Suspiros Robados (Libro 1) [D...

By AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... More

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
15. Todo fue historia
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
19. Nombres que anotar
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
23. Las verdades de Nora
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
29. La familia es el pilar
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
37. La última noche
38. La muerte
39. Juntos
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

36. El robo

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By AnnRodd

El robo


Llamar a la muerte iba en contra de todas mis pasadas teorías. Seguía creyendo que era imposible verla a menos que estuviese a punto de morir, pero la abuelita de Nora estaba convencida de que era algo que merecía ser probado y que no podríamos descartarlo.

Además, había otro punto en toda su loca conspiración con la muerte. Si yo era un ángel, mi asesino no podría deshacerse de mi con tanta facilidad, así me apuñalara una y mil veces más. Terminaría regresando a este mundo enterita.

—¿Aún le cortara la cabeza? —preguntó Edén, tapándose la boca. Me dieron ganas de darle un golpe. Sugerir que me cortaran por la mitad o cualquier otra parte del cuerpo sí que me daba grima.

—No creo que haya límite alguno para un ángel de la muerte —contestó la anciana—. Ella regresaría, al fin y al cabo.

Nora, que estaba parada detrás de ella, frunció el ceño, no muy convencida.

—Pero, Abuela, si ese fuera el caso, si mantuviesen la cabeza separada de su cuerpo, no podría reiniciarse. Solo volvería si la unieran.

Carraspeé, molesta, pero nadie me prestó atención, ni siquiera Luca. La bruja mayor y la menor se miraron y se pusieron a debatir cuáles serían los puntos correctos para validar esa situación y tuve que ponerme a agitar los brazos, asqueada. Hasta sentía que me dolía el cuello de escucharlos parlotear sobre eso.

—¿Por qué demonios estamos hablando de cortarme la cabeza? —chillé.

Nora clavó sus ojos ámbar en mí, bastante seria.

—Exactamente por eso, por los demonios. Siempre cabe la diminuta posibilidad de que el demonio pueda enterarse de que eres un ángel de la muerte y que eso podría dificultarle su llegada a este mundo.

La abuela también me miró.

—Si él logra establecer una conexión real con el asesino y le dice lo que tu eres, ten por seguro que la mejor forma de matarte será esa.

—Y si se lleva tu cabeza, no podrías volver y tu alma sería entregada, al fin y al cabo —añadió Norita—. No es solo un chiste, es serio.

—Todas estas son suposiciones, ¿no? —intervino Luca, poniéndome una mano en el hombro como para calmarme—. Solo sabremos si es real si logramos hablar con la muerte.

Mientras ellas asentían, Edén me frotó la espalda. Por suerte, se habían acordado de lo perturbante que era charlar del tema.

—Aunque todo esto desde un inicio sigue siendo una teoría. Serena ni siquiera podría ser un ángel de la muerte.

—Podríamos equivocarnos, sí. Pero la verdad, es que lo mejor para ella sería que no.

Me giré hacia la mesa, ya después de todo ese largo rato sintiéndome un bicho raro incomprendido, y estampé la cara contra los libros. Lo único que hice fue contener los deseos de zapatear y berrear como una niña chica. Para mí, eso —nada en realidad—, no era bueno para mí.

—¿Podrían recordarme a partir de qué día mi vida se volvió una mierda? —musité—. Ya ni siquiera estoy segura de que fue el día de mi muerte.

Hubo un momento de silencio y levanté la cara, con algo de polvo y pelos de gato, sin esperar una respuesta. Finalmente, después de un minuto entero sin mediar palabra, Nora corrió la silla frente a mí y se sentó.

—No, Serena, lo siento. Pero él te hubiese matado de todos modos porque ya te había elegido.

Luca se inclinó hacia mí y me limpió el polvo de la nariz.

—Ella tiene razón.

—Es lo más tierno y dulce que me han dicho en la vida —contesté, con sarcasmo—. Ya sé que si no hubiese sido ahí, hubiese sido en otro lado —murmuré—. No puedo escapar de esto. Solo que no puedo evitar preguntarme porqué.

