Suspiros Robados (Libro 1) [D...

By AnnRodd

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Todos tenemos una prueba que cumplir. El primer paso es descubrirla. Serena creyó que había perdido todo, per... More

Nota de autor - ¡Información importante!
Prefacio
1. Lo que fue de mi
2. El instinto es más fuerte
3. La friki en el camino
4. ¡Sí, señora!
5. Mentalizarse
6. Sangre y pánico
7. En su sitio
8. Casualidad
9. Las conjeturas
10. Infamias
11. Trampa
12. Millones de dudas
13. Dejando los miedos atrás
14. Guerra
16. La terapia no es tan mala
17. Restos del pasado
18. Cosas que marcan
19. Nombres que anotar
20. Halloween
21. Las diez
22. Desaparición
23. Las verdades de Nora
24. La fiesta
25. Miedos e ilusiones
26. Luna Mora
27. Círculo de sangre
28. La verdad
29. La familia es el pilar
30. Verdades absolutas
31. El encuentro
32. Planes
33. Amarres
34. Invocación
35. La casa de la bruja
36. El robo
37. La última noche
38. La muerte
39. Juntos
Segunda parte: SUEÑOS ENTERRADOS
¡Suspiros robados en físico!

15. Todo fue historia

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By AnnRodd

Todo fue historia

Nora empezó a decir más cosas sobre mi mientras yo retenía los deseos de asesinarla. Dijo que la choqué en un pasillo, que le había apretado un brazo, que no había podido tolerar que ella se hiciera amiga de Luca y que estaba tan celosa que había querido patearla.

Me quedé en silencio, viendo su cinismo en primera fila, mientras la docente esperaba que dijese algo para defenderme. También dijo que todos mis malestares y ataques de llanto habían sido fingidos y que si me ponía a llorar ahora no era más que otro truco.

Inspiré profundamente y me dije que, si yo le gruñía, se escucharía en toda la sala. Otra profesora entró y la directora le pidió que fuese a buscar a la maestra de Gimnasia, a la profesora Hart. En cuando quedamos solas otra vez, la mujer se giró hacia mi y me preguntó si era cierto.

—No puedo decir que ella me cae bien, pero jamás lastimaría a alguien porque me caiga mal —retruqué, voz baja.

—Sí, claro —ironizó Nora, de la nada arremangándose el suéter del uniforme. La miré, absorta, hasta que reveló un moretón en su antebrazo que me dio miedo. No por ella, si no por lo que estaba a punto de sugerir—. Esto me lo hizo lunes. Así de fuerte me apretó, ¡está loca!

Me puse de pie.

—¡Yo no te hice eso! Deja de mentir, ¿por qué demonios están tan empecinada en hacerme la vida imposible? —grité, fuera de mí misma. Estaba tan histérica que me tembló la voz y para la directora eso fue alguna posible señal de que yo mentía.

En seguida, ella también se puso de pie y se inclinó hacia mí.

—Serena, ¿tú hiciste eso?

Su duda me dio un vuelco en el estómago. Le estaba creyendo. Ella estaba siendo tan pero tan buena en su treta que la mujer que había estado de mi lado ahora dudaba de mí. Pensaba que tenía las maneras perfectas de ganarle a Nora, pero la duda en la profesora, el ver cómo Norita seguía manipulando todo a su antojo, me hizo flaquear. ¿Y si uno de los trucos de Nora era embrujar a la profesora? Yo no podía hacer nada contra eso; ella podría hacerle creer más cosas, cualquiera. Podía seguir apareciendo con moretones los próximos días y atribuírmelos sin problemas.

Titubeé y la bronca me superó. Me puse a llorar, aún sabiendo lo que Nora iba a decir. Me tapé la cara con las manos tratando de contenerlo, pero no funcionó.

—¿Lo ve? Lo único que sabe hacer es llorar y manipular a todos. Así de triste es su vida —gaznó.

Eso me hizo explotar. Ella no tenía ni idea de lo que había sido mi vida; podía saber que había muerto, que no era humana, pero no podía ni imaginar por lo que había pasado. No tenía derecho a arruinármela.

—¡Tu no tienes ni idea de lo que es mi vida! —chillé—. ¡No tienes ni idea de lo que tuve que pasar! Y si supieras, no estarías ahí abriendo la boca, inventado cosas y llenando a todos de mentiras en mi contra. Si supieras lo que me pasó y como me sentí, estarías vomitando —exclamé, hasta quedarme afónica.

