Libertad

By luthorlunatic

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AU Lena Luthor emprende un viaje al nuevo mundo buscando una mejor oportunidad tras quedar viuda, pero durant... More

1. El horizonte
2. Un ataque pirata
3. Aprendiendo a nadar
4. Enemiga del ron
5. Quiero ser libre
6. Aprendiendo a ser pirata
7. Cicatrices pasadas
8. El mundo es nuestro
9. Al abordaje
11. La historia del Virrey
12. Mar de la Plata
13. Remendando errores
14. La temible Sevillana
15. Y vivieron felices

10. Enfrentandose al pasado

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By luthorlunatic

Lena miró en la dirección que apuntaba su joven capitana, su mirada se posó sobre un hombre altivo, de madura edad, cuyos rasgos faciales no dejaban lugar a duda su parentesco con la joven pirata. Eran idénticos, los mismos ojos azulados, el mismo color de cabello a pesar de que el hombre empezaba a tenerlo cano, sin duda Kara era la copia en mujer de su padre. 

Tragando saliva contuvo el aliento, sabía que el pasado de su joven amada había sido duro, que había tenido que superar demasiadas pruebas por culpa de no ser una hija reconocida. Sabía que el corazón de Kara solo albergaba odio y rencor hacia ese hombre y, si se dejaba llevar por su dolor, quizá se arrepintiera de sus actos toda su vida. 

Kara estaba inmóvil, como una estatua de hielo sobre la cubierta. De todos los barcos que surcaban los siete mares tenía que haber ido a parar justo a aquel que portaba a su padre a saber dónde. Maldecía su destino, maldecía su mala suerte y sobre todo maldecía el dolor agudo que nació en su pecho al posar la mirada sobre el hombre que había arruinado su vida. 

Las ganas de matarlo nacían en sus entrañas como un dulce veneno que te va quemando por dentro, presenciar su final quizá le diese la paz que necesitaba para lidiar con su pasado, mas no se veía con fuerzas para hacerlo, no sin antes entender por qué la había odiado tanto, a ella que no era más que una niña, necesitaba cerrar heridas y no se veía preparada para enfrentarse a ello. 

Kara Danvers, que había librado miles de batallas sin que le temblara el pulso, por primera vez en demasiados años estaba paralizada por el miedo. 

La suave mano de su pelinegra aferrando la suya propia, dándole consuelo sin decir una sola palabra, le hizo volver a la realidad. Toda la tripulación estaba esperando sus órdenes, debía ser fuerte, mantener el respeto de los suyos o todo por lo que había luchado los últimos años se lo tragaría la marea en un abrir y cerrar de ojos. 

Buscó la mirada de Lena, en los verdes ojos de su pelinegra pudo ver comprensión, comprendía todo cuánto había en su interior y no la juzgaba, pudo ver el amor profundo que esa mujer le profesaba, que iba a estar a su lado en esa dura prueba y en todas las que vinieran y finalmente pudo ver miedo, su amada tenía miedo y ella averiguaría más tarde por qué. En ese momento con nuevas fuerzas adquiridas ante la certeza de que su amada estaría con ella, ordenó a su tripulación que encerrasen al virrey en los calabazos de su navío, aquellos destinados para marineros insubordinados. Más tarde ya se enfrentaría a la realidad de que su propio padre era su prisionero, en ese momento necesitaba desaparecer, huir, necesitaba estar sola para calmar su torturado corazón que no le daba tregua. 

Lena comprendió que su amada necesitaba tiempo, le dejó su espacio y deambuló por el navío, sumida en sus propios pensamientos. Se sentía terriblemente culpable por lo que había sucedido, al fin y al cabo ella había avistado el galeón español, ella había insistido en abordarlo ante la emoción de compartir junto a su amada aquella nueva experiencia y todo había salido mal. Ahora Kara estaba sufriendo y ella no sabía qué hacer para calmar el dolor de su joven capitana. 

Sin saber cómo, sus pasos la guiaron hacia la celda donde mantenían preso al virrey, movida por sus propios fantasmas y con la leve esperanza de entender por qué ese hombre había hecho tanto daño a su rubia. 

