Sakura había despertado de una terrible pesadilla y justamente esa noche se encontraba sola en casa. Estaba acostada y la lluvia marcaba presencia: tormentosa y fuerte golpeaba enérgicamente en Tomoeda. Sakura se acurrucó más en su cama intentando dormir, pero el sonido de los truenos la inquietaba. No solamente los fantasmas eran su peor miedo, el ruido de esa noche, la lluvia, el viento y el mal sueño que la despertó la tenían con la piel de gallina.
―No puedo dormir – sollozó haciendo que Kero despertara también.
―Sakura ¿Quieres que encienda la luz? ―preguntó el pequeño guardián.
Ella asintió. Kero se acercó a la lámpara que estaba en el respaldo de la cama de su ama para encenderla, pero grande fue su sorpresa cuando ésta no encendió.
―Parece que se cortó la luz.
Un relámpago apareció de improviso alumbrando toda la habitación de la castaña. Y ella con todo el miedo a flor de piel se escondió bajo las cobijas. Kero, por darle un poco de calor, se acurrucó a su lado y con una de sus manitos encendió una leve llama.
―Espero te sirva de algo Sakura.
―Por eso te adoro Kero.
Así fue como pudo alivianar, un poco, el temor que la oscuridad le provocaba esa horrible noche.