Suspiros Robados (Libro 1) [D...

By AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... More

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
15. Todo fue historia
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
19. Nombres que anotar
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
23. Las verdades de Nora
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
36. El robo
37. La última noche
38. La muerte
39. Juntos
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

29. La familia es el pilar

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By AnnRodd

La familia es el pilar


Edén, que normalmente era muy valiente y decidida, permaneció pálida y cabizbaja un buen rato después de que le expliqué cómo la había hallado y cómo la había salvado Nora, revelando al fin que era una bruja y que había llegado a Victoria Avery solamente a cazarme. Cuando quedó claro que no iba a poder matarme, porque cerrar un círculo podía ser mil veces peor que cualquier cosa que yo pudiera hacer, mi amiga se mojó los labios y me tomó la mano.

—¿Y qué vamos a hacer?

—En primer lugar —dije, con un suspiro—, llevarte a casa.

—Él debe pensar que estás muerta —nos recordó Nora—. Era poco probable que sobrevivieras a menos que estuvieras ya en un hospital o que tuvieras una bruja cerca. Y las brujas no estamos en las grandes ciudades a menos que haya casos como estos —añadió, señalándome—. Lo que necesitamos, es pasar el 21 de diciembre con las dos vivas.

—¿Por qué el 21? —preguntó Edén, frunciendo el ceño.

Yo me puse lentamente de pie y me coloqué también la camiseta llena de sangre, mientras Nora se rascaba la frente.

—Los solsticios son fechas ideales para hacer conjuros e invocaciones. Si está haciendo lo que yo creo que hace, tendrá como fecha límite este 21 de diciembre. Es lo más común, pero... obviamente solo podríamos asegurarnos de preguntárselo y no debería acercarse a ustedes.

Tomé aire y la enfrenté.

—Y después del 21, ¿entonces volverás a intentar matarte?

—No —Nora también se puso de pie—. No puedo. Porque podría estar equivocada con él y que su ciclo se extienda a otros solsticios o que use otros parámetros que yo no conozco. Y si ustedes dos mueren, no solamente sus almas irán al infierno, si no que él podría desatar el infierno en la tierra.

Edén también se puso de pie y se abrazó a mí. Obviamente, hablar de infiernos, muertes, círculos y sangre podía sacarle la ilusión y la valentía a cualquiera. Después de todo, ella no había pasado todo lo que yo viví y era difícil que se mantuviera imperturbable durante todo ese relato. Le devolví el abrazo y las dos observamos a Nora esperando algo más. Era la única que sabía qué hacer.

—¿Y entonces? —dijo mi amiga.

Nora sacó una moneda de su bolsillo y yo me alejé como si la moneda me quemara a distancia. Mi reacción le divirtió y esbozó una sonrisa maliciosa que mantuvo ahí incluso cuando dejó esa moneda en la mano de Edén.

—Te protegerá temporalmente. No podrá acercarse a ti por varios días. Tu eres nuestra mayor prioridad, pues Serena puede cuidarse sola, ¿o no? —añadió, con una clara provocación, una vez que Edén se guardó la moneda. Le enseñé los dientes, como un perro rabioso, y eso pareció encantarla aún más. Disfrutaba saber que su monedita me había dejado traumas—. Las monedas se usaron muchísimo tiempo para tapar los ojos de los muertos en sus tumbas. Tienen grandes habilidades que pueden determinar quién esta ya con un pie en la tumba y quienes tienen la muerte encima. Y créeme, cuando él esté cerca de ti, esta moneda lo sabrá, porque carga tanta sangre en sus manos que no podrá ignorarlo.

De forma automática, Edén también se retiró, alcanzándome un metro más allá, con una expresión de asco en el rostro.

—¿Esa moneda estuvo sobre un muerto?

—Obviamente —Nora puso los ojos en blanco—. Serena ya las probó, ¿cierto?

—Eres una grandísima perra —siseé—. Ojalá nunca tengas que revivir una y otra vez el dolor de un puñal en tu pecho.

—De nada —me respondió, quizás vengándose por todo lo que le había dicho de Luca—. Voy a investigar sobre el tema y nos vemos en la escuela —agregó, agitando la mano, una vez agarré a Edén del brazo y comencé a caminar por le techo de la casa, directo a la calle.

