Suspiros Robados (Libro 1) [D...

By AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... More

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
15. Todo fue historia
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
19. Nombres que anotar
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
29. La familia es el pilar
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
36. El robo
37. La última noche
38. La muerte
39. Juntos
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

23. Las verdades de Nora

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By AnnRodd

El objetivo de Nora

Luca y yo recorrimos la ciudad durante la madrugada. Al primer lugar que fuimos, por supuesto, fue al descampado de Hochtown donde me asesinaron, pero Penélope no estaba ahí.

Los dos teníamos la sensación de que no íbamos a encontrarla con vida, así que mientras pasaron las horas y descartábamos los puntos más decadentes y excelentes para descartar cuerpos, más frustrados y tristes nos sentíamos.

Lo único que se me ocurrió fue que él se la hubiese llevado demasiado lejos como para encontrarla dentro de los kilómetros que comprendía la parte importante de la ciudad. Pero las horas se nos pasaban rápido y Luca y yo nos detuvimos en un parque desierto, pensando que no nos alcanzaría el tiempo para revisar los alrededores más lejanos.

—Puede habérsela llevado aún más lejos —suspiró él.

Me dejé caer en un banco. Ya no sabía qué hacer ni en dónde buscar. Ahogué un grito frustrado en mis manos y me repantigué sobre el asiento de cemento, mirando al cielo como si de pronto me fuese a llegar alguna mágica idea.

—¿Y si vamos a buscar tu bota? —sugirió Luca, medio minuto después—. Para tener más pruebas.

Me entró un escalofrío. Ya había visto suficientes muertos el día de hoy como para recordar otra vez lo que había sentido el día de mi muerte. Ciertamente no quería hacerlo, pero la posibilidad de que eso me diera alguna señal de dónde podría haberse llevado a Penélope, me hizo reconsiderarlo.

—Mierda —gemí—. Realmente no quiero hacerlo —agregué, tapándome la cara con las manos otra vez—. Pero por ella...

—No tienes porqué hacerlo si no quieres —me dijo, caminando hasta mí. Cuando me quité las manos, vi su expresión mortificada—. Podemos seguir buscándola en otro lado.

Suspiré.

—Es que ya no se me ocurre en dónde. Tienes razón en que puede darnos pistas. Nuestra misión es encontrarla con vida —añadí, pero con pocas esperanzas. Él a mi me había matado muy rápido. No dudaba que hubiese hecho lo mismo con Cassandra y con Teresa. Penélope, siguiendo esa lógica, ya podía estar muerta.

Con un movimiento ligero, Luca me corrió un poco las piernas y se sentó a mi lado. No dije nada, porque sabía que iba a hablar. Pero se tomó su tiempo y me dediqué a mirar el cielo, apenas coronado por las copas de los árboles, preguntándome qué iba a recomendarme.

—Sabes... Si ella llega estar muerta...

Apreté los labios cuando empezó, pero me contuve. Con cada segundo que pasaba, más estaba segura de que Penélope no estaba con vida.

—Si ella llega a estar muerta, Serena, si no la encontramos a tiempo... Esto no será tu culpa, ¿está bien? La culpa siempre la tendrá él.

—Lo sé —dije, poco convencida de mí participación en el asunto, aunque la parte lógica de mi cerebro me decía que obviamente la culpa la tenía el malnacido ese.

Luca suspiró, sabiendo que no yo estaba segura.

—Todos los nombres que dijo Cassandra en la fiesta de Halloween... ¿te vas a culpar por eso también?

No contesté al principio. No sabía quienes eran esas chicas ni si habían muerto antes o después que yo. Yo no tendría responsabilidad con ellas, cierto, pues todas éramos víctimas, pero con Penélope era distinto. Era diferente incluso que con Cassandra y con Teresa. Él se había llevado a Penélope delante de mis narices y no podía perdonárselo ni perdonármelo.

—Si le hizo algo, voy a reventarle la cabeza contra una pared —musité, incluso imaginando como le estallaría el cráneo. Sorprendentemente, no me dio asco.

En seguida, Luca carraspeó.

—Espero que sea en sentido figurado.

—Por supuesto que no —solté, agitando una mano en el aire—. ¿Se merece menos?

—No... —dudó él. Lo vi rascarse la barbilla—. Pero creo que sería poco higiénico.

