Amor sin primera vista •TERMI...

By Thyfhanhy

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¿Qué estás dispuesto a hacer por amor? Elizabeth asegura que la vida no le ha dado la oportunidad de enamorar... More

⚡ I M P O R T A N T E ⚡
⭐ Para ti ⭐
0. Introducción
1. La carpa morada
2. La ausencia del reflejo
4. Un flechazo mágico
5. Cita en la oscuridad
6. Perdida en los recuerdos
7. Amistad y lealtad
8. Errores y consecuencias
9. Agotando posibilidades
10. Resignación y despedidas
11. Desvanecimiento
12. Tiempo perdido y devuelto
Epílogo
Agradecimientos

3. Devolución fallida

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By Thyfhanhy

Ducharme y ponerme ropa que se tornó transparente a los pocos segundos sobre mi cuerpo no fue tan complicado como pensé: tenía cuarto de baño en mi habitación, no tuve que ver si lo que me ponía era lindo o no y aproveché cuando escuché que mamá estaba bañándose para despedirme de un grito desde afuera. La sola excusa de que iba a dar una vuelta con Joey fue suficiente para que no objetara, Joey era otro hijo para mamá. Mi hermana menor, Lou, seguía durmiendo, así que no tuve inconveniente con nadie.

Recordé que no podía tocar la puerta de la señora Tyler y opté por lanzar una piedrita a la ventana de Joey. Cuidé que nadie estuviera cerca para que no vieran una piedra en el aire y luego de la tercera, cuando estaba entrando en la desesperación, Joey salió.

Obviamente, no me vio.

—¿Estás ahí? —preguntó, en tono bajo y mirando a todo el suelo.

—Sí, vámonos.

—Ya bajo.

Esperé en la entrada principal, en el camino y no en el césped. No producía sombra alguna y suspiré. Escuché la puerta abrirse y a Joey asomarse, antes de que le hablara, su madre lo gritó desde adentro.

—¡¿A dónde vas?

—Voy a acompañar a Lizzie a... comprar limones.

Estando a cierta distancia, pude ver que hizo un gesto para sí mismo de "¿En serio dije eso?", arrugando la frente y cerrando un ojo. Reí.

—¿Madelyn sabe? —dijo. Madelyn es mi madre.

—Sí, ma, no tardamos.

—Suerte entonces.

Joey cerró la puerta y caminó hasta salir del jardín de su casa, fui tras él y le toqué el hombro. Dio un respingo y apretó los puños.

—Bien, esto es demasiado extraño, pero vamos a poner ciertas reglas —exclamó, sin dejar de caminar y con la cabeza gacha—. No puedes solo aparecer... no, esa no es la palabra. No puedes tocarme así no más porque es espeluznante, de ahora en adelante, háblame antes para saber que estás ahí.

—Entiendo.

—Voy a ponerme mis audífonos —sentenció—, pero solo es para que la gente piense que hablo por teléfono y no solo como un demente.

Asentí. Entonces recordé que no me veía.

—De acuerdo.

—Cuéntame entonces cómo fue la cosa.

Suspiré y empecé en voz baja.

—El viernes antes de llegar a casa lancé una moneda a la fuente del boulevard, ayer fui como siempre a pasear a los perros y entonces vi un conejo con sueter morado, lo seguí y llegué a una carpa morada.

—¿Y en lugar de aparecer en País de las maravillas, desapareciste? —ironizó, incrédulo a mi relato.

—Sé cómo suena, pero así fue. En fin, vi la carpa...

—Y fuiste tan tonta que entraste —concluyó.

No podía rebatir eso, era completamente cierto.

—Entonces la señora dijo que estaba ahí para atender mi deseo a la fuente o algo así —reanudé, omitiendo su comentario—, que siempre acude cuando los deseos se hacen de corazón. Me dio la oportunidad de declinar pero creí que solo era una charlatana así que no perdía nada quedándome; luego me pinchó el dedo y puso mi sangre en un libro diminuto y luego desapareció. Creí que lo había soñado todo y esta mañana amanecí así.

Al terminar mi relato sin parar la marcha, logré ver a lo lejos el boulevard, habíamos llegado.

—¿Y cuál...?

Vi una carpa morada a lo lejos e interrumpí a Joe.

—¡Esa es la carpa!

Joey miró a ambos lados y no vio nada, no podía señalarle así que avisé:

—Te voy a tomar la mano, no te espantes.

Lo agarré y eché a correr con él hacia la carpa. En pocos segundos llegamos, Joey se soltó de mí y miró la carpa.

—¿Esta tan pequeña?

