El elevador de Central Park

De CreativeToTheCore

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¿Cuál es el mejor lugar para trazar un plan de espionaje? El malhumorado Xiant Silver no tiene nada en común... Mais

Sinopsis
1. Hígados en Nueva York
2. Cuernos desde mayo
3. Viernes de investigación
4. El idioma de la decepción
5. Pactar con demonios
6. Alcohólico mañanero
7. Dramatizar
8. Se busca traductor
9. El test del lector
11. Aborten misión
12. Al confesionario
13. Media naranja
14. Ensalada de licores
15. Cita con el dentista
16. No soy el sol
17. Paso en la dirección correcta (o incorrecta)
18. Donde no soy tú
19. El día que lo arruinaste
20. Tacaño viscoso
21. Malos niñeros
22. Lo que le dices a los niños y los niños te dicen a ti
23. Pretérito
24. La reina y su heredero
25. Protégelo
26. Ficción para adultos
27. Gallos
28. Dos ciudades, dos mujeres
29. Chalecos de fuerza
30. Amistad en construcción
31. Brillo y sangre
32. Lejos, lejos, lejos
33. Espermatozoides asustados
34. Para mañana
35. El rebaño
36. Grisáceo
37. Gato comprimido
38. Citar la fuente
39. Una última bala
40. Te quiero
41. Amigos en noviembre
42. Cosas que (no) te gustan
43. Nueva misión
44. Para mi flor preferida
45. Elevadores en Lisboa
Epílogo
¡En físico!

10. Ideas asesinas

105K 13.5K 3.5K
De CreativeToTheCore

Preswen

Ninguno ha dicho algo en media hora, lo cual es todo un récord.

Al salir del restaurante caminamos hasta poner varias manzanas de distancia entre ellos y nosotros. Xian se quitó los zapatos para estar más cómodo, así que arrastra los pies por la suciedad neoyorkina de la misma forma en que arrastro mi bolso contra la losa.

Nunca me importaron tan poco los accesorios de diseñador.

No acordamos venir a Central Park, solo ocurrió. Tal vez estuvimos tan ahogados en nuestros pensamientos que nuestro cuerpo pasó a andar en modo automático. Nos sentamos en una de las bancas y las hojas secas crujen bajo nuestros traseros. Extendemos el mutismo un rato más. Se quita la peluca y le da vueltas en la mano, concentrado, pero sé que no está contando la cantidad de hebras con los que fue confeccionada.

—Soy buenísima en la cama —suelto de repente, enfadada.

—Eh... Yo también lo soy, ¿pero qué tiene que ver eso con...?

—Soy una buena novia. —Me giro para mirarlo—. Soy una novia espectacular. Sé que los miércoles llega demasiado cansado y por eso le preparo un baño con sales, y lo acompaño a visitar a su madre para defenderlo porque siempre lo ataca por las decisiones que toma. Le hago té de manzanilla cuando le duele la garganta tras ir a los partidos de fútbol y quedarse afónico. En su cumpleaños soy la única que le regala los putos libros de Amir Dallimus. Soy la que mejor lo conoce y, aún así...

Niego con la cabeza, incapaz de terminar. Me empieza a arder la vista.

Desde el momento en que vi los mensajes al tropezar con Xian a la salida del elevador, sentí furia, pero no es hasta ahora que me derriba una tristeza llena de impotencia.

No tenía derecho a hacerme esto.

Si la persona que dice quererte te lastima a propósito, entonces no te quiere tanto. Soy una idiota por creer que esta vez funcionaría, pero no puedo evitarlo. Es tan difícil distinguir al chico bueno del malo cuando este último sabe disfrazarse como el primero. Lo peor es que sigo lanzándome al océano del romance una y otra vez, y siempre me quitan el salvavidas. Debería aprender a nadar por mi cuenta. Estoy segura que hay gente que vale la pena, pero siempre elijo a la que no. Hasta que no aprenda la lección, debería evitar las relaciones amorosas.

Solo en una ocasión de mis veinticinco años de vida encontré a una buena persona. Lástima que rompí con él porque la situación me sobrepasó. Me pregunto dónde está y si es feliz.

—Soy un pésimo novio. Siempre me sentí afortunado de que alguien como ella se fijara en un desastre como yo. Apesto y lo sé, pero si quería casarse conmigo a pesar de saber lo que era, creí que no importaba al final. —Se talla los ojos, agotado—. Pensé que había algo bueno en mí porque me había elegido.

Me seco las mejillas con el dorso de la mano. Debo parecer un mapache rabioso con este maquillaje corrido.

