Hasta después de la boda ©

By sparksofsummer

339K 22K 6.1K

Hay ciertas cosas que Kathleen Foley desearía tener, entre esas: al novio de su mejor amiga. Ella está consc... More

Personajes
Prólogo
Primera Parte
Capítulo 1 | ¿Serías la Madrina de mi Boda?
Capítulo 2 | Crisis pre-nupcial y un simple embarazo.
Capítulo 3 | Dos personas y una rata.
Capítulo 4 | Un robo sin arma y casi con amabilidad.
Capítulo 5 | Siendo egoísta.
Capítulo 6 | Tensión sexual.
Capítulo 7 | Horóscopos y madrina por primera vez.
Capítulo 8 | Perfecta e imperfecta.
Capítulo 9 | Un trato.
Capítulo 10 | Interesante.
Capítulo 11 | Descontrol y una habitación.
Capítulo 12 | Cama, bañera o el suelo.
Segunda Parte
Capítulo 13 | Enloquecer.
Capítulo 14 | La infinita estupidez humana.
Capítulo 15 | Mecanismo de auto-defensa y una cita.
Capítulo 16 | Dos reglas.
Capítulo 17 | El soldado que resucitó.
Capítulos 18 | Señales confusas.
Capítulo 19 | Mantener las apariencias.
Capítulo 20 | Una clausura.
Capítulo 22 | Consecuencias.
Capítulo 23 | Lo que es amar.
Capítulo 24 | Siempre has sido tú.
Tercera parte
Capítulo 25 | Alex.
Capítulo 26 | El vestido ideal y una bruja.
Capítulo 27 | El primer latido audible.
Capítulo 28 | Sin paracaídas.
Capítulo 29 | Color de rosa.
Capítulo 30 | Reencuentro.
Capítulo 31 | Lo que el alcohol ha unido...
Capítulo 32 | Aguatera.
Capítulo 33 | Casualidades y veganzas.
Capítulo 34 | Responsabilizarse.
Capítulo 35 | Resoluciones.
Capítulo 36 | Hasta siempre. [FINAL]
Epílogo
Agradecimientos
EXTRA #1 | Pebble Beach
EXTRA #2 | La despedida de soltero más memorable de la historia

Capítulo 21 | Lista de dementes.

6.6K 472 92
By sparksofsummer

64 DÍAS ANTES DE LA BODA

Kathleen

—¡Kathleen! —me reprendió Marcia, con el ceño fruncido, y la voz cargada de preocupación.

Había tenido demasiado. Las semanas en Arlington habían sido una montaña rusa de emociones. Sentía que ya no podía con mi vida, y como al parecer la solución de mis problemas en la actualidad, era llorar.

Supongo que lloraba porque eso me servía para drenar los sentimientos que me carcomían por dentro.

Sin embargo, sólo fue poner un pie dentro de mi departamento en San Diego, para derrumbarme y eso parecía ser extremo.

Había hecho tantas cosas mal en Arlington, que sentía que estaban asfixiándome. Ni siquiera me despedí de mi padre, no tuve la valentía. Incluso aunque intenté encararlo varias veces; lo veía llegar con los hombros hundidos y la mirada perdida, y temía como fuese a reaccionar. Evité a Alex y a Dexter durante todo el vuelo, incluso hice que no tuvieran opción más que sentarse juntos en el avión, y así yo irme hacia el otro extremo donde Dexter seguro iba a tomar asiento para dejarnos solos a Alex y a mí.

No me importó la credibilidad que podríamos perder, no me importó nada, porque lo que había sucedido, había terminado de poner mi mundo patas arriba, más de lo que ya estaba si eso era posible. Cuando mis ojos se toparon con los iris azules de Alexander por primera vez en el día, una serie de sensaciones arrolladoras atacaron mi anatomía, al punto en que me robaron el aliento.

No recordaba muy bien lo que había sucedido, hasta que intercambiábamos miradas, y entonces podía rememorar con precisión cada toque, cada embestida, cada beso y cada roce de su mandíbula contra mi cuello. Mi corazón comenzaba a latir tan rápido, que podía escucharlo retumbar en mis oídos.

Quizá el trato había llegado tan lejos, que yo también terminé creyéndomelo, sin embargo... Eso no significaba nada, ¿Cierto?

