❀ One Shots | Anime/Games ❀ (...

By AiElemental

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♡Ángel | Meliodas (Nanatsu No Taizai) 1/3♡

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By AiElemental

Ángel | Meliodas
(Nanatsu No Taizai):
1/3

El ángel elevó una de las cejas con incredulidad. Más allá de creer en lo correcto, no pudo evitar sentirse corrompido por la falta de hostigamiento de sí mismo. Es más, se sintió incompetente al comentar y expresar con tanta naturalidad su sentir, porque a fin de cuentas, él solo sabe qué no sabe nada. Sin embargo, entiende perfectamente que no debe juzgarse a sí mismo, martirizarse con insistencia no le valdrá de nada. Pero las almas del Edén han hablado por sí solas, ellas desean una respuesta; ¿Pero qué les podría dar a su curiosidad? El hecho de creer en la unión de un ángel y un demonio es tétrico, es decir, las Diosas no lo aceptarían.

¿Pero quiénes son las Diosas para opinar? El ángel estará por encima de ellas, el ángel es poderoso, el ángel se manda a sí mismo por más que éste solo parezca un niño sin conocimiento.

—Ohm... —la cabellera blanquecina es despeinada por la mano de aquel aspirante a ser el próximo Rey Demonio.

Los ojos zafiro de la contraria inspeccionaron el rostro impasible de éste que acaricia su cabellera con tanta paciencia.

Recostada en el regazo del futuro rey, el ángel se regocijó en la ideología de aprender, ser partícipe de un nuevo conocimiento hace que sus ojos se iluminen y sonría con tanta ingenuidad. 

—¿Aún sigues con tu mascota? —oyó aquello, pero no lo comprendió. No entendió exactamente qué quería decir aquel hombre.

Frunció el entrecejo con obviedad y corrió la vista hacia el rubio de grandes ojos esmeralda, sin embargo él no demostró nada, sólo sonrió de forma extraña.

✿❀✿

Los pies de la menor hicieron contacto con el frío suelo de los pasillos del castillo, la cerámica es fría y eso le provoca que los vellos se le ericen a causa del contacto. Sus pies se mueven por sí solos por curiosear, más allá de que haya llegado de forma repentina al castillo, hace varios meses atrás, ella no deja de insistir qué más allá de las puertas algo ocultan éstas.

A pesar de sólo tener cincuenta años de edad, no deja de ser un inocente angelito. Sus ojos ven ilusión, maravilla, deseos y sin duda el anhelo de amar.

Sonrió de oreja a oreja una vez vió la cabellera azabache del hermano de su Rey, a lo que complacida caminó hacia él. Sin embargo, fue detenida abruptamente por dos demonios sirvientes que la acusaron con la mirada, a lo que ella tuvo que detenerse sin más: aunque poco le importó.

—¿Me permiten el paso? Por favor. —una melodiosa voz dulce empalagó a los demonios y ante el encanto sucumbieron a la genuina armonía de ese ángel de ojos espléndidos.

El encanto de la inocencia llama la atención de los demás, incluso de aquellos que no alcanzaron a lograr ese sexto sentido precioso.

Sonrió gentilmente una vez estuvo parada enfrente de él, aun así, la ignorancia la aprisionó con descaro, a lo que oprimió los finos labios en una línea recta antes de fruncir el ceño.

Él solo la miró y ya, ni siquiera dijo algo.

—Zeldris. —pronunció con gentileza al verlo, pero éste no volteó.

Si bien comprende que los llamados Mandamientos son extraños, y ella no puede despegarse de la idea de que algo está pasando en el castillo por el comportamiento hostil de éstos. ¿Por qué tanto silencio? Es decir, ¿qué está ocurriendo?

La inocencia le ganó aquel día, fue terrible que lo haga, porque acuesta de Ai -el ángel caído de las estrellas- ella no pudo darse cuenta que su aspirante a Rey había escapado del reino y la dejó sola entre demonios hambrientos de ángeles.
Y con lamentos de un corazón herido, el ángel lloró años sin ser capaz de comprender por qué la habían abandonado.

