Horus

By bibliotecadorada

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¿Y si el amor de tu vida esta en otra galaxia? No todos los días te cruzabas con alguien como él: alto, muscu... More

Sinopsis
Capítulo 1: El misterioso chico
Capítulo 2: mitología egipcia
Capítulo 3: tropezones sin caídas
Capítulo 4: viajes acompañados de alucinaciones
Capítulo 5: biblioteca
Capítulo 6: heladería
Capítulo 7: la feria
Capítulo 8: la fiesta
Capítulo 9: estrella
Capítulo 10: Guiston
Capítulo 11: Guiston Park
Capítulo 12: inesperada visita
Capítulo 13: alucinaciones
Capítulo 14: menta granizada
Capítulo 15: ¿estoy loca?
Capitulo 16: la audición
Capítulo 17: el famoso número
Capítulo 18: nuevos cabellos
Capítulo 19: la barbacoa
Capítulo 20: la cabaña
Capítulo 21: celebración
Capítulo 22: verdades disfrazadas
Capítulo 23: miedo
Capítulo 24: playa
Capítulo 25: despertar
Capítulo 26: dura realidad
Capítulo 28: orejas
Capítulo 29: el extraterrestre
Capítulo 30: visitas nocturnas
Capitulo 31: información
Capitulo 32: Dhimot
Capitulo 33: Daemon
Capítulo 34: visita sorpresa
Capítulo 35: nuevo mundo
Capítulo 36: Hator
Capítulo 37: verdades incómodas
Capítulo 38: el beso
Capítulo 39: el tiempo
Capitulo 40: Salix y Thorm
Capítulo 41: Guixis
Capítulo 42: información valiosa
Capítulo 43: volvió
Nota de autor
Capítulo 44: primer entrenamiento
Capítulo 45: baile celestial
Nota de autor
Capítulo 46: más cosas a la luz
Capítulo 47: una hermana normal
Capítulo 48: el entrenamiento
Capítulo 49: las habilidades fallaron...de una buena manera
Capítulo 50: Gretik
Capítulo 51: Trina
Capítulo 52: almas gemelas
Capítulo 54: charlas reveladoras
Capítulo 55: elogios peligrosos
Capítulo 56: un mundo ideal
Epílogo
Nota de autor

Capítulo 27: galaxia

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By bibliotecadorada

Estar de nuevo en mi casa fue como si me echaran un balde de agua fría. En solo dos días habían pasado tantas cosas... Parecía que había vivido otra vida en ese corto período de tiempo. Me sentía otra persona y que todo era distinto.

En especial, porque Horus tenía razón: nada de lo que pasó había sido un sueño. Recordaba nuestras conversaciones a la perfección, todo lo que sentí, las cosas...que él hizo, las cosas que yo hice...Por Dios, iba a morir de la vergüenza algún día de estos.

Apenas llegué a mi casa mis padres me saludaron como si no nos hubiésemos visto en milenios, y así era como se sentía. Cenamos juntos, porque al final habíamos vuelto de noche, y les conté cómo había sido todo, desde la casa de Trevor hasta la playa. Claro que me salteé las partes que no podía contar, como que un chico me leyó la mente y luego me teletransportó a su hogar para decirme que era un extraterrestre, y luego dos amigos huyeron de mi como si tuviese una enfermedad monumental, o que había creído que estaba en un sueño.

Lo normal.

Cuando me fui a dormir, estaba devastada. El viaje me había dejado completamente agotada, más todos los sucesos de ayer. Necesitaba una buena dosis de sueño.

—Me temo que eso no ocurrirá hoy.

Mi boca se abrió para lanzar un grito ante la repentina voz, pero una mano me la tapó.

Mi corazón estaba acelerado. Temí tener un paro cardíaco. Cuando la mano me liberó la boca, pude hablar en susurros.

—Dios, Horus, no puedes aparecer así como así. ¡Mis padres te podrían escuchar! Y ni hablar de que casi muero de un susto. Literalmente.

Él tenía una sonrisa de costado, pero me miraba con precaución.

