Estrella Escarlata

By Ursae089

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UA Kurapika tiene solo un deseo, que su tribu nunca hubiese muerto y al cumplirse ese deseo se enfrentará a l... More

Capítulo 1: El Deseo
Capítulo 2: Recuerdos
Capítulo 4

Capítulo 3: Viaje a Ryuseigai

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By Ursae089

Capítulo 3

Al despertar lo primero que vieron sus ojos fue un tazón sobre la mesa de noche junto a su cama. Ya no se sentía sudoroso ni con fiebre, y su mente estaba un poco más clara.

Vagamente recordaba que durante sus sueños, el pelinegro lo despertó, lo alimento con sopa casera y después le dio una pastilla para el dolor de cabeza. Se levantó con cuidado, el paño húmedo de su frente cayó a su regazo y vio que el tazón tenía agua fría.

-Kuroro estuvo cuidándote toda la noche- dijo Pairo acercándose a Kurapika, y acostándose en la cama con él. Por supuesto el rubio le había hecho espacio - lo mandé a casa para que descansara.

Permanecieron abrazados en un silencio reconfortante.

-Pairo, ¿esto es un sueño?

El joven río: -No, no lo es. Pero no tienes nada de qué preocuparte -le aseguró con una sonrisa brillante - dijo Kuroro que podías tomar el tiempo que necesitarás para recuperarte. También entendió que no te sentías cómodo junto a él, así que no vendrá a menos que lo llames.

-¿Por qué hace todo esto por mí?- preguntó el rubio, aún molesto con Kuroro.

-Porque te ama y se preocupa por ti. ¿Qué sucede, porqué sientes rencor contra él?

-Es un asesino, acabó con mi familia, con mi tribu- respondió automáticamente

-Kurapika, mírame - el muchacho tomó su rostro entre sus manos -Yo estoy bien,y créeme la tribu está bien. Y no lo estaríamos sin la ayuda de Ryuseigai. Tuviste una terrible pesadilla, esto es la realidad. Todo está bien.

El joven rubio lo veía a los ojos, esos ojos castaños que hablaban con tanta seguridad y empatía. Pero se sentía como si algo estuviera mal.

-¿te convencería si hiciéramos una visita a tus padres?- esas palabras habían iluminado completamente su rostro sombrío y asintió.

Le invadió una gran nostalgia por ver a sus padres, parecía que había pasado una vida entera desde la última vez que lo había visto.

-Esta decidido, iremos a Ryuseigai.

Pasaron unos días antes de que pudieran llegar a la ansiada ciudad. Y en verdad era una ciudad mucho más diferente de la que había visto en fotografías.

Por supuesto la mayor parte era todavía basura, pero de alguna forma habían logrado hacer campos de cultivos, haciendo crecer la flora y fauna del lugar. La gente parecía vivir en casas un poco más decentes. Algunos llevaban ropas típicas de kuruta, y otros ropa un poco más común. Aún así se notaban los lazos estrechos entre los ciudadanos y los kuruta.

Pairo guío todo el camino, hasta llegar a lo que sería el hogar del rubio. Ya desde lejos había logrado ver a su madre, tendiendo ropa para que se secara, y a su padre trabajar en el pequeño huerto que tenían.

-¡Kurapika!- gritó su madre alegremente cuando lo observó llegando, corrió hacia él y Kurapika hizo lo mismo. Se sentía tan feliz de ver a su madre después de tantos años. Al mismo tiempo temía que este fuera uno de tantos sueños que tuvo, en los que en cuanto estaba a punto de alcanzarla despertaba. No fue así, no esta vez.

Ella envolvió sus brazos a su alrededor de él, abrazándolo fuertemente, Kurapika le regreso el abrazo. Cuanto había anhelado estar con su madre y su padre una vez más.

-Es extraño que estés tan eufórico, siempre evades mis abrazos o te quejas de que te apreté demasiado-dijo ella aún así muy feliz de ver a su hijo.

-Esta vez no- respondió. Hundiéndose más en sus brazos. A pesar de que ahora era ligeramente más alto que ella.

-¿Qué pasa? Pareciera como si no nos hubieses visto en años.

-De alguna forma, se siente de esa manera- admitió, pequeñas lágrimas de felicidad escapaban de sus ojos.

Su madre lo observó, tenía un extraño presentimiento, algo no estaba bien con su hijo.

-¿Cómo has estado?¿Cómo van las cosas con Kuroro?¿No vino contigo?¿Ya te pidió matrimonio?¿Tienen relaciones? ¿Usan protección verdad?

Kurapika se sonrojo completamente ante las últimas preguntas. Su madre era muy parlanchina, era agradable verla una vez más, pero era incómodo las preguntas tan directas y personales que hacía.

-Si te hizo algo malo, se las verá conmigo- dijo ella muy enfadada. Le agradaba Kuroro, pero si hería a su hijo física o sentimentalmente, no le importaría que fuera un criminal clase A, le daría una lección.

-Querida, deberías dejarlo hablar primero- se acercó el padre de Kurapika a ella para tranquilizarla, Kurapika se acercó con él también abrazándolo fuertemente.

