Escapando del infierno (+21)

By girl_blue_666

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Adrien nunca había viajado a Estados Unidos, pero cuando tienes una ex psicópata, cualquiera lo hace ¿No? Pu... More

PERSONAJES
Praesagium
⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
CAPÍTULO 1 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 2 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 3 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 4 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 5 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 7 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 8 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 9 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 10 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 11 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 12 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 13 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 14 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 15 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 16 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 17 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 18 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 19 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 20 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 21 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 22 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 23 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 24 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 25 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 26 (CORREGIDO)
Capítulo 27 (CORREGIDO)
CAPÍTULO 28 (CORREGIDO)
Capítulo 29 (CORREGIDO)
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36; Parte 1
Capítulo 36; Parte 2
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 //FINAL//
Epilogo
Praesagium
⚠️ NOTICIA IMPORTANTE ⚠️
EXTRA
EXTRA 2
EXTRA 3
EXTRA 4
EXTRA 5
CONTINUACIÓN
EXTRA 6

CAPÍTULO 6 (CORREGIDO)

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By girl_blue_666


Hanna Morgan

— Yo veo a la verdadera Hanna, y me gusta, me encanta, me enamora.

— ¿Y qué Hanna es esa? — Doy vueltas en el probador, doy un pequeño salto para ver cómo mis pechos se mueven y luego me giro hacía la chica que me trae otra pieza de lencería.

La que sufre, la que actúa como una zorra para que nadie llegue a su corazón, la que miente y miente para ocultar sus buenas acciones, la que pasó mucha mierda y aunque diga qué ya supero todo eso, cuando se ve al espejo sigue sintiéndose insegura.

— Reed... — Suspiró dramáticamente apropósito y me miro en el espejo del probador. — Nadie nunca me había descrito tan bien... y-yo, no sé qué decir.

Te amo, Hanna. — Sonrío.

Ahí está.

— Soy un monstruo, ¿Cómo puedes amarme? — Apoyo el móvil con mi hombro contra mi oído y me quito el sujetador probándome el otro. — Nadie puede amarme... Y-Yo me siento tan sola en el penthouse, pero... siento...

No, otra cosa, es muy dramático.

»— Siento que...

Calma, ¿Si? Yo voy a estar siempre para ti. ¿Estás en el penthouse?

— Sí, pero quiero estar sola... Necesito procesar lo que acabas de decirme.

Iré a verte, ¿Si?

— Bien... Reed, gracias. — Vuelvo a suspirar y corto la llamada. Me miro al espejo y luego asomo mi cabeza fuera del probador. — ¿Puedes traerme el mismo modelo en rojo?

La mujer me asiente con una sonrisa y vuelvo a entrar mirándome en el espejo.

Lo que hago con Reed no es algo de lo que me sienta orgullosa, le voy a joder la vida, pero es necesario para qué yo viva la mía.

Me quito el sujetador luego de probarme las bragas sobre el pantalón y saco mi móvil.

Hanna: Reed quiere ir a verme, ya lo hizo.

Tomo mis bolsas de las compras anteriores, pero antes de salir escucho murmuros y apoyo mi oreja contra la puerta.

— Treinta y siete D, es obvio que la perra alemana está operada.

— Y no solo sus tetas, el culo también, yo no me trago el cuento de que sea natural.

— ¿Verdad? Y esa nariz, ahí, me asquea igual que la puta latina.

— Me da vergüenza ser latina cada vez que la veo.

Salgo antes de que sigan hablando y la más baja me extiende el conjunto que le pedí. Lo miro detenidamente, lo dejo sobre el mostrador y luego le extiendo mi tarjeta de crédito.

— Son divinos los qué elegiste, son lo último en moda, que envidia que puedas pagarlos. — Me sonríe la otra chica con un acento mexicano marcado. La miro de arriba a abajo y sonrió de lado.

Obvio que están hablando mierda de mí, ni en sus mejores sueños podrían imaginar tener un cuerpo como el mío.