—Es más grande adentro, vamos...

—Emmm... ¿qué tal si te espero acá? —Su tono indiferente contrastaba con el miedo en sus ojos—. Te juro que no me iré.

—Entra conmigo, por favor. Solo... no hagas tratos con ella.

Vi duda en sus ojos y entonces, sin decir nada, extendió un poco su mano. Sin esperar la tomé y lo halé un poco para que entráramos. Vi que tragó saliva pero entró tras de mí.

La mujer no tardó en salir a nuestro encuentro y al ver a Joey, sonrió.

—Oh, buenos días, ¿en qué...?

—¿Por qué soy invisible? —espeté.

La mujer frenó sus palabras amables y sonrió tétricamente. Yo estaba entre ella y Joey.

—Oh, hola, Elizabeth. ¿Cómo va el objetivo?

—¡Usted no me dijo que me haría invisible!

—No controlo eso, querida —explicó—. Te dije que la magia quitaba algo que considera que no necesitas.

—¡¿Y en qué universo no necesito ser visible para... para cualquier cosa?!

—La magia es sabia.

—Vengo a que lo arregle. Puede darme mi moneda, volverme a la normalidad y nada ha pasado. No quiero la magia, lo que necesite lo haré por mis méritos, así que... ¿qué debo hacer?

La mujer se tornó seria y pude ver indignación en sus ojos.

—¿Piensas que la magia es un juego? ¿Que es un objeto que compras y si no te gusta lo devuelves?

No sé si fue real, pero ella me miró directo a los ojos; así lo sentí.

—Entonces dígame qué hago.

—Te lo dije todo ayer, querida, no tengo tiempo para repetirlo. —Dirigió su mirada a Joey, cuyas manos temblaban—. ¿Y, tú, querido? ¿Necesitas algo?

—No... yo estoy bien, muchas gracias.

—Bueno entonces... —La mujer levantó a su conejo del suelo, le sacudió el suéter morado de pelos blancos y lo acarició. Miró a Joey de nuevo—. Me lo recuerdas mucho a él.

—¿A... —Joe carraspeó—... a... a su... mascota?

—¡Es familia! —tronó.

Metió la mano a su bolsillo y la sacó empuñada, al abrirla, sopló un polvo hacia nosotros; me tapé los ojos y Joe hizo lo mismo, cuando los abrimos, estábamos en el césped, sin carpa alguna.

Joey soltó una exhalación con fuerza, como si la hubiera estado reteniendo todo el rato y el alma le hubiera vuelto al cuerpo de repente. Levanté mi mano, seguía siendo invisible.

—¿Viste esa cantidad de animales? —preguntó atónito—. ¿Y qué onda con el morado?

—Dios... estoy perdida... no me veo... Joey, ¡sigo invisible! —Paseó sus ojos a su alrededor, en dirección de donde mi voz provenía, y mordió su labio, supe lo que lo inquietaba y le toqué suavemente el brazo luego de decir:— Acá, acá estoy.

Nos sentamos en una de las bancas del boulevard, el sol alumbraba pero yo no sentía calor y eso me inquietaba. Tenía una temperatura constante, ni frío ni calor.

—Ella dijo que te dio la solución ayer, ¿qué era?

Si hubiera podido sentir el calor de mi rostro, sé que me habría ruborizado.

—Cumplir el objetivo del deseo.

—¿Qué deseaste?

—Yo... no te lo quiero decir.

—Vamos, ¿cómo voy a ayudarte si no...? Espera. —Pareció que había dado un click en su mente y recordé nunca subestimar su perspicacia—. Me dijiste que solo atendía los deseos del corazón y desde que recuerdo, tus deseos del corazón incluyen a Messer. Por Dios, Lizzie, ¿le pediste a la fuente que lo casara contigo o qué?

—¡No! Pero sí... —Suspiré y me resigné a contarle y esperar el reproche o la burla—. Mi deseo exactamente fue una oportunidad de que él me conociera; yo estaba... estoy —corregí—, estoy segura de que si él me da el chance de conversar y eso, eventualmente se va a enamorar de mí.

Joey pasó sus manos por su cara con frustración, como quien recibe una terrible noticia.

—¿Y planeas llegar a su cama como esta mañana a la mía, darle un susto de muerte y que se enamore de ti tras una charla?

Dicho así, sonaba absurdo.

—¡Yo no sabía que me iban a poner invisible, Joe! Y además debo intentarlo y necesito tu ayuda. Tengo que llegar a él sin que sepa que soy invisible.

