Bouquet de Flores [BKDK & KRK...

By roquelg

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Las flores brotan de la noche a la mañana como si fueran lunares aunque se asemejan más a tatuajes tenues. Ca... More

Presentación
Capitulo 1: Gladiolos Rojos
Capitulo 2: Incienso Negro
Capitulo 3: El Cuarto Intento
Capitulo 4: La Ira que Burbujea
Capítulo 5: Planes y Promesas
Capitulo 6: Nostalgia
INTERLUDIO: Sonríe
Capítulo 7: Pese al Miedo
Capítulo 8: Kamui
Capítulo 9: Menta y Especias
Capítulo 10: Velas Blancas
Capítulo 11: Lluvia
Capítulo 12: Un Cielo Gris
Capítulo 13: Jaque
Capítulo 14: Miosotis
Capítulo 15: En la Tierra de Hosu
INTERLUDIO: Alianza
Capítulo 16: Preparativos
Capítulo 17: Sin Rastro
Capítulo 18: Una Orquídea Falsa
Capítulo 19: Pira Funeraria
Capítulo 20: Noche de Luna Llena
Capítulo 21: Añoranza
Capítulo 22: La Caída del Sol
Capítulo 23: Y la Luna que Sangra
INTERLUDIO: Kohei
Capítulo 24: Estrellas en la Oscuridad
Capítulo 25: Anemone
Capítulo 26: La Cuna del Rey
Capítulo 27: Susurros en la Noche
Capítulo 28: Ouji
Capítulo 30: La Naturaleza del Miedo
Capítulo 31: La Esencia del Valor
Capítulo 32: Puñado de Mentiras
INTERLUDIO: Guerra
Capítulo 33: Primer Paso
Capítulo 34: Cuenta Regresiva
Capítulo 35: Asedio
Capítulo 36: Amenaza Invisible
Capítulo 37: Escape
Capítulo 38: Corazón Omega
Capítulo 39: Riesgo Calculado
Capítulo 40: Infiltración
Capítulo 41: Delirio
Capítulo 42: Secreto
Capítulo 43: El General
Capítulo 44: Supervivencia
INTERLUDIO: Coalición
Capítulo 45: Un Final
Capítulo 46: Bocas Negras
Capítulo 47: La Mente de un Hombre
Capítulo 48: Destino Incierto
Capítulo 49: La Ciudadela
Capítulo 50: Esperanza
Capítulo 51: La Razón de Todo
Capítulo 52: Sobre La Lealtad
Capítulo 53: Aroma Alfa
Capítulo 54: Sin Miedo
Capítulo 55: La Misión de un Príncipe
Capítulo 56: Sobre el Afecto
Capítulo 57: Huele a Naranja
Capítulo 58: Un Rastro de Menta
Capítulo 59: Hubo Una Vez
Capítulo 60: Sobre el Sacrificio

Capítulo 29: I Lost You

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By roquelg

Sinopsis: Gota a gota la ira se acumula generando ecos en su mente. La emoción es roja y abrasiva, amenaza con desbordar el vaso de su paciencia.

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I lost the sunshine and roses, I lost the heavens of blue
I lost the beautiful rainbow, I lost the morning dew;
I lost the angel who gave me Summer, the whole winter through.
I lost the gladness that turned into sadness,
When I lost you.

When I Lost You – Escrita por Irving Berlin

Perdí el sol y las rosas, perdí los cielos de azul.
Perdí el hermoso arco iris, perdí el rocío de la mañana;
Perdí al ángel que me dio el verano durante el invierno.
Perdí la alegría que se convirtió en tristeza,
Cuando te perdí


Izuku tiene mejillas redondas y una sonrisa vibrante.

Katsuki lo mira y se deleita, no lo sabe entonces, pero esos preciosos momentos en los que se dedica a grabar a fuego la imagen de Izuku en su memoria le servirán en un futuro como recordatorio constante de que lo tuvo. Imágenes que volverán a él cuando duerma y cuando este despierto y en cada momento en que la nostalgia lo invada.

Memoriza el patrón de las pecas que tiene en los hombros, estudia con detalle la forma de sus labios y su nariz. Puede evocar con decidida precisión el detalle de las pecas que se desdibujan en torno a sus ojos.

Cuando Izuku habla o murmura, y se deja arrastrar por su línea de pensamiento secuencial del que nada consigue sacarlo, Katsuki mira. Lo ve rascarse la nariz cada vez que intenta memorizar o recordar algo, se muerde el pulgar si está indeciso, tironea de su oreja si está nervioso y sonríe, siempre sonríe cada vez que pronuncia:

"Kacchan"

Su voz es un sonido estridente, decididamente infantil y lleno de matices brillantes.

"Kacchan"

Solo él puede pronunciar el nombre infantil con orgullo y sin vergüenza.

"Kacchan"

Solo él puede hacerlo sonar como la palabra que describe algo maravilloso e inigualable.

"Kacchan"

Solo él puede avergonzarlo a la vez que alimenta su ego.

Kacchan es el nombre que su madre usa para molestarlo, el resto del tiempo siempre es Katsuki o mocoso, depende de su humor. Kacchan es el pequeño que los adultos en la aldea vieron crecer, y cuando obtuvo su flor se convirtió en Bakugou, el hijo de su Señora. Kacchan es el nombre que Izuku pronuncia durante toda su vida, independientemente de la situación, ya sea que esté en peligro, que sea feliz o que simplemente lo busque.

Para Izuku Kacchan es y con eso basta.

En sus sueños Katsuki siempre lo oye llamarlo 'Kacchan', cada vez que se acuerda de él la visión que su mente conjura es la del niño de mejillas redondas con pecas en sus pómulos y ojos de un verde oscuro. Lo ve sonreír y reírse, el sonido siempre es el eco del viento que hace sacudir las hojas de los árboles.

Pero a veces... a veces la mente de Katsuki construye otra imagen, una que dé respuesta a la ansiedad que se expande dentro de su pecho, que calme su impaciencia. Últimamente se ha hecho más frecuente hasta el punto en que ha comenzado a invadir sus recuerdos.

La imagen es simple: Un prado inmenso, cubierto de abundante vegetación y bajo los rayos del sol las hojas destellan en tonalidades verde oscuro. Hay una silueta en el prado rodeada de flores azules, no es un niño por la forma de la espalda, la altura y su postura. Es más alto, con extremidades alargadas, con las mismas pecas que cubren los hombros desnudos. Pecas que cubren la espalda y se extienden hacia zonas cubiertas. El esponjoso pelo esta corto, pero sigue poseyendo la tonalidad oscura que hace pensar en las hojas que crecen a la sombra.

En sus sueños Katsuki lo llama

—Izuku

La persona se gira y el movimiento es lentísimo, un contraste muy diferente con el ritmo que su corazón impone.