Nora se quedó muda en su silla. Seguro no había esperado que explotara de esa manera. Yo tampoco lo había esperado. Jamás había pensado en decir algo así delante de la directora. De alguien más, siquiera.

Me tapé la boca con las manos; pero lo dicho, dicho estaba y sentí vergüenza. Me puse a llorar más fuerte y me senté, incapaz de ver a nadie a la cara. Podían suponer mil y una cosas de lo que había dejado entrever y no quería que me preguntaran, no quería hablar de eso. Ya bastante tenía con mis padres.

Lloré mientras ellas guardaban silencio y la profesora Hart ingresó a la dirección, junto a mi preceptora y otra profesora más que en ese momento no le reconocí la voz. No me atreví a despejarme la cara.

Hablaron en voz calma mientras la preceptora se acercaba a mí y la directora le preguntó a la docente de Gimnasia si había existido algún incidente entre nosotras. La maestra negó, extrañada por la pregunta y dijo que ese día, el primero en el que habíamos trabajado las tres divisiones de 5to juntas, Nora había estado reticente a hacer una muestra conmigo. Que yo incluso fui bien predispuesta a hacer la demostración. Que no hubo más contacto entre nosotras.

No dije nada y la preceptora me pidió que me calmara. Se acercó una silla a mi lado y me tendió un pañuelo.

—Serena, por favor, no te pongas así. Queremos ayudarte.

—No me pueden ayudar en nada —gemí—. Si lo único que ella hace es seguir jodiéndome la vida.

La preceptora me abrazó y me acarició la espalda. No supe porqué Nora no volvió a contradecirme ni a pelearme. No dijo nada más con respecto a su brazo, pero la directora tampoco la cuestionó. En cambio, intentó llamar mi atención.

—Serena, hemos hablado con tus padres.

Levanté la cabeza súbitamente. Con la cara pegajosa y hecha un desastre, la observé con verdadero pánico.

—No —susurré, casi como una súplica.

—Sí, el lunes tu mamá estuvo aquí en la escuela. Pidió hablar con nosotros.

Sentí que me desmoronaba. Evidentemente así lo hice porque la preceptora me sostuvo antes de que me deslizara fuera de mi asiento. Empecé a negar con la cabeza, con una mezcla de vergüenza y miedo que hizo que la directora le pidiera a Nora que se marchara.

—Hablaré contigo luego —le dijo—. Pero ahora quiero hablar con Serena, porque es muy delicado.

Se venía lo grande, lo pesado, lo que me hacía querer saltar por la venta a riesgo de que todos vieran lo anormal que era.

Cuando Nora cerró la puerta del despacho, volví a derrumbarme en mi silla. Mantuve los labios apretados, sellados y no dije ni una sola palabra cuando la profesora Hart tomó el lugar de Norita y acercó su silla a mí.

—Serena, tu madre nos contó lo que ha pasado —dijo la directora—.Está preocupada por tus cambios de humor, tu actitud, la relación con tus amigas. Por supuesto, ella no hizo ninguna referencia a algún tipo de agresividad, pero creemos que incluso esa es una reacción esperada después de lo que ha ocurrido. No tienes porqué hablarlo con nosotras si no te sientes cómoda para ello, pero nuestro mayor objetivo es ayudarte y que vuelvas a ser la de siempre. Eres una chica dulce y buena y sabemos que arreglarás los problemas con Nora...

Tragué saliva y seguí negando.

—Yo no lo hice nada —sostuve, derramando más lágrimas—. No le hice nada.

—Esta bien —dijo, pero fue evidente para mí que no estaba convencida.

—Serena, está bien —dijo la preceptora, en cambio, que sí parecía creerme—. No te pongas mal. Por supuesto que lo que ocurrió tuvo un gran efecto sobre ti y lo entendemos perfectamente. Pero necesitas ayuda para atravesarlo y hacer el duelo que requiera.

—¡Es que yo no le hice nada! —juré—. Ella solo se ha dedicado a molestarme. ¡Sí, me intentaron violar, o me violaron, no lo sé! —grité, tapándome la cara otra vez—. No sé nada. Pero estaba bien antes de que ella empezara a molestarme.

—No te va a molestar más —prometió la directora—. Ni ella ni los demás alumnos.

Bajé las manos y la miré, bien alterada.

—No va a decirle esto a nadie, ¿o sí?