Estaba tan confundida. La realidad y la mentira se mezclaron de tal forma que había perdido la capacidad de distinguir cual era cual, y eso también me agobiaba.

—¿Por qué lloras ahora? —inquirió Marcia, acomodando en un rincón, las maletas que yo había dejado en medio del paso, para luego coger la jaula de mi hámster y depositarla sobre la mesita de café—. Primero, no hablas en todo el camino y ahora estallas en llanto. Estás peor que yo, y eso que soy una embarazada hormonal —agregó, negando con la cabeza e inclinándose ligeramente sobre mí, para quitarme el cabello de la cara.

Inhalé, intentando tranquilizarme a mí misma para poder hablar. No obstante, no funcionó. No podía parar de sollozar, no cuando los hechos se arremolinaban en mi mente súbitamente en cualquier instante.

Además, no creía que decirle a Marcia fuese la mejor idea. Ella sólo lo celebraría, tal vez no el asunto con mi padre, pero sí el que hubiese "roto" mi promesa de castidad mental. Y eso era lo que menos necesitaba, cuando más me arrepentía de ello por razones contrarias a las que debería.

Porque, en el fondo, el haberme entregado a Alex Montgomery de esa manera tan íntima, me gustó. No podía negarlo, había sido increíble. Quizás sufriese de lagunas mentales cuando me embriagaba, pero eso no era algo que podía olvidarse tan fácilmente, teniendo en cuenta lo asombroso que fue.

Y tenía ésta extraña presión en el pecho y en la boca del estómago, que me instaba a expresarlo en voz alta. Guardármelo para mí estaba matándome por dentro, y aunque mi amiga de raíces latinas no me parecía la persona idónea con la que compartirlo, necesitaba hacerlo bajo cualquier circunstancia.

—M-me a-acosté con Alex —pronuncié, entre balbuceos. Manifestarlo en voz alta sólo lo hizo más verídico. Y aunque sentí que me liberé, también percibí la culpabilidad contenida en mi interior, intensificarse.

Por unos segundos, un espeso silencio se instaló en el ambiente. Pensé que Marcia chillaría o festejaría por la alegría, sin embargo, la única reacción que tuvo fue abrir los ojos como platos.

—Debes estar bromeando —masculló, perpleja. Yo meneé mi cabeza, hipando—. Y... ¿Qué? ¿Acaso abusó de ti? ¿Lo hizo sin tu consentimiento? ¿Te drogó y luego tuvo sexo contigo? —me interrogó de sopetón, posicionando sus manos en torno a sus caderas e inclinándose ligeramente hacia adelante para inspeccionarme.

—No —respondí, tragando grueso—. Los dos estábamos ebrios, y sólo... Sucedió —confesé. Marcia dejó escapar un extenso suspiro de alivio.

—¡Me has asustado! Romper a llorar después de haber tenido sexo es anormal, a menos que alguien te haya violado —decretó, cruzándose de brazos sobre su pecho, lanzándome una mirada severa.

Ninguna de las dos emitió algún sonido por un período de tiempo, supongo que era porque ambas estábamos procesando las acciones y palabras de la otra.

—Entonces... —hizo una larga pausa, antes de dejarse caer sobre el sofá color uva, junto a mi—. ¿Qué hay de malo en ello? —arrugó el entrecejo de nuevo.

Extrañamente, Marcia no estaba enloqueciendo de la felicidad, ni atacándome con preguntas para que le detallara el momento, u celebrando porque había tenido sexo después de mucho tiempo en "sequía", como ella le llamaría.

Tomé aire, para empezar a relatarle los acontecimientos, ya que, debido a que estaba manteniendo la calma, me sentí en confianza para hacerlo.

—Que, siendo honesta... Me gustó. El hecho de despertar desnuda en su cama al otro día, me aterrorizó muchísimo, tanto que no pude pensar en nada más que eso durante el resto del fin de semana —expliqué, enderezándome para abrazar mis piernas y centrarme en Pedro, que se hallaba caminoteando en su jaula—. Luego traté de recordar cómo ocurrió, pero no lo logré, no hasta que nos encontramos hoy y mis ojos se chocaron con los suyos —suspiré, acomodando mi barbilla entre mis rodillas.

»Fue como un momento de lucidez. Cada sensación que experimenté esa noche volvieron a mí como un torbellino. Y, estoy segura de que... Fue increíble —finalicé, lo que provocó el nudo se instalara en mi garganta.