— ¿Envidias mi dinero o mi cuerpo? Decídete. — La otra envuelve las cosas sonrojándose y luego me extiende la bolsa junto a mi tarjeta.

»— Y no mis nenas, no hay plástico en mi cuerpo. Y si lo hubiera lo luciría orgullosa de poder pagarlo. — Me pongo mis gafas de sol. — Hablare con Grey, espero que tengan otro trabajo por que para el final del día ya no trabajaran aquí.

Salgo de ahí escuchando sus excusas y suplicas, pero no podría importarme ni aunque fingiera. Mi móvil suena y dejo las bolsas sobre una banca, viendo el mensaje.

Thomas: Oh, debes verte afectada, depílate el coño con pinzas para que cuando llegue vea que tienes los ojos hinchados. Y ponte ropa fea, para qué su teoría de que finges ser segura se confirme.

¿Ya dije que amo a Thomas?

Hanna: ¿Crees que debería romper algunas cosas en el penthouse?

Thomas: No, ten golosinas a tu alrededor, ya sabes, comes dulces cuando estás triste.

Hanna: Lo voy a besar.

Thomas: SIII lo besas y haz que duerma contigo, y lo abrazas, y le dices que con él te siente segura.

Hanna: Ya, gracias, mañana te aviso que sucede.

Thomas: Deberías tirártelo antes de dormir, está muy bueno cómo para desperdiciarlo.

Hanna: No voy a tirármelo, bye.

Miro las demás tiendas a mi alrededor, vuelvo a tomar mis bolsas y camino a la dulcería.

La llamada de Reed la tenía prevista desde hace dos días, tenía planeado todo este momento mucho antes de que Reed siquiera pensara en llamarme, por eso no puedo joder el plan tirándomelo.

No puedo correr ese riesgo.

— Hanna Morgan, hace mucho no tengo el gusto de verte por aquí. — El hombre me sonríe cálidamente y el recuerdo de Ian pasa por mi mente.

— Mi dentista dijo que los dulces eran malos. — Le devuelvo la sonrisa. — ¿Me da una caja explosiva?

— Tu dentista se molestará si sabe que compraste la caja explosiva. — Ríe y avanza con movimientos lentos hacía la repisa.

— Sera nuestro secreto, Señor Harry. — Toma una de las cajas y luego la mete dentro de una bolsa de cartón con el logo de su tienda. — ¿Cuánto sale?

— No Hanna, es un regalo. — Me sonríe extendiéndome la bolsa. — Quizás así recuerdas lo mucho que te gustaban los chocolates rellenos de salsa de fresa y vuelves a ser una cliente frecuente.

Tomo mi billetera y dejo un billete de cincuenta sobre el mostrador con pesar.

— Insisto, guarde el cambio. — Tomo la bolsa sonriéndole y comienzo a caminar a la puerta. — Mis saludos a Samy.

— Samy murió de sobredosis.

Oh santo cielo.

Me giro ligeramente y veo el rostro del señor Harry contraerse ante el recuerdo de su hijo muerto. Trago saliva, me quedo unos segundos mirándolo sin saber qué hacer. ¿Qué se supone que debo hacer cuando yo metí a Samy en eso?

Reed no es el primero al que le jodo la vida.

Lo de ser un monstruo no era broma.

— ¿Cocaína? — Preguntó mirando de reojo la tienda asegurándome de que solo estamos los dos.

— Fentanilo. — Se quita los lentes y se pasa el dorso de su mano por sus ojos, quitando las lágrimas que comenzaron a salir. Vuelve a ponerlas y trata de mirar mis ojos a través de mis gafas de sol.

»— ¿Tu...?

— No señor Harry. — Alzo mis gafas mirándole a los ojos. — lo siento por lo de Samy...

— Fue hace un mes, y no te preocupes. — Me sonríe ligeramente. — Solo cuídate.

— Siempre. — Le devuelvo la sonrisa y salgo de ahí frunciendo el ceño.