Me agarró una risa histérica que no pude parar ni cuando me senté en el banco, buscando aire. Sí, sería poco higiénico, pero al final no me reía por eso. Al final, en vez de reírme, terminé temblando y a punto de llorar.

—¿Qué voy a hacer? —gemí, nerviosa y angustiada—. Nos está cazando.

A mi lado, Luca tembló también.

—No lo sé...

Nos quedamos callados porque ya no sabíamos qué decir. Cualquier cosa que sugiriéramos carecía de sustento y la resignación siguió abriéndose paso.

Cerca de dos minutos después, vimos que alguien se acercaba por uno de los caminos de la plaza y nos arrimamos más el uno al otro, para parecer una pareja más que estaba dándose cariño en las noches tranquilas. Después de unos cuántos pasos, nos dimos cuenta de que era una mujer y se que no traía más que una falda plisada de color negro, una blusa de broderie y un saco de hilo fino. Entonces, nos dimos cuenta de que era Nora.

Los dos pegamos un brinco y nos levantamos como si tuviéramos un resorte en el trasero. Nora se detuvo a unos cuatro metros y por su expresión me di cuenta de que no estaba sorprendida de vernos allí.

—Bueno, ¿han estado correteando por la ciudad? —dijo, cruzándose de brazos. Tenía una cartera pequeña negra de charol que me dio envidia por lo bonita y costosa que se veía, pero mantuve más mis ojos sobre su rostro que cualquier otra cosa.

—¿Nora? —dijo Luca, fingiendo que no entendía nada de lo que pasaba entre ella y yo—. ¿Qué haces aquí? ¿Estás sola?

—Por supuesto que estoy sola —contestó ella, con impaciencia—. Luca, vete.

—¿Perdón? —repliqué—. ¿Quién te crees que eres?

Los ojos marrones de Nora me fulminaron. Me odiaba, tanto como yo a ella.

—¿No es mejor que lo dejemos a un lado de esto?

Luca, que me miró de reojo, se apresuró a tomar mi mano.

—Lo siento, pero Serena y yo estamos en una cita.

—¡Ay, por favor! —exclamó Nora, descruzándose de brazos—. Sé que ustedes hacen más que tener una cita. Lo que sí no sé, es si sabes que estás poniendo en peligro tu vida, Luca. Así que mejor vete.

Con esa última declaración, Luca me aferró más fuerte la mano.

—No.

—¿Por qué no te vas tú? ¿O en serio ahora quieres hablar conmigo? —siseé—. ¿Después de todo lo que me hiciste?

—Yo no vine a hablar —dijo Nora, metiendo la mano en la carterita. Antes de que pudiéramos entender qué pasaba, ella había sacado una pistola. Los dos retrocedimos y nos dimos las pantorrillas con el banco de concreto del parque—. Luca, vete, por enésima vez —insistió ella, apuntándome—. No querrás ver esto.

—¡Estás jodidamente loca! —chilló él, pero cuando intentó ponerse delante de mí tuve que empujarlo al suelo.

Luca cayó y al mismo tiempo dos balazos me dieron en el pecho. Me tambaleé, por el impacto, y caí sentada en el banco. Durante todos esos segundos, me pregunté si no sería buena idea fingir que eso me había dañado, pero luego recordé que Luca estaba en peligro por esa desquiciada y que tampoco podría sostener esa farsa con ella.

—¡SERENA! —gritó Luca, seguramente olvidando que nada más que los cuchillos podían hacerme daño. Se puso de pie y me agarró de los hombros, pensando que me iría derecho al suelo, pero yo no me moví.

Por su parte, Nora no bajó el revolver.

—Estoy bien —le dije, mirándome la camiseta negra. Las balas estaban hechas un bollito entre mi piel y la tela. La habían agujereado.

Luca me sacudió la piel para asegurarse de que estuviera bien y, entonces, se volteó hecho una fiera hacia la friki de la pistola. Solo en ese momento, Nora bajó el revolver.

—Vaya, no moriste de ningún disparo —suspiró—. Pensaba terminar esto hoy.

—Eres una enferma —le recriminó Luca, casi a los gritos—. ¡INTENTABAS MATARLA!

—¡Claro que sí! —contestó ella, metiéndose el revolver en la carterita—. ¿Tú no tienes idea de lo que es ella, verdad?