—¿Y por qué te eligió la muerte, eh? —dijo la anciana, levantando la voz y logrando que la mirara—. ¿Por qué tú, de entre todas las víctimas? ¿Por qué alguien no alguien ajeno al ritual? Esas son las cosas que debes preguntarte ahora, porque es lo único que puede definir tu futuro. El tuyo y el de todos los demás, en realidad. Si eres un ángel de la muerte, entonces deberías preguntarte qué es lo que tienes que hacer.

Apreté los labios y desvié la mirada. Sí, nuevamente, yo ya sabía que preguntarme sobre el pasado no tenía caso, pero todos ellos podían hablarlo fácilmente porque no lo habían vivido. Me había costado muchísimo aceptar a la Serena que era, esa del tatuaje que vivía en dos mundos a la vez, y dejar de ocultarla como para, así de la nada, dejar de preguntarme porqué me había pasado todo eso. Era un pensamiento que permanecía en el fondo de mi inconsciencia y estaba segura de que estaría allí por siempre.

—Supongamos que no puedo contactar a la muerte... —dije, entonces—. ¿Qué hacemos? Aún así tenemos que pararlo.

Nora también apretó los labios y empezó a correr libros de la mesa.

—Bueno, en estos instantes, él debe estar como loco, tratando de rehuir del hechizo en el descampado de Hochtown. Creo que deberíamos seguir el plan inicial, cercarlo y matarlo.

Arrugué la frente, por un momento creyendo que matarlo no solucionaría nada. Pero, después, me acordé que eso era lo que deseaba hacer desde hacia mucho tiempo y la sensación de confusión desapareció.

—Hay que ir por él, entonces —dijo Luc, agarrándome ambos hombros y frotándomelos con cariño, mientras Edén corría la cuarta silla de la mesa para sentarse también.

—Se acerca el solsticio —dijo la abuela, agarrando el libro de la muerte—. Les recomiendo hacerlo lo más pronto posible.

—Dejaremos a Edén aquí, segura. Hay que contemplar la opción de que el demonio le de ayuda. Serena y yo espiaremos el sitio para ver cuando se acerca a él. Luego, lo cercaremos y ella lo asesinará. Se terminará la entrega de las almas y las mismas quedarán liberadas —propuso Nora, sacando un papel viejo de debajo de otra pila de libro y agarrando un lápiz casi sin punta para empezar a anotar sus ideas.

—¿Estás segura? —inquirí. Necesitábamos la certeza de que una vez que él muriera, ninguna otra persona pudiese completar el ritual y entregar nuestras almas.

Nora levantó la vista del papel y otra vez, como tantas otras antes, me pareció que no me mentía, que estaba convencida de ello. Quizás lo había encontrado en algún otro libro de magia.

—Sí. El ritual también requiere un trato de sangre del asesino con el demonio. Él selló el compromiso antes de empezar a matarlas.

—Por lo general —intervino la abuela—, los pactos con los demonios tienen plazos, por eso hablamos del solsticio. Dependiendo la importancia de cada uno de ellos se otorgan meses o años. Debido a la rapidez con la que ha asesinado durante el 2018, podemos suponer que efectivamente se le acabará el tiempo el 21 de diciembre.

Me giré hacia ella. Luca y yo habíamos tenido nuestras dudas al respecto y ahora que por fin teníamos respuestas, todavía quedaba algo por preguntar.

—¿Qué pasa si pasa el 21 de diciembre y no entrega nuestras almas?

La anciana ladeó la cabeza y miró hacia otro lado, pensativa.

—Es relativo —contestó—, pero sin duda sería un futuro bastante mejor para cualquiera de las doce, si es que no pueden matarlo. Dependería del ritual, pero lo más probable es que el asesino tenga que rendirle cuentas al demonio porque se ha vencido el plazo. Podría ser que sus almas ya no sirvan para el infierno, pero podría también impedirles alcanzar la luz.

Miráramos por donde lo miráramos, siempre estábamos encerrados y llenos de incertidumbres. Pensé que no tenían nada más nuevo que decirme y necesitaba respirar aire fresco y no ese pesado olor a incienso, por lo que me levanté y me volví a limpiar la cara, por las dudas.

—La graduación es este sábado. Atrapémoslo antes de eso —le dije a Nora.

