ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪ...

By NoChiGuk

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Park JiMin y Park MinJi son dos hermanitos gemelos que se aman mucho. Su amor de hermanos parecía ser un laz... More

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1 ( La cita )
CAPÍTULO 2 ( Mejores amigos )
CAPÍTULO 3 ( La pieza de mi rompecabezas)
CAPÍTULO 4 ( Perdóname )
CAPÍTULO 5 ( Italia )
CAPÍTULO 6 ( Un último adiós )
CAPÍTULO 7 ( Decir adiós )
CAPÍTULO 8 ( El primer día sin ti )
CAPÍTULO 9 ( Primer lugar )
CAPÍTULO 10 ( Kim TaeHyung )
CAPÍTULO 11 ( Palabras del alma )
CAPÍTULO 12 ( No recibida )
CAPÍTULO 13 ( La carta final )
CAPÍTULO 14 ( Reset )
CAPÍTULO 15 ( Perfección )
CAPÍTULO 16 ( Su forma de ser )
CAPÍTULO 17 ( Señal de luces )
CAPÍTULO 18 ( Conversación pendiente )
CAPÍTULO 19 ( Reglas )
CAPÍTULO 20 ( Pasta )
CAPÍTULO 21 ( A la carbonara )
CAPÍTULO 22 ( Testamento )
CAPÍTULO 23 ( Jung HoSeok )
CAPÍTULO 24 ( Perdóname Park JiMin )
CAPÍTULO 25 ( Novio consuelo )
CAPÍTULO 26 ( Labios compartidos )
CAPÍTULO 27 ( Promise )
CAPÍTULO 28 ( Nada de esto fue un error )
CAPÍTULO 29 ( Like before )
CAPÍTULO 30 ( Tan cerca, tan lejos )
CAPÍTULO 31 ( La cita pt. 2 )
CAPÍTULO 32 ( Ecos de amor )
CAPÍTULO 33 ( Perdóname )
CAPÍTULO 34 ( ¿Qué es lo que tienen tus ojos? )
CAPÍTULO 35 ( The reason )
CAPÍTULO 36 ( Plan operativo )
CAPÍTULO 37 ( Caída libre )
CAPÍTULO 38 ( Adiós amor )
CAPÍTULO 39 ( Amores que se van, amores que regresan )
CAPÍTULO 40 ( Promesa de amor )
CAPÍTULO 41 ( Hipocresía )
CAPÍTULO 42 ( No se puede amar a dos )
CAPÍTULO 43 ( ¿Y cómo es él? )
CAPÍTULO 44 ( Tú me pides que te olvide )
CAPÍTULO 45 ( Jealous of the rain )
CAPÍTULO 46 ( Peligrosa seducción )
CAPÍTULO 47 ( Labios Compartidos )
CAPÍTULO 48 ( Cartas, verdades y máscaras )
CAPÍTULO 49 ( Los perdidos )
CAPÍTULO 51 ( Frágil marioneta )
CAPÍTULO 52 ( Malditas consecuencias )
CAPÍTULO 53 ( Adiós mi amor y huye de mí )
CAPÍTULO 54 ( El principito y la rosa )
CAPÍTULO 55 ( El tiempo después del adiós )
CAPÍTULO 56 ( Vivir del recuerdo )
ACLARACIONES

CAPÍTULO 50 ( En la guerra y el dolor )

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By NoChiGuk

La lluvia caía con fuerza.

El sonido se podía escuchar desde afuera y aquello hizo que JungKook abriera los ojos. Parpadeó un par de veces antes de poder ver bien a su alrededor. Sintió algo calentito a su lado y se dio cuenta que JiMin aun dormía a su lado, abrazado como un pequeño koala mientras se veía naturalmente adorable con sus cabellos desordenados. Sus recuerdos aparecieron y entonces llegó a él las imágenes de la noche que pasaron, los besos que se dieron y las caricias que se regalaron. La unión de sus cuerpos. El futuro de sus actos. Una típica historia romántica describiría el sol por las mañanas, la luz entrando por la ventana y alumbrando sus rostros, un amanecer inolvidable después de hacer el amor. Ese mismo amor prevaleciendo y triunfando hasta el final. Pero no fue así. La lluvia caía con fuerza y la mañana era fría. La neblina cubría las calles y no había ni pajaritos cantantes, ni mariposas volando. Los árboles se veían tristes y apagados. El suelo y los charcos. Tal vez ese despertar pronosticaría el futuro de la relación de dos chicos que fueron separados.