—Sí sé lo que es —Luca se paró bien delante de mí y yo controlé a Nora con la mirada, por detrás. Si tenía un cuchillo en esa carterita diminuta, iba a tener que hacerle daño antes de que hiriera también a Luc—. Es una pobre chica a la que le cagaron la vida, le cagaste la vida después y sobre todo es mi amiga.

—Oye, gracias por recalcar lo cagada que está mi vida —le dije, poniendo los ojos en blanco.

Luca giró apenas la cabeza hacia mí.

—Ella sabe que te mataron, pero no sabe cómo —me recordó.

Me crucé de brazos y estreché los ojos, hacia ella.

—Si sabe que me asesinaron y aún así no le importa. Imagina que sabiendo todo lo que me pasó, menos.

Nora hizo una mueca y luego arrugó la nariz, con esa actitud tan desagradable que siempre mostraba cuando me tenía cerca.

—No, la verdad no me importa. Yo estoy haciendo mi trabajo. Ella es peligrosa y tengo que exterminarla.

Luca negó.

—No sabes de lo que estás hablando.

—¿Ah, y tú sí? ¿Qué sabes tú de ella? ¿De lo que es? ¿De lo que será? ¿Tienes idea de lo que hacen los seres como ella? No —dijo, dando pasos hacia delante—. No sabes cómo detenerla cuando pierde el control, qué es capaz de hacer cuando tiene hambre, a cuántas personas podría matar con apenas tocarlos. Tampoco sabes qué pasará cuando no le queden más fuentes de alimento servidas. Yo sí, yo he visto muchos como ella. Sé que tengo que hacer para exterminarlos antes de que hagan más daño.

No dije nada, porque, aunque me parecía que estaba exagerando, no podía ignorar la seguridad de sus palabras. Yo no perdía el control; con la ayuda de Luca podía tocar a mis amigas y a mis padres sin absorber nada y estaba bien. Pero ella sabía lo que yo era.

—Yo sé qué ella no le ha hecho daño a nadie.

Nora arqueó las cejas.

—¿Tres hombres que murieron misteriosamente en las noches hace dos meses? ¿Y esos hombres cómo murieron? ¿Un ataque al corazón?  —ironizó. 

Apreté los labios y Luca me miró brevemente, como esperando mi confirmación. Él sabía que igual eran asesinos y violadores. 

—Nadie que no lo merezca —acotó él—. Eso no cambia nada. Ella se ha dedicado a cazar a toda la lacra de esta ciudad.

—Y cuando las lacras se terminen no tendrá otra opción que drenar a todo aquel que se le cruce por delante. Ya lo he visto, Luca, no quieras defender lo imposible.

—Déjala, Luca —contesté, estirando una mano hacia él—. No tiene sentido.

—No —replicó él, frunciendo el ceño, antes de mirar a Nora otra vez—. A Serena la asesinó un desquiciado. La llevó a un descampado, la golpeó e intentó violarla. Ni siquiera puede acordarse exactamente qué pasó. El tipo la mató y la dejó tirada como un perro, con la ropa rota, como un saco de huesos —escupió, con furia. Miré el rostro de Nora y noté que tragaba saliva—. Puedes decir que has visto muchas personas como ella, ¿pero alguna vez pensaste en lo que tuvieron que pasar? Ella se despertó sola, asustada y tuvo que lidiar con eso sin decírselo a nadie por meses. Tuvo que lidiar con la idea de que, si vuelve a morir, estará atrapada en este mundo y jamás podrá volver a subir. Esa es la razón por la que se convierten en esto, ¿no? —agregó, dando pasos hacia ella. Nora alzó el mentón y se forzó a no retroceder—. Porque la muerte no puede llevarse sus almas, les da otra oportunidad.

—La muerte no sabe lo que hace —susurró Nora, mirándolo a la cara, antes de señalarme—. Pero ella sí, porque te encantó demasiado bien.

—Ella solo ha sido sincera conmigo. Me contó todo lo que ese cerdo le hizo. Ese es el verdadero enemigo, Nora, no ella, porque ese tipo sigue matando chicas y se llevó a Penélope, pero tu estás más preocupada por hacer pagar a Serena por algo que no ha tenido la culpa. Déjala en paz.

En ese momento, pareció que ella se suavizaba. Bajó levemente la cabeza y retrocedió, al fin, porque no podía mirar a Luca a la cara. Tampoco me miró a mí.

