Suspiros Robados (Libro 1) [D...

By AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... More

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
15. Todo fue historia
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
19. Nombres que anotar
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
23. Las verdades de Nora
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
29. La familia es el pilar
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
36. El robo
37. La última noche
38. La muerte
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

39. Juntos

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By AnnRodd

Juntos


Nora me llevó a su casa. No sé realmente cómo llegamos; no me acuerdo de muchas cosas. Apenas si retengo en mi memoria que me tumbé en un sillón de la sala y su abuela hizo cosas extrañas sobre mí.

Debí tener miedo de que ellas me asesinaran, pues todo el asunto del ritual había terminado, pero me quedé dormida allí mismo. No llegué a hablar más sobre la muerte, sobre el demonio, sobre nada.

Cuando me desperté, era de día. Tenía una manta encima y ya no llovía. Una luz amarillenta me daba en la cara y Nora estaba cerca de mí, con algo de desayunar preparado y una advertencia sobre el estado mental de mis padres.

—Vienen hacia aquí —me dijo, dejándome una tostada, con treinta toneladas de queso crema y mermelada encima, en las manos.

No tuve mucho tiempo de procesar. Me quedé sentada en el sillón, como ida, todavía dormida y muy agotada, hasta que mis padres entraron en la casa de Nora y empezaron a preguntar qué demonios había pasado conmigo. Ellos no conocían ni a la muchacha ni a la abuela y aunque sabían que yo iba a estar ocupada con asuntos turbios, que les pidieran que fuera por mí allí después de toda una noche sin saber nada, debía tenerlos más que histéricos.

Por otro lado, yo seguía hecha un asco. Tenía el pelo duro, con bastantes restos de barro seco, la ropa andrajosa. Lo único limpio eran las dos vendas que al parecer las brujas me habían puesto: una en la pierna y otra en el pecho.

La abuela de Norita, con su autoridad de anciana y su bastón maquiavélico, le explicó a mis padres que estaba bien, herida, pero que necesitaría energía para sanar. La forma en la que habló los tranquilizó a ambos de un golpe. Ella también les contó lo que yo había hecho y que probablemente estuviese así, como un ente, un buen rato más.

Pero yo negué con la cabeza, me forcé a comer y traté de ponerme de pie. La pierna me escocía terriblemente y la anciana se apresuró a indicar que lo que había absorbido de mi asesino solo me estaba salvando de desangrarme. Si no me alimentaba pronto, eso se pondría feo y la herida de mi pecho se agravaría.

No pregunté porque no usaron su magia en mi, para curarme, a decir verdad. Una idea crepitosa circuló por mi mente al querer darle una respuesta, pero no me atreví y enterre la duda para concentrarme en mis padres.

Mamá me sujetó, me acarició la cara y me miró con pena.

—Nunca debí dejar que te metas en esto.

No le contesté. Mis padres me sacaron de allí y cuando estuve sentada en el auto, Nora corrió a mi encuentro. Me tendió mi celular, apagado e inútil después de toda la tormenta.

—El mío tampoco funciona más —me dijo, con un encogimiento de hombros—. Si encuentro un hechizo para hacer llover dinero, te aviso.

Me sonrió. Tomé el teléfono y me quedé viendo sus manos un par de segundos, mientras mis padres esperaban para marcharnos. Levanté la mirada hacia Nora, buscando los signos de su herida. Ella estaba ya bien, mucho mejor que yo y eso me aliviaba. Estaba feliz de haberla salvado, tal y como ella había salvado a las personas que quería.

Busqué sus ojos, pero no pude decirle nada. Ahora que las dos no estábamos en una situación crítica, decirle lo que en verdad pensaba de ella era un poco extraño e incómodo. Yo le había jurado mi odio demasiadas veces y muchísimas más había asegurado que no éramos ni seríamos amigas. Sentí las cosas jamás serían iguales entre nosotras y que ya no podría mantener ese juramento.

—¡Nos vemos mañana! —saludó, refiriéndose a la fiesta de graduación.

Cerró la puerta del auto y la naturalidad con lo que lo dijo me hizo sonreír una vez nos pusimos en marcha, camino a casa. Sí, nos veríamos mañana, porque siempre habría uno.