—Izuku

Intenta tocarlo pero la imagen se difumina entre sus dedos, se desvanece antes de que pueda ver su rostro. 

Y entonces despierta.

El sueño siempre lo llena de amargura y ansiedad, la imagen retuerce su interior y el dolor se torna insoportable. Para aliviarlo se entrega a su trabajo sin pausa: organizar, ordenar, vigilar, dirigir, supervisar; cada una de esas tareas consiguen calmar la sensación de incompetencia que amenaza con destruirlo.

Entrena con una vivacidad que sacude al resto y que se apresuran a imitar.

Durante el día puede mantener la sensación de impotencia a raya, durante el día puede convencerse de que están un paso más cerca de encontrarlo. Por la noche, cuando sigue sin haber rastro, cuando todos a su alrededor son incapaces de ocultar su desilusión, Katsuki sueña con el prado y con la imagen de Izuku desvaneciéndose frente a él.

Ya ni siquiera puede evocar las viejas memorias de su vida en las islas, no encuentra consuelo en lo que fue, ahora su mente se dedica a obsesionarse con el presente, con la idea de que Izuku está cerca y no puede encontrarlo. El sueño es una representación exacta de su estado emocional, una que no verbaliza, que intenta ahogar en trabajo sin descanso, pero de noche no puede huir.

Así que la opción más lógica es no dormir.

Sus salidas nocturnas pasan a ser cada tercer día y después diarias. Se concede unas horas de sueño, las suficientes para que la pesadilla no se materialice -a veces-, pero el resto de su tiempo se mantiene despierto y activo.

Aizawa es el primero en señalar sus malos hábitos, lo hace con el mismo tacto que utiliza para todo.

—Tienes que dormir.

Katsuki lo ignora y no le sorprende que Yaoyorozu sea la siguiente.

—¿Estás durmiendo bien? Puedo preparar algo para relajarte.

Katsuki la aleja, pero no pasa mucho tiempo hasta que todo su círculo se obsesiona con el tema.

—Puedo hacer la supervisión de hoy—dice Kirishima—si quieres puedes dormir hasta mediodía.

—Podemos posponer nuestro entrenamiento—dice Inasa—un día no arruinará nada.

—Tienes una cara horrible—dice Kyouka—metete en la cama y haznos un favor.

—Podemos encargarnos de la patrulla nocturna—dice Yosetsu

Comentarios sueltos que aparecen en medio de una conversación o al final de esta. Katsuki los ignora, hasta que:

—...

—¿Qué?,—estalla cuando Kaminari se le queda mirando durante largo rato

—Eres guapo—le dice—pero solo si duermes tus horas, ¿quieres perder admiradoras?

—Cállate.

Intenta irse, pero la réplica lo paraliza.

—Si te afeas aún más él no te reconocerá.

Se gira para mirar a Kaminari y el muchacho se limita a enarcar una ceja. De todos es el único que parece convencido de que lo encontrará. El único que nunca le dice Tal vez...

—Vete—procura sonar lo más brusco posible—toma un descanso o come. Haz tus panes o lo que sea.

—¿Te acuerdas de que hago pan?

—Nunca dejas de hablar de eso, es irritante

Katsuki se marcha incapaz de calmarse. Lo encontraré. Lo encontraré. Lo encontraré.

Tiene que encontrarlo. Así que sale, cada vez con más frecuencia y en periodos más largos. Su táctica más común es recorrer el bosque extendiendo su aroma a la espera de que el príncipe o alguno de sus hombres responda. Recorre de este a oeste y de norte a sur, cada vez alejándose más siempre pendiente de los aromas y sus alrededores.

Y no encuentra nada.

—Deberíamos limitar las salidas...

Katsuki se marcha dejando a Aizawa con la palabra en la boca, su respuesta es salir esa misma noche y la que sigue y la que sigue. Llega un momento en que ni siquiera soporta la presencia del grupo que viaja con él.

—Vayan al este.

—Pero-

—¡Ahora!

Se separa de ellos sin mirar atrás y recorre el bosque por su cuenta. Hay una parte en su interior que no deja de repetir:

Estás perdiendo el tiempo. No esta aquí. Llegaste tarde. Se ha ido. Lo perdiste.

Es una voz insidiosa, terrible y burlona que lo hace enfurecer. Si pudiera tomaría a la voz del cuello y la haría trizas, pero sabe que es imposible y en su lugar se contenta con moverse.

Tiene que moverse. Tiene que seguir.

Ha encontrado placer en cazar de noche, en estirar las piernas y llenar sus pulmones con el tibio aire nocturno. Es un placer moverse a voluntad, escoger el camino a seguir y vivir fuera de las jaulas oscuras. Después de años de ser sometido a una monotonía aberrante, el poder escoger cuándo comer y hacia dónde ir le brindan una satisfacción incomparable.

Todo sería perfecto si tan solo...

Alerta

Se detiene y se arrodilla en apenas un latido, espía con cautela tratando de discernir sombras entre los arbustos que lo rodean. Lo único que oye es el sonido de hojas que se mueven sobre su cabeza y el crujido de los pequeños roedores que corren a esconderse de los depredadores nocturnos. No consigue oír pisadas, murmullos, o el susurrar de cuerpos al caminar, pero...

¿Qué es?

Una brisa arrastra con ella un tufo amargo aunque familiar -alguien lo está buscando-.

Katsuki se pone de pie y corre con la ligereza de un gato, los talones nunca golpean el suelo duro y el susurro de sus botas contra las hojas es un murmullo ahogado por el desenfrenado latido de su corazón. El mundo es una mancha borrosa mientras elude ramas y cruza por los matorrales sin pausa; al avanzar no deja de espesar su aroma con la intención de facilitar el encuentro.

—¡Bakugou!

Oye su nombre al mismo tiempo que ve al grupo correr en su dirección.

—¿Qué pasa?

Kirishima toma aire, su expresión usualmente serena se ha transformado en una mueca seria.

—Un campamento. Uno de los centinelas topó con él cuando patrullaba la zona norte. Restos de una fogata, comida. El reporte indica que podría haber entre diez y quince personas. Tal vez más.

—¿Cuánto tiempo lleva ahí?

—No lo sabemos, no más de tres días.

—¿Dirección?

—Siguen al norte, parecen alejarse, tal vez solo estuvieran de paso.

—¿Enviaste a alguien tras su pista?

—Yosetsu, viaja con tres acompañantes. Sus ordenes son verificar que el grupo haya salido de nuestro territorio.

—Vamos.

—Ya casi amanece, lo mejor sería-

—Vamos.