—¿Qué le costaba decir que no quería que siguiéramos juntos? Podría habérmelo dicho y al segundo salir por la puerta y correr hacia ella. Le llevaría dos segundos confesarlo.

Odio que sea real. Odio que duela más de lo que pensé.

—Podría haberme dicho que no cuando me arrodillé y le pedí que se casara conmigo, pero en su lugar, me dijo que sí y tuve que aguantarme a mi madre hablando de la boda por los últimos nueve meses —se queja—. ¿Sabes lo obsesionada que está esa loca mujer con verme en un esmoquin? Le partirá el corazón saber que no sucederá, al menos en una ceremonia nupcial.

Es dulce que se sienta mal por su madre.

Es espeluznante que de entender que la señora Silver lo verá con un traje solo si es en un velatorio.

—¿Cómo le pediste matrimonio?

Me mira como si estuviera tomando el pelo.

—¿De verdad crees que quiero hablar de eso?

—Si pienso en Wells tengo ideas asesinas, así que, por favor, cuéntame.

—¿Y qué si pensar en Brooke me pone triste? ¿De verdad quieres que sea miserable a costa de hacerte olvidar que tu novio existe por unos minutos?

Asiento con seriedad y me contempla sin expresión. Entonces, empieza a reír. Es una risa profunda e histérica, incrédula pero llena de gracia.

—Eres peor que mi novia la infiel, Pretzel.

—Eso es bueno, puedes desahogarte conmigo si crees que estoy un escalón de maldad más arriba. —Me encojo de hombros—. Ódiame si te ayuda.

Tal vez merezco que me odien, pero él niega con la cabeza.

—No sirve de esa forma, a ti te he odiado desde el segundo en que te vi.

Le sonrío. Me siento tan mal por él, sobre todo porque tenía más esperanza y confianza en Brooke de la que yo tenía en Wells. Me devuelve una sonrisa afligida y volvemos a sumergirnos en el silencio. Aunque no se lo digo, me siento agradecida de no estar sola. Es horrible el pensamiento, pero una parte de mí está feliz de no ser la única engañada aquí.

Se siente bien tener a alguien que te entienda.

—Se lo pedí en mi cumpleaños —dice con los ojos puestos en el cielo. Diría que está oscuro, pero en Nueva York siempre hay luz, lo que me reconforta un poco. En la completa oscuridad la gente es más propensa a llorar—. Estábamos en la cocina y ella me estaba preparando el desayuno. Le dije que quería abrir mi obsequio y me dijo que era ansioso y que debía esperar, a lo que contesté que lo abriría de todas formas. —Noto un músculo de su mandíbula saltar al recordarlo—. Me dio la espalda para seguir cocinando mientras decía que yo no sabía dónde había escondido el regalo. Le dije que sí, que lo tenía justo en mi bolsillo. Cuando se dio vuelta, yo ya estaba arrodillado.

El regalo de cumpleaños de Xian era que Brooke aceptara pasar el resto de su vida con él. No puedo evitar pensar lo que sería de mi corazón y mi cabeza si Wells me hubiera prometido lo mismo y ahora lo estuviera echando por el retrete.

No le pido permiso. Recuesto mi cabeza en su hombro y se tensa.

—No me saltes con eso del espacio personal —advierto—. Ambos sabemos que darnos un abrazo está fuera de discusión, pero en este momento tanto tú como yo necesitamos algo de cariño. —Poco a poco se relaja—. Siento mucho que ella te engañara. No creo que hayas sido un pésimo novio, y de serlo tampoco merecías esta mierda.

Su pecho se infla cuando toma una bocanada de aire. El movimiento es suave y cierro los ojos. Podría dormirme encima de este cretino no tan cretino.

—Siento que Wells te fuera infiel, ¿pero sabes qué? —inquiere, a lo que levanto el mentón para mirarlo. Baja el rostro y sonríe de lado en su mejor esfuerzo para ocultar lo mal que se siente—. Ahora somos de forma oficial las víctimas de infidelidad más atractivas de Nueva York.

Me río porque su vanidad va más allá de toda aflicción.

—¿Acabas de, indirectamente, llamarme atractiva, Pan?

No sé por qué, pero eso logra que se me llenen los ojos de lágrimas y que se rompa un poco mi voz.

—Sí, pero solo porque subirte la autoestima es mucho más fácil que repararte el corazón.

Me cae mejor de lo que me caía hace dos horas. Wells me cae peor de lo que me cayó jamás.

Que se joda Brells Quimmers.

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