La cita había sido perfecta entre ellos. Nadie interrumpió. Kero y Tomoyo habían optado por dejarlos solos alguna vez, no hubo presencia alguna de magia y la comida había sido perfecta. La verdad es que todo fue de lujo, pero las horas pasaban y él amablemente decidió acompañarla hasta su casa. Eran más de las seis y estaba oscureciendo en la ciudad de Tomoeda. Las luces comenzaban a iluminar las calles y la gente se arropaba cómodamente dentro de sus hogares.
―Sakura ―dijo de pronto Shaoran, algo nervioso―. Gracias por este día. De verdad... lo pasé muy bien ―sonrió.
Sus mejillas ardían y su corazón latía a mil por hora. Estar a su lado era simplemente la mejor sensación del mundo.
Antes de que pudiera entrar a su casa, Sakura tomó el valor suficiente para acercarse al joven chino, quedar frente a frente a él, mirarlo a sus hermosos ojos marrones y sin pensarlo dos veces darle un tierno beso muy cerca de sus labios.
―Bu... buenas noches... Shaoran ―y entró velozmente a su casa hecha un manojo de nervios.