Viajan durante todo el día valiéndose del buen clima, los duros rayos de sol quedan mitigados por el espeso follaje y la sombra mantiene un ambiente fresco ideal para un largo viaje. Hacen una pausa para desayunar y estirar las piernas, cuando el agua se acaba Katsuki envía a uno de sus hombres al riachuelo más cercano mientras el resto sigue moviéndose.

Por la tarde vuelven a detenerse y aprovechan que es casi luna llena y que el bosque se ilumina en tonalidades plateadas para seguir avanzando durante la noche. Es inevitable que después de un rato comiencen a intercambiar opiniones e ideas acerca del grupo:

—Una avanzadilla—dice uno

—Espías—dice otro

—Cazadores—añade alguien más

Katsuki no participa en la conversación, lo único que quiere es asegurarse de que su territorio esté completamente libre de demonios. Está seguro de que el grupo abandonara su bosque sin dejar rastro, ciertamente no espera alcanzarlos, por eso resulta toda una sorpresa distinguir el fuego de su campamento.

En la noche es imposible pasar por el alto las sombras naranjas que iluminan las copas de los árboles y crean ondas de luz que se agitan cuando el viento sopla. Eso junto con la tenue columna de humo que asciende hacia el cielo es suficiente para que el grupo de Katsuki aminore la marcha y comience a deslizarse al ras del suelo.

Se mueven con cautela, alterando su aroma para identificar su posición y gracias a eso Katsuki organiza a su grupo en una formación de medio círculo que avanza hacia el campamento. Al acercarse los oye charlar, sus voces se deslizan hasta él en murmullos incomprensibles, también distingue algo más. Para su sorpresa no son demonios, el aire alrededor de la fogata esta cargado con el inconfundible aroma de un grupo alfa adulto.

Casi de inmediato distingue el aroma del líder, una suave esencia de manzanas cocidas.

Katsuki se detiene e intercambia una mirada con Kirishima, que avanza a tres pasos de distancia a su izquierda, él también lo ha notado por la forma como lo mira. El silencio y la duda son puestos a raya cuando la voz de Yosetsu flota desde algún punto cerca de la fogata.

—Bakugou, ¡estamos aquí! No son demonios.

Katsuki se endereza y el resto de su grupo lo imita, todos avanzan hacia el campamento y se detienen cuando su líder lo hace. Lejos de las luces que proyecta la fogata, Katsuki observa; descontando al grupo de Yosetsu, hay cinco hombres, cinco y no los diez que se supone componían a los intrusos en su territorio, todos ellos adultos, todos ellos alfa.

Los ojos de Katsuki barren el claro en busca de más personas, pero solo están esos cinco, también toma nota de sus armas y de la posición de su líder. El hombre que huele a manzanas está del lado izquierdo de la fogata y su cara queda parcialmente cubierta por las sombras creadas por la fogata.

—Bienvenidos—dice el líder apartándose del fuego.

Tras un momento de duda Katsuki avanza y su grupo lo imita.

El líder del campamento se detiene y le sonríe, Katsuki toma nota de su pelo rubio, la cicatriz en la frente y su mandíbula cuadrada. Lo observa con tanta atención que se percata del momento en que los ojos del líder lo abandonan para inspeccionar a su grupo.

En ese momento suceden dos cosas de forma simultánea: La primera es el destello de reconocimiento que cruza los ojos del hombre cuando su mirada se detiene en Kirishima, y la segunda es la repentina tensión que brota a su izquierda donde el aroma a azafrán fluctúa con violencia.

Peligro

Sin detenerse a dudar Katsuki se mueve.

[...]

Lo primero que Hawks ve cuando entra en la oficina del Coronel es a Moashi de pie junto al escritorio con una expresión que solo puede significar problemas. Si eso no fuera suficiente, en cuanto lo ve llegar Moashi exclama:

—El prisionero escapó.

—No sabía que teníamos prisioneros en la Villa.

—No empieces, sabes de quién hablo.

Finge pensarlo y sonríe—Ooooh, ¿te refieres a nuestro invitado?

—¿Dónde está?

—¿No acabas de decirme que desapareció?

—No te hagas el listo conmigo, ¿qué has hecho?

—¿Hoy? Desayune temprano, salía a patrullar...

—¡Basta!, esto es traición.

—¿No tengo permitido patrullar?

—Coronel—se gira hacia el pequeño ser que permanece quieto en su silla—por favor.

Nezu suspira.

—Debemos resolver este asunto antes de que la comitiva enviada por el General llegue. No queremos que encuentren al príncipe salvaje en nuestras tierras y muchos menos que puedan dudar de nuestra lealtad. No en estos momentos.

—Así que dinos, Hawks—interviene Moashi—, ¿dónde está el salvaje?

Pero Hawks mantiene sus ojos en el Coronel, le ofrece una reverencia breve y una sonrisa diminuta. Y la única pregunta que hace es:

—¿Quiere la verdad, Coronel?

—Por supuesto—responde Moashi

—Quiero la respuesta que tranquilizará a Moashi y le permitirá enfocarse en preparar el encuentro con los enviados del General.

Hawks asiente.

—Muy bien. No tengo idea de dónde está el joven señor. Si se ha marchado seguramente lo hizo con ayuda, apostaría por Kamui. Es el único que sabe moverse por estas tierras de forma rápida y discreta. No dudo que estén lejos, sería imposible que los hombres del General los encuentren.

—¿Y cómo es que han podido burlar tu seguridad?

—No lo sé, Moashi, Kamui era libre de ir y venir, no hubo restricciones para él. Seguramente no le resulto difícil encontrar una forma de sacar al príncipe de aquí.

—Tienes que encontrarlo.

—Lo haré si el Coronel me lo ordena.

—Coronel.

Nezu emite un largo suspiro y pasea sus ojos entre sus dos subordinados.

—Tal vez sea mejor dejar que el príncipe siga perdido.

—Pero señor, podríamos haberlo usado...

—Tendremos que proceder sin él. Avísame cuando nuestros invitados lleguen, mientras tanto déjame a solas con nuestro Capitán.

—Sí, señor.

Moashi se despide y Hawks espera hasta oír que la puerta se cierra y que sus pasos se desvanecen antes de abrir la boca.

—No quiero oírlo—dice Nezu—Quiero poder mentir convincentemente.

—Muy bien, ¿puedo hablar hipotéticamente?

—Puedes.

—Hipotéticamente hablando, si este príncipe tuviera ayuda y estuviera desplazándose a gran velocidad, eventualmente se reunirá con sus hombres. Si de verdad tiene la intención de luchar contra el General no es descabellado pensar que al final enviará emisarios con una propuesta formal para una alianza, ¿qué condiciones deberían cumplirse para que esta alianza pueda formalizarse?

—Hipotéticamente hablando, es imposible.

—¿No lucharemos?