Mis padres no hablaron durante el corto trayecto y papá directamente me cargó fuera del auto. Cuando me dejó en la sala, estiró su mano hacia mí, ofreciéndomela, sin mediar palabra. Levanté la cabeza, perpleja, hasta que entendí lo que pretendía. Me estaba permitiendo tomar su energía vital.

Apreté los labios, no muy segura sobre eso, porque jamás había deseado tocar a mis padres de esa manera. Era una de mis cosas prohibidas, podía hacerles mucho daño.

—Serena. —Mamá se puso del otro lado y también me dio la mano. Los dos me miraron con ansiedad, con preocupación, pero con mucha entrega y amor. Harían cualquier cosa por mí, quizás incluso todo lo que yo tuve que hacer la noche anterior para salvar a Edén y a diez chicas más de un destino espantoso—. Está bien, hija.

Contuve las ganas de llorar y tomé sus manos al mismo tiempo. Mis temores resultaron infundados, porque a pesar de mis heridas, después de lo que había hecho con Nora, mi control era excelente. Me alimenté lo necesario para curar un poco más mis heridas y los solté cuando empezaron a bostezar de forma excesiva.

—Deberían acostarse.

Mamá sacudió la cabeza para espabilarse. Por supuesto que se sentía muy cansada.

—Nada de eso —me dijo—. Una ducha, cambio de vendas y tú te vas a la cama.

Sin embargo, esta vez fue necesario que los dos me ayudaran a llegar al baño, porque papá no podía por sí mismo. Me asistieron para quitarme la ropa y revisaron mis vendajes. Comprobamos que ambas heridas estaban mucho mejor y ya no eran una cuestión de peligro. Eso, lamentablemente, no quitaba que molestaran y ardieran bajo el agua caliente de la ducha.

Lo soporté en silencio y cuando salí del baño, más respuesta, con ropa limpia y seca, escuché que ninguno de los dos se sentía bien como para ir al trabajo y cocinar. Pidieron una pizza y almorcé en mi cama, sintiéndome desconectada totalmente del mundo. Ya no tenía celular, Luca no tenía celular, Nora tampoco.

Pero estábamos vivos, al menos.

Y tenía una laptop, al menos.

Me entretuve durante la tarde con eso, convenciéndome, con el paso de las horas, de que estaba bien; yo estaba bien. Empecé a expurgarlo de mi sistema hablando con Luca por Facebook, contándole a Edén que estaba a salvo y leyendo los parloteos intensos de Caroline sobre el vestido horrible de Cinthia. Incluso me reí. Ahí, en mi cuarto, abrigada con mis sábanas y el sonido de mi música preferida, la noche anterior iba quedando enterrada en un mar de cenizas. Empecé a crear un límite en mi memoria para ahogar todo el pasado en un cúmulo de imágenes grises.

Todo tenía que ver con el asesinato sí. No el mío, el suyo. Yo ya había matado antes, sin tener las intenciones, y no había sentido culpa alguna. No tenía culpa ahora, claro que no. Estaba muy segura de que lo que había hecho era lo mejor que podía hacer por la humanidad. Pero, sin dudas, empuñar un cuchillo y sentir cómo él se destrozaba bajo mis manos era algo que hubiese quebrado a cualquier persona normal. Era probable que sintiese el peso del arma en mis manos para siempre y, sin embargo, yo me las miré, reflexionando sobre todo aquello que matarlo había significado. Además de ser lo más espantoso y duro que alguna vez habría hecho, era mi venganza, mi alivio, mi salvación.

Entonces, no sentí ganas de llorar otra vez. Parecía que todo lo había expulsado la noche anterior en los brazos de Nora. Luego, había cerrado mi ciclo. Incluso fui realista y todo lo que él me había dicho, y en ese momento me había aterrado, sobre el demonio, sobre la venganza de ese ser contra mí, lo consideré un mero intento de impresionarme, dañarme y maltratarme aún más psicológicamente. Él sabía que iba a morir y solo quiso dejarme una secuela más antes de perecer. No iba a darle el gusto, no estaba dispuesta. Me obligué a no pensar ni en demonios ni en rituales y, sorpresivamente, también funcionó. Se creó una paz en mi pecho, por encima de las cenizas, que no podría haber destruido con nada.