—Podemos ir ahora mismo a dar un vistazo —propuso Luca, sin soltarme—. Nosotros tres mientras Edén se queda segura aquí.

Edén arrugó la nariz ante la propuesta, pero no dijo nada. La abuela de Norita tampoco se quejó y en cambio sujetó al gato, que seguía arriba de la mesa y lo bajó.

—Claro, podría ayudarme a limpiar un poco aquí.

Nora bufó, pero al igual que Edén, cerró la boca. Recogió su mochila y nos guio a la salida, mientras la cabeza me daba vueltas y me arrastraba hacia la puerta desesperada por un poco de paz. 


Dos días después, seguía sentada en el techo de las fábricas que rodeaban al descampado. Nora y Luca estaban dando vueltas por los alrededores, pero hasta ahora el hechizo no estaba funcionando como queríamos.

Según la bruja, sí lo hacía, pero mi asesino era especialmente fuerte y si el demonio lo alimentaba en nuestra contra, podía resistirse bastante. Eso no quitaba que estuviese cerca; seguramente lo estaba.

Suspiré y abrí el WhatsApp para preguntarle a Edén cómo se encontraba con la anciana bruja. Después de dos tardes seguidas encerrada en esa casa, mi amiga estaba podrida de ayudar a la vieja a limpiar. Ambas nos preguntamos porqué no se lo exigía a su nieta, pero en aquellas circunstancias, no había mucho que pudiésemos hacer. La abuela podía protegerla y nosotros teníamos que encargarnos del hijo de perra.

Cuando Ed me contestó que estaba cepillando al gato, aparté el teléfono. Me puse de pie y caminé por el techo de la fábrica hasta asomarme por el otro lado de la cuadra. Durante los días de semana, allí había mucha actividad y bajo mis pies había montones de obreros haciendo su trabajo. Los camiones entraban y salían por otros galpones, en otros edificios, y algunos se quejaban del calor. Sí, diciembre había llegado con unos pesados grados de más.

Peiné el horizonte con la mirada y detuve mis ojos en unas nubes negras que se acercaban. Parecía que estallaría una tormenta de las grandes pronto, una de verano que traen rayos y granizo, y por más que quería atrapar a mi asesino, no pensaba exponer a Luca a eso.

Tomé el teléfono otra vez y le envié un mensaje a él y a Nora, para que abortáramos misión por el día de hoy. Mejor estar seguros en casa y quería regresar a tiempo para recoger a Edén.

Esperé, pero él no me contestó. Incluso, me clavó el visto. Fruncí el ceño y le mandé otro mensaje, pero nada. En cambio, apenas un minuto después, Nora sí me respondió.


Me quedé helada por un momento, hasta que ví que ella estaba grabando un audio.

—"¿Puedes venir por nosotros? Estamos en la esquina de Villegas y General Pilosso."

—¿Qué pasó? —dije, contestando el audio—. ¿Cómo que se lo robaron?

La respuesta no tardó en llegar y esta vez fue Luca quien habló.

"Me distraje un segundo cuando vi que Nora se acercaba por Villegas y un tipo pasó corriendo y me arrebató el teléfono. Quise correrlo, pero Nora no me dejó" —Por detrás, escuché que Nora le recordaba que estábamos persiguiendo a un asesino y que podía ser una trampa—. "¿Trampa de qué?" —le preguntó él, a ella, de mal modo—. "¡Era un ladrón y nada más!"

Negué con la cabeza cuando el audio se cortó y salté del techo de la fábrica al suelo. Era mejor que fuera por ellos de una vez por todas y termináramos con la persecución por el día de hoy. En que no debíamos perseguir al ladrón Nora tenía razón; ya teníamos demasiado con un criminal.

—Tranquilo, amor —le dije, grabando el mensaje por WhatsApp—. Conseguiremos otro teléfono.

Faltaba poco para mi cumpleaños y seguramente toda mi familia me regalaría dinero, porque eran demasiado vagos como para pensar en algún obsequio. No tenía problema con dárselo a Luca para comprar un teléfono nuevo; después de todo, él lo había perdido haciendo trabajo sin sueldo para mí, para atrapar a mi asesino.

Caminé apresurada hasta la intersección de las calles en las que había dicho Nora que habían sido asaltados, más que nada porque quería calmarlo y asegurarme de que no iba a salir corriendo a buscar al tipejo por ahí.