✿❀✿

Los años pasaron, las décadas no se hicieron notar y menos los siglos: que éstos no lograron marcar una diferencia o bueno tal vez sí una; él ángel de los demonios ya no tenía vida, simplemente se podía apreciar en su mirada el recelo de un zafiro vacío, uno que no tenía armonía, ya no traía calma y no traía nada.
El antiguo ángel de cincuenta años físicamente permanecía igual -ningún cambio- pero en su expresión nostálgica se podía apreciar el dolor del abandono y el sufrimiento de un corazón roto. Sus bellísimos ojitos permanecían cristalizados la mayoría del tiempo, porque eran el calco mismo de la huida de su amado.

Aquella vez el Rey se encontraba furioso, ardió de la ira en una fuerte y aterradora mirada furtiva que prácticamente asesinaría a cualquiera. Pero no, eso no pasó: Los Ángeles -específicamente Ai- calman a las Diosas y a los Demonios. Ellos son el confort de los espíritus de la Destrucción y de la Creación, para ser exactos, los ángeles pertenecen a una clase superior que éstos insensatos que aclaman a destruirse entre sí.

En pocas palabras, Ai calmó a el Rey Demonio. Sin embargo no fue así del todo. Su poder se oprimió gracias a que sentimentalmente tenía dolor... Vió cómo él maldijo a su hijo, a ese ser que ella amaba con el alma, y como castigo ella aceptó aquel decreto que éste impuso por la traición de aquel ser.

Los Ángeles se mantienen en los regazos de los reyes, pero ésta respetó a su igual y permaneció junto al trono observando cómo él se desquitó a los cuatro vientos de su hijo mayor: Los Mandamientos estaban horriblemente enojados y ella la ligó indirectamente.

—¿Por qué le ha hecho eso a su hijo? —cuestionó ella en la soledad de los aposentos del Rey, manteniendo una postura rígidasin perder la dulzura de su voz. —Esto es... —pero fue callada, la fuerte mirada que le lanzó el presente la hizo callar de golpe, porque eso comprobó que Meliodas había hecho algo malo, algo muy malo.

—Ai. —el ángel se estremeció por completo y levantó la mirada del suelo para verlo. Con las manos puestas en el regazo ella lo miró con miedo e inquietud, su labio inferior empezó a tiritar y esa vez le vibró hasta el alma por el terror. —El amor de mi hijo no te pertenecía solo a ti. —abrió los ojos de golpe y pos la cristalización de éstos ella hizo un mohín, evitó llorar, pero su alma dolía demasiado. —Joven ángel, él ama a una diosa y peleó junto a ella para alcanzar su amor. Y junto con la Deidad Suprema los hemos maldecido por ser ariscos a sus pares...

—Solo dígame qué sucedió. —se ensombreció, sin embargo se mantuvo cuerda para no caer en la incompetencia de llorar.

—Ella murió y tendrá la desdicha de la reencarnación perpetua. Y mi hijo se marchó con el pesar de tener la vida eterna en sus manos. Él la amará, la encontrará y en un lapsus de tiempo ella lo recordará todo, tres días después, ella morirá. —lo último lo narró para sí mismo, porque el ángel ya se había marchado. —Si, eso pasará.

✿❀✿

El líquido salado desbordó el color zafiro del ojo derecho de la deidad, que por primera vez, ella insistió en no llorar.
La primera vez, siempre hay una, muchas veces la más dolorosa y lamentablemente nos deja marcados de por vida, para ser claros, toda una vida eterna.
Sin embargo rápidamente concurrió al dorso de su mano para limpiar aquella bazofia de sentimiento, aunque nada se compara con estar en el altar con un mandamiento.

"Ésta era mi obligación, perdóname."

Pensó en un intento de ver hacia las enormes puertas del lugar y tener esperanzas, en creer que por alguna extraña razón él vendría y la rescataría.

Pero eso no pasaría.