La tomé en brazos y salté con ella hasta la vereda, sorprendiéndola un poco, pero no me dijo nada cuando empezamos a caminar hacia la avenida principal. Todavía no estaba muy segura de cómo llevar a Edén a casa con tanta sangre, así que le envié un mensaje a Luca, preguntándole si primero podíamos ir a la suya, al menos para asearnos.

Esperamos un rato y luego me acordé que quizás, sin mí, Nora no podría bajarse del techo, pero no volví ni por casualidad a buscarla y como ella no me había dicho nada al marcharme, entendí que podía valerse por sí misma.

Cuando Luca me contestó, estaba dejando a Caroline en su casa. Había tomado tu taxi y dijo que nos vería en la suya en un rato.

—Okay, ¿lista para volar? —le dije a Edén, tendiéndole la mano. Ella se rió.

—¿Puedes volar también?

La sujeté tal y como antes y saltamos por los techos una veintena de cuadras sin parar. El aire fresco nos hizo bien a ambas, nos despejó la cabeza y nos hizo sentir menos desdichadas por un rato, pero cuando aterrizamos a la vuelta de la casa de Luc, todavía pegajosas por la sangre y con un aspecto terrible, no nos sentimos tan bien.

Luca llegó apenas un minuto después y nos mantuvimos escondidas hasta que el taxi se marchó y metió la llave en la puerta. Cuando nos vio aparecer, con la ropa teñida de rojo, dio un respingo.

—¿Qué mierda...?

—¿Podemos bañarnos? —pregunté—. No puedo llevarla así.

—Cuando dijiste que querían asearse no pensé que estarían tan llenas de sangre —musitó él, dejándonos pasar.

Enseguida, nos buscó toallas y algo de ropa de su hermana, que estaba en una habitación en el primer piso. Edén se bañó primero y yo tiré la camiseta llena de sangre al suelo, cuando los dos estuvimos solos.

—¿Qué pasó?

—La atacó. Le clavó un puñal cuando aparecí para impedir que se la llevara.

—¿Era él? —Luca recogió la camiseta y me declaró, después, que era mejor quemarla.

Asentí y me quité también la falda. No aguantaba ni un minuto más esa ropa asquerosa.

—Sí, pero no me reconoció —le aclaré, sabiendo que iba a preguntar eso—. Solamente se limitó a apuñalarla.

Me tendió una toalla húmeda y me la pasé por los brazos, mientras esperaba que Edén terminara y se vistiera. Hablamos apenas un poco más y le conté en resumidas cuentas lo que Nora había hecho, lo que ella era y lo que pensaba de todos los asesinatos.

Él no dijo nada, quizás porque no sabía que opinar al respecto, pero antes de que Edén saliera del baño estuvimos de acuerdo que era mejor hablar por la mañana, cuando ella estuviera en casa y los dos durmiéramos un poco.

Me metí entonces en la ducha con una ligera sensación de molestia en el pecho que nada tenía que ver con la herida. Estaba molesta conmigo misma por no haber cuidado tan bien de Edén como se suponía que debía hacerlo. Mi freno al ver a mi asesino había terminado en ese mar de sangre y tenía que agradecerle a Nora, en mi fuero interno, que supiera como curarla. Yo había permitido eso y no me sentía nada orgullosa.

Sacudí la cabeza y lavé cuidadosamente toda la sangre hasta que el agua dejó de acumularse en mies pies con un tono rosa. Me sequé y me puse la ropa de la hermana de Luca, preguntándome si su mamá estaría de acuerdo en que la usáramos. Por las dudas, me aseguraría de devolverla tal y como la había recibido.

Cuando bajé al primer piso, Luca le estaba dando algo de comer a Edén y aunque ella no tenía hambre, aceptó su consejo: era mejor tener algo en el estómago después de todo lo que había pasado.

—Creo que dormiré con mi hermano hoy —nos confesó—. Al menos tú no duermes sola tampoco —añadió, en voz baja, antes de que nos marcháramos de una vez por todas a su casa.