Antes del anochecer, Luca estuvo en casa, de nuevo brillante y rebosante de energía, y me aclaró que estuvo comiendo por montones y haciendo ejercicio porque había leído en internet que eso producía diferentes hormonas en el cuerpo, como el sexo. Se había preparado especialmente para mí y ni papá ni mamá se quejaron de que se tendiera a mi lado en la cama, me abrazara y me diera muchos besos para mejorarme.

Durante un largo rato, todo fue perfecto...Hasta que Nora me envió un mensaje por Messenger en Facebook y me preguntó si podíamos vernos para hablar de todo, los cuatro juntos, en cuanto estuviera mejor.

Estuve tentada de rechazarla, pero con Luca a mi lado eso no estaba en los planes. Él quería saber todo en ese momento.

—Dile que venga —me dijo—. Hay muchas cosas que tú, Nora, Edén y yo tenemos que hablar.

Aunque todo quedara bajo cenizas y no lo lamentara ni me atosigara, eso era necesario. Incluso, había cosas que yo quería preguntarle a Nora, cosas que quería hablar bien con su abuela, pero al menos empezaríamos con eso.

Acepté que vinieran y Nora prometió pasar por Edén. Mientras nosotros esperábamos, en mi cuarto, mis padres no pararon de bostezar en la cocina. Cada tanto, nos espiaban, por lo que no me quedó otra que avisarles que las chicas vendrían y que hablaríamos largo y tendido.

—Que se queden a comer —dijo mamá, sin problema alguno.

Nora tardó alrededor de treinta minutos en llegar con Ed y las dos trajeron bolsas de compras que no tardaron en entregarle a mi mamá.

—Trajimos budines y galletas —explicó Ed—. Para merendar.

Mamá le sonrió.

—Gracias, Edén. Aunque mejor lo dejamos para el postre, ¿no? ¿Se quedarán a cenar, verdad?

Las chicas aceptaron la invitación y pasaron a mi cuarto. Edén no tardó en correr a Luca con fingida violencia y se echó sobre mí para abrazarme por una eternidad. Me reí, porque ella intentaba, a su vez, aplastarme y su peso parecía el de una lechuga.

—¿Estás bien? —me dijo ella, cuando al final se levantó.

—Muy bien —le respondí, mientras Nora cerraba lentamente la puerta de mi cuarto.

—Tenemos mucho que hablar —dijo, descolgándose la mochila. Traía varios libros, más pequeños que su ejemplar gigantesco de bruja y el cual supuse estaba secándose debajo de un ventilador potente—. Como ahora todos, menos Edén, estamos sin teléfono...

Se sentó en el piso y empezó a acomodar los ejemplares, abriendo por las hojas marcadas y señalando en voz alta cosas que no habíamos charlado anoche.

—Los ángeles de la muerte pueden ir y venir por el hilo de la vida, bla, bla, bla. Eso lo hablamos el otro día, pero en ningún momento se dijo aquí que eso incluía que tu pudieses transferir energía a otro cuerpo, no solo robarla.

Desde la cama, fruncí los labios. Ni siquiera nos había dado el tiempo para explicarles qué había sucedido, desde el principio, a Luc y a Edén, por lo que ellos nos miraron con la boca abierta, totalmente confundidos.

Me crucé de brazos, tomé aire y empecé a narrar con todos los detalles posibles cómo él le había disparado a Norita después del último hechizo. Así, pudieron entender a qué se refería ella con el traspaso de energía, el extraño método inventado que usé para salvarla. Luego, preferí callarme cuando añadí que después me concentré en él.

—Luego, Serena lo mató —dijo Nora, entendiendo mis ganas de cerrar la boca—. Ahora... me gustaría que me repitas qué dijo él antes de que muriera, sobre el demonio.

Luc y Ed giraron la cabeza hacia mí. Hice una mueca.

—Fue un delirio de su parte para asustarme. Bueno, al menos la última parte —corregí—. Según lo que entendí, él no estaba haciendo el ritual para obtener beneficios, si no para beneficiar al demonio. Sabía muy bien lo que iba a pasar cuando lo lograra y por eso me dijo que aunque él muriera, habría otros capaces de traer al demonio a este mundo, matando a más chicas. —Esperé un momento, mientras los chicos, excepto Nora, ponían sus mejores expresiones de horror, y me mojé la lengua—. Luego, viene la parte ridícula e infundada y que en serio creo que dijo sola porque quería vengarse un poco de mí: que el demonio, cuando esté en este mundo, vendría por mí porque le arruiné el jueguito.