Volvió la vista al frente y respiró con normalidad. La comisura de sus labios se curvó en una genuina y gentil sonrisa de adoración al ver al azabache.

¿Quién lo pensaría?

La que sería la esposa de Meliodas, ahora mismo, está a punto de unir su vida con su hermano menor, Zeldris: quien también está enamorado de alguien más.

Éstos se observaron de una forma distante, aun así, esas miradas cambiarían con el pasar de los años, más bien, ésta se transformaría en confianza y compañerismo: Se afianzarían de tal manera que ambos se sorprenderían por lo logrado, sin embargo, las discusiones no se podrían evadir.

Él ángel trae armonía, no obstante, también puede convertirse en diablo y velar por la destrucción, con exactitud, ser un monstruo peor que los demonios.

Naturalmente luego de aquello los años volvieron a transcurrir con lentitud.

Ai seguía pensando en el pasado, pero ya no tenía siquiera esperanzas, por lo tanto, Meliodas para ella ya no existía. El ángel maduró, ahora es una bellísima mujer, sin embargo, la calma en el reino de los Demonios no ha vuelto a ser la misma.

—Zeldris, ¿qué sucedió? —preguntó con dulzura al sentir como éste recuesta la cabeza en su falda.

Empero, sintiendo la furia del azabache, ella decidió callar al no conseguir ninguna clase de respuesta a cambio. Pero al cabo de unos segundos, él habló:

El silencio se hizo intenso en aquella habitación y Ai realmente lo notó, pero decidió callar al sonreír una vez él giró la cabeza y la vió.

—Qué sucedería si te enteras que iré a buscar a Meliodas.

Ella no le contestó, simplemente curvó sutilmente la comisura de los labios en una sonrisa leve y soltó una risita de total nerviosismo. —¿A qué te refieres con ir a buscarlo? —consultó al tratar de no perder la cabeza, aunque dudó en el hecho de que sucedió tal cual.

Zeldris lo notó, es más, no es estúpido como para no percibir el descontrol emocional de Ai al hablar de su hermano mayor. Y, realmente, se sintió furioso.

Se sentó de golpe en aquel catre y le lanzó una mirada de pocos amigos. La de cabellos blanquecinos no lo miró, siquiera se inmutó en hacerlo, pero sabía perfectamente que algo haría éste.

—Para qué has preguntado si ya sabes la respuesta. —respondió con gentileza al voltear el rostro y brindarle una de las mejores sonrisas a su esposo. —Zeldris... —murmuró en un hilo de voz al verlo colocarse enfrente y sentir las frías manos del demonio arroparle las mejillas.

Él las acarició con tanta dulzura que pensó en que éste estaba burlándose de ella.

—Te quiero, Ai. —musitó.

✿❀✿

Corrió en cuanto le fue posible y, desespera, se animó hacer lo imposible, es decir, la hora corre y los segundos -que son insignificantes- se terminaron por volver extremadamente valiosos. Tal vez, como si su vida dependiese de ello, aunque sea literal.

Ai no se prohibió el pensar y tampoco el actuar, simplemente ella hizo lo que se propuso para salvar aquella vida.

—¡Para! —se posicionó entre medio de la pelea, ambas manos extendidas al frente a palma abierta. La expresión de sus facciones lo dice todo, es más, aquel ángel se había convertido en diablo en el ámbito psíquico. —¡¿Cómo se atreven a lastimar a su Rey?! —estalló rabiosa.

No fue consciente de medir las palabras, pero toda deidad tiene un límite y Ai había llegado al suyo una vez contempló cómo asesinaban a su pasado.

En aquel campo de batalla se formó un silencio realmente espeluznante. Sin embargo, había algo peor, horrorosa si se trata de la mirada de Zeldris que la apuñala de tal manera que parece que ella ya estuviese muerta.

—No lo tocarán. —aclamó con rabia al verlos a todos.