Cuando volví a la casa de Luc, después de dejar a Edén en la suya con un discurso preparado de: "Nos tomamos un remís porque se puso aburrido antes y Caroline se sentía mal", él me estaba esperando en su cama con bastante poca ropa. El deseo trepó por mi garganta una vez pasé por su ventana, pero me recordé que estaba así, sin camiseta y sin pantalones, solo con un calzón, porque hacía calor.

Además, estaba tan casada que no quería realmente pensar en cosas tan frívolas como el sexo. Con admirarlo me alcanzó y me arrastré a su pecho, donde me rodeó con los brazos y apoyó el mentón en mi cabeza.

—¿Estás bien?

—Estoy muy cansada —susurré, con voz de ultratumba, contra su garganta—. Muero de sueño.

—Es hora de dormir.

—No sé si voy a poder. Casi mata a Edén frente a mi y no hice nada.

—La sacaste de ahí, eso es lo importante —me recordó—. Serena, él siempre tendrá la culpa.

Asentí y aspiré su aroma, masculino y limpio y me di cuenta de que también se había dado una ducha en tanto dejé a Edén. No comenté nada y cerré los ojos, porque la verdad es que estaba tan cansada que ni hablar podía.

Me quedé dormida ahí mismo, sobre él, sin considerar si lo estaba aplastando o qué. Sus brazos rodeándome, su piel caliente contra mi y su respiración suave fueron el combo perfecto para dar rienda suelta a mi agotamiento. No me enteré de más nada hasta que, a la mañana siguiente, Luca salió de la cama con urgencia, quizás para ir al baño.

Me giré en el colchón, buscando el reloj de mesa, solo para comprobar que eran pasadas las dos de la tarde. Tenía hambre, pero podía seguir durmiendo, así que lo hice y me perdí el regreso de Luc a la cama.

La siguiente vez que desperté, él estaba sentado a mi lado jugando con el celular. Me miró, al darse cuenta de que estaba reaccionando, y me sonrió, mientras me refregaba los ojos.

—Puedes seguir durmiendo si quieres —me propuso, pero negué y me deslicé fuera del lecho para ir al baño.

Llegué trastabillando y comprobé el estado de mi cara. Estaba hinchada, producto de tantas horas necesitadas de sueño, así que la alivié con agua fría. Al salir, el chico más hermoso del mundo me llamaba desde el piso de abajo y me propuso comer la pizza que estaba en el frízer.

Nos sentamos en la mesa y no dije mucho, mientras masticaba la comida con la mejilla apoyada en una mano. Luca me observó en silencio y cuando me sirvió soda, se atrevió a preguntar en qué estaba pensando.

—En nada —dije—. O en mucho, no lo sé.

Me sentía muy cansada, pero ahora más mental que físicamente. Lo que había pasado con mis padres, con mi asesino y con Edén daba vueltas sin parar por mi cabeza y no paraba de pensar qué debía hacer a continuación.

Desvié mis ojos hacia mi teléfono, que estaba en silencio desde el día anterior, y al final puse mis dedos sobre la pantalla para ver cuántos mensajes tenía de mamá y papá. Seguía sin saber qué decir y qué hablar con ellos.

Suspiré y Luca arrastró su silla hasta ponerla a mi lado.

—Puedes quedarte aquí todas las noches que quieras. Mis padres no tienen porqué enterarse.

—¿Y la escuela? —musité.

Él se encogió de hombros.

—Puedes ir igual.

—Mis padres irán a buscarme ahí y sí que es un lugar donde no puedo demostrar lo anormal que soy —contesté, tomando el vaso con la soda—. Además, mi uniforme está en casa.

—Entonces... deberías hablar con ellos.

Empecé a mover la cabeza de arriba abajo, pero después negué, bien rápido.

—No sé cómo hacer que me crean —contesté, antes de beber—. Si quieren internarme...

Luca me dio la mano.

—Si lo intentan, huyes otra vez y te vienes conmigo.

Parecía una buena idea, pero no un buen plan. En definitiva, ya la había cagado demasiado con mis fantásticas ocurrencias como para seguir arruinándola. Pero, ¿tenía otras opciones? Tampoco tenía ideas mejores y la verdad es que quedarme forever and ever con Luca no sonaba nada mal.