Y que hoy finalmente se había unido.

O tal vez no importaba la descripción de una simple mañana después de hacer el amor. Pues lo que realmente importaba era cuánto duraría su felicidad y hasta dónde estaban dispuestos a soportar hacer el amor con la lluvia cayendo desde el cielo o desde sus ojos.

JiMin se removió y abrió sus pequeños orbes, poco a poco. JungKook lo miraba con una sonrisita en los labios, de aquellas que eran capaces de derretir el alma.

—Te ves tan hermoso cuando te levantas —susurró JungKook mirándolo con anhelo.

JiMin guardó silencio.

—Eres tan bonito…

—JungKook —pronunció JiMin sonriendo el nombre del contrario—. Tengo legañas en los ojos y... —se tocó las comisuras de los labios—. creo que he babeado, tengo baba reseca aquí.

—Oh hermoso, eso no importa —dijo JungKook un poco desorientado—, para mí sigues siendo bellísimo.

—Ah y también tengo mal aliento JungKook —dijo soplando.

—Te comería a besos...

—Y creo que me mojé.

—¡Park JiMin!

JiMin sonrió viendo la cara de enojo que pretendía tener el pelinegro. Se había levantado un poco somnoliento y se sintió algo avergonzado al sorprenderse a sí mismo abrazado fuertemente al pecho de JungKook, aferrado a él.

Aferrado a su amor imposible.

—Eres un mata momentos —espetó con un puchero—, uno queriendo ser romántico y tú no te dejas.

—Eso te pasa por levantarte tan mimoso —le sacó la lengua—, bobo…

—Yo solo dije la verdad.

—Lo sé, siempre soy bonito cuando me levanto —dijo autosuficiente—, y el resto del día también.

—Tan presumido ibas a ser.

—No hay que negar lo innegable Jeon —le respondió—, ahora cállate y bésame.

—¿No que tenías mal aliento?

—¿Y eso te importa?

—Para nada…

Besos.

Besos de miel. Besos sin hiel.

Besos que arden. Besos que matan.

Uno, dos. Bailaron al ritmo de sus manos.

Uno, dos. Ya no se podían dejar, no.

Pero JiMin se separó para poder mirar a Jeon por una eternidad.
Se acercó y depositó un suave beso en su mejilla. Lo miró como siempre quiso mirarlo. Se demoró un largo tiempo grabando en su memoria cada pequeña parte de su rostro. En su mente no podía creer lo que estaba pasando. Finalmente lo tenía frente a él, después de tantos años. Su anhelo había sido tan grande, que ahora que estaba a solo milímetros de su rostro, le parecía imposible.

Su JungKook, el protagonista de sus sueños, por siempre su JungKook.

Sonrió sabiendo que esa sonrisa era algo que Jeon amaba.

Lo abrazó fuerte, muy fuerte, sintiéndose un koala.

Respiró hondo su perfume y no pudo evitar que algunas lágrimas cayesen por su rostro. JungKook lo miró preocupado, pero bastó solo ver los ojos de su amor derrumbados para darse cuenta de lo que estaba pasando. No estaba bien. Lo que hicieron no era lo correcto, pero entonces, ¿por qué había sido lo mejor que les había pasado? ¿Cómo solucionarían sus problemas? ¿Quién los guiaría?
¿Podrían estar juntos algún día?

—Yo… debo irme.

—JiMin no, no por favor.

—Tengo una cita importante.

Silencio.