Yo no podía creerlo. Horus me estaba transformando en otra persona. Antes, era una persona muy calmada; en cambio ahora, parecía que vivía hecha un manojo de nervios.

—Lo siento, pensé que me habías visto. Estaba sentado en tu silla desde hacía unos minutos.

Parpadeé.

—¿En serio?

Asintió.

—Parece que estabas perdida en tus pensamientos, eh.

Iba a sonreír, pero luego recordé que él podía leer esos pensamientos de los que hablaba. Bien. Esto era real. Pero necesitaba confirmarlo...de nuevo.

—Hazlo—dije y me senté en mi cama, sin quitarle la vista de encima.

Frunció el ceño.

—¿Qué quieres que haga exactamente?—comenzó a acercarse a mí, y su mirada se tornó como la de un depredador.

Mis mejillas se sonrojaron.

Ay, no. Ay, no, no, no, no. Todo este tiempo él estuvo leyendo mi mente... Sabiendo cuándo pensé que era hermoso, o sexy, o... ¡Cuando casi lo beso! ¡O sus músculos!

Rayos, debía dejar de pensar en eso de nuevo. Pero no podía. De repente, todos los escenarios en los que nos imaginé juntos vinieron a mí, como en una avalancha, y casi me dejan sin aire. Dios, el día que me preparó el helado...

Me tapé la cara con las manos, quería que la tierra me tragara.

Horus se rio.

—Debo confesar...—sentí que se sentó al lado mío, y apreté más mis manos—que estuve presente en todos esos momentos.

Mi cara ardía de la vergüenza.

—No me haces sentir mejor—mi voz salió amortiguada debido a mis manos.

Volvió a reír.

—Para solucionar eso, entonces déjame confesarte otra cosa—. La cama se movió, y tuve la esperanza de que se hubiese ido. Saqué mis manos de la cara, y para mi sorpresa, su cara estaba a centímetros de la mía. Se acercó lentamente y mi respiración se aceleró. Con su dedo recorrió mi clavícula y luego llevó sus labios a mi oreja—. No te sentirías tan mal si pudieras saber todo lo que yo he pensado.

Oficialmente mi corazón se salteó un par de latidos. Tomé una bocanada de aire, y mis ojos se abrieron como platos. Horus se alejó de mí y se mordió el labio inferior.

La vergüenza de repente pareció ser menor. ¿En verdad había dicho eso? Vaya. Esperaba no estar delirando. ¿Un extraterrestre pensando cosas así...? ¿Es que era posible...?

Arqueó una ceja.

Intenté no pensar en nada más, pero era tan difícil. Cada vez que ponía mi mente en blanco, imágenes raras aparecían en mi cabeza.

—Tranquila. Cuanto más tratas de reprimir tus pensamientos, más fuerte son y más los puedo escuchar. Así que trata de controlarlos, pero no te desesperes—dijo en un tono divertido.

Yo no le veía gracia al asunto. Que alguien pudiera leer mi mente era algo que me hacía sentir muy expuesta, naturalmente, y no me gustaba. Para nada. O bueno, quizás un poco la parte en la que confesó que también había pensado en cosas...no apropiadas.

—Aunque me gustaría quedarme aquí toda la noche, en realidad no vine a hablar de cosas...inapropiadas—. Mis mejillas oficialmente serían de color granate a partir de hoy—. Vine para que siguiéramos hablando de otros asuntos. ¿Qué opinas?

Mordí mi labio. ¿Quería saber más cosas? ¿Quería creer en ellas? No lo sabía. Pero creía que... quería averiguarlo.

Luego de decirle a Horus que ni loca nos íbamos a teletransportar a su cabaña, fuimos a ella caminando. De alguna manera, parecía que él tenía súper fuerza también, porque salimos por mi ventana y no sé cómo hizo para que no nos estrelláramos contra el piso.

—No tengo súper fuerza—dijo mientras abría la puerta de la cabaña. Tenía una sonrisa gigante en la cara—. Es mi fuerza natural gracias a los músculos que tengo.

Alcé las cejas y entré.

