Suspiros Robados (Libro 1) [D...

Autorstwa AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... Więcej

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
15. Todo fue historia
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
23. Las verdades de Nora
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
29. La familia es el pilar
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
36. El robo
37. La última noche
38. La muerte
39. Juntos
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

19. Nombres que anotar

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Autorstwa AnnRodd

Nombres que anotar

Había muchos descampados en mi ciudad y en los alrededores. Victoria Avery era una urbe enorme. Que Cassandra y yo hubiésemos muerto en el mismo podía ser una coincidencia, sí, lo sabía, y Luca, mis padres y mi psicóloga no dejaban de repetirme que ese era un lugar propenso para arrastrar chicas.

Yo también pensé qué, si nuestro asesino había sido el mismo, ¿por qué nos había llevado al mismo lugar? ¿No se había preguntado qué había pasado conmigo, qué habían hecho con mi cuerpo? 

Podía no importar esa posibilidad si él no era de esta ciudad, como yo lo había deducido desde hacia tiempo. Quizás podía creer que mi muerte no había llegado a las noticias, como tantas otras muertes que nunca nos enterábamos.

Varias noches salí de casa a recorrer las calles, a vigilar a tipos que andaban solos y a chicas que regresaban a sus casas. Evité dos robos, pero nada más. Empecé a decepcionarme por mi poca capacidad para cazar gente en específico y me resistí a volver a mi escena de muerte por mi bota, para buscar más recuerdos. Eso me revolvía el estómago aún.

Luca volvió a sonreír conmigo al notar que yo ya me sentía derrotada y buscaba hablarme de cualquier cosa. Bromeaba y no volvió a mencionar a su hermana. Yo tampoco le pregunté, tenía que respetar sus tiempos.

Estaba con él, en su casa, un miércoles por la tarde, estudiando Biología cuando empezó a hacer chistes muy malos sobre la profesora para seguir distrayéndome. Me reí porque sus expresiones eran lo más divertido de todo el asunto.

Su mamá nos dejó un tazón lleno de galletas y le dijo a Luca que se comportara delante de mí, al menos, y no pude evitar sonreír.

—¿Y por qué mejor no apagan la televisión? —preguntó, agarrando el control remoto—. Así no pueden estudiar.

—Serena no necesita estudiar, mamá —dijo él, con una limpia sonrisa, mientras yo agarraba mi teléfono y le repetía a mí mamá que estaba todo bien y que volvería a casa muy temprano. Mamá me contestó con un guiño, porque ella ya identificaba a Luca como mi novio, aunque le había repetido mil veces que no lo era—. Ella seguro saca diez. El menso soy yo, por eso me ayuda.

—Pero si eres muy listo —dijo su madre, dejando el control de la televisión en la mesa baja del living, que estábamos usando para hacer las tareas, sentados en el suelo. Ella salió de la habitación y Luca ensanchó la sonrisa en mi dirección. Bajó el volumen de la Tv, para que solo quedara la imagen de fondo, y me pidió que le explicara el ciclo reproductivo del helecho.

—Ese es muy fácil, Luc —repliqué.

—Alan me lo explicó para la mierda y me confundí —admitió—. Creo que mezcló varios ciclos distintos.

Me reí y agarré su carpeta. Ignoré la televisión durante unos minutos mientras dibujaba en una hoja el ciclo correcto y las explicaciones básicas, hasta que Luca quiso alcanzar el tazón con las galletas, dio un respingo y lo tiró al suelo.

Levanté la mirada, pensando que se le había resbalado de las manos, pero noté que él tenía la mirada fija en la televisión muda.

—¿Qué? —le dije.

Giró lentamente la cabeza hacia mí.

—Serena —dijo, con la voz ahogada—. Se parece a ti —añadió, casi con dolor.

Miré la televisión, todavía sin entender. En la pantalla estaba la fotografía de una chica, que tenía el pelo oscuro y los ojos claros, igual que yo. Su sonrisa alegre contrarrestaba mucho con el título de la noticia.

«Adolescente desaparecida es hallada muerta. Su cuerpo fue encontrado junto a las vías del tren Ramal Norte, en el centro de la ciudad de Victoria Avery, apuñalado».

—No puede ser —gemí.

Luca se arrastró por el suelo, a medida que su mamá se acercaba tras haber escuchado el pote caer al piso.

—Serena, es una coincidencia —me susurró, agarrándome la mano.

—No lo es. Se parece a mí, tienes razón —contesté, sin quitar la vista del rostro de la chica—. Luca... como Cassandra y como yo, ella tiene los ojos claros y el pelo oscuro.