JungKook sintió la bilis subir hasta su garganta. El fantasma de los celos. Quiso hablar, pero no se atrevió. Prefería con una mirada decir lo que no pudo. La realidad llegaba con más fuerzas y eso solo le provocaba dolor de cabeza. ¿Así terminaría todo? ¿Con el recuerdo de una noche?

¿Cómo una aventura más?

Una aventura de una noche de septiembre.

Tenía ganas de llorar al recordarlo todo. Le estaba arrancando la vida. Su JiMin se iría con él. Con él que le estaba quitando un pedazo de su vida. Con el que le estaba quitando su medicina de amor. Maldito idiota. Si tan solo pudiera robarse a JiMin y largarse lejos, muy lejos de todos, lo haría. Lo amaba demasiado, había nacido para adorarlo. Tal vez ni en mil años ya podría olvidarlo, tal vez ni en mil noches, ya podría dejar de amarlo.

Si tan solo eterno en sus brazos pudiera vivir por siempre.

Y si no vivía mil años, su alma seguramente lo amaría con devoción. ¿Quién pudiera vivir mil años para amarlo? Por él quería existir, mil noches para que le jure: Que, si mil años viviera, mil años lo quisiera.

Mil años lo quisiera, si mil años él viviera.

—Si piensas que me estoy yendo con Tae…

—No digas su nombre JiMin —le indicó serio—, no cuando acabamos de despertar juntos.

—Déjame hablar —pidió JiMin—. Voy a ir a una cita de negocios.

—Está bien.

—Debo irme JungKook —dijo levantándose.

—No, no quiero Minnie —respondió el pelinegro jalándolo hacia él, logrando que JiMin cayera sobre él.

JiMin lo miró, calando en sus ojos. Rogando un poco.

—Acaríciame JungKook.

Siguió sus órdenes. Su llamado.

Con manos locas lo tocó. Lo enloqueció. Con uñas y sonrisas lo amó. Amor de amar. Amor de piel. Lo acarició y lo ahogó entre sus brazos. Lo cuidó. Lo mató despacio con su amor y lo miró. Lo acarició tan suave como el aire y tan fuerte como un huracán que cegó su mente. Lo acarició empapándolo de ternura, contagiándole su locura. Sin temor de hacerle daño. Lo acarició robándolo como un diamante. Lo dominó como a un amante. Despacio y constante. Lo acarició pues ya estaba al rojo vivo. Lo tomo. Era todo latidos, todo piel. Fueron felices teniéndose.

Amor a cámara lenta.

En voz baja y susurrando, porque el amor era vida y movimiento y ellos no querían ser descubiertos.

Qué peligroso amor.

Qué peligro es y que dulce a la vez. Se sentían seguros en besos, pero que los llenaban de dudas. Les agrandaba la vida y les alargaba el silencio. Condenados a tenerse y perderse.
Amor tan dulce, tan tierno. Amor que duele, amor que hiere. Amor que endulza, amor que amarga. Amor que quema, amor que enferma. Amor que llama, amor que mata.

—Como yo te amo JiMin, convéncete… nadie te amará.

—Como yo te anhelo JungKook, convéncete tú también… nadie más lo hará.

Porque se amaban con la fuerza de los mares. Se anhelaban con el ímpetu del viento. Se amaron en la distancia y el tiempo. Se anhelaban con su alma y su carne. Se amaban como un hombre ama sus recuerdos. Se anhelaban en sus gritos y en sus silencios. Se amaban de una forma sobrehumana. Se anhelaban en la alegría y en el llanto. Se amaban en el peligro y en la calma. Se anhelaban cuando gritaban, cuando callaban.

—Te amo tanto, tanto…

Se amaban en el odio y el amor.

Se anhelaban en la guerra y el dolor.

》》》》》《《《《《

JiMin bajó por las escaleras de los Jeon sigilosamente.