—El General posee un ejército muchísimo más grande que el nuestro. Los salvajes de Yuuei solo pueden proporcionar una fuerza diezmada, ¿quién más se unirá a ellos? Nadie. Sus barcos han comenzado a alejarse, ahora solo quedan aquellos que resisten en la prisión. Cuando el General los aplaste, no quedará nada. Los salvajes no tienen fuerza para oponerse al General. Sé que quieres luchar. Sé que quieres venganza, pero tendrá que esperar. Este no es nuestro momento.

—Pero hablando hipotéticamente, ¿cuándo sería?

—Cuando todas las tribus de salvajes aparten sus diferencias y decidan luchar. Ninguna de ellas tiene la fuerza individual para oponerse al General, pero juntas... juntas cubrirían el mar como un campo de nubes blancas. Y aún entonces quien sabe si eso baste para que puedan enfrentarse al incienso.

—El ejercito de la Bestia pudo.

—¿Lo llamas ejercito?

—Sobrevivieron, escaparon de la prisión, arrasaron con el grupo de Shuichi. Si de verdad consiguen resistir al incienso-

—El poder del General no se basa únicamente en el incienso. No olvides que controla a las bestias Noumu, gracias a ellas consiguió la unificación de Hosu. Esta... Bestia aún tiene que demostrar que sus victorias no han sido fortuitas.

—Si resiste-

—Seguirían estando solos, deja de preocuparte por ellos.

—Debemos estar preparados por si deciden atacar a las aldeas cercanas.

—Enviaremos mensajeros para informar de la situación y para aconsejar que se mantengan alejados. El ejército del General no tardara en tomar cartas en el asunto en cuanto las naves de los salvajes desaparezcan del horizonte.

—Como ordene, Coronel.

—Pasando a otro tema, necesito que organices una guardia personal para Moashi.

—¿Puedo preguntar a dónde lo envía?

—Irá con la comitiva que vendrá a visitarnos cuando ellos decidan regresar a la Ciudadela. Será mi diplomático oficial para presionar sobre el castigo por la destrucción de la aldea de Ishiyama.

—Si me permite mencionarlo, Coronel, me parece que ese es un movimiento arriesgado. Moashi es el administrador de la villa, necesitaríamos de al menos tres personas para cubrir el trabajo que hace.

—Las opciones son limitadas, todos los candidatos tienen tareas que desempeñar.

—Pero algunos son más fáciles de reemplazar que otros.

—¿A quién sugieres tú?

—A mí.

Nezu suspira.

—Lo siento, Hawks, pero tu odio por el hijo del General te vuelve impredecible; necesito que alguien sea mis ojos y mis oídos, y no puedo arriesgarme a que te dejes llevar por tus emociones.

—¿Alguna vez lo he hecho?

—¿Tengo que contestarte?

—Ya no tengo quince años, en esa ocasión-

—Estabas destrozado y querías venganza, lo entiendo. También entiendo que tuve que recluirte durante semanas hasta que dejaste de escaparte para ir a buscarlo. No creo que sea apropiado enviarte a la casa donde gobierna.

—Shigaraki merece morir, es un hombre miserable.

—Atentar contra su vida es condenarte a muerte y poner en riesgo la vida de las personas que viven en la villa.

En el silencio que sigue Nezu termina por sacudir la cabeza mientras suspira.

—Moashi es la mejor-

—No—dice Hawks—Yo iré. Arriesgar a Moashi es innecesario, la villa entera depende de su trabajo, en cambio yo puedo dejar a mi reemplazo listo en menos de dos días.

—¿Prometes no entrometerte en el camino de Shigaraki?, ¿prometes atenerte a la misión que te estoy encomendando?

—Sí.

—Hawks

—Prometo, Coronel, que ninguna de mis acciones repercutirá de mala manera en su reputación. Me aseguraré de eso.

—Solo es temporal, Hawks, te quiero de regreso, sin imprevistos de ninguna clase.

Hawks se inclina con cortesía, la mano derecha en su corazón y la izquierda a su espalda, esta última es un puño que se aprieta hasta que los nudillos son de un blanco impoluto.

[...]

Las órdenes del General son claras: Ayudar a encontrar al príncipe e infiltrarse en la base de los prisioneros fugados, de ahí reunir información y ayudar a desmantelar a su grupo.

La cosa prometía ser fácil. El plan de Jin consistía en hacerse pasar por guardias del ejercito enviados a buscar al príncipe, con un poco de encanto y autoridad podría apropiarse del control de la prisión, después de todo los prisioneros eran jóvenes alfa, muchos de los cuales sin duda se someterían a su autoridad innata.

El único problema por considerar era Aizawa. La última vez que Jin lo había visto fue tras encerrarlo en el camarote con intenciones de dejarlo morir ahí, pero ya no estaba seguro de que la niñera del príncipe se hubiera quedado en el camarote para siempre.

La señal más clara era que los soldados de Yuuei se habían embarcado en escaramuzas breves que mantenían al ejercito de Hosu entretenido. La situación no había sido del agrado del General y tampoco del de Jin, sus ordenes habían sido esperar, que no hubieran obedecido solo podía significar una cosa: Alguien más había tomado el control de la Flota.

El culpable tenía que ser Aizawa. El maldito niñero del príncipe había escapado, de alguna forma, y se había hecho con el control; pese a los cargos de traición contra él, Aizawa había demostrado ser una vez más una espina en su bota. Y no solo eso, también había demostrado que no confiaba en él. Le había mentido sobre la posición y la misión del príncipe, se había asegurado de mentir a la tripulación del barco, quienes a su vez le transmitieron su mentira.

Al descubrir el engaño Jin había querido llegar a la costa, volver a los barcos y matar a Aizawa, por desgracia los barcos se habían replegado y todo parecía indicar que su traición se había hecho pública.

Así pues, Jin solo podía aspirar volver a Yuuei una vez que toda la familia real estuviera muerta, y después de mostrarle al General que aún podía ser un hombre útil, éste le obsequiaría un territorio para gobernar. Tenía toda la intención de apropiarse del control de la prisión y rendirla ante el General.

Un hombre menos precavido se habría presentado ante sus puertas, pero bajo la amenaza de que Aizawa se hubiese comunicado con el grupo en la prisión, Jin sabía que tenía que actuar con cautela. Así que su plan consistía en vagar por la zona hasta encontrarse con algún grupo de centinelas provenientes de la prisión y con ellos averiguar quién gobernaba y si existía riesgo de que alguien dentro supiera la verdad de sus lealtades.

En eso su plan tuvo éxito, apenas un par de días después de la captura del príncipe, se encontraron con un pequeño grupo de centinelas enviados tras su pista. Gracias a ellos Jin obtuvo la información que necesitaba: El nombre del líder, el número de guerreros, una noción básica de su organización, y lo mejor de todo, ahora sabía que Shota Aizawa había desembarcado antes de que los barcos desaparecieran, y había sorteado a todas las tropas enemigas para llegar hasta la prisión.