Estaba apenas a unos cincuenta metros por Villegas cuando escuché un disparo. Fruncí el ceño, mientras trataba de discernir de dónde había venido. Después, escuché gritos más adelante y el corazón se sacudió dentro de mi pecho. Tuve un mal presentimiento, como si las cosas todavía pudiesen cagarse más de lo que ya estaban.

Corrí hacia General Pilosso, sin importar que alguien pudiese notar lo anormal que era, y llegué a la esquina en un santiamén. Había poca gente ahí, pero lo que estaban gritaban y buscaban sus teléfonos. Yo me acerqué con el corazón en la boca, corriendo sin esfuerzo a un obrero enorme que me bloqueaba el paso y casi me muero allí mismo: el que estaba en el suelo, lleno de sangre, era Luca. Nora lo sostenía y le espetaba a todo el mundo que se alejara. Me quedé en shock por unos segundos hasta que ella me vio y empezó a gritarme también.

—¡SERENA!

Reaccioné cuando Luca soltó un sonido extraño. Me arrojé sobre ellos y traté de buscar la herida con las manos, pero no sabía dónde tocar y Nora tampoco me lo permitía.

—¡Es una herida superficial! —le gritó a todo el mundo—. Muévanse, lo llevaremos al hospital.

—¿Superficial? —chillé, aterrada. Luca estaba pálido y no podía hablar. Logré apartarle las manos a Nora y le levanté la camiseta. Un disparo en el abdomen, certero y mortal. Teníamos que sacarlo de allí y rezar que la bala hubiese salido por el otro lado para hacer algo.

—¡No hay tiempo! —me siseó, ella, quitándome las manos otra vez—. Aléjalos de mí, haré magia.

Asentí, mientras me repetía a mi misma que debía dejar de entrar en shock cuando herían a mis seres queridos, y empecé a empujar a gente lejos de Luca. Al obrero enorme lo corrí otra vez, aún ante sus protestas.

—Es una herida superficial, vamos a realizarle un torniquete, tenemos cursos de enfermería y primeros auxilios en el colegio, sabemos qué hacer, a un lado —repliqué, con voz monótona. Aunque la gente me reclamó que esa cantidad de sangre era imposible para una herida superficial, nadie podía resistir mi fuerza. Empujé a un hombre varios metros y me giré a tiempo para ver cómo los dedos mágicos de Nora trabajan sobre el abdomen de Luca, que tenía sus ojos aguados fijos en mí.

Le dirigí una expresión dolida, pero me mantuve alejando gente hasta que escuché que alguien decía que ya había llamado a una ambulancia. Me volví hacia Luc y hacia Nora y solamente pude comprobar lo rápido que ella trabajaba, parecía el doble de velocidad de la que había usado con Edén.

—No llego... —murmuró—. Me falta tiempo.

—Tenemos unos diez minutos hasta que llegué una ambulancia —dije, agarrando la mano de mi novio y tocándole la cara cubierta en sudor. Él empezó a moverse más e intentó sentarse en el suelo. Lo retuve—. Puedes hacerlo —la animé.

Nora asintió y se concentró. Se veían los hilos azules de su magia y me pregunté qué estaba pensando el resto de la gente de ella, pero todos se mantuvieron un par de metros alejados después de que los apartara y cuando mi socia —porque no podía llamarla amiga— terminó, Luc estaba desesperado por salir de allí.

—Estoy bien —nos dijo, sin aire y todavía pálido, pero vivo y sin más agujeros de balas. Le pasé las manos por la panza y me cercioré con el tacto de que así fuera. Mientras Nora se giraba y le levantaba la remera por el lado de atrás, para verle la espada.

—El agujero de la espalda está ok —nos dijo—. Salgamos de aquí.

Lo ayudamos a ponerse de pie y, ante el asombro de todo el mundo y las palabras de confusión que soltaban, empezamos a caminar lejos de allí. El desconcierto sirvió para que no nos persiguieran tanto, pero tuvimos que caminar dos cuadras más y llegar a un sector más desierto para poder tomar a ambos por la cintura y saltar al techo de una casa que había quedado atrapada entre tantas fábricas.