Después de comer, le mandé un mensaje a mi amiga Edén y me prometió que no saldría de casa en todo el día y que siempre estaría acompañada. Además, había implementado un collar con la moneda de Nora y se lo había colgado para tenerlo siempre encima. Aunque no entendí como lo había hecho, me quedé tranquila, lo suficiente como para preocuparme solamente por mi familia y por lo que iba a decirles.

Me despedí de Luc unas dos horas después y caminé a casa tratando de retrasar lo más posible el encuentro con mis padres. Traté de armarme un discurso pausado y tranquilo y me imaginé todas las posibles respuestas. Al llegar a la esquina de casa, pensé que estaba lista. Entonces, vi que papá y mamá salían de casa apresurados y me acerqué rápidamente antes de que se marcharan sin verme.

Los dos se frenaron en seco; papá se bajó del auto, pues ya se había subido para cuando me vieron y me encararon.

—Serena —Mamá, al igual que ayer, parecía a punto de llorar.

—Vine a hablar con ustedes —dije, manteniendo una buena distancia de ellos—. Pero tienen que prometer que no van a tratarme de loca ni a intentar internarme en ningún lugar.

Hubo un extraño momento de silencio. Papá estaba muy enfadado todavía y sabía que no quería hacer una escena en la calle, así que simplemente abrió la puerta de rejas de nuestra casa y se metió dentro. Mamá me esperó y solamente entró cuando yo ya estuve en el jardín.

Apenas me metí en la casa, pensé que eso se iba a poner feo, que iban a intentar encerrarme allí y como una tonta me puse super alerta. Mis padres no eran rivales para mi fuerza y mi rapidez. Cualquier cosa que quisieran hacer podía ir desestimándola desde ya.

Entonces, cuando papá se sentó en el sillón y mamá cerró la puerta de la casa, me relajé porque realmente no valía la pena crear que podían hacerme algo. Ni siquiera un castigo podía valerme. Sin embargo, todo se puso bastante feo cuando la que empezó con los gritos rabiosos fue mamá.

Ahí noté cuán enojada estaba ella, aunque no pude entender casi nada de lo que me dijo. Balbuceó cosas, enfurecida, que iba desde mi huida, el tatuaje, mis engaños y otras sandeces más. Durante al menos un minuto, en el que preferí quedarme callada de pie, entre ambos, estuvo el reto. Entonces, se unió mi padre, agitando las manos.

Apreté los labios y me crucé de brazos, esperando que se calmaran. Ya no me sentía tan alarmada ni mucho menos me sentía como la mañana anterior, mal por todos sus retos. De alguna manera, después de lo ocurrido con mi asesino y con Edén, todo lo que pudieran decirme me resbalaba. Yo ya no era esa Serena que intentaba conciliar fingiendo ser alguien que no era. Ya había decidido que estaba harta de eso.

—Pueden seguir —dije, con algo de una indiferencia de la que me sentí tontamente orgullosa—. Pero si tienen ganas de escuchar la historia, en algún momento van a tener que parar.

—No me hables de ese modo, jovencita —terció papá, apuntándome con un dedo y acercándose. De la nada, perdí toda relajación. Me movió tan rápido que lo dejé boqueando como un pez. Cuando pudieron encontrarme, estaba del otro lado del comedor.

—Papá —dije, tomando aire—. Las cosas son diferentes ahora.

—¿Diferentes? —chilló mamá. Le temblaba el parpado del ojo izquierdo, señal de lo enloquecida que estaba—. ¡Somos tus padres! No puedes faltarnos así el respeto y da igual... ¡Lo que sea! Debes obedecernos, ¡eres una niña!

—¡No soy más...! —contesté, exasperándome tanto como ellos. Luego, me recordé que iba a hablar civilizadamente—. No soy más una niña. Y no lo digo como si de verdad me creyera adulta. Pasé demasiadas cosas estos últimos meses como para considerarme una niña inocente que no sabe lo que es el mundo real, ese que está fuera de casa, fuera de la seguridad de la escuela —añadí—. Me asesinaron. Ese día me asesinaron, reviví y estoy aquí con grandes poderes —solté, después—. Iba a contarles todo, ¿bien? Pero no quieren ni creerme ni escucharme de ninguna forma, así que obviamente tendré que renunciar a lo único que me mantenía siendo una personal normal. Tendré que renunciar a ustedes, a la escuela, y a todo y a vivir como el monstruo que soy —Lo último, lo mascullé. Evidentemente, las palabras de Nora de la noche anterior estaban sonando más en mi cabeza de lo que yo quería admitir.