—Vaya, que modesto.

Me guiñó un ojo y desapareció en la cocina. Volver a estar allí parecía surreal. Habían pasado tantas cosas...y yo había sido tan estúpida. Recordaba cómo Horus dijo que me estaba volviendo loca, y la verdad es que así lo era.

Lo seguí a la cocina y vi que preparaba un chocolate caliente. De repente, un pensamiento cruzó mi mente y sentí que se me prendió la lamparita.

—Por eso tienes la nevera vacía.

Me miró por encima del hombro, con una ceja arqueada.

—¿Quieres explicarme un poco más?

Negué con la cabeza, maravillada.

—Tienes la nevera vacía, la cocina en general vacía, porque no vives aquí.—Otra lamparita se me encendió—¡Oh, mis dioses! ¡Por eso no comes nunca nada! ¡Ni has visto una película ni comido helado!—Lo miré con los ojos muy abiertos. Él lucía confundido.—¡Porque eres un extraterrestre!

La comprensión llegó a sus ojos y sonrió. Terminó de revolver el chocolate y me tendió la taza.

—Exactamente, Iris—dijo y nos dirigimos al salón—. Mi estómago no esta preparado para digerir los alimentos de este planeta.

Una vez que nos sentamos en el sofá, seguí hablando sin parar, como si se me hubiese desbloqueado algo.

—¿O sea que compras esto solo por mí? Eso es muy amable—tomé un sorbo y no le di tiempo a responder.—¿Siquiera compras esto? ¿Y qué me dices de las películas? Dices ser de un mundo evolucionado, ¿pero no tienen películas? ¿Qué clase de mundo es ese? Y espera, ¿cómo es que trabajas en la heladería? ¿Y tus padres? ¿Y...?

Soltó una carcajada. Mis mejillas comenzaron a arder de nuevo.

—Esas son muchas preguntas que te responderé, pero de a poco.

—Lo siento. Lo siento tanto—subí mis piernas al sofá, flexionándolas—. Es que ahora estoy uniendo todos los puntos. Oh—mi cerebro tuvo otra revelación— y cuando me preguntaste si creía en otros mundos...Vaya, era bastante obvio la verdad.

Me miró con cautela.

—¿Qué cosa es bastante obvia?

Incliné la cabeza a un costado.

—¿Ahora no lees mi mente?

Sonrió.

—No funciona así. O bueno, sí, pero quitaría toda la diversión y la conversación. Así que continúa, por favor.

—Que era obvio que no eres de por aquí. Solo que no estaba lista para verlo.

Sonrió aún más, y sus ojos parecieron brillar. No podía ser tan perfecto. Realmente no podía. Y ya no me importaba si me escuchaba o no, es que era un hecho del cual no podía escapar.

Aunque bueno, por suerte, decidió ignorarlo.

—Todas esas cosas que te enterabas de mí, de a poco, fue a propósito. Necesitaba que veas que no era un ser humano normal, porque si no la verdad te costaría aceptarla más—hizo una mueca—Aunque costó bastante, la verdad, pero fue por mi culpa. Y por ahí quiero ir: lamento tanto, Iris, todo lo que sucedió... Leerte el pensamiento así, sacarte de tu casa a la noche, teletransportarte...Yo...—Suspiró, y era la primera vez que lo veía nervioso.—Yo traté de hacerlo lo mejor que pude, pero se me fue la situación de las manos. Solo quiero que sepas que eres muy fuerte. No te enteraste de la mejor manera, ni por asomo, pero aquí estas, asimilándolo todo. Es admirable.

Vaya. Sonreí tímidamente.

—Todavía no lo asimilo al cien por cien...pero disculpas aceptadas. Seguramente no puedo ni imaginar lo difícil que fue para ti contarme todo esto.

—Lo fue. Lo siento nuevamente por todo el rollo que solté antes. No soy precisamente el encargado de despertar almas, por lo que verás que soy bastante bruto...Estoy aprendiendo, como tú.

¿Despertar almas? Lo decía como si se tratara de prender una lamparita.