¿Fentanilo? Nuestro fentanilo es seguro y demasiado caro para él, ¿Acaso hay alguien más vendiéndolo en la ciudad? Nah, lo más probable es que Samy se metiera mucho, nunca supo controlar las cantidades de mierda que se metía.

Cuando llego a la plaza de estacionamiento no me sorprende encontrar un grupo de críos sacándose fotos en mi Corvette Stingray Z51 negro. Saco las llaves quitando el seguro y se apartan buscando al dueño por todos lados.

— Te dije que era de Hanna Morgan.

— ¿Cómo iba a saberlo? La semana pasada tenía un Mclaren.

Antes de que pueda abrir el maletero, él más feo lo hace por mí y me regala una sonrisa.

— Qué educado. — Le sonrió de vuelta y él recibe las bolsas acomodándolas.

— ¿Qué te hizo cambiar el Mclaren por el Corvette?

— Me gusta variar. — Me alzo de hombros. — Siento que me veo más sexy saliendo de este que del otro.

— Tú te verías sexy saliendo hasta desde un vertedero. — Me sonríe antes de inclinarse y mirar el auto por dentro.

— ¿Quién quiere conducirlo? — Me siento sobre el capo y todos comienzan a gritar eufóricos.

— Yo quiero el Mclaren. — Habla uno de capucha que se había quedado callado desde qué llegue.

Su voz es ronca y me llama la atención de inmediato.

— ¿Qué te hace pensar que tengo todavía el Mclaren? — Alzo una ceja en su dirección.

— Eres una derrochadora, debes tenerlo guardado junto a todos los otros modelitos que has usado estos años.

— Hermano es Hanna Morgan...

— ¿Y? — Se saca la capucha mirando confundido a sus amigos. — No la he insultado. ¿Te insulte, Hanna? — Gira su rostro hacía mí y quedo embobada al ver sus ojos cafés realmente oscuros.

A Hanna le gusta lo que ve.

— No, claro que no, derrochadora es lo más suave qué me han dicho en el día. — Sonrío y le extiendo las llaves del coche. — Llévame a mi edificio, y si eres digno, quizás te regale el Maserati.

El chico sonríe ligeramente y se para frente a mi tomando las llaves rozando mi mano en el proceso.

»— ¿Qué edad tienes?

— Dieciocho.

— Legal, perfecto. — Sonrío de lado y avanzo a la puerta del copiloto donde el amigo feo me abre la puerta. El chico que debe medir un metro ochenta por lo menos, sonríe divertido y va al asiento del piloto.

— ¿Perfecto para qué? — Sube despidiéndose de sus amigos y luego me mira detenidamente.

— Tu sabes para qué. — El adolescente me mira fascinado y luego se acomoda en él asiento encendiendo el auto.

— Y yo que no quería venir al centro.

🚬🚬🚬🚬

Me apoyo con mis codos en el colchón de mi cama y respirando agitada todavía, miro al castaño a mi lado que mira fijamente mi techo. Se gira en la cama con las gotas de sudor corriendo por su frente y luego me mira a los ojos asombrado.

— Tu coño es tan...

— Lo sé. — Sonrió divertida.

— Hablo en serio, es él jodido cielo, nunca había estado en un coño tan...

— Lo mismo dicen todos. — Rio y me dejo caer otra vez en el colchón. Me giro hacía él y me lamo los labios sonriendo. — ¿Sientes que ninguna otra mujer va a ser así?

— Sé qué otra mujer no va a ser así. ¿Cómo es posible?

— ¿A qué te refieres? — Acaricio su mandíbula delineándola con mi índice lentamente.

— A que no es ningún secreto que te follas a todos los hombres que quieres, ¿Cómo es posible qué tu coño este tan apretado?

Todos después de que me los tiro me hacen la misma pregunta, saben que no son el primero ni que serán el ultimo, sin embargo, no pueden entender cómo es qué mi coño sigue tan cerrado cómo el de una virgen.

