En Horario Laboral. Maldita C...

Autorstwa Nathalyeunice

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"Me obstina saber que sean tantos los que me desperdicien, van por la vida sin ningún propósito, durmiendo la... Więcej

Sinopsis
Prologo
Capítulo 1.- Destino
Capítulo 2.- La Soledad
Capítulo 3.- Debilidades
Capítulo 4.- El Orgullo
Capítulo 4.- El Orgullo (parte 2)
Capítulo 5.- Pánico
Capítulo 6.- Humillación
Capítulo 7.- Miedo
Capítulo 8.- Arrepentimiento
Capítulo 9.- Incomodidad
Capítulo 10.- Actitud
Capítulo 11.- Manipulación
Capítulo 12.- Cualidades
Capítulo 14.- Solidaridad (parte 1)
Capítulo 14.- Solidaridad (parte 2)
Capítulo 15.- Persuación
Capítulo 16.- Vanidad (parte 1)
Capítulo 16.- Vanidad (parte 2)
Capítulo 17.- Mentiras
Capítulo 18.- Amistad
Capítulo 19.- Engaño
Capítulo 20.- Competencia
Capítulo 21.- Conciencia
Capítulo 22.- Decisiones
Capítulo 23.- Despecho

Capítulo 13.- Secretos

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Autorstwa Nathalyeunice

"Los secretos son aquellos sucesos que optamos por reservarnos para nosotros. Son los dueños del mundo y es que no hay persona que se salve de ellos. Les digo algo, si pudiera elegir un súper poder, sin duda alguna sería el saber los secretos de todos"

            —McKengsly no es posible —refunfuña pateándole la pierna.

            —¿Qué? ¿Qué? ¿Qué pasa? —se incorpora totalmente desorientado.

            —Debes bañarte, te lo dije hace rato. Ven —jala su mano, pero nunca podrá mover a ese monstruo —¡Levántate McKengsly!

            —¡Deja de gritar! —refuta y se pone de pie.

            —Entonces despiértate de una buena vez.

            Lo jalamos hasta el baño, yo ya he visto su baño, pero Haydee que en estas semanas parece una pueblerina se queda viendo todo maravillada. Creo que de tanto ver la pequeña ducha de Christina se ha olvidado de los espaciosos que son los baños de los ricos. Aquí les digo señoritas, señoras y bueno por qué no señores, quien sabe tal vez hay por ahí algún señor elegante que disfrute en la intimidad de su hogar de ver videos de chicos jóvenes y apuestos, que sueñe con que le rasquen el repollo, uno nunca sabe. En fin luego de esa similitud no comeré más ensalada, medio asquito. Pero continuo, señoritas, señoras y señores en este baño bien podría llevarse a cabo las escenas de aquel librito de poca fama ¿cómo es que se llama? Tal vez ni lo sepan, porque la verdad es un libro olvidado, de esos que se llenan de polvo en las librerías, tiene que ver con un número y sombras. Bueno tal vez nunca lo adivinen, abro un paréntesis para enmarcar mi sarcasmo.

            Volviendo a lo nuestro y es que Muerte está aquí diciéndome que hablo incoherencias. Haydee soltó a McKengsly para darse un recorrido por el lugar. Otra vez aquella tina, que corrección, es un yacusi, la llama. Con emoción lo toca con miedo de romperlo. Y McKengsly que extraño, está bostezando.

            —Oh McKengsly ¡Ya basta! —Molesta se acerca a él, quien ya estaba recostado a la pared cerrando los ojos —Vas a bañarte.

            Lo empuja hasta la ducha. Mete la mano y abre la llave y se prepara para empujar a McKengsly dentro. Pero... ¿qué es esto? McKensgly como que despierta un poco y empuja a Haydee, quien se topa contra la pared de cerámica de aquella ducha y el agua cae sobre ella empapándola. Está ahí con la boca abierta sin poder respirar.