—No —me tranquilizó, alzando las manos—. No vamos a decirle a nadie. Ni Nora ni los demás alumnos te van a molestar más, sí. Pero quiero que me prometas una cosa —Me mantuve callada, a la expectativa. No sabía qué demonios iba a soltar y en qué iba a comprometerme. Ya solo me quería ir de allí y por un lado estaba dispuesta a prometer cualquier cosa con tal de largarme—. Vas a aceptar recibir un tratamiento psicológico.

Pensé que debía de haberlo supuesto. Mamá había ido a buscar secuaces a la escuela. Me quedé callada tratando de no soltar algún insulto grave o ponerme a revolear cosas porque más que a un psicólogo, me enviarían a un psiquiatra. Con internación.

Las profesoras esperaron, pero cuando vieron que yo no respondía, empezaron a enumerar porqué era bueno que hiciera eso. Que era lo mejor para mí después de lo horrible que la había pasado. Que no era bueno guardarse esas cosas, que era mejor poder desahogarse. Que era muy joven, que no tenía porqué pasar por todo eso sola. Que los psicólogos no eran malos, que esto, que lo otro.

Ya me sabía el discurso; ya sabía incluso qué tenía ganas de contestar. También sabía que, si decía que sí, me dejarían en paz. Pero también, en ese momento, me di cuenta de que si decía que sí tendría su apoyo, su contención, su vigilia. Estarían de mi lado, me protegerían de Nora.

—Si no, Serena —estaba diciendo la directora para aquel momento de mi epifanía—, lo mejor va a ser que durante un tiempo no vengas a clase. Y esto es algo que he llegado a hablar con tu mamá. Ninguna de las dos quiere que lleguemos a ese extremo, porque es quitarte de tu normalidad, de algo que mantiene tus días ocupados. Pero si no estás dispuesta a llevar un tratamiento, en las circunstancias actuales con el problema con Nora y tus compañeros, pensamos que será peor para tu bienestar.

Fruncí el ceño. Me limpié las lágrimas y traté de ponerme seria y menos sentimental. Muy rápido nos estábamos yendo para un sitio que no quería. Odiaba a Nora, bastante, pero no lo bastante como para perder el colegio. Bien podría estar tranquila sin ella a mi alrededor, pero la escuela era lo único normal que me quedaba. Mi amigas y Luca me esperaban todos los días, eran mi única fuente de alegría.

—No quiero dejar el colegio —contesté—. No quiero llorar en casa.

La preceptora me frotó el brazo.

—Todos queremos que estés bien y que vuelvas a ser la de antes. Que salgas adelante y por supuesto que no dejes la escuela —me dijo, con sinceridad—. Pero tampoco queremos forzarte.

Sorbí por la nariz y volví a limpiarme la cara.

—Voy a hacer un tratamiento —acepté, con desgano—. No quiero dejar la escuela.

La directora me sonrió.

—Serena, es lo que necesitas, y vas a tener el apoyo de todos. De tus docentes, de tus compañeros, de tu familia.

—De mis compañeros, no creo —susurré—. Me odian gracias a Nora.

—Vamos a trabajar en eso mientras tu trabajas en salir adelante —me prometió—. Pero, en cualquier caso, si es necesario que te tomes un receso y el psicólogo también lo considera, quiero que sepas que es lo mejor para ti.

Apreté los labios, ya más tranquila, pero mientras analizaba todo eso me dije que no podía ser tan pero tan malo tener esa opción abierta. No sabía qué haría Nora a continuación y tenía que estar preparada para cualquier cosa. Si tenía que actuar y plantar más lágrimas en mi cara, e incluso algo para un psicólogo, lo haría. Mi vida dependía de ello.

—¿Va a decirle a Nora que me deje en paz?

—Sí. Te voy a pedir que no pelees más con ella.

—Ella me pelea a mí —repliqué, acentuando la última palabra.

—Está bien —aceptó—. Entonces, te voy a pedir que no la sigas. Nosotras vamos a charlar con Nora seriamente para que todo esto se arregle.

—No le diga nada —le supliqué—. No le diga lo que me pasó. Es privado, no quiero que ella se lo diga a todo el mundo.

—Vamos a hablar con los padres de Nora también. Lo que queremos hacer es que los suyos y tus padres charlen aquí conmigo.

Contuve las ganas de rezongar, pero no podía evitar que lo hicieran. Mamá y papá estaban obteniendo lo que querían y yo ya había aceptado trabajar con ellos. Me quedaba ser cuidadosa y atenta para que no avanzaran más pasos de los que yo daba. Aquí, uno se equivocaba y Nora te colaba moneditas mágicas mata Serenas en cuestión de segundos.