Podría responderles, pero realmente no me da la gana. ¿Para qué hacerlo? Ellos disfrutan, yo disfruto, todo bien, no hay necesidad de hacer preguntas tontas.

— ¿Que auto vas a querer?

— ¿Que? — Me mira confundido y luego recuerda con una sonrisa perezosa. — Ah sí, hiciste qué me olvidara. — Se inclina hacía mi e intenta besarme en la boca, pero estiro mi cuello y es todo lo que besa. No se queja y deja húmedos besos a lo largo de él.

— Nada de chupones, lo sabes, ¿Verdad?

— Todos saben las reglas de Hanna Morgan. — Ríe y baja sus besos a mis pechos.

— Dilas. — Sonrío cerrando los ojos y siento sus dedos pellizcar las cimas erguidas.

— Primera regla; Siempre condón puesto, no en mano.

No hice yo las reglas, en realidad eran mis condiciones antes de follar a alguien, pero con el tiempo comenzaron a circulas y se convirtieron en las reglas para follar a la zorra de Hanna Morgan, medio mundo las conoce hoy en día.

Hasta mis hermanos.

»— Segunda regla; Nada de besos en la boca, pero si en los labios.

No sé quién fue él o la ingeniosa que las creo, pero me gustan como se escuchan.

»— Tercera regla; Nada de marcas, a no ser que sean de nalgadas.

Nunca dije eso sí sé lo están preguntando, solo dije nada de chupones. Aunque no me desagrada la idea de las nalgadas.

»— Cuarta regla; Si dice que no, es no, y si dice que sí, es que sí.

¿No debería ser esa una condición para cualquier encuentro sexual?

»— Quinta regla; Nunca quedarse más de cinco minutos al terminar.

— Hace mucho qué...

— Hay una más. — Se alza hasta llegar a mi rostro y sonríe divertido.

— ¿Una nueva? — Asiente y yo rio. — Suéltala.

— Sexta regla; No comentar lo maravilloso que es su coño.

— ¿Cuándo se creó esa?

— No lo sé, un amigo de mi hermano dijo qué sé hizo para qué solo teniendo sexo contigo se conozca cuál es tu mayor atractivo.

— ¿Mi coño apretado es mi mayor atractivo? — Alzo una ceja y él niega.

— Para mí es tu voz, tu acento, tu risa... — Se levanta y me sonríe ligeramente. — Soy de los que creen qué se hizo una sexta regla porque el seis es el número de la bestia.

— ¿Qué tiene que ver eso? — Me siento en la cama mirándole curiosa.

Me encanta cuando me relacionan con el infierno y el cielo, le da un toque divertido al simple hecho de que me tiro hombres por gusto.

— Que fuiste creada en el infierno, tú no eres humana y tu coño me lo acaba de confirmar. — Ríe y comienza a vestirse bajo mi atenta mirada.

— Amen por eso. — Miro el desastre que es mi cama y luego vuelvo a mirarlo. — ¿Cuantos dirías tú que me consideran un demonio?

— Ahm... el setenta porciento de los que te conocen, el resto dice que eres un Ángel y que Dios te regalo a la humanidad para qué tuvieran el gusto de ver una de sus creaciones más bellas. — Toma su vaquero.

»— Tú no eres un Ángel, un Ángel no puede ser tan caliente, y tú eres caliente cómo el infierno.

— Vaya qué tienen tiempo para pensar en mi... — Murmuro divertida.

— ¿Qué te digo? Eres una Morgan, todos hablan de tu familia, aunque no lo admiten, y tú eres mi Morgan favorita si te soy sincero.

— ¿Soy tu favorita desde antes o después de que te cogiera? — Alzo una ceja.

— Desde que me ofreciste el Maserati, me lo darás ¿verdad?

Rio divertida y asiento. Tomo mi bata y luego voy por las llaves de mi estacionamiento personal. El castaño no se equivocó cuando dijo que yo debía tener todos mis autos guardados, mi estacionamiento es como ese estante que suelen tener las ancianas con platos de porcelana.