—Estás realmente loca —contestó papá y eso me dolió. Parecía que negaban la realidad porque no podían entenderla y ya me parecía el colmo. Me negaba a mí, a lo que era, lo que me había pasado.

Fruncí el ceño y pensé que quizás estaba yendo demasiado lejos, pero no me quedaba mejor opción que demostrarle en verdad lo que podía hacer. Me deslicé hacia ellos, silente y más lento que antes, para que pudieran apreciar lo que todas mis víctima apreciaban de mí: el peligro.

Papá retrocedió antes de que yo me adelantara para tomarle el brazo, girarlo y ponérselo en su espalda. Jadeó, sorprendido, e intentó moverse, pero mi fuerza inhumana se lo impidió.

—No soy más una niña —le repetí—. Papá, ya no soy humana.

Lo solté de un golpe y papá cayó de rodillas al suelo. Mamá se tapó, como tantas veces antes, la boca con las manos.

—Serena... —musitó.

—Puedo matar a alguien si quiero —le dije, manteniéndome de pie detrás de mi padre—. Puedo romper un hueso, quizás hasta una pared de concreto. Todas esas habilidades me ayudan a cazar seres humanos a los cuales robarles vitalidad —conté—. El día en que ese hijo de puta me mató y pude volver gracias a que aparentemente todavía me queda algo que cumplir en vida, mi cuerpo perdió la capacidad de generar vida, energía, por sí mismo. Así que, para mantenerlo andando y que el tatuaje no se convierta otra vez en mi herida de muerte, tengo que robar energía de otras personas. Si me paso, puedo asesinarlos. Es lo que estuve haciendo cada noche durante meses, mientras ustedes dormían. Salir por la ventana, deambular por la ciudad y atrapar ladrones, asesinos y violadores a los que robarle para no sentirme tan mierda.

Los dos se quedaron inmóviles. Parecía que, más que no creerme, ahora eran más bien conscientes de que podía ser muy peligrosa. Papá no se atrevía ni a retarme por lo que le hice. Él miró al suelo y lo vi temblar solo un poco cuando mamá ahogó un gemido.

—Esa noche... Pensé que él iba a violarme. Durante semanas, no estuve segura porque algunas cosas eran confusas en mi cabeza. Ni siquiera estaba segura de cómo era su rostro y la verdad es que sí tuve muchísimo trauma con ello, pero lo enterré porque no quería volver a morir. Mis prioridades se trasladaron a robar energía, mientras limpiaba la ciudad y lo buscaba a él, para sobrevivir. Así que... sí mentí con muchas de las cosas que me pasaron en el colegio. No tuve ataques de pánico, no me desmayé. Lo hice para ocultar mis anormalidades, porque soy diferente a los demás y... —Bajé finalmente en tono de voz y caminé hasta el sillón del living comedor. Me dejé caer entre los almohadones y recién ahí papá se levantó del suelo, todavía en silencio—. Me alejé de todo el mundo porque con solo tocar sus pieles absorbía energía. No podía controlarlo. Aprendí a hacerlo con el tiempo y luego ustedes me llevaron a la psicóloga y tengo que admitir que me ayudó a sacar de adentro todo eso que guardé en mi alma. Todo lo que sufrí ese día, pensando que quizás ustedes pasarían por ahí y me salvarían. Pero no, nadie me escuchó y él me asestó un cuchillo en el pecho como si mis costillas fueran de manteca —murmuré.

Mamá dejó caer las manos, como si de pronto no tuviese energía. Se le cayeron lágrimas pero no volvió a mostrarse histérica. Me observó con una expresión de pena tan grande que me recordé las veces que me dije que realmente les estaba haciendo daño con todos mis problemas. Con eso, acabaría por destruirlos, pero en el fondo de mi corazón, tenía la esperanza de que pudiésemos apoyarnos juntos.

