Capítulo 22 | Consecuencias.

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49 DÍAS ANTES DE LA BODA

Alex

Si mal no recordaba, hacían exactamente siete meses desde que no pisaba éste lugar.

Da igual el tiempo que transcurriese, no había cambiado en lo absoluto. Aún tenía el suelo pulido de cerámica negra, las paredes blancas con zonas tapizadas de madera sintética color caoba, lámparas rectangulares de luz blanca; y la barra de la recepción, los escritorios y los cubículos geométricos y variando en blanco y negro. Ah, y no podía faltar el tenue aroma a café, papel y aromatizante de cítricos. Todo me resultaba tan monótono y claustrofóbico que hasta me deprimía, literalmente, sentía pena por las personas que debían venir aquí a diario.

Por fortuna, yo no era uno de ellos, pero Kathleen sí. Y puesto que debía hablar con ella con urgencia, debía ser aquí y ahora.

En realidad, quería que fuera ella quién pidiera hablar conmigo para aclarar las cosas y tomar una decisión con respecto al trato; pero ya le había dejado pensar por mucho tiempo, y estábamos a sólo una semana del fin de semana familiar, por lo que tenía que tener conocimiento de si contaba con ella o no. En serio no quería ejercer más peso en ella, pero no me dejó otra opción.

Aparte de que, mi excursión a Yosemite de hace dos semanas me había ayudado a reflexionar y a despejar mi mente, porque sí, tuve que viajar. Era la única solución que tenía el lío en mi cabeza, y lo descubrí en el primer momento en que pisé la hierba fresca. Mientras avanzaba a través del místico bosque, bordeado por enormes y majestuosas montañas, me deleitaba escuchando los sonidos de la naturaleza y visualizando en vivo y en directo paisajes que no habían palabras para describirlos, comprendí una cosa: yo nunca había luchado por ella.

Sí, de acuerdo, que mis posibilidades no eran muy elevadas, no obstante no podía rendirme con Kathleen sin siquiera haber intentado. Simplemente asumía lo que pasaba por su cabeza, y yo no era esa clase de persona; mucho menos habiendo encontrado a alguien que generara todas esas sensaciones locas en mí, que estaba tan grabada en mi cabeza que no paraba de pensarla e imaginarla en cada escenario proyectado por mi cerebro, y sobretodo, si lo que tuvimos esa noche fue increíblemente real. Porque lo fue, no me quedaba la menor duda, aunque ella lo haya catalogado como un error, eso nunca significó que hubiese sido algo terrible.

No siempre los errores son malos, a veces traen cosas buenas consigo, a veces te guían a cosas mejores, o en el peor de los casos, un error siempre te dejará una lección.

Tenía que intentarlo.

No estaba dispuesto a humillarme por ella, pero sí a esforzarme para hacerla sentir algo tan fuerte, que incluso si nunca llegáramos a ser nada, no pudiera olvidarme nunca. Que pensara en mí y en dado caso, se arrepintiera de no haberme obsequiado una oportunidad.

Para ello, tenía que mostrarle lo mejor de mí, algo que nadie más supiese o hubiese visto. Tenía que merecerla, debía convertirme en el hombre que creía que ella merecía, sin perderme a mí mismo. Sólo siendo yo. Porque, puede que yo no fuese el tipo dulce, encantador y amable que era Dexter, pero era jodidamente sincero, inteligente y tenía la disposición de darlo todo por ella.

Pensé, en la asombrosa la capacidad humana de encontrar las respuestas a sus problemas en el mismo. La soledad, un ambiente distinto y tranquilo, para mí fueron la clave de hallar lo que buscaba, me permitió escucharme a mí mismo y disolver la niebla en mi que se arremolinaba en mis pensamientos. Razón número doscientos treinta y tres por la que amaba viajar.

Hasta después de la boda ©Where stories live. Discover now