¿Por qué demonios de esa forma? ¿Por qué con Alex? ¿Por qué no podía ser otra persona? ¿Por qué las cosas tenían que ser tan complicadas para mí?

—Sigo esperando que me digas la parte mala de todo —farfulló Marcia, pensativa. ¿Acaso no lo veía?

Por supuesto que no. Ella no tenía idea del trato. Sacudí la cabeza. ¿Debería decirle?

Mejor no, quizás ya había sido demasiado bocazas contándole que Alex y yo habíamos tenido sexo.

—Mira, Kath. Las cosas parecen terribles porque tu las ves de ésa manera. Francamente, yo no le veo nada de horrible a que le hayas dado uso y calidez a tu amiguita, porque la ha necesitado —opinó, Marcia. Ah, ya volvía a ser ella de nuevo—. Si quieres ir por a por una relación más seria, está bien. Hasta dónde yo sé, Alex es soltero y tú también lo eres. ¿Cuál es el inconveniente?

Incluso aunque rebusqué en mi gabinete mental de argumentos, no encontré nada que me fuese útil, además de el trato y Elanese; y ella era alguien a quien no debía mencionar si no pensaba admitir que Alex y yo éramos una farsa.

Pero, de resto, ni siquiera yo tenía la certeza de cuál era el inconveniente de andar con Alex. Tal vez estaba asustada de todo lo que producía en mí, de que me hiciera salir de mi zona de confort.

Porque de hecho, él era diferente ahora conmigo. Ya no podía atribuirle mi disgusto hacia el a su personalidad hostil, porque no tenía sentido. Era simplemente su manera de ser, tal vez no tuviese tacto, pero sí una honestidad bestial que tanto como a veces podía molestarme (porque me decía la verdad) otras me encantaba, porque sabía que lo que decía lo sentía. Por otro lado, discutir con él se había convertido en una aventura para mí, y cuando sus premisas contrariaban mis creencias, siempre ampliaban mi perspectiva.

Alexander Montgomery siempre me pareció una persona interesante. Por no decir atractiva, inteligente y apasionada, porque era todo eso y quién sabe que más aún no conocía de el. En el fondo, estaba convencida de que era bueno y se preocupaba por los demás. Me constaba. Lo único era su particular manera de demostrarlo o de no hacerlo en lo absoluto.

Aún así, existía algo que me frenaba. Seguía sin estar del todo segura, pero sentía que había una razón muy fuerte por la que Alexander y yo no podíamos estar juntos nunca. Se manifestaba en mi anatomía como un sentimiento que me ataba de manos, que me hacía retroceder y que me obligaba a rehúsarme a aceptar.

Y es que ni siquiera estaba segura de que todo lo que experimentaba fueran ideas mías, por todas las atenciones que recibía de su parte y que nunca nadie se había molestado en darme.

Rayos, Marcia me había hecho pensar. Probablemente estaría dándole vueltas y vueltas al asunto durante días.

No podía permitirme pensar en Alex de ése modo. No, no y no.

Quizás tenía tanto tiempo sin tener sexo que... Mi cuerpo lo necesitaba y no lo sabía. O quizás, sólo había sido cuestión de un buen rato. Podía haberlo sido, ¿no?

Me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano. De pronto, me sentí ridícula por haber llorado tanto por tal sinsentido.

Sí, el arrepentimiento aún me invadía, pero se había atenuado de sobremanera. Las circunstancias nunca fueron las más adecuadas y mi parte racional me decía que el individuo tampoco lo había sido, pero pero lo hecho, hecho estaba, y ya no había nada que pudiera hacer para revertir el tiempo y no haber bebido nada. 

—Tienes razón. Sólo... Estoy abrumada. Nunca había sentido tanto en tan poco tiempo. Estos últimos días mis emociones van al límite —decreté, mordiéndome el labio inferior—. De igual forma, fue un error. Haber hecho... Eso. Con Alex —confesó, en un susurro.

Durante unos segundos, mi amiga de piel morena me escrutó con los ojos entrecerrados. Conecté mi vista con la suya, para dar inicio a una de nuestras habituales batallas de miradas, a ver quién tenía la razón, para comprobar si yo sentía o no lo que decía.

Torció una sonrisa, en cuanto me di por vencida, parpadeando con rapidez.