Puse los ojos en blanco, para acentuar cuán poco ya me creía eso, pero ninguno pareció estar muy de acuerdo conmigo. Edén tragó saliva, Luca se puso pálido y Nora se golpeó la frente con las manos.

—Puede ser verdad... Serena —dijo Luca, pero yo negué.

—Estaba loco. Sabía que iba a matarlo y que yo entendía qué estaba pasando con el ritual debido a Nora, porque supo, al final, que ella era una bruja. Así que solamente quería dejarme intranquila, asustada y perseguida. No voy a darle esa ventaja ni aún muerto.

Nora miró sus libros y alzó las cejas. Se rascó una mejilla y suspiró.

—Bueno, todo puede ser. No es... descabellado que él pudiese comunicarse de alguna manera con el demonio. Por eso, no es para estar paranoicos, pero sí para tener cuidado. Si realmente hay más como él haciendo sacrificios de sangre virgen, tendremos que estar atentos.

—No podemos controlar al mundo entero —intervino Edén y yo estuve de acuerdo, pero con ambas.

Me di cuenta de que de verdad era algo para prestar atención. Habíamos evitado que las almas fueran entregadas pero se habían quitado diez vidas —aparte de la mía— por cuestiones satánicas y desquiciadas y si alguien pensaba seguir intentando traer al demonio, más vidas se perderían, más chicas inocentes. No podíamos dejar que eso pasara, al menos hasta donde tuviéramos alcance.

—Esto es algo que la comunidad de brujos debería saber. Enviarían a los clanes más especializados en estas cuestiones a investigar cualquier pista de un posible círculo de sangre —murmuró Nora—, pero si les aviso... tendría que contarles qué pasó exactamente aquí y aunque no les diga que tu existes, se enterarían de todos modos —añadió, mirándome—. Eres una Daevitaen, para mi gente tu no debes existir. Te matarán, Serena. No importa que nosotros creamos que eres un ángel de la muerte, ellos no lo creerán porque jamás se vio uno y no hay forma de comprobarlo.

Me quedé callada, mordiéndome la lengua y agradeciendo que Nora en verdad no quisiera hacerlo. Pero eso solo echaba nuevamente peso sobre mis hombros.

—Serena —Luca, que estaba sentado en el piso a mi lado, me agarró la mano—. No es tu responsabilidad. Ya no.

Asentí, pero seguí en silencio. Ninguno dijo nada, ni siquiera Edén. Nora se puso a pasar las hojas de sus libros, un poco incómoda y yo descrucé los brazos lentamente. Lo del demonio había sido un asunto. Pero quizás el tema que de verdad teníamos que charlar y que sí era importante, en esa circunstancia o en las circunstancias que se pudiesen generar al conocer otros brujos mi existencia, era el de la muerte.

Tomé aire y ahí sí sentí algo de miedo. Me puse un poco nerviosa por lo que iba a confesar. Tener un título así encima, "ángel de la muerte", me hacía sentir extraña, como si perdiera mi identidad. Me ponía más incómoda que la palabra "Daevitaen".

—Ví a la muerte anoche.

Los tres levantaron la cabeza de un golpe. Tardaron varios segundos en empezar a coordinar las palabras que surgía automáticamente a raíz de mi confesión. Sin embargo, la que pudo encontrar las oraciones justas primero, obviamente, fue Nora.

—¿Cuándo? ¡Yo no vi nada!

Exhalé con fuerza y me recliné en la cama.

—Cuando nos alejábamos. Y no, dudo que puedas verla porque puede que sí sea un ángel de la muerte. Si los ángeles pueden comunicarse con la muerte, si son sus "sirvientes" —dije, haciendo las comillas con los dedos—, entonces sí debo poder verla. Solo que hasta ahora no había tenido la oportunidad. Ella fue a buscar a este malnacido, pero aún así, estaba ahí, en el descampado, donde lo dejamos, mirándome a mí. Bueno, hacia nosotras.

Nora se enderezó.