—Puede que no tenga la culpa —dijo, tragando saliva otra vez—. Pero perderá el control. Todos los que son como ella pierden la cabeza. Se quedan sin su humanidad, se vuelven monstruos. No hay excepciones y son mucho más peligrosos que cuando tienen el cerebro para discernir lo que está bien de lo que está mal —aclaró—. Es mejor prevenir que curar, que tener que ir apilando muertos cuando ella no pueda refrenarse.

—Ella no va a necesitar eso porque me tiene a mí —aseguró Luca, con ferocidad, y mi corazón dio un respingo. La forma en la que lo afirmó casi me hizo desmayarme de la emoción, pero tuve que aferrarme al banco para no correr y besarlo porque la situación era seria.

A Nora le tembló un músculo de la frente. Entendió qué estaba queriendo decir y pareció que le cayó pesado. Se tomó su tiempo para escoger las palabras.

—No estarás siempre para ella, Luca —contestó—. Porque ella no puede morir de la misma forma que nosotros. Algún día no estarás más.

—Pues tenemos tiempo para solucionarlo —afirmó él, girándose hacia mí—. Resolveremos la prenda de Serena y cuando tenga que morir, podrá ir con la muerte sin ningún problema. Encontraremos a su asesino y lo detendremos.

Asentí, para él, no para Nora. No me importaba lo que pensara ella, aunque si me asustaba sus afirmaciones sobre lo que iba a pasar conmigo. En ese sentido, ella tenía razón y podía ser que Luca no quisiera estar conmigo en un tiempo más, o en unos años. Y tendría que volver a esa rutina espantosa.

—¿De verdad crees que eso lo va a solucionar? —ironizó Nora, cruzándose de brazos otra vez.

—Yo le daré energía y resolveremos su prenda.

—Ella tiene que morir, Luca. Es su destino. Morir era su destino, por muy cruel que fuese.

Él rechinó los dientes y me puse de pie al fin, para evitar que la riña entre ellos se hiciera más personal. Me gustaba que él me defendiera, pero no me gustaba que se metiera con Nora, más si llevaba un revolver en la cartera.  Me acerqué a él y le aferré el brazo, manteniendo aún así mi distancia de Nora. Lo tiré hacia mi y lo alejé finalmente de ella.

—Si le tocas un solo pelo, te haré daño —rugió él, con una seguridad que asustó a Nora tanto como a mí. Nunca lo había visto tan enojado y tan duro—. Te juro que voy a hacerte daño.

—No sabes lo que haces —musitó ella, negando con la cabeza y retrocediendo unos pasos más—. Yo no quiero lastimarte, Luca. No mereces nada malo.

—Ella tampoco, pero tú sí si la lastimas —le espetó, cuando lo tironeaba cada vez más del brazo.

—Déjala —le pedí, rodeándole la cintura—. No digas eso.

—Vete, Nora. ¡No te acerques a ella! —gritó Luca, ignorándome.

Nora lo miró apenada y antes de darse la vuelta, cruzó una mirada conmigo. Había algo similar a una advertencia en la expresión de su rostro.

—Puedes resolver tu prenda, pero eso no cambiará lo que eres. En algún momento tienes que dejar de existir —me dijo, por primera vez en largo rato hablando directamente conmigo.

Se dio la media vuelta y se marchó caminando. Los dos nos quedamos juntos, en silencio, siguiéndola con la mirada hasta que salió del parque, unos cien metros más allá y desapareció entre las calles a oscuras.

Medio minuto después, los dos exhalamos profundamente y yo apoyé la frente en su espalda. Tenía ganas de gritar, de golpearla, pero también de quedarme allí con él para siempre y agradecerle todo lo que hacía por mí. Pero me quedé callada, no me salió la voz. No sabía cómo expresarle cuánto lo necesitaba y cuanto de verdad quería que estuviera conmigo siempre. Decir todo eso implicaba decirle que lo amaba.

—¿Estás bien? —me dijo, después, poniendo una mano sobre mis brazos, que rodeaban su cintura.

—Estoy bien —susurré—. No tenías que meterte con ella.

Luca volvió a exhalar.

—Tenía que meterme con ella, Serena —dijo, con tono duro—. Quiere matarte, ¿es broma?

—Ella es peligrosa.