La madre del rubio observó a Pairo, como si le preguntara ¿Qué sucede con él?

-Es una larga historia- suspiró Pairo, un poco cansado de explicar la situación actual de Kurapika.

-¡Perdió sus recuerdos!- gritó horrorizada, de todas las cosas que podían pasarle a su hijo, ésta parecía una de las peores.

Era mucho más complicado que eso, pero era la forma más rápida y simple que tenían para explicarlo. Kurapika aún se encontraba confundido al respecto, no saber cuál era realmente la verdad, cual de sus dos vidas era la verdadera era casi una tortura para él; estaba feliz de saber que su tribu estaba sana y salva, que sus padres y Pairo estaban bien y eran felices con sus actuales vidas. Pero aún no podía aceptar que era parte del Genei Ryodan, los causantes de muchas de sus pesadillas y lo peor era saber que era el novio de la cabeza de la araña.

-Pobre de mi niño- su madre lo atrajo a un abrazo una vez más -no te preocupes todo estará bien, tendrá que haber alguna forma de recuperar tus recuerdos, ya lo verás.

-¿Te quedarás algunos días?- esta vez su padre preguntó y el rubio asintió, necesitaba tiempo para estar con su familia. En especial quería ver a su abuelo, él conocía mucho sobre magia y otros mitos y leyendas; tal vez podría decirle si la estrella fugaz roja que vio cumplió su deseo o si en verdad solamente había perdido sus recuerdos.

Tal vez sería la única persona que lograría aclarar su mente con respecto a lo que estaba sucediendo.

-¿Y el abuelo?- preguntó Kurapika, notando tardíamente su ausencia.

-Salió de la ciudad un par de días, pero no debe de tardar en aparecer. Estoy seguro de que regresará cuando menos lo esperes - respondió su padre

-Ojalá él sepa una forma de recuperar tus recuerdos- mencionó su madre aún preocupada.

Los siguientes días Kurapika los disfruto en compañía de su familia y amigos, eran como unas pequeñas vacaciones. A pesar que había visto a un par de arañas en la ciudad, parecía ser que le estaban dando su espacio, seguramente por orden de Kuroro.

El rubio no se imaginó que tendría que ver el otro lado de la moneda, la ciudad de Ryuseigai dependía de ellos mismos. Al no ser reconocida como una verdadera ciudad, no había apoyo por parte de otras naciones, y si eran atacados solo contaban con sus propios ciudadanos para defenderse. Es por ello que desde temprana edad se les enseñaba a los niños a luchar y manejar todo tipo de armas. Se pulían sus mejores habilidades y ahora gracias a la influencia de los kuruta, también se les educaba. Muchos kurutas impartían clases tanto a niños como adultos. Mientras los Ryuseilitas se encargaban de formar el cuerpo y habilidades de supervivencia; los kuruta se encargaban de formar la mente y fortalecer el alma.

Una cosa más que le asombró al rubio, era que muchos de los niños y ciudadanos lo reconocían, algunos de ellos intercambio breves palabras; los niños correrían a él saludándolo jovialmente y observándolo con sus brillantes ojos llenos de admiración.

-Es increíble, luce débil pero dicen que es muy fuerte- comentó uno de los niños a otros dos que estaban con él

-¡Por supuesto que es fuerte! Sino no sería la novia de Kuroro.

-Es verdad, la novia del líder tiene que ser fuerte también.

Kurapika los observó con una mirada molesta y los tres niños salieron huyendo despavoridos. Escuchó una voz detrás de él, riendo.

Kurapika se volvió para golpear a aquel que osara reírse de él, aunque abandonó esa idea cuando vio a la dueña de aquella pequeña risa.

-Paku

-¿Aún no te acostumbras a la idea?- preguntó la mujer, aunque no a modo de mofa.

-No, aún me cuesta aceptar algunas cosas.

-¿Porque no damos un paseo?-dijo la mujer tomándolo del brazo, y acompañándolo por la ciudad - ¿Qué te ha parecido la ciudad?

-Bueno es muy diferente de lo que esperaba, la situación económica y política son demasiado complicadas.

-Todos son responsables de sus posesiones y de no dejarse robar, y aunque no lo creas la gente se siente mucho más unida. Y ya que es una ciudad que sobrevive a base de basura, tienen que aprender a transformar aquello que otros ven como basura en un tesoro.

-Son muy creativos, lo he notado -sonrió el rubio.

-Hubo tiempos peores a estos, incluso desde antes de que los kuruta llegarán a esta ciudad. La ciudad estaba bajo una fuerte crisis económica y amenazas de dos países con borrar por completo el lugar. Muchos de nosotros que habíamos crecido juntos habíamos compartido el mismo pensamiento, que debíamos proteger nuestra ciudad. Enseñarles que no éramos débiles, y que no podían usarnos con facilidad, incluso si moríamos no nos importaba, era mejor que vivir como marionetas de otros gobiernos. Fue entonces cuando se formó la araña.