—Fue el momento en el que te detuviste, por supuesto —musitó.

Asentí y miré el techo. No había nada más que agregar y aunque pensé que ella iba a empezar a parlotear sobre el tema, no lo hizo. Ni mi novio ni mi amiga tampoco hablaron. Nora ya había preguntado por ellos. Volví a cruzarme de brazos y me concentré en las líneas de la pintura del cielo raso. Cualquier cosa menos mirar sus caras. Sentía que no podría soportar lo que sus expresiones dictaban.

Suspiré y acepté el silencio como un respeto a mis propias cavilaciones, sobre todo a aquellas que me recordaban una y otra vez que evidentemente era más propensa a superar el haber matado a alguien que ser lo que era, aunque en verdad no hubiese ningún cambio en mí.

Yo era eso desde hacia mucho, mucho tiempo. Y, semanas atrás, me había prometido a mi misma que no sentiría más rechazo a mi verdadero ser, aunque con eso me refiriera a mi personalidad real, a la Serena que pertenecía a la noche y a lo salvaje y que no paraba de anhelar o mencionar a la "vieja yo", que había muerto aquel día. Tuve que señalarme, en ese mismo momento, en ese silencio absoluto, que no había una cosa sin la otra. Esa Serena, esa que era valiente y que daría todo por su familia y amigos, incluso al punto de matar, estaba estrictamente ligada a la muerte y a mi condición de Daevitaen. No podía aceptar una cosa sin aceptar la otra; era imposible. Y, por ende, estaba ligada a ser un ángel de la muerte.

Me erguí lentamente y saqué los pies de la cama. Los chicos se estiraron al verme reaccionar después de un largo rato. Miré cada uno de sus rostros y esta vez, aunque sentí el peso en mis hombros de nuevo, renovado y denso, no pensaba rechazarlo y estaba bien con eso.

—La muerte me devolvió a este mundo por una razón —dije, con lentitud—. Puede que haya terminado con este círculo de sangre, con el que me involucraba directamente, pero no quiere decir que no tenga responsabilidad. Puede también que haya cumplido mi prenda al asesinar a mi asesino... pero puede que la muerte en realidad se refiriera a otra cosa, a que mi misión en la tierra es más grande —seguí—. Soy todo esto, no puedo evitarlo. No va a existir una manera en la que pueda alejarme y simplemente seguir con mi vida cuando otros desquiciados sigan matando y comprometiendo almas al infierno. Es obvio que la muerte quiere evitarlo, quizás por eso me eligió, porque yo puedo entenderlo todo. Así que... lo haré, voy a cazarlos, a cada uno de ellos que lo intenté. Haré lo que tenga que hacer para evitarlo y... ninguno de ustedes está obligado a seguirme y a estar conmigo en esto —Miré a Edén, que estaba sentada a los pies de mi cama y le sonreí—. Tú estás libre, amiga. Estás a salvo y ya no tienes porqué meterte en esto. —Edén abrió la boca, pero antes de que pudiera decirme algo, yo me giré hacia Luc, con un nudo en el pecho que me tenía a punto de llorar de solo pensarlo—. Y tú... si no quieres saber nada de mí con esto, lo voy a entender.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, sin poder evitarlo. Luca se puso de pie de un salto y me agarró la cara antes de que pudiera seguir hablando. Había más que quería decirle, pero no me salieron las palabras. Deseaba ser egoísta, en realidad, y pedirle que soportara todo eso conmigo. Me había acostumbrado a su presencia, a su amistad, consejo y amor. Sobre todo, a su amor. No quería perderlo.

—¿Estás loca? —me espetó.

—Tu no... no estás obligado a seguir metido en esto.

Luca me miró con ferocidad.

—Tú eres mi novia, Serena —zanjó, sin ninguna duda. Me plantó en beso en los labios y se sentó a mi lado a abrazarme. No necesitó responder nada más y yo me callé la boca, derritiéndome por dentro, agradecida de que al final sí se quedara conmigo, porque sentía que no podría soportar que me dejara.

—Siempre va a tener mi apoyo —dijo Edén, pegándose a mi lado por el otro costado—. Aunque yo no pueda hacer mucho, siempre contarás conmigo.