Rio suavemente.

—Es algo así.

¿Ya dije que era molesto que responda cosas que no había dicho en voz alta?

—Es tu culpa por pensar tan alto. No la mía.

Lancé un quejido. Él rio entre dientes y se relajó contra el respaldo del sofá.

—¿Estás más tranquila?

Asentí con la cabeza.

—Sí...

—Genial—respondió—¿Quieres que te cuente más cosas?

Mordí mi labio. Si bien la situación me resultaba híper mega rara y sentía que en cualquier momento me despertaría dentro de un libro de fantasía, no pude evitar sentir curiosidad.

Así que asentí con la cabeza.

—Entonces te explicaré cómo están regidos nuestros planetas. Para comenzar, Khracira (de donde yo provengo, por si lo has olvidado) se encuentra en la galaxia Xovir, en donde a su vez hay muchos otros más planetas. Pero Khracira en particular, se rige por dos...hmm...gobiernos. Por una parte se rige el lado Este, y por la otra, el lado Oeste.—Me miró y sonrió. —¿Por ahora voy bien?

Suspiré.

—No lo sé—respondí sinceramente, ya que no podía mentir, porque mis pensamientos me traicionarían (literalmente)—. Me estás diciendo demasiadas cosas en muy poco tiempo.

Sonrió en una fina línea y asintió con la cabeza.

—Está bien, estas sobrecargada de información, es comprensible. Lamento si hablo demasiado, es que me entusiasma contar la historia—dijo todavía con una sonrisa—. En cuanto a lo de creerme o no, ¿qué otras pruebas necesitas? ¿No basta con poder leer tus pensamientos y teletransportarme? ¿Tengo que mostrarte algo más...?

—¡No!—Grité, interrumpiéndolo.—Por favor, no.

Si bien sus poderes eran fantásticos, era demasiado chocante presenciarlos. Cuando lo hacía me daba la sensación de estar en una película, o en un sueño como dije antes, y mi mente se trababa de alguna manera.

—Es normal, no estás acostumbrada—respondió a mis pensamientos.

Iba a asentir, pero una pregunta llegó de repente a mi mente.

—¿También...también puedes manipular emociones?

Recordaba que con solo algunas palabras, varias veces había logrado calmarme y llenarme de sensaciones que no tenían ningún sentido debido a las situaciones que había vivido anteriormente. Como cuando si bien estaba aterrada por su presencia esa noche en la casa de Dustin, con solo un par de frases me llenó de confianza para llevarme al medio del bosque...en el medio de la noche.

Cielos, esas habilidades que tenía eran realmente fuertes.

Horus negó con la cabeza, sorprendiéndome.

—No es manipular tus emociones directamente. No te lo puedo explicar científicamente porque no lo entenderías, pero lo que hice fue transmitirte mi energía para que sientas tranquilidad y confianza—se relamió los labios—. Y antes de que lo digas, no, no fue una forma de engañarte. Fue una forma de sobrellevar la situación. No lo solemos usar, la verdad, a menos que tengamos una emergencia, como me pasó contigo. Tenemos la capacidad de usarla porque son siempre para fines que no harán daño a nadie, al igual que todo el resto de otras habilidades que tenemos.

Cerré mis ojos unos momentos y asimilé lo que estaba diciendo. Horus tenía razón. Si alguien con fines no buenos pudiera llegar a usar unos poderes así...se desataría el caos.

—Para eso existe la evolución, Iris. Cada uno es dotado de dones y habilidades si solo los usará para su bien. Y cuando no lo hacen...bueno, todo luego vuelve a equilibrarse.

—Oh—dije, un poco confundida, aunque en el fondo creía que lo entendía.—Entonces, con respecto a... los planetas, ¿dices que estos planetas están regidos por gobiernos?

Mi curiosidad había vencido a los límites de mi mente. Todavía no decidía si creerle o no, pero me intrigaba saber más acerca de este supuesto lugar en algún lugar del universo.