            —¡Desgraciado! Muy dormido que estabas —McKengsly se está riendo y ella lo jala con fuerza, pero ese tipo es una pared. Por favor que nadie me vea, lo que voy a hacer está mal, muy mal, pero... ¡Qué demonios! McKengsly fue empujado con fuerza y ahora está ahí sobre mi Haydee. Pero no fui yo la que lo empujó ¿Quién fue? ¡Díganme! ¿Quién lo hizo? ... ¡No puedo creerlo! Mi enemigo me ayudó, hay algo muy raro en esto.

            —¡Está helada! —se queja y Haydee se escabullé debajo de él.

            —Dime algo que no sepa —dice furiosa.

            —Esto es tan extraño —indica divertido —, tú y yo en la misma ducha. Siempre supe que me deseabas señorita Ramírez.

            —¡Ja! Ni en mis peores pesadillas. Te traeré tu ropa, espero que ya te hayas despertado.

            Ni loca sale por el lado de McKengsly así que desliza el otro lado de la puerta. Empapadas vamos mojando todo a nuestro paso. Hace un rato todo estaba impecable, pero estas son las cosas que hace el terremoto Haydee. Encontramos una toalla y nos comenzamos a secar. Toma el mono deportivo, el suéter, unas medias y hasta un bóxer para pasárselo a McKengsly. Entramos y ¡Oh que delicia!

            —¡McKengsly! Esa toalla no podría guindar desde más arriba —reclama y es que el muy condenado está con una toalla amarrada a su cadera, pero bien podría decirse que está solo justo encima de su trasero.

            —¿Te incomoda Haydee? Es mi casa y estoy como me da la gana estar.

            —¡Aghg! Toma tu ropa —se la lanza, desparramándose por el suelo —. Vístete, ni se te ocurra salir cual bebé.

            No le damos chance a que diga nada más, porque salimos mandadas. Aunque aquí entre nos, uno de mis ojos se queda con McKengsly, yo quiero ver cuando esa toalla caiga, es mi momento favorito del día.

            Haydee está toda mojada, así que no duda en entrar de nuevo al vestier y buscar algo que ponerse. Opta por un suave suéter negro, que la verdad huele exquisito y es tan calientito, a ella le queda enorme, pero eso no importa, también toma de la sección deportiva una de esas licras que usan los ciclistas. No recordamos que McKengsly le gusta el ciclismo, senderismo y esas cosas, pero ahora esos pantalones nos sirven.

            Haydee verifica el estado de su cabello y su rostro. Por suerte su maquillaje es a base de agua y no hay mucho daño, su cabello es otra cosa, pero intenta arreglárselo. 

            Al salir nos encontramos con McKengsly de nuevo mal acostado en su cama, tiene puesto los pantalones, las medias, pero el suéter guinda de una de sus manos.

            —No podemos seguir así, el tiempo corre. ¡McKengsly! Vuelve a darle una patada. Debes vestirte.

            Él somnoliento se sienta y Haydee comienza a vestirlo como a un niño. Le cuesta pasar su cabeza por aquel cuello y roza sus manos con el abdomen de McKengsly mientras le baja el suéter. Él se incomoda porque su barriga se contrae. Haydee tampoco está muy cómoda porque sus cachetes están rojos y eso hace mucho que no le pasaba. Les digo que aquí la temperatura aumentó.

            —¿Qué haces con mi ropa?

            —Algo tenía que ponerme. Ahora dime ¿dónde tienes el equipo para las conferencias? Sabes, el monitor, las cámaras —se aleja y habla rápido. Me gusta esa especie de incomodidad.

            —En el despacho —bosteza.

            —Entonces vamos allá y por un demonio ¡tómate el café!

            El despacho queda en la planta baja. Es una habitación muy linda y elegante. Hay un mueble modular blanco muy lindo.