—Yo también puedo ser peligroso. Todos podemos.

Lo abracé con más fuerza. Me dio angustia de solo pensar en él lastimando a alguien más.

—Tú no harías eso —musité, apretando la cara contra su hombro.

—Si tengo que hacerlo para evitar que te lastime, sí —aseguró—. Así como hubiese dañado al asesino de mi hermana por defenderla. No puedo defenderla a ella, no pude hacer nada y no voy a dejar que pase lo mismo —gruñó, entonces.

Guardé silencio. Entendía su frustración y la compartía, porque era lo mismo que yo sentía por mi asesino, por Cassandra, por Teresa y ahora por Penelope. No era nadie para decirle lo que podía o no podía hacer, porque yo fantaseaba con hacer daño de igual manera.

Aun así, me parecía que Nora no merecía tanto. Aunque quiso matarme, sentía que ella no lo hacia por algo más que no fuese un sentido de moralidad. Me di cuenta de que ni siquiera podía ser que me odiara tanto. Si ella tenía razón, estaba intentando salvar a todos de mí y no podía juzgar eso. Podía tener razón en todo y no la culparía si en verdad había visto a otros como yo perder el control.

Solté finalmente a Luca después de apretarlo un poco más. Lo rodeé hasta quedar de frente y le agarré la cara con las manos.

—Gracias por defenderme —murmuré—. Me haces sentir de verdad que no estoy sola en esto.

Él inspiró profundamente y puso su frente contra la mira.

—No estás sola. Nunca vas a estar sola, ¿sí?

Me puse de puntillas para darle un corto beso en los labios. La energía de ese contacto me recordó que estaba agotada de estar dando vueltas por la ciudad, de que lo de Nora no podía distraernos y que teníamos que continuar.

—Tenemos que buscar Penélope —susurré, contra sus labios.

Luca asintió. Me tomó las manos que tenía en su rostro y siguió bien serio. Me miró directamente a la cara cuando me alejé un poco y alcé las cejas, esperando lo que estaba por decir.

—Nora vio a muchos como tú. Personas que murieron, que no pueden dejar este mundo y la muerte les da otra oportunidad. ¿Qué pasa si la muerte no les da otra oportunidad... se quedan atrapados y ya? ¿Cuál es el criterio?

Me quedé dura en mi sitio, yo ya había pensando algo sobre eso en algún momento y no me gustaba nada llegar a esas conclusiones.

—Quedan atrapados en sus cuerpos, sin poder abandonarlos para siempre —afirmé, muy segura—. Teresa podría estar en esa situación, o cualquiera de las otras que él mató, pero no sé si la Muerte le da oportunidades a todos o no —contesté.

—Pero Cassandra se comunicó con nosotros por la ouija... ¿eso sería posible estando atrapada en su cuerpo? Por eso es que creemos que ella pasó al otro lado, ¿no? Porque todavía hay restos materiales de ella y si estuviese atrapada, estaría atrapada en su cuerpo.

—Seguro que sí —respondí, llevándome una mano a la sien—. Para mí no es posible. Porque en ese momento, estás dentro de tu cuerpo sin poder moverlo, solo ves lo que tus ojos podrían ver, imagino que incluso aunque se estén descomponiendo —añadí, con una mueca—. No puedes separarte. Es como si tuvieses una parálisis del sueño. Estás allí dentro, pero no tienes forma de hacer nada.

Él me frotó los brazos, notando cuánto me molestaba recordar eso. Asintió y pareció querer dejar el tema de una vez por todas.

—Parece que Cassandra no está atrapada —dijo, tomándome la mano—. Tenemos que asegurarnos que Penélope no llegue a esa instancia.

Asentí y lo seguí por el parque. Teníamos que continuar, teníamos que seguir. No sabíamos qué pasaba con las demás chicas, si estaban en la misma situación que yo, si alguna había revivido o si alguna estaba atrapada también, pero no podíamos hacer nada. Tampoco averiguarlo en ese momento. Nora no era de ayuda y lo único que seguía importando era Penélope. Ni siquiera importaba yo. 

¡Muchas gracias en serio por todo su apoyo! Capítulo sorpresa, eh? Jejejej

Vamos con las preguntas de este capítulo:

¿Siguen odiando a Nora? ¿Qué piensan de ella ahora que al final sabemos a ciencia cierta que es una cazadora?  

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