—¿Y si no pasa? —objetó—. Digo, supongamos que no se enamora de ti jamás dentro de los próximos años, ¿cuál es tu opción? ¿Andar como una transparencia hasta que envejezcas?

—No tengo los próximos años, Joe, tengo un plazo.

—¿Puede esto ponerse peor? —susurró para sí mismo—. Ahora, dime las condiciones o lo que sea de todo esto y no omitas nada, o no avanzamos.

—Tengo una semana para que se enamore de mí. La magia me da y me quita, me quitó mi imagen como puedes no ver y según ella, me da una ventaja que es el interés de Messer en mí. O sea, va a tener un gusto romántico por mí y ya depende de mí que caiga en el amor como tal.

—¿Y qué pasa cuando acaba la semana?

—Ya Messer debe amarme.

—¿Y si no?

Me pidió que no le omitiera nada, pero preferí guardarme la conjetura de que podría volverme una de sus mascotas. No estaba completamente segura de eso y no quería decirlo en voz alta.

—Supongo que me quedaré invisible.

Quería convencerme de que tenía aún siete... bueno, seis largos días por delante y que aún no era momento de pensar en las consecuencias de un fracaso; tenía que lograrlo sí o sí e iba a poner todo el esfuerzo para hacerlo. Esperaba que la magia hiciera su parte, sin embargo me preguntaba cómo. Digo, si Messer no podía verme, ¿cómo iba a demostrar su supuesto interés en mí? Aparte del hecho de que era una condición el no decirle a Messer, estaba segura de que no podía llegarle igual que a Joey y solo hablarle. Joe era un conocido de toda la vida, sabía casi todo de mí y yo de él porque nuestras madres nos contaban lo que hablaban entre ellas, así que era casi una obviedad que él no me iba a dejar sola con el problema, así como tampoco lo haría yo de ser contrario el caso.

—¿Y planeas entonces ponerte una sábana en la cabeza para que te vea a medias o...? —El comentario sarcástico, irónico de Joey se cortó cuando su teléfono sonó dentro de su bolsillo—. Es Messer.

—Pues contesta.

—¿Hola? —respondió—. ¿Cómo estás?... Ahh, sí... Claro... sí, así es... ¿y eso?... ahh, claro, pues no que yo sepa... bueno, déjame ver qué puedo arreglar... bien, te veo al rato entonces. —Colgó la llamada y su mirada quedó perdida, con una interrogante entre sus cejas—. Preguntó por ti.

Una chispa de esperanza se encendió en mí.

—¿En serio? ¿Qué dijo?

—Preguntó por mi vecina y que si yo sabía si estaba con novio o no y que si podía arreglar una cita grupal de amigos para salir sutilmente contigo. —Todo en su tono dejaba ver que estaba perplejo—. Esto no me gusta, Lizzie, ¿lo estás manipulando?

—No, Joe. No puedo obligarlo a que me ame, así que no lo manipulo. Solo es una ayudita.

Trataba de convencerme de eso.

—Por respeto a las décadas de amistad de nuestras madres y de que eres prácticamente familia, te ayudaré. Messer es mi mejor amigo, Lizzie, recuerda eso.

Eso era un sutil "mi ayuda acaba si veo que esto está perjudicando a mi amigo" y estuve de acuerdo. Joey tenía razón, nosotros dos éramos casi familia y si me estaba ayudando, además de ese motivo, era porque él sabía lo enamorada que yo estaba de Messer desde hacía años así que tenía la seguridad de que yo no lo iba a lastimar adrede. Yo estaba muy confiada de que podía hacerlo feliz y que él podía hacerme feliz a mí; era esa certeza de que estábamos hechos el uno para el otro pero que necesitábamos un empujón diminuto de la vida para quedar frente a frente, lo que hizo que por un momento viera algo bueno en esa locura.

Mi timidez en su presencia nunca había permitido que cruzáramos más de dos líneas así que comprendía cuando se hacía evidente su desinterés en mí.

Siempre me cuestioné si de no ser yo tan introvertida tendría ya una relación con él y concluía cada vez que sí, que él había intentado años atrás ser mi amigo (y eso sí lo había hecho varias veces) y que una cosa habría llevado a la otra pero que eran mis inseguridades lo que lo impedían, pero ahora tenía la oportunidad de hacer algo más, guiada por la presión del tiempo que corría y la ventaja de su interés en mí.

No tenía ni idea de cómo, pero sabía que con la ayuda de Joey, iba a enamorar a Messer. 

¡Muchas gracias por el apoyo!

♥ Hemos pasado el primer K de lecturas y los 500 votos, así que estoy muy agradecida ♥

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