Él negó, pero sabía que yo tenía razón. Su mamá nos observó, sin entender realmente qué pasaba conmigo, pero yo me pregunté si al ver a esa chica en la televisión no pensaba en su hija.

Me quedé en silencio y Luca me abrazó. Solo me repitió lo de siempre, no convencido, y al final me preguntó si quería ir a casa.

—Estoy bien —dije, con un hilo de voz, aceptando el vaso de agua que me alcanzó la mamá de Luc.

Él apretó los labios.

—Creo que sí deberías ir a casa.

—Mamá aún no llega del trabajo, no sé si quiero estar sola ahí —contesté.

—¿Por qué no vas con ella y te quedas hasta que llega su mamá, Luca? —dijo la mujer, tomando el vaso después de que bebiera algo—. Así no estará sola.

Luca empezó a guardar mis cosas en mi mochila. Me quedé silencio, porque no quería decir más nada delante de su madre y enseguida él me instó a salir, dándome la mano para reconfortarme.

Sin embargo, una vez fuera, de camino a casa, me solté y empecé a dar vueltas, de un lado a otro. Luca intentó refrenarme, agarrándome otra vez, pero ahora que se me había ido el shock, estaba histérica.

—Serena...

—¡No! Ni me lo digas —salté, agitando las manos—. Es él, demonios, es él.

—No puedes estar segura —dijo, colgándose mi mochila al hombro.

Me giré y extendí los brazos hacia él.

—¡Todas somos muy parecidas! Cassandra, esta chica y yo. Todas nos parecemos, Luca.

Él suspiró, derrotado. Claro que tenía razón en eso y no encontraba manera de contradecírmelo, por mucho que le pareciera mal fomentar mi locura.

—Lo sé —respondió, al final—. Pero aún así, todavía cabe la posibilidad de que sea una coincidencia.

No es una coincidencia —contesté, empezando a caminar de vuelta hacia casa. Me siguió, pero me dio mi espacio. Continué dando pasos y hablando si parar, como si estuviese sola, sobre ese hijo de perra. No me guardé nada, hasta dije que iba a disfrutar matarlo.

—No creo que vayas a disfrutarlo —Luca contestó, a mis espaldas, con otro suspiro.

—Ah, yo creo que sí —gazné—. Hijo de puta, no solo le voy a clavar ese cuchillo bien en medio de la garganta, si no que le voy a cortar las pelotas, por todo lo que nos hizo. Le voy a hacer sentir lo que yo sentí ese día, el miedo que tuve. Quiero escucharlo gritar, tanto que se le seque la garganta, tanto como yo grité.

Luca no me contestó y yo preferí que así lo hiciera. Él podía entender mucho de lo que yo sentía, debido a su hermana, pero jamás estaría en mi lugar y por eso estaba tan decidida a hacerlo pagar. Yo seguía viva, no pudo conmigo al final de cuentas, pero esas dos chicas no habían tenido la segunda oportunidad de la que yo había renegado tanto. Quizás ese era mi premio por ser lo que era: castigarlo. Después de todo, solo yo entendía lo que ellas habían sentido antes de morir y al morir.

Llegamos a casa un par de minutos después, todavía él en silencio, y se quedó conmigo en mi habitación mientras yo sacaba de mi compartimiento secreto detrás del armario toda la ropa que hasta ahora había ocultado manchada de sangre, incluso la ropa con la que había muerto.

Luca siguió callado, aunque su expresión de horror lo delató. Se dio cuenta de que esa ropa era la de ese día sin que yo se lo dijera. No preguntó y yo di vuelta las prendas, de un lado a otro, intentando captar algo de aquel día como con la bota que había perdido en el descampado.

—No sirve —siseé, dejando caer la ropa hecha jirones al suelo—. No me trasmiten nada.

—No entiendo qué estas haciendo —dijo él, entonces.

Relajé los hombros y traté de calmarme. No podía encontrar una explicación al por qué esa situación no estaba funcionando como quería, pero sí podía contarle cuál había sido mi intención.

—¿Recuerdas que te conté que fui a la escena del crimen de Cassandra?

—Sí, estaba la tuya —respondió—. Encontraste tu bota.

—¡Y pum! Energía residual de mi propia muerte en mi bota olvidada, tanto como la sangre de Cassandra que todavía estaba en la tierra metros más allá. Así fue como obtuve su rostro. Pude recordar cómo era él revisando lo que mi bota retenía.

—¿Intentabas hacer lo mismo con la ropa? —Luca señaló las prendas en el suelo y arrugó la nariz. Mirarlas, tenerlas cerca como prueba de lo ocurrido, no le gustaba para nada.