Sabes, Kuroro no se proclamó a sí mismo líder del ryodan, en ese entonces nosotros lo elegimos. Sabíamos que con él dirigiéndonos, sabría cómo usar nuestros talentos de la mejor manera. –

Kurapika observó a la mujer en silencio, escuchándola atentamente, sus ojos llenos de un brillo singular de admiración mientras hablaba y tal vez ¿Amor? Aunque no estaba seguro si era amor por su gente o por Kuroro en especial.

-Incluso en ese entonces recuerdo que nos dijo que no le diéramos prioridad a su vida, era nuestro líder pero él dijo "Lo importante no es el individuo sino la araña"

Kurapika recordó entonces, aquel día en el auto, cuando había secuestrado a Kuroro y había dicho que no tenía valor como rehén. Creyó que era porque no valoraba su vida, pero tal vez era lo contrario, valoraba más la vida de sus compañeros que la suya.

Así como él habría dado su vida por sus amigos o familiares.

Después de todo no eran tan diferentes.

-Puedo notar en tus ojos el ligero odio que sientes cuando se habla de la araña, o del líder. ¿Qué es lo que sucede?

-Se que es una locura, pero antes de perder mis recuerdos tenía una vida completamente distinta a esta. Ustedes, el ryodan habían acabado con mi tribu, fui el único que sobrevivió y prometí que me vengaría de ustedes.

Pakunoda acarició gentilmente su cabeza: -Pareciera más bien una terrible pesadilla, solo mira a tu alrededor, tu familia está bien, tú estás bien. Tal vez deberías olvidarte de ello y comenzar otra vez.

-Si, tal vez debería.

Paku sacó una bala de su bolsillo.

-Son los recuerdos de Kuroro, se que aún necesitas tiempo, pero cuando estés listo llámame y te los mostraré.

-Gracias Paku, y lamento los problemas.

-No tienes de qué disculparte, en el ryodan siempre tendrás tu lugar si deseas regresar.

Después de aquello Paku había tenido que irse, ya que tenía una misión especial de la cual encargarse. Kurapika observó el atardecer, reflexionando sobre las cosas que le había dicho Pakunoda. Había ocasiones en las que la respuesta le parecía clara, y otras en la que seguía confundido. Regreso a casa, esperando que su abuelo ya estuviera de regreso y de hecho así fue.

No había cambiado absolutamente nada, seguía siendo bastante serio y estricto. Aunque detrás de esa fachada, se encontraba un abuelo amoroso.

-Abuelo, tienes un momento, quisiera hablar contigo- el anciano asintió, notando la seriedad en los ojos de su nieto, lo guió hasta su habitación donde se apilaban montones de libros e investigaciones.

-¿Qué sucede? ¿Es por lo de tus recuerdos? Tú madre ya me ha puesto al tanto de ello.

-No la quería preocupar, así que no le conté toda la verdad.

-¿Qué quieres decir?

-La noche antes de "perder mis recuerdos", yo estaba en "otra dimensión" por así decirlo, hasta entonces la vida que conocía era diferente. Todos ustedes habían muerto a manos del ryodan, solo yo había sobrevivido. Los ojos de la tribu fueron vendidos, y yo los había recuperado. Incluso había decidido vengarme de la araña y maté a dos de sus miembros. Pero esa noche vi una estrella fugaz roja, y pedí un deseo. Deseé que ustedes nunca hubieran muerto.

El hombre miró atónito al chico.

-Aguarda un minuto- dijo el anciano mientras buscaba entre varios de sus libros, hasta que encontró aquel que buscaba.

-Es un libro muy antiguo, de una tribu hermana que se extinguió muchos años atrás. Ellos adoraban a las estrellas, realizaban rituales sagrados y si no mal recuerdo, mencionaba algo sobre una estrella escarlata- siguió pasando hoja tras hoja, hasta que encontró una bella ilustración de una estrella fugaz roja cruzando por el cielo mientras los habitantes en la tierra la alababan -Aquí dice que la estrella escarlata se presenta una vez cada mil años y que concederá los deseos de las personas que la observen. Siempre y cuando ese deseo haya sido pedido de corazón.

-¿Entonces no estoy loco? ¿En verdad ocurrió?

-Es una vieja leyenda, así que no lo sé con certeza, pero parece ser la única explicación.

Kurapika caminaba por la habitación de aquí para allá. Revisando una y otra vez las páginas del libro, había una página más sobre la estrella roja, pero parecía haber sido arrancada. No le tomó demasiada importancia, ya que al menos el libro había resuelto algunas de sus inquietudes.

Le alegraba saber que sus recuerdos no habían sido borrados, y que tampoco había alucinado con esa otra vida. Su deseo se había vuelto realidad, y aunque no todo era perfecto estaba agradecido con aquella estrella.

Además, no tenía que regresar y ser parte del Ryodan, tal vez podría mantener una amistosa relación con ellos; pero no significaba que tenía que volver a ser una araña. Parecía que Kuroro había aceptado ese hecho. Y sino, al demonio con él.

-Gracias abuelo- dijo el rubio con un renovado espíritu.

El anciano lo observó salir de la habitación, aún parecía preocupado. Debía investigar más sobre esa estrella.

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