—Los llamé gobiernos para que lo entiendas, pero en realidad son algo así como maestros, que no nos controlan sino que se encargan de marcar el camino. Más adelante lo comprenderás mejor—añadió cuando vio mi cara de confundida—. En esta galaxia somos todos planetas evolucionados, por lo que nuestras leyes se basan en el amor, así que en ninguno hay violencia, ni por lo tanto policías, porque no se necesitan.

Vaya. Ojalá todos los presidentes fueran así de atentos. Claro que con el mundo que teníamos sería imposible que den abasto con todo.

—Este planeta ya llegará a esas condiciones, Iris, no te preocupes.

—¿De qué hablas?—lo miré confundida.

¿Había escuchado bien?

—Sí. Nuestro planeta es evolucionado porque tiene más años que este, por lo que tuvo más tiempo para desarrollarse. Pero el tuyo, al igual que lo que se espera con otros planetas, va a evolucionar a su debido tiempo.

Intenté imaginarme al planeta Tierra libre de maldad y agresión, con gente amorosa y con habilidades desarrolladas, y mi mente se quedó con esa imagen duramente unos segundos.

—Sería asombroso—dije con ilusión.

Lo será —afirmó.—Me parece que eso es todo por hoy. Si quieres, puedo llevarte a tu casa—ofreció.

Hice una mueca.

—Si es caminando no hay ningún problema.

No pensaba hacer eso de la teletransportación de nuevo.

De repente, su presencia comenzó a intimidarme.

En algún punto de la charla, pareció que mi mente decidió creer— o hacer el intento— todo lo que dijo, y aunque tenía muchísimas cosas que procesar, si era todo verdad, eso significaba que estaba delante de un ser de otra galaxia.

Un ser evolucionado.

Un ser con habilidades.

Un ser que vivía en un planeta lleno de amor.

Temblé de solo pensarlo.

Traté de olvidar con quién estaba hablando y delante de quién me encontraba, y actué normal.

—Sí, como tú quieras.

—Gracias—dije con una pequeña sonrisa. Él me la devolvió y las mariposas en mi panza aparecieron repentinamente.

Hice todo lo posible para no pensar en eso mientras salíamos de la cabaña, mientras subíamos al bote y mientras caminábamos por el bosque, pero se me hizo imposible. Cada vez que nuestras manos se chocaban o teníamos un roce mínimo, saltaban chispas en mi interior, y mi corazón se comportaba como si fuese el de una nena de cinco años.

Se emocionaba por todo.

No puedo creer que seas un extraterrestre—dije, mientras miraba las estrellas—. Siempre me los imaginé verdes con la cabeza enorme y ojos negros, también muy grandes...

Y Horus era lo contrario. Jamás imaginé que un ser de otra galaxia fuera así de sexy.

Rio entre dientes.

—Mi especie es físicamente muy parecida a los humanos, pero hay de todo, la verdad. Gente con piel de todos los colores que te imagines y hasta hecha de plumas, ojos de todas las formas, cabellos de todos los colores...—sonrió y me miró de soslayo—. Generalmente, la forma que tenemos depende del planeta de donde venimos. Se trata de seguir una especie de orden que sea óptimo para las condiciones en donde vivimos.

Lo miré, maravillada. Lo decía como si todo estuviera muy organizado, y suponía que así era. Traté de imaginarme a gente con ese tipo de formas, que desconocía, y me resultó un poco difícil. Sobre todo, la parte de tener piel de plumas. Como un pájaro.

—Oye, ¿cómo es que Emma y Trevor no me dijeron nada de que me hayas ido a buscar a la casa de Dustin?—pregunté, cuando recordé el extraño suceso.

Sonrió.

—Fue una pequeña modificación de mentes para que no te dijeran nada por desaparecer en el medio de la noche.

Cada vez que decía algo, me sorprendía más. Era como una fuente de información inagotable.

Cuando llegamos a mi casa, no me quedó otra opción a que me teletransportara a mi habitación, para que mis padres no me escucharan subir.

Una vez adentro, nos quedamos mirándonos y cuando sonrió y se despidió con la mano, mi corazón hizo eso otra vez.

Esto tenía que parar.

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