—Sí, pero no he podido obtener nada.

—¿Quizás porque las tienes contigo? Reviviste con ellas. La bota no, quedó allí.

Asentí.

—Lo que significaría que, si quiero más información de él, tengo que volver. Algo que no estoy dispuesta a hacer. Realmente no quiero pisar ese lugar.

Luca apretó los labios.

—No creo que sea buena idea que vuelvas tampoco. Sé que parezco demasiado bobo recordándote esto, muy aguafiestas también, o como si no entendiera totalmente lo que viviste —dijo—, pero no creo que te haga bien seguir recordando cosas de ese día. Son cosas que no puedes decirle a la psicóloga y yo no soy un terapeuta —dijo, encogiéndose un poco—. Y no me refiero a que no quiera escucharte, es que temo que te haga mal como le hizo a mis padres, ¿entiendes?

Bajé todavía más el nivel de mis humos. Moví la cabeza otra vez, afirmando, y me dejé caer en la cama a su lado.

—¿Cómo lo superaron tus padres? —susurré.

—Aún no lo superan. Aparentan, como todos, como yo —dijo, estirando las piernas—. Fuimos a terapia mucho tiempo. Mamá sigue yendo. Papá quiso ir a matarlo él mismo y recibió una denuncia de los padres de este tipo por agresión. Enfrentó cargos, una multa, y eso no hizo más que enardecerlo. Más bronca tenía y yo lo viví con ellos. También yo quería matarlo, quería hacerle lo mismo que le hizo a mi hermana. Darle tantos golpes en la cabeza, verlo llorar...

A pesar de que estábamos hablando de un tema sensible para él, no lloró como la otra noche. Su voz estaba compuesta y firme. La que sintió que iba a derrumbarse otra vez, después de todo lo que había procesado en la última hora, era yo.

—Entiendo a qué te refieres. Pero...

—Tampoco puedes dejarlo seguir haciendo esto —contestó—. Y tienes razón en eso. Es un asesino serial, busca chicas como tú. Y no se detendrá. Y no sé, ¿confiar en la policía? Yo ya he perdido mucho la fe en la justicia —añadió—,... incluso aunque he procesado la larga e idiota idea de que no nos corresponde a nosotros hacer justicia con nuestras propias manos.

—Lo que me pasó a mi quedó fuera de la justicia —dije—. Si lo atrapan, van a juzgarlo solamente por estos casos y no por el mío. Supongo que podría... no sé, soportarlo —Me estremecí y sorbí por la nariz ruidosamente—. Pero tengo la sensación de que si espero a que esto se resuelva, así como esperé hasta ahora, va a seguir matando.

—Estoy de acuerdo en eso.

Escuchamos la puerta de entrada después de un largo rato conversando, después de que yo hubiese escondido toda mi ropa maltrecha otra vez. Él no intentó convencerme de que dejé ir mi ridícula idea de vengarme y pude relajarme un poco para cuando mamá se asomó a mi habitación. Se mostró sorprendida de ver a Luca ahí.

—Hola —saludó—. ¿Luca, no?

Él se puso de pie.

—¿Cómo está?

Mamá entró y lo saludó con un beso en la mejilla, súper amistosa, demasiado para mi gusto. Era obvio que todavía no se había enterado de las últimas noticias.

—Gracias por acompañar a Serena a casa.

—Ha sido un placer. Ya que usted volvió y ella no va a estar sola, volveré a la mía o mi mamá va a preocuparse.

—Claro, espero que hayan estudiado mucho —dijo mamá, guiñándome un ojo cuando Luca salió de la habitación y yo me dispuse a acompañarlo a la puerta.

Le hice un gesto de advertencia mientras cruzábamos el comedor y, una vez en la entrada, él me pellizcó una mejilla.

—Solo... avísame si vas a hacer alguna locura antes, ¿sí? Así puedes al menos contar conmigo para desembuchar.

Sonreí y le di un abrazo.

—Prometo no salir esta noche, lo juro. Intentaré dormir y mañana... pues veré qué hago.

—No vayas por la bota sin mi —dijo, entonces, y se marchó.

Por un lado, su repentina propuesta de venir conmigo me alivió el corazón. No estaba preparada de ninguna manera para volver sola allí. Si venía conmigo, sería menos traumático. Pero, otra vez, me parecía que sería involucrarlo demasiado en algo espantoso. No estaba siendo justa, más después de todo lo que él ya había vivido con su hermana. Más muertes y escenas de crímenes no eran sanas para él. Yo también me preocupaba por lo que podía hacerle a sus ánimos, tanto como Luca por los míos.