Aunque su presencia ponía en riesgo sus planes, Jin no cedió ante la decepción; no podía entrar en la prisión hasta que no se deshiciera de Aizawa. Y para ello iba a tener que utilizar todas sus habilidades de persuasión.

Lo que no se esperaba era encontrarse con uno de sus discípulos cara a cara.

En cuanto sus ojos se cruzaron vio en él el destello de reconocimiento, el chico aún era joven y aún necesitaba aprender a mejorar el control de su aroma; aunque fuera una pequeña fluctuación, Jin comprendió de inmediato que Aizawa había prevenido a sus discípulos contra él y que este muchacho sería la ruina de su plan.

Sus dedos bailaron a la altura de su cuchillo, su aroma se enriqueció alertando a sus compañeros. Todo sucedió en una fracción de segundo. Un latido... pero antes de que Jin consiguiera moverse el joven líder que tenía en frente se abalanzo hacia él con la rapidez de una serpiente que se estira para morder.

El cuchillo del cachorro trazó una línea recta hacia el dorso de su mano, el dolor y la sorpresa provocaron que su mano se apartara de su propia arma. Y lo único que lo salva de terminar ensartado es su agilidad para esquivar el siguiente ataque.

El grupo de Jin se mueve apenas notan el cambio en el aroma de su líder, son soldados entrenados, soldados que se han acostumbrado a reconocer las ordenes y a reaccionar bajo instinto, así que de inmediato empuñan las armas y se lanzan contra el grupo recién llegado. Jin espera que la sorpresa y la excelente organización de su grupo le consigan la victoria sin esfuerzo, pero no sucede así.

El pequeño líder tiene un control excelente en su tropa, el resto del grupo reacciona apenas detectan la orden del mocoso rubio y de inmediato ofrecen una resistencia feroz. No hay preguntas ni titubeos, en cualquier otra situación Jin se permitiría sorprenderse.

Qué rayos, incluso lo reclutaría para mi grupo.

El muchacho lo ataca con gracia y agilidad, hay tanto fuego en él que Jin quiere pisotearlo hasta verlo extinguirse.

Se mueven formando círculos y semicírculos, el cachorro lanza estocadas feroces, golpes y curvas que Jin esquiva con esfuerzo, está esperando su momento y cuando éste llega inmediatamente contraataca. Consigue golpearlo y sujetarlo del brazo, entonces sonríe. Es ahí cuando el pequeño bastardo se gira en un movimiento vertiginoso sujetando su mano y el cuerpo de Jin se dobla sobre si mismo hasta terminar con el pecho contra el suelo. De inmediato tiene a dos de esos cachorros encima suyo y uno de ellos incluso se atreve a empuñar un cuchillo contra su mejilla.

—Contenlos—gruñe la persona que está encima, de él emana el aroma de madera y humo, el aroma de las brasas que arden.

Escucha a sus hombres luchar, entre ellos la voz que más resalta es la de Masukyura que ruge con una ferocidad barbárica. Jin sabe que ninguno de esos cachorros es rival para el mejor de sus luchadores, así que sonríe sabedor que la indecisión de un líder siempre termina en la muerte del grupo.

No están hechos para la guerra.

Y entonces el cuchillo se esta clavando en su hombro y la voz sobre él ruge con una autoridad feral.

—¡Contenlos o te matare!

La hoja del cuchillo se retuerce y el cuerpo de Jin responde en consecuencia. Se agita con renovado vigor para deshacerse del peso en su espalda, a lo lejos oye los gritos de batalla y las risas de Masukyura.

El cuchillo es arrancado de su hombro y una mano viene a enterrarse en su cabello. Su cabeza es forzada hacia atrás mientras el cuchillo se aprieta contra su garganta hasta hacer sangre.

—¡Ahora!

El aroma a manzanas transmite una única orden: Retirada y sabe que sus hombres, o al menos Masukyura, logran escapar por las maldiciones y ordenes que oye pronunciar al chiquillo que tiene encima. Después de un rato el grupo entero se congrega cerca y su conversación es breve.

—¿Quiénes son?—pregunta alguien

—Traidores—esa, se dice Jin, es la voz del precioso discípulo de Aizawa—Este hombre es Jin Bubaigawara y traiciono a Todoroki-ou... ¿cómo lo reconociste?

La que responde es la voz del mocoso que tiene encima.

—Tú lo reconociste y él lo supo. Lo vi en su cara. De haber esperado un segundo nos habría atacado.

Excelente observación, mocoso.

—¿Y los demás?

—El alfa gigante mato a dos e hirió a otro antes de darse a la fuga. Nosotros matamos a uno y capturamos a los otros dos, ¿qué hacemos con ellos?

—Debemos llevarlos a la Ciudadela, Aizawa-sensei querrá hablar con ellos.

No es como quería entrar, se dice Jin mientras alguien envuelve sus muñecas con una cuerda, pero al menos estaré dentro.

Se reiría en voz alta de la situación, pero tampoco quiere llamar la atención, así que al final se contenta con esbozar una sonrisa satisfecha.

[...]

Bakugou no pierde el tiempo en organizar al grupo.

—Tú y tú, aquí, si alguno de estos intenta algo lo apuñalas sin hacer preguntas. Ustedes dos, conmigo, revisemos los suministros. El resto con los cadáveres, nos llevaremos a los nuestros y el traidor muerto se quedará a pudrirse aquí

Eijioru sigue al líder hacia la zona donde las monturas se agitan nerviosas, saltan dando coces mientras luchan por liberarse de las riendas que las sujetan; en un intento por calmarlas Eijirou se acerca con cautela con las manos por delante. Cuando consigue aferrar una de las riendas, sonríe. Acaricia con cuidado la zona tras las orejas y el animal, que parece una cabra por la forma de los cuernos aunque es ligeramente más grande y con un pelaje más largo, emite un berrido satisfecho y deja de temblar.

—Vaya, ¿cómo has hecho eso?,—pregunta Yosetsu con asombro.

Eijirou parpadea y solo entonces se da cuenta de que ha visto a esa clase de animal antes.

—Kamui me lo enseño—responde mirando al grupo de animales con extrañeza—el día que nos encontramos con él por primera vez nos guío hasta casi el límite con el desierto, ahí estaban animales como estos.

—¿Son salvajes?,—dice Bakugou

—No, quiero decir que alguien los había llevado hasta ahí.

—¿Quién?