Apenas estuvimos fuera de la vista de todos, las dos nos pusimos a revisar más a Luca. Nora volvió a hacer sus hechizos para sanarlo ante la perdida de sangre y el alivio se apoderó de mí. Caí de rodillas a su lado y me aferré a su cuello, llorando.

—Dios —murmuré—. ¡Estoy tan feliz de que estés bien!

Luca llevó las manos a mi cintura y también me abrazó, más compuesto.

—Estoy bien —murmuró, en mi oído, pero no lo pude soltar. El asunto había sido tan fuerte para mi en esos segundos que amenazaba con crearme un trauma. Así como necesitaba dejar de entrar en shock y quedarme dura en mi sitio, de verdad necesitaba dejar de ver a mis seres queridos a punto de morir.

—Te amo —le dije, apretando su cuello con más intensidad, hasta que se quejó y me forcé a calmarme. Acababan de dispararle y aunque Nora lo había salvado, todavía había que ser cuidadosos.

Me separé de él y le dirigí una mirada de disculpa, pero él no estaba en absoluto preocupado por eso. Se revisó también su cuerpo y suspiró, más relajado cuando se convenció de que todo estaba bien. Entonces, con una expresión apenada y culpable, se dirigió hacia Nora, que había mantenido la cabeza gacha.

—Nora —dijo, agarrándome la mano al mismo tiempo. Lo miré sorprendida. Cuando se mojó los labios, señal de que no estaba muy seguro de lo que iba a hacer, me quedé con la boca abierta—. Lo siento muchísimo. Te estaba tratando mal, como siempre, antes de que me salvaras la vida.

Ni Nora ni yo hicimos un solo sonido. Las dos estábamos conteniendo el aire. Después de todo el odio que Luca le había propiciado, incluso superior al que yo le guardaba por lo que me había hecho, escucharlo disculparse estaba siendo demasiado para ambas.

Apreté los labios y le estreché la mano con más fuerza, enviándole una señal silenciosa. Eso estaba bien; al final, Nora nos estaba ayudando.

—Tengo que contarles algo —dijo ella, entonces, en vez de responder a su disculpa.

Fruncí el ceño, confundida, pero continué en silencio. Nora se acomodó en el suelo y flexionó las rodillas. Se las abrazó y escondió la cara por un momento. Fue en aquel instante que Luca y yo cruzamos un vistazo y él se acercó más a mí; por alguna razón, el tono quebradizo en la voz de la muchacha nos dio algo de incomodidad.

Cuando levantó la cabeza, rehuyó nuestras miradas. Parecía demasiado avergonzada y triste como para enfrentarnos de verdad, por lo que esperamos sin saber siquiera qué escucharíamos.

—Hace seis años, mi mamá se convirtió en una Daevitaen —soltó, de pronto. Se me escapó el aire de los pulmones y Luca se giró hacia mí, espantado—. Sé lo que van a pensar; que es algo que me invento para que sientan empatía por mí —musitó—. Pero mi mamá era una bruja y murió en un... bueno... fue un accidente. Después, volvió y... aunque mi abuela me preguntó si había pasado algo malo con nosotras, yo no le dije nada porque quería quedarme con mamá. Fue lo peor que pude haber hecho.

Los dos nos quedamos sin palabras, sin nada que poder decir que fuera aplicable a su relato. Sí, podríamos considerar que se trataba de una treta, pero la expresión de Nora era de total desolación. Estaba destruida por dentro y me pareció, por primera vez, que veía el interior de su personalidad, de quién era ella en realidad detrás de todas sus actitudes de mierda que había presenciado. Su mirada era el reflejo más visible de todo su dolor y aunque sea, por un segundo, la entendí.

—¿Cómo... pasó? —susurré.

Nora apretó los labios y escondió la cara otra vez.

—Fue mi culpa —lloró—. Yo hice que muriera y cuando volvió... no le dije a nadie. Le mentí a mi abuela y puse en riesgo la vida de muchísima gente.

Otra vez, sentí que no había mucho qué decir.

—Oye... —titubeé—. No fue tu culpa...

Ella levantó la cabeza de un golpe. Me miró con los ojos llenos de lágrimas y una expresión de odio absoluto. Pero no era a mí, era hacia ella misma.