Iba a salir por el patio trasero y pasar por la puerta de acceso como cuando niño. Había dejado a JungKook con nostalgia, pero era necesario. Tenía que ir a atender otras cosas. Tenía que atender una simple cosa. Porque "cosa" es como llamaría a MinJi de hoy en adelante. Una "cosa" que le arrebató sonrisas, amor, cartas. Y aunque le había dolido dejar a JungKook en su lecho de amor, no podía esperar mucho tiempo.

Fue una noche maravillosa.

Recordó las manos de JungKook acariciándolo de a pocos, imaginó nuevamente con sus besos descontrolados, repitió en su mente las promesas de amor de dos sedientos enamorados. Si pudiera ser verdad cada palabra dicha, ya no habría oscuridad alguna en su corazón. Había hallado en el cuerpo que amó, el pasar de una vida y el pesar de sus noches. Había encontrado el morir de sus días sin saber si era suyo. No sabía si JungKook sería siempre suyo. Las cartas. Debía haberle dicho las cartas pero, ¿cómo podría hacerlo? Simple: Diciéndoselo. Pero era más que eso. Era destruir un castillo de naipes armado con mentiras y engaños. Desenmascarar a su hermano, pedir explicaciones, destruír relaciones, perder a TaeHyung.

¿Debía perderlo?

¿Era capaz de soltarlo? No quería ni siquiera pensar en eso. Todo lo que se vendría encima al revelar esas cartas era algo que tenía que planearlo bien. Que tenía que pensarlo más. Tener la suficiente madurez y estabilidad mental como para destruir y contruir nuevamente una vida. La suya. La de MinJi. Porque puede que ahora lo llamara "cosa", pero no podía dejar de quererlo. Y se odiaba, se odiaba porque debería estar odiándolo con todas sus fuerzas y lo único que sentía era una pena al punto de decir que ya no quería vivir.

Por eso buscó sobre el hombro vacío de JungKook, solo de él. Y encontró a su compañía.

Lo amó sin medidas.

¿Cuánto duraba una noche? Mil horas. Para JiMin duró mil horas y había sido la mejor de su vida. Solo por un momento miró al cielo y entre lágrimas pidió ser feliz. Solo una noche. Se olvidó de su vida, de su novio, de sus cartas, de todo. Y fue en busca de él. Tocó la puerta y lo vio.

Y encontró que era su vida.

Que solo JungKook podía ser su vida.

Pero ahora todo tenía que cambiar. Necesitaba alejarse un tiempo para meditar y pensar, ¿qué tenía que hacer correctamente? Si tan solo tuviera a alguien que pudiera aconsejarle, todo sería mejor.

—¿JiMinnie?

Sus pensamientos se detuvieron cuando al pasar por el comedor, encontró a sus tíos sentados y desayunando. Su corazón latió con fuerza y todo pensamiento que iba rondando su cabeza, se despojó.

—JiMin, hijo, ¿quieres desayunar? —preguntó Jae Chan.

—Buenos días tío, buen día tía.

—Mi pequeño JiMinnie… Ven, siéntate a desayunar.

—Muchas gracias tía, pero debo ir a la empresa. Sí, eso, la empresa. Solo vine a dejarle unos papeles a JungKook hyung.

—Entonces te acompaño a la puerta mi JiMinnie —dijo Tae Hee sonriendo y yendo hasta el joven.

JiMin se despidió de su tío con un abrazo y siguió a su tía enrollando su brazo con el de ella.

—¿Así que viniste a dejarle unos papeles a Kook?

—Sí t-tía… Vine a dejarle unas cosas, pero debo ir a trabajar. Sip.

—Ah… muy bien hijo —le respondió con un abrazo y una sonrisa sincera—, ve a trabajar.

—Gracias tía —respondió el rubio dirigiéndose a la puerta.

—Pero primero cámbiate Minnie, porque no irás con el piyama de JungKook al trabajo, ¿no? —le dijo guiñándole un ojo y dejando a JiMin fuera, con el rostro rojo y avergonzado.

La había cagado.