Cuando llegó a la celda de ese hombre, en seguida pudo ver que realmente estaba ante alguien de alta cuna, no había perdido sus modales ni tan siquiera encerrado en una jaula, la miraba con una mezcla de miedo y sorpresa sin perder la compostura. 

Ante ese hombre, Lena agradeció la educación cortesana recibida. Se habría sentido intimidada por él de no haber crecido rodeada de ese mismo mundo. Cuando ese hombre le habló, Lena conectó con la cortesana que aun llevaba en su interior. 

-Disculpe mi osadía al mirarla fijamente señorita, mas no esperaba que entre bandidos de mar hubiese también mujeres. 

-No me ofende en absoluto caballero, ¿Tendría el placer de decirme su nombre? 

-Mi nombre es August Solís, Virrey de Mar de la Plata, ¿Quién sois vos? Vuestros modales no son los de un pirata. 

-Tenéis razón señor, mi nombre es Lena Luthor, de Sevilla. 

-Creí que la última de los Luthor había muerto, ese fue el rumor que llegó a mi tierra 

-No estoy muerta como podéis ver, simplemente nunca llegué a mi destino. 

-Entonces sois presa como yo 

-Antes lo era, ahora ya no lo soy, ahora soy libre. 

-¿Podéis llevarle un mensaje de mi parte al capitán de este navío, señora Luthor? 

-La capitana no querrá saber nada de vos, os odia. 

-No sé quién es, ni por qué me odia, mas necesito llegar urgentemente a mi destino, no tengo tiempo que perder. Decidle que si lo que quiere es oro, todo cuanto tengo será suyo si me deja libre. 

-Lo intentaré, mas no os prometo nada, ella os quiere muerto. 

-Entonces decidle de mi parte que me acompañe a mi destino y, una vez termine mi cometido, será libre de acabar con mi vida si lo desea. 

Lena simplemente asintió y se marchó, preguntándose que sería aquello que debía hacer el Virrey a lo que se aferraba con absoluta desesperación. Qué podía hacer que un hombre como el estuviera dispuesto a todo, incluso a entregar su propia vida para alcanzarlo.

Vagaba por el barco con miedo a ir a buscar a Kara, con miedo a enfrentarla y sobre todo miedo a decirle que había estado hablando con su padre. No sabía cómo se lo tomaría su joven capitana. 

Finalmente las ganas y la necesidad de saber cómo seguía su joven amada, la llevaron al camarote que compartían, sabiendo que la encontraría ahí. Respirando profundamente para darse valor a sí misma, entró para encararse con su capitana, para hacerle ver que no estaba sola y para ser su tabla de salvación. Kara estaba de espaldas a la puerta, ni se inmutó cuando Lena penetró en la estancia, su mirada perdida en el azul del mar, y los ojos inundados en lágrimas. Su capitana solo se permitía llorar delante de ella, nadie más podía verla débil o vulnerable. Deseando únicamente darle fuerza, Lena cruzo la distancia que las separaba y acogió a su rubia en un cálido abrazo. Kara se dejó amar por su pelinegra durante unos segundos, sintiendo la calidez de sus brazos, aspirando su aroma, un aroma que le traía calma en medio de la tormenta que era su interior en esos momentos. 

Sin mirarla a los ojos, con la mirada perdida en un punto inexacto del horizonte Kara esperó a que fuese su pelinegra quién rompiese el silencio. 

-¿Cómo estás, amor? ¿Qué piensas? 

-Pienso en atar los pies del hombre que tengo en el calabozo a un cañón y tirarlo por la borda. 

-No creo que realmente quieras hacer eso. 

-Es lo único que quiero hacer desde que lo vi en el galeón, matarlo por todo lo que me hizo. 

-Matarlo no aliviara tu dolor, Kara. Para lo único que servirá matarlo será para acrecentar tu dolor y sumarle la culpa. 

-¿Dónde estabas, Lena? Hace horas que no se de ti. 

-Estaba por ahí. 

-Por ahí, dónde. 

-Por ahí. 

-¿Qué no me estas contando? Creí que confiabas en mí Lena. 

-Confío en ti, pero no quiero que te enfades. 