—Bueno, nunca lo conocí. ¿Recuerdas que te dije que nos hicimos pasar por prisioneros siendo trasladados?, había un guardia -siempre usaba el uniforme completo y nunca decía nada- que nos acompañó, a nosotros y a Kamui, hasta que abordamos el carromato que nos trasladarían a la prisión. Recuerdo haberle preguntado a Kamui sobre los animales y me dijo que los criaban en las montañas, y que no era fácil obtenerlos porque solo había un lugar dónde se reproducían. Me acuerdo porque Kamui dijo que acompañaría al guardia a devolver a las bestias a su hogar.

—Si no son muy comunes—dice Yosetsu intentando calmar a una de las monturas—¿Cómo es que ellos las consiguieron?

—Es probable que el demonio al que sirven se las diera—responde Bakugou

Eijirou se encoge de hombros mientras comienza a revisar las alforjas, sin embargo no llega ni a la primera porque se topa con la imagen de un arco atado a la montura que Yosetsu sujeta. Un arco grande de madera oscura con tenues líneas doradas a lo largo de él.

He visto ese arco antes.

Se acerca y lo toma. Estudia los detalles, el peso y la forma.

Este es el arco de Kamui.

Está seguro de ello. Kamui lo tenía el día que se conocieron, apuntó hacia su grupo mientras solicitaba el santo y seña. Lo recuerda porque la madera oscura contrastaba con el color de su piel caoba, y porque era un arco muchísimo más grande que cualquiera que hubiera conocido antes.

—¿Qué has dicho?

Se sobresalta al oír la voz de Bakugou y solo entonces se da cuenta de lo que ha dicho.

—Este es el arco de Kamui—repite esta vez con más firmeza—Lo tenía la última vez que lo vi.

Sin decir nada Bakugou da media vuelta y se dirige hacia el grupo de prisioneros. Eijirou casi está esperando que se abalance sobre Jin y lo interrogue, pero no lo hace, en su lugar toma al alfa que tiene a su izquierda, el más joven de todos. Lo sujeta de la camisa y lo arrastra lejos del fuego y lejos de la vista del resto. Eijirou y Yosetsu lo siguen sin decir nada.

En cuanto están lo suficientemente lejos, Bakugou suelta al prisionero y de inmediato presiona una rodilla contra su esternón, enarbolando su cuchillo a la vista.

—Esto funciona así—dice con una voz aterradoramente calmada, llena de matices negros que se inflaman con el aroma a madera quemada—yo haré una pregunta y tu me dirás la verdad o yo te haré sangrar—sin quitarle la vista de encima hace una seña sobre su hombro y es todo lo que Eijirou necesita para acercarse con el arco negro visible en su mano—¿de dónde lo sacaron?

—Es mío.

Apenas ha pronunciado las palabras cuando el cuchillo desciende a una velocidad imposible realizando un corte sobre el antebrazo descubierto. El hombre grita y se sacude con vigor pero peso sobre su pecho lo paraliza.

—¿De dónde lo sacaron?

—Ya te lo di- ¡ahhh!

—¿De dónde lo sacaron?

—¡Para! ¡ahhh!

—¿De dónde lo sacaron?

—Te estoy di- ¡ahhh!

—¡¿De dónde lo sacaron?!

—Es- ¡aghg!

Esta vez el cuchillo no sea ha limitado a cortar, se ha enterrado en la parte blanda del antebrazo.

—Ahora iré subiendo, ¿de dónde lo sacaron?

Esta vez el prisionero guarda silencio, hasta que la paciencia de Bakugou se acaba y el cuchillo vuelve a caer, esta vez sobre el hombro. El alfa grita cuando el acero perfora su carne y cuando se retira, tras varios minutos de repetir la misma escena Eijirou se harta.

—Bakugou—la feroz expresión del rubio lo paraliza, toma aire y añade—si no lo sabe no puede contestarte. Llevémoslo con Aizawa para interrogarlos a todos.

La mirada de Bakugou se giran de nuevo hacia el prisionero.

—Si no tiene nada que decir—dice mientras el cuchillo se alza sobre la cara del hombre, su expresión no deja lugar a duda de lo que hará—entonces no voy a perder mi tiempo arrastrando su miserable cuerpo hasta allá.

El cuchillo desciende-

—¡Espera!, ¡espera!, ¡ESPERA!

-y la afilada punta se detiene a escasos centímetros de su rostro, el prisionero comienza a jadear de la impresión.

—¿Y bien?,—pregunta Bakugou con el cuchillo aun en posición.

—No sé de quien es, ¿de acuerdo? Venía con la montura.

—¿De dónde sacaron las monturas?

La garganta del hombre se convulsiona mientras sus ojos se fijan en la punta del cuchillo.

—Fueron parte del botín.

—Me estoy cansando de esto, ¿qué botín?, ¿cuándo lo consiguieron?, ¿en dónde?, quiero detalles.

—Hace unos días nos topamos con un grupo de demonios. Luchamos y nos quedamos con sus cosas.

—Mientes.

Una simple palabra pronunciada de tal forma que Eijirou se tensa. El aroma que emana de Bakugou es amargo y negro, tan denso que resulta opresivo. Sabe que Yosetsu también se ha puesto rígido y no lo culpa. La esencia de su líder posee tal fuerza que es capaz de paralizarlo a ambos.

—Me dirás la verdad ahora o te prometo que te arrancaré cada dedo, cada pierna, cada brazo, hasta que seas un bulto sin ojos, lengua ni boca. Me dirás de dónde obtuvieron esas monturas a menos que quieras pasarte lo que te quede de vida gritando piedad.

Eijirou sabe que ni él podría negarse.

—Hace unos días—dice el hombre con la expresión de un alfa que se ha sometido—en la noche, emboscamos a un grupo a unos kilómetros de aquí. Todos los sobrevivientes están siendo guiados a la Ciudadela.

—¿Había un hombre alto con la piel color caoba como si fuera la corteza de un árbol?,—interviene Eijirou.

—Jin lo mató, al resto de sus amigos van a acusarlos de traición.

—¿Estaba Todoroki-ouji con él?

Silencio, el cuchillo no se mueve y el aroma que los rodea es amargo y amenazante. Entonces.

—Sí.

[...]

Colgando de la montura como si fuera un saco de papas, Jin escucha la conversación de los cachorros.

—Lleven a los prisioneros con Aizawa y díganle que envíe refuerzos en está dirección.

En cuanto el cachorro líder termina de organizar a su grupo todos se marchan hacia el norte, ahora Jin entiende de que iba el interrogatorio con su soldado. Atrás se queda un grupo de tres centinelas, los suficientes para tratar con tres prisioneros, uno de ellos gravemente herido.

Jin estudia sus expresiones con cuidado y después de escoger a uno sonríe cuando lo ve acercarse cabalgando en su propia montura.

—Tú señor tiene un carácter terrible—murmura en tono jocoso

El cachorro enarca una ceja al oírlo aunque no responde. Sujeta las riendas de ambos animales y los hace avanzar en silencio.