—No tienes remedio. Estoy segura de qué vas a darte cuenta por ti misma —cercioró, sacudiendo la cabeza.

¿A que se referiría? ¿Debía interrogarla al respecto u otorgarle el beneficio de la duda?

Supongo que para no seguir oyendo palabras que no quería que fueran en contra de mis pensamientos, lo mejor sería que guardara silencio y cambiara el tema.

—Sobre Leo... ¿Qué tienes en mente? ¿Cómo vamos a decírselo? —indagué, jugueteando con el borde de mi falda acampanada.

—Ah, sí... Leo. Le texteé para que viniera a cenar —me avisó. Y yo, ni siquiera tenía comida en el refri. Digo, había estado en Arlington por semanas. Me había asegurado de no dejar nada, para que no se dañara, y cuando llegara, probablemente pediría algo a domicilio, hasta hacer el mercado al día siguiente, en cuanto saliera del trabajo. Ahora estaba muy agotada como para siquiera considerar mover mi trasero a otro lugar.

—Mm, ya, claro, pero yo no tengo nada de comida. Aparte de, quizás palomitas de maíz y uno que otro enlatado en la alacena —repliqué, rascándome la parte posterior de la nunca. Podría faltarme el agua, pero jamás las palomitas.

La morena abrió la boca levemente, en una minúscula «o».

—¿Qué importa? —interrogó, meneando la cabeza—. Existe la comida rápida y la gente que trabaja llevándotela a tu casa. No tienes que preocuparte. Yo invito —alegó. Eso me produjo cierta sospecha, Marcia nunca había sido generosa en exceso, debía de querer algo a cambio, por lo que, esperaba alerta a que emitiera una palabra.

—Está bien.

En un lapso de dos minutos, la pelinegra se relamió los labios y fingió poner su atención en el pequeño cactus junto al televisor; sin embargo con convicción tenía el conocimiento de que se trataba de un conjunto de palabras que tenía trabadas la lengua, y me pregunté si tendría que ver con lo que sea que tenía intenciones de pedirme a cambio o, con otro tema. Lo que fuese, iba seguro no iba a ser de mi agrado, porque Marcia no le daba muchas vueltas cuando se trataba de expresar sus ideas.

—Anda, dilo —le apelé.

—¿Puedes decirle tu a Leo? Hazlo lo más natural posible, que solo surja en medio de la cena, así como... Como quien no quiere la cosa —me pidió, enlazando nuestros orbes. No había más que súplica en esos grandes y prominentes ojos color café.

—Está bien —suspiré, resignada. ¿Cómo decirle que no a la única persona que siempre estaba ahí para mí incluso en la distancia?

Corté un trocito de pollo Kung Pao, y lo conduje hasta mi boca, con parsimonia. A Marcia le había entrado un apetito voraz de repente y se encontraba engullendo dos rollitos primavera; al mismo tiempo, después de haberse comido ya tres. Por el rabillo del ojo, vislumbré a Leo observarla extrañado con una ceja enarcada, mientras revolvía su arroz frito con unos palillos y luego pretendía como que en realidad no tenía su atención en la morena.

Había alguna clase de tensión rara en el ambiente, una de la que la única de la que no se había percatado era Marcia, dado que su único interés estaba en consumir todos los alimentos sobre la mesa, supongo. No obstante, se sentía una atípica incertidumbre entre los tres. Por mi parte, porque no sabía en que momento podía arrojarle la bomba a Leo, y por la del muchacho de gafas de metal, porque ambas, tanto Marcia como yo, podíamos estar actuando de una manera poco común. Yo, más silenciosa de lo habitual, y ella atiborrándose de comida como una troglodita.

—Marcia, ¿Sabías que los rollitos primavera tienen zanahorias? Tú odiabas la zanahoria hace unos días atrás —tanteó Leo, reticente. Aduzco que en busca de algún indicio de que algo iba mal en la muchacha.

La aludida se detuvo a medio comer, para mirar a Leo con los ojos bien abiertos. El pastoso contenido del rollito de mi compañera de trabajo se deslizó por la comisura de su boca, mientras la mirada expectante del hombre seguía clavada en ella.

Le di un largo sorbo a mi té de limón.

Supe que, era ahora o nunca.

—No le importa. Está embarazada —mencioné. Tal cual y como ella lo pidió «como quien no quiere la cosa». Y luego, como cobarde que era, llené mi cavidad bucal de pollo.