—Sí. Fue mi culpa. Yo hice algo que no debía y ella me protegió. Vinieron a matarla.

Mi cara de "WTF" debió haber sido tan alucinante como la de Luca. Cerré la boca y no dije más nada mientras él se pegaba todavía más a mí. Apenas había escapado de la muerte como para de pronto andar recibiendo más alteraciones.

Nora chistó y negó con la cabeza, quizás por las sensaciones que se notaban en nuestros rostros, pero eso sí que no podía saberlo.

—Eso no importa ahora —dejó escapar un murmullo—. Ella murió y volvió, no se lo dije a nadie —repitió—. Y mamá se descontroló y empezó a matar gente. Fue allí cuando mi abuela, una cazadora de Daevitaen de toda la vida, intervino para evitar que mi propia madre me aniquilara a mi cuando se olvidó de quién era. ¿Saben lo que es peor que una Daevitaen? Una Daevitaen que puede hacer magia. Eso es mucho peor. Pero cuando la abuela llegó, ya mi clan se había enterado y vinieron por ella. Mamá mató a 53 personas antes de todo eso, por mi culpa. E incluso.... Incluso —la voz se le quebró otra vez—, llegué a pedirle que huyera, porque la quería por encima de todo y no quería perderla. Pero mamá ya no era mamá y la abuela la mató antes de que el clan llegara —Esta vez, su tono fue casi inaudible. Las lágrimas le caían incontrolables por las mejillas y temblaba. Sentí ganas de llorar con ella, imaginando todas las escenas con la cara de mi mamá en el papel del monstruo, uno al que amas, pero no puede seguir existiendo—. Entonces, odié a la abuela y odié a mi clan, pero gracias a que ella la mató antes, sin mostrar remordimiento alguno, yo no tuve consecuencias por haberlo ocultado. Pasó mucho tiempo hasta que entendí porqué la abuela había decidido hacerlo ella y qué papel había tenido eso en mi protección, pero la odié muchísimo. Me odié a mi misma y me sigo odiando porque dejé que murieran personas inocentes por el amor que yo le tenía a alguien que ya no existía.

Entonces, se calló la boca. Entendí porqué nos lo contaba y qué significado tan personal tenía para ella cazar a los Daevitaen. La culpa que sentía solo se apaleaba evitando que otros siguieran destruyendo la vida de inocentes. No pude juzgarla, no existía forma posible en la que no pudiera juzgar su determinación por eliminarme después de lo que había vivido.

Nora siguió llorando y capté un atisbo de la mirada de Luca. Él también lo entendía, claro que sí. La observaba con pena y remordimiento. Y en realidad, era muy difícil no compadecerse de una chica que seguía llorando y había contado su tragedia familiar hecha un bollo, temblando y perdiendo toda su personalidad característica. Esa Nora no era la muchacha decidida, firme y altanera de siempre, era solo un pedazo roto de ella, que intentaba sobrevivir. Como yo.

—Lo... lo siento mucho, Nora —musité, llevándome una cara a la mejilla cuando noté que también se me caían lágrimas—. Debió ser muy difícil para ti... afrontar todo eso y seguir adelante. Seguir cazando Daevitaen.

Ella permaneció callada y por las dudas, también guardé silencio. Me daban ganas de abrazarme a Luc y quedarme allí para ahogar los sentimientos de angustia que su relato —sumado al intento de asesinato de mi novio— había provocado. Pero yo no era la victima en ese momento y para Nora debía ser muy difícil contarnos su verdad y la razón por la cuál había tratado de matarme con tanto ahínco. No podía simplemente aferrarme a él e ignorarla.

Luca, en cambio, se arrastró un poco hacia ella.

—¿Sabes...? Mi hermana fue asesinada por un demente machista y violento —dijo, aclarándose la voz. Llegó a ponerle una mano en la rodilla—. Era su novio. La mató a golpes. Durante mucho tiempo, también pensé que todo era mi culpa. Pero, Nora, en ese momento, ambos, los dos, nosotros dos, éramos niños. Yo vi miles de veces como él maltrataba a mi hermana y aunque me sentí mal, me callé la boca porque ella decía que no pasaba nada, que no hablara con mis padres. Yo le hice caso, porque ella era la mayor y sabía qué hacer. Y... él la mató. Todavía siento culpa, pero sé que no es mí culpa.