Jin no se rinde.

—Vaya, no sabía que tenías prohibido hablar sin la presencia de tu señor.

—Nadie me prohíbe nada a mí.

Jin sonríe conciliador.

—Entonces podrás decirme tu nombre.

El muchacho lo mira—Mi nombre es Yō, y no me interesa nada de lo que tengas que decir.

Eso está por verse, muchacho.

[...]

Shouto observa el cielo negro que alcanza a vislumbrarse entre las tupidas ramas altas mientras lucha contra el pesimismo. La única ventaja de haber sido capturado es que al menos su espalda ya no protesta por la dura cabalgata, ahora viaja como un rollo de tela hambriento.

No puede dormir, si lo hace la escena donde se encuentra con Jin y sus hombres reaparece en su mente y tiene que ver a Kamui ser apuñado una y otra vez.

Estúpido.

No importa las veces que se lo repita, no puede dejar de pensar en su reacción -lenta, absurda, incrédula- mientras a su alrededor estallaba el mundo. No puede dejar de ver la sangre brotando del cuerpo de Kamui -Jin no perdió el tiempo, había enterrado el cuchillo una y otra vez a una velocidad impresionante-. No soportaba recordar la facilidad con la que Jin lo había sometido.

¿Qué clase de alfa soy?

La pregunta lo atormenta. Había sido criado para ser el mejor, había sido educado por los mejores maestros, en las mejores condiciones. Todos a su alrededor repetían siempre la misma diatriba: Serás un gran rey.

Un rey prisionero. Un rey incapaz de proteger a los suyos. Un rey incapaz de escapar por si solo. Un rey inútil.

Los insultos hacen bucles en su mente amargándolo lentamente.

Mi padre está muerto, y yo lo estaré dentro de poco, al final no importará.

El cansancio lo vence, se duerme y cuando despierta está inclinado sobre la montura que lo acompañó desde la villa del Coronel Nezu. Tras él, a pie, y sujetos por cuerdas en cuellos y brazos, avanzan los sobrevivientes de su grupo. Sus captores se han distribuido a su alrededor para mantener una formación compacta, avanzan lentamente pero eso no parece molestarlos, se limitan a disfrutan del clima.

Shouto puede oírlos.

—Mucho mejor viajar ahora que en la época de lluvias—dice alguien

—Lo dices porque odias mojarte, pero a mí me encanta cazar en los días lluviosos.

—Por favor, Toga, a ti te gusta cazar en cualquier momento del año.

Se oye una risa altísima.

—Podría cazar a uno de estos, ¿puedo? Dame a uno. Le daré cinco minutos de ventaja antes de salir por él.

—Olvídalo.

—¿Por qué? Son basura traidora, merecen morir.

—El General lo decidirá.

—El General no sabe cuántos sobrevivieron, a él solo le interesa este de aquí.

Conforme habla la voz se ha ido acercando hasta que Shouto la siente a su alrededor.

—Si me das a este prometo devolvértelo casi completo.

—Basta, Toga. Ve al frente y haz tu trabajo.

—Eres un completo fastidio, Dabi.

La voz se aleja y Shouto vuelve a dormirse. Cuando despierta es la pausa para comer así que se esfuerza por masticar el pan duro y beberse su ración de agua sin derramar ni una sola gota. La rutina se mantiene y con cada hora que pasa resulta más difícil mantener a raya a las voces que lo llaman inútil y cobarde. Las voces hablan con el mimo timbre que su padre y Shouto encuentra irónico que incluso muerto el rey pueda hacerlo sentir miserable.

Otro día de viaje y otra noche en vela, ha perdido la cuenta del tiempo que llevan viajando, por suerte el clima cálido evita que se congele en la noche mientras está tirado en el duro suelo sin una manta. Para distraerse se ve obligado a prestarle atención a la conversación de sus captores.

—¿Por qué tienes esa cara, Toga?

—No lo entenderías aunque te lo explicara.

—Inténtalo.

—En este mundo existen dos clases de personas: Las presas y los depredadores.

—Supongo que tú eres un depredador.

—No lo supongas. Lo soy. Los depredadores cazan, rastrean, y las presas se mueren.

—¿A qué-?

—Calla, estoy hablando. Cuando un depredador se mueve es plenamente consciente del mundo que lo rodea. Sabe si hay una presa cerca, sabe si hay otro depredador cerca. Es instintivo, ¿lo entiendes? Los salvajes pueden detectarse entre sí, porque son animales, se guían con el olfato, pero yo no necesito de su nariz para saber cuando hay un depredador cerca. Simplemente lo sé, por eso soy la mejor.

Intrigado por la conversación Shouto gira la cabeza hasta encontrar a las personas que charlan, desde su posición puede ver dos siluetas oscuras recortadas contra las llamas de la fogata. Una de ellas está sentada con las piernas recogidas mientras parece mirar a su alrededor.

—¿A qué viene todo esto?,—pregunta la otra silueta

—Hay alguien allá afuera.

Apenas ha pronunciado esas palabras cuando se levanta de un salto y corre hacia el bosque. El resto del grupo se arma de inmediato y asumen una posición defensiva. Las horas pasan y cuando nada sucede Shouto termina por dormirse.

Al día siguiente la formación retoma la marcha y pese a la tensión en el ambiente no hay incidentes memorables. Esa noche el campamento permanece en alerta pero nada sucede y pronto todo vuelve a la misma rutina.

Shouto se ve aplastado por su amargura, y pronto está recordando cada error cometido en su vida, cada mala decisión y cada remordimiento. En una noche en particular, como el sueño no llega, Shouto cierra los ojos e intenta evocar el rostro de su madre y la gentileza que tuviera antes de enloquecer. El cariño que solía profesarle antes de volverse contra él es una de las pocas cosas que Shouto atesora de su infancia. La marca que porta en su rostro había sido el último gesto que su madre le había dado antes de lanzarse desde la torre más alta.

Su madre había sido una omega cariñosa y servicial, siempre calmada y frágil, pese al rígido, y a veces violento, carácter de su padre ella nunca había dado señales de inestabilidad. Un día simplemente se había encerrado en su torre con sus perfumes, sus libros, su joyas, y cuando Shouto había ido a verla ella lo había atacado antes de correr y saltar por la ventana.

Shouto no se sorprende cuando se encuentra pensando en su madre, el hambre y el desvelo hacen surgir nuevamente la sensación de ineptitud, angustia e ira de su yo más joven. Si tan solo...