Papá, al contrario de ella, no pudo mirarme.

—Cuando Cassandra salió en las noticias, asesinada en ese descampado de Hochtown, supe que era él, que había regresado a la ciudad. Y luego mató a Teresa, después se llevó a Penélope. Todas tenemos ojos claros y pelo oscuro. Ayer... intentó llevarse a Edén. Cuando lo encontré y me puse delante de ellos, no me reconoció, cree que estoy tan muerta como todas las demás. Salvé a Edén de él, pero vendrá por nosotras, mató a diez, le faltamos dos —añadí—. Y por eso he decidido que tengo que matarlo antes. Ahora que termina la escuela... ya no voy a ocultar más lo que soy. No con ustedes ni con mis amigas. Voy a cazarlo y a encontrar las respuestas, voy a averiguar porqué soy esto —Me llevé una mano al pecho y esta vez papá sí me miró—. Para intentar resolverlo, volver a casa y tener una vida, un futuro. Pero... mientras tanto, no puedo hacerlo.

Me puse de pie y apreté los labios. Sus expresiones iban desde la pena, absoluta, el miedo y el pánico, hasta la desesperación. Captaban mis palabras, sabían lo que estaba diciendo. Me mojé los labios y asentí, para confirmarles sus presentimientos. Mamá derramó más lágrimas silenciosas.

—Me llevaré algunas cosas. Dejaré que lo piensen y cuando tengan preguntas, pueden llamarme. Iré a la escuela mañana, pero, por favor, no vayan a buscarme. Son mis últimos días, dejen que los disfrute. No quiero exponerme en el colegio de la manera en la que lo hice con ustedes. Ya es suficiente que crean que me han violado y muchos se hayan reído de eso.

Me giré y me metí en mi cuarto. Agarré mi mochila, con mis libros y carpetas, y un bolso pequeño en donde metí el uniforme, ropa interior y prendas de verano como para pasar unos días. Luca me dejaría quedarme en su cuarto y yo sabía cómo esquivar a su familia.

Pasaron varios minutos, en tanto recogía mis ahorros, unas sandalias, ojotas y zapatos, así como mi chamarra de algodón y la de cuero que forcé dentro del bolso, hasta que mamá apareció en el umbral de la puerta de mi habitación.

—No te vayas —me pidió, con hilo de voz—. Lo... lo entenderemos.

La miré y supe, por los ojos rojos y su temblor, que no lo harían tan rápido. Iba a ser bastante extraño que me quedara en casa así, sin más, después de doblarle el brazo a papá y confesarles que era una asesina en potencia. Faltaba más, hasta le había dicho que iba a vengarme.

—Mamá, estaré bien —le dije, cerrando la mochila—. Me he defendido sola durante mucho tiempo. Nadie puede hacerme daño ya. Soy la pesadilla de cualquier degenerado —agregué, con una sonrisa, pero ella no me la devolvió—. No te preocupes; creo que es lo mejor para ustedes. Hace tiempo que creo que les estoy haciendo más daño del que parece y ahora que saben la verdad, quizás deban hablarlo entre ustedes y... bueno, decidir cómo van a tomarlo, cómo van a verme de ahora en más.

Ella parpadeó, confundida.

—¿Verte? Eres mi hija —gimió—. Mi única hija. ¿Qué tengo que decidir?

Apreté los labios y me acerqué tímidamente a ella. Estiré mi mano, pensando que se alejaría ante la idea de que la tocara después de todo lo dicho. Sin embargo, mamá no se movió y deposité mis dedos en su mejilla.

—Lo sé. Pero es un poco duro que tu hija te diga que ha muerto y luego revivido y que no es humana. No es fácil de digerir. Ya no soy la misma de antes y como yo lo hice este fin de semana, me parece que necesitan procesarlo y hacer el duelo.

—¿Qué duelo? —susurró ella. Detrás, en el comedor, ví como papá lloraba con las manos tapándole la cara. Me dieron ganas de llorar a mí también.