No podía permitirme más fallos.

Nora no se acercó a mi en el resto de la semana, así que algo habían hablado con ella. Si habían llegado a citar a sus padres, no me enteré, pero sí supe muy bien que mis papás habían vuelto a hablar con la directora. Se dedicaron a buscarme una psicóloga para atención urgente. Querían empezar la próxima semana con mi terapia y yo me resigné sin chistar y sin hablar demasiado.

Era lo que me quedaba, pero aproveché bien que mis profesores me vigilaran tanto el jueves como el viernes. Nadie me molestó en los recesos y cuando algún imbécil que sí le creía a Nora me dijo algo, la preceptora lo captó y lo sancionó.

Me di cuenta de que toda esa protección podía jugarme en mi contra, porque los alumnos empezarían a darse cuenta de que los profesores me cuidaban a mí y no a Nora. Podían entender el beneficio, aunque no la razón de él. Eso podría generar más odio hacia mí, pero mientras Nora se apartara y me dejara en paz, era lo único que importaba.

Lo único que quedaba por hacer era resolver los mensajes de texto y los WhatsApp hirientes que continuaron a pesar de que los profesores habían hablado con la generadora del problema. Mi papá, cansado, aseguró que iba a amenazar con denunciar a los números implicados si el colegio no hacía nada para pararlo.

—No es fácil hacerlo —contesté, mirando el reloj del comedor. Era el sábado y eran casi las doce de la noche. Había quedado con Luca, a pesar de que seguía perfecta y no necesitaba energía, y se me estaba haciendo la hora—. Tienes que denunciar número por número.

—Nada de eso. Voy a la escuela y digo delante de todos tus compañeros que, si siguen haciendo eso, los voy a denunciar. Vas a ver como se meten los mensajitos por el trasero —replicó papá, enfurecido.

Yo sabía que era capaz y me dije que eso me generaría, si era posible, más odio. Pero no quise ni replicar, ni quejarme ni nada. Me levanté de la mesa y me fui a la cama con la excusa de estar cansada. Cerré la puerta con llave y esperé una eternidad a que ellos también se acostaran.

Se hizo la una de la madrugada y recién entonces pude salir a hurtadillas de la casa. Ni siquiera me molesté en vestirme. Salté por los techos en pijama, zapatillas y un suéter y llegué a la casa de Luca con una expresión cansina.

—¿Me vas a contar todo el drama? —dijo, abriéndome la ventana de su cuarto. Miró mi pijama con una expresión divertida. Él también lo llevaba puesto y estaba contento con nuestro grado de confianza. Para mí, después de haber tenido sexo, estar en pijama era lo de menos.

—Ya te conté —bufé.

—Con los mensajes más escuetos y aburridos del mundo —se burló. Me agarró de los hombros y me guió a la cama—. Empieza, desde la parte en la que Nora dijo que la atacaste el otro día.

Negué, rápidamente. Después de todo el drama, ya ni tenía ganas de ahondar en eso. Estaba ahí porque quería estar con él; quería estar con alguien con quien pudiera liberarme de todo ese peso.

Lo abracé sin mediar palabra y escondí mi cara en su cuello. Quería estar así, quería mil cosas con él y olvidarme de Nora, del psicólogo, de mis padres, de todo.

—Por un rato, no —le pedí, pasando mis brazos por su espalda.

Puse mis labios en su piel y me olvidé de su energía, la verdad. Ansiaba más que solo su contacto; quería volver a sentir toda esa pasión, quería sentir otra vez todas esas razones por las cuales estaba enamorada de él.

Besé su cuello, lento, suave, saboreándolo tanto como podía en aquella posición. No pasó mucho tiempo hasta que Luca empezó a jadear, ansioso como yo. Buscó mi boca, buscó lo que yo le estaba pidiendo con gestos medidos. Nos fundimos sin mediar palabras y no volvió a insistirme, ni por asomo, que le contara lo que había pasado.

Me tumbó en la cama y la ropa fue historia. Nuestros cuerpos fueron historia; para mí, él era mi historia. 

¡Nuevo capítulo! Nora sigue siendo un grano en el culo, no lo voy a negar. Pero, ¡atentos que esto está recién comenzando!

Preguntas del capítulo de hoy: ¿Cómo creen que cambiará todo ahora que Serena aceptó hacer un tratamiento? Sobre todo, ahora que sus maestros saben lo que le ocurrió.
¿Norá tendrá alguna revancha? ¿Qué piensan que pasará?

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