No le dije nada a mamá de la nueva muerte que inundaba en los noticieros locales. Dejé que lo descubriera sola y no hice ningún comentario al respecto cuando ella y papá me observaron, esperando alguna reacción de mi parte al pasar las noticias.

Hice como si no me interesara o ni siquiera lo hubiese escuchado. No es que los tranquilizó, pero tampoco entraron en pánico absoluto.

Mientras tanto, yo agarré una vieja libreta y empecé a anotar:

Eran mis únicos datos y principalmente lo hice para no olvidar nada de las demás chicas. Todavía estaban haciendo las pruebas forenses en los cuerpos y no daban las noticias completas en los medios de comunicación. Por el momento, aunque algunos periodistas hablaban de las coincidencias entre Teresa y Cassandra, no podía afirmar que había un asesino en serie. No era suficiente. Si me tuvieran a mi en la lista, quizás sí.

Pero la histeria lentamente iba derramándose sobre la sociedad y llegó a mi colegio primero, porque todo el mundo suponía que Teresa y Cassandra habían sido violadas antes de ser asesinadas, y una compañera de los cursos menores aseguraba que un hombre la había seguido camino a casa días anteriores.

El pánico tomó control de los pasillos, porque todos, incluso yo, llegamos a creer que podía haber una relación, sobre todo cuando noté que esa niña de quince años tenía el pelo oscuro y los ojos claros. No eran azules con los míos, pero su tono grisáceo sí se destacaba, como los de Teresa y los de Cassandra.

Ella estaba atemorizada y aseguró que su hermano la pasaría a buscar. Las demás niñas también empezaron a organizarse para irse en grupo, juntas, y yo empecé a identificar entre todas las alumnas cuáles eran aquellas de ojos claros y cuyo cabello fuese castaño profundo.

Así, centré mis ojos en Edén. Ella parpadeó, confundida por mi intensa mirada.

—¿Qué te pasa? —me dijo. Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Edén no era castaña, castaña, como yo, o como nuestra compañera de quince años, que lo tenía más tirando a negro. El tono de Edén iba más hacia el rojo.

—Nada.

—No me digas que también estás histérica —me dijo, señalando a todas las adolescentes, en el receso de clases, que parloteaban de los secuestradores y violadores, aunque luego pareció arrepentirse de decírmelo justo a mi—. Lo siento.

—No estoy asustada —dije—. Hace rato que dejé de tener miedo —susurré, observando a Caroline a lo lejos, que intentaba convencer a Cinthia de que nada malo le pasaría, junto con Alan y Holly—. Al menos por mí misma.

Edén miró su paquete de papas fritas e hizo como si el asunto no fuese demasiado evidente para ella.

—Y, me imagino que no, no ahora, al menos —contestó.

La miré, atenta a su respuesta, pero ella no levantó los ojos. Siguió comiendo como si nunca hubiese abierto la boca.

Apreté los labios y volví mi mirada a Caroline. Ella estaba fuera de peligro, me parecía. Sus ojos eran cafés, su piel caramelo era preciosa y acompañaba muy bien con su cabello castaño oscuro. Cinthia, a su lado, era la hermana pequeña de Barbie y tampoco encajaba con el aspecto de las asesinadas.

Al menos, no tenía que preocuparme por ellas. Pero...

Volví mis ojos hacia la chica de quince, que era abrazada por sus amigas. Creía que su nombre era Penélope, pero no estaba segura. No recordaba que ella me hubiese molestado con los mensajes cuando todo el mundo se puso en mi contra, pero de haberlo hecho no hubiera estado menos preocupada por ella. Si había una mínima posibilidad de que el hijo de perra estuviese detrás de ella, tendría que detenerlo.

Volví a escanear el colegio, en busca de alguna otra posible víctima, pero mi mirada solo se cruzó con la de Nora. Se la mantuve durante al menos un minuto. Ella estaba en el centro de la discusión por el tema caliente del día y en ese momento, me pareció que sabía lo que yo pensaba.

Aparté la mirada y agarré el teléfono. Busqué el chat de Luca; él me había pedido que le compartiera mis locuras y tenía razón en algo: poder desembuchar, poder descargar y poder compartir aliviaba bastante. 

¡Espero de todo corazón que la trama les esté gustado!

¿Qué les está pareciendo todo esto? ¿Se sumarán más muertes? ¿Creen que Serena podría encontrar a su asesino a través de la chica llamada Penélope?

Los invito a seguirme en instagram como @anns_yn 

Estoy planeando algún otro cronograma de publicación que nos permita tener más actualizaciones, lo estaré anunciando por mi instagram, así que atentos a ello!

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