Shouto abre los ojos y parpadea con fuerza. Su corazón late a un ritmo constante y en su interior algo se enrosca como si fuera una tira de papel sujeta sobre el fuego. No está seguro de qué ha activado las alarmas en su cabeza, pero su cuerpo está respondiendo a ello, su mente se afila, sus músculos se tensan. Entonces abre la boca y aspira, es ahí cuando lo nota:

El ambiente huele a madera quemada, pero no proviene de la fogata a unos pasos de él, no, el aroma posee algo que lo hace único. Huele a madera de roble y a humo blanco, pero no solo es eso, son capas de intensidad y pasión, una consistencia oscura, una fuerza única. Demoledor, picante y exigente. El aroma de un alfa furioso.

Pese al hambre y al dolor general de su cuerpo, Shouto responde al aroma como una llama que se ve alimentada hasta convertirse en una pira independiente. Es como si el aroma rugiera en su interior, inflando su sangre y animándolo a luchar.

Su respuesta es instintiva. El aroma a pino se arremolina a su alrededor delatando su posición como una señal brillante que apunta hacia él. La suya es la única esencia que responde, la única en todo el campamento. Shouto no pierde tiempo, se gira sobre su costado y comienza a morder la soga que sujeta sus manos.

—¿Qué estás-?

En algún punto tras él, el guardia se ha desplomado sin aire. Un grito feral, violento y salvaje, irrumpe la quietud de la noche, ante el otros más responden y el bosque estalla en una mezcla de aromas que alimentan la impaciencia que ha comenzado a sacudirse dentro de Shouto.

De pronto un aroma familiar llega hasta él y de la sorpresa Shouto detiene sus intentos por liberar sus muñecas. Intenso y potente azafrán, una enérgica esencia que se apresura a su lado.

—Ouji

[...]

Izuku

El nombre es un eco profundo dentro de él; mientras lucha no deja de buscarlo, pero lo único que detecta es el aroma de sus hombres, el aroma a pino del que supone es el príncipe de Yuuei, y nada más. No encuentra el aroma a menta por ninguna parte.

Su impaciencia estalla inflamando la esencia de la madera que se quema, avivando la ferocidad de sus hombres, exigiendo la sangre de los demonios y la muerte de todo aquel que no se someta.

Uno de los demonios se interpone claramente en su camino, una chica rubia con colmillos pequeños y una sonrisa virulenta. Katsuki acepta el silencioso desafío y lucha sin titubear. El suyo es un combate sangriento, lleno de cortes y golpes casi mortales. Ella se mueve con una flexibilidad supernatural, bailando a su alrededor mientras esquiva sus golpes sin aparente esfuerzo, maniobra con dos espadas en forma de semiluna que giran a su alrededor cortándolo todo.

A Katsuki no le importa los cortes en su uniforme ni la sangre que comienza a empaparlo, su único objetivo es apartar a la mujer y buscar a Izuku.

Es como si ella oliera su impaciencia, como si pudiera leer la agitación que se mueve en su interior, entonces comienza a esquivarlo, a reírse cuando él se ve obligado a seguirla. Ella danza, indiferente a la muerte del grupo que los rodea, indiferente al grito de retirada que uno de sus compañeros emite.

Katsuki solo quiere verla desaparecer.

Una de las espadas desciende hasta su pierna y el dolor del corte lo hace jadear. La otra espada baja con la intención de alcanzar el cuello descubierto, pero Katsuki hace pivote con la pierna herida y esquiva -el filo de la espada realiza un corte superficial- usando el impulso para volver y lanzar un golpe directo a la cara del demonio.

Ella se desploma en el suelo con la nariz sangrante y Katsuki vuelve a golpear hasta dejarla inconsciente, solo entonces retoma su camino a la zona donde los prisioneros aguardan.

—¡Izuku!

Sus ojos recorren cada rostro, cada figura que se encoge al verlo llegar, pero ninguno de ellos es Izuku.

—¡Eres tú!,—dice uno de los prisioneros y cuando Katsuki lo mira tarda un momento en ubicar el rostro de piel rosada y cuernos dorados.

En lugar de responderle, Katsuki se da la vuelta y sus ojos barren el campamento completo. La batalla ha terminado y sus hombres van de un lado a otro poniendo orden y atendiendo a los heridos. De entre todos se distinguen dos siluetas inmóviles enfrascadas en una conversación privada.

Tres zancadas y Katsuki se detiene frente al acompañante de Kirishima.

—¿Dónde está?

—Bakugou, espera-

—¿Dónde está?

El alfa parpadea, se frota las muñecas adoloridas y parece confuso ante el tono. Cuando el propio Kirishima intenta interponerse Katsuki lo aparta de un empujón.

—¡¿Dónde está?!

—¿Quién?

—Ouji, se refiere a-

—¿Dónde está Izuku?, ¿dónde está el omega que viajaba contigo?

En el silencio que sigue Katsuki es consciente del descompuesto latido de su corazón, nota la cara caliente y la impaciencia rugiendo con fuerza. Se queda quieto esperando la respuesta, como si en cualquier momento Izuku pudiese materializarse frente a él.

Entonces el príncipe pronuncia tres palabras malditas.

—No lo sé.

Tres palabras que lo paralizan en su lugar.

Y es como si algo estallara, como si una fina cuerda se rompiera. Vuelve a tener once años. Vuelve a estar en la playa viendo como se llevan a Izuku. Es perderlo de nuevo y verlo desvanecerse entre sus dedos.

Es verlo morir entre las aguas de un mar embravecido.

El grito que deja escapar es terrible, nace en su interior, en el abismo que existe en él, en el hueco de todo lo que ha perdido y le han arrebatado. Su aroma explota en tonalidades rojas y negras, su intensidad es avasalladora. Su poder es irrespirable.

Se mueve antes de que Kirishima reaccione. Embiste contra el príncipe y lo derriba sin dejar de gritar. No puede parar, si lo hace es posible que la desesperación lo consuma.

.

.

n/a

Llevo días reescribiendo este capítulo. Borrando y ajustando. Es el claro ejemplo de tengo A y C me falta B pero resulta que B no puede ser una escena completa y tiene que separarse hasta que el capítulo adquirió el doble del tamaño que se supone debería haber tenido.

Aghhhhhhhh

Pero ya esta. Aquí esta. Se supone que era un capítulo corto y termino convirtiéndose en el capítulo más largo de BF. Estoy exhausta.

Pero bueno, sobre el capítulo, ya había personas temiendo por la integridad física de Todoroki una vez que se encontrara con Katsuki. Ya me dirán que opinan ahora.

Sé que soy malvada con el príncipe, al pobre muchacho le llueve sobre mojado. Lo cierto es que nuestro principe ha vivido una vida muy comoda, y siempre estuvo rodeado de sus guardias y de su maestro que lo cuidaban y lo protegían de todo. La vida real le ha dado una sacudida muy dura, pero es un chico inteligente y se las arreglara. Eso si sobrevive XD.

En fin, nos leemos en el que sigue, que ya va siendo hora de ver si Izuku se ha metido en más problemas. 

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