Subimos al ascensor cuando ya está vestido y me aferro a la barra cuando el ascensor comienza a bajar. Suelo usar las escaleras para subir y bajar, me importa muy poco que sean cincuenta malditos pisos, pero cuando vengo con alguien debo usar el ascensor o las ganas de coger se van.

— ¿Te dan miedo los ascensores?

— ¿Por qué?

— Si fueras un gato, ahora mismo tendrías el pelaje erizado de lo asustada que te ves. — Ríe.

— Solo estoy algo cansada, me diste un buen orgasmo. — Lo miro a los ojos mientras mis manos sujetan con más fuerza la barra.

Una vez llegamos al estacionamiento, el adolescente mira asombrado la fila de autos lujosos en la parte exclusiva del estacionamiento.

Exclusiva para Hanna Morgan, a veces mi apellido tiene ciertas ventajas.

Miento, siempre tiene ventajas, aunque no solo mi apellido, mi cara más que nada por este lado del país.

— ¿Todos son tuyos?

— Todos y cada uno. — Avanzo hasta el Maserati buscando la llave entre todas las qué tengo en el manojo.

— ¿Que voy a decir cuando llegue con él a mi casa? — Se inclina mirándolo asombrado.

— ¿La verdad? Impresionaste a Hanna Morgan y ella te regalo su Maserati.

— No me lo regalas por eso.

— ¿Y por qué te lo regalo? — Me giro hacía él cuando encuentro la llave y sonríe.

— Por qué te insulte de frente, nadie se atreve a hacerlo, todos te tienen miedo.

— ¿Y tú no? — Alzo una ceja y él sonríe divertido tomando las llaves, pero cierro mi mano sin dejar qué las tome.

— Si, también te tengo miedo, sé lo poderosa qué es tu familia, — Toca con su índice mi pecho sin dejar de mirar mis ojos. — Y sé lo poderosa que eres tú, pero también sé que es un asco que todos laman tu mierda para no tener problemas contigo.

— Por algo lamen mi mierda.

— Pero a ti no te gusta que lo hagan. Te conozco, — Sonríe ampliamente. — Te gusta que te admiren, pero no te gusta que te teman, aunque disfrutas de eso también.

— Niño, no conoces ni una mierda de mí. — Le extiendo las llaves. — Vete, que la regla de los cinco minutos es por qué comienzas a alucinar por lo buena qué estoy.

— Sé de tu problema en Las Vegas, y lo de tu ad...

Siento un escalofrió correr por mi cuerpo y me tenso en mi lugar para no vea qué me afectan sus conocimientos.

— Vuelve a hablar de mi vida de esa manera. — Tomo su mentón con fuerza haciendo que me mire fijamente a los ojos. — Hazlo, fáltame el respeto una vez más y sabrás por qué tu amigo te hizo callar.

Él traga saliva palideciendo de golpe y asiente lentamente.

— Lo siento.

Lo suelto y luego señalo el auto. Él sube rápidamente antes de que me arrepienta de dárselo y sale a toda velocidad del lugar. Vuelvo a subir el ascensor y me aferro a la barra mirando el suelo.

"— ¿Dónde vamos, mami?

— Cierra la boca.

— Son muchos pisos, ¿Vamos a la luna?

— ¡HANNA CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ!"

Entro al Penthouse mirándolo detenidamente recordándome que aquí estoy segura, y escucho mi móvil sonar desde la isla de la cocina. Voy por él y me obligo a calmarme al ver de qué se trata.

Reed: En media hora estoy en el Penthouse.

Lo que me faltaba, otro puto crio.

En menos de quince minutos ya estoy duchada con un chándal gris y una camiseta holgada que suelo usar para ir al gimnasio. Mi cabello sigue mojado asique no lo desenredo para qué luzca cómo si mi apariencia no me interesara por el momento, incluso me maquillo especialmente para que se note que tengo ojeras.