            —Perfecto, aquí sentado hablarás con el señor Jing. Debe ser informal, relajado —lo sienta ahí y McKengsly no ofrece mucha resistencia —. Tu cabello —hunde sus dedos en ellos y los despeina un poco más —, así está bien. Nos falta el perro, dijiste que tenías un perro ¿dónde está?

            —Afuera en el patio, lo sacan hasta que yo llegue.

            —Ya vuelvo, lo busco, te traeré un red bull, me comeré algo ¿te molesta que te quite algo de comida?

            —No, has lo que quieras —vuelve a bostezar.

            —No te duermas. Lee el informe, empápate de la situación, brinca o has algo, pero no te duermas.

            En la cocina Haydee toma un yogurt y comienza a degustarlo. Ve unas bolsas y creo que piensa hacer un mini mercado, pero bueno no puedo culparla. Hay chocolate de 500 dólares y claro que va para la bolsa.

            Vemos una puerta que da para el mega patio y la abrimos. No vemos ningún perro cerca.

            —¡Perrito! ¡Perrito! —comienza a llamar.

            ¡Eso no puede ser un perro! ¡A correr! Vemos su grandes colmillos y su enorme tamaño y ¡a huir!

            El yogurt de Haydee cae mientras despavoridas corremos adentro. Entre gritos y con aquella bestia detrás llegamos al despacho donde ¡sorpresa! McKengsly está dormido.

            —¡Detenlo! —de un brinco Haydee pasa por encima de McKengsly y se resguarda detrás de él. El pobre morirá de un ataque al corazón hoy, se levanta y alcanza a gritar el nombre de su perro justo cuando las caras de ambos están a centímetros la una de la otra.

            —¡Thor! —Grita y el perro se detiene de golpe para comenzar a lamerlo con aquella gigante lengua —Thor quieto.

            —¿A quién se le ocurre tener ese monstruo por perro? —aún agitada grita detrás de McKengsly.

            —Es un lindo perro.

            —¡Parece un caballo!

            —¡Cállate! Y Thor ¡quieto! —le acaricia la cabeza y el perro contento se acuesta a sus pies —no puedo con esto, vas a matarme.

            —Tu perro casi me mata, así que la molesta debo ser yo.

            —No quiero seguir peleando, no me siento bien.

            —Tomate el Red Bull que sí llegó con vida y prepárate porque ya en unos diez minutos es la reunión. Dile a Thor que se monte en el mueble aquí donde yo estoy, o estaba —de un brinco se baja y el perro ni corto ni perezoso toma su lugar —Perfecto. Arreglaré la cámara.

            Ve la conexión y hace pruebas para que McKengsly se vea junto con su perro.

            —Ya sabes no te duermas. Y no vayas al grano, hablen, si llegan a hablar de los negocios, genial, sino igual habrás ganado. Conviértete en su amigo.

            La conexión comienza a establecerse y ahí está el señor Jing en la pantalla. Me había olvidado de ese viejo malhumorado.

            —Por allá debe ser noche señor McKengsly.

            —Sí, lo es señor Jing. Es un honor que me haya permitido esta reunión —la cara de sueño no se la quita nadie.

            —¿Está en su casa? ¡Es un hermoso animal! Tengo unos cuantos en mi hogar.

            —No lo sabía. Mi Thor me ha acompañado desde hace ya 12 años, está viejito, pero espero que dure mucho tiempo más. No creo que haya mejores perros que los Gran Daneses.

            —Fieles como nadie. La familia puede traicionar, pero ellos se quedan con uno —el silencio reina y McKengsly bosteza y se restriega los ojos para intentar estar despierto. Haydee se lleva la mano a la cabeza —¿Tiene sueño señor McKengsly? —se puede notar la irritación en su voz.

            —¡No! ¡No! Solo estoy... estoy... algo cansado —La torta exhalamos Haydee y yo.

            —Para los negocios no sirve estar cansado señor McKengsly —ya lo vimos todo, lo perdimos —. El que no está despierto, alerta, no llega a nada. Mi abuelo decía...