Me agarró la mano y me la apretó. Fue otra descarga de alivio instantánea. Estaba dispuesta a aceptar la misión de la muerte, pero sin ellos no podría llevarla a cabo. Al final, contarle la verdad a Ed, me había acercado de vuelta a la amistad que entre nosotras se había truncado por todos mis problemas. La había recuperado y que me rechazara por mis decisiones, aunque tuviese razón y por supuesto yo la respetara y entendiera, también iba a doler.

Finalmente, Nora dejó sus libros y se puso de pie. La miré y me tragué las lágrimas de un golpe. Ella pareció algo incómoda por no haber sido nombrada, pero solo era que yo aún no había llegado hasta ella. Antes de que pudiera decirme algo, alcé la voz.

—¿Me ayudarías? —le pregunté—. Tampoco podría hacer esto sin ti.

Nora bajó la mirada durante un segundo, quizás pensando otra vez en todo lo que habíamos pasado juntas, en las partes buenas y en las muy malas. Se tomó un momento más antes de empezar a mover la cabeza hacia arriba y abajo, lentamente.

Estiré la mano libre, la que no me sujetaba Ed, hacia ella, en señal de compañerismo. Solo allí Nora me miró a los ojos y cruzó el cuarto para tomarla.

—Estamos juntas en esto —respondió, estrechándomela.

Le sonreí, no podía estar más de acuerdo con eso. Desde anoche, estábamos juntas en eso más que nunca. Y tal vez en realidad era desde antes y yo no había querido admitirlo, pero, al menos, desde anoche, definitivamente sí éramos y seríamos amigas.

Antes, las dos habíamos sido cazadoras y habíamos estado en las veredas opuestas. Yo cazando humanos despreciables; ella cazando Daevitaen, cazándome a mí. A partir de ahora, las cosas serían diferentes. Las dos seguiríamos cazando, pero esta vez, iríamos juntas. Esta vez, tendríamos un objetivo en común.

Fin.

Continuará...

en SUEÑOS ENTERRADOS

¡Gracias en serio por todo el apoyo! Al fin llegamos al final de esta historia y espero de todo corazón que haya cumplido sus expectativas.

Por mi parte, estoy muy conforme con el resultado, con la construcción de los personajes y sus relaciones y con los temas que trata esta historia, desde los femicidios, la violencia de género, el abuso sexual y la inseguridad que vivimos las mujeres al salir de nuestras casas, hasta los desordenes mentales, el bullying, la unidad familiar, el romance juvenil y la amistad. Quise balancear un poco todo lo que le tocaba a Serena, lo crudo, lo duro y sangriento de su vida nocturna, con su primer amor, su relación con sus amigas y la forma en la que las cosas terminan complicándose con sus padres por intentar sostener mentiras.  

▪︎Espero que, más allá de entretenerlos, también les haya abierto la cabeza, no solo por los asesinatos de las once chicas implicadas en esta historia (incluyendo a Serena), si no también por el caso de la hermana de Luca y lo importante que es cuidarnos entre todas y pedir apoyo cuando las primeras señales de violencia aparecen en su pareja. Sean fuertes, chicas, no estamos solas y luchamos por vivir nuestras vidas sanas y salvas. Por eso hice a Serena una luchadora, abrazando su lado de víctima para salir adelante y pelear por ella y por las demás. 

Ojalá que todos estos mensajes hayan llegado claros. Ojalá que si nunca habían leido Paranormal o fantasía, ahora se animen más a estos géneros. Ojalá que si no me conocían y esto es lo primero que leen de mi, se animen a leer mis otras obras. Ojalá que ya no piensen que Luca es malo xD Plis jajajaja

De verdad les agradezco el tremendo apoyo que le han dado estando en Historias Pagadas y fuera del programa.

☆Suspiros sí TIENE segunda parte > Se llama SUEÑOS ENTERRADOS Y PUEDEN ENCONTRARLA EN MI PERFIL <3

Me reservo la elección de la escena de este capítulo, sé perfectamente que dibujo representa la esencia de este final. Se animan a adivinar?

No olviden que las escenas que ustedes eligieron las voy subiendo a insta ademas de subirlas a los capis!

Antes de irme, les dejo este pequeño meme:

"Luca, cada vez que ustedes dicen que oculta algo"

Leo sus opiniones por última vez aquí, entonces ♡♡

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