Tomo la caja explosiva y saco los dulces esparciéndolos por mi mesa de centro. Quito las envolturas de algunos para dar la ilusión de que estuve comiendo desde hace un rato y tiro los dulces por el inodoro para borrar la evidencia. Tomo una manta del armario del pasillo y la dejo sobre el sofá mientras enciendo la televisión buscando una película de romance.

Puaj.

Voy a la cocina y saco una soda junto a un tarro de helado de fresa. Vuelvo al sofá y me recuesto en el mirando mi escenario para mi escena de chica penosa.

Le había contado a Reed unos cuantos traumas para que sintiera pena por mí y así creyera firmemente en que finjo ser otra persona para proteger a la Hanna indefensa qué hay en mí.

¿Por qué todos piensan qué mi grandeza oculta un pasado oscuro?

Bueno es así, pero no como piensa la gente.

No soy indefensa, ni tampoco necesito de alguien que me diga que todo estará bien. Sin embargo, los hombres que me rodean se empeñan con jugar sus cartas de héroes.

Incluso Adrien trato de salvarme cuando Artemio me acorralo en Papa Johns.

Tomo un chocolate relleno con salsa de fresa y me lo como de un bocado recordando todas esas veces que el señor Harry me regalo el mismo dulce cuando iba a su casa.

Samy murió...

De sobredosis...

¿Qué hubiese sido de mi si...?

Nah.

El timbre resuena por el penthouse y comienza el espectáculo. Me levanto preocupándome de andar encorvada para demostrar inseguridad. Esa inseguridad que, según todos, cargo muy adentro de mí. Abro sin siquiera molestarme en ver la pantalla pues Thomas estaba con Tania viendo casas a dos horas de aquí, y él sabía que iba a estar con Reed.

— Ree...drien?

Me enderezo confundida al ver al hombre musculoso frente a mí y lo obligo a entrar.

— ¿Por qué estaría el adolescente raro del otro día afuera de tu apartamento? — Me mira frunciendo el ceño mientras cierro la puerta. Me mira de pies a cabeza bastante confundido por mi apariencia y luego mira mi rostro mucho más confundido. — ¿Estas en tus días?

— ¿Qué?

— Luces cansada y tienes unas ojeras enormes, ¿Quieres que te prepare un té de manzanilla? — Me mira preocupado y rio un poco.

Este hombre sí que tiene complejo de príncipe azul.

— Yo no tengo días rojos, todos mis días son blancos, ¿Recuerdas? Mi coño está tan hecho mierda que solo me llega una vez cada cinco meses, si es que llega.

— ¿Entonces? ¿Qué te tiene sin tu ola expansiva?

— ¿Ola expansiva? — Alzo una ceja.

La gente dice cosas muy raras alrededor y sobre mí.

— Tu glamour Hanna, ¿Dónde está tu personalidad chispeante que siempre viste bien?

— ¿No te gusta mi oufits? Lo llamo; "Vaga de mierda". — Hago un puchero tirando de mi camiseta fea viéndola.

— Tú no eres una vaga de mierda. — Mira mi apartamento entrecerrando los ojos, pero al mismo tiempo mira todo asombrado.

Mi casa asombra a cualquiera, es un penthouse de dos pisos. ¿Qué te digo? El no-le-pregunte-el nombre-de-dieciocho-años tenía razón, soy una derrochadora a veces.

»— ¿Películas románticas? — Señala la pantalla plana que abarca casi toda la pared. — Pensé qué lo tuyo eran las de suspenso.

— ¿Suspenso? Me gustan la de comedia. — Niego rápidamente y me cruzo de brazos. — Adrien ¿Qué haces aquí?

— Vine para que me expliques lo qué no me explicaste antes de ayer, nunca fuiste a ROM. — Se cruza de brazos al igual que yo y me mira fijamente. — Me gustaría saber por qué tengo ganado un lugar en el cementerio.

— No es un buen momento, un chico viene a follar ahora...

— Hanna, no luces como si fueras a follar, luces como si fueras a llorar todo el fin de semana. — Señala el sofá mirándome preocupado. — Incluso como si hubieras estado ahí toda la semana.