Se miró a sí mismo y revolvió su cabello en señal de rendición.
Caminó hasta su casa y justo antes de entrar, su madre salió por delante.

—¡Minnie! —exclamó con una sonrisa, para luego mirar hacia dentro de la casa—, ¿dónde estabas?

—Fui a… a lo de los Jeon.

—¿No tienes que ir a la empresa mi amor?

—Sí, ahora lo haré —respondió confuso.

¿Por qué su madre estaba tratándolo tan bien de repente?

—Esa piyama de JungKook te queda grande, ve a cambiarte, no puedes ir asi Minnie.

—¿Cómo sabes que esta piyama es de JungKook?

—¿No lo es?

JiMin sacó un puchero. ¿Cómo es que todos se habían dado cuenta de la bendita piyama? Su madre lo miró tiernamente y sonrió. Le dio un beso en el cachete y se fue contenta hacia su auto. JiMin no la entendía. Y el dolor en su pecho por ella, crecía. Pero eso era algo que no iba a resolver ahora.

Más adelante lo entendería.

JiMin caminó hasta su habitación y desde ella , volteó a ver la habitación de MinJi. Pensó en entrar o en ir a la cita que tenía. Su madre no le había dicho nada y al encontrarse al mayordomo Lee en las escaleras, este tampoco le dio noticia relevante alguna.

Eran las nueve menos diez.

¿Debía entrar? ¿Qué tanto MinJi podría aguantar amarrado y con una cinta en la boca? Iría a sacarlo. Pero luego de su cita. Si él sufrió doce años por la culpa de MinJi.

¿Qué le costaba a MinJi sufrir amarrado por un día?

Decidió entrar a su habitación.

Se bañó. Quitó con jabón las marcas de JungKook en su piel. Con tristeza borró el tacto de su amado. Salió de la ducha, se cambió y salió a su cita. En el camino no tuvo la valentúa de prender el celular, pues sabía que encontraría mensajes y llamadas de TaeHyung.

No quería contestar.

Aún no. Lo amaba, lo quería más que a nada, pero no podía contestarle. Tenía que pensar. Si lo dejaba ahora, ¿qué sería de él? Si lo arrancaba de su pecho, ¿acaso no caetía rendido a JungKook? ¿Caído a sus pies? Era su debilidad. No podía darse ese lujo.

Aún no.

Caminó hasta el lugar que quería perdido en sus memorias. Llegó a la hora exacta y se paró delante con miedo. Con penar recordó lo que le dijo a JungKook por la mañana. Le había mentido. Le había dicho que era una cita de negocios, pero no lo era. Estaba en una clínica privada.

El constante dolor en su pecho lo había obligado a sacar una cita. Su constante dolor y TaeHyung.

Había sacado cita con la mejor doctora que había. Su médico de Italia la había recomendado especialmente. Así que con la cita en la mano, entró al lugar y en recepció  pidió su anuncio.

Lo dirigieron a un gran consultorio y le pidieron esperar unos segundos. La secretaria entró y salió rápidamente de aquella oficina, invitándolo a pasar.

Hermosa.

La doctora sentada en el escritorio era hermosa. Sus ojos grandes tras esas pestañas largas y esas cejas pobladas, le daban una expresión interesante. Su nariz perfilada y pequeña a una distancia prudente de esos labios gruesos, mas no exagerados, llamaron la atención de JiMin. Su cabello, lacio y negro, cayéndole por la altura de la espalda, esa espalda que seguramente tenía una curvatura sensacional. Su rostro fino y su tez clara como la nieve. El cuerpo, todo naturalmente en su sitio, con curvas que no llegaban a ser vulgares.

Angelical.

La nostalgia recorriéndole el cuerpo. Como si en otra vida, en otra historia, la hubiese amado.

—Buenas tardes, ¿Park JiMin?

—Sí, doctora, b-buenas tardes.

—Un gusto Park JiMin, soy la doctora que va a atenderte —le informó con su hermosa sonrisa—. Mi nombre es Hae Ji, Oh Hae Ji...

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