No obstante, la expresión facial de Leo se desfiguró por completo, lucía desconcertado, atónito y hasta divisé un atisbo de molestia adornar sus facciones en cierto punto. Era todo un poema. 

Marcia esbozó una sonrisa con los dientes llenos de carne y verduras.

—¿Estás... Embarazada? —repitió, Leo, enlazando su mirada con la de la morena, que tragó con dificultad antes de asentir con la cabeza.

El pelinegro abrió la boca, a tal magnitud, que su mandíbula casi toca el suelo.

—Y... También creo que estoy a punto de vomitar —replicó, cubriéndose la boca, antes de ponerse de pie lo más rápido que pudo y correr trastabillando directo al baño.

Bzzz. Bzzz.

Los orbes oscuros de Leo recayeron en mí, y se sentía como un montón de dagas clavándose en mi anatomía.

Por fortuna, mi teléfono celular había empezado a zumbar violentamente sobre la mesa.

Bzzz. Bzzz.

Descendí la cabeza lentamente en dirección a mi móvil, como si por cogerlo Leo fuese a sacar un arma y matarme.

Estiré la mano para alcanzarlo, y leí el número del remitente, para luego quedar estancada en medio de una disyuntiva, en la que, no sabía cual opción era peor.

Era un número desconocido.

No tenía idea de quien era, pero la mirada fija y fulminante de Leo, estaba poniéndome los nervios de punta.

—Eh... Voy a... Contestar ésta llamada —emití una risita nerviosa y me levanté, tropezándome con una pata de la silla, para luego caminotear hacia la cocina.

—¡Sí, claro, qué fácil es lanzar la granada y después marcharse! —se quejó el pelinegro, en voz alta, con la intención de ser escuchado.

Exhalé en cuanto estuve sola, y me llevé el celular al pecho por unos segundos, mordiéndome el labio recelosa de si responder o no. Al final, recobré el aire que había expulsado, deslicé mi dedo por la pantalla y me llevé el aparato electrónico al oído.

—Hola, Kathleen —me saludó una voz femenina, al otro lado de la línea—. Es Elanese. ¿Cómo estás?

¿Elanese? ¿Por qué me llamaría Elanese?

Mi entrecejo se arrugó.

Bueno, quizá tendría que ver con algo de la boda, ¿quién sabe? Tal vez respecto a la despedida de soltera.

¡La despedida de soltera! No recordaba ni siquiera que estaba bajo mi mando, y no había organizado nada aún.

—Hola, Elanese... Estoy bien, ¿tú qué tal? —contesté, vacilante.
Todo esto se me hacía tan inusual.

—Sobre eso quería hablarte... —pronunció.

Pero, ¿por qué? Yo tampoco podía decir que estaba completamente bien, de hecho, creo que había perdido mi sanidad mental desde que Gale anunció que iba a casarse; sin embargo, no vas por la vida diciéndole a las personas como te sientes.

Ya tenía problemas suficientes, como para también ser la almohada de lamentos de ella.

¿¡Y por qué sentía éste no habitual resentimiento en mí?!

Nunca me había hecho nada; excepto por la cuestión con Alex, pero eso no debía afectarme si yo no quería nada con él castaño, entonces... ¿Por qué ese rechazo que percibía hacia ella?

—Dime.

—Mira, que no sé en qué estás pensando exactamente de si lo quieres o no, pero necesito que te alejes de Alex —decretó, aunque sonó más como una orden. Mi rostro se compungió en una mueca de confusión.

—¿Qué? —le inquirí, estupefacta. ¿En serio estaba pidiéndome lo que acababa de pedirme?

—Creo que he sido lo bastante clara. Aléjate de Alexander, termina el convenio o lo que sea que hay entre ustedes y todos seremos felices —amenazó, con tanta tranquilidad que ni siquiera sonaba como lo que en realidad era.

¿Qué... Qué carajos tenía esa mujer en su cabeza? Cuando la conocí, parecía ser tan ética, centrada únicamente en su trabajo, y de repente... Jesús, se había convertido en la mismísima réplica de el Padrino.

Aunque, es reconfortante saber que no soy la única que ha perdido la cabeza.

—¿Vale? —titubeé.

—Hablo en serio. Ésta es tu primera advertencia. A la tercera, enfrentarás las consecuencias —estableció antes de finalizar la llamada, impidiéndome prorrumpir nada más.