            Y ok, ya está dándole un discurso a McKengsly, esto no va por donde debería ir. Haydee le hace señas a McKengsly de que hable, pero él no hace nada. ¿Qué haces Haydee? La loca se quita esos pantalones licra y queda solo con el suéter negro que le queda como un mini vestido.  ¡Oh mi Dios!

            —Castigame si quieres pero ya estoy harta de esperarte en el cuarto —dice con voz pequeña y ahí está sobre McKengsly, lo besa en la mejilla muy cerca de la boca y está buscando besar su cuello. Eso sirvió más para despertar a McKengsly que un baño de agua fría. Alarmado comienza a quitársela.

            —Estoy ocupado —alcanza a decir y señala el televisor frente a él.

            —¡Oh qué vergüenza! —Apenas y muestra su cara — Cuanto lo siento, disculpe —le hace una seña al señor Jing y se va.

            Yo estoy con la boca abierta y no sé por qué hizo todo eso. McKengsly está tartamudeando pidiendo disculpas, pero el señor Jing solo sonríe.

            —No se preocupe señor McKengsly, la mujer que lo acompaña ésta noche es muy linda. Tenía mis dudas con usted y es que recibí informes de tener gusto por los hombres.

            —¡¿Qué?!

            —Veo ahora que no es cierto, soy de alta moral. Pero como hombres podemos darnos nuestros gustos ¿no?

            —Claro —sonríe de lado aunque aún un poco nervioso.

            —Mire usted —mueve su cámara y dos asiáticas de faldas cortas se encuentran sobre su escritorio —, es bueno divertirse a cualquier hora —ríe como lo que es, un viejo sádico —. Mejor no haga esperar más a su acompañante. ¿Qué le parece si hablamos mañana a las siete de la mañana en la hora de allá? Cuando allá amanece, aquí anochece, así nos quedará un horario bien para los dos.

            —Suena perfecto para mí. Entonces diviértase señor Jing.

            —Igualmente señor McKengsly.

            Sonríe y la conexión acaba. Haydee emocionada le hace señas a McKengsly de que camine hacia ella. Él la obedece y ahí está la suertuda de mi Haydee encaramándose en él, abrazándolo.

            —¡Lo lograste! —Celebra —mejor dicho, lo logré.

            —Abrazas demasiado —se la quita de un empujón.

            —Pasaré eso por alto.

            —¿Cómo supiste que eso funcionaría?

            —Él tipo es un sádico, odia a los gay según él, pero es un pervertido de lo peor. Fue una carta riesgosa, pero menos mal que funcionó. Ahora sí puedes irte a dormir.

            —Creo que ya se me quitó el sueño.

            —A buena hora. Ve y recupera el sueño, al fin y al cabo te hace falta. Yo llamaré un taxi.

            —¿A ésta hora? Hay muchas habitaciones quédate en una y vete mañana temprano. Bueno ya verás tú que haces. Adiós.

            Un nuevo bostezo y lo vemos desaparecer con Thor detrás de él. A Haydee no le parece mala idea eso de quedarse en una de esas habitaciones. En casa de Christina nuestra habitación es mínima y la cama horrorosa. Es la media noche, pero aun así tiene ánimos de preparar la tina y darse uno de esos baños relajantes que antes eran nuestro pan de cada día.  ¡Esto sí es vida!

xxx

            Nos despertamos y buscamos nuestra ropa que pusimos a secar. En la cocina está McKengsly ya pulcramente vestido. Está comiendo cereal con leche.

            —Creí que ya te habías ido —dice apenas alzando la vista.

            —Gracias por ese increíble, buenos días. Ayer hice algo muy bueno por ti y si quiera dijiste gracias.  

            —Haydee es tú trabajo. No esperes que te de una estrellita y un premio.