Nora le devolvió lentamente la mirada y me dieron ganas de abrazar a Luc, pero esta vez por el orgullo que me daban sus palabras. Tenía razón y era mucho mejor que cualquier cosa que yo pudiera decir. Al fin y el cabo, él también me había reiterado mil y una vez que lo que había pasado con Penélope tampoco era mi culpa. Los sentimientos siguen ahí, carcomiéndote, pero hay que aprender a entender que no todo cae en nuestros hombros, incluyendo los errores.

—No lo entiendes... —dijo ella—. Esto sí fue mi culpa.

—Luca tiene razón —la interrumpí—. Nora, eras una niña. No puedes culparte de los errores, travesuras o equivocaciones que hayas tenido hace seis años cuando no eras consciente de nada de ello.

La vi apretar los labios.

—Vinieron a matar a mamá por mí causa —contestó, terca como una mula, pero no aclaró nada más sobre eso y me pregunté qué demonios había pasado allí para que considerara que tenía la culpa del asesinato de su madre. Pero Nora no iba a decirlo, eso quedaba claro.

—En todo caso —Luca le palmeó la rodilla—, es culpa de sus asesinos. ¿No lo crees? ¿De quién es la culpa de que mi hermana esté muerta? ¿De quién es la culpa de que Serena y otras diez chicas hayan sido asesinadas? No hay que restarles participación a los victimarios, Nora. Ellos son los que decidieron hacer cosas malas, ellos tienen la culpa. Ni tú, ni yo, ni Serena tenemos la culpa de que alguien nos haya quitado a las personas que queremos ni quienes fuimos.

Se quedó callada. No contestó a eso y él regresó a mi lado. Había una realidad: no iba cambiar de parecer así de fácil si había acumulado esa idea en su corazón por tanto tiempo. Yo misma lo había hecho aún en unas pocas semanas y todavía, a pesar de que sabía que Luca tenía razón, me sentía culpable por haber dejado sola a Penélope. No era fácil, nunca lo sería y para las personas rotas por la muerte, como nosotros tres, llevaría más que solo un par de años.

Bajé la mirada y ahí sí me atreví a abrazarme un poco a Luca. Nora no pensaba decir más y era evidente que necesitaba su tiempo para recomponerse. Me pregunté, mientras los minutos pasaban, a cuántas personas le habría contado eso en su vida. Imaginé que no a muchos; tal vez ni siquiera le había expresado todos sus sentimientos a su propia abuela.

Luca me besó la frente y luego apoyó la mejilla en mi cabeza.

—Estamos bien —me recordó, pero yo me sentía tan cansada y destruida por dentro que la verdad solo quería volver a casa y ocuparme de que él estuviese seguro y tranquilo.

—Me quedaré contigo hoy —le prometí. No pensaba separarme de él ni un solo segundo. Mis palabras parecieron confortarlo un poco después de terrible confesión.

—Gracias —musitó, mientras Nora aún seguía abrazada a sus rodillas, cabizbaja.

Entonces, sonó mi teléfono. Tenía un mensaje.

Lo saqué del bolsillo de mi falda y lo desbloqué, pensado que sería Edén. Pero no, el mensaje de WhastApp provenía de otro número, uno que hacia las cosas un poco más turbias de lo usual. Era un mensaje del celular de Luca.

Él, a mi lado, vio lo mismo que yo y se irguió, tieso como una estatua. Con el corazón en la boca y un mal presentimiento otra vez, toqué su nombre en la pantalla de mi teléfono y la aplicación me dirigió directamente a su chat. 

Y hablando de eso, vamos con las preguntas del día de hoy:
¿Qué les ha parecido la historia de Nora y su mamá? ¿Creen poder entenderla un poco? Ojo, no digo justificarla.
¿Y que creen de lo que pasó con Luca y el robo de celular? Era un poco obvio que el asesino los estaba vigilando.

Recuerden que ya ya ya se nos termina la historia ♡ Por favor recomiendenla todo lo que puedan!!!
Nos vemos!

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