hacia mis adentros y me levanto acercándome al lado de la cama en el que hay más hueco y me hundo en sus sábanas. Sin más. Como si hubiera sido la acción que no podía evitar hacer, como si mi libre albedrio se hubiera apoderado de mis más sinceras ganas de meterme en su cama.

Ella se revuelve en sueños y entreabre los ojos. Yo sonrío al ver su verde apagado incluso con la oscuridad que nos invade.

-Acércate más, que no muerdo… - dice con la voz ronca y triste. Y obedezco, me acerco poco a poco, acomodando mi cabeza en su almohada con olor a hogar. Y a vida. También huele a ganas de ser, así a secas.

Ella sale de su mundo de sueños y me rodea con sus brazos. Y juro que por primera vez en mi vida siento que todo mi cuerpo se derrite. Noto su piel contra la mía, su respiración pesada contra mí y mi cabeza en su pecho.

-Me da miedo echarte tanto de menos. – le susurro, sincera.

-A mí me da miedo que te vayas. – dice, arrastrando las palabras por el sueño.

Y sonrío contra su piel, ambas siendo testigos de algo mágico y con miedo de decir o hacer algo que se salga de los límites que ninguna de las dos habíamos puesto. Así era todo entre nosotras. No hacía nada que nos odiábamos sin saber por qué. Ninguna había establecido unas normas para poder justificarlo. Habíamos sido uno de esos puzles que no encajan pero con el tiempo sí.

Ahora pasaba lo mismo. Pero no nos parábamos a buscar explicaciones. Mi corazón se convertía en un cine de verano con la mejor de las películas cada vez que veía su hoyuelo en la mejilla, o las arrugas de su nariz cuando reía sin parar. Era una fuerza imparable que había nacido de la más oportuna de las casualidades.

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⏰ Last updated: Feb 26, 2019 ⏰

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Desprevenida - WarmiWhere stories live. Discover now