            —McKengsly mi trabajo es archivar un montón de documentos de los años de Moisés, que aún no están digitalizados. Mi trabajo no incluye, despertar a mi jefe, bañarlo, vestirlo y prepararlo para una reunión. Merezco un "gracias".

            —¿Quieres desayunar? —me gusta su arrogancia.

            —¿Cereal? —Él alza las cejas —Bueno... sí... qué más da.

            —Debe haber jugo y otras cosas por ahí.

            —Ayer te dejaron la cena lista. Creí que alguien llegaba temprano a hacerte el desayuno —toma un poco de cereal, leche y empieza a comer.

            —No, siempre desayuno cualquier cosa, o me lo compro en la calle. Tampoco es que cene, pero Ana me ha cuidado desde que era niño y se empeña en dejarme cena lista.

            —McKengsly debes cuidar tu alimentación —¿de verdad está preocupada?

            —Ahora te preocupas por mí. Bailarías en mi tumba Haydee y no lo niegues.

            —Es que... Es tonto morir de una enfermedad, morir solo porque no te cuidaste. ¿Tu médico es de confianza verdad?

            —Me ha visto toda la vida, pero ¿a ti qué te importa?

            —No me importa. Solo que nadie puede saber que estás enfermo, en el momento que alguien lo sepa, las acciones bajaran por los suelos, estarás arruinado. Nadie quiere que un enfermo con un pie en la tumba maneje sus negocios.

            —Lo sé, lo sé. Todo lo que dices lo sé. No soy idiota, aunque mi mayor enemiga sepa mi secreto —deja su cucharilla a un lado para verla a los ojos.

            —Yo nunca diré nada —responde rápido —. Pero... ¿no vas a morir verdad? —McKengsly pone los ojos en blanco — Es que... digo lo del pie en la tumba por decirlo, pero lo tuyo no es tan grave ¿verdad? ¿Qué tienes?

            —No te importa. Tu querido Andrew se alegraría de saber que es tan fácil deshacerse de mí.

            —No. No hay honor en ganar así —Haydee está con la vista pérdida, se ve que ya no está tan de buen ánimo —. Solo cuídate y... arregla tu testamento.

            —¡Ya sabía yo! —deja su cucharilla a un lado y se levanta como diciendo "es el colmo del descaro" —ese es tu problema, quieres adivinar quien se quedará con todo cuando muera. Para tu información no te daré el gusto de morir pronto. Ahora ¡largo de mi casa!

            —No te pongas así, solo te estoy dando un consejo. Eres rico y ustedes deben cuidarse de todo eso...

            —¡Largo!

            —Pero...

            —¡Largo!

            —Solo escuuu...

            —¡Largo! ¡Largo! ¡Largo!

            Mi Haydee no tiene más remedio que callarse y tomar su cartera. Me parece que viví un momento de esos del Chavo del ocho, ustedes saben con Don Ramón y la Chilindrina, solo que McKengsly es demasiado bello para parecerse a Don Ramón. Y saben algo, así es como se daña una relación. Mi Haydee es experta en meter la pata.

            Ya estamos saliendo por la puerta de la cocina, cuando se da cuenta que está olvidando la bolsa. Creo que vergüenza se ha dado sus vacaciones, porque Haydee se devuelve corriendo toma la bolsa que está justo al lado de McKengsly y echa a correr. El condenado se ríe, aunque se muerde los labios para no hacerlo.

            Y ahí estamos corriendo entaconadas, con una bolsa llena de comida muy cara y sin un rumbo definido. Los vigilantes de la casa de McKengsly nos ven sorprendidos, incluso su chofer que ahora está llegando intenta detenernos pero seguimos.

            Nos encontramos en esa residencia mega cara. Es igual de costosa y pomposa que la residencia donde vive Andrew. Nuestra esperanza es que alguien nos de la cola. McKengsly pasa con su chofer al lado de nosotras y se da la molestia de sacar la cabeza para gritar:

            —No vayas a llegar tarde al trabajo.