Los Mandamientos se encuentran aturdidos, incluso aquellos que están a varios metros de distancia quedaron sin habla, los bien llamados Pecados Capitales.
Merlin se volteó de forma abrupta al observar a la deidad recién llegada. La inspeccionó y no pudo creerlo, también fue consciente de que Elizabeth susurró: ¿Quién es ella? Sintiéndose brutalmente amenazada por la recién llegada. Y no sólo eso, sino que vió, al igual que todos, cómo uno de los poderosos mandamientos se acercaba a paso lento y ella lo endureció: éste había quedado helado, completamente congelado. El tiempo se detuvo, lo notaron con obviedad y más al ver cómo desde del cielo caía una lluvia espesa, como si fuesen lágrimas amargas repletas de decepción.

✿❀✿

No lo pude creer cuando escuché a el mismo Rey Demonio pronunciar aquello: Los Mandamientos quieren venganza y eso amerita que quieran asesinar a Meliodas.

Negué asqueada por la ira, el sentimiento de rencor se intensificó en mi pecho de tal forma que al ver a Zeldris negué. Lo hice porque me dió pudor su rostro.

—Será mejor que se alejen, volver por donde vinieron es una opción, ya que quedarse no es una salida viable. —confieso al girarme y acuclillarme junto al cadaver de Meliodas.

—Ai... —oír la voz de Zeldris hizo que girase el rostro y lo viese. Sin embargo fue la primera y última vez que me decidí dirigirme a él como se debe.

—Solo lárgate sino mi Clan asesinará al tuyo. —declaro. —¡Asesinare hasta el maldito Clan de las Diosas y Demonios! ¡Su comportar es una vergüenza hacia la creación y la destrucción! He buscado el balance de un mundo que sea apreciado, que sea digno... ¡Pero todos ustedes se han burlado de mi! ¡De un Dios! —grito con ira al señalarlos a ellos y a los compañeros del rubio. —Incluso esa Diosa me da asco. —prosigo al señalar a la mujer de cabellos plateados. A esa que me ha mirado desde que llegué con un intenso recelo que es terrible. —Los Pecados. Los Mandamientos. Los Clanes. Ustedes solo han hecho de éste mundo una bazofia... ¡Un chiste! —levanté la mano al cielo. Lo hice por el mero hecho de estar furiosa. —Por esa misma razón serán despojados del poder que se le ha sido concedido.

✿❀✿

Fue un delirio creer que entre la inconsciencia la había visto a ella, a su ángel. Se sintió incompetente al no poder llamarla y pedirle disculpas e intentar decirle que él no la quería abandonar, que sólo fue un intento de sentirse libre por primera vez.

Vió una cabellera excesivamente larga y olfateó un aroma deseoso de más, parecía mágico, fue como todo aquello que a ella la rodeaba en aquel entonces en donde para él era una niña.

La más hermosa de todas.

No obstante, no todo sería color de rosas para él.

—¡Meliodas-sama!

El chillido de Elizabeth al despertar hizo que quedase atónito, sin embargo, se espabiló instantáneamente al ser rodeado por los brazos de ésta.

—¿Dónde está ella? —esa fue la única pregunta que logró formular. Pero lo qué escuchó seguido de aquello lo dejó anonadado, quizás, paralizado.

—Ella ha muerto.

¿Qué haces cuando el tiempo se detiene? Cuando de repente aquella vida pasada mágicamente empieza por albergar tu mente haciendo acto de presencia en un momento difícil.

Meliodas se tensó, quedó estático en la cama, siquiera movió un dedo a la hora de sentir que Elizabeth lo llamaba con constancia. —Necesito ir a mí reino. —demandó poniéndose de pie, detonando furia, haciendo notar la ira de los demonios. Sin embargo, los característicos ojos violetas oscuros no se hicieron presentes.

Entonces Merlin comprendió las palabras del ángel caído de las estrellas, un mundo en donde ya no halla magia, donde no permanezca la diferencia de poder y... y en donde los Pecados no son nadie, simplemente soldados ordinarios de un Reino.

—No puedes porque ya no existe.

Continuará.

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