—La vieja Serena murió hace mucho, má —contesté, con pesar—. Murió ese día. He crecido y madurado a la fuerza. Ya no soy la chica tímida, cuya gran ocupación es el colegio. Tuve y tengo que ocuparme de cosas más grandes de lo que debería. Yo... soy la única que puede parar a ese monstruo. Es mi responsabilidad y quizás es por eso que me dieron otra oportunidad. Y no tengo conflictos con eso. Aprendí a llevarlo y entendí que quizás esto que soy es una señal, es un permiso para detenerlo. La vieja Serena hubiese tenido miedo, nunca hubiese podido enfrentarse a esto. Yo sí. Estoy lista, pero ustedes tienen que digerirlo también. Si aún me quieren después de esto, volveré a casa, lo prometo.

Le di un beso en la mejilla y me estiré para abrazarla. Mamá no se movió durante medio segundo. Luego, me aferró con todas su fuerzas, como si con eso intentara impedir que me fuera. Pero, por supuesto, su fuerza no podía equipararse a la mía. Deshice su agarre con delicadeza y llegué hasta papá, que seguía llorando, con penas que todavía no podía compartirme. Cada uno tenía que hacer eso a su manera.

—Adiós, papi —musité y le di un beso en el hombro antes de marchar a la entrada.

No sabía si esa era la mejor decisión, pero tampoco tenía forma de saberlo. Le dije muchas cosas a mi madre sobre mi madurez y mi preparación para todo ello, pero yo sabía que seguía siendo una niña, que seguía siendo solamente una adolescente y que podía errar en todo y más.

Estaba a punto de cumplir los dieciocho años y me faltaba mucho que aprender. Pero la vida no es siempre como la imaginamos; la muerte tampoco. A veces, no quedan más opciones que bailar al son de la canción que te toque, sea cual sea. 

¡Nuevo capítulo! 

Sí, este capítulo estaba pensado para subirse el lunes pasado. Como les avisé, mi perro falleció el domingo. Estuvo la semana pasada con malestar estomacal, por el cuál íbamos al veterinario todos los días, del jueves en adelante, y eso derivó, de un golpe, a una perforación de su intestino el sábado al medio día. Tuvimos que derivarlo a otra veterinaria tipo hospital donde lo operaron de emergencia y nos dieron un pronostico malo. Pero ya saben, tienes la esperanza de que todo saldrá bien, que él será lo suficientemente fuerte para pasar la dificultad. 

Tito no lo resistió y falleció en la mañana del domingo. Fue un golpe muy duro para mi y para toda mi familia. Era un perro de casi tres años, que rescatamos hace uno después de que sus anteriores dueños lo abandonaran. Era cariñoso, muy leal y protector que se adaptó a nuestro hogar y a mi perrita sin ningún problema. Él nos adoptó a nosotros y apenas si pudimos darle un año de buena vida.  

Todavía se me hace difícil aceptar que las cosas hayan sido así, pero soy consciente de que durante este año él fue muy feliz y que lo tratamos como a un rey, que nos amó y que lo amamos.  Sin embargo, todavía estamos tratando de hacer el duelo.

El lunes, no me sentía con ánimos para nada y ciertamente quería desaparecer de todos lados. Por eso no subí. Espero que puedan entenderme y también disculparme. 

Ya habiendo explicado todo esto, les agradezco enormemente todos los mensajes de apoyo y cariño que me dejaron durante la semana. Los leí todos y me hicieron mucho bien <3


Ahora, vamos a las cosas menos tristes, ¡a las que tienen que ver con esta historia!:

¿Qué les ha parecido la charla de Serena con sus padres? Bastante necesaria por cómo quedaron las cosas en el capítulo 25. ¿Cómo creen que afectará esto la relación con sus padres? ¿Cómo creen que esto afectará a Serena?

Por otro lado, finalmente se armó un extraño team aquí con Nora, Serena y Edén. ¿Qué les parecen estos cambios en la trama? La historia ha dado un buen giro y nos volvimos a acordar que el principal villano es el asesino, ¿pero en dónde va a dejar todo esto a Nora para ustedes? ¿Se volverá una aliada temporal y luego regresará a su posición de enemiga? ¿Ella y Serena aprenderán a llevarse? ¿ O qué conjeturan?

¡Los leo!

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