            Haydee toma una de las latas de ese caviar para lanzárselo, pero no es demasiado caro. Así que le da un beso y lo devuelve a la bolsa.

xxx

            No me pregunten como hicimos para llegar a nuestro apartamento, pero no fue fácil. Hoy es viernes y aunque es tarde Haydee decide cambiarse de ropa e ir a Titanium. Hoy es día de diversión, noche de chicas, así que poco le importará lo que diga o deje de hacer McKengsly.

            —¿Estás son horas de llegar? —Maldición teníamos que encontrárnoslo nada más y nada menos que en el ascensor.

            —Da gracias de que al menos llegué —sonríe odiosa. Sí lo sé Soledad, ella no debería portarse así, porque está guindando, pero qué puedo hacer.

            —¿Quién te crees?

            —Ya basta McKengsly. Puede que hoy ganes de una vez la cuenta del señor Jing, pero sí lo haces será gracias a mí. Y tarde o temprano reconocerás que me necesitas y mucho. Por ahora deja de reclamarme. Llegué tarde porque estoy cansada. Ayer estabas insaciable jefe —pone cara de zorra y le susurra al oído, él con rabia la aleja.

            —¿Vas a continuar con eso?

            —Deja la amargura McKengsly —ríe divertida —. Es eso lo que te va a matar, no tu diabetes.

            El ascensor se abre y ya no hay chance para más palabras. Margaret nos quiere matar, sabemos que no le caemos bien. Igual la saludamos y nos dirigimos a nuestra asquerosa oficina.

xxx

            —¡Oh! ¡Qué linda Haydee! —exhalan todas cuando sale con aquel vestido vino tinto ceñido al cuerpo.

            —Gracias —sonriente se acerca al espejo a ponerse brillo labial —. De verdad necesito de ésta noche para divertirme, relajarme —todas están mirándola atentamente. Eso es raro, esas chicas me dan miedo. A veces no sé si son lesbianas y están enamoradas de Haydee, o tal vez son demasiado raras — ¿A dónde irán ustedes?

            —¿Nosotras? A ningún lado —responde la alta narizona.

            —Nunca salimos —completa la pelirroja.

            —¡Nunca! Eso hay que arreglarlo, la próxima semana saldremos ustedes y yo. Deben bailar, divertirse ¿qué le parece?

            —¡Genial! —gritan todas al unísono.

            El día en Titanium se nos fue volando y aquí estamos saliendo para tomar un poco, conocer chicos, hablar y más hablar.

            Ya estamos tomando el taxi y el celular comienza a sonar.

            —No por favor, que no me fastidie —ruega antes de contestar —¿qué quieres? —dice de mala gana.

            —Tienes razón, te necesito —¿por qué será que no suena sincero? —. Es urgente que vengas a la oficina.

            —No McKengsly, ya salí, ya me fui. Es día de descanso, arréglatelas solo.

            —Sí consigues que la bolsa abra mañana con el precio de las acciones de Trilbar por encima del índice te ganarás la comisión —los ojos de Haydee se abren de par en par.

            —¿Cuánto es la comisión?

            —10%.

            Haydee está sacando cuentas en su cabeza. Un 10% de una venta millonaria es bastante "podría pagar el abogado"

            —20% y acepto —vaya que mi amiga es avariciosa.

            —El 10% no está en discusión. O lo tomas o lo dejas.

            —Maldita sea, allá voy.

            Ok, adiós bebidas, chicos nuevos por conocer y conversaciones interesantes. Otra noche con McKengsly ¿qué tan malo puede ser eso?   

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Hola :) por fin cumplí mi palabra yeah!!!! Dije que el viernes publicaba y aquí me tienen. Espero que el capi les haya gustado. De aquí nos vemos hasta el martes porque el fin de semana estaré ocupada. Besotes mis laboriosas lectoras :)

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