¿Cuáles... Consecuencias? ¿Qué había hecho para ganarme su odio o lo que fuese? ¿Por qué en lugar de restarme problemas, el Universo sólo me sumaba todavía más? 

¿Estaría hablando en serio? Digo, somos adultas. No adolescentes de secundaria, ¿no se supone que si tenía algún problema conmigo, lo platicabámos y lo resolvíamos?

Puse los ojos en blanco, y expulsé una bocanada de aire. No iba a dejar que Elanese me intimidara. Lo que pasara entre Alex y yo, era nuestro problema, no suyo. Si tal vez se hubiese tomado la decencia de explicarme qué rayos ocurría, yo lo tomaría en cuenta, pero que yo supiera, no le había hecho nada malo.

Aparte de acostarme con Alex, pero dudo mucho que el fuese directo a contarle si tanto le apreciase, ¿No?

De sólo recordarlo, se me revolvía el estómago.

Como fuese, el punto es que no iba a ceder. Puede que debido a mi naciente aversión hacia la voluptuosa morena, o puede que fuese porque me había hartado. Mi cabeza rebobinó las palabras de Alex tantas veces desde que me las dijo, que pensé en utilizarlas por primera vez.

«Debes empezar a pensar más en ti misma, Kathleen».

Y eso haría.

Me metí el teléfono en el bolsillo del cárdigan de lana que llevaba puesto, y volví al pequeño comedor, donde para mi sorpresa, mis dos compañeros de trabajo discutían acaloradamente.

Deseé retroceder.

—¿¡Qué tenía de malo qué me lo dijeras!? ¡No soy un jodido chismoso! —profirió Leo, hacia la muchacha de cabello oscuro.

—¡No estaba preparada, Leonard! ¡Lo siento! ¡Temía que algo así sucediese! —se defendió Marcia, agitando sus brazos en el aire, cual energúmena.

Me aclaré la garganta. Lo que, fue un error porque lo siguiente que observé fue el índice del hombre apuntándome en el pecho.

—¡Tú! ¿¡Hace cuánto lo sabías!? —me interrogó, entornando sus orbes café en mi dirección.

—No lo sé... ¿Hace tres semanas? —balbuceé, a lo que Marcia me dedicó una mirada desaprobatoria y se dio una palmada en la frente.

—¿¡Lo ves!? ¿Cuál es la diferencia entre Kathleen y yo? ¡Ah, claro! ¡Que Leonard Kutner siempre debe ser el último imbécil en enterarse! ¿¡Cómo pudieron ocultarme algo tan importante?! —gruñó, cogiendo el maletín que pendía de la silla de madera marrón oscura.

—Leo, no...

—¡Hasta me hicieron perder los estribos, y eso que soy un pacifista innato! ¡Me largo! —espetó, interrumpiéndome y, dando pesadas zancadas hacia la puerta, con los puños apretados a ambos lados de su cuerpo—. ¡Qué clase de amigas me gasto! —lo escuchamos vociferar desde el vestíbulo.

Marcia y yo intercambiamos miradas.

Por lo visto, un tercer inviduo se añadió a la lista de dementes.

¿Quién sería el próximo?

N/A:

Feliz sábado de capítulo💗 HOY HAY MARATÓN🙌🏼 1/2.

CUÉNTENME, ¿qué piensan de todo? ¿qué les ha parecido?

Pregunta de la semana, o mejor dicho del capítulo porque habrá otra pregunta en el próximo... ¿Qué les pareció esa llamada de Elanese? 

Ya saben, exprésense libremente en los comentarios, voten y compartan la historia con sus amiguitos💗.

Nos leemos prontísimo🙌🏼

Au revoir!💖

Continue Reading

You'll Also Like

46.5K 3.3K 24
Me convertí en un demonio despiadado para gobernar sin piedad, para impartir brutalidad sin pensarlo dos veces. Me convertí en un demonio para romper...
97K 12.9K 38
"Aprende a escuchar tu corazón y no al miedo"
1.2K 100 10
Stede no están seguro de que eso pudiera ser posible, tenía casi veinte años más desde la primera vez que había estado en esa situación. Reto de 31 d...
5.8K 774 13
La preparatoria es esa etapa en tu vida donde la pasas riendo y jugando, hasta que llega final de semestre y lloras mientras tu tarea aún no esta aca...