— Cierto, los ojos hinchados. — Corro a la cocina buscando cebollas, pero cómo yo nunca cocino, no hay ni una mierda. — ¿Puedes golpearme? — Me giro hacía Adrien, el cual me mira mucho más confundido que antes.

No tengo tiempo para explicarle, Reed va a llegar en cualquier momento.

— No voy a golpearte.

— Si me golpeas voy a sentirme mejor.

— No tiene lógica alguna.

— Pincha mis ojos entonces, necesito tenerlos hinchados como si hubiese llorado. — Me paro frente a él con los ojos muy abiertos para qué lo haga.

— ¿Esto tiene que ver con el anciano y la robot?

¿Llamo a Andrea robot?

Comienzo a reírme a carcajadas y el chico ahora sí que me mira como si me hubiese vuelto loca. Me siento sobre la isla y sujeto mi estómago con fuerza cuando este comienza a arder. Siento una lagrima correr por mi mejilla y la limpio riendo más que antes, por lo menos había derramado una lagrima.

— Eres tan gracioso cuando quieres. — Me tomo el cuello ya que arde junto a mi estómago y me sirvo un vaso de agua. ESO. Me giro hacía Adrien con el vaso en mi mano y se lo extiendo.

»— Mójame los ojos.

Adrien mira el vaso unos segundos y luego me mira a los ojos. Asiente y le sonrió mientras inclino la cabeza sobre el lavaplatos. El hombre musculoso abre mis parpados con sus dedos y un gran chorro de agua me da directo.

»— ¡HIJO DE PUTA! — Le aparto sintiendo mi ojo arder y lo cierro con fuerza para que el dolor pase.

— ¡Tú lo pediste!

— ¡Ya sé! — Sollozo recostándome de espaldas sobre el lavaplatos otra vez. — Ya, el otro ojo.

Adrien vuelve a hacerlo y un minuto después estoy frotándome los ojos sobre la isla sollozando del dolor.

Por lo menos va a funcionar.

— ¿Eres masoquista?

— Solo en la cama. — Me sorbo la nariz y abro los ojos mirándole. Él está entre mis piernas mirándome entre preocupado y divertido con la situación. — ¿Cómo me veo?

— Cómo si hubieses llorado toda una semana, y sigues viéndote hermosa.

Rio y vuelvo a sollozar cuando mis ojos arden.

— Gracias.

Adrien mantiene sus ojos azules sobre los míos unos segundos y luego se aparta un poco de mi aclarándose la garganta.

— ¿Por qué...?

El timbre vuelve a sonar y me bajo de la isla tomando su mano.

— Por eso, te quedaras en la habitación de invitados hasta que yo te diga, no puedes bajar ni mucho menos hacer ruido, ¿Entendido? — Le miró fijamente y él asiente mirándome detenidamente.

Cree que me volví loca.

Avanzo hacía las escaleras rápidamente con él pisándome los talones, sin embargo, Hércules no me la hace fácil por qué va mirando todo como si fuera un crío en una dulcería.

— ¿Tocas el piano? — Señala el piano negro junto al ventanal y asiento abriendo la puerta de invitados. — No te ves como alguien que sepa tocar el piano.

— Oh cariño yo sé tocar muchas cosas. — Sonrío con malicia y señalo el interior de la habitación. — Ahora desaparece, tiene un baño asique no te preocupes por eso.

El chico entra y cierro la puerta rápidamente. Voy corriendo hasta la puerta de entrada y vuelvo a encorvarme comprobando en la pantalla qué está vez si es Reed.

Sonrío ligeramente.

Que comience el show.


🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬🚬

Holaaa! ¿Qué tal el libro hasta el momento?

¿Les gusta?

¿Ya se enamoraron de algun personaje? PORQUE YO SI!!

Les deseo buena lectura por que estare subiendo el libro completo.

Pueden saber mas al respecto en mi Instagram @Girl_blue_666

Besos!! 

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