-¿Dónde estabas, Sevillana? 

-Abajo, con tu padre 

Tras unos minutos de silencio que a Lena le parecieron eternos, finalmente Kara se deshizo de su abrazo y se sentó en el lecho. La pelinegra no sabía exactamente qué hacer, se sentía culpable por haberle hecho más daño a su rubia. La capitana alzó la mirada y con una sonrisa triste le extendió la mano para atraerla hacia ella, la sentó con suavidad sobre sus piernas y escondió su rostro en el cuello de su amada, aspirando su aroma y calmando un poco su dolor. 

Finalmente la capitana rompió ese silencio incómodo que había entre ellas, sabiendo que no podía culpar a Lena simplemente por ser curiosa, era una de la cualidades de la pelinegra que más le gustaban, su infinita curiosidad y la infinita bondad de su corazón. Dándole un suave beso en la comisura de los labios siguió la conversación justo donde la dejaron. 

-¿Qué has estado hablando con ese hombre? 

-No gran cosa, simplemente me dijo que tenía que hacer algo muy importante. 

-¿Qué tiene que hacer? 

-No me lo dijo, solo me dijo que estaba dispuesto a entregar toda su fortuna, incluso su vida para conseguirlo. 

-Tú crees que debo dejarlo libre, después de todo lo que me hizo. 

-No, yo creo que debes liberarte a ti misma de todo lo que te hizo. 

-¿Cómo hago algo así, amor? 

-La única manera de dejar atrás el dolor y las cargas del pasado es cerrando heridas. 

-Si no lo mato, no puedo cerrar mis heridas Lena. 

-Solo hay una manera de cerrarlas, duele mucho hacerlo pero sin dolor no hay cura Kara. 

-¿Qué debo hacer, qué hago amor, como cierro mis heridas? 

-Ve a verle, habla con él, consigue de tu padre una explicación a sus actos y, te guste o no lo que te diga, olvida el odio y el rencor, pues solo el perdón trae la paz a las almas atormentadas. 

Kara se aferró a su pelinegra con fuerza, luchando por evitar romper en llanto, las palabras de Lena le habían llegado al alma, sabía que el odio hacia su padre le había roto el corazón y le pesaba en el alma, el perdón podía ser una manera de liberarse de las cargas del pasado y poder mirar al futuro junto a Lena, siendo una mujer completa y no los trozos que va dejando la marea sobre la arena. Era un paso difícil para ella mas debía ser fuerte, miró a Lena a los ojos intentando expresar su agradecimiento eterno por esas palabras que habían removido su interior, la besó dulcemente y se levantó para enfrentarse cara a cara con sus demonios, con el dolor de su pasado y ponerle fin. Hablaría con su padre, le exigiría saber por qué la odió, por qué no fue un padre para ella y, una vez cerradas las dudas, una vez dadas las explicaciones, dejaría libre a ese hombre para que siguiera su destino, olvidando de una vez por todas esa etapa de su vida tan difícil de digerir. 

Lena, al ver que su capitana se dirigía a la puerta del camarote, temió que hiciera alguna tontería de la que pudiera arrepentirse. Dudando si ir con ella o no finalmente la detuvo agarrando su mano y le preguntó: 

-¿A dónde vas Kara? 

-A hacer lo que tengo que hacer 

-¿Voy contigo? 

-Debo hacer esto sola, tú espérame aquí, cuando vuelva seguramente no querré salir de la cama y tampoco que salgas tú 

La pelinegra le sonrió, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes, su Kara estaba triste mas no perdía su sentido del humor y eso le encantaba. 

-Os esperaré mi capitana, os esperaré ansiosa, pero dime ¿Dónde vas? No hagas una locura, por favor. 

Kara besó suavemente la frente de su compañera para tranquilizarla, al fin y al cabo ella solo velaba por su felicidad y nada más, cada día le debía más a esa joven sevillana que mantenía sus pies en la tierra y le abría los ojos hacia el camino correcto, sin darse apenas cuenta de que solo con su presencia, estaba cambiando su mundo entero para mejor. 

-Tranquila Sevillana